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¡No hay huevos!

en Bisexuales

Entro en el dormitorio de mi amigo,  un lugar acogedor como pocos,  pero que  en estos momentos no me transmite ninguna sensación agradable. Es traspasar la frontera de su puerta y una horrible angustia me atenaza. Lo que nos disponemos a hacer lo tengo más que asimilado, para mí es un paso que creí que nunca daría, para David el justo pago por perder una apuesta. No ayuda nada el frío muro de mutismo que se ha abierto entre los dos, como si no hubiera palabras que pudieran mitigar lo difícil que está siendo para ambos este momento.

De un modo mecánico, él se agacha y se pone de rodillas ante mí. Un tipo de sumisión que no creí me pudiera excitar, pero lo hace del modo más brutal.

Sus movimientos, a pesar de lo nervios propios de la situación, se me antojan meticulosamente calculados. Posa su mano en mi bragueta y, al comprobar la dureza que se esconde bajo la tela, no puede evitar mirarme sorprendido. Le respondo con una mirada evasiva e intento esconder lo que verdaderamente siento tras una fría expresión. Frunzo el ceño y dejo  que la mala consciencia, por lo que se dispone a obligar a hacerme, lo  siga acompañando durante este viaje hacia no sé dónde. ¿Conseguirá nuestra amistad superar algo así?

Me es fácil comprobar que mi vil estratagema ha conseguido su objetivo, pues la culpa que le invade es tan intensa que mi acompañante es incapaz de mirarme a la cara. Sin embargo, que no tenga valor de enfrentarse a mí, no quiere decir que desista en su empeño.

Como un autómata centra toda su atención  en el bulto  de mi entrepierna,  descorre la hebilla de mi correa y desabotona la bragueta. Acaricia con los dedos la protuberancia que  se esconde bajo la delgada tela de mi bóxer, aunque lo intenta disimular para que yo no me enoje, puedo ver como sus ojos se iluminan de satisfacción. Unos segundos después desnuda mi polla y comienza a masturbarme. Al no percibir ningún gesto de contrariedad por mi parte, echa un poco de crema lubricante en  la palma de su mano y  prosigue masajeando mi virilidad de un modo tan apasionado como impersonal.  

Una parte de mí se niega a aceptar que una mano es una mano, sea quien sea su dueño,  que una paja  siempre produce placer y  da igual que te la haga un hombre o una mujer. No obstante, otra parte de mí me empuja a que disfrute del momento, que  me deje de pamplinas y satisfaga esa curiosidad malsana que lleva latiendo en mi interior desde que descubrí que mi mejor amigo era gay.

Aunque intento, para bien o para mal, vivir el momento. Mi mente comienza a navegar entre los recuerdos recientes, concretamente en las circunstancias que se han rodeado para acabar en esta habitación, teniendo sexo con David.

Se puede decir que todo comenzó unas dos semanas antes.

Aquel jueves, como siempre, Tere, David y yo habíamos quedado para ir de marcha. Los “folladores incansables” nos autodenominamos,  como si nuestra excesiva promiscuidad fuera algo de lo que sentirnos orgullosos. Particularmente creo que ese apelativo  nuestro quedaba bien cuando todavía éramos unos veinteañeros descerebrados, pero ahora, que nos vamos acercando  a los treinta,  creo que entraña más soledad que placer. Pues si algo tengo claro, es que los tres estamos lejos de ser todo lo felices que nos gustaría.

Con el paso de los años, nos hemos terminado acostumbrado a vivir al límite, como si no hubiera un mañana. Juerga, desparrame y sexo por arrobas cada vez que se nos presenta la ocasión. Sin embargo, está claro que ese modo de vida tiene fecha de caducidad, pues el reloj biológico nunca se puede atrasar y los años siempre terminan pasando factura.

Los tres rozamos la treintena y ninguno ha conseguido perpetuar una pareja por largo tiempo, es más, cuando alguien nos ha importado realmente, hemos sido una especie de “Kleenex” en sus manos. ¿Es quizás por eso que cuando alguien se acerca demasiado, nos aterrorizamos y  le rehuimos como la peste? No lo puedo asegurar. El caso es que cada uno de nosotros  acumula alguna que otra relación rota en el desván de su pasado y ninguno salió de ella muy bien parado.

Tere nunca ha podido olvidar a Oscar, el cabrón del que se enamoró perdidamente y que al enterarse que la había dejado  que embarazada, se desentendió por completo de todo. Sola y con un futuro que se podía ver destrozado por la llegada de  un bebé, tomó la difícil decisión de abortar. Ella nunca comenta nada, ni se lamenta por ello,  pero aquello destrozó la imagen idílica que ella tenía de las relaciones de pareja y, aunque en esencia sigue siendo la misma, experimento una transformación de lo más radical.

De parecer una chica tímida y apocada, pasó a ser alguien introvertida tanto en su forma de actuar, de vestir, como de comportarse. De ser alguien que le gustaban las fiestas lo justo, pasó a hacer de la diversión el leitmotiv de su vida, como si intentara  apurar la vida al máximo.

En el aspecto sexual es donde más se le ha notado el cambio. Me parece mentira que la mojigata que iba con nosotros al instituto, se haya convertido en una tía que necesita del sexo en cantidades industriales. Aunque no se fía de los hombres, no puede vivir sin ellos y las relaciones de alcoba sin cariño, se han convertido para ella en una especie de droga.  

Luego está David, el chico que traía a las chavalas de calle, el más moderno y popular de la pandilla. Al que todo imitábamos y admirábamos en silencio… ¿Cómo pudo terminar siendo maricón?  Ya sé que debería ser políticamente correcto, educado y todo eso que se espera de la gente  civilizada como yo. Pero uno no asimila, de la noche a la mañana, que su mejor amigo sea un muerde almohadas o un sopla nucas según se tercie. Pese a que mi trato con él no varío, mi percepción de él y su forma de vida si lo hizo. Intenté empatizar y comprender sus emociones,  hasta tal punto que nació en mí cierta curiosidad por experimentar esa variedad sexual. Una curiosidad a la que nunca tuve cojones de satisfacerla.

