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El más dulce de los tabúes.

en Gays

 

21/08/12  08:30

 

Tras el primer polvo completo algo comenzó a cambiar en mí. Me sentía tan culpable como miserable por mis actos, y  lo peor era que en mi fuero interno estaba deseando que se repitiera de nuevo.

Si tras la mamada en el escampado en el mes de octubre, el sentimiento de culpa no me abandonaba del todo. Después de penetrar por primera vez a Mariano, la seguridad sobre mi hombría comenzó a tambalearse.

Nuestra amistad comenzó de nuevo a transitar por un sendero extraño.

Por un lado, mi amigo intentaba de manera solapada coincidir menos conmigo. Las contadas ocasiones eran cuando nos reuníamos toda la troupe y en plan familiar y tal.

Por otra parte yo, como se suele decir vulgarmente, estaba matado a pajas con el recuerdo de aquella tarde de febrero en su casa.

Si a eso le sumamos que la escasa pasión que mi mujer ponía al acto sexual me hacía sentir como si practicara la necrofilia.  Y es que lo de mi mujer no tiene nombre. Durante el noviazgo me tenía las habas contadas por aquello de su fe y la moral. Desde que nos casamos, nunca me decía un no rotundo pero si yo no la buscaba mejor para ella. Con ella el Kama Sutra empieza y acaba en la postura del misionero. Es tan poca la pasión que pone en la cama, que a veces me sienta mejor una  buena paja pues estas se te olvidan, los malos polvos no.

Con este panorama sexual en casa, el hecho de que terminará acudiendo al sexo de pago en más de una ocasión  era una consecuencia de lo más previsible. Aunque no sabía muy bien  si era para desahogarme o  para no volver a repetir el sexo con Mariano,  pues  cada vez tenía más claro que penetrarlo y sentir sus labios alrededor de mi polla era una tentación que mi prudencia le negaba a mi cuerpo.

Recuerdo aquel mes de Marzo como de los peores de mi vida. Yo  que siempre había presumido de tener las cosas cristalinas y de no arrugarme ante nada, el tener a la persona deseada tan cerca y tan lejos a la vez,  me estaba haciendo mucho más daño del que  yo me atreviera a imaginar.

Aquella semana santa fue bastante triste, llovía y llovía sin parar. Pero la peor de las  tormentas estaba a punto de descargar sobre mí, cambiando mi percepción del sexo entre hombres por siempre jamás.

Era lunes santo y a pesar de que las hermandades no habían hecho su procesión de penitencia, las ganas de compartir aquella tarde con los colegas no se habían ido aunque se limitasen al espacio de las cuatro paredes de un bar. A pesar de estar rodeado por la mayoría  de mis mejores amigos, no podía evitar echar una presencia en falta: Mariano.

Intentaba ser cordial con la gente, implicarme en las conversaciones en todo momento pero mi subconsciente me gastaba una mala pasada y como muchas veces en los últimos meses, terminaba sintiendo su ausencia como si me faltara un pedazo.

Al sonar el teléfono y  ver que era él quien llamaba, una agradable sensación de nerviosismo me recorrió. Un maremagno de posibilidades se amontonó en mi pensamiento pues por lo que sabía estaba sólo en casa.

—¿Tú dónde estás? —Disimular sus sentimientos no es una de las cualidades de mi amigo y aunque intentaba ocultarlo, su voz estaba cargada de tristeza.

—Yo aquí en el bar de la avenida ¿Por?

—¿Puedes venir a mi casa? —Me rogó casi.

Sin pensármelo siquiera, le dije que sí. Deje dinero de sobra para pagar lo que me había tomado, me excusé diciendo  que mi señora estaba un poquito enfadada por todo el tiempo que llevaba en la calle  y evitando ser cogido en mi embuste, me fui a casa de Mariano dando un pequeño rodeo.

La maniobra evasiva me costó una buena mojada. Llovía a cantaros  y hacia mucho viento, con lo que el paraguas no era suficiente para cubrirte de las inclemencias climatológicas.

A pesar de que su llamada me había alegrado la tarde-noche, la desazón en su voz me preocupaba. Al llegar a su casa, intenté por todos los medios mostrar la mejor de mis sonrisas.

