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Bolos, naranjas y bolas.

en Gays

23 de agosto del 2012 (01:30 pm aprox.)

***JJ*** (Bolos)

♫♫

Y donde mas no cabe un alma

Allí se mete a darse caña

Poseído por el ritmo ragatanga.

Y el dj que lo conoce

Toca el himno de las doce

Para Diego la canción más deseada

Y la baila, y la goza y la canta

 

Aserejé, ja deje tejebe tude jebere

Sebiunouba majabi an de bugui an de buididipí

Aserejé, ja deje tejebe tude jebere

 Sebiunouba majabi an de bugui an de buididipí

Aserejé, ja deje tejebe tude jebere

 Sebiunouba majabi an de bugui an de buididipí

 ♫♫

 

¿Puede haber algo más surrealista que cantar y bailar el Aserejé en la playa con el agua hasta las rodillas? Sí, hacerlo en compañía de cuatro travestis cuyo hobby favorito es llamar la atención y dar la nota.  Creo que si en algún momento de mi vida he tenido algún pequeño sentido del ridículo, hoy lo he mandado a la oficina de objetos perdidos. Aunque lo peor no es eso, lo peor es que me lo estoy pasando de muerte. Hacía mucho tiempo que no me reía tanto, ni me lo pasaba tan divinamente, por lo que me suda la pera lo que puedan pensar los demás.

Las Másqueperras estaban locas por lucir palmito, desde que han visto llegar a Isidoro con su mujer. A la primera ocasión que han tenido, no lo han dudado y   han sacado a pasear a la artista que llevan dentro. Dado que yo no tengo un no para un cachondeo, aquí estoy haciendo el indio con ellas, como si me hubiera dedicado a esto del artisteo desde que llevaba pantalones cortos.  

Nada más terminamos nuestra “actuación”, miro para la zona donde hemos montado nuestro pequeño campamento. Mi chico sigue charlando con Mariano, debe ser algo muy importante y que reclama toda su atención, pues no se han percatado siquiera del improvisado show que hemos montado nada más meter los pies en el agua. Seguramente le esté dando la vara por su indiscreción con Sorippegy, ¡como si al pobre, cuando sabe que mete la pata, necesitara ayuda para auto fustigarse! 

Porque sé que Guillermo me quiere más que a nada en el mundo y que lo único que va buscando con mi amigo es que nos montemos  un trio, si no me tendría que poner un poquito celoso, pues le está prestando  estos días casi tanta atención como a mí. Menos mal que tengo la seguridad de que puedo confiar en los dos y que nunca ninguno de los dos haría algo que me pudiera molestar. En fin, todo sea por darle el caprichito a mi niño para que haga realidad su fantasía.  Así de camino yo recuerdo viejos tiempos que nunca está de más sacar el “Alcántara” que uno lleva dentro y reavivar la nostalgia.

Es sorprendente como Mariano, con un poco de comida de coco por aquí y un poco de persuasión por allá, ha dejado a un lado todas sus neuras y, poco a poco, ha ido alternando con ellas con la mayor naturalidad. Es más, tras su fenomenal “resbalón” con Sorippegy, creo que se va a pensar las cosas diez veces antes de decirlas y va intentar no ser tan “sincero”. Sobre todo cuando nadie le pide que lo sea.

Cuando le oí cuestionar con total desfachatez, la posibilidad de que pudiera tener estudios universitarios, dando por sentado que como se viste de mujer tuviera que ser una garrula de tomo y lomo, creí que lo había poseído el espíritu de Falangito. Entiendo muy bien que sea católico, apostólico y romano, pero no que tenga los mismos perjuicios que esa misma gente hipócrita que nos ha arrinconado a los homosexuales durante siglos como si fuéramos unos enfermos, cuando los de las depravaciones y vicios privados son ellos. Menos mal que mi “curita” favorito se dio cuenta a tiempo en el lodazal que se estaba metiendo, reculó para atrás y se disculpó poniendo su mejor cara de «yo no he querido decir eso que usted está pensando».

A veces me dan ganas de matarlo por todas sus pajas mentales, otras veces me lo comería a besos por lo inocente y noble que es. En fin… Dejemos de darle vuelta a la cabeza y aprovechemos el día de playa, que para eso estamos aquí, no para calentarnos la sesera con gilipolleces que no van a ningún lado.

Sorippegy, aprovechando que Susana está charla que te charla con Caro y Espe (seguramente estén criticando a algún conocido), se acerca a mí. Por la cara que trae y como se mueve, o me viene con un cotilleo o me viene a confesar algo particular. En cuanto escucho su voz melosa, descubro que es lo segundo.

—¡Oye!, sabes que cuando se conoce bien a tu amigo no es tan mala gente. Un poquito rarito, pero nada que no se pueda soportar.

—Sí, es muy noble.

—¡Y muy guapo! —Me dice poniendo cara de quinceañera enamorada.

¡Joder, otra que ha caído en las redes invisibles del “curita”! No sé qué tiene el cabrón que, más tarde o más temprano, todo el mundo se quiere meter en sus pantalones. Como me conozco un poco a la vallisoletana, antes de que empiece a jugar al cupón de los ciegos, se haga la ilusión de todos los días y se pegue un castañazo de mil demonios. Con mi cara más inocente de niño de San Idelfonso, le digo que su número ni está en el bombo, ni lo va a estar en un futuro.

—Siento contarte una cosa, a Mariano, ahí donde lo ves tan masculino y tal, le gustan los hombres muy hombres…

Sorippegy mueve la cabeza un poco contrariada y me responde bastante enfurruñada:

—¡Oye, maricón, que yo cuando quiero, me hago  pasar muy bien  por lo que viene siendo un machote y parezco muy viril!

«Sí, hija mía, te haces pasar tan bien por macho de pura cepa y pareces tan viril que te van a escoger para ser el jefe supremo de la guardia civil y la policía como mínimo», pienso mientras le sonrío, dándole a entender con ello que me estoy creyendo la trola que me está contando.

Si se disponía a decirme algo más, no lo llego a saber pues mi chico, que ha dejado a Mariano bajo las sombrillas, se ha venido con nosotros a pegarse un chapuzón. Puedo decir que “me he salvado por la campana”, porque me da la impresión de que la vallisoletana estaba dispuesta a seguir dándome la murga con su repentino y tonto enamoramiento.

Sin pensármelo un segundo, le estampo a Guillermo un sonoro beso en todos los morros y que responde a dos motivos. El primero, para recordarle lo mucho que lo quiero. El segundo, y no menos importante, para dejarle claro a las cuatro lagartas que mi niño es terreno prohibido para ellas y que, la que se pase de la raya, al próximo artista que va imitar va a ser a Stevie Wonder, porque le voy arrancar los ojos.   

Nada más lo ven aparecer, las otras tres del cuarteto dejan de despellejar a quien fuera que hubieran cogido por banda y se unen a nosotros. Circunstancia que es aprovechada por el casadito para ir a meterle cuello a mi amigo. ¡Dios mío, a veces tengo la sensación de que Mariano es una especie de flautista de Hamelin! Toca su flauta en Maricolandia y todos sus ciudadanos se van corriendo detrás de él.

A Espe, tras soltar cuatro comentarios alabando el tamaño de los bíceps y de la polla de Guillermo, le da por decir que le gustaría montar una coreografía acuática de la Carrà.

—¿Eso qué es? ¿Otro invento de las tuyos? —Pregunta Susana poniendo esa cara de cateta harta de sopa tan característica de ella.

—¡Mamarrundias, inventos míos! ¡¿Qué va a ser, coño triste?! Bailar como la Carrà, pero con el chocho dentro del agua.

—¿Aquí delante de todo el mundo?