En su caso, quien destrozó cualquier ilusión romántica que pudiera esperar de la vida,  fue un tío casado que le hizo creer que lo amaba, pero no tuvo los suficientes redaños para dejar a su familia y plantearse un futuro con él. Jugó con sus sentimientos de la forma más egoísta y lo uso sexualmente como un Kleenex.

Desde entonces, la promiscuidad ha sido su tarjeta de presentación y el sexo con desconocidos su forma de vida. Ni da teléfonos, ni repite con nadie y huye de cualquier práctica social que posibilite crear vínculos afectivos con sus esporádicos amantes.

No se puede decir que mi historia sea muy distinta a la de ellos. Me enamoré de quien no debía y dejé que ella me tratara como un pelele. ¿Qué me llevo a liarme con una chica que tenía ya novio? ¿Cómo pensé que iba a dejar a un tío con una posición social tan buena  por alguien como yo? Alguien que  únicamente aspiraba  a ganar el suficiente dinero para  poder llevar una  vida más o menos digna. Tanto tienes,  tanto vales sigue funcionando para algunas mujeres. No sé qué fue más doloroso, perderla o reconocer que nunca estaría a la  altura de lo que ella precisaba.

Lo pasé muy mal y estuve a punto de caer en el  recurrido vicio del whisky para olvidar. Menos mal que si algo he hecho en esta vida es sembrar buenos amigos y dos de los mejores estuvieron ahí para hacerme salir del atolladero.  

 Superado el bache, me hice miembro del  pequeño club de los “folladores incansables” y, como si de un ritual se tratara,  salimos a “pillar cacho” varias  noches en semana.

No sé si porque los tres estamos en la misma guerra, esa de tener sexo sin sentimientos o porque somos los únicos que quedamos solteros de la pandilla inicial. El caso es que nuestra amistad se ha vuelto  más intensa y la dependencia de cada uno de nosotros de los otros dos es cada vez mayor. 

Aquella noche David había  bebido más de la cuenta, yo tampoco me había quedado corto, pero estoy más acostumbrado que él a los sinsabores del alcohol y se puede decir que tenía la mente más clara y, por tanto, la situación bastante más controlada. Una de las veces que Tere marchó al servicio, aproveché para enredarlo con mis ideas absurdas.

—¡Está taco de buena!

David se quedó  mirándome como si hubiera dicho la mayor gilipollez del mundo y pasó de mí.  No contento con su silencio, insistí.

—Hombre, por mucho que te guste el pescao, la naturaleza te ha hecho carnívoro. Las tetas de nuestra amiga son para hacerle la ola. Ni demasiado grandes, ni demasiado pequeñas, el tamaño justo para agarrarla con la mano…

—¿Qué quieres que te diga? ¿Qué Tere está buena? ¡Pues te lo digo!, pero de ahí a que me ponga palote pensando en acostarme con ella, va un buen trecho.

—¿No te pone meterla en su chochito? Pues no hay problema, le das la vuelta y punto. ¡¿Tú has visto el culo que se gasta?! No es el de la Jennifer López, pero yo ella me lo aseguraba igual. ¡Digo que sí me lo aseguraba!

—Pedro, ¿cuándo vas a asimilar que me gustan los tíos?

—¡No van por ahí los tiros, hombre! —Dije intentando excusarme como buenamente pude y de camino evitar que se cabreara —. Lo que pasa es que se me hace muy extraño que te guste petarle el culo a un tío y no te ocurra lo mismo con el de una tía.

—¡Deja de beber que se te va a fundir la neurona! A mí no me gusta dar por culo, a mí me gustan los tíos. ¿O acaso a ti te gusta que te la chupe un hombre?

Me quedé pensativo unos segundos,  sabía que debía mostrarme contrariado  ante sus palabras y, aunque la respuesta ya estaba en mi mente, no quería parecer descarado, ni que mi reacción fuera más inapropiada de lo que ya por sí lo era toda aquella maldita conversación.

—Hombre, nunca lo he hecho. Pero todo es ponerse.

Sus ojos evidenciaron sorpresa, arqueó las cejas levemente  y una maliciosa sonrisa se dibujó en tu rostro.

—¿Me estás metiendo cuello? ¿Sabes que  de siempre me has puesto un montón y no haberte podido pillar es una especie de asignatura pendiente  para mí?

—Tú y yo somos colegas, no me veo yo dejándote que me chupes la polla.

—Lo mismo te gusta y todo, ¿quién sabe?

—No creo. Uno se ha follado muchos chochitos ya, para cambiar hasta altura de la película de  acera.

—¡Tú te lo pierdes!

Lo miré y le  hice la peineta. Él me sonrió  con un gesto de trivialidad, como si la conversación careciera de importancia. Sin embargo, no debía cesar en mi empeño para que   fuera todo lo trascendente que requería aquello que traía en mente y volví a insistir. Esta vez, para evitar enfados, hice uso de mis “dotes cómicas”.

—¡Me haces mucha gracia, David! Yo soy el que me pierdo que un tío me chupe la polla, ¡algo genial y maravillo según tú! Sin embargo, tú te niegas a reconocer que te puede gustar para lo que te ha hecho la madre naturaleza.

—¡¿Para lo que me ha hecho la madre naturaleza?! ¿Quién eres tú y que has hecho con mi amigo Pedro?

—No me negarás que los hombres están hechos para las mujeres y las mujeres para los hombres…

—Sí, los fabrica la empresa “Retrógrados reunidos, S.L.”, ¡no te jodes! Ya lo que te queda  por decir, es que sí algún día (no lo quiera Dios) decido casarme mi unión no se puede llamar matrimonio… ¡Anda cállate, que el Gin-tonic te está sentando fatal!  

