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¿Dónde está la oveja de mi hermano?

en Gays

Los descubrimientos de Pepito

Décimo  primer episodio: ¿Dónde está la oveja de mi hermano?

 

(Este relato es continuación de “El profesor de gimnasia”)

 

Nota del autor: Aunque no es necesario para entender el episodio en sí, sería recomendable que, quien no lo haya hecho, leyera previamente: “Las pajas en el pajar”.

 

 

Resumen de los descubrimientos: Pepito estaba pasando unos días súper aburridos, por aquello  del luto por su tío Demetrio que estaban resultando ser el rollo más grande del mundo mundial. Lo único que podía hacer para no aburrirse  era leer sus cómics (los cuales ya se sabía  todos  de memoria) y jugar con sus coches en el desván. Para más inri su papá no se había puesto más enfermito y, por tanto, no había podido ver como se practicaba alguna “masticación” más.

Desesperado pidió  a su hermana que fuera con él a comprarle algún tebeo nuevo al kiosco del Camilo, pero ella no podía ir pues no quería volver a pelearse con su sargento-mamá.  Por lo que se le pidieron a Juanito, como su héroe-hermano se negó a acompañarlo, Gertrudis terminó discutiendo con él. Se gritaron tantas cosas feas  que Pepito se sintió fatal.  Una de las cosas que se reprocharon  es que Juanito y Ángel, el novio de Gertru, también jugaban a lo de las “pajas”. Un juego de mayores que, por lo que se veía, era tan popular que hasta había llegado a su pueblo y todo.

Lo más divertido que hizo en todo la semana fue ir a casa de su tía Elvira y jugar al juego de “Las familias de los siete países” con sus primitos Demetrio y Brígida.

Menos mal que el jueves siguiente pasó algo interesante. Mientras hacía caca después de la clase de Gimnasia,  entró el profesor y, como ignoraba que Pepito estuviera en uno de los baños,  comenzó a jugar a lo de la “masticación” mientras se duchaba, cuando Pepito decidió marcharse porque aquello era ya muy aburrido, alguien abrió la puerta de entrada con la llave. ¿Quién podría ser? 

 

*************

 

La cerradura de la puerta se giraba de un modo tenebroso, un repelús recorrió súbitamente la espalda de Pepito Shaggy y se le  erizó hasta el último pelo del cogote. Los vellos se le pusieron tiesos como escarpias y la piel como carne de pollo de supermercado. Estaba solo ante el peligro, no contaba ni con la ayuda de su fiel amigo Fernando Jones, ni de sus amigas Matildita Wilma y Gertrudis Daphne. Ni siquiera contaba con la compañía de su fiel Scooby Doo.

 

Le entraron ganas de  salir huyendo,  pero no podía hacerlo pues  estaba encerrado en un pequeño baño sin salida. Solo podía aguardar a que el terrible villano hiciera su aparición  en la escena del crimen y saber cuál sería su reacción ante el juego de mayores que allí se estaba desarrollando. ¿Qué le pasaría a Pepito Shaggy por haber estado en el mismo lugar que el profesor de gimnasia? ¿Lo acusarían de ser complice?

 

Un temblor bailó por todo su cuerpo, hasta sus dientes estuvieron a punto de empezar a castañear y, a pesar de que había hecho ya sus necesidades, un dolor de barriga, previo a las ganas de hacer caca, se apoderó del pobre Pepito Shaggy. ..

 

A través de la  pequeña rendija de la puerta pude ver que quien entraba en los vestuarios era La Yaque,  la hija de la Jacinta, lo cual me tranquilizó un poco. Era una de las  limpiadoras del colegio y, como me conocía desde chiquitillo, siempre  que me veía, me  sonreía y decía  lo mismo: “¿Qué pasa guapo?”. Si por casualidad me descubría, como mucho, me echaría una regañina como las de   mi hermana Gertrudis. Con lo que ya tenía un plan que me funcionaría:   poner  cara  de niño bueno hasta que pasará el chaparrón.

La Yaque era una chiquilla un poco mayor que mi hermana. Tendría unos veinte años más o menos.  Al igual que su madre, era muy graciosa y estaba diciendo picardías todo el rato. Era un poquillo más alta que Gertru, tenía el pelo rubio de peluquería y se pintaba  mucho los ojos, los labios y los mofletes. Aunque lo qué más llamaba la atención de ella eran las tetas tan gordas  y el culo tan redondito que tenía. Una vez la vi en la piscina con un bikini blanco y se  parecía a una de las  chicas de James Bond.

Aunque Gertrudis antes de tener novio salía con ella en la pandilla, a mi mamá no le hacía ni chispilla de gracia porque decía que era muy “ligerilla de cascos”. Cosa que yo no sabía muy bien que significa, pero que no debía ser muy buena, pues mi  hermana, una migajina enfadada,  siempre le respondía lo mismo: “¡Mamá, qué mal pensada eres! Para ti, toda la que no esté todo el día en la iglesia rezando es una cualquiera. ¡Eres más antigua que el hilo negro!”

A quien no le caía  nada de mal la hija de la Jacinta, era a Juanito. Siempre que salíamos a algún sitio y se la encontraba se ponía a charlar con ella. Como mi hermano le decía las cosas en voz  muy bajita para que  yo no me enterara, no sabía de lo que hablaban. Lo que si podía escuchar era lo que le respondía ella: “Juanito, ¡no se ha hecho la miel para la boca del burro!” A mí la frase de la muchacha me hacía mucha gracia, pero a mi hermano no tanto, pues después de aquello se le ponía cara  de estar estrenando zapatos nuevos y no había quien le hablara.