—Sí, chocho, te va a comer la bulla de la gente que hay. Además sabes lo que te digo: « ¡Ande yo caliente, que se muera de envidia la gente! ». De todos modos, si tu caché no te permite hacer estas cosas gratis, allí tienes las sombrillas y las toallas para ponerte al sol como las lagartijas.

El brutal corte que le pega la madrileña a la trianera hace que mi chico, Sorippegy, Caro y yo nos miremos, en un claro intento de no reírnos y parecer que nos burlamos de ella (sobre todo con la cara de mala leche que se le ha quedado). Dado que no hace ademán de irse para nuestro pequeño campamento, supongo que va optar por hacer lo que ha propuesto Espe.  Cada vez tengo más claro que estas tres no tragan a la trepa de Susanita ni en pintura, que si la han traído hoy con ellas es para que les haga de chofer.

El tema setentero escogido por la promotora del espontaneo bolo   es “En el amor todo es empezar”. Canción y coreografía que me conozco desde que era pequeñito, por lo que ni me pienso un segundo lo del apuntarme al cachondeo de la “Escuela de sirenas” de barrio que se acaba de montar en un momento.

Dos achuchones más tarde y tres “porfa cielo lo bien que lo vamos a pasar”, me bastan para convencer a Guillermo para que se una a nuestro homenaje playero a la Carrà.

—¡Bueno chicos y chicas, dejaros de mamarrundias! Y no perded detalle de cómo me muevo yo y tratad de imitadme. Ya sé que no es fácil, pero «Con paciencia y saliva, se la metió el elefante a la hormiga»  —Nos dice la rubia de Vallecas quien se ha metido tanto en su papel de bailarina madre, que  tengo la sensación que en cualquier momento va a coger un bastón y va a decir aquello de «La fama cuesta y aquí es donde vais a  empezar a pagar».

Antes de que nos queramos dar cuenta, todos estamos cantando y bailando el antiguo éxito de la Rafaella Carrà como si no hubiéramos hecho otra cosa en la vida.

♫♫

Ah ah, en el amor todo es empezar

Ah, ah, en el amor todo es empezar

Explótame, explótame explo,

Explota, explota mi corazón

Live, live, live lay

¡Qué desastre si tú te vas!

Explótame, explótame explo,

Explota, explota mi corazón

♫♫

Cuatro canciones horteras más tarde decidimos que ya es hora de irnos a comer algo y dejar de dar la lata a los vecinos. Sobre todo desde que Isidoro ha vuelto de hablar con Mariano y tiene la misma carita que si se hubiese cogido los huevos con el quicio de la puerta. Seguro que le ha soltado una frase “sincera” de las suyas y lo ha dejado con tres palmos de narices. ¡Cómo si lo estuviera viendo!

Al pasar por su lado, Espe y Susana saludan a la pareja del mismo modo que las celebridades lo hacen con su público al final de una actuación. No sé qué demonios pasara por la cabeza de estas, pero lo que yo me he tomado como mero divertimento, ellas se lo han considerado como si fuera una actuación en el Madison Square Garden. En fin, será que nunca me ha picado la vena del artisteo y por eso soy incapaz de entenderlo.

No contenta con aquel glamuroso saludo, en el momento que ven que la mujer de Isidoro se queda mirándolo extrañada, comienzan a mover el culo y a cantar una cancioncita que viene que ni pintada.

♫♫Y todos me miran, me miran, me miran

Porque sé que soy linda, porque todos me admiran

Y todos me miran, me miran, me miran

Porque hago lo que pocos se atreverán

Y todos me miran, me miran, me miran

Algunos con envidia pero al final, pero al final

Pero al final, todos me amarán♫♫

 

Verlas caminar por la arena del mismo modo que si lo hicieran por la pasarela Cibeles, es lo más gracioso que les he visto hacer en mucho tiempo. Están tan metidas en su papel de reinonas que se les ha olvidado que no llevan unos tacones, sino unas putas chanclas. Busco los ojos de mi chico y le robo una sonrisa de complicidad que me deja claro que él piensa lo mismo que yo de todo esto: «Si son felices soñando creyéndose unas divas, que más nos puede importar a los demás lo que hagan o dejen de hacer»

Razonamiento que me lleva a acordarme del garbanzo de la discordia: Mariano. «¿Qué habrá pensado al vernos montar el espectáculo? ¿Qué discursito me va a largar nada más que tenga ocasión?». Espero que sea intenso y breve, que tampoco tengo yo ganas de que me esté dando la brasa todas las putas vacaciones con sus remilgos. Uno lo quiere mucho, pero no es masoquista.

Mis temores son infundados, pues el pobre se ha quedado dormido como un bebé, por lo que no se ha enterado de nada. Tiene un sueño tan profundo que ni siquiera se cosca cuando nos vamos acercando, y eso que las Másqueperras son igual de silenciosas que una lonja de pescado en plena subasta.   

Me fijo en su cara y tiene la expresión de estar pasándoselo de miedo, con lo que deduzco que de pesadillas cero patatero. En todo caso,  una en la que lo persigue Paddy O’brien para empotrarlo bien contra la pared y follárselo, porque la carita de mi amigo es de estar llegando, por lo menos, a su quinto orgasmo.

Instintivamente deslizo la mirada hasta su entrepierna, tal como me imaginaba, el curita tiene una erección más que evidente. Levanto la mirada y me encuentro con que, al igual que yo, Sorippegy y compañía se han dado cuenta de que mi amigo tiene la tienda de campaña levantada.

Dado que no quiero que ninguna de estas lobas le meta mano al paquete para ver si está duro como una piedra, opto por lo que me parece la salida más elegante: Despertar a la estatua dormida.

A pesar de que mi zarandeo es suave, su sueño es mucho más intenso de lo que yo había imaginado en un principio, y en vez de espabilarse, como era mi intención, lo que hago es pegarle un buen susto que lo altera más de lo previsto.  Por sus pequeñas convulsiones, tengo la sensación de que estaba disfrutando de lo lindo protagonizando la última de Lucas Entertaiment y yo lo he sacado para meterlo de lleno en el decorado de la última de Freddy Krueger.

—¡Hijo mío, despierta que parece que te va a dar algo! —Le grito zarandeándolo de nuevo.

Poco a poco mi amigo del alma va volviendo a la realidad. Por un momento, y por su forma de sobresaltarse, me he acojonado un poco, pero conforme voy viendo que su reacción se va normalizando, me voy tranquilizando.

La primera de las Másqueperras en acercarse a él para ver cómo está es Sorippegy, que adoptando una pose protectora digna de la Piedad de Miguel Ángel, le dice:

—¿Qué te ha pasado, cielo?

En unos segundos, los seis nos hemos aglutinado a su alrededor como si se tratara de un herido en un accidente de tráfico. Mariano, que no ha regresado del todo del reino de Morfeo,   recorre con la mirada a todos y cada uno de los que le rodeamos y responde:

—Nada, creo que he tenido una pesadilla.

—¡Mamarrundias, cariño!, si has tenido una pesadilla, ha sido una en la que te violaba un batallón completo de la Legión, con la cabra incluida. Ya se sabe, «Quien se acuesta con hambre, sueña con viandas» ¡Nada más hay que fijarse que la churra la tienes más tiesa que una alcayata! —Le dice Espe, haciendo gala de su natural descaro.

Mariano se toca la entrepierna, completamente abochornado baja la cabeza, se levanta del suelo y se va corriendo a pegarse un chapuzón. Reacción ante la cual los seis no podemos más que mirarnos y soltar una carcajada.

—Espe, si a la primera de cambio coges y te burlas de él —Le recrimina Sorippegy a su amiga —, después querrás que el chiquillo se sienta a gusto con nosotros.

—¡Mamarrundias! « ¡Quien con toros anda, a torear aprende!» —Responde tajantemente la madrileña, dando por finiquitado el asunto.

