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La churra del Genaro

en Gays

Con todo mi cariño para el Botiija10 (¡Animo muchacho!)

 

 

Biografía indecente de un maricón

Tercer episodio : La churra del Genaro.

 

( Este relato es continuación de “Jugando a los médicos”)

 

 

¿ De qué va esta historia?: JJ un homosexual ( el prefiere que le digan maricón) de 42 años, se pone a recordar su infancia; su primer contacto con el sexo fue a la tierna edad de ocho años; a esa edad descubre como dos albañiles se pegan un polvo como es de ley, posteriormente gracias a el árbol de sabiduría que resulta ser su primo Francisquito, descubre que lo que hacían era “Jugar a los médicos”... Juego que practican con bastante asiduidad sus primos Ernesto y Fernando. Eso si, los niños tenían terminantemente prohibido “Jugar a los médicos”; pues iban al reformatorio...

 

 

 

La matanza terminó y la familia de mi primo volvió a su pueblo. Cosa que aquel año me puso triste por partida doble: ya no jugaría más con mi primo Francisquito, ni vería más a sus hermanos Ernesto y Fernando jugar a los médicos. La única alegría que me daba su marcha, es que ya no tendría que aguantar a la reina de corazones de Matildita. A veces me pregunto, si mi aversión hacia el sexo femenino tiene que ver con ella. Pero si es así, no entiendo porque me llevo también con otras mujeres... En fin, mejor no darle muchas vueltas al tema, que al final la culpa de que yo sea maricón, la va a tener un bisabuelo mio, que sufrió abusos sexuales en su infancia, por parte de su abuelo.... Ya puesto a buscar una explicación psico-lógica, a mis preferencias sexuales, esa me parece tan buena como otra cualquiera.

 

Bueno, a lo que íbamos, de nuevo me había quedado más solo que la una. Y bajo la atenta mirada del ojo que todo lo ve : mi madre.

Así que volví a mi rutina diaria, colegio, deberes y “es muy tarde para salir Pepito”... Y lo peor de todo, es que aquel año, más que ningún otro ; echaba muchísimo de menos la compañía de mi primo Francisquito. Desde que me contó el secreto del “juego de los médicos” nos habíamos vuelto uña y carne; o como diría el mal hablado de mi hermano Juan: como la churra y el culo. En fin, aquel invierno se me hizo eterno.

 

El único consuelo era ir los sábados al mercado con mi madre; ahora mi juego secreto consistía en mirar el bulto de los mayores y clasificarlos por categoría. Si el bulto era muy grande, su cosita era tamaño caña de lomo, si lo que marcaban sus pantalones era “con si con sa”: fuet y si no había nada que rascar, lo que tenía era una salchichita.

 

Era curioso, pero todo los policías y guardias, acababan en la categoría “caña de lomo”.

 

Pero quien de todos se llevaba la palma; medalla de oro o como quieres llamarlo; era Angel el novio de mi hermana. Angel era un chico bastante alto, yo le llegaba, por aquel entonces, un poquito más arriba de la cintura. Todos los días, él y mi hermana se ponían en el recibidor de casa a charlar de sus cosas( Mi hermano Juan decía que “pelaban la pava”) Cuando la cena estaba en la mesa, mi madre me mandaba a llamar a mi hermana. Y todos los días pasaba lo mismo, era abrir la puerta que comunicaba la casa con el recibidor y encontrarme a mi hermana y a su novio, dándose un beso como los de las peliculas. Yo, como de costumbre, a la vez que daba a mi hermana el recado de mi madre; miraba el bulto de la cosa de Angel. ¡Era lo más tremendo que había visto nunca! Y lo peor, es que parecía moverse bajo la tela del pantalón. Su tamaño era tan exagerado, que a veces me daba hasta miedo. Tenía la sensación, de que fuera a saltar sobre mi cara como el monstruo que ponía los huevos, de la película “Alien”.¡Urggh...!

 

En fin, que aquel invierno además de frío y húmedo, fue la mar de aburrido.

 

Pero finales de febrero nos dejo algo más que el frío característico : un tío mío enfermó, según decían los mayores tenía una cosa mala. Y debía ser muy mala, porque lo decían entre dientes y con mucho miedo. Como si hablar de ello abiertamente, pudiera propiciar que cayera sobre ellos una especie de maldición.

 

Mi hermana Gertrudis, nos dijo a mi hermano Juan y a mi, que tenía cáncer y que se iba a morir. Para mi el concepto de la muerte, era algo que no llegaba a comprender del todo. Como mucho asimilaba la sensación de no poder volver a alguien más... Pero poco más.