Estaba claro que a pesar de mi tono distendido y mi intención de no querer despertar su susceptibilidad, me estaba metiendo en aguas pantanosas, por lo que decidí recular y haciendo gala de mi mejor amabilidad intenté arreglar el fregado en el que me había metido yo solito.

—Perdona, hombre. Lo único que intentaba decirte que biológicamente está dotado para ello y te debería producir placer.

—Ya, también mi coche trae el encendedor de serie y no lo uso porque no fumo. ¡No te jodes!

—Pero podrías fumar si quisieras, ¿no?

—Sí, pero la cosa está en que no quiero —Sus palabras sonaron tajante como si intentara dejar patente que su forma de vida era una elección y no un capricho.

—Yo particularmente creo que está en tu mente, te has encerrado en banda con que  no te gusta y en realidad es que no te atreves.

—¿No me atrevo? ¿Qué quieres decir con eso?

—Simple y llanamente que temes no estar a la altura de las circunstancias, por eso te niegas esa posibilidad. Porque, ¿cuánto tiempo hace que no la metes en un chochito calentito?

—Pues hace unos años...  —Me respondió encogiendo pensativo el mentón  —.Y llevas razón, en parte me aterra estar desentrenado y  no cumplir las expectativas.

—¿Te gusta Tere?

—¿Por qué me preguntas eso?

—Sabes que ella nunca ha negado su atracción por ti, es más, de vez en cuando te suelta alguna que otra fresca y te dice que es un desperdicio, con lo bueno que estás, que solo te gusten los hombres…

—¡Paso de  tus historias! —Su respuesta fue acompañada de un leve gesto de desprecio con la mano.

—¿Pasas de mis  historias? ¡Lo que pasa es que no hay huevos!

¡Qué genial es la frase “no hay huevos”! Toca la fibra del orgullo masculino en todo su esplendor. La vanidad y el amor propio del macho arrogante  se sienten ofendidos, provocando siempre la misma reacción:

—¡Que no! ¿Qué te apuestas?

—Como sé que no lo vas a hacer, ¡lo que quieras!

—Si me acuesto con Tere, tú me dejaras que te chupe la polla —Dijo tendiéndome la mano y dejando que en su rostro brillara una sonrisa maliciosa.

*****

Su caliente boca alrededor de mi verga me devuelve al mundo “real”, al momento del pago de mi apuesta. Quisiera pensar en ello como en una experiencia nefasta, algo tan olvidable como una cogorza de garrafón,  pero, tal  como intuía, el placer que me produce es sumamente agradable. Mi curiosidad por experimentar siempre cosas nuevas, me está llevando a un lugar del que creo no voy a querer volver.

Traspasada la frontera del frío hielo, él se empieza a soltar el pelo y lo que en principio era sexo oral vulgar y corriente, se transforma en la mejor mamada que me han realizado en mucho tiempo. David sabe dónde tocarme con su lengua y el ritmo que le debe inculcar a esta.  Es más que obvio que no tiene una tez delicada que me apetezca besar, ni dos grandes senos que pidan ser aplastados entre mis manos, ni  siquiera una cinturita de avispa a la que agarrarme si decidiera penetrarlo… Sin embargo, su boca me está regalando nuevas sensaciones, una forma distinta de ver la sexualidad que me atraía del mismo modo que me repelía.

De nuevo, mi mente intenta evadirse de lo que me está sucediendo y comienza a vagar por los recuerdos recientes. Concretamente a la noche antes, en la cual quedé con Tere para que me contara si debía efectuar el pago de mi singular apuesta.

Me cité con ella en un bar cerca de su casa, hicimos todo lo posible para que David siguiera ignorando nuestros tejemanejes. Buscamos una mesa apartada, lejos de oídos extraños y  donde la intimidad nos permitiera hablar con libertad.

Me pareció que estaba radiante. Sus ojos resplandecían con ese brillo que solo se tiene cuando se está enamorada o el día anterior se ha echado un señor polvo. Una vez tuvimos la copa delante, mi primera pregunta no pudo ser más directa.

—¿Hubo tema o no?

—Sí —Contestó Tere de un modo bastante seco, como si no le apeteciera hablar demasiado sobre el asunto. 

—¿Y qué?

—¿¡Qué de qué!? ¿No querrás que te cuente con pelos y señales lo que hicimos?

—¡No sería la primera vez!

—Pero es que esta vez es distinto. ¡Coño, que me he tirado a nuestro mejor amigo!

—No dirás que la cosa no tiene su morbo —Dije haciendo la pantomima de poner cara de pucheritos para ablandarla.

—Pues si tienes ganas de morbo, ¡te lees las “cincuentas sombras esas”  y a mí me dejas en paz!

—¡Venga porfa! ¡Enróllate! ¿Qué te cuesta? Si me lo vas a terminar diciendo de todos modos…

Mis dotes persuasivas, unidos al hecho de que en el fondo  estaba loca por contármelo, consiguieron tener efecto en mi amiga que accedió a mi petición. Su semblante cambio por completo  y, adoptando una postura de lo más complaciente, comenzó a hablar dejando que una inusitada pasión caminara por sus palabras.

—La verdad es que me lo pase mejor de lo que esperaba. Quedamos en el centro para ir a un tomar unas copas, le pregunté por ti y la excusa que me echó me sonó a mentira por los cuatro costados. No le di mayor importancia y proseguí hablando con él como si tal cosa. De camino al pub lo noté un poquito atacao y menos charlatán de lo habitual, por lo que intenté que se sintiera cómodo. No era capaz de decir nada que sonara natural, cuando no balbuceaba, tartamudeaba. Hablaba por hablar, sin decir nada concreto,   parecía un adolescente  en su primera cita.