Antes de poner la mesa, pregunto a las Másqueperras que quieren tomar de beber. Una vez tengo claro que es lo que hay que traer, le pido a mi chico que se vista y que vaya por las bebidas y el pan al supermercado que está cerca del hotel.

—¿Quién va a venir conmigo? —Pregunta Guillermo a la vez que se comienza a poner el bañador.

—Yo —Responde Caro —, así estiro un poquillo las piernas.

Antes de ponerme a preparar las cosas para almorzar, miro a la playa, Mariano ha salido del agua, por lo que creo que no se ha cabreado, simplemente se ha avergonzado por lo que ha pasado. Esperemos que dándole gusto a la panza, y con lo que le gusta comer, se le pase el mal rato.

(Naranjas)

Si durante el almuerzo las lenguas viperinas de mis cuatro amigas no han dejado de despotricar de todo bicho viviente, es después de cantarle el cumpleaños feliz a Sory y mientras nos comemos el trozo de tarta, cuando la cumpleañeras suelta un notición de lo más suculento. Tan suculento que hace que Caro deje de estar en los mundos de Yupi y hasta se meta en la conversación.

—¿Qué el  Trotón y Albert, el catalán, se han peleado? ¡No me lo puedo creer, si eran como el chocho y el culo!

—Es lo que pasa cuando la amistad no es de verdad y no hay cariño de por medio, sino interés —Recalca Sorippegy con cierto retintín.

El Trotón y Albert, el catalán, son dos habituales en el mundo del ambiente gay sevillano. Dos tipos de lo más variopintos, el primero es gallego y tendrá unos sesenta años y el segundo poco más de treinta. El más joven no tiene apenas pluma y parece de los que están de prestado en los bares de maricones. El mayor vino a Sevilla huyendo del que dirán de la gente de su tierra y con sus ademanes le da un sentido nuevo y sofisticado a la palabra pluma. Lleva el pelo teñido, una barba blanca a lo Papá Noel, anda que parece Mazinger Z   y es conocido por ser un bailarín empedernido. Eso sí, su forma de moverse es cómica, rozando lo patético y me da la sensación que ya estaba pasada de moda cuando Lola Flores hizo la Primera Comunión.

Lo que no tengo muy claro si estos dos son pareja o no. Espe cuenta que son cuñados, pero también asegura que estos dos, aunque simulan simplemente ser socios de negocio, han tenido que tener algún que otro rollito sexual entre ellos.

El catalán   es promiscuo como él solo y, nada más que ve la mínima posibilidad de sacar tajada, se va con el primero que le salga al paso. Todo el mundo opina de él que es un trepa de cuidado. Sory me dijo una vez, con dos o tres copitas de más, que tiene los mismos principios de Groucho Marx y si no le gustan a su interlocutor, los cambia por otro.

En cuanto al gallego, tampoco va de discreto en lo que se refiere a su vida sexual. Lo del mote de Trotón le viene porque una de sus aficiones era irse a correr al parque María Luisa. Bueno, una excusa como otra cualquiera para hacer “cruising” y salir trotando detrás del primer nabo que le saliera al paso.  

—Entonces, ¿qué ha pasado con el restaurante que regentaban en Triana? —Vuelve a insistir Caro, que parece estar más que interesada en el cotilleo.

—No lo sé —Responde Sorippegy con cierta dejadez —, la verdad es que últimamente no iba mucha gente y si se mantenía abierto era más por el “merchandising” que por otra cosa.

—¿”Merchandising”? —Pregunta Mariano extrañado.

—Sí, “merchandising”, cariño. Banderas, camisetas, banderitas para los relojes, posters… Ya sabes todas esas cosas que la gente se lleva de recuerdo para decirle a los demás que has estado en un sitio —La vallisoletana como ve que el “curita” no se entera mucho con lo que le está contando, prosigue explicándose — Su restaurante se llama “El Nacional”, está en la calle Iberia nº 35 y en él se sirven comida de todas las regiones. Al principio se puso muy de moda, le dieron no sé cuántas estrellas Michelin y reservar mesa era más difícil que encontrar un argentino de pocas palabras.

»Comer en “El Nacional” no era barato y la comida no es que fuera muy buena. ¿Qué fue lo que terminó pasando? Que tus paisanos son unos miarmas de cuidado y al final, como lo que les gusta en realidad es el postureo, descubrieron que mientras se tomaban una cerveza y esperaban que alguna mesa se quedara libre,  podían comprar  en la tienda de “souvenirs”.Como en realidad lo que querían era fardar delante de sus amigos, de que podían permitirse ir a comer un sitio tan caro, se compraban las banderitas para demostrar que habían estado allí y asunto resuelto.

»Lo que comenzó siendo una ocurrencia de algunos, se terminó convirtiendo en la costumbre. Todo el mundo se toma la cerveza, se compra el recuerdo para presumir con sus amistades y acaba comiendo en el restaurante de fondue suizo de enfrente que, dicho sea de paso, es el más barato del barrio. ¡Postureo y miarmismo en estadopuro y duro!

—Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana —Sentencio con mi tono de voz más repelente.

—Hombre, al Trotón no le va tan mal, por mucho que la Sory se empeñe en ello—Interviene Susana dejando claro que ella sabe de todo mucho más que el resto—, yo vivo muy cerca y te puedo decir que, desde que le cambiaron el nombre por Tabernia, no es como al principio, pero el chorreillo de gente no le falta. ¡Así que eso que dices que se han peleado por problemas económicos es una cochina mentira!

—¿Entonces porque crees tú que ha sido? —Pregunta Espe poniendo su cara de domingo de resaca.

—Porque mi amigo Albert está viviendo con una chica.      

—¿Qué Albert, el catalán, está viviendo ahora con una tía?—Quien interviene es mi chico que parece no dar crédito a lo que está escuchando —¿Pero en qué momento se ha vuelto hetero?

—Es Bi —Recalca Susana—, él nunca ha dicho que fuera homo del todo, él siempre ha dicho que es bisexual.

—¡Pues yo es la primera novia que le conozco! —Responde Guillermo bastante indignado —Otro que tiene problemas de conciencia por comerse los nabos de cinco en cinco y quiere congraciarse con la peña saliendo con una piba.

—Maricón, yo me llevo muy bien con él y te puedo decir que él siempre me ha dicho que le gustaban las dos cosas —Le replica Susana que parece haberse convertido en la mejor defensora del catalán. 

—Lo de ser bisexual, de cara a la galería, queda mejor que decir que te gustan solo los tíos. Yo estuve una vez con él y te puedo asegurar que, alguien que se comporta como él lo hizo, no le van las mujeres lo más mínimo. ¡Y sé de lo que hablo!

—¡Uy, mira por donde me voy a enterar de los desmanes sexuales de mi niño! —Intervengo yo, intentando suavizar un poquito el ambiente que, como siempre que está Susana de por medio, se vuelve a caldear por la parte mala.  

—Fue cuando no nos conocíamos y además fue rollo de una vez —Intenta justificarse mi chico.

—Lo sé, tonto, era por picarte —Le respondo sonriéndole a la vez que le cojo cariñosamente la mano.

—¡Qué bonito es el amor! —Dice Sorippegy con su voz más femenina y melosa.

—Sí, el amor es muy bonito y tal, pero yo no me he enterado de la mamarrundia de que el Naranjito se ha metido otra vez en el armario…

—¿Quién es Naranjito? —Pregunta extrañado Mariano.

—El catalán, cariño —Responde amablemente Sory —, la Espe lo llama así porque se compró una cazadora naranja de la marca el Españoso, de esas que te marcan más el culo que los hombros, e iba a todos lados con ella…

—…creo que no se la quitaba ni pa cagar —Apostilla la rubia madrileña —, se creería que estaba muy mono con ella y le hacía un tipito que parecía un saco papas con patas. Ya sabes lo que dicen: « Por lo facha y por el traje, se conoce al personaje».