Me dio una toalla para que me secara, mientras lo hacía lo observé; a pesar de estar todavía pulcramente vestido con la camisa y la corbata (Digno uniforme de todo niño pijo capillita que se precie), su aspecto era desaliñado y descuidado… Algo lo destrozaba por dentro  y no lo podía esconder.

—Bueno, el señorito dirá… Porque alguna razón tendrás para que haya tenido que interrumpir mi homenaje a la Santa Cruzcampo. ¡Qué estamos en Semana Santa y hay que venerarla!—Mis palabras intentaban sacarle una de sus fáciles sonrisas. ¡Pero ni por esas!

—Nada, que quería verte… —Su voz estaba empapada de tristeza.

Al verlo tan desolado y sin saber qué hacer para consolarlo, opté por dejar todas las convicciones de lado y en vez de hablar con el raciocinio, lo hice con el corazón.

—¡Mira Marianito! Si yo cada vez quisiera estar contigo te pegara una llamada desesperada, íbamos a estar todo el día de aquella manera que tanto nos gusta. ¡Así, que déjate de rollos y cuéntame lo que te pasa!

Sus palabras empezaron a fluir primero tímidamente y  al sentirse apoyado, a pesar de mi sorpresa, su relato se hizo más contundente, descubriéndome un Mariano muy distinto al que yo creía conocer.

Intentaba asimilar todo aquello que salía de su boca pero por mucho que lo intentaba, no podía evitar sentirme como Lois Lane, el día que Clark Kent le confesó que era Superman.

Toda una vida secreta se desplegó ante mí: Mariano había tenido novio durante cinco años. Un novio que le había destrozado completamente la autoestima, además de  tener la costumbre de ponerle unos muy buenos cuernos. Novio, que tras mucho tiempo, había vuelto a su vida demostrándole a mi amigo que no lo tenía ni olvidado, ni superado. A pesar de que lo había rechazado y no había caído en sus trampas de nuevo, el hombre que tenía ante mí se sentía el tío más imbécil de la tierra.

Por más que me afanaba por entender el porqué de su dolor, unas convicciones sociales arraigadas  me lo  hacían de lo más  incomprensible, de manera egoísta y ruin pensaba que aquello que le había pasado era de lo más normal: Los maricones solo buscan  lo que todo el mundo sabe y si te llevas todo el día pensando en el sexo por el sexo, que la infidelidad fuera de lo más común en una relación de aquel tipo, me terminaba por parecer de lo más evidente.

Pero la persona que lloraba ante mí no era otra que aquella que me había tendido la mano y su apoyo en los momentos que nadie más lo había hecho. La persona que me había brindado su amistad y su cariño sin pedir nada a cambio. La persona que me había hecho gozar de una manera que ni imaginaba… Olvidé mi incomodidad ante la situación y lo abracé fraternalmente y mientras desahogaba su llanto sobre mi pecho, no pude evitar pegarle un beso en la frente.

A pesar de lo desagradable de la situación me sentía bien. El calor de su cuerpo y su cabeza ahogándose en mi pecho, me daba una paz interior que añoraba (Muchísima más de lo que yo me atrevía a admitirme).

A lo tonto, sin buscarlo, terminamos liándonos. En un principio me sentí molesto, no porque no me apeteciera sino porque no me parecía lo  más adecuado dada las circunstancias. Fue ver sus profundos ojos marrones pidiéndome sexo y mis defensas se derribaron por completo. Si darme una mamada parecía ser la panacea para la tristeza de Mariano, ¿quién era yo para negarme? El placer nos abrió sus puertas y nos adentramos en él sin pensarlo, sus apasionados labios alrededor de mi polla jugaron una partida en la que el premio para ambos fue sentir como el néctar de mis cojones viajaba a través de su garganta.

Por un momento me sentí  sucio y  el ser más ingrato del planeta. Él había recurrido a mí para desahogarse y en cambio fui yo quien calmo sus deseos más recónditos. Clavé mi mirada en él y comprobé que  aún seguía vestido.