La limpiadora entró muy deprisa en los vestuarios  y cerró la puerta por dentro. Soltó el cubo y la fregona al lado de la puerta y se fue para las duchas.

—¡Vaya, vaya! —Dijo dirigiéndose al profesor de gimnasia que seguía dale que te pego con la masticación sin importarle que la Yaque estuviera allí —Está claro que no te podías esperar a que yo terminara de limpiar las clases. ¡Eres un puto salido!

—¡Tú tienes la culpa que me pones malo! Es pensar  en ti y mira como me pongo.

—¡Pues peor te voy a poner…!

Mientras veía como la muchacha se desprendía de la bata, de las  braguitas y se metía en la ducha con él, una gran duda me asaltó: “¿Si Matías estaba malito, lo que iba hacer la Yaque era curarlo? Pero, como eran hombre y mujer no podían hacer lo del juego de  los médicos, ¿servirían también los actos impuros para sanar a la gente?”. ¡Qué de cosas tenía para preguntarle a mí primo Francisquito cuando lo viera!

Los pechos de la Yaque eran tan enormes que parecían dos balones de futbol  y cuando andaba botaban como si fueran “Blandiblub”.¡Blum, blum!

Lo primero que hizo la amiga de mi hermana fue anudar los brazos alrededor del cuello de Matías y darle un beso de los de película. Cuando los vi abrazado bajo el chorro de la ducha, me recordaron a las películas de Tarzán, en los momentos aquellos en los que  el rey de la selva y Jane se abrazaban bajo el agua de la catarata. ¡Qué bonito! 

El beso fue extra largo y aunque Matías había puesto su mano en el culo y le acariciaba la espalda, cosa que me gustaba mucho ver, también se estaba convirtiendo en aburrido.  Como comprobé que estaban muy concentrados en el juego, me puse mi traje de Pepito Bond, abrí la puerta sin hacer mucho ruidito y me marché con viento fresco. Eso sí, dejé toda la caca en la taza, pues para no hacer ruido ni tire de la cisterna siquiera. Sabía que era una cochinada pero, ¡qué más daba, si nadie se iba a enterar!

Fue poner los pies  fuera del vestuario y me puse a correr como un galgo hacia mi casa. A pesar la curiosidad tan grande que había despertado lo que había descubierto entre mi profe y la Yaque, mis únicos pensamientos estaban con mi mamá-sargento y  en lo que me pudiera decir cuando llegara a casa. ¡De todo menos bonito!

—¿Qué horas de venir son estas? —Dijo al verme intentar escabullir el bulto yendo para la parte alta de la casa sin decir siquiera hola.

—Es que… me ha… pasado una cosa.

Mi madre clavó en mí su mirada fulminadora y me obligó a continuar hablando.  

—Me entró ganas… de … hacer… caca.

—¿Y?

—Los mayores siempre se meten con los más pequeños y he tenido que esperar que se fueran todos, porque si me veían hacer caca, después me pondrían el mote del cagón.

 

Mi mamá al ver con la rapidez y energía que le contaba todo aquello, se quedó un poquito sorprendida. Pero ni por esas se quitó los galones de sargento y, nada más concluí de contarle lo sucedido, me dijo:

—Bien. Ahora sube y te duchas, ¡qué seguro que con las prisas  no te has limpiado bien!

—¿Ducharme ahora?

—Sí.

—¿Y qué ropa me pongo?

—El pijama.

Lo que acababa de hacer mi madre, me dejó con las patas colgando. No tenía claro si lo que había hecho (esperar que los demás niños se marcharan para hacer caca) estaba bien o estaba mal. Como ella nunca daba explicaciones y simplemente se limitaba a ordenarte lo que tenías que hacer, no tenía ni pajolera idea de cómo debía actuar la próxima vez para poder acertar con lo que ella quería que hiciera.

El caso es que mientras me quitaba la ropa para ducharme, tenía la sensación de que me estaba castigando, pues con el pijama puesto no podía subir al desván a jugar y como estábamos con lo del luto, de ver la tele me despedía. Menos mal que solo quedaba un día para ir a casa de mi tío Paco. ¡Qué ganitas tenía!

Ese día no pasó más nada interesante, bueno sí, me terminé de aprender de memoria el tebeo del Capitán Trueno, pero poco más.

Pero el viernes, descubrí algo que volvió mi mundo de revés: mi hermano tenía una oveja en mi casa (o eso es lo que al menos yo sospeché hasta que mi primo Francisquito me explicó la verdad de la buena de lo que realmente ocurría en mi casa).

Tras almorzar mi madre tuvo que ir al hospital de Mérida con una vecina a ver a su madre y Gertrudis se quedó a mi cargo. Como era habitual, Juanito o estaba en el cuarto de baño leyendo hasta “quedarse ciego”, tal como lo decía mi padre o encerrado en nuestro cuarto. No tenía ni idea de lo que hacía allí, solo que no había una vez cuando  aporreaba la puerta para que me abriera, que no tardara un ratillo grande en salir y siempre tenía los mofletes colorados como un tomate.

Mi hermana aprovechando que la “sargento” no estaba en casa para controlarla y que volvería ya de anochecida, hizo planes para quedar con su novio aquella  tarde, pues la pobre desde que empezamos con el rollo del  luto no había podido estar con él  ni un poquito. Con la de días que hacía que no lo veía, seguro que se  le había olvidado como se hacía lo “pelar la pava”.