 

El caso es que debido a la enfermedad de mi tío, mi madre se marchó a casa de su hermana, para cuidar de sus hijos y turnarse alguna vez que otra, cuidando al marido de ésta en el hospital. Mientras tanto, mi hermana no tuvo más remedio que hacerse cargo de los menesteres de la casa.

 

Cosa que con sus diecinueve años , afrontó con entereza; a pesar de que la tarea, le venía un poco grande.

 

Para mi, la muerte anunciada de mi tío, me vino como anillo al dedo. Gertrudis, aunque no me descuidaba; no era tan “tiquismiqui” como mi madre, me atosigaba solo lo justo y me dejaba un poco a mi aire. Cosa que dicha sea de paso, para mi era suficiente, para hacer alguna trastada.

 

Los primeros días me porté como un niño bueno, buenísimo .. Cuando ya el enemigo se había confiado, comencé mi táctica evasiva. Al principio, pedía permiso para salir a la calle una vez terminaba los deberes; después me lo tomaba por mi cuenta y riesgo.

 

En mis furtivas salidas a la plaza, descubrí que los niños se comportaban de un modo muy distinto en la calle, de lo que lo hacían en el “cole”. Y si cuando estaban en clase, parecían no haber roto nunca un plato, en la calle se cargaban la vajilla entera.

 

El peor de todos era el Rafita, un niño de una muy buena familia; o por lo menos eso, es lo que decía mi madre de él. He de admitir que a mi ese niño, nunca me cayó bien; primero por que trataba a los más pequeños como si fuéramos un mojón, segundo porque era estirado y repelente como él solo. Pero cuando peor me caía, es cuando mi madre decía a boca llena, que le gustaría que de mayor fuera como él. ¿No había otro mejor? ¿Tan mal me veía mi madre?

 

Lo más característico del Rafita, era su repeinado cabello y sus gafas, las cuales le daban un asqueroso aire de sabihondo. Y lo peor, era que él se lo creía y siempre andaba intentando demostrar que era más listo que nadie.

 

Aquella tarde en la plaza, los niños se callaron cuando llegué. Parecía que mi presencia les estorbaba. Ninguno se atrevió a decirme nada, salvo el mamarracho del Rafita. ¡Que coraje me daba ese niño!

 

-Pepito, no puedes estar aquí. Los mayores estamos hablando de nuestras cosas.

 

Mire a los que estaba allí, y sólo tres o cuatro eran mayores que yo. A ver si se iba creer el Rafita cuatro ojos que era tonto. El Richar y el Jaime eran de mi edad, y el Manolo y el Javi tenían nueve. ¡Si eso es ser mayor, que venga Dios y lo vea! Y como desde chiquitito, nunca me he podido callar ante las injusticias, proteste ante el hecho de que me “espacharan”:

 

-¡Aquí hay algunos que son de mi edad! ¡O “tos” moros o “tos” cristiano!

 

Es curioso, el poder de convicción y la labia que he tenido desde chiquitillo, el Rafita hizo caso de mi petición: Y todos los moros nos tuvimos que ir de allí y dejar a los mayores solos. Lo cual me costó algún que otro coscorrón por parte del Manolo, quien de siempre, había sido un poquillo bruto.

 

Cuando ya se calmaron los ánimos, empezamos a jugar a las bolas (canicas), como al Richar y a mí, nos eliminaron los primeros, intenté sonsacarle de que hablaba el Rafita y los otros mayores.

 

-El Rafita que tiene una revista de tías en bolas y van a quedar para hacerse una paja.

 

¿Hacerse una paja? Ignoraba que pudiera ser aquello, pero como El Richar lo había dicho con una naturalidad de lo más evidente, no pregunté para que no se pensará que me había caído de un guindo. O lo que es lo mismo, opte por no querer preguntar una vez y seguir siendo ignorante por siempre; en lugar de preguntar y ser ignorante una sola vez.

 

En los días siguientes, los mayores se hicieron más esquivos, como si guardaran un secreto o algo parecido. Lo bueno de aquello, es que no tuve que soportar las constantes bromas del Rafita, que dicho sea de paso tenía la “gracia” como las avispas: en el culo.

 

Pero la muerte anunciada de mi tio, tardaba en llegar. Mi madre, seguía con sus idas y venidas a casa de su hermana; Gertrudis se encargaba de la casa, tarea que cada vez le salia mejor. Y yo seguí, con mis salidas a jugar a la plaza.

 

Nos dieron las vacaciones de Semana Santa y mi tío, todavía seguía ingresado. Para mí, aquello no supuso ningún problema, por primera vez en mi vida, iba a tener vacaciones de las dos cosas que más libertad me quitaban: el cole y mi madre.

 

Si con las tardes libres, había empezado a relacionarme con la gente; tener el día entero para mí, cambio por completo mi aburrida vida.