—¿Tú no te piensas correr?

—Sí, pero me pienso reservar para el segundo tiempo—Al decir esto en la cara de Mariano no quedaban restos de tristeza alguna, lo cual sirvió para limpiar todas mis culpas.

Poco después nos tomábamos unas cervezas con unas tapas. Observé detenidamente a Mariano, mi compañía le había hecho mucho bien… Bueno, la mamada que me había metido, también había tenido mucho que ver.

En mi cerebro bullían  mil preguntas sin respuestas, toda aquella historia del maltrato psicológico e indefensión ante el tal Enrique no me cuadraba de ninguna manera con lo que conocía de él. Ya puestos, tampoco me esperaba que fuera homosexual, ni que hubiera tenido un novio de cinco años. Era tan inmensa su cara oculta que no sabía si lo que quedaba por descubrir  de ella estaría preparado para asimilarlo, ni siquiera si me gustaría.

Pese a todo, no pude reprimir una pregunta que rondaba mi mente de manera tintineante pues además tenía la sensación de que era como en las bodas: “Hable ahora, o calle para siempre”

—Si no me quieres contestar, no lo  hagas— Las palabras brotaron como a tropezones de mi garganta, cómo si temiera la reacción de mi interlocutor quien, para mi sorpresa, esperaba expectante mi pregunta— No me entra en la cabeza conociéndote como te conozco. ¿Cómo es que has aguantado a ese tío? ¡Tío, que cinco años son muchos días!

Mariano agachó la cabeza, tomó aire y respondió a mis palabras con una sorprendente sinceridad. Sus pretextos  me trajeron a la memoria  las excusas que me daban las mujeres maltratadas, cuando tras un altercado se le preguntaba por qué no habían denunciado antes a su pareja. Y es que aunque en el caso de mi amigo no había habido golpes, si mucha vejación psicológica.

Pero mi amigo, a diferencia de aquellas mujeres que volvían a tropezar una y otra vez con la misma piedra, parecía tener claro cuáles eran todos y cada uno de los pasos que no debía desandar.

Visto que si seguía con el interrogatorio (Llamémoslo deformación profesional), mi acompañante saldría llorando de nuevo, opté por soltar una chorrada a destiempo con la que conseguí sacarle una tímida, pero efectiva, sonrisa.

—Pero, ¿tú probaste a vestirte de primera comunión o de boy scout? Cómo le gustaban tan jovencitos lo mismo de esa manera...

Verle cambiar el semblante,  demostró que mi patochada había merecido la pena.

Tras recoger los enceres de la cena, no pude contener más mis ganas de volver a tener sexo con él.

Lo provoqué para que me desnudara, fue tocarme el cuello y desabotonar la camisa y  mi cuerpo comenzó a demostrar disposición para el placer. Mi polla, que ya estaba juguetona, crecía bajo la tela del vaquero hasta ponerse dura como un leño.

Comenzó jugueteando con los vellos de mi pecho (¡Me encanta sentir como desliza su mano sobre mí!), en el instante que más emocionado estaba bajo el influjo de su tacto,  se apartó.

Me observó a cierta distancia, regodeándose en mi persona poco a poco, se volvió acercar a mí. Esta vez fue su boca la que recorrió mi tórax, mi verga palpitó ante el calor de sus labios sobre mis pezones. Ya cualquier vestigio del desastroso pasado de Mariano con Enrique se había borrado de mi mente y, por la forma de actuar de mi amigo,  parecía también haber desaparecido de la suya.

Los minutos que su lengua acarició mis tetillas, empapándolas de su caliente baba me parecieron los momentos más deliciosos de la tarde. Por primera vez en todo aquel tiempo, ambos estábamos allí en cuerpo y alma.

 

Estaba tan a gusto que hasta la idea de estar volviéndome maricón me parecía una nimiedad, máxime al sentir las manos de mi amante acariciar mi entrepierna de una manera delicada y pasional por igual.

Comenzó a mamármela, cómo él solo sabe hacerlo. ¡Qué bien la chupa el cabrón! De nuevo, de manera súbita, se detuvo y cuando le pregunté  por qué se había  parado, su tajante respuesta me descolocó totalmente.

