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37 grados.

en Gays

14 de agosto del 2010

 

Dejo al agua empapar cada poro de mi piel, cómo si al limpiar mi cuerpo mi alma pudiera quedar impoluta. Esta tarde he mirado al miedo a los ojos y  los fantasmas de mi pasado me han vuelto a visitar. Y a pesar de que ya no soy un niño de catorce años, los dos holandeses han hecho que  me vuelva a sentir tan indefenso  y desvalido como antaño.

 

Gracias a Dios que Mariano acudió en mi ayuda, pues si no, no quiero pensar como hubiera acabado la tarde...  Los dos tíos mierdas, con los que me metí en la cabina de la sauna, sustituían su vigor sexual por el dolor. Los  muy cabrones ni siquiera empalmaron en todo el tiempo, pero no por ello parecía que disfrutaran menos.

 

Menos mal que como siempre mi amigo, el curita como yo lo llamo cariñosamente, ha traído sensatez a mi vida. Algo que en lugar de hacerme sentir bien, da como resultado que me sienta la persona más ruin y egoísta del mundo.

 

Constantemente  me quejo de su falta de confianza hacia mí... Pero, hasta la presente, no me ha ocultado nada premeditadamente, siempre que lo ha hecho ha sido por cobardía, por no saber enfrentar la realidad. Sin embargo yo, todavía no le he contado el verdadero motivo de nuestras vacaciones en Galicia... Y después de lo sucedido en la sauna, se lo ocultaré el máximo de tiempo posible...Sea como sea, la bronca va a ser de padre y muy señor mío... Lo mejor de todo es que sé que nuestra amistad sobrevivirá a ello, las cosas de verdad resisten cualquier tempestad que la vida quiera mandar contra ellas.

 

Es curioso como el destino va dejando a tu paso aquellas personas que formaran el edificio de tu existencia. Mariano, en principio pudo ser un ligue de tantos, pero por vicisitudes de la vida comenzamos una amistad como hay pocas...

 

Sí, mucho rollo con que somos los mejores amigos y  bla, bla, bla,... pero al final, le oculto algo tan importante como las motivaciones de este viaje... En el fondo lo hago porque me da miedo lo que pueda pensar de mí... Aunque si después de lo esta tarde no ha cambiado su concepto sobre mi persona, nada lo va a hacer.

 

Es triste pero a mí que voy de “sobrao” por la vida, haciendo ver que la opinión de los demás sobre mí me importa un bledo, la consideración en que me pueda tener Mariano me importa... No me ha pasado esto ni con mis parejas... Bueno, sí... con mi primo Francisquito.... Fue para mí como un hermano y aún hoy, en esas raras ocasiones que coincidimos y pese a que es un hombre de familia, es empezar a desenredar nuestros pensamientos y parece que el tiempo no ha pasado y a pesar de que llevemos años sin vernos, tenemos la sensación de habernos hecho el día antes....

 

Francisquito... el bueno de Francisquito...

 

 

VERANO DEL 88

 

Atrás quedaba el internado y la nota obtenida en selectividad me abría un sin fin de posibilidades. Despedirme de los compañeros me había dejado sumamente triste pues ya no volvería a ver más a Benito, a Raimundo y a tantos otros. Pero con quien más pena me daba perder el contacto era con Ignacio. En fin, había que regresar al pueblo, lo cual me atraía y aterrorizaba por igual.

 

Desde el “acontecimiento terrible”(a mí me gusta llamarlo así pues suaviza un poquito la realidad de lo que pasó) mis paisanos me miraban como a un bicho raro y  aunque intentaban ser “modernos” y no criminalizarme por ser maricón, sus ademanes y reacciones lo traicionaban... Y si no me negaban el saludo era por respeto a mis padres, no por falta de ganas.