 

De todas las cosas que llegué a descubir en aquellos días, una de las que más caló en mi persona, fue la que he dado por llamar: “La churra del Genaro”.

 

 

Me explico. El Genaro, era el repartidor de butano del pueblo. Un hombre de unos treinta y largos años, alto, ni delgado ni gordo, rubio y con los ojos azules.

 

Las mujeres decían que era muy guapo; aunque yo he de reconocer que por el gesto desagradable del butanero; es lo último que habría pensado. Y es que el pobre, tenía la misma cara que yo, cuando llegaban la fiestas del pueblo y mi madre se empeñaba en que estrenara ¡Y es que hay que ver, lo que duelen unos zapatos nuevos!

 

La forma como llegué a hacer aquel descubrimiento, fue de lo más insólita.

 

Durante las mañanas de aquellos días, mi hermana recibía la visita de alguna que otra vecina, que venía a preocuparse por el estado de salud de mi tío. Mi hermana, ponía cara de desconsuelo y decía siempre lo mismo: El pobre está igual. Esperando.

 

A lo que las vecinas, poniendo cara de circunstancia, le contestaban cosas como : ¡Ay que ver lo que está sufriendo, al final para nada!

 

Yo no entendía mucho aquello, pero debía ser algo muy triste, pues a mi hermana se le ponía la mirada vidriosa ; como el Marco, cuando le hablaban de la madre. Ver los ojos de mi Gertrudis con tanta pena, hacía que me entraran ganas de llorar a mi también. Aunque tengo que confesar, que no sabía bien porque.

 

Había una vecina, la Jacinta, una mujer muy mal hablada (siempre estaba diciendo palabrotas) pero muy graciosa. Que cuando iba a preguntar, siempre trataba de animar a mi hermana con algún cotilleo. Que si menganita se ha “peleao” con sutanita, que si fulanita ha “metio” a su madre en la asilo, con lo buena que habia sido con ella... A mi nada de aquello me interesaba, pero como tampoco tenía otra cosa mejor que hacer, allí estaba yo con los ojos como platos, pendiente de todo lo que soltaba por la boca la buena señora.

 

-¿ Y sabes lo de la “Carmela” la viuda de la plaza?

 

-No, ¡cuenta, cuenta!- contestó mi hermana como si le fuera la vida en ello.

 

-Es que con “ropa tendía” no te lo puedo contar- dijo señalándome a mi.

 

Lo de “ropa tendía” tenía que ser un termino clave entre las mujeres, para indicar que iban a hablar algo que los niños no podíamos escuchar. Como mi hermana, no se iba a quedar sin enterarse de aquello tan de vital importancia para ella, me dijo que no diera más la lata y me fuera al patio a jugar.

 

Yo como el niño obediente que era, simule que me marchaba; pero en realidad lo que hice fue ponerme mi imaginario traje de James Bond, y me puse a espiar la conversación sin que me vieran, desde el cuarto de mis padres. Es lo que pasa, cuando se usan palabras claves, salen agentes secretos por todas partes.

 

Como la Jacinta creía que yo ya no estaba por allí, subió el tono de voz; para explicarle aquello tan importantisimo a mi hermana.

 

-... Tú a la Carmela, las “conocio” ya de “casa”. Pero de joven era un putón verbenero de mucho “cuidado”...Y fijate tú, lo que es la vida; da con un hombre que la quería... ¡Porque el Pepe la quería! Y a los pocos de años, cuando estaba en la flor de la vida, se le mato en un accidente. ...Con el dinerito, que cogió del seguro, y la paga de viudedad que le ha “quedao”. La mujer no tiene problemas de dinero ninguno... Pero hija, sin nadie que le riegue el huerto y conociéndola a ella; tiene que estar que se sube por las paredes...

 

-Jacinta, abrevia que tengo que poner la comida...

 

-Perdona hija, pero es que a mi me gusta contar las cosas con mucho detalle... Bueno, pues dicen las malas lenguas, que el butanero no sólo le mete la bombona en el pasillo...

 

-¿El Genaro?- la voz de mi hermana sonó super super sorprendida.

 

-Si, el mismo. Así esta la “joia” que de unos meses para acá, se lleva “tor” día cantando. Y ya te digo, el Genaro no es sólo guapo y buen mozo. También tiene un “peaso” churra, ¡Que está muy bien “calzao” el muchacho.... Yo lo sé de muy buena tinta, porque una amiga de una amiga mía, se lo hizo con él en sus años mozos ... Y decía que era como la de los negros....

 

Aunque la conversación siguió y siguió.... Yo ya me había quedado con lo importante: el Genaro tenía la churra como los negros. Y que quiere que te diga. A mi el butanero, me parecía un tipo de lo más antipático, pero había descubierto en él una gracia que parecía, que nadie tenía en el pueblo: una churra de negro.