—¡Juanito, sal! —Dijo golpeando con los nudillos fuertemente la madera.

Mi hermano, como era habitual en él, se tomó su tiempo para salir. Cuando abrió la puerta, nos miró a Gertrudis y a mí con cara de pocos amigos, hizo un mohín como si estuviera oliendo a caquita y nos preguntó:

—¿Qué mosca le ha picado a Pepito?

—A él no le pasa nada. Yo, aprovechando que nuestra queridísima madre no está en casa, he quedado con Ángel y me gustaría  que te quedarás con el niño.

 —¡Y una mierda! ¡Lo cuidas tú, que para eso te lo han mandao a ti!

—¿Qué es lo que tienes que hacer?

—¡Cosas!

—¡Una paja! ¡Pues ya llevas tres hoy! No te creas que la policía es tonta y no se da cuenta de tus tejemanejes.

Estaba claro que mis hermanos cuando se mosqueaban, les daba igual que hubiera ropa tendía o no. Ellos seguían a lo suyo y yo me convertía en el súper héroe que menos me gustaba: el hombre invisible.

—Me hago las  pajas que me vienen en ganas, como si me quiero hacer catorce y tú no eres nadie para decirme nada —Mi hermano  se metió las manos en los bolsillos, sacó pecho y se contoneó  como un pavo real. No sé por qué, pero me pareció que se movía como Danny Zuko cuando le cantaba a Sandy al final de “Grease”.

—Entonces es no —Dijo mi hermana muy enfadada, al tiempo que me apretó fuertemente  la mano—. Pues muchísimas gracias. ¡Te debo una! 

Mientras caminábamos hacia las escaleras, mi hermano en tono burlón le dijo a Gertrudis:

—Si no puedes pelar la pava con Ángel, podrías probar a meterte el deo, lo mismo te gusta y todo

“¿Dónde se tenía que meter mi hermana el dedo y por qué?”, pensé. Fuera el sitio que fuera no le sentó nada de bien, pues respiro fuertemente y soltó un gruñido, por lo que entendí que estaba muy cabreada.

Como pensaba que era por mi culpa por lo que ella no podría ir a ver a su novio, aun a sabiendas de que me iba a aburrir con ella, le dije:

Gertru, si te prometo portarme bien, ¿puedo ir contigo cuando vayas a ver a Ángel?

Mi hermanita puso esa cara de niña guapa que ponía cuando le enseñaba todos los “bien” que me habían puesto en el cole y me dijo:

—No me importa que vengas conmigo a casa de Ángel, pero es que el tito Paco va a venir a recogerte.

—De siete  a siete y media dijo que estaría aquí —Respondí con mi mejor voz de sabelotodo.

Gertrudis miró la hora, movió la cabeza levemente y, cambiando su cara por una más alegre, me dijo:

—Tampoco es tan tarde, son las cinco y media. ¡Menos da una piedra! Espera que me pinte un poco y nos vamos.

Cuando mi hermana se marchó unas preguntas incesantes comenzaron a sonar en mi cabecita: “¿Dónde está la oveja de mi hermano?  Es más, ¿dónde la escondía para que nadie la viera en la casa? En mi habitación seguro que no. ¿Lo sabría mi hermana? ¿Quién le daría de comer? ¿Por qué no la escuchábamos balar?”

Demasiadas cuestiones encadenadas y ninguna respuesta que me contentara. ¡Pobre de mi primo Francisquito!, cuando lo pillara por banda la de cosas que me iba a tener que explicar.

Gertrudis se había puesto sus zapatos de tacón y un vestido que tenía para los domingos. Se había pintado y  peinado  como una estrella de cine, ¡qué guapa estaba! Seguro que cuando pasáramos por el kiosco del Camilo le decía: ¡Chao  primor! Y es que esa tarde estaba primor, ¡pero primor del todo!

De camino a casa de Ángel, practiqué mi deporte favorito: preguntar.

—¿Gertru, en casa hay ovejas?

Ella me miró extrañada, como si hubiera preguntado una tontería de niños chicos  y termino diciendo:

—No, ¿por qué?

—Porque un niño de mi clase me ha dicho que cuenta ovejitas para dormirse y yo hay veces que tardo un rato muy grande en coger el sueño.

Mi hermana sonrió, se paró y se agachó para ponerse a mi altura.

—Pepito, esas ovejas están en la imaginación de quien las cuenta. Yo también lo hago y  cada vez que cuento una,  esta salta una valla imaginaria.

—¡Que guay!

Me daba mucho coraje tener que mentirle a Gertrudis, con todo  lo buena y cariñosa que era conmigo, pero es que si le contaba la verdadera razón de mi pregunta, tendría que contarle lo de los “secretos de espías” y Francisquito me hizo prometerle que sería una tumba.

Al pasar por el bar todos los hombres se quedaron mirándola. A mi hermana aquello no pareció desagradarle mucho, aunque cuando ya no nos podían oír, dijo:

—Debería haber pasado por otro sitio, porque los cotillas estos seguro que van a papá con el cuento y seguro que me la lían.

Era curioso el modo en el que me hablaba Gertrudis,  como si hablará con ella misma y no esperará respuesta. Lo cierto y verdad, es que yo tampoco es que supiera que contestarle, pues bastantes líos tenía yo con adivinar donde escondía mi hermano su oveja de las pajas para meterme en los jaleos de los mayores.

Cuando llegamos a casa de su novio, él fue quien nos abrió la puerta. Al verme con mi hermana puso cara de extrañado.

