Los descubrimientos de Pepito
Octavo episodio : “Adiós Francisquito, adiós”
(Este relato es continuación de “La masticación del tito paco.”)
Debido a que su tío Demetrio ha fallecido, Pepito ha ido unos días a casa de su primo Francisquito. Lleva tres días en casa de sus tíos y se lo está pasando “chachipiruli”, no sólo ha visto las procesiones de Semana Santa del pueblo de su primo, también ha estado en el Burguer del McChaparral y lo mejor, es la de cosas que ha aprendido: ha visto aplicar a sus primos gemelos el tratamiento sesenta y nueve, como su tío Paco jugaba a eso de la “masticación”… Si por ya saber sabe hasta lo que son las pajas (aunque esto último no le ha hecho mucha gracia, y le ha resultado asquerosísimo).
Se lo está pasando tan bien que ni se acuerda de su familia, con la que irremediablemente debe de volver.
Entré en la habitación y de repente me sentí muy triste. Era el último día que dormiría en aquella cama, la última noche que aquel angelito de la cabecera velaría mi sueño… Mañana después de comer regresaba a casa y no tenía ningunas ganas de volver. Aunque echaba de menos a mi padre, a mi madre, a mi hermana Gertrudis…Incluso a mi hermano Juan, ¡con lo pesado que era! Seguro que nada más verme, cogía y me tiraba de las patillas ¡Ofu, qué coraje me daba!
Me estaba terminando de poner el pijama y, en eso, llegó mi primito que venía de lavarse los dientes, por la forma de moverse y acercarse a mí supe que tenía algo importantísimo que contarme. Lo miré expectante, tras sentarse en la cama de enfrente, puso su mejor cara de pillín y me dijo:
—Pepito, cómo mañana es tu último día en la granja, he pensado que podemos hacer algo especial.
—¿Qué? —dije sabiendo que nada que me pudiera contar o hacer me podría quitar la pena tan grande que tenía por dentro.
—Podemos jugar al “scalextric”
Scalextric fue escuchar la palabra y la “pena tan grande” desapareció por completo. Se me iluminaron los ojos y me sentía el niño más feliz del universo mundial. Scalextric un juguete con el que todo los niños soñaban y muy pocos llegaban a tenerlo. De mi pueblo solo lo tenían dos: el Carlitos, el hijo del carnicero, y el Rafita(¡cómo no!). Yo jamás de los jamases había jugado con uno y mi primo me estaba diciendo que al día siguiente podría hacerlo. Si no hubiera estado tan cansado, me hubiera puesto a dar saltos de alegría. ¿Era o no era Francisquito, el primo más guay del mundo?
—Mañana —prosiguió mi primo al comprobar que había captado mi atención por completo — cuando volvamos de misa, le pediré a los gemelos que me lo bajen del desván. Seguro que si no tienen nada que hacer hasta nos ayudan a montarlo y todo.
Me contó que tenía cuatro coches, porque a veces su padre se ponía a jugar con ellos. Bueno, eso cuando Matildita no insistía en hacerlo ella, con lo que la partida se iba al traste.
—¿Francisquito? —dije con un pequeño hilito de voz.
—¿Qué te pasa ahora Pepito? —mi primo al ver que a pesar de lo del Scalextric seguía triste, pareció que se enfadaba un poco y todo.
—¿A quién quieres más a Matildita o a mí?
Mi primito se quedó mirándome extrañado por lo inapropiado de la pregunta.
—Son dos quereres distintos. Tú eres mi primo favorito y ella es mi hermana — me contestó en plan salomónico —. ¿Y a qué viene eso ahora?
—Es que he tenido una idea. —dije titubeante, sospechando que lo que iba a contar no le iba a gustar ni un pelo.
—¿Una idea? —Francisquito puso una sus caras raras, de esas que ponía cuando se temía lo peor.
—Sí, he pensado que tu hermana sea tu prima y yo sea tu hermano. Ella se va a vivir con mi madre, que estará encantada con todo lo estudiosa y finolis que es, y yo me vengo a vivir con vosotros… ¡Hasta puedo ayudar a los gemelos en el campo!
Mi primito hizo unos extraños mohines y tras quedarse unos segundos pensando, tal como si fuera una persona mayor, me dijo:
—Eso no se puede hacer, los hermanos son hermanos para toda la vida no se pueden cambiar así como así —aunque mientras me dijo esto estaba muy serio, al final no pudo reprimir una sonrisa a la vez que decía —.Pero si se pudiera, ¡estaría la mar de chuli !