 

Jacinta estuvo hablando con mi hermana por lo menos media hora; se harto de decir picardías y cada vez que soltaba una palabrota, se reía, como si tuviera gracia. Estaba claro que Gertrudis, también se aprovechaba de la ausencia de mi madre, porque lo que le estaba largando la Jacinta, era por lo menos de película de tres rombos. (*)

 

El caso, es que aquel día comimos mal y tarde; el estofado de patatas le salió un pelín salado . Tanto que mi hermano, mi padre y yo tuvimos que reponer un par de veces la jarra de agua de la mesa. Y es que no sé que le pasaba a la pobre de mi hermana desde que hablo con la Jacinta; estaba colorada como un tomate y con la mirada perdida. Como si estuviera en otro sitio.

 

A la hora de la siesta, no me podía apartar de la cabeza al Genaro y su churra negra. La curiosidad me comía por dentro; tenía que hacer algo para conseguir verla. Y estaba claro, que tenía que aprovechar en esos días de Semana Santa. Como si un buen plan no se consigue ningún objetivo, empece a hacer el mio.

 

Lo llamé Misión CH.G. Pero tras media hora de darles vuelta a la sesera, lo único que tenía era el nombre.

 

Y es que por mucho que me calentara el molondro, las posibilidades de llegar a ver la cosita negra del Genaro, se me hacia harto complicado.... Parecía que la única que tenía derecho a verla era la viuda Carmela...¡Eso era! Si lograba colarme en su casa, cuando estuviera allí el butanero, los podría espiar... Ahora el problema era entrar si que me vieran.

 

Tras darle mil vueltas a la cabeza, caí en algo que era muy, pero que muy evidente. El butanero descansaba para almorzar a la una de la tarde. Esto lo sabía, porque veía todo los días el camión aparcado en la plaza a esa hora y a el tomándose una cerveza en el bar del padre de Manolo. ¿Y si a esa hora es cuando iba a ver a la viuda para enseñarle su pilinga negra? Tras duras negociaciones conmigo mismo, llegué a la conclusión que tendría que vigilarlo al día siguiente.

 

Me lleve toda la mañana más nervioso de lo normal, a las doce así me fui para la plaza con mi balón de reglamento. Los únicos que estaban por allí eran los mayores hablando de sus cosas, pero ni me acerqué. Lo primero era lo primero, y en aquel momento tenía todos mis sentidos puestos en la misión CH.G.

 

El que espera desespera, se aburre y se pone a pensar cosas inteligentes. Y entre esas ideas importantes, se me vino a la cabecita una cosita, que por lo evidente, no debía estar yo muy mal encaminado. ¿ Y si la Carmela no sólo quedara con el Genaro para que le enseñara su cosita? ¿ Y si también jugaran a los médicos? La sola idea de ver de nuevo a dos mayores haciendo aquello, hizo que me pusiera colorado de la emoción.

 

Pero todo pasa y todo llega, mire el reloj del campanario y marcaba la una. Al butanero le quedaba poco para aparecer por allí. No habían pasado ni cinco minutos, cuando el naranja y destartalado camión hizo su aparición por el entorno de la plaza. Vi como lo aparcaba y como se bajaba de él, me puse según el plan de la mision CH.G, a jugar con el balón en la plaza. No es que me gustará mucho, darle patadas a aquel gastado balón de cuero, pero si quería que el plan saliera perfecto, debía cumplir todos y cada uno de los estudiados pasos, de la manera pertinente.

 

Al poco pasó camino del bar del padre del Manolo. Lo miré de reojo y seguí pensando que a aquel hombre le molestaban los zapatos. ¡Ofú que cara! Aunque igual no eran los zapatos-pensé- y si como decía la Jacinta, tenía la pilinga tan grande; lo mismo lo que le apretaban eran los calzoncillos. Y es que tenía que ser muy molesto tener eso ahí, aprieta que te aprieta, todo el día. Le tenía hasta que doler un poco¡No iba a tener el pobre, la cara de malas pulgas que tenía!

 

Seguí haciendo como que jugaba a la pelota, sin perder mi objetivo de vista. Este era un poco torpe, porque aunque parecía que entraba a hurtadillas en la casa de la viuda. Para mi, que lo que pretendía era que todo el mundo lo viera, pues sino dime tú a mi, porque se iba directamente del bar a su casa. Yo cuando no quiero que mi madre me vea subir al desván, siempre doy un pequeño rodeo... Los mayores que son muy raros- pensé.