—¡Quiero que me folles!

A mi mente vino el recuerdo de la primera, y única vez, que lo había penetrado hasta el momento y lo mal que lo había pasado el pobre. Lo cierto es que somos un poco incompatibles: él tiene un orificio muy estrecho y yo una verga muy ancha.

Tras una leve conversación, comprendí que Mariano no estaba dispuesto a que un poco de dolor le privara del placer de tenerme dentro de nuevo. La sola idea de volver a penetrarlo, hizo que se me acelerara el pulso.

Desde que empezamos esta historia nuestra, una de las cosas que más reparo y más curiosidad me daba a la vez, fue observar detenidamente cómo se desnudaba, pues hasta entonces, nunca  había contemplado el cuerpo masculino como una fuente de belleza. En su favor tengo  que reconocer que el cabrón se conserva  bastante bien, tiene un cuerpo que más quisiera mucha gente  de nuestra edad... Y un culo que ha sido la musa de más de unas de mis pajas matutinas en la ducha.

Si hay algo que me guste poco de los comportamientos de Mariano cuando estamos juntos, es lo maquinal que se vuelve algunas veces, como si tuviera prisa por conseguir su objetivo. Esto le suele pasar siempre cuando prepara su cuerpo para ser penetrado. Su comportamiento de aquel lunes santo lo recuerdo perfectamente: Tras untarse el culo con el mejunje dilatador ese que usa, se tendió de espaldas sobre la cama. Levantó las piernas, mostrándome su agujero de forma provocante. Mi cipote, a pesar de la falta de lívido del momento, comenzó a moverse como si tuviera vida propia.  

Metí un dedo en el caliente hoyo, comprobando  con ello que, a pesar del dolor de  la vez anterior, mi amigo estaba deseando ser atravesado por mi verga de nuevo. ¡Y de qué manera!

Envolví mi, ya babeante, miembro en el látex de un preservativo y  lo empujé a la puerta de su ano. Mariano estaba tan relajado que su esfínter se abrió con una facilidad pasmosa.

Comprobar que mi pene había entrado en todo su esplendor fue el preludio para un sincronizado movimiento de caderas. A pesar de que su rostro mostraba un intenso placer, lo que más temía en este mundo es hacerle daño y de mis labios salió una pregunta, la cual no pude reprimir por más tiempo:

—¿Cómo estás? ¿Estás bien?

—Me duele un poco — Me contestó con un hilo de voz— pero sigue... no pares, por favor....

Tras oír su consentimiento a mis actos, hundí aún más mi sexo en su interior, como si intentara soldar mi cuerpo al suyo. En el transcurso de aquel carnal acto me sentí, por primera vez,  más unido a Mariano de  lo  que  había estado con alguien nunca. Un cumulo de sensaciones desconocidas  hasta el momento embargaron mi cuerpo, como si me hubieran  quitado súbitamente una venda de los ojos y gobernara mi cuerpo un ignorado placer.

Sí, era muy evidente que en mis movimientos había mucho de desahogo sexual pero también había algo que no sabía explicar, algo que mi subconsciente ni quería ni podía ponerle nombre. Hoy sé, que cada vez que empujaba mis caderas contra su cuerpo, el acto que realizábamos no se llamaba follar, tenía otro nombre y era  hacer el amor. Pero por aquel entonces, mi mente negaba cualquier certeza y dejaba que la pasión dominara mis sentidos.

Si hay algo que me gusta aún más  que estar dentro de Mariano, es ver su cara en ese momento. Su mirada destila una nobleza poco común y  su rostro se llena de una satisfacción plena; no hay recelos ni dobleces en ninguno de sus gestos, solo una completa entrega y eso, amigo mío,  no se puede fingir.

Sentir cómo en cada envite mi polla parecía entrar más adentro del estrecho orificio me ponía como una moto, pero insignificante comparado con lo que me excitaba el  sonido de mis testículos chocando contra su perineo. Tuve que hacer un gran esfuerzo para aplacar mi fogosidad pues si me dejaba ir, pronto se nos acabaría la diversión.