» Nos sentamos en dos banquitos junto a la barra, el uno frente al otro. Parecíamos una pareja de novios normal y corriente, sus rodillas se rozaban con las mías, de un modo que me pareció hasta sensual. A pesar de que seguía comportándose de un modo absurdo, me miró fijamente y me dijo,  casi trabucando sus palabras, que   estaba muy guapa, que el vestido negro me sentaba genial. A lo que yo le dije que ya lo sabía, que  me hacía muy buenas tetas y muy buen culo, que era la mejor inversión que había hecho porque siempre que me lo ponía ligaba.  

»De repente, como si mi descarada respuesta le hubiera dado la seguridad que le faltaba, puso sus manos sobre mis muslos. Fue sentir el roce de sus dedos sobre mi piel y…  

—… te pusiste cachonda como una perra.

Tere me sacó la lengua y encogió su naricilla en señal de desagrado.

—¡Qué graciosito eres, Pedrito! ¿Quieres que te lo termine de contar o te da igual que no lo haga? Que conste que quien ha insistido en el tema has sido tú. ¿Puedo seguir?

—¡Por supuesto que sí!

—¡Pues no me interrumpas más, que me desconcentras!—Hizo una leve pausa, como si intentará recordar por dónde se había quedado, hizo un mohín de conformidad y prosiguió —No sé cómo sus manos pasaron a  mi cintura, sus labios se aproximaron a mi oreja, y de hablar a media voz, pasamos a susurrarnos al oído.  Nuestra conversación comenzó a tocar temas íntimos,  las cosas que nos ponía de los tíos y las  que no, lo que nos gustaba que nos hicieran en la cama... Su primer beso fue en la cara, tímido y afectuoso. Seguidamente me dio un muerdo tan apasionado como hacía  mucho tiempo que no. Sentí cómo mis pezones se endurecían un poquito, no llegué a excitarme del todo, pero poco faltó.

»Pagamos las copas y  nos fuimos a coger un taxi. Sin pedirme opinión siquiera, le indicó al conductor la dirección de su casa. Volvimos a unir nuestros labios, en esta ocasión nuestras manos acariciaban concienzudamente  el cuerpo del otro. Disimuladamente miré su entrepierna, el bulto de su bragueta me dejó cristalino que  se había puesto tan cachondo como yo.

»Si durante el trayecto a su casa, y por aquello de no poner al taxista muy “malito”, contuvimos un poco nuestra efusividad. Fue entrar en su piso  y nos metimos manos por todos lados. Tuve la sensación de que David estaba más pendiente de que yo disfrutara en todo momento, que de su placer personal. Me besaba y me acariciaba como si quisiera fundir su cuerpo con el mío…

» En unos segundos nos quedamos en ropa interior. Fue verlo en “bóxer” y el corazón me dio un vuelco, siempre me había parecido un tío cañón, pero nunca había imaginado que estaría tan riquísimo. No sé qué me gustaba más de él si su abultado pectoral o su  marcado abdomen. Sus brazos y hombros se veían enormes y preciosos. ¡Y sus piernas!...—Tuve que hacer un gesto de desagrado, porque Tere hizo un inciso y tocándome la barbilla cariñosamente me dijo —.¿Qué? ¿Te da un poquito de envidia, ein? Pues ya sabes lo que tienes que hacer: ir al gimnasio. No te creas que liga el doble que tú de casualidad…

—Mientras esta me funcione —Dije agarrándome soezmente el paquete —, no me hace falta ningún gimnasio.

—¡Qué basto eres hijo mío! ¿Para qué se gastó tu madre sus buenos dineros en tu educación? ¡Para nada! Además, ¿sabes lo que te digo yo que he visto la tuya y la suya?

La miré haciendo un gesto de indiferencia, pues tenía el presentimiento que lo que iba a escuchar no me iba a gustar.

—¡Que David no tiene nada que envidiarte en ese particular!

—¿Ahora quién es la que se está “distrayendo”?

—¡Vaaale, sigo!  Nos habíamos quedado en ropa interior en el salón. David me cogió de la mano y me llevó a su habitación, me hizo tenderme sobre la cama y se tumbó junto a mí con la cabeza pegada a mi vientre. Como si fuera un cachorrillo, me besó el ombligo y se puso a hacer surcos con los dedos sobre él. Jugueteó un poco con la tira de mis braguitas y las fue bajando hasta que me desnudó por completo.

Observé detenidamente a Tere, se estaba regodeando en cada silaba que salía de su boca, no sabía si porque realmente el recordar sus momentos con David ocasionaba que su pasión se terminará desbordando o porque pretendía excitarme a mí, si era lo segundo lo estaba conseguido con creces.

—Posó la lengua sobre mi sexo, como quien prueba si una comida está bien o no de sal. Se relamió los labios morbosamente  y  me guiñó un ojo. Sigilosamente se colocó entre medio de mis piernas y, apartando suavemente mis muslos, colocó su cabeza entre ellos. Su boca tenía el impulso irrefrenable de un adolescente ante lo novedoso, pero con  la maestría de alguien con mucha experiencia sexual y, sobre todo, en saber dar placer. Puede que David no haya estado con muchas mujeres, no obstante, estaba comprobando de primera mano que era todo un prodigio en el sexo oral. Su boca parecía haberse fundido con mi vagina y su lengua me tocaba como pocas veces lo habían hecho. Sin poderlo remediar alcancé mi primer orgasmo.

»Poco después David se levantó y sacó un pequeño neceser del armario. En su interior había preservativos, lubricante y, lo más sorprendente, una picha de goma de al menos veinte centímetros de largo y bastante ancha.

»Reconozco que la simple idea de tener sexo con David me tenía cachonda a más no poder, pero el muy cabrón estaba demostrando ser toda una caja de sorpresas. Fue ver aquella enorme polla  de látex e  imaginé cincuenta formas de darle uso, a cada cual más perversa.