—¿Y esto?

—El empajillao de mi hermano que no se ha querido quedar con él. Pero no te preocupes que lo traigo todo pensado.

Ángel frunció el ceño y nos invitó a pasar a su casa.

Gertrudis nada más entrar me condujo a la sala donde estaba el televisor y, con una sonrisa “Profiden”, me dijo:

—¿Quieres ver los dibujitos?

¿Por qué ella me hacía una pregunta tan tonta? ¡Vamos a ver¡, ¿a qué niño no le gusta ver los dibujos animados? Es como cuando te preguntan si quieres otro trozo de tarta, ¿cuál va a ser la respuesta?

—¡Síiiii! —Dije pegando saltos de alegría y levantando los brazos sin parar. Pues si mi hermana tenía permiso para preguntar tonterías, porque no iba a tener yo permiso para hacerlas.

Me colocaron en un sillón que había pegado frente a la tele y me dijeron:

—Nosotros vamos a estar en el cuarto de Ángel escuchando música.

—Si tienes hambre en la despensa hay galletas y en la nevera leche. Si tienes ganas de ir al servicio, ya sabes dónde está. No vayas a mi cuarto y nos moleste, si no es estrictamente necesario.

¿Cuántas canciones iban a escuchar aquellos dos? Para mí que me iban a dejar toda la tarde delante de la tele como si fuera un mueble. Miré a Ángel con mi mejor cara de obediente y asentí con la cabeza. Por cierto, ya tenía el Alíen otra vez debajo del pantalón, yo llegué a la conclusión de  que tenía que ser una reacción extraña a mi hermana, pues cuando entramos en su casa, me fijé y  comprobé que no tenía ningún bulto.

Los dibujos que ponían en la tele eran los de “Los picapiedra”, ¡qué me gustaban! Con Pedro, Vilma, Pebbles, Dino, Pablo y Betty Marmol, pero a mí de todos los personajes quien más me gustaba era Bang-bang con su cachiporra, ¡era el niño más fuerte del mundo mundial primitivo! ¡Me lo pasé chachipiruli viéndolos!

Con los Picapiedra me pasaba una cosa muy curiosa, lo que me gustaba más era la escena final en la que la familia iba en el coche al restaurante a comprar una costilla de dinosaurio y se les volcaba el coche, ¡qué risa! Y cuando estaba más divertido, era cuando Pedro se quedaba fuera de la casa y gritaba aquello de: “¡Vilma ábreme la puerta!”

Pues ya habían dejado a Pedro en la puerta y mi hermana y su novio todavía seguían escuchando canciones, para mí que era una mentirijilla que me habían contado y lo que estaban haciendo era jugar a eso de “pelar la pava”.

Me empecé a cansar un poco de ver la tele, pues después de “Los Picapiedra” ponían “El gran circo de televisión Española”  que no me gustaba tanto. Es que eran muy pesados todo el tiempo con eso de: “¿Cómo están ustedes?”, pues como íbamos a estar: bien. ¡Qué cansino! Sin embargo, lo que me parecía una tontería de campeonato era cuando decían: “¡Más fuerte todavía! ¿Cómo están ustedes?”. Si estaban sordos que se compraran una trompetilla para el oído, porque lo que eran los niños  del público se iban a quedar roncos de tanto gritar.

Pero lo que no me gustaba ni un pelo, eran las canciones,  “Hola Don Pepito, Hola don José”, ¡vaya mamarrachada! Si a eso le sumamos que algunos niños del cole se burlaban de mí, cantándomela. ¿Cómo no me iba a dar coraje escucharla?

Menos mal que mi hermana y Ángel salieron pronto de su cuarto, pues me estaba empezando a aburrir como una ostra.

Observé a mi hermana y pensé que no debía haber estado jugando a lo de la pava como yo pensaba, sino que debía haber estado bailando con su novio, pues estaba un poco despeinada y el maquillaje de la cara se le había quitado un poquillo, sobre todo el de los labios.

Gertrudis tuvo que pensar algo parecido a lo mío, pues cogió su bolso y, dejándome al cuidado de  su novio, fue al baño para recomponerse un poco.

—¿Qué pasa chaval? ¿Te gustan los payasos?

—No mucho.

—¿Y eso? Si son muy graciosos.

—Eso dicen, pero no me hacen mucha risa. Hacen bromas de niños chicos y siempre las mismas. Los Picapiedra son mucho más guay.

Ángel se quedó mirando pensativo y tras acariciarme la cabeza me dijo:

—Pero que bujardón eres chaval, sigue siendo así de listo que llegarás lejos.

Mi hermana salió del baño igual de guapa y arreglada que cuando salió de mi casa, tras dar dos besos a su novio, me cogió de la mano y nos fuimos de allí.

—Adiós, chaval. Haz caso a tus mayores —Me dijo Ángel regalándome una sonrisa tan bonita como las de Gertrudis.

Yo asentí con la cabeza y al llegar a la puerta me despedí de él dándole  la mano que tenía libre.

—Pepito, date prisa que todavía tenemos que preparar la maleta para irte a casa de los primos.

—Ya la tengo hecha, lo único que tengo que hacer es repasarla por si me falta algo.

Gertrudis me miró de reojo, sonrió por debajo del labio y me dijo:

—Yo  te ayudo ahora a repasarla, ¿vale?  

Cuando llegamos a mi casa y mientras revisábamos que no me faltará nada, mi hermana se arrodilló ante mí y se puso a hablarme muy bajito:

—Pepito, mi novio me ha dado veinte duros para que te compre cómics.