Aguante todo lo que pude entrando y saliendo de su cuerpo, intentando prolongar el placer todo lo máximo posible  pero todo lo que empieza termina y al sentir como las venas de mi verga se hinchaban como si fuesen a estallar, saque la polla del ardiente ojete y quitándome el preservativo le dije:

—¿Dónde quieres que me corra? —Me oía y no me reconocía, el descaro y la chulería se habían apoderado por completo de mí pero si un influjo tiene el sexo con mi amigo sobre mi persona, es que me desinhibe por completo, me siento libre de decir y hacer lo que quiera pues sé que no me va a ser censurado.

Mariano, en un gesto carente de pudor alguno, se agacho ante mí y de un modo que rozó lo soez me dijo:

—¡Córrete sobre mi pecho! ¡Quiero sentir tu leche caliente sobre mí!

No sé de donde saqué  las energías para expulsar la inmensa cantidad de leche que brotó de mi polla, pues me había corrido hacía poco. El tórax, la cara  y los ojos de mi amigo quedaron empapados del caliente esperma, ofreciendo un aspecto que se me antojaba tremendamente morboso…

Fue tan apabullante el polvo que eché que hasta me flaquearon las fuerzas, de no ser por Mariano, quien me agarró por la cintura,  me hubiera caído en redondo. Una vez me repuse un poco del fugaz mareo, fui consciente de que  mi amante seguía sin rematar la faena.

Ignoro el recóndito lugar de mi mente del cual  saque la idea para lo que hice a continuación, pero si algo tenía claro era que no iba a dejar a mi amigo sin correrse. Le pedí  que se tendiera sobre la cama e impregné mis dedos del pegajoso líquido lubricante y tras comprobar que seguía bastante dilatado, comencé a introducir un dedo en su ojete al tiempo que le pedí que se  masturbara.

El segundo entró con facilidad, busqué la mirada de mi amante y esta me decía que disfrutaba de lo lindo. Me mordí el labio pidiéndole silenciosamente algo más, su mirada receptiva y unos placenteros suspiros me dieron a entender que un tercer dedo también estaba invitado a la fiesta.

Ver como aquella grieta bajo su espalda se tragaba con tanta facilidad aquel trozo de mi mano, hizo que el deseo campara, de nuevo, como un potro desbocado por mi cabeza. Le mostré mis cuatro dedos de forma vehemente a Mariano y este, para mi sorpresa, asintió contundentemente. 

No encuentro  las palabras  adecuadas  para poder explicar  todo lo que llegué a sentir en  aquel momento, por un lado, la sensación morbosa de estar haciendo algo tan prohibido como excitante y por otro, descubrir que todo aquello era una inmensa fuente de placer para Mariano. Estaba tan a gusto que mi cipote, a pesar de haber dado la vuelta al ruedo un momentillo antes, pareció tomar un poco de vigor y todo.

El hecho de que los cuatro dedos entraran en aquel estrecho agujero me estaba volviendo a poner cachondo y si no hubiera sido porque mi amigo se corrió convulsivamente sobre su barriga, incluso habría intentado penetrarlo de nuevo. Ver como de su capullo manaba la leche  y esta se incrustaba sobre su  abdomen, sus dedos y su vello púbico no me desagradó, al contrario: creo que me gustó, demasiado diría yo.

Nos metimos en la ducha juntos. He de reconocer, muy a mi pesar,  que mientras restregábamos nuestros cuerpos con jabón bajo el agua estuve tentado de darle algún  beso que otro, pero todavía mis perjuicios imponían fronteras que no debía traspasar  y sólo le lancé alguna que otra mirada cómplice, acompañado de algún que otro pescozón en el trasero. ¡Dios, cuánto tiempo hacía que no me sentía así de bien con alguien!...

Estuvimos como media hora charla que te charla de nuestras cosas, cómo si lo sucedido minutos antes fuera de lo más normal entre dos amigos. Es una de las cosas que más me gusta de Mariano, por más oscuro y depravado que haya sido el momento sexual, él sabe darle una naturalidad con la que borra cualquier sentimiento sucio que este nos haya podido despertar. ¿Por qué no me pasará lo mismo después de hacer el amor con mi mujer?