»Me pidió que me recostara contra el cabecero de la cama. Abrió  mis piernas y se colocó estratégicamente entre mis muslos. Al principio, fue metiendo cuidadosamente su índice  en mi vagina, después introdujo dos dedos, para concluir metiendo tres. Envolvió el consolador con un preservativo y, pidiéndome permiso con un gesto, lo introdujo hasta la base. Después comenzó a sacarlo y a meterlo, hasta que alcancé mi segundo orgasmo.

»Tras aquello él me pidió que me diera la vuelta…

—¿No me digas que te pidió…?

—Sí —Respondió Tere, bajando la mirada como si le produjera un poco de pudor hablar de ello.

—¿ Y qué hiciste?

—No podía negarme — Musitó Tere —, me lo estaba pasando tan bien con él…

—¿Y entró?

Ella me miró como si hubiera cruzado una frontera infranqueable, tras escudriñar en mis ojos alguna intención mal sana y no encontrarla, se limitó a sonreír levemente por debajo del labio y, aunque con cierto apuro, respondió a mi pregunta:

—Sí, el muy cabrón se ve que es un experto en el tema. Al principio, el ancho de aquella especie de trabuco me hizo un poco de daño.  Sin embargo, a la vez que mi culito se fue acomodando a su grosor, fui pasándomelo mejor y el dolor se iba disipando. Una vez consiguió introducirme una buena porción de la polla de plástico, David comenzó un mete y saca que logró que me pusiera a gemir como una zorra salida. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto y tan intensamente.  Instintivamente, llevé una de mis manos a mi sexo y me masturbé compulsivamente.  Ni cuando fue consciente de que estaba alcanzando mi tercer orgasmo,  hizo ademán de sacar el consolador de mi interior. Me dio la sensación de que para él no había límites en  lo referente al sexo.

No sé qué me ponía más, si oír como mi amiga pormenorizaba sin cortapisas los detalles íntimos de su encuentro  con David o descubrir lo mucho que  a ambos le iban las perversiones en la cama (casi tanto como a mí). 

—Lo que hizo a continuación me dejo trastocada, sin sacar la picha de goma de mi culo, se puso un condón. Cogió mi cabeza entre sus manos y me dio  cariñoso muerdo. Se tendió sobre la cama, me puso esa cara de tunante tan propia de él y me dijo: «Recuerdo que una vez comentaste que te ponía mucho la fantasía de una doble penetración, creo que hoy es un buen día para hacerla realidad, ¿no?»

Fue escuchar lo de la “doble penetración” y las manos me empezaron a sudar. A mi mente vinieron imágenes de lo más escabrosas, imágenes que me pusieron más cachondo si cabe.

Intenté mantener el temple, pero era más que evidente que era una tarea imposible. Mi amiga había perdido por completo la vergüenza y cada vez se mostraba más entusiasmada contándome los lujuriosos detalles de su encuentro con David, como si revivir el momento le produjera una peculiar satisfacción. Tuve la sensación de ambos sabíamos que estábamos jugando con fuego y no nos importaba lo más mínimo  terminar achicharrados.

—Sin pensármelo —Prosiguió Tere—, me acuclillé sobre él y deje que nuestro amigo me penetrara.  Era indescriptible la sensación de estar siendo  perforada por ambos orificios. David, por su parte, fue arqueando la espalda para que su polla entrara y saliera muy despacio de mi vagina y me acariciaba los pezones, simultaneando pequeños surcos con los dedos sobre las areolas, con cariñosos pellizquitos. El suave ritmo que inculcaba a  cada uno de sus movimientos, me tenía en el séptimo cielo.

»El tío  me tenía fascinada, ¡es  todo un portento en la cama! Consiguió que me corriera por cuarta vez  y él todavía no lo había hecho ni una sola. ¡Pocos hombres demuestran tanto aguante! Aunque estaba muy a gusto, ya empezaba a estar agotada de tanto tracatraca y me decidí a tomar las riendas de la situación. Me saque su polla, hice otro tanto con el consolador y me levanté.

»Para darle a entender que todo iba bien, lo abracé y lo besé con toda la pasión  de la que fui capaz. Repentinamente, mientras mi lengua jugaba con la suya,  una maldad se me vino a la cabeza, una fantasía  mil veces soñada y que, en aquel momento,  parecía al alcance de mi mano. Cogí el dildo y se lo enseñé. Él entendió perfectamente lo que le quise decir y asintió regalándome una de sus sonrisas de niño malo que tanto me ponen.

—¿Qué? —Moví la cabeza con perplejidad, no me podía creer lo que estaba escuchando—¿No harías lo que estoy pensando?

—No sé qué es lo que  estarás pensando, lo que sí  te puedo decir es lo que hice.

—¿Qué fue?...

—Simplemente lo penetré con el consolador, mientras se la chupaba.

A pesar de mi estupefacción, la simple idea de imaginar a Tere con la polla de David en la boca mientras le metía aquel  enorme cacharro de plástico por el ano, consiguió enervar mis sentidos y la dureza de mi verga bajo el pantalón comenzó a volverse dolorosa. Como estaba claro que David había cumplido con su parte y que tenía que pagar prenda, sí o sí. Escuchar la narración de lo acontecido había pasado de ser excitante, a algo tremendamente molesto. 

—¿Y se corrió ya? ¿O seguisteis dale que te pego?

—Se corrió, gay o no es un tío y todos tenéis el aguante que tenéis…

—¡Sí, tremendamente gay!, pero a ti te hizo disfrutar de lo lindo.

—¿Estás un poco envidiosillo? —Me preguntó con cierta sorna, a la vez que me acariciaba cariñosamente las mejillas.