Aunque yo sabía que lo que había propuesto era imposible y que no podría ser jamás de los jamases. Fue escuchar que a mi primo le parecía chachi, y una alegría requetegrande empezó a saltar en mi barriga.
—Tú lo que tienes que hacer — continuó hablando muy decidido —, es decirle a tu madre que te traiga para acá de vez en cuando… Mi padre y mi madre no van a poner problema alguno, al contrario… Dicen que no doy ruio ninguno cuando tú estás en la granja conmigo.
—La verdad es que estaría guay del Paraguay que me dieran permiso para venir. Pero no sé yo, ya sabes lo marimandona que es mi mamá…
—Será cuestión de preguntárselo —dijo animosamente mi primito.
—Pues sí —le respondí, no muy convencido.
Como estábamos muy cansado nos metimos en la cama, por los ronquidos que daba, me di cuenta que Francisquito se quedó dormido en un santiamén, yo, ilusionado como estaba con lo del Scalextric, me puse a pensar en lo guay que sería jugar con el circuito de coches, lo bien que lo iba a pasar con mis primos y me dormí también.
¡Y aquí están de nuevo!: el más osado grupo de pilotos de carreras del mundo en sus autos locos, compitiendo en las carreras más peligrosamente divertidas de la historia. Ya se acercan a la línea de salida, en primer lugar viene Fernando Bello en su auto Superheterodino, le sigue Facu y Blanquita en el Pajaswagen , Juanito Pesadez en el Súper chatarra Special en tercer lugar, en cuarto la antigualla blindada guiada por Rafita y sus pandilleros ¡hay va ese súper cerebro el profesor Francisquitovick en su auto convertible!, y ahí está el guapísimo Pepito Glamour, el encantador rey del volante, le siguen los hermanos Macana: Antoñín y Richard, detrás de ellos viene el “gitanomovil” y en seguida el Stuka Rakuda del Barón Ernesto Fritz , con el número ocho el Butaneromovil Veloz con Genaro y la viuda revanchista, ¡Oh!, y ahora se acerca el súper Ferrari conducido por ese par de malosos: Matilda Nodoyuna y su diabólico perro Trastán…Se preparan para la salida y arrancan… ¿Qué los detiene?.. ¡Cielos, han sido encadenados a un poste por la villana Matilda Nodoyuna! Se olvida quitar la marcha atrás y… ¡Cataplof!
Ahora así, ¡arrancan los loquísimos autos locos!
Me desperté (¡Había tenido un sueño chachipiruli!) tenía la garganta seca y ganas de hacer pipí, cómo en la parte alta de la casa había un baño y no me aguantaba más las ganas, decidí orinar primero.
Me dirigía a la planta baja a por un vaso de agua cuando vi que en la habitación de los gemelos había luz… ¿Estarían jugando a los médicos? Pensando que los podía pillar tomándose la temperatura, o cualquiera de esas cosas de mayores que hacían mis primos, me puse mi mejor traje de Pepito Bond y me acerqué silencioso como un tuareg del desierto.
A través de la rendija de la puerta vi que aunque solo llevaban puestos los calzoncillos, no se estaban dando besitos de película que es lo que suelen hacer antes de ponerse a jugar. Lo único que hacían es charlar y por el tono de la conversación debía ser algo importante (seguramente de negocios), pues estaban muy, muy serios.
—No entiendo por qué te has enfadado… Llevamos meses hablándolo y es lo mejor —nunca había visto a Fernando con el ceño tan fruncido y se me hacía raro verlo hablar sin sonreír. ¡Era tan simpático!
—Sí, ya lo sé… Pero del dicho al hecho… — la voz de Ernesto parecía que no le salía del cuerpo, como si quisiera ponerse a llorar de un momento a otro.
—Lo tenemos que hacer y lo sabes —Fernando se sentó junto a su hermano y le echó el brazo sobre los hombros y su hermano refugió la cabeza en su pecho. ¡Qué bonito, cuánto se querían estos dos primos míos!
No sé qué tiempo permaneció Ernesto con el rostro pegado al tórax de su hermano, pero tuvo que ser bastante pues hasta me empecé a aburrir y todo. Al despegar la cabeza, pude ver que tenía los ojos rojos como si hubiera estado llorando. Fernando lo cogió por la barbilla y le dio un beso muy cortito, como si se tratara de un pájarito que le diera de comer a su cría.