De vuelta a casa me encontré a Elena de morros. Aquella tarde, al proponerle salir a dar una vuelta, me argumentó que no tenía cuerpo, con lo cual me tuve que ir solo.  En aquel momento al verla refunfuñar entre dientes comprendí que no es que no tuviera ganas de salir, es que no quería que yo lo hiciera.  Y es que a veces mi mujer es como el perro del hortelano, ni come ni deja comer.

Las discusiones con mi señora esposa  son cuanto menos curiosas: ella me muestra su peor cara de enfado esperando que yo le pregunte una y otra vez que le pasa, su silencio hace que me enerve  cada vez más , y al final terminamos discutiendo a voces limpias. El motivo es lo de menos, es como si a ambos nos hiciera falta una excusa para explotar y reprochar al otro lo infeliz que éramos por su culpa.

Aquella noche no pensaba seguirle el juego.  Su victimismo patético y carente de sentido no iba a hacer mella en mí y  a pesar de que no me sentía menos culpable por mi infidelidad, su actitud, lejos de soliviantarme, me daba pena.

¿Qué nos había pasado? Aún hoy, que tengo las cosas más claras, la pregunta no deja de retumbar en mi cerebro.  La conocí cuando apenas contaba veintidós años, nuestra relación era lo más parecido a una novela romántica. Nos casamos ilusionados como los que más, esperando que nuestra vida en común fuera el principio de la mejor de las historias.

Aunque nunca fue un volcán en la cama, era tanto lo que la amaba que lo pasaba por alto. Pero desde que nació la primera de las niñas, las excusas para evitar el sexo fuero aumentando y el cariño se fue apagando al igual que una chimenea a la que  no se le echa leña. Con la llegada de Alba, mi segunda hija, pase de ser actor protagonista a personaje con frase.

Cuando las niñas crecieron ya nuestra relación se había enfriado por completo. ¿Había sido el tiempo? ¿O había sido la rutina? Era contadas las veces las que nos entregábamos a los placeres carnales, me sabía de memoria las excusas para no hacerlo: Nos pueden oír las niñas, he tenido un mal día,  me duele la cabeza...

Este último pretexto era el más recurrente, tanto que me a veces  daban ganas de entrar en casa pidiéndole que se tomara una Aspirina...

El caso, es que fuera como fuera  llevábamos unos años que sólo nos unía el cariño que nos tuvimos antaño y nuestras hijas, mis dos maravillosas niñas.

Nos habíamos convertido en dos extraños que deambulábamos por una rutina compartida.  Transitando sin ilusión por nuestra vida en común.

Por eso cuando surgió lo de Mariano. Sin querer me fui agarrando más a él, como una tabla de salvación. Una tabla que podía ser la causa del naufragio de mi vida.

Miré a mi mujer, seguía de morros mirando la televisión, expectante a un comentario por mi parte. Comentario que  había decidido no tendría lugar… La noche había tenido su encanto, había disfrutado del más dulce de los tabúes  y no me iba a quedar con el recuerdo amargo de una pelea dialéctica.

—¿No me vas a preguntar qué me pasa?— Dijo al ver que ignoraba su mutismo.

—Se pregunta lo que no se sabe. Estas enfadada porque he vuelto tarde. Te recuerdo que estamos en Semana Santa y que mañana no curro. No has venido conmigo porque no te ha dado la gana, no pretenderás que yo me quede en casa también, ¿no?

Observé su rostro la había dejado sin argumentos y a pesar de que como buena mujer tenía siempre un plan B, cuando se disponía a debatirlo, Abandoné el cuarto de estar y me dirigí a la sala de invitados, donde había decidido que pasaría la noche, pues pasara lo que pasara, no pensaba discutir y estropear el recuerdo de una buena noche con unos gritos a destiempo.