 

Fue verlo entrar y me empezaron a sudar las manos. Aunque la mision CH.G estaba hábilmente planificada, la torpeza del agente secreto 007 Pepe Bond, la podía hacer fracasar. Así que intenté tranquilizarme e intenté colar el balón en la casa de la viuda. Me hicieron falta cuatro intentos,( por lo tanto eso de que la tercera va la vencida, es mentira cochina), pero con ello, el siguiente paso estaba completado. Ahora quedaba lo más complicado.

 

¿Os he dicho alguna vez lo predecible que son las personas mayores? Pues lo son y mucho. La viuda Carmela, la que más... En los días, que mi madre no estuvo en casa. La pelota se nos embarcó varias veces en su casa; todas y cada una de las cuales, a mi como el más pequeño y más “pringao”, me tocó ir a pedirla. La primera vez me costó mucho trabajo, pues yo a aquella mujer no la conocía de nada; de verla con mi madre alguna vez que otra en el mercado y poco más. Pero su amabilidad, para con los niños, me sorprendió; ni me riñó, ni me puso mala cara, simplemente me invitó a que pasara el patio y cogiera el balón. Yo entraba, cogía el balón, le daba las gracias y ella, que seguía con sus cosas, me decía desde lejos: ¡Pepito cierra la puerta, cuando salgas.!

 

Cuando llamé al timbre, salió la viuda Carmela, eso si, muy nerviosa, a mi me dio la sensación de que se había vestido corre que te alcanzo; si me pareció, que estaba hasta un poco despeinada y todo. Fue nada más verme, me dijo: “¡Pasa y cogela! ¡Cuando salgas cierra la puerta! “. Eso sí, con un tono bastante seco. Con lo agradable que era siempre...¡Qué rara que estaba!

 

El agente secreto 007 pasó al patio, cogió la pelota y pegando una voz, se despidió de la señora Carmela dándole las gracias. Hizo como el que se marchaba , cerró la puerta desde el interior y se quedó dentro de la casa. Cada vez, estaba más cerca de cumplir el objetivo marcado: ver la churra del Genaro.

 

Pepe Bond se movió sigilosamente, buscando el lugar donde podían haberse escondido la viuda Carmela con el Genaro, no le hizo falta buscar mucho pues unos bufidos masculinos, le señalaron su evidente ubicación. Avanzó con paso de Tuareg del desierto, silencioso y muy despacito, para no levantar sospechas. Cuando llegó a la fortaleza enemiga, se encontró con que la puerta estaba un pelín abierta, lo suficiente para poder espiar lo que se cocía en el interior. Siguió moviéndose con mucho disimulo, hasta que avistó a el hombre y a la mujer, presuntamente sospechosos.

 

La fortaleza enemiga era, claro está, el dormitorio de la viuda, en ella me encontré a la dueña de la casa con el butanero, por lo que se veía le estaba tomando la temperatura ¡Llevaba razón yo, estos dos también juegan a los médicos!

 

La estampa de la viuda, agachada delante del Genaro me pareció extraña. Aunque era la primera vez que veía a una mujer jugando a los médicos, no fue aquello lo que me llamó la atención. Fue su desnudez. Que yo recordara, nunca antes habia visto a una mujer mayor en bolas. Y que quiere que os diga. ¡Me llamó muchísimo la atención! La Carmela tendría unos cincuenta años, pero se le veía unas carnes prietas, tenía una piel hermosa y clara; pero lo que más me llamó la atención de ella, fueron sus enormes pechos que incluso estando de espaldas, eran visibles para mí, a través de sus costados.

 

Clave mis ojos en el Genaro, intentando ver su churra negra, pero la cabeza y los pelos de la viuda me impedían verlo. Busque su rostro, en este ya no había señales de enfado alguno. Por lo que llegué a la conclusión de que yo estaba en lo cierto: los calzoncillos le apretaban. Había sido sacar el pajarito de la jaula y el semblante le había cambiado.

 

La viuda tardó muy poco en tomarle la temperatura, pues el Genaro tiró de su cabeza para atrás y le dijo algo así, como que se tendiera en la cama, que le iba a dar lo suyo. Cuando la mujer se levantó, lo que se mostró ante mi vista no era lo que esperaba la churra del Genaro no era negra. Era del mismo color que las otras, aunque eso si, enorme, mucho más grande que la del albañil... ¡Pero mucho más! Era grande y gorda, con una cabeza enorme. La categoría caña de lomo, se le quedaba corta... Aquello era como mínimo categoría morcón. ¡Pero no era negra como dijo la Jacinta!

 

Y si aquello me desilusionó, lo que pasó a continuación me dejo con las patas colgando: El Genaro no le puso el supositorio por el culo como está mandado, se lo puso por el chochete. ¡Qué cosa más rara!