—¡Ay, chocho, qué antigua eres! Ese es el tipo de corte de chaqueta que se lleva ahora —Vuelve a intervenir Susana para hacer de adalid del Naranjito —. Tú como te quedaste en los trajes de solapa y en los pantalones de elefantes, todo lo que no sea en esa línea, lo calificas de hortera.  

—¡Maricón, yo seré antigua pero elegante! Tú quieres ir de moderna y tienes es un estilismo de tierra de barrio. ¡No se trata de la talla que usas, sino de cómo usas tu talla! —Espe se da cuenta que otra vez se ha vuelto a enfurruñar con Susana. Se queda callada unos segundos, tras hacer un gesto de fastidio, intenta proseguir con la conversación —Bueno, que aquí no se estaba hablando de lo bien o lo mal que le sienta la chaqueta al Naranjito. Aquí lo que se estaba discutiendo es que si al catalán le gusta pescar con dos cañas o no.

Durante un segundo nadie dice esta boca es mía, hasta que es Sorippegy la que responde.

—Bueno, yo no lo sé, ni me importa, si le gusta tanto la carne como el pescao o no. Lo que si tengo claro es que nunca ha tenido una personalidad muy firme, ni te has podido fiar mucho de lo que te dijera.

—¿Y eso? —Pregunta Caro arrastrando las silabas, como si le costara trabajo hablar.

—Pues que un día te decía una cosa y al otro hacia otra completamente distinta.

—¡Qué exagerada eres, tía! —Interviene Susana con su particular poderío trianero —Te digo exagerada por no decirte embustera en toa tu cara, que es lo que te mereces.

—¡Paso de ti, tía! —Le responde la vallisoletana haciendo un ademán de estar hasta el coño de las impertinencias de su compañera de faranduleo.

—Pasas de mí porque no tienes pruebas.

—¡Qué no tengo pruebas! ¡Qué te gusta tocarme el coño y que mal te sale! —Sorippegy está tentada de dejar la fiesta en paz y no entrar al trapo en la provocación de Susanita, pero no sé si porque quiere documentarnos a los demás, que observamos expectantes ante lo que pueda aportar, o porque quiere ganarle la partida a la trianera, prosigue hablando —No tengo una prueba, tengo cientos. ¿Cuántas veces nos ha dicho que no le gustaba el ambiente?

—A mí es lo que me decía siempre que coincidía con él —Responde Caro que parece estar más que interesada en todo lo que se dice del catalán.

—Y eso te lo decía en el día más maricón de Ítaca, el miércoles, que es cuando vamos nosotras a mover el palmito. ¿Habrá algo más gay que la noche de nuestra actuación? —Sory mira punzantemente a la trianera y le pregunta —¿Vas a decir que eso también me lo estoy inventando?

—No, pero eso no quiere decir que diga una cosa y después haga otra.

—Bueno, ¡aceptamos pulpo como animal de compañía! ¿Y cuándo te decía que era abstemio y la próxima vez te lo veías con una papa que no se tenía en píe?

—Vale, sí, puede que el hombre cambie un poco de opinión, pero no es mala gente.

—Yo no estoy diciendo que sea mala persona, lo que si digo es que si es así para todo, lo mismo lo más seguro que lo sea también a la hora de follar.

—Pues disiento de ti, maricón, todo eso son mamarrundias —La voz de Espe está cargada de ese sarcasmo tan habitual en ella, así que me temo lo peor — Hazme caso a mí, que soy más adulta y sé más de estas cosas. Esto del sexo lo tenéis que contemplar como una gran avenida y las personas somos peatones y como tales, podemos decidir ir por la acera de la izquierda o por la acera de la derecha, nunca por el centro. Por la carretera solo van los coches…

—¡Vaya rollo que nos estás metiendo, maricón! —Interrumpe la trianera que hoy, con su comportamiento histriónico e impertinente, se está convirtiendo en mi persona menos favorita —¿Quieres ir al grano y no enrollarte más con las metáforas?

—Cierto, se me olvidaba que a las mentes simples como la tuya, hay que dárselo todo mascadito o si no a la neurona que tiene haciendo turismo en el cerebro, le da un patatús—La puya de la madrileña está pronunciada con toda la tranquilidad del mundo, como si le diera igual la reacción que pudiera tener Susana —. Pues eso queridos niños, la vida es una gran avenida, por la acera izquierda van los heterosexuales, por la derecha vamos los homosexuales, las lesbianas, los transexuales y demás fauna común.  Por el centro no pueden ir las personas, porque por ahí solo pasan los coches…

—Entonces, cuándo una persona se cambia de acera lo pilla un coche, ¿no? —Pregunta Caro con esa voz tan particular suya que parece que se ha fumado tres porros un segundo antes.

—Sí, maricón y después lo llevan al hospital. ¡No te jodes! ¡Aquí el más tonto hace relojes! —Responde la sexagenaria madrileña con cierto retintín.

—¡Uy, como te pones por una pregunta que hago! Para una vez que hablo.

—Sí, y deberías seguir callada. ¡No sabes, cuando guardas silencio, lo muchísimo que ganas en belleza y simpatía!

Caro se queda un poquito pensativa, recorre con la mirada nuestros rostros y, tras cabecear ligeramente, levanta el dedo diciendo:

—¡No te creas que no me he dado cuenta de que me has soltado un sarcasmo de esos que tú sueltas! No soy tan tonta como tú te crees…

Espe se la queda mirando y, tras mirar al cielo como si esperara una aparición divina, dice:

—¡Ay, Virgen de los transformistas y los transformistos! ¿Y esta generación “tan preparada” es la que se supone que nos debe dar el relevo a nosotras?  

Dado que no estoy dispuesto que el tema de la bisexualidad se diluya, máxime estando Mariano delante, pues, por su situación personal con Ramón, creo que le puede interesar bastante, insisto con una pregunta de lo más capciosa.

—Entonces, según tú, Espe. ¿La bisexualidad no existe?

—Yo no digo que no exista, lo que pasa es que es tan poco frecuente como los perros verdes, las putas decentes y los políticos honrados.

—Lo que sucede es que como a algunas lo único que le gustan son las pollas, no ve posible que haya personas que le gusten las dos cosas —La voz de Susana tiene un retintín que tira de espaldas.

—¡Sí, me gustan las pollas! ¡Grandes y gordas…! , de las mismas dimensiones que al Naranjito. Sin embargo, a diferencia de él no voy diciendo por ahí que voy por el centro… yo, de toda la vida de Dios, he circulado por la derecha y no me ha importado reconocerlo. Las cosas claras y el chocolate espeso.

—¿Me queréis hacer un favor? — Quien pregunta es mi chico que frunce el ceño, clara señal de que empieza a estar hasta los huevos de las discusiones de estas dos.

—Sí —Responde Sory, al tiempo que las otras asienten con la cabeza.

—Parecéis los tertulianos del “Salvame”: se lleváis todo el tiempo echándose las cosas en cara y no decís nada en concreto. ¿Podéis dialogar como las personas y sin necesidad de estar tirándose los trastos a la cabeza?

El tono usado por mi chico deja claro que no hay lugar a discusión, es más que obvio que, cuando se pone serio, se pone serio. Las Másqueperras se quedan calladas un momento, creo que no esperaban esa reacción por parte de Guillermo y les ha dado donde más les duele: recordarle que su frivolidad no consigue ser siempre divertida.  

La primera en intervenir es la vallisoletana, se pone tan formal que hasta se aclara la garganta para sacar su voz grave de hombre.

—Yo lo siento, pero   en esto de la bisexualidad opino lo contrario que mi amiga Espe: existe y mucho, no es un perro verde. La mayoría de los tíos con las que yo he estado, eran casados y lo de estar conmigo no era lo que realmente querían para sus vidas, sino una especie de fantasía.