 

Continuara en “Entre dos tierras”

Acabas de leer:

Historias de un follador enamoradizo

Episodio XXX: El más dulce de los tabúes

 

(Relato que es continuación de “Valió la pena”)

Hola, si estás leyendo esto es que has terminado de leer el relato en su totalidad, por lo que me gustaría que dejaras un comentario o una valoración (Ya sé, la versión para móvil de TR no te deja, pero  al menos tenía que intentarlo), es la única manera de saber si lo que escribo te llega o no.

Si es la primera vez que entras a leer un relato mío y tienes ganas de leer más, hace poco publiqué una Guía de lectura que te puede servir para seguir el orden cronológico de estas.

A mis habituales: Lo que acabo de narrar es el tercer encuentro entre Mariano y Ramón, narrado por este último. Este momento, desde la perspectiva de Mariano, se contó en “Algo para recordar” y más reciente en una especie de recopilación (En la categoría de bisexuales) titulada “Tiritas pa este corazón partio”. Bajo mi punto de vista, la perspectiva de Ramón añade bastantes matices y dado el protagonismo que va a coger el personaje (más todavía), he visto necesario este episodio. Con tu opinión, sabré si queda reiterativo o no. De todas maneras el siguiente capítulo será un momento desconocido de la vida de Ramón que espero os guste.

Como es habitual al final de mis relatos, agradecer todos y cada uno de vuestros comentarios (Animan a seguir escribiendo). A modo particular a los que dejaron unas líneas en “Las pajas en el pajar”  y “Desvirgado por mis primos gemelos”. A 2xxx: El siguiente capítulo de “Los descubrimientos de Pepito” tardará un poco en publicarse, aunque si te gustan mis historias yo tú no me perdería el próximo “37 grados”; a hasret: A mí me pasa como a ti, es la historia con la que más disfruto y a la que más mimo, pero me gusta acumular ideas y dejar espacio entre un capítulo y otro; a longino: La historia está ambientada en 1978 concretamente, intento no meter ninguna gamba en cuanto a la ambientación, pero alguna se me puede escapar; a Karl: No sabes cuánto lamento que no te guste esta serie pues es la que más cariño le tengo, de todas maneras tardara en volver porque aunque tengo claro cómo continuarla, prefiero dejarla reposar un poco; a cucocurioso: No sabes cuánto me alegra que te hayas reído con las ocurrencias de Pepito y Francisquito es lo único que pretendía con la historia en sí; a mmj:  Y Pepito no es que esté solo en otro mundo es que el maestro que se ha buscado le dice que dos y dos son cinco. Tú que has leído todos mis relatos, dime si lo que se cuenta en él aporta algo nuevo o no(Es importante para saber cómo enfocar el próximo de esta saga) ; a pepitoyfrancisquito: Lo del silencio de los corderos es preferible al silencio de los borregos, que últimamente se ven muchos en este mundo de Dios. Y tomo nota con los comentarios pero es que leo tan poco (en esta página), que cuando lo hago quiero que se note; a Rofacale: Ante todo un lujo tener un autor como tú leyendo un relato mío. Comentar que a pesar de las intrahistorias, mis tramas son bastante sencillas y muy de andar por casa, así que no sé si te gustaran. Dime algo, “porfa”; a Vieri32: Para lo del periodo Muromachi habrás pagado los derechos de autor correspondientes,  ¿no? ¡Qué la cosa está muy chunga!; a elbotiija10 Boti, ¿Qué te ha pasado? Creí que lo habías leído y no te había gustado (Pudiera ser). Ya me dirás si la incursión en la psique de Ramón te ha gustado o no;   a Yoni: A pesar de la falta de comentarios( en la mayoría de las ocasiones), cuando alguien se descubre como seguidor de mis historias  desde hace tiempo no puedo evitar sentirme satisfecho por este hobby mío; a mOeOrbida : Hacia tiempo que no veía un comentario tuyo, confío en que estés siguiendo esta retrospección que Ramón está haciendo de su incursión en “el lado oscuro” (Dime algo) y a Albani: Es curioso que gente que gente que gusta de leer relatos en los cuales padres, hijos y demás familiares tengan sexo como descosidos, se rasguen las vestiduras por las relaciones homosexuales, eso en mi pueblo se llama “la ley del embudo”. Y si puedes decir “magnifico” y si alguna vez no me porto bien, también terrible.