—¿Por qué?

—Para que si alguien te pregunta, le digas que hemos estado todo el tiempo contigo.

—¿Qué hay de malo que halláis escuchado música en el cuarto de Ángel?

—Nada, pero tú sabes cómo es mamá de antigua y, si se entera, me puede echar la bronca.

Me quedé pensativo un rato, sabía que mentir no estaba bien, la catequista nos decía que podíamos ir al infierno en vez de al cielo. No obstante, pensé que eso le pasaba a los que seguían las leyes de Dios y  cómo yo tenía pensado hacerme ateo cuando fuera grande,  pensé que no me supondría  ningún problema.

—No te preocupes hermanita, diré que he estado todo el rato con vosotros.

Gertrudis me pego un pequeño pescozón en la mejilla y me  dio dos besos con muchas ganas. 

A las siete y diez, apareció mi tío Paco en mi casa, ¡cuánta alegría me dio verlo! Fue saber que estaba allí y baje las escaleras corriendo para abrazarlo. Estuve un buen rato con mis brazos alrededor de su cuello y dándole besitos. Él sonreía y decía cosas como: “¡Chiquillo que solo hace dos semanas que no nos vemos!”

Mis dos hermanos también habían pasado a saludarlo, Gertrudis le dio dos sonoros besos y Juanito intentó darle la mano, pero el papá de Francisquito lo abrazó y lo beso en la cara diciéndole:

—¡Chaval no me seas tirulato que te he visto nacer!

Mi tío se quedó un poco extrañado cuando no vio que mis padres salieran a recibirlo, puso una cara rara y preguntó por ellos.

—Mi madre está en Mérida, ha ido con una vecina a ver a su madre que está la pobre muy mal y mi padre seguramente se haya pasado por el bar al salir de trabajar.

—¿No sabían que yo iba a venir por el niño?

—Sí, perfectamente. De hecho mi madre me dejó instrucciones para hacerle la maleta y todo. No hay ningún problema. De hecho le va a venir bien al pobre desfogarse corriendo en el campo, porque mi madre con lo de su cuñado no tiene muchas ganas de jaleo y lo tiene atado en corto.

—Normal, es el marido de su hermana el que se ha muerto.

Estuvieron un ratito charlando de cosas de mayores, preguntando como estaba la familia, el trabajo en la granja y cosas así,  pero como yo me empecé a impacientar y a ponerme latoso, cortaron la conversación diciendo:

—Mejor será que me vaya, que el muchachito parece no tener espera.

Gertrudis sonrió, se agachó ante mí, me dio dos besos, uno por mejilla. Juanito, no me dio ningún beso, simplemente se limitó a despelucarme, pero como ya sabía que me quería y todo eso, no me enfadé. Por lo que simplemente me limité a sacarle la lengua.

—El domingo sobre las seis de la tarde o cosa así te lo traigo de vuelta —dijo mi tío cogiendo mi maleta en una mano y a mí de la otra.

Me ayudó a meter el equipaje en el portamaletas del coche y me abrió la puerta trasera para que me subiera a él. Le volvimos  a decir adiós a mis hermanos, quienes esperaban en la puerta a que nos marcháramos,  y partimos hacia la granja.

Mi tito puso la radio y, como era un hombre muy bueno, buscó una emisora donde pusieran música moderna de la que a mí me gustaba. La primera canción que sonó fue la de John Travolta y la Olivia Newton John en Grease. Era solo escucharla y me imaginé bailándola igual que  en la película.

 

♫♫You're the one that I want

Oo-oo-oo, honey

The one that I want

Oo-oo-oo, honey

The one that I want

Oo-oo-oo, the one I need

Oh, yes indeed♫♫

 

Unas cuantas canciones más y llegamos a la granja. Aunque estaba un pelín cansado, estaba tan nervioso por volver a ver mi primo que no tenía ni una chispa de sueño. Fue aparcar el coche en la puerta de la granja y la familia de mi tío salió a recibirme. Los únicos que faltaban, y  porque según me dijo Francisquito estaban ennoviando, fueron los gemelos: Ernesto y Fernando.

¡Qué contento me puse a ver a mi tía Enriqueta, a Matildita y, sobre todo, a Francisquito! Todos me dieron dos besos y se les veía muy felices de que yo hubiera ido a pasar el fin de semana con ellos. Hasta mi primita parecía contenta de que yo estuviera allí.

Francisquito me ayudo a subir el equipaje a la habitación, cuando vio que le costaba trabajo cargar con él, se paró en medio de la escalera y  me preguntó:

—¡Cuánto pesa!¿Qué traes aquí, Pepito?

—Una muda para mañana por la mañana, otra para por la tarde, una para ir a la iglesia el domingo, otra para volver a casa, mi neceser  y unos cuantos cómics.

Francisquito se quedó callado un ratito y como no podía él solo con mi maleta, me pidió que lo ayudará a subirla a su cuarto.

Mientras colocaba mis ropas en el armario de Francisquito, le presté mi cómic de samurái para que le echara un vistazo, por la cara que ponía parecía que le gustaba tanto cómo a mí o más. Cada vez que pasaba una hoja, ponía cara de estupefacto y daba la sensación de que se le fueran a salir los ojos de las cuencas.

Una vez saqué todas mis cosas de la maleta y puse cada cosa en su sitio, todo muy bien ordenadito como a mí me gustaba, me senté al lado de mi primo y le expliqué los distintos personajes del cómic. El samurái bueno, el samurái malo, el señor de ambos, la geisha a la que los dos amaban, por la cual estaban enfrentados. Mi primo estaba asombradísimo y a cada cosa que le contaba más se entusiasmaba.