 

Hasta el momento el internado me había mantenido lejos del pueblo, regresando por períodos de una semana o, como mucho, quince días de vacaciones. Pero la Universidad no empezaba hasta Octubre y aunque debería viajar en más de una ocasión, por aquello de las pre-inscripciones, matriculaciones y demás.... De coincidir, en más de una ocasión, con los “buenos cristianos” de mi pueblo no me salvaba ni Dios...

 

Menos mal que siempre me quedaba la familia de mi tío Paco y mi tía Enriqueta. Allí siempre me sentía apreciado, salvo por la estirada de mi prima Matildita quien compensaba su falta de belleza y de humildad, con un altivo rechazo a todo lo que no se adaptaba a sus cánones sociales y cómo por aquel entonces Boris Izaguirre no era lo más “in”, no estaba de moda tener un amigo Gay y mucho menos un primo maricón.

 

Aguardé que llegara el fin de semana para llamarlos pues sabía que durante la semana tenían bastante trabajo en la granja y mi visita, más que agradarles, les podría resultar un engorro.

 

Quien cogió el teléfono fue mi primo Francisquito (Francisco, que si no se me cabrea). Me contó que estaba sólo en casa, que su hermana y su madre habían ido a visitar a un familiar enfermo a la capital y sus hermanos y su padre estaban en una feria de ganado. En un principio me desilusioné un poco y mi primo se tuvo que percatar de ello, pues en ese tono encantador que lo había caracterizado desde niño me dijo:

 

—Pero Pepe, no te apures y te vienes a pasar la noche aquí. Entre hoy y mañana regresan todos...

 

Durante unos segundos miles de recuerdos de la infancia recorrieron mi mente y sin dudarlo le dije:

 

—Sí, cojo el autobús y en unas dos horas estoy en tu casa.

 

—¿El autobús? ¡Y una mierda! Mi primo favorito, no coge el autobús, teniendo yo un coche en la puerta. En media hora paso a recogerte.

 

Veinticinco minutos más tarde apareció por mi casa; tras los saludos y conversaciones de rigor.  Francisco, un pequeño macuto con todo lo necesario para pasar una noche fuera y yo salimos hacia la casa de mi primo.

 

Fue montarme en su coche y con una sonrisa que reflejaba su nobleza interior, comenzó a darme conversación.

 

—Me dijo tu madre, que aprobaste selectividad con un ocho ¿Era la nota que querías?

 

—Sí, aunque todavía no me he decidido si por Derecho o Ciencias empresariales... Para lo que quiero hacer las dos me valen.

 

—¿Hasta cuando tienes para echar la matricula?

 

-La pre-inscripcioón hasta mediados de Julio,  pero no  tengo claro todavía es  si estudiaré en Granada o en Badajoz...

 

—Conociendo a tu padre, te va a aconsejar que te vayas a Granada...

 

—Todo sea por quitarme de su vista. —Mis palabras aunque intentaban mostrar impasividad ante el rechazo de mi progenitor,  reflejaban una profunda amargura.

 

—¿Todavía no te ha perdonado aquello que pasó?

 

—¡Es que no tiene que perdonar nada...!—Contesté con cierta agresividad—Te recuerdo que yo era un niño...

 

—Sí, lo sé... y a mí no me tienes que convencer... Pero no se te olvide que vivimos rodeados de ignorantes....

 

—Sí, asquerosos y malintencionados ignorantes... que todo aquello que no entienden o es pecado, o está tocado por el diablo.

 

—Pues por lo menos no te pasó lo que al  Genaro, el butanero de tu pueblo...

 

—Sí, encima tengo que estar agradecido, ¡no te jodes! —Francisco sin saberlo estaba removiendo una herida la cual ya creía encallada pero por lo que se deducía de mis palabras, ni de lejos pues a la vez que  más avanzaba el dialogo, mayor  era la rabia que  bullía en mi interior.

 

—Lo que te quiero decir es  que algo se ha conseguido...