—¿Y cuántos de esos te has encontrado en el ambiente? —Pregunta la rubia madrileña que no está dispuesta a perder la partida.

—La verdad que muy pocos.

—Maricones míos, yo no digo que no haya bisexuales, que los habrá, de todo hay en la viña del señor, lo que sí digo es que no frecuentan los sitios del ambiente y si lo hacen, no a la hora que lo puedan ver todo el mundo. Normalmente están casados y son más de saunas y de sitios de “cruising”…Por lo menos hasta donde yo sé.

***Guillermo*** (Bolas)

 

Escucho a Esperanza Macarena y no puedo más que acordarme de Javier, el entrenador del equipo de rugby en el que jugaba cuando todavía no había cumplido los veinte.  El tío era un verdadero depredador sexual y era capaz de follarse a cualquier cosa que se pusiera por delante, le daba igual que tuviera picha o chocho. No necesitaba ir por los sitios de ligoteo para pillar cacho, cualquier sitio era bueno para ello, con lo que, en parte, le tengo que dar la razón a la madrileña en lo que dice.

—Particularmente —Dice mi chico—, opino un poco como Sory y Espe: Los bisexuales existen y para ellos el sexo con un tío tiene siempre la calidad de extraordinario, no es algo que estén practicando habitualmente.

—Sí y no —Interviene Mariano que hasta el momento no había dicho esta boca es mía.

—¿Sí y no que quiere decir, maricón?  O picha dentro o picha fuera, ¡aclárate cacho huevos y déjate de mamarrundias!

Mariano se queda mirando a Espe, creo que está tentado de soltarle una fresca, pero el colega se ha resbalado tanto hoy con la peña de las travestis que se lo piensa un poco, guarda silencio unos segundos, respira profundamente y le responde con una voz tan calmada, tan calmada,  que dormiría hasta las ovejas.

—Perdona, es una forma de hablar mía. Cuando he dicho “Sí y no” lo que quiero decir es que en parte lleváis razón y en parte no. A lo que hace referencia Soryppegy de que ha estado con bisexuales para los que tener relaciones íntimas con ella era una fantasía, me gustaría apuntar que es algo más frecuente de lo que creemos. No solo en el ámbito de los que se atreven a dar el paso, sino de los que se consideran heterosexuales cien por cien. Un indicativo de esto es el boom que están teniendo, y cada vez más, los videos de Shemale.

—Cariño, creo que estás mezclando las churras con las merinas—Interviene la gordita vallisoletana con una voz de lo más melosa —, nosotras no tenemos tetas, ni no nos hormonamos.

—Sí, pero lo de follarse a una tía con rabo como fantasía onanista tampoco es muy hetero cien por cien que digamos, ¿no?

—Sí, cariño, pero tendrás que reconocer que no es lo mismo.

—Completamente de acuerdo, pero no dejan de ser hombres, por lo que tampoco es muy correcto decir, como tú has dicho, que los bisexuales son aquellos que tienen el sexo con personas de su mismo sexo como una fantasía. En mi modesta opinión, el bisexual, para sentirse realizado, necesita tener relaciones con ambos sexos.

«Esa necesidad la puede compartir con su pareja, que normalmente suele ser una mujer, o hacerlo de forma furtiva. El bisexual, como decís alguno con respecto a Naranjito, no es aquel que frecuenta habitualmente los sitios de ambiente. Otra cosa es las historias que cada cual se cuente, para intentar convencerse a sí mismo o justificarse de cara a la galería.

Nos quedamos todos anonadados ante la chapa que nos acaba de meter Mariano. Se ha puesto tan pijo hablando y ha razonado tan bien las cosas que sospecho que se nos ha metido a todos en el bolsillo. Debe ser así, pues ni siquiera Espe, ni JJ (que son a los que les gusta más una polémica) ponen ninguna objeción.

La única que no se queda callada es Sory, que termina montando un numerito que nos deja a todos con cara de poker. Se levanta, le estampa dos besos en la cara a Mariano y le dice:

—¡Qué bien habla! ¡Si además de guapo es un portento!

No sé qué me hace más gracia, si el cambio de comportamiento de la travesti o lo colorado que se pone Mariano ante los piropos. Sea como sea, todos terminamos partiéndonos el culo de la risa.

—Entonces, creo que estamos todo de acuerdo con que lo de Albert es puro postureo —Insisto sobre el tema poniéndome serio, pues me interesa bastante desenmascarar al catalán—, porque seguro que con la tía que se ha ido a vivir es un callo y está con ello por lo que está…

—No te creas —Me interrumpe Susana —, me la presentó y es la mar de mona. No es un bellezón, pero tampoco es un cardo.  Se llama Inés y es de Jerez.

—¿De Jerez? ¿Qué es gitana o pija? —Le pregunto con toda la mala leche del mundo.

—No sé, como todos llevan la misma cantidad de fijador, no te sabría decir a qué bando pertenece. —Responde Sory sarcásticamente.

—A mí lo que más me molesta del Trotón y el Naranjito es lo que se critican el uno al otro —Interviene JJ dejando claro que él tampoco los traga.

—Son tal para cual, uno es la versión moderna del otro, al gallego le gusta bailar “Su gran noche” y al catalán “A ella le gusta la gasolina”.

—¡Y lo que le gusta la gasolina! —Apostillo con toda la mala leche del mundo.

—¡Hay que ver a tu novio la que le ha dao con mi amigo Albert! —Dice Susana dirigiéndose a JJ — ¿Qué te ha pasao que te dio calabazas?

—No, simplemente que es más falso que un billete de sesenta euros. No se puede decir un día una cosa y después hacer otra completamente distinta… Además, como he dicho, estuve un día con él, con lo que te puedo asegurar que lo de estar con la chavala esa de Jerez es puro postureo y va buscando sacarle algo, porque es un trepa de cuidado. Este tío es un reprimido mental, tiene de bisexual lo que yo de cura y se está pegando el vacile con la ilusa esa.

—¡Sí lo que tú digas! —Me responde la trianera bastante cabreada.

Como paso de ella como de las mierdas, la conversación sigue por otros derroteros, Caro comenta no sé qué de un local de intercambios bisexuales que hay en Dos Hermanas.  Sin embargo, me interesa “tantísimo” lo que cuenta que desconecto, y sin querer, mi mente se transporta al invierno anterior al año en que conocí a JJ.

Diciembre 2010

Aquellas navidades estaban siendo de lo más aburridas y tristes. Todo lo mustias que esas fiestas podían ser para los que no tenemos demasiada familia. Sin padres, ni hermanos y con la única compañía de mi abuela Asunción, las cenas de Nochebuena y demás jolgorios navideños tenían el deprimente sabor de la añoranza. El gran significado que para mí tenía aquellos días era echar de menos a los seres queridos que ya no estaban.  

Aunque nunca llegué a conocer a mi madre, pues murió al nacer yo, mi abuelo y mi abuela me habían hablado tanto de ella que, en todo momento, tuve la sensación de que había formado parte de mi vida.  Al ser dos personas mayores y educadas en el nacional catolicismo, no asimilaban del todo lo de que mi madre se quedara embarazada sin estar casada, sin embargo, solo tenían palabras de cariño y de admiración para ella. Nunca escuché de sus bocas el más mínimo reproche.

Si recordar a mi madre me era doloroso, más lo era hacerlo con mi abuelo que fue para mí como un padre y quien hacía casi diez años que nos había dejado. No hay un puto día que no lo eche de menos y me acuerde de él. Lamentando todos y cada uno de los momentos que puede haber compartido con él y no lo hice.