En el momento más emocionante de la historia vino Matildita a decirnos que nos laváramos las manos que la cena iba a estar pronto. Con la promesa de que después seguiría contándole mi historia preferida, fuimos a hacer lo que nos habían ordenado.

Tras cenar, nos sentamos a ver la tele, pero cuando salieron los dos rombos de los mayores mis tíos nos mandaron a los tres para la cama.

—¿Por qué no me puedo quedar si yo ya soy una mujer? —Refunfuño Matildita.

—Los dos rombos dicen que es para mayores de dieciocho años, ¿tú cuántos años tienes?

Mi prima ante la rotunda de su padre, únicamente pudo  contestar en voz muy bajita: “Doce”.

—Pues entonces a la cama —Sentenció mi tío señalando con un dedo a la parte de arriba que era donde estaban los dormitorios.

Nos lavamos los dientes y nos fuimos para acostarnos, mientras nos poníamos el pijama le hice una pregunta que desde que escuché a Matildita protestar porque quería ver la peli de mayores, estaba rondándome la cabeza:

—¿Por qué ha dicho tu hermana que ya es una mujer? Yo todavía la veo que es una niña.

—Por lo que le escuché un día a mis padres hablar, le ha venido a visitar un tío de América y ahora todos los meses se tiene que poner las compresas esas de las mujeres. Pero pa mí que es mentira, que no ha venido a visitarla nadie y es un rollo que se ha inventao para darse importancia.

—Será tu hermana, pero tienes que reconocer que es una niña muy, pero que muy presumida.

—¡A mí me lo vas a contar que la conozco de toa la vida!

Francisquito se terminó de poner el pijama, cogió el cómic de los samuráis y se metió en la cama.

—¿Te gusta?

—Sí, es muy chulo.

—¿Lo quieres pa ti pa siempre?

—Me gustaría… pero ¿y tú qué?

—Yo tengo muchos más y además ese me lo sé de memoria. Si no te lo crees pregúntamelo.

Francisquito me miró y no dijo nada, simplemente sonrío igual  que lo hacían las personas mayores cuando decía cosas como aquellas.

Me metí en la cama, cogí el cómic del Trueno Color que era el que peor me sabía y me puse a leerlo, sin embargo una nueva pregunta se me vino a la cabeza e interrumpí a mi primo en su lectura:

—Primo…

—¿Qué quieres?

—¿Desde cuándo tienen novia los gemelos? 

—Desde el Domingo de Resurrección.

—¿Y eso cómo ha sido?

—Pues como va a ser, como lo hace todo el mundo. Salían con unas chavalas, le pidieron de ennoviarse y estas les dijeron que sí.

—¿Quiénes son sus novias?

—Dos muchachas del pueblo, la de Fernando se llama Marta y la de Ernesto Adela. Son primas entre ellas y son las dos muy guapas. A lo mejor mañana la traen a comer a la granja y veras lo apañada que son.

—Si tienen novias, ya no jugaran a los médicos, ¿no?

—¡Que va a tener  que ver una cosa con otra! —Respondió Francisquito bastante molesto —Como ya te dije con las mujeres se hace lo de los actos impuros y los hombres juegan entre ellos a los médicos.

Como me di cuenta de que no estaba dejando a mi primo leer “su” cómic de los samuráis, me puse a leer yo el mío y lo dejé tranquilo.

A los pocos minutos, mi primo seguía sumergido en la lectura y yo ya había acabado con mi Trueno Color. Aunque tenía muchas preguntas que hacerle, no quise molestarlo y me puse a mirar  fijamente el papel pintado de la pared. Tenía un fondo marrón y sobre él unos motivos forales beige. Al igual que el de mi casa, fijabas la vista en una de sus dibujos y te permitía ver figuras diferentes según lo mirara. Imaginé que veía osos, elefantes, dragones,…Tanto más tiempo lo observaba, mayor era el bicho que creía ver. Así que cerré los ojos fuertemente y me quedé dormido.

Continuará en: “Quizás en cada pueblo se practique de una forma”

Hola querido lector. Si estás por aquí supongo que habrás leído el relato en su totalidad. Yo siempre llegado este punto pido tu colaboración con comentarios, e-mails, valoraciones, etc., cualquier cosa que me haga pensar que no estoy “hablando” a la pared. Esta serie es muy especial para mí y me gustaría saber si te gusta o no.

También puede pasar que sea  la primera vez que entras en un relato mío y te hayas quedado con ganas de leer más cosas de Pepito,  hace poco publiqué una guía cronológica de este personaje titulada: “Mis problemas con JJ”.

Si te quedaras con ganas de seguir leyendo historias mías, hace poco publiqué una guía de lectura que te puede servir de ayuda para situarte  a la hora de leer las distintas series.