Volveré en quince días con un relato de la serie “Sexo en Galicia”  titulado “37 grados”, en él un JJ apesadumbrado por lo sucedido con los holandeses (“El guardaespaldas”), se nos vuelve un poquito nostálgico.

Hasta la próxima.

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Las amistades peligrosas.

El profesor de gimnasia.

Follando: Hoy, ayer y siempre (R)2/2

Follando: Hoy, ayer y siempre (R) 1/2

El ser humano es raro.

La ética de la dominación.

¡Ven, Debora-me otra vez!

La procesión va por dentro.

Porkys

Autopista al infierno.

El repasito.

José Luis, Iván, Ramón y otra gente del montón.

El sexto sentido.

Cuando el tiempo quema.

Mi mamá no me mima.

La fiesta de Blas.

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Sin miedo a nada.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

¡Qué buena suerte!

El rumor de las piedras.

Dios odia a los cobardes.

Tres palabras.

Guía de lectura segundo semestre 2.014.

Como un lobo.

Solo Dios perdona.

El padrino.

Perdiendo mi religión.

Adiós Francisquito, adiós.

Pequeños descuidos.

La sombra de una duda.

Mis problemas con JJ.

Unos condones en la guantera.

La voz dormida.

Follando con mi amigo casado.

Si pudieras leer mi mente.

Bésame, como si el mundo se acabara después.

Si yo tuviera una escoba.

Guía de lectura primer semestre dos mil catorce.

¡Cuidado con Paloma!

La lista de Schindler.

Nos sobran los motivos.

La masticación del tito Paco.

Viviendo deprisa.

El blues del autobús.

¿Y cómo es él?

¡Voy a por ti!

Celebrando la victoria.

Lo estás haciendo muy bien.

Vivir al Este del Edén.

Hay una cosa que te quiero decir.

Entre dos tierras.

Felicitación Navideña.

37 grados.

Desvirgado por sus primos gemelos

Las pajas en el pajar

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur.

Tiritas pa este corazón partio

Valió la pena

1,4,3,2.

Sexo en Galicia: Comer, beber, follar....

¡Se nos va!

En los vestuarios.

Lo imposible

Celebrando la victoria

La procesión va por dentro.

El guardaespaldas

El buen gourmet

Mariano en el país de las maravillas.

Tu entrenador quiere romperte el culo(E)

Retozando Entre Machos.

Culos hambrientos para pollas duras

La excursión campestre

¡No es lo que parece!

Mi primera vez (E)

Vida de este chico.

Follando con mi amigo casado y el del ADSL? (R)

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón

Trío en la sauna.

Nunca fuimos ángeles

Desvirgado por sus primos gemelos (E)

Como la comida rápida

La misión

Follando con mi amigo casado

La churra del Genaro

Uno de los nuestros

Sexo en Galicia: Tarde de sauna (R)

2 pollas para mi culo

El cazador.

Los albañiles.

Jugando a los médicos.

Algo para recordar

Mis dos primeras veces con Ramón (E)

A propósito de Enrique.

Guia de lectura y alguna que otra cosita más.

Culos hambrientos para pollas duras

Celebrando la derrota

En los vestuarios (E)

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (Epilogo)

No quiero extrañar nada.

Punta Candor siempre llama dos veces.

4,3,2,1....

2 pollas para mi culo

Adivina quién, se ha vuelto a quedar sin ADSL

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón (R)

El MUNDO se EQUIVOCA

Historias de un follador enamoradizo.

Living la vida loca

Sexo en galicia con dos heteros (R)

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Comer, beber... charlar.

Los albañiles.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Regreso al pasado

Follando con mi amigo casado (R)

“.... y unos osos montañeses)”

El padrino

... Bubú.....

El blues del autobús (Versión 2.0)

El parque de Yellowstone (Yogui,....)

After siesta

Sexo, viagra y ... (2ª parte) y última

Before siesta

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (1ª parte)

El bosque de Sherwood

El buen gourmet

Como la comida rápida

Pequeños descuidos

¨La lista de Schindler¨

El blues del autobús

Celebrando el partido