 

Y si aquello me pareció extraño, lo que se decían me dejo estupefacto, estupefacto. La viuda le decía cosas, como “cariño hazme tuya”, mientras el butanero le decía: “ toma lo tuyo cacho pu...” ( no termino la palabra, porque los niños no podemos decir palabrotas)

 

Tendidos como estaban en la cama, desde donde yo estaba solo podía ver el culo peludo del Genaro y la cara de la viuda, ésta resoplaba, mientras ponía cara de estar cantando una opera( lo sé, porque una vez vi una por la tele; ¡Y me gustó!).

 

De pronto, el hombre empezó a convulsionarse como si le diera un ataque epiléptico; para mí, que estaba echando los virus. Pero no podía ser, porque era muy pronto.¡Si sólo habían empezado a jugar!...

 

Tras permanecer echado sobre la Carmela unos segundos, respirando como si se asfixiara, el Genaro se levanto y se puso de cara a la puerta. En aquel momento vi su cosita, en todo su esplendor. Bueno cosita no, cosasa. Que aquello era bestial. Aunque lo más me llamó la atención, fue su cabeza. Era roja y gorda, y como babeaba el liquido blanco de los virus; me recordó a Kaa, la serpiente del libro de la Selva. La verdad es que supongo que lo de ponerle el supositorio por el tete a la viuda, era porque sería imposible ponérselo por el culito.

 

Mientras el Genaro se limpiaba su serpiente con un pañuelo, me dio por mirar la cara de la viuda. No se la veía muy contenta. ¿Estaría yo equivocado con mi teoría de que en el juego de los médicos todos ganaban, que no había nadie que perdía.? Como me gustaría, que hubiese estado en aquel momento allí mi primo Francisquito, para poder preguntarle. Seguro que él, con su inmensa sabiduria, me aclaraba todas mis dudas.

 

Pero lo peor que le puede pasar a un agente secreto es despistarse, y si mis reflejos no me hubieran respondido, el enemigo me hubiera descubierto. Pero conseguí esconderme en la habitación de al lado y así, cuando el butanero salió por la puerta, ni fue consciente de mi presencia.

 

¡Que mal juega este hombre a los médicos!- pensé. Tanto los albañiles, como mis primos, cuando terminaron de echar los virus se pusieron a darse besitos de pelicula. ¡Qué antipático era el Genaro! Asi, estaba la pobrecita de la viuda; que se le había quedado cara de que le habían robado la “bici”.

 

 

Me asomé levemente para ver si no había moros en la costa y largarme con viento fresco. Pero tuve que seguir confinado en mi escondite, pues ahora era la viuda, la que abandonaba el dormitorio.

 

Cuidadosamente la observé mientras avanzaba por el estrecho pasillo. Si minutos antes, sus carnes me habían parecido tersas y duras. Al caminar en pelotas por el pasillo, todo su cuerpo parecía un enorme y tembloroso flan. Aún así, la mujer tenía un culo muy bonito: grande y redondo.

 

Una vez la vi meterse en la cocina, me decidí a abandonar mi guarida. Estaba a punto de salir de la casa, cuando oí unos pequeños grititos que provenían de donde estaba la dueña de la casa.

 

Más por precaución, que por curiosidad me asomé. La imagen que me encontré me dejo patidifuso. La Carmela estaba sentada en el suelo con las patas abiertas, en su peludo chochete tenía metido un pepino que si no era igual de gordo y grande que la churra del Genaro, poco le faltaba. La facilidad con la que lo metía y lo sacaba, me dejo atónito. Lo que me pareció un poquito repugnante es que la muy guarra, no se habia limpiado los virus que le habia echado el Genaro y había pringado todo el pepino de liquido blanco. Se tuvo que dar cuenta de lo poco higienico que era aquello, porque de vez en cuando los limpiaba con los dedos y se los llevaba a la boca. A la vez que hacia todo esto, se mordía los labios como el primo Ernesto. ¡Otra maniosa!

 

Fuera como fuera, ver a la viuda haciendo aquellas cosas, me pareció tan bonito como asqueroso. Visto lo visto, llegué a la conclusión de que no le pasaba nada, que seguramente, estaría jugando a otro juego de mayores, decidí que me tenía que ir.. Sigilosamente salí de la casa y puse píes en polvorosa. Mi hermana, debería estar a punto de poner la comida en la mesa.