Agradecer enormemente a todo el que leyó, comentó y valoró ¿Por qué lloras Pepito?  Y de modo particular a Gable: Me alegro que te guste el género costumbrista, a mí también y al igual que tú pienso que esta página no se presta a ello, pero de vez en cuando me pego el capricho (Mientras no me echen a los leones, lo haré de vez en cuando). Con la historia, además de lo que tú señalas, he intentado contar como muchas veces la inconsciencia de los propagadores de bulos, a veces hacen más daños a quienes menos esperan ¿Cuántos chiquillos llegarían llorando a su casa por culpa de la malintencionada individua? Espero que el de hoy te haya sacado alguna sonrisa, porque de seguir con esta racha dramática me veo escribiendo los guiones de “Amar en tiempos revueltos; a hasret: Un placer leerte por aquí de nuevo. La historia está basada en una historia que viví de pequeño y que a tan corta edad me descubrió lo ruin que puede llegar a ser el ser humano con lo que es distinto; a mmj: No te disgustes por lo que pareces entrever del final de la historia de Mariano y Ramón (yo no adelantaría acontecimientos).  Solo puedo adelantarte que me está costando un  trabajo enorme terminar la historia tal como la tenía en mente,  que quedan solo tres capítulos  (esta vez de verdad) y que será solo un hasta luego a Ramón, que volverá; a The Crow : Es verdad que cada comentario que te dice que lo que escribes gusta, anima a seguir escribiendo, si eso encima te descubre ideas que tú al plasmar  el texto en el papel sabías que las tenías dentro, pero que no se explicitaban en el texto y que el lector sabe verlas, la satisfacción es mejor. De todas maneras cuando veo a autores que como tú (o como es el caso de Gable ) que escriben tan estupendamente y me dicen que le gusta lo que yo escribo, no puedo más que pensar que aunque me queda mucho que aprender, no estoy errando el camino y a Pepitoyfrancisquito: Los Reyes me han traído el Kent con rastas que le pedí, pero me ha durado muy poco tiempo en la sala de los juguetes pues lo han llamado a filas(está ahora en el congreso). En cuanto a todo lo que preguntáis y proponéis os puedo decir que, al paso que voy, nada va a pasar en este año pues me vuelto a enredar con el final de la historia de Ramón y el siguiente capítulo tardará un mes en publicarse. En cuanto a que me he puesto muy malodramático en estas navidades, os tengo que dar la razón, no sé qué me pasa que es ver las primeras luces y se me empieza a poner cara de estar leyendo el cuento de Charles Dickens, menos mal que ya tenemos los carnavales aquí y me ha cambiado la cara por completo.

Nos vemos en dos semanas (más o menos). Según la guía tocaba un episodio protagonizado por Ramón, pero no me termina de cuadrar todavía, así que en su lugar  publicaré un episodio especial de Los descubrimientos de Pepito” con mucho, mucho sexo que llevará por título: Dos hermanos.

Hasta entonces, procurad disfrutad de la vida y sed felices.

 

Mas de machirulo

El Blues del autobús

Mr Oso encula a la travestí gótica

Hombres calientes en unos baños públicos (2 de 2)

Hombres calientes en unos baños públicos (1 de 2)

Desvirgado por sus primos gemelos

Un camión cargado de nabos

Cruising entre camiones

Mi primera doble penetración

Un ojete la mar de sensible

Un nuevo sumiso para los empotradores

Once machos con los huevos cargados de leche

Un buen atracón de pollas

Por mirar donde no debía, terminó comiendo rabo

Aquí el activo soy yo

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Una doble penetración inesperada

Amarrado, cegado y follado hasta la extenuación

Polvo rápido en el baño

La duquesa del coño insaciable (4 de 4)

La duquesa del coño insaciable (3 de 4)

La duquesa del coño insaciable (2 de 4)

La duquesa del coño insaciable (1 de 4)

¡Pero qué buenos están estos dos hermanos!

Una doble penetración inesperada

El mecánico siempre descarga sus cojones dos veces

Son cosas que pasan

Sexo grupal en el vestuario

La fiesta de las Coca-colas

Un casquete después de la siesta

Pepe se lo monta con sus primos gemelos

Serrvirr de ejemplo

Comer y follar todo es empezar

Con mi ojete preparado para un rabo XL

Al chofer del bus, le sale la leche por las orejas

Mamándole el ciruelo a mi mejor amigo

De cruising en la playa de Rota

Cinco salchichas alemanas para mi culo estrechito

Un mecánico con los huevos cargados de leche

El descomunal rabo del tío Eufrasio

Follado por su tío

Meter toda la carne en el asador

Míos, tuyos, nuestros… ¡De nadie!

Encuentros furtivos en el internado

Antonio y la extraña pareja

Fácil

Bolos, naranjas y bolas.

Vivir sin memoria

El libro de la vida sexual

Reencuentro con mi ex

Punta Candor siempre llama dos veces

Hombres Nextdoor

Mundo de monstruos

Dejándose llevar

Guía de lectura año 2017

Dejar las cosas importantes para más adelante

Una proposición más que indecente

¡No hay huevos!

Ignacito y sus dos velas de cumpleaños

El chivo

La mujer del carnicero

Iván y la extraña pareja

El regreso de Iván

Guerra Civil

Las tres Másqueperras

Toda una vida

Objetos de segunda mano

Follando con el mecánico y el policía (R) 2/2

Follando con el mecánico y el policía (R) 1/2

Ni San Judas Tadeo

La invasión Zombi

Seis grados de separación

¡Arre, arre, caballito!

La más zorra de todas las zorras

Un baño de sinceridad

Barrigas llenas, barrigas vacías

No estaba muerto, estaba de parranda

Dr. Esmeralda y Mrs. Mónica

Yo para ser feliz quiero un camión

Tiritas pa este corazón partio

Corrupto a la fuga

Un polaco, un vasco, un valenciano y un extremeño

El de la mochila rosa

La jodida trena

Tres palabras

Hagamos algo superficial y vulgar

Pensando con la punta de la polla

Quizás en cada pueblo se practique de una forma

Gente que explota

Guía de lectura año 2016

En unos días tan señalados

Desátame (o apriétame más fuerte)

De cruising en los Caños

Putita

Sé cómo desatascar bajantes estrechos

Este mundo loco

Como conocí a mi novio

No debo hablar

El secreto de Rafita

¿De quién es esta polla cascabelera?