—Pero es que… no puedo soportar ver cómo le coges la mano… o le echa el brazo por los hombros. —aunque intentaba hacerse el duro, Ernesto no podía disimular su llanto y hablaba entrecortadamente y entre gemidos. Algo muy gordo le debía pasar.
Como no quería quedarme con la intrigulis seguí agazapado en mi escondite, aguantando hasta la respiración para que no se dieran cuenta de mi presencia.
—No podemos hacer otra cosa… y lo sabes. —a la vez que decía esto acariciaba la cabeza de su hermano, que descansaba levemente sobre sus hombros.
—Sí, pero eso no quiere decir que me haga ninguna gracia. ¡Ni chispa…! —No sé si me lo pareció a mí pero nunca había visto a mi primo Ernesto tan enfadado y a la vez tan dolido.
—Si he empezado a salir con la Marta es porque es la única manera de evitar que la gente empiece a murmurar, que vamos teniendo una edad y el que no tengamos novia empieza a ser sospechoso…
—Pero, ¿la quieres?
—No y lo sabes. Me repugna tanto como a ti tener que reírle las gracias y soportar su interminable conversación. Si darle la mano me gusta poco, no veas cuando tengo que darle un beso para despedirme, ¡qué se refriega más que una gata mansa!
Ahora fue Ernesto el que dio un beso cortito a su hermano, aunque seguía con los ojos llorosos parecía que estaba menos triste.
—¡Esta vida es una mierda! —Sentenció Ernesto— No sé porque lo nuestro está mal… ¿Hacemos daño a alguien?
—A nadie hermano, pero si esto se supiera madre no lo soportaría…
—Sí, fue lo que nos dijo padre. Él sí ha sabido entenderlo.
—¡Cómo para no entenderlo! —sonrió Fernando de la misma manera que yo cuando hago una trastada y para que no me riñan.
Los dos hermanos se cogieron las manos y se volvieron a dar otro beso, esta vez fue en pelín más largo.
—¿Entonces qué hay sobre lo que hemos hablado?
Ernesto ante la pregunta de su hermano, se quedó pensativo un momentín, miró a Fernando fijamente, no sé lo que vio en los ojos de este pero lo volvió a besar…Esta vez fue un pedazo beso, ¡de los que salen en las películas!
No sé porque, pero me daba en la nariz, que a pesar de que estaban haciendo el boca a boca, no iban a terminar jugando a los médicos. Estaba a punto de marcharme con viento fresco, cuando Ernesto le dijo algo a Fernando que llegué a comprender tan poquísimo, que me dejo patidifuso.
—Sí, voy a hacer lo que me has dicho. Voy a ennoviarme con la prima de la Marta. ¿No es lo que quieres?
—No es lo que quiero, pero es la única solución para que nunca sospechen lo nuestro. Además recuerda, aunque nos casemos, tengamos muchos hijos y pase lo que pase nunca dejaré de quererte. Pues esto que hacemos no es malo ni mucho menos, somos hermanos y nos queremos como tal… ¿Por qué es tan difícil ser feliz?
¡Jo!, con el primo Fernando. Se puso tan serio que en vez de estar hablando con su hermano, parecía que estuviera diciendo la lección de ciencia al profe y de ser así, la tenía que haber dicho muy bien porque Ernesto le estaba dando su premio: otro beso de película, este era de los largos, de los que el muchacho y la muchacha se dan antes de que el salga el “The end”.
Cómo la sed no se me quitaba y aquellos dos no se decidían a jugar a los médicos, con el sigilo de un leopardo abandoné mi escondite y me dirigí a la cocina.
Dos vasos de agua después me volví al dormitorio, al pasar por la habitación de los gemelos la luz estaba apagada. Llevaba razón yo en que no iban a jugar a los médicos ni nada por el estilo. “¡Si es que desde que me junto con mi primo Francisquito, soy casi tan listo como él!” —pensé.
Me metí en la cama sin hacer ruido, para no despertar a mi primito favorito y sin siquiera contar ovejitas (¡Puaff, que asco!), me quede dormido otra vez.