Siendo franco, he de admitir que llevaba un poco de razón Era más que obvio, que si la pasión que había puesto mi amiga en sus palabras iba en consonancia con lo sucedido,  mis sospechas sobre David eran más que cierta y follar con él era todo un lujo. Si hasta aquel momento tener sexo con un hombre era una mera curiosidad, una fantasía irrealizable, después de escuchar los sucedido con Tere,  pasó a ser una especie de obsesión. No obstante, como no estaba dispuesto a  reconocer que pagar “mi apuesta”  me atraía muchísimo,  trivialicé mis palabras todo lo que pude a la hora de responderle.

—¿¡Envidioso yo!? Más bien sorprendido, no sabía que tenía como amigos a dos pervertidos.

—Mucho rollo, pero seguro que te has puesto palote escuchándome.

—¡Qué va! Si quieres tócame y verás como no la tengo ni siquiera a media asta.

Tere me miró y encogió la nariz en un claro gesto de desagrado. Menos mal que salió por ahí, si se hubiera atrevido a alargar la mano hasta mi entrepierna, habría comprobado que tenía una erección de padre y muy señor mío, con lo que hubiera quedado peor que mal.

—Pues ahora, según lo convenido,  te toca a ti hacer tu parte.

—Sí —Cabeceé bastante resignado.  

—¡No entiendo porque te agobias! Aquí solo hay una pregunta: ¿Quieres estar con él o no? Te puedo asegurar que es tan buen amante como persona ¡El tío es la leche en bote! ¡Verás cómo te lo pasas de lujo!

*******

Con las palabras de ánimo de Tere aún resonando en mi memoria, retorno al momento actual. Un momento que me está produciendo tanto placer, como desazón. Observo a David y está completamente entregado a procurar que yo disfrute al máximo. Es asombrosa la manera que tiene de practicar el sexo oral.  Cada vez que creo que voy a alcanzar el orgasmo, él detiene sus mimos y me deja a las puertas. Desconozco como lo hace, pero es como si tuviera una especie de sexto sentido y cuando me tiene a punto de caramelo, se dedica a pasar la lengua por mis testículos o el pirineo. Una vez considera que no hay peligro de que me pueda correr, reemprende la mamada con el mismo frenesí.

De vez en cuando levanta la mirada y busca la mía. Aunque intento ofrecer un rostro impenetrable, dejarle ver en todo momento que estoy aquí porque he perdido una maldita apuesta, ni soy tan buen actor, ni puedo reprimir constantes quejidos de placer. Intento disimular que lo estoy pasando bien, sin embargo cada vez mis gestos y mi forma de comportarme le  dejan más claro que estoy disfrutando  con esto como un enano.

Con la confianza que parece darle que yo esté a gusto con lo que estamos haciendo, posa las manos sobre mi trasero, lo empuja hacia delante y consigue que mi glande tropiece con su garganta. Instintivamente atrapo su cabeza entre mis manos y la retengo contra mi pelvis, provocando con ello que le falte ligeramente la respiración y se atore un poco.

Con los ojos llorosos por las pequeñas arcadas, se zafa de mí. Sus ojos me suplican un poco de afecto por mi parte. No sé por qué,  todavía yo sigo atrincherado en mi ambiguo juego de aparentar no estar implicándome en lo que estamos haciendo, cuando en realidad me estoy metiendo hasta las cejas.

Sigo en mis treces de no  admitir que todo esto lo estoy haciendo por decisión propia, quiero que David continúe pensando en mí como un perdedor que paga prenda. ¿Cuánto tiempo podré reprimir lo que realmente me pide el cuerpo? Sin meditarlo lanzo un anzuelo con la esperanza de que mi acompañante se lo trague hasta el fondo.

—Tío, si te quieres pajear lo puedes hacer. A mí no me va a molestar. Se supone que quien tiene que  disfrutar  de todo esto eres tú, que para eso eres quien has ganado la apuesta.

Sin siquiera dejar de mamar mi nabo saca su churra fuera. La miro de reojo, está tiesa como un palo y, tal como decía Tere, no tiene nada que envidiarle a la mía. Al bajarse el pantalón, deja  morbosamente parte de tu trasero al descubierto y la idea de meterla  entre sus cachetes se me antoja sumamente deliciosa.  Con mi particular falta de delicadeza, vuelvo al ataque para seguir avanzando hacia donde quiero llegar.

—Lo que creo es que tu culo va a pasar hambre hoy. Si tuviera una churra de goma de esa, te la metía. Más que todo para que disfrutes al máximo… Tú ganas una apuesta, tú eres quien tiene derecho a pasarlo bien.

Mi desfachatez hace mella en mi amigo quien deja de chuparme el cipote y mueve la cabeza en señal de perplejidad. Se levanta como impulsado como un resorte y, como un autómata, se dirige hacia el armario.  Sonriendo levemente por debajo del labio, coge un pequeño bolso, lo abre y saca de su interior un enorme consolador de goma (no exageraba Tere al hablar de su tamaño). Me lo muestra con total descaro, diciéndome.

—¿Te vale este?

Minutos más tarde se encuentra tendido sobre la cama, con las piernas hacia arriba y con el culo lubricado de manera copiosa. En parte pienso que lo que me dispongo a hacer es antinatural, pero también tengo claro que no puedo reprimir el tremendo deseo que nace en mi interior. ¿Cuántas veces he elucubrado en mi mente realizar algo parecido? Miro el artificial pene, envuelto en látex se me asemeja más enorme aún y no puedo parar de preguntarme: «¿Cómo coño cabe este pedazo de carajo  en un agujero tan estrecho?»

Mi pregunta queda rápidamente contestada. Si albergaba alguna duda sobre si su ano pudiera contener algo de tales dimensiones, estas se desvanecen cuando poco a poco va agrandándose  y logro introducir el enorme consolador hasta la base.