Me gusta

Me llamo Ramón y follo un montón

Doce horas con Elena

El pollón de Ramón

Dos cerditos y muchos lobos feroces

El ciprés del Rojo

Follando por primera vez (R) 2/3

Follando por primera vez (R) 3/3

Follando por primera vez (R) 1/3

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Orgia en el WC de los grandes almacenes

Once pollas para JJ

Prefiero que pienses que soy una puta

Homofobia

Adivina quien se ha vuelto a quedar sin ADSL

¡Terrible, Terrible!

Bukkake en la zona de descanso

Mi primera vez con Ramón

Tu familia que te quiere

Si no pueden quererte

Mía

Infidelidad

Dos adolescentes muy calientes

Ocho camioneros vascos

Parasitos sociales

El pollón del tío Eufrasio

Violado por su tío

Talento

Somos lo que somos

Sexo en Galicia: Dos en la carretera

Tres pollas y un solo coño

De amor se puede vivir

Duelo de mamadas

¡Se nos da de puta madre!

Dos hermanos

¿Por qué lloras, Pepito?

El MUNDO se EQUIVOCA

Todo lo que quiero para Navidad

Como Cristiano Ronaldo

Identidad

Fuera de carta

Los gatos no ladran

Su gran noche

Instinto básico

TE comería EL corazón

La fuerza del destino

La voz dormida.

Como la comida rápida.

Las amistades peligrosas.

El profesor de gimnasia.

Follando: Hoy, ayer y siempre (R)2/2

Follando: Hoy, ayer y siempre (R) 1/2

El ser humano es raro.

La ética de la dominación.

¡Ven, Debora-me otra vez!

La procesión va por dentro.

Porkys

Autopista al infierno.

El repasito.

José Luis, Iván, Ramón y otra gente del montón.

El sexto sentido.

Cuando el tiempo quema.

Mi mamá no me mima.

La fiesta de Blas.

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Sin miedo a nada.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

¡Qué buena suerte!

El rumor de las piedras.

Dios odia a los cobardes.

Tres palabras.

Guía de lectura segundo semestre 2.014.

Como un lobo.

Solo Dios perdona.

El padrino.

Perdiendo mi religión.

Adiós Francisquito, adiós.

Pequeños descuidos.

La sombra de una duda.

Mis problemas con JJ.

Unos condones en la guantera.

La voz dormida.

Follando con mi amigo casado.

Si pudieras leer mi mente.

Bésame, como si el mundo se acabara después.

Si yo tuviera una escoba.

Guía de lectura primer semestre dos mil catorce.

¡Cuidado con Paloma!

La lista de Schindler.

Nos sobran los motivos.

La masticación del tito Paco.

Viviendo deprisa.

El blues del autobús.

¿Y cómo es él?

¡Voy a por ti!

Celebrando la victoria.

Lo estás haciendo muy bien.

Vivir al Este del Edén.

Hay una cosa que te quiero decir.

Entre dos tierras.

Felicitación Navideña.

37 grados.

El más dulce de los tabúes.

Desvirgado por sus primos gemelos

Las pajas en el pajar

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur.

Tiritas pa este corazón partio

Valió la pena

1,4,3,2.

Sexo en Galicia: Comer, beber, follar....

¡Se nos va!

En los vestuarios.

Lo imposible

Celebrando la victoria

La procesión va por dentro.

El guardaespaldas

El buen gourmet

Mariano en el país de las maravillas.

Tu entrenador quiere romperte el culo(E)

Retozando Entre Machos.

Culos hambrientos para pollas duras

La excursión campestre

¡No es lo que parece!

Mi primera vez (E)

Vida de este chico.

Follando con mi amigo casado y el del ADSL? (R)

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón

Trío en la sauna.

Nunca fuimos ángeles

Desvirgado por sus primos gemelos (E)

Como la comida rápida

La misión

Follando con mi amigo casado

La churra del Genaro

Uno de los nuestros

Sexo en Galicia: Tarde de sauna (R)

2 pollas para mi culo

El cazador.

Los albañiles.

Jugando a los médicos.

Algo para recordar

Mis dos primeras veces con Ramón (E)

A propósito de Enrique.

Guia de lectura y alguna que otra cosita más.

Culos hambrientos para pollas duras

Celebrando la derrota

En los vestuarios (E)

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (Epilogo)

No quiero extrañar nada.

Punta Candor siempre llama dos veces.

4,3,2,1....

2 pollas para mi culo

Adivina quién, se ha vuelto a quedar sin ADSL

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón (R)

El MUNDO se EQUIVOCA

Historias de un follador enamoradizo.

Living la vida loca

Sexo en galicia con dos heteros (R)

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Comer, beber... charlar.

Los albañiles.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Regreso al pasado

Follando con mi amigo casado (R)

“.... y unos osos montañeses)”

El padrino

... Bubú.....

El blues del autobús (Versión 2.0)

El parque de Yellowstone (Yogui,....)

After siesta

Sexo, viagra y ... (2ª parte) y última

Before siesta

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (1ª parte)

El bosque de Sherwood

El buen gourmet

Como la comida rápida

Pequeños descuidos

¨La lista de Schindler¨

El blues del autobús

Celebrando el partido