… la perversa Matilda Nodoyuna, ayudada por su fiel Trastán había cambiado las señales de indicación lo que hizo que todos los demás corredores tomaran una dirección falsa. Todos a excepción de Pepito Glamour y Fernando Bello quienes le llevaban bastante delantera. El Compactpussycat y el Superheterodino habían conseguido dejar atrás al SuperFerrari de Matilda. Pero la gordita niña en su perversidad tenía previsto todo y días antes había colocado un foso lleno de cocodrilos, al que caería irremediablemente Pepito Glamour si su primo Fernando, no lo evitaba…
—¡Pepito! ¡Pepito! —La voz de mi primo me sacó por completo de mi sueño con los autos locos.—¡Despierta, que tenemos que ir a misa!
“Misa”, ¡qué poco me gustaba aquella palabra! Lo único bueno que tenía ir a la iglesia era que te ponían guapo y si mamá tenía tiempo hasta me peinaba con fijador y todo. Lo malo era el rollazo que era escuchar al cura durante más de una hora y no sé qué era peor, cuando se ponía a decir aquellos de “Hijos míos por aquí e hijos míos por allá” o cuando se ponía a leer los evangelios esos de la Biblia (¡yo no me enteraba ni papa!).
Lo que más me fastidiaban eran las retahílas del párroco, de vez en cuando se paraba y esperaba que el público de la misa le respondiera, normalmente eran cosas como “Amén”, “Te alabamos señor” y cosas por el estilo. Como yo no me lo sabía muy bien, lo que hacía era mover los labios solamente (es lo que dice mi hermano Juan que hacen los cantantes en la tele).
Si el saberse la respuesta a lo que preguntaba el cura me salía mal, de los cantos y los rezos ya ni hablamos. Aquí por mucho que abriera la boca y la cerrara, mi madre se daba cuenta de que no lo estaba haciendo bien y me ganaba una reprimenda. ¡Anda que no me he pasado tardes de domingo estudiándome el “Ave María” y el “Padre Nuestro” ese! Todo para nada, porque después no me acordaba. Mi madre decía que es porque no ponía el más mínimo interés, porque de torpe no tenía un pelo.
La parte más guay de la misa era cuando el sacerdote decía: “Podéis ir en Paz” y todos nosotros contestamos: “Demos gracias a Dios”. Al ratito cortito, todo el mundo se iba.
Si algo tenía claro entonces, era que cuando fuera mayor sería ateo como mi hermana Gertrudis y es que llevaba toda la razón del mundo cuando decía cosas como: « ¿De qué sirve ir a misa el domingo, si durante la semana nos olvidamos de que Dios existe y nos dedicamos a fastidiar al prójimo más que a uno mismo? ». Y siempre, para rematar la faena, hablaba de la vieja dueña de la fábrica del pueblo: « Nada más tenéis que ver a la Señora Eulalia, toda la semana poniéndole el píe en el cuello a sus trabajadores y cuando llega el Domingo se acuerda de que tiene que ser buena y se va a misa ¡Menos golpes en el pecho y máshumanidad! ». Siempre que soltaba aquello mi madre miraba al techo y decia: “¿Dios mío, qué habré hecho yo, para que me salga una hija tan ye-ye?” Mi hermana se reía por lo bajini y fin de la discusión.
Pese a que no me gustaba ir a la iglesia a escuchar los sermones de un cura, ir con mis tíos era toda una novedad y hasta me daba un poco de curiosidad saber cómo serían la ceremonias en su pueblo.
Desayunamos, nos duchamos, nos vestimos y nos pusimos guapos para ir al pueblo a la misa de las diez. ¡Qué guapa estaba mi tía Enriqueta cuando se arreglaba! ¿A quién salía Matildita? Quien por cierto, estaba horrible con todo lo que le pusieran. ¡Y es que la mona aunque se vista de seda, gorda y fea se queda!
El cura del pueblo de mis primos todavía charlaba más que el de mío, no paraba de dar consejos sobre el camino a seguir y sobre las cosas que nos hacían buenos cristianos. Observé a la familia de mis tíos y, hasta Matildita, estaban muy pendientes de todo lo que decía el sacerdote. Por un momento pensé que si no hacía lo mismo que ellos iría al infierno y me dio tanto miedo que clavé los ojos en el párroco (Aunque seguía sin enterarme de la misa la media).
Ya de vuelta a la granja, Francisquito me dijo muy, muy en secreto (Para que no se enterara su hermanita):
—He hablado con Fernando de lo que te dije. — supuse que “lo que te dije” era lo del Scalextric.