Si algo me enseñó su muerte, fue a saber aprovechar cada momento que estoy con mi yaya y, siempre que tengo ocasión, intento pasar con ella el máximo de tiempo posible. Disfruto como un enano de sus cosas del tiempo de Maricastaña, sus paridas, sus chascarrillos, su buen sentido del humor…y, sobre todo, de lo mucho que nos queremos.   

Tras cenar con mi abuela, ella estuvo viendo un poco el especial navideño de Canal sur y se acostó.

Sin embargo que valorara el cariño de mi yaya, no quería decir que fuera suficiente para apaciguar mi soledad. Como el buen gilipollas que solía ser, confundía tener sexo con estar en compañía de alguien. Así, que una vez se quedó dormida, decidí salir a dar una vuelta a ver que me encontraba en una noche de navidad en el mundo del ambiente gay sevillano.

A pesar de que estaba bastante cachondo, no me apetecía poner el culo y solo sopesaba la idea de irme con un pasivo. Me apetecía la idea de un polvete donde yo fuera quien llevara la voz cantante. Algo que no sería muy difícil para alguien como yo, un treintañero deportista, peludo y con aspecto de oso machote. Sobre todo en el lugar al que había decidido ir a ligar: La discoteca Ítaca.

A pesar del frio, me había puesto una camisa azul que marcaba de manera descarada mis hombros, mi pectoral y mis brazos. Si a eso se le sumaba unos vaqueros que me hacían un buen culo y mejor paquete, fue quitarme el plumas para dejarlo en el guardarropa y sentí como las miradas de más de uno se clavaban en mí.

Sentirme deseado hizo que mi vanidad se pusiera por las nubes. Con total determinación, me adentré en la zona de la pista de baile y fui hacia la barra para pedirme una copa.

Tal como suponía, aquello estaba hasta las trancas. Entre tanta peña había de todo: gente que bailaba como si no hubiera un mañana, gente que iba muy puesta de todo, gente como yo que, con la excusa de follar, intentaban despistar un poco a la jodida soledad…

Una vez tuve la copa en la mano, me dediqué a dar unas cuantas vueltas en busca de alguien con quien pasar el rato. No iba buscando otra cosa que echar un polvo con un tío que me molara, poco más.

Una hora más tarde, solo había felicitado las fiestas a unos cuantos conocidos y me había quitado de encima a cuatro niñatos súper puesto de todo.  No había conseguido ver a nadie que mereciera la pena.

Como estaba claro que de seguir tan exigente, no iba a encontrar a ningún tío que colmara mis expectativas. Decidí bajar el nivel y nada mejor para ello que pegarse otro gin-tonic.  Ya saben lo que dicen: «No hay tío feo, sino copas de menos».

No me había pedido el lingotazo de ginebra, cuando me lo encontré de espaldas sobre la barra, con los codos apoyados sobre esta y con un cubata en la mano. Su postura me recordaba a la de los pijos de mi instituto, prepotente y súper seguro de sí mismo.

Lo había visto alguna vez que otra por el ambiente gay sevillano, era un tío que me parecía mono, pero bastante soso y muy cursi. No sé porque me dio la neura de pensar que estaría guay enrollarme con él. Fue imaginarme petándole el culo a alguien tan arrogante y, automaticamente, se me puso el rabo duro.

Lo miré y no me respondió, siguió inmutable en su pose de “mirad lo bueno que estoy”. Una vez el camarero me sirvió la segunda copa, decidí comprobar hasta qué punto pasaba de mí. En el fondo me la sudaba si me contestaba con una negativa y si no se tiene nada que perder, no se arriesga nada.

Me coloqué al lado de él y adopté una pose de “aquí estoy yo” que no le tenía nada que envidiar a la suya. Lo que en principio pasaba por ser una provocación a su ego, resultó agradarle. Tanto que me respondió con una sonrisa chulesca.

Una vez conseguí llamar su atención, intenté que fuera él quien diera el primer paso. Unos minutos más tarde vi que esto no sucedía. Dado que cuanto más lo miraba, más ganas tenía de tirármelo. Me la jugué toda a una carta y le entré de la manera más boba:

—Mucha gente para ser Nochebuena, ¿no?

—Es de los pocos sitios que están abierto, la mayoría de los bares y tal, cierran esta noche. Me habían invitado a una fiesta particular en el Salvador, pero ha resultado ser un muermo y me he venido para acá.

—Pues esto tampoco está muy animado. Hay mucha personal, pero pocos que merezcan la pena.

—Llevas razón, yo hasta que te has sentado a mi lado, no había visto nadie que me gustara.

Lo directo de su afirmación me dejó claro que aquel tío no le hacía ascos a un revolcón conmigo. Estuve tentado de ponérselo un poquito difícil, para bajarle un poquito los humos, pero cuanto más tiempo pasaba a su lado, más duro se me ponía el rabo y con unos pantalones tan estrechos como los que llevaba, era algo que se estaba convirtiendo en una pequeña tortura.  

Ambos teníamos tan claro lo que queríamos que, tras presentarnos y contarnos un poco lo que hacíamos aquella noche allí, llegamos a la conclusión de que buscábamos lo mismo: un polvo directo y sin complicaciones.  

—Si te apetece, podemos ir a mi casa. Está cerca.

Me fijé en él, estaba bueno y era bastante guapo. Sin embargo, no tenía ganas de salir del local para llevarme un chasco porque él no me ofreciera lo que yo iba buscando. Así que no me corté un pelo y se lo planteé directamente.

—Me gustaría que supieras que soy activo.

Albert cabeceó levemente, como si le cortara un poco el rollo que yo llevara la iniciativa. Me miró de arriba abajo, de un modo tan frio e impersonal que me sentí molesto. Estuve a punto de mandarlo al carajo, pero él me respondió con la mejor de sus sonrisas diciendo:

—No importa, soy versátil y no me importa que un chico tan machote como tú me dé por culo. Es más, creo que con todo lo que llevo metido en el cuerpo, tampoco estoy yo para mucho ejercicio físico.

No sé por qué, supuse en aquel momento que lo que “llevaba metido en el cuerpo” era que se había bebido unas cuantas copas. Si hubiera sabido a que se refería, seguramente no habría ido a su casa con él. No obstante, no me arrepiento de nada, porque gracias a lo pasado que estaba, eché uno de los polvos más morbosos y guarros de mi vida.

Estuve tentado de sellar nuestro pequeño acuerdo con un beso, pero me apartó suavemente. En aquel momento llegué a la conclusión de que era un reprimido de cojones. Cosa que tampoco me importó mucho, pues lo único que pretendía era un rollo de una noche. Con lo que ni le haría de psicólogo, ni le tendría que pagar uno.

Le pegamos un par de tragos a nuestras copas y nos apuramos por salir de allí. Por la forma de actuar comprendí que ambos estábamos locos por empezar a meternos mano.

Tal como me dijo su casa estaba bastante cerca.  Nos subimos al ascensor y, tras el palo que me pegó en la barra del Ítaca, no quise hacerle ninguna carantoña, pues me dio la sensación de que no era mucho de besos y abrazos.

Fue marcar el número de su planta y se vino para mí. Tras meterme mano al paquete y comprobar que el tamaño de mi rabo se adaptaba a sus estándares. Se abrazó a mí y me metió la lengua hasta la campanilla. El sabor de sus labios me dejó claro que iba un poquito mamao, cosa que me dio igual cuando le metí mano al culo y comprobé lo duro que lo tenía.

Vivía en la tercera planta, por lo que el apasionado muerdo duró un poco más de lo previsto. Salió del ascensor sigiloso, miró para un lado y otro, como si esperara que a las tres de la mañana hubiera alguien esperando que él pasara con su ligue nocturno, cuando no vio a nadie (cosa que era de lo más lógico), me hizo una señal para que lo siguiera.