Jamás pensé que algo así me pudiera excitar en la medida que lo hace. Mi cipote vibra y escupe pequeñas gotas de líquido preseminal. Está claro que físicamente mi amigo no me atrae, pero someterlo de esta manera despierta unos pecaminosos sentimientos en mí que desconocía tener. Dejo que el deseo me maneje obscenamente como una marioneta. Me gustaría ser más sensato y controlar la situación, no sucumbir del modo que lo estoy haciendo. Aunque para ello debería haber puesto fronteras a mi malsana curiosidad y no lo he hecho. Ahora estoy tan cachondo, que he optado por lo más fácil: dejar que mi verga sea quien  piense y tome las decisiones.

Sin consultarle nada, busco un profiláctico en el pequeño neceser y envuelvo mi tranca con él. Saco la imitación de pene de su interior y lo sustituyo por uno de verdad. Al principio, no sé si por nerviosismo o por mi inexperiencia en atravesar sitios tan estrechos, no atino a penetrarlo debidamente, por lo que su mano tiene que ayudarme a encontrar el camino. Con mi polla colocada en el sitio correcto, agarro fuertemente su cintura, pego un tremendo envite  y la meto hasta el fondo.

Sensaciones desconocidas me invaden. Busco su mirada  y su rostro refleja que está gozando de lo lindo. En mi interior una voz me grita que lo que estoy haciendo no está bien, que ni me han educado para esto, ni está socialmente bien visto. No obstante, todo lo que queda fuera de esta habitación ha dejado de tener sentido para mí y me entrego al momento. Si la persona con la que estoy es  un hombre o una mujer, para mí  carece de importancia, simplemente dejo que mi cuerpo hable con el suyo e intercambien todo lo bueno que se puedan aportar mutuamente.

David me pide cambiar de postura. Me siento sobre la cama y él se acuclilla sobre mí. En esta ocasión, no tiene que dirigir mi verga  y esta sabe encontrar perfectamente el camino. Con una confianza absoluta, se agarra a mi cuello, usa sus pies de punto de apoyo y empieza a cabalgarme. Desconozco qué hace y cómo, lo que si noto es la impresión de que los músculos de su esfínter se aprietan alrededor de mi verga,  tal como si quisieran estrangularla.  Esa sensación tan deliciosa y extraña es un deleite para los sentidos, por lo que me entrego sin remilgos de ningún tipo.

Mi cuerpo da las primeras señales de que me voy a correr, una delatadora respiración acelerada y unas salvajes contracciones ponen en  sobre aviso a mi acompañante, quien llevando una mano a su pene, se une a mi “fiesta” masturbándose compulsivamente. Hay unos escasos segundos de diferencia entre el momento en el que su caliente semen empapa mi abdomen y el instante en que yo me hundo en un tremendo orgasmo. De un modo reflejo,  mi amigo busca mis labios. Como es de esperar, no se los niego y, olvidando todo tipos de tabús,  me fundo con él en un apasionado beso.

Nos duchamos juntos como si fuera lo que procediera hacer después de un polvo, como si se tratara de una regla no escrita. La situación es tensa y me siento como si en la historia de mi amistad con él se hubiera roto algo. Me gustaría ser más valiente y hacer lo que realmente me pide el cuerpo, decirle que el polvo ha estado de cojones, que me gustaría volver a repetir, pero se ve que no tengo suficientes huevos para ello. Son las cosas de mi valentía, que siempre ha ido pareja con mis copas de más.

Si  David supiera lo que realmente me ha traído aquí, como se han ido gestando los acontecimientos  para que todo haya confluido del modo que lo ha hecho, seguramente se sentiría traicionado. Es más, cada vez que recuerdo cómo  empezó todo, no puedo reprimir la sensación de sentirme el peor amigo del mundo. ¿Cuántas veces  he repetido en mi cabeza la conversación que lo inició todo?

*****

—¡Hay que ver cómo se te calienta la boca con unos cuantos Gin-tonics! —Me dijo Tere no dando crédito a lo que le acababa de proponer.

—Tú, ¡piénsalo bien! Ya vamos teniendo una edad y no se nos da mal en la cama. En vez de una pareja convencional, podíamos ser follamigos. Si algún día nos apetece hacerlo con otros, ¡sin problema! ¿Tú te vas a mosquear por ello? ¡Porque yo no!

Tere se me quedó mirando pensativa, la idea no le parecía mal. Yo diría que incluso la atraía. Al igual que yo, llevaba muchas noches a la deriva del sexo sin cariño y mi sugerencia, por la cara que me estaba poniendo, le estaba resultando hasta tentadora. Cuando yo esperaba un «¡Venga vale!» ella me soltó un «¿Pero qué va a ser de David? Es nuestro colega y no lo podemos dejar tirado como a una colilla.»

—¡Pues que se venga con nosotros! ¡Seremos un trio de follamigos!

Mi desparpajo la dejó patidifusa, no daba crédito a mi poca vergüenza y la trivialidad con la que estaba afrontando el asunto. En un principio creyó que estaba de guasa, que era otra de mis bromas de mal gusto, pero la seriedad con la que proseguí hablando le descubrió que no era así.

—Una cosa Teresita

—¡Dime Pedrito! ¡Que tienes más peligro que una caja bombas!

—¿Por qué no se lo dices tú?

—¡Tienes un morro que te lo pisa! La movida se te ocurre a ti y quien se tiene que comer el marrón es la Tere.

Me quedé callado y mi silencio fue bastante clarificador.

—¡Cabrón, te da vergüenza! ¿No me digas que llevas en mente tirártelo? ¡Me dejas anonada con tus movidas! Pero, ¿de qué vas?

—De nada en especial —Respondí sin darle mayor importancia a su salida de tono —, simplemente soy práctico. Piensa una cosita, ya vamos teniendo una edad y en unos años, los camareros de los bares de moda nos van a terminar llamando de usted.