—¿Y qué? —dije temiéndome lo peor.
—Que sí. ¡Nos van ayudar a montarlo y todo! ¡Nos lo vamos a pasar chachipiruli! —al decir esto mi primito sonrió hasta con los ojos.
Tardamos un buen rato en montar el circuito, pero mereció la pena. ¡Un Scalextric era el juego más guay del universo mundial! Era tan chuli que hasta los gemelos se pusieron a jugar con nosotros.
Las carreras siempre la ganaban Fernando o Ernesto, Francisquito ocupaba la tercera posición y yo, como era la primera vez que jugaba, siempre llegaba el último a la meta y la verdad es que hasta me enfadé un poquito. Menos mal que mi primo Ernesto me dijo:
—No te preocupes Pepito, en este juego lo importante no es ganar sino participar.
Me quede mirando al bueno de mi primo y mostrándole la mejor de mis sonrisas le respondí:
—¡Pues a mí a participar no hay quien me gane!
Cuando estábamos en lo más emocionante de la partida, llegó mi tía Enriqueta con la insufrible de mi primita, por su gesto parecía que había estado llorando, pero de mentirijillas. ¡Qué papelona estaba hecha!
—Fernando, la niña quiere jugar…—dijo mi tita con un tono que dejaba claro que aquello no estaba abierto a discusión.
Poco después la grosera de Matildita ocupaba el sitio del pobre Ernesto, apretó fuertemente el mando de control remoto entre sus manos (no vaya a ser que se lo fueran a quitar) y con su peor voz de villana de cuento, dijo:
—¿Por qué no se quita de jugar Pepito, él no es de la casa?
Normalmente le hubiera sacado la lengua o algo por el estilo pero como por una vez llevaba razón, me callé.
—¡A que todavía te vas a venir a la casa conmigo, so egoísta! —la que así hablaba era mi tía Enriqueta, quien se había enfadado bastante ante el comentario de la niñita—El Scalextric se ha bajado del desván hoy para que el primito juegue con él, así que ya sabes, o te comportas como Dios manda o te vienes conmigo.
¡Jolines, no me lo podía creer! Mi tita regañando a su hija preferida para defenderme a mí. A que iba a ser verdad aquello que decía Francisquito de que su madre me quería mucho.
Ante la reprimenda de su madre, Matilda Nodoyuna frunció el ceño y se cayó pero para mí, que seguía pensando lo mismo: que quien debía soltar su mando era yo y no Ernesto.
Pero si alguno bueno tuvo la incorporación de la impertinente niña fue que ya no era yo el que quedaba el último, porque participar estaba bien, pero no perder era muchísimo más guay. Estuvimos jugando hasta la hora de comer, le cogí tanto el tranquillo que hasta quede campeón en una vuelta y todo.
Después de comer y aprovechando que mi tito Paco se iba a echar un rato la siesta, Francisquito y yo nos dedicamos a lo que más nos gusta: enredar.
Tras estar un buen rato disparándonos con nuestros M-16 decidimos sentarnos en el árbol que estaba frente a la casa. Un buen número de círculos en el suelo después, mi primo me hizo una pregunta de esas que se saben de antemano la respuesta:
—¿Francisquito tú a has visto una revista de tías en bolas alguna vez?
—No —contesté no sabiendo muy bien porque me decía aquello— ¿ Y tú?
—Sí, la que el Facu guarda en el hueco del pajar. ¿Quieres verla?
Por un momento me vi entre la espada y la pared, por un lado no me apetecía ver la revista pues me acordaba lo de las “pajas” del Facu y por otro, no quería hacerle el feo a mi primito, máxime cuando sabe Dios hasta cuando no lo volvería a ver otra vez. Así que sin pensármelo más le dije:
—Sí, pero nada de pajas, ¿okey?
—Okey —contestó mi primo riéndose.
Volvimos a meternos por el mismo hueco que la primera vez y una vez dentro del pajar, mi primo se fue directito para el sitio donde el pastor guardaba la revista cochina. He de reconocer que aunque lo estaba haciendo por contentar a Francisquito, tenía un montón de nervios en la tripita, igualito, igualito que cuando me comía las galletas sin que mi madre lo supiera.
Nos sentamos sobre un fajo de paja, mi primo se puso la revista en su regazo y comenzó a pasar las páginas. Las primeras páginas eran de muchas letras y muy pequeñas, para mí que eran como anuncios pues únicamente pude ver unas braguitas y unas churrinas de goma, pues Francisquito, que parecía que se la conocía de memoria, las pasó muy deprisa.