Entramos en su piso. Bastante pequeño, con mobiliario caro y una sofisticada decoración. El salón de la casa parecía una especie de exposición que se le enseña a las visitas, para que alaben tu buen gusto. A pesar de lo caliente que iba y de las ganas que tenía de comerse mi rabo, no desaprovecho para preguntarme:

—¿Qué te parece donde vivo?

—No está mal —Le dije con cierta desgana, dejándole claro que me la traía floja y que mi único interés en él era cepillármelo.

Me volvió otra vez a meter la lengua, esta vez no solo acarició mi polla, sino que, tras quitarme el plumas y dejarlo sobre el sofá de cuero que había tras de mí, me desabrochó el cinturón y los botones del pantalón. Una vez me tuvo el cipote fuera, se agachó y comenzó a lamerlo.

—¡Joder, que buen pollón y qué duro lo tienes! —Me dijo mientras lo acariciaba y lo contemplaba como si fuera el nabo más grande que hubiera visto en su vida.

Estéticamente lo que más llama la atención de mi rabo es su capullo grande y una vena ancha que recorre todo el tronco, algo que pone a mil a mis esporádicos amantes. En cuanto a su tamaño, no estoy mal despachado, pero tampoco tengo una polla de película porno.  Lo justo para que, aquellos a quienes me follo, se queden satisfecho, sin necesidad de que les reviente el culo. Eso sí, se me pone bastante, bastante dura y eso los vuelve locos de gusto.

Albert demostró saber mamarla muy bien, tras chuparme suavemente la cabeza, se la trago casi entera y estuvo así, dale que te pego, durante unos minutos.

Mientras devoraba mi rabo, de vez en cuando, volvía la mirada para arriba y sus ojos verdes buscaban los míos. Aunque el tío ya no volvería a cumplir los treinta, tenía unos rasgos muy juveniles que le proporcionaban un morboso aspecto infantil. Parecía un niño bueno que acaba de hacer una trastada.

A pesar de que mi único interés con él pasaba por petarle el culo. Tampoco me parecía correcto ser tan egoísta y no hacerlo disfrutar a él del mismo modo. Así que le pedí que se incorporara.

Para mi sorpresa, cuando le metí mano al paquete, descubrí que no estaba empalmado lo más mínimo. Algo que lo incomodo bastante, hizo un gesto con la mano y me dijo:

—Espera un momento.

Lo vi entrar en lo que parecía ser su dormitorio, una vez allí me hizo una señal con la mano para que lo siguiera.

La habitación era pequeña, pero con el suficiente espacio para una cama doble, una cómoda de tres cajones, una mesita de noche  y un armario empotrado en la pared con una enorme luna donde se podía ver perfectamente todo lo que ocurría en la habitación.

Albert estaba sentado en el filo de la cama, junto a la mesita de noche. Sobre esta había una bandejita de plata, sobre la que vi cómo volcaba el contenido que había en un trozo de papel. No había que ser muy espabilao para darse cuenta que el catalán con carita de niño bueno, se estaba preparando una raya de coca.

—¿Quieres un tirito? —Me dijo con cierta dejadez.

Miré el recipiente plateado, sobre el había dos hilos de polvo blanco que me recordaban las líneas continuas de las carreteras.  Una carretera que sabía por experiencia que no te llevaba a ninguna parte, como mucho a perder el control de tus emociones.

Negué con la cabeza a su ofrecimiento. Algo que al catalán pareció traerle sin cuidado, pues cogió un pequeño rollito de cartón y tras meterse la suya, esnifó la que había preparado para mí.

Aquella actitud tan viciosa me recordó a Arturo, mi primer novio. En los últimos años, él también se había enganchado a todas estas mierdas y casi me empuja con él.  Verlo con la nariz empolvada me recordó todo aquello y me cortó el rollo mogollón, sin embargo estaba tan caliente que tenía claro que no me iría de allí hasta  no haber echado la última gota de leche.  

Albert preso de la alegría momentánea de la coca, se quitó la ropa de un modo compulsivo. Antes de que me quisiera dar cuenta se había quedado completamente desnudo. Se puso de rodillas sobre uno de los laterales de la cama y con una voz que rozaba el histerismo me dijo:

—¡Venga fóllame, cabrón!

Me dispuse a ir al salón, para buscar en mi chaquetón de plumas unos condones que traía.

—¿Dónde vas? —Me preguntó en un tono que me sonó muy desagradable.

—A coger unos preservativos. ¿No creerás que te la iba meter a pelo?

Hizo un mohín de desagrado y me respondió:

—Por supuesto que no, pero no hace falta que vayas al salón. Yo tengo aquí. Abre la puerta derecha del armario. En el primer cajón hay una caja de la marca que yo uso.

La antipatía de aquel engreído me cortaba mucho el rollo, no obstante a mi polla no parecía importarle su desagradable actitud y seguía igual de dura. Como hacerme una paja cuando volviera a casa no entraba en mis planes, opté por hacer lo que decía. Cuanto antes me corriera, antes me iría.

Para mi sorpresa, en aquel armario no había solo preservativos. Sobre una repisa encima de los cajones, se podían ver unos cuantos juguetes sexuales. Entre varias pollas de látex, se encontraba algo que llamó fuertemente mi atención: unas bolas chinas negras de al menos cinco centímetros de diámetro.

Con total desvergüenza las cogí y se las mostré al catalán, como pidiéndole permiso para jugar con ellas.

—Sí, pero cógete un bote de lubricante que hay en el cajón de los preservativos—Dijo tendiéndose sobre la cama y levantando las piernas hacia arriba, mostrándome provocativamente sus nalgas— Hace ya tiempo que no me follan y te va a costar un poco.

Meter aquellas enormes bolas por el ojete de Albert alimentó mi morbo cosa mala, mientras untaba la crema sobre la superficie de goma, el nabo se me puso tan duro que incluso me dolía un poco.

Coloque el juguete sexual en la entrada de aquel culo prieto que me tenía a mil por mil. Empujé para introducirla, a pesar de lo lubricado que estaba, costó algo de trabajo que entrara. Aun así, fue súper morboso ver cómo, poco a poco, fue devorando por completo la enorme bola.

Satisfecha mi curiosidad, hice el ademán de sacarla y sustituir el objeto de plástico por mi rabo.

—¿Qué haces? Ya que estás, méteme las cuatro.

—¿Te entran?

—Sí, no va a ser la primera vez que las tengo dentro.

Su descarada confesión me dejó claro que aquel tío, tras su apariencia de chaval de familia bien, escondía un vicioso de mucho cuidado.

Dejándome llevar por mis más oscuros instintos, procedí a hacer realidad los deseos de mi acompañante. La segunda bola no me dio más problemas que la primera. Antes de proceder con la tercera lo miré, por si le estaba haciendo daño. No sé si por los efectos de la coca o no, pero su cara me decía que se lo estaba pasando de puta madre.

Mientras le metía la tercera me empecé a tocar la polla. Aquello de rellenar su culo con aquel morboso juguete, me ponía cantidad, de buenas ganas me hubiera hecho un buen pajote y le habría echado la corrida en los muslos. Pero lo que realmente deseaba era penetrarlo, así que me contuve un poco y dejé de masturbarme.

La cuarta bola costó un poco, pero expandió su abdomen llenándolo de aire y lo que, en un principio, me parecía imposible se convirtió en realidad.

Busque los ojos verdes del catalán y estos parecían que se le iban a salir de las cuencas. Volví a tocarme el rabo, mi erección se volvía cada vez más insoportable. Como no estaba allí para hacer amiguitos, sin pedirle su opinión siquiera, procedí a sacar las bolas.

Ignoraba que lo más placentero de las bolas chinas era su extracción, si mientras las había tenido dentro había disfrutado una barbaridad, fue empezar a sacársela y ponerse a gemir como una perra en celo. 