—Tú lo que tienes es la crisis de los treinta. Pero, ¿a qué viene lo de querer acostarte con David? ¿Acaso con los años  te has vuelto bi? ¡Porque si es así a mí no me has contado nada!

—No —La rotundidad de mi negación dejaba claro que no estaba dispuesto a tolerar que se pusiera en duda mi hombría bajo ningún concepto —, simplemente que es una cosa que me da mucha curiosidad probar ¡y quien mejor para ello que él  y estando tú de por medio!...

—¡Colega, a ti se te ha ido la pinza por completo! ¿De verdad crees que David con lo suyo que es, va a admitir un trio así  por las buenas y en frío?

—No, la verdad es que la proposición que te hecho es de pena, lo más probable es que nos mande a la mierda y se lleve una temporada sin cogernos el móvil.

—¡Hombres! —Cabeceó Tere perpleja —  ¿Cuándo aprenderéis lo que es la sutileza?

—¿Qué coño quieres decir?

—Pedrito, está claro que tu idea no es mala del todo— Los ojos de Tere al hablar tenían ese brillo especial de cuando tramaba una maldad y estaba dispuesta a contarlo —, un trio de follamigos es lo más morboso que me han propuesto en mucho tiempo. Es más creo que ambos estamos muy interesado en que la cosa cuaje.  Yo tengo muchas ganas de tirarme al buenorro de nuestro amigo y tú quieres saber si estar con un tío te puede molar…

Asentí con la cabeza y seguí escuchándola atentamente.

—…pues hay muchas maneras de hacer las cosas, sin tener que ser tan directos.

—¿Qué se te ha ocurrido María Teresa? ¡Que nos conocemos!

—La próxima vez que nos veamos, sin que yo esté delante insinúale que si le gusto, tócale un poquito el amor propio. Él te dirá que porque no te acuestas tú con un tío y tu proponle que si él se va a la cama conmigo, tú lo harás con él.

Se mostró tan calculadora y fría ante mí, que me quedé atónito, pero no por ello dejó de parecerme un buen plan.  

—¿Tú crees que funcionará?

Sí, solo tienes que decirle la frase mágica para que un tío haga algo, por muy poco que le apetezca.

—¿Cuál?

—¡No hay huevos!

******

Mientras el agua clara limpia los resquicios de jabón de nuestra piel, no puedo evitar pensar si Tere o yo, tendremos algún día el valor de contarle como lo hemos manipulado. Lo que sí sé es que la próxima vez, haré realidad mis fantasías y estaré con las dos personas que más quiero en la misma cama. Ya que he descubierto que estar con David me agrada bastante, voy a repetir todas las veces que él me lo permita. De repente lo miro sonriéndole,  toco su cara suavemente y, sin poderlo remediar, lo beso con toda la ternura de la que soy capaz. Tengo la sensación  de que esto no ha hecho más que empezar y de que, gracias a una “apuesta”, mis noches de sexo sin cariño van a llegar a su fin. Sé que una relación de tres es algo estrambótico y poco convencional. Dicen que mezclar la amistad y el sexo es un juego muy peligroso, pero el riesgo es algo que a los tres nunca nos ha importado, es más creo que a los “folladores incansables” es algo que nos pone mucho.

FIN

Hola, si lees esto. Me gustaría que me dejaras un comentario o me enviaras un e-mail con lo que te ha parecido mi nueva aportación a la página. Es como únicamente los autores sabemos si el tiempo que le estamos dedicando a esto nos merece la pena, o no.

Si es la primera vez que entras en un relato mío y te has quedado con ganas de leer más, a primeros de año publiqué una Guía de lectura que te puede servir de ayuda para seguir las historias de forma cronológica.

Sin más preámbulos, paso a agradecer a todo aquel que comentó Ignacito y sus dos velas de cumpleaños: AOzzo2000: Hola amigo, espero que este de hoy, aunque esté fuera de la continuidad que tanto te gusta, te haya gustado. En el próximo vuelve tu admirado Iván, así que espero que no sea muy larga la espera; A Pepitoyfrancisquito: Guillermo va ir yendo cogiendo mucho protagonismo en esta saga, de ser el novio “florero” de JJ va  pasar a ser un personaje con más recorrido, espero que os vaya gustando el cambio. En cuanto a las Másqueperras, comenzaron siendo una parodia de los personajes que vosotros sabéis, pero les he terminado cogiendo cariño y al final, aunque las he puesto reputísimas de la muerte,  no las he podido poner tan malvadas como son en realidad. Eso sí, a la que no le consigo ver nada bueno es a Susanita, no sé por qué será… Me encanta que hayáis visto la similitud entre Ignacito y sus velas, con “El acontecimiento terrible” y  aunque el Ignacito de verdad se merecía que hubiera sido terrible, no he querido ser tan cabrón en la ficción; A Dedmundo;  Mi querido amigo,como he contestado más arriba, Guillermo tendrá un papel fundamental en la historia de la playa, poco a poco se va ir descubriendo y creo que a muchos no les va a gustar. Él, al contrario que JJ que le pasa todas sus movidas, no está acostumbrado a sus cambios de pareceres extraños. De todas maneras, te adelanto que la sangre no llegará al rio. Espero que este de hoy, aunque fuera de la continuidad, te haya gustado y a mmj: Tremenda alegría verte por aquí de nuevo.  Me alegro que te siga agradando como escribo y las cosas que cuento, comentarios como los tuyos animan a seguir escribiendo. No sé qué tendrás pendiente de leer, pero decirte que el plato fuerte ahora es Iván del que he retomado la historia y no la dejaré hasta finalizarla, tal como hice con la de Ramón.

Un besote a todos y decir que el próximo relato que publicaré formará parte de la saga del mecánico: “Follar en tiempos revueltos” se publicará en Bisexuales y llevará por título: “Una proposición más que indecente”.

 

Hasta entonces procurad disfrutad la vida que solo hay una.

 

 

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