Abrió la revista por una parte en la que había una mujer peinada como la Sue Ellen de Dallas, en las primeras fotos salía vestida con un vestido rojo muy apretado y en cada foto aparecía con una prenda menos hasta que se quedé en bolas por completo. Aunque yo había visto mujeres desnudas antes (la más reciente la viuda Carmela), me llamó la atención los grandes pechos de la mujer y lo grande que tenía el botón del centro. Las tetas eran tan enormes que la señora se las tenía que levantar con las dos manos para que no se le cayera. ¡Sí hasta había una foto en el que la mujer se daba con la lengua y todo en uno de los botones!
Lo que menos me gustó fue las fotos en las que la mujer se abría de piernas y enseñaba el tete al completo, la muy cochina en algunas fotos se lo ensanchaba más con los dedos para que se viera mejor lo que había dentro. La parte interna del chochete de aquella mujer me recordaba a cuando mi madre partía por la mitad la pechuga de los pollos para hacer filetes y es que si no fuera por el bichito que tenía su cosita en el centro, era igualito. Para mí que tuve que poner una cara de lo más rara, pues mi primito, sospechando la respuesta, ni siquiera me preguntó si me estaba gustando.
La verdad es que la revista era requeteaburrida, todos eran mujeres muy bien peinadas y maquilladas, que terminaban quedándose en cueros poquito a poco y al final, como siempre, hacían lo de abrirse de piernas y enseñar el bicho. ¡Qué asco! Era tan aburrida como las que compraba mi hermana de moda, mucha gente guapa una detrás de otra, pero no pasaba nada.
Ya estábamos a punto de terminar de ver todas las páginas al completo, cuando llegamos a una parte que me gustó más, pues era como un comic pero sin letras. En la primera foto se veía un hombre vestido de camarero con el pelo como el Camilo Sesto, quien le servía una copa a una mujer que estaba sentada en una mesa, era una rubia muy guapa, se parecía a la Jill de los Ángeles de Charlie, hasta estaba peinada como ella y todo.
Tras charlar un rato (no sé de qué), la mujer se levantaba y le daba un beso de película. La siguiente foto ya no tenía el vestido puesto y estaba en bragas y sujetador. En la siguiente, estaba en bolas y le tomaba la temperatura al hombre. No sé si porque la foto tenía aumento o algo por el estilo, pero a mí me pareció que la cosota del hombre era tamaño morcón.
Había diversas fotos haciendo todas y cada una de las cosas que se hacen cuando se juega a los médicos, pero como era un hombre y una mujer, estaba claro que aquello era un acto impuro (¡Hay que ver lo listo que me estaba poniendo gracias a mi primo Francisquito!) Al observar la cara de los dos protagonistas de la fotonovela, me dio la sensación de que el hombre cuando hacia aquello ponía cara de estar enfadado y la mujer cara de estar tomando el sol. Como no lo tenía muy claro si aquello era en verdad así o era porque todo era de mentirijillas, ni corto ni perezoso, se lo pregunté a Francisquito:
—¿Tú sabes porque ponen esa cara tan rara?
Mi primo me miró extrañado, guardó silencio un momento como si buscará la respuesta en su cerebro y me dijo:
—No es tan rara, si te fijas bien él pone la misma cara que ponen mis hermanos al jugar a los médicos y ella, como es mujer y presumida, no hace mohines para que no le salgan arrugas.
—¡Ah!
En las últimas páginas de la revista venía lo más guay, se veía el hombre haciendo el acto impuro con la mujer sentada sobre él y, cuando ya se cansaron de jugar al caballito, la mujer se agachó y volvió a tomarle la temperatura. Aquello me pareció la mar de raro, porque el Genaro y la viuda, cuando los vi jugar, fue lo primero que hicieron. Lo mismo con este juego de los “actos impuros” pasaba como con el de la oca, que según el número del dado que te saliera, te tocaba hacer una cosa u otra.
La última imagen era bastante cochina, el hombre le había echado un montón de virus en la cara, en el pelo y en la boca a la mujer. Ella en vez de enfadarse por estropearle el peinado, sacaba la lengua enseñando los bichos blancos. Si para mí que hasta se había puesto contenta. Lo que no debía saber, a mí me lo contó mi primo Francisquito, es que tragándose los gérmenes se podía poner malita. A los gemelos no les pasaba nada porque ellos, al ser hermanos, tenían la misma sangre y era como si se vacunaran.