 

De camino a casa, le di vuelta a dos ideas :

 

La primera que tener una churra muy grande, debía ser muy engorroso. Pues con un cosota tan gigantesca, debía ser más difícil poner los supositorios. Me supuse que era como tener un balón de playa; de esos que regalaban con la crema Nivea; eran enormes y muy bonitos. Pero ni podías jugar con ello en la plaza, ni en el patio de casa. Solamente eran “guays” para jugar con ellos en verano, cuando ibas a la playa.¡Y eso si la cosa no estaba muy mala de dinero!... Que entonces, donde únicamente íbamos era a la piscina del pueblo. Así que lo del refrán de caballo grande, ande o no ande, a mi no me convencía mucho. Mejor tener una pelota normalita con la que podías jugar en todas partes, que un balón de playa; con el cual, ni podías jugar en condiciones, y tenías que tener un cuidado enorme para que no se te pinchara.

 

La segunda cosa que rondaba por mi cabecita. Era que al contrario, de lo que yo creía. Al juego de los médicos, a veces había alguien que perdía. Porque sino dime tú a mi, a que venía la cara de tristeza de la viuda. Seguramente lo de meterse un pepino por ahí, fuera una especie de revancha. Pero con las personas mayores nunca se saben. ¡Están locos estos mayores!

 

Cuando llegué a casa, a pesar de que era un poco tarde. Mi hermana todavía no tenía preparada la comida. Por lo que no me lleve ninguna broncas, pues había llegado a buena hora para ayudarle a poner la mesa. Lo curioso, es que estaba igual de colorada y nerviosa que el día anterior. Seguro, que había estado la Jacinta en casa, contándole historias con picardias, como el día anterior.

 

Mientras ponía el mantel en la mesa, llegué a la conclusión de que aquel día había aprendido tres cosas.

 

1)Las churras grandes tamaño morcón, se dicen que son churras de negro, además al tenerla oprimidas todo el día por los calzoncillos,ocasionan mal carácter.

 

2)Con las mujeres también se podía jugar a los médicos, se les pone el supositorio por el chochete. Lo que pasa, es que dura menos tiempo.

 

3)Cuando uno gana a los médicos, no tiene porque darle besos de pelicula al otro. Eso se hace, cuando se queda en empate.

 

Continuara en “ La excursión campestre”

 

 

(*) Nota aclaratoria del autor: Durante una época en España, sobre todo en la televisión. Las películas se clasificaban con rombos. Dos rombos, significaba que era para mayores de dieciocho años.

 

Si estas por aquí, es que has terminado de leer mi relato. Gracias...

 

Como siempre mis agradecimientos a los comentarios del anterior relato: “ Uno de los nuestros”. (Unas 5.000 visitas y sólo dos comentarios, ¿Qué os ha pasado? ¿ No os ha gustado? )

 

A gippal ( Confío en que te haya sacado una sonrisa ¿Qué anécdota te ha gustado más? Y A mmj ( Como se que estos detalles te gustan, te dire que lo que se narra aquí es prácticamente verídico.. He cambiado algún detalle que otro, para mantener la continuidad de la historia... Pero poco más)

 

Bueno, la semana que viene volveré con “La misión” , continuación del fin de semana de Guillermo en Torremolinos.

 

Un abrazo y disfrutad que os lo habéis ganado.

 

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El regreso de Iván

Guerra Civil

Las tres Másqueperras

Toda una vida

Objetos de segunda mano

Follando con el mecánico y el policía (R) 2/2

Follando con el mecánico y el policía (R) 1/2

Ni San Judas Tadeo

La invasión Zombi

Seis grados de separación

¡Arre, arre, caballito!

La más zorra de todas las zorras

Un baño de sinceridad

Barrigas llenas, barrigas vacías

No estaba muerto, estaba de parranda

Dr. Esmeralda y Mrs. Mónica

Yo para ser feliz quiero un camión

Tiritas pa este corazón partio

Corrupto a la fuga

Un polaco, un vasco, un valenciano y un extremeño

El de la mochila rosa

La jodida trena

Tres palabras

Hagamos algo superficial y vulgar

Pensando con la punta de la polla

Quizás en cada pueblo se practique de una forma

Gente que explota

Guía de lectura año 2016

En unos días tan señalados

Desátame (o apriétame más fuerte)

De cruising en los Caños

Putita

Sé cómo desatascar bajantes estrechos

Este mundo loco

Como conocí a mi novio

No debo hablar

El secreto de Rafita

¿De quién es esta polla cascabelera?

Me gusta

Me llamo Ramón y follo un montón

Doce horas con Elena

El pollón de Ramón

Dos cerditos y muchos lobos feroces

El ciprés del Rojo

Follando por primera vez (R) 2/3

Follando por primera vez (R) 3/3

Follando por primera vez (R) 1/3

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Orgia en el WC de los grandes almacenes

Once pollas para JJ

Prefiero que pienses que soy una puta

Homofobia

Adivina quien se ha vuelto a quedar sin ADSL

¡Terrible, Terrible!