Observé su ojete y parecía expandirse para dejar salir el juguete sexual, de un modo tal que me pareció propio de una película porno. Era más que obvio que el cabrón tenía el culo más que entrenado en estos menesteres, pues a pesar de que no puse excesivo cuidado, tampoco le produje ningún desgarro.

Con su culo dilatado como estaba, me puse un condón y me lo follé del tirón. No sé si después de haber tenido el enorme juguete sexual en su recto, fue capaz de notar mi nabo. Pero en aquel momento me importaba poco, había salido con la intención de follarme un culo y era lo que estaba haciendo. ¡Punto y pelota!

He de admitir que no fue ni de mis mejores polvos, ni de lo más largos. Estaba tan tremendamente cachondo por el mamoneo de las bolas chinas, que eyaculé antes de que me quisiera dar cuenta.

Miré la churra de mi acompañante, estaba tan pasado con todo lo que se había metido que no había empalmado en todo el rato, por lo que consideré que no se querría correr.

En el mismo momento que me comenzaba a vestir, me entro unas ganas enormes de orinar.

—¡Oye, Albert!¿Dónde está el baño? ¡Me meo como una perra!

El catalán que seguía todavía un poquito ido por las emociones de la noche, se levantó de la cama y se puso a caminar. Una vez salió del dormitorio, me hizo una vaga indicación con la mano hacia la derecha.

Incapaz de contener por más tiempo mis ganas de orinar, corrí hacia el baño. Mientras vaciaba el contenido de mi vejiga, y para mi sorpresa, el pijo catalán entró en el baño tras de mí.

En un principio, pensé que también tenía ganas de mear también, pero no fue así. Sin darme tiempo a reaccionar, se agachó al lado de la taza del wáter y metió la cabeza delante de mi polla, tragándose el chorro de orín como si fuera la más exquisita de la bebida.

Ver como el nauseabundo líquido empapaba su cara y su pelo, me pareció un espectáculo tan lamentable, como asqueroso.

Terminé de orinar, me vestí y salí de allí sin siquiera despedirme.  Estaba claro que los excesos son capaces de sacar lo peor de nosotros, pero en el caso de aquel tipo lo convertían en la más guarra de las putas. Una puta que poco o nada tenía que ver con la imagen de niño bien que vendía a los demás.

Aunque había disfrutado del polvo y lo de las bolas chinas me pareció súper morboso. Que el catalán perdiera tanto los papeles no me molo demasiado y mientras bajaba por el ascensor tenía más que claro que, a pesar de lo bueno que estaba, no volvería a repetir con él.

Continuará en: “La fiesta de las Coca-colas”.

Querido lector acabas de leer:

“Bolos, naranjas y bolas”

Episodio VII de “LA PLAYA DEL AMOR”

(Relato que es continuación de “"Dejándose llevar"  

Hola, si lees esto. Me gustaría que me dejaras un comentario o me enviaras un e-mail con lo que te ha parecido mi nueva aportación a la página. Es como únicamente los autores sabemos si el tiempo que le estamos dedicando a esto nos merece la pena, o no.

Si es la primera vez que entras en un relato mío y te has quedado con ganas de leer más, a primero de año publiqué una  Guía de lectura que te puede servir de ayuda para seguir las historias de forma cronológica.

Sin más preámbulos paso a responder a los dos comentaristas de “El libro de la vida sexual”: A vieri32: El libro, no sé si lo dije en el anterior relato, no tenía nada de científico y si de dogmático. En España la religión predominante era el Nacional Catolicismo y todo lo relacionado con el sexo era pecado. Se intentó que la gente “follara” según los cánones de la Iglesia.  Curiosamente lo que comentas de los diminutivos, aquí no tiene ese sentido de penica, que tú comentas. Sino que tiene un sentido cariñoso. Es más verás que en los relatos de los “grandes”, también puedo usar lo de “Marianito”, “Guillermito” etc según qué contexto. Los “101 dálmatas” son más viejos y Pepito es muy grande para que Gertru le lea libros, los lee el sólo (aunque de momento solo lee comics); A Pepitoyfrancisquito: Hay que ver cómo somos los sevillanos en el anterior relato estábamos hablando de los pasos y en este estamos hablando de la botella de Tío Pepe. Eso sí, somos como los de la raza calé, no la hemos liado en la Semana Santa, pues parece que hemos podido evitar las carreritas, pero en la Feria hemos tenido una lucha obrera y un caballo muerto de “jaaambreee”. Nada más, que si no tenéis ganas de ir a la Feria se podéis pasar por el Tabernia, allí seguro que os reciben con los brazos abiertos.

El próximo relato que publicaré, será en la categoría Bisexuales, será otro episodio más de “Follar en tiempos revueltos” llevará como título “Antonio y la extraña pareja”. No aparece Iván, pero prometo no defraudar.

 

Hasta la próxima. Disfrutad de las cosas buenas de la vida, que las malas son muy traicioneras.

 

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Pequeños descuidos.

La sombra de una duda.

Mis problemas con JJ.

Unos condones en la guantera.

La voz dormida.

Follando con mi amigo casado.

Si pudieras leer mi mente.

Bésame, como si el mundo se acabara después.

Si yo tuviera una escoba.

Guía de lectura primer semestre dos mil catorce.

¡Cuidado con Paloma!

La lista de Schindler.

Nos sobran los motivos.

La masticación del tito Paco.

Viviendo deprisa.

El blues del autobús.

¿Y cómo es él?

¡Voy a por ti!

Celebrando la victoria.

Lo estás haciendo muy bien.

Vivir al Este del Edén.

Hay una cosa que te quiero decir.

Entre dos tierras.

Felicitación Navideña.

37 grados.

El más dulce de los tabúes.

Desvirgado por sus primos gemelos

Las pajas en el pajar

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur.

Tiritas pa este corazón partio

Valió la pena

1,4,3,2.

Sexo en Galicia: Comer, beber, follar....

¡Se nos va!

En los vestuarios.

Lo imposible

Celebrando la victoria

La procesión va por dentro.

El guardaespaldas

El buen gourmet

Mariano en el país de las maravillas.

Tu entrenador quiere romperte el culo(E)

Retozando Entre Machos.

Culos hambrientos para pollas duras

La excursión campestre

¡No es lo que parece!

Mi primera vez (E)

Vida de este chico.

Follando con mi amigo casado y el del ADSL? (R)

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón

Trío en la sauna.

Nunca fuimos ángeles

Desvirgado por sus primos gemelos (E)

Como la comida rápida

La misión

Follando con mi amigo casado

La churra del Genaro

Uno de los nuestros

Sexo en Galicia: Tarde de sauna (R)

2 pollas para mi culo

El cazador.

Los albañiles.

Jugando a los médicos.

Algo para recordar

Mis dos primeras veces con Ramón (E)

A propósito de Enrique.

Guia de lectura y alguna que otra cosita más.

Culos hambrientos para pollas duras

Celebrando la derrota

En los vestuarios (E)

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (Epilogo)

No quiero extrañar nada.

Punta Candor siempre llama dos veces.

4,3,2,1....

2 pollas para mi culo

Adivina quién, se ha vuelto a quedar sin ADSL

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón (R)

El MUNDO se EQUIVOCA

Historias de un follador enamoradizo.

Living la vida loca

Sexo en galicia con dos heteros (R)

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Comer, beber... charlar.

Los albañiles.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Regreso al pasado

Follando con mi amigo casado (R)

“.... y unos osos montañeses)”

El padrino

... Bubú.....

El blues del autobús (Versión 2.0)

El parque de Yellowstone (Yogui,....)

After siesta

Sexo, viagra y ... (2ª parte) y última

Before siesta

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (1ª parte)

El bosque de Sherwood

El buen gourmet

Como la comida rápida

Pequeños descuidos

¨La lista de Schindler¨

El blues del autobús

Celebrando el partido