Mi primo cerró la revista y se quedó mirando en espera de que yo le dijera algo. Como no sabía que decir, me quedé callado.
—¿No te ha gustado?
—Sí, —dije intentando disimular lo contrario—pero es que estoy un poquillo triste porque me voy a tener que ir ya.
—No te pongas tan triste, que veras como vuelves pronto —al decir esto mi primito me sonrío con su mejor cara de granuja.
Guardó la revista en el mismo sitio que estaba, de manera que no pareciera que la hubieran tocado y nos fuimos para la casa. Una vez allí, la mamá de Francisquito nos dijo que su marido acababa de levantarse de la siesta y estaba pegándose una duchita. Mi tía me tenía preparada ya la maleta. ¡Qué pena más grande me entró por el cuerpo cuando la vi!
Cuando mi tito Paco salió de la ducha, Matildita se acercó a mí y me cogió la mano suavemente y me dio un besito en la mejilla; mi tía me pegó un abrazo y un beso muy fuerte; Ernesto me despeinó y puso su cara junto a la mía y me dijo: “¡Vuelve pronto campeón!”; Fernando me cogió en brazos y me dijo que no me pusiera tan triste que pronto estaría allí otra vez…Busqué a Francisquito pero este había desaparecido. “¿No sé iba a despedir de mí? “—pensé.
—¡Francisquito, que se va Pepito! — gritó mi tía.
—¡Un segundo que ya voy! —la voz de mi primo provenía de la planta de arriba y por como sonaba parecía que estaba corriendo.
Francisquito bajo las escaleras como el Correcaminos y cuando llegó a mí, abrió su mano y me dio lo que traía en ella: ¡Era su Mustang Torino amarillo, su coche preferido!
—¡Toma Pepito, para ti!
Me quedé mirando el coche fijamente, toda mi tristeza se había borrado de golpe: Mi primito me daba su mejor coche para mí y para siempre, pero tampoco quería yo que se quedara sin él.
—¿Y tú qué? ¿Con qué vas a jugar? —le dije con una voz que no era precisamente la alegría de la huerta.
—Yo tengo más, ¡no te preocupes!, pero como sé que ese es el que más te gusta…
Lo miré y sin decirnos nada, nos abrazamos el uno al otro (Si no salimos llorando era porque éramos unos valientes, ¡qué si no!)
Unos minutos después, tras despedirme de nuevo de todos. Mi tío Paco cogió la maleta y a mí de la mano y nos fuimos para el coche.
¡Qué buena gente era el padre de Francisquito! A él como toda las gentes mayores le gustaba Manolo Escobar, Marifé de Triana, Lola Flores y demás gente antigua, pero para que yo no me aburriera puso la radio y fui el niño con más suerte del mundo, porque la primera canción que salió fue la de la Rafaella Carra :
♫♫ Tuve muchas experiencias
Y he llegado a la conclusión
Que perdida la inocencia en el Sur se pasa mejor ♫♫
—¿Te gusta el coche, Pepito?
—Sí, es el coche más chulí del universo mundial. —mi tito al escuchar aquello sonrió, no sé si por que le hizo gracia lo que dije o porque era lo que hacía siempre.
De vuelta a casa, sin dejar de mirar a cada instante “mi” Mustang Torino Amarillo, me puse a pensar en todas las cosas que había descubierto aquel día:
1) Los hermanos y los padres son como los ojos, el cerebro y el corazón, son para toda la vida y no lo puedes cambiar.
2) Aunque participar estaba guay, ganar era mucho mejor.
3) Las revistas de tías en bola eran un rollo, solo se salvaba, y un poquito, la parte de los actos impuros.
4) Aunque la familia de mi tía Enriqueta no fueran mi familia de verdad, me querían como tal. Sí hasta me parecía que incluso hasta Matildita se había puesto un pelín triste cuando me vine.
Cuando llegamos a mi casa, mi madre y mi hermana Gertrudis salieron a recibirme. ¡Qué alegría me dio verlas! Todavía no había terminado de abrazar a mi madre, cuando mi Juanito y mi padre vinieron a verme. Aunque mi hermano hizo lo de siempre (tirarme de las patillas), ni siquiera me molestó mucho.