Bukkake en la zona de descanso

Mi primera vez con Ramón

Tu familia que te quiere

Si no pueden quererte

Mía

Infidelidad

Dos adolescentes muy calientes

Ocho camioneros vascos

Parasitos sociales

El pollón del tío Eufrasio

Violado por su tío

Talento

Somos lo que somos

Sexo en Galicia: Dos en la carretera

Tres pollas y un solo coño

De amor se puede vivir

Duelo de mamadas

¡Se nos da de puta madre!

Dos hermanos

¿Dónde está la oveja de mi hermano?

¿Por qué lloras, Pepito?

El MUNDO se EQUIVOCA

Todo lo que quiero para Navidad

Como Cristiano Ronaldo

Identidad

Fuera de carta

Los gatos no ladran

Su gran noche

Instinto básico

TE comería EL corazón

La fuerza del destino

La voz dormida.

Como la comida rápida.

Las amistades peligrosas.

El profesor de gimnasia.

Follando: Hoy, ayer y siempre (R)2/2

Follando: Hoy, ayer y siempre (R) 1/2

El ser humano es raro.

La ética de la dominación.

¡Ven, Debora-me otra vez!

La procesión va por dentro.

Porkys

Autopista al infierno.

El repasito.

José Luis, Iván, Ramón y otra gente del montón.

El sexto sentido.

Cuando el tiempo quema.

Mi mamá no me mima.

La fiesta de Blas.

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Sin miedo a nada.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

¡Qué buena suerte!

El rumor de las piedras.

Dios odia a los cobardes.

Tres palabras.

Guía de lectura segundo semestre 2.014.

Como un lobo.

Solo Dios perdona.

El padrino.

Perdiendo mi religión.

Adiós Francisquito, adiós.

Pequeños descuidos.

La sombra de una duda.

Mis problemas con JJ.

Unos condones en la guantera.

La voz dormida.

Follando con mi amigo casado.

Si pudieras leer mi mente.

Bésame, como si el mundo se acabara después.

Si yo tuviera una escoba.

Guía de lectura primer semestre dos mil catorce.

¡Cuidado con Paloma!

La lista de Schindler.

Nos sobran los motivos.

La masticación del tito Paco.

Viviendo deprisa.

El blues del autobús.

¿Y cómo es él?

¡Voy a por ti!

Celebrando la victoria.

Lo estás haciendo muy bien.

Vivir al Este del Edén.

Hay una cosa que te quiero decir.

Entre dos tierras.

Felicitación Navideña.

37 grados.

El más dulce de los tabúes.

Desvirgado por sus primos gemelos

Las pajas en el pajar

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur.

Tiritas pa este corazón partio

Valió la pena

1,4,3,2.

Sexo en Galicia: Comer, beber, follar....

¡Se nos va!

En los vestuarios.

Lo imposible

Celebrando la victoria

La procesión va por dentro.

El guardaespaldas

El buen gourmet

Mariano en el país de las maravillas.

Tu entrenador quiere romperte el culo(E)

Retozando Entre Machos.

Culos hambrientos para pollas duras

La excursión campestre

¡No es lo que parece!

Mi primera vez (E)

Vida de este chico.

Follando con mi amigo casado y el del ADSL? (R)

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón

Trío en la sauna.

Nunca fuimos ángeles

Desvirgado por sus primos gemelos (E)

Como la comida rápida

La misión

Follando con mi amigo casado

Uno de los nuestros

Sexo en Galicia: Tarde de sauna (R)

2 pollas para mi culo

El cazador.

Los albañiles.

Jugando a los médicos.

Algo para recordar

Mis dos primeras veces con Ramón (E)

A propósito de Enrique.

Guia de lectura y alguna que otra cosita más.

Culos hambrientos para pollas duras

En los vestuarios (E)

Celebrando la derrota

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (Epilogo)

No quiero extrañar nada.

Punta Candor siempre llama dos veces.

4,3,2,1....

2 pollas para mi culo

Adivina quién, se ha vuelto a quedar sin ADSL

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón (R)

El MUNDO se EQUIVOCA

Historias de un follador enamoradizo.

Living la vida loca

Sexo en galicia con dos heteros (R)

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Comer, beber... charlar.

Los albañiles.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Regreso al pasado

Follando con mi amigo casado (R)

“.... y unos osos montañeses)”

El padrino

... Bubú.....

El blues del autobús (Versión 2.0)

El parque de Yellowstone (Yogui,....)

After siesta

Sexo, viagra y ... (2ª parte) y última

Before siesta

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (1ª parte)

El bosque de Sherwood

El buen gourmet

Como la comida rápida

Pequeños descuidos

¨La lista de Schindler¨

El blues del autobús

Celebrando el partido