—¿Qué tal se ha portado el mozo? —le preguntó mi madre a mi tío como si yo fuera el hombre invisible.
—¡Estupendamente!—respondió mi tito con la mejor de sus sonrisas —Si hasta Francisquito ha dado menos ruido del habitual. La semana que viene no, porque tengo que hacer un porte a Francia, pero la siguiente vengo y me lo llevo para que esté allí con los primos.
—Lo prefiero —dijo mi madre a quien la pena por la muerte de mi tío Demetrio no se le iba de la cara—Así lo quito del peligro de la calle que pasan muchas cosas.
Continuara en” Mi mama no me mima”
Llegado este punto, es donde yo tras darle las gracias al lector por leerme le pregunto qué le ha parecido, ya sabes: comentarios, valoraciones, e-mails…
Si te ha gustado y te apetece conocer la historia desde el principio, hace poco publiqué una especie de guía que te puede ser de utilidad.
Como en este episodio hay muchos guiños que pueden que no se entiendan paso a explicar algunos:
En el sueño Pepito, cambia los personajes de la serie de dibujos animados "Los autos locos", por las personas de su entorno.
La vieja señora Eulalia a la que hace mención Gertrudis, no es un personaje que haya salido (ni que vaya a salir en la serie) y es un guiño, a aquellos lectores que leyeron mi primera participación en el ejercicio.
Sue Ellen, fue un personaje que interpreto la actriz Linda Gray en Dallas, una serie bastante popular a finales de los setenta y principio de los ochenta. Actualmente se ha hecho una especie de remake.
Camilo Sesto es un cantante de aquella época, del que los más jóvenes conocerán su éxito “Vivir así es morir de amor”.
El personaje de Jill de los Ángeles de Charlie, era el interpretado por la actriz Farrah Fawcett.
Seguro que hay más cosas que se me han pasado, pero para eso tenéis santawiki.
Sin más paso a agradecer los comentarios del anterior relato "Pequeños descuidos" : a hasret: El encuentro en la playa lo reeditaré a mediados de Octubre, hoy tocaba Pepito y dentro de unos diez días le tocará el turno a Ramón. Espero que te guste la variedad, una de los motivos por lo que tengo varias historias abiertas( aparte de no aburrirme escribiendo) es llegar a distintos públicos; a tragapollasmanchego: La continuación de la historia con el mecánico no va por ahí, pero (aunque no soy amigo de anticipar mucho lo que va a suceder) sospecho que la historia de Iván narrada por él (la publicaré en cuanto concluya la de Ramón) te va a gustar, pues aunque no exactamente es a lo que hace alusión, te has acercado mucho. Sospecho que el episodio de hoy no es de tus favoritos, el próximo me parece que no te va a desagradar; a Pepitoyfrancisquito: La idea al publicar los dos relatos juntos es que el lector tuviera un “mapa” más completo de la historia, es una cosa que aunque a algunos le pueda parecer repetitivo, tiene un buen curre. Es cierto y verdad que tengo la historia de “los caños” bastante parada, pero es que hasta que no termine la historia de Ramón no me gustaría tocarla, prefiero ir cerrando alguna puerta, antes de abrir otras. Si hiciera algún corto de mis historias, tened por seguro que sería de “Los descubrimientos de Pepito”. Eso sí, me temo que no podríais participar en él, por mucho que en “Salir de clase” salieran treintañeros haciendo de adolescentes; a Zoele: ¿No conocías el personaje de Iván? Pues junto con Ramón, de los más populares de mis personajes. En su momento hice una especie de votación y todo, para saber cuál de los dos gustaba más y traerlo de vuelta, el resultado fue un empate. Si algún día tienes un rato y te apetece echarle un vistazo al relato fruto de aquella encuesta, léete (si no lo conoces) “No es lo que parece” ¡No te va a defraudar! Y a mmj: Lo cierto es que tiene muchos añadidos nuevos, en su momento no pensaba hacer una historia tan extensa y muchos detalles que omití por no considerarlos importante, ahora con el tiempo he considerado agregarlos para hacer la historia más compacta. Me alegro que, a ti que los conoces, te estén gustando.
Sin más, me despido hasta aproximadamente diez días (poco más o poco menos) en el que volveré con un nuevo relato de “Historias de un follador enamoradizo”, protagonizado por Ramón y titulado “Perdiendo mi religión”. No me falten, que pienso pasar lista.