 

—Sí, pero si he de esperar que estos bestias me traten como una persona normal y corriente, me puedo morir de viejo. —Acompañé a mis palabras con una fulgurante sonrisa, pues mi primo no tenía culpa alguna de mis circunstancias personales, él todo lo decía porque se preocupaba por mí.

 

—Entonces... ¿Te vas a Granada? —Clavó sus ojos en mí y me regaló una tierna sonrisa. ¡Qué encantador era mi primo!,

 

—Pues sí... ¡Qué remedio! —Dije yo adoptando un gesto de circunstancia.

 

Nos miramos y soltamos una tremenda carcajada, por un momento dejamos de ser dos adolescentes y  nos habíamos convertido en dos traviesos niños que hacían de su  vida en común una atractiva complicidad.

 

-¿Sabes de lo que me estoy acordando, Francisco?

 

-Si  entonces yo tenía diez años, me parece que sí.

 

A  pesar tener fija  la mirada de la carretera, aquel muchacho de veinte años no perdía detalle de todos y cada uno de mis movimientos y gestos, prueba de ello fue lo que dijo a continuación:

 

—A mí tampoco se me olvidan aquellos años, — A la vez que hablaba, en su semblante se mostraba una profunda felicidad— la verdad que la inocencia de aquellos años es algo digno de recordar.

 

—Yo más que inocencia, diría desconocimiento puro y duro.  Por cierto... ¿De dónde carajo te sacaste que tus hermanos jugaban a los médicos? ¡Eso aquí y en Pekín  es follar como descosidos....!

 

No sé si porque hice mención a las prácticas homosexuales de sus hermanos de forma tan abierta o por lo borde de mi comentario. Francisco  de pronto se puso muy serio... Demasiado serio diría yo.

 

—¿Tú eso no lo habrás comentado con nadie?

 

—No, porque me castigan sin tele… —Conteste jocosamente,  intentando quitarle importancia al tema tan espinoso que había tocado.

 

—Te creo hombre... ¡No sé ni por qué coño te he preguntado!

 

—¿Para no contestar a mi pregunta quizás?- A decir esto saqué la lengua de modo burlesco.

 

Mi primo permaneció en silencio unos segundos.

 

—La verdad es que no lo sé, pero desde que descubrí lo que se traían entre manos mis hermanos. Me dio por llamarlo el “juego de los médicos” y sin querer busqué paralelismos entre aquello y las cosas que me hacían cuando me ponía enfermo...

 

—Pues yo me lo creí  todo a pies juntillas pues para mi eras todo un referente...

 

—Y yo lo sabía.  No quería dejar de ser tu primo preferido por nada en el mundo. Máxime, cuando eras el único que me considerabas alguien importante y me hacía caso.— Francisco no pudo evitar emocionarse cada vez más a la vez que hablaba—No tengo que recordarte que en la escuela por lo torpe que era con los estudios y por aquello de vivir en el campo, me tenían por una especie de baturro. Eran tan crueles que hasta me tenían puesto el mote de “Macario”.

 

—Sí, los hay que para sentirse mejores necesitan demostrar que los demás son peores que ello— Dije de forma tajante e intentando no ponerme muy serio.

 

—Cómo no quería que tú  terminas pensando  lo mismo que los demás, cuándo no sabía algo me lo inventaba. —Se excusó mi primo, dejando entrever cierto matiz de culpabilidad.

 

—Sí,  de eso de que  cuando no sabías algo te lo inventabas, no me cabe la menor duda... —El retintín de mi voz era evidente- Si casi me causas un trauma con lo de las dichosas pajas...

 

El rostro de mi acompañante se iluminó con una inmensa sonrisa, la alegría brillaba hasta en sus ojos.

 

—¡Ahí estuve “sembrao”! —Mi primo no podía contener la risa—No tenía ni puta idea de que era una paja pero como yo veía al “Facu” hacer esas cosas en el pajar, asimilé  lo de la paja con el pajar y ni corto ni perezoso, fui y te lo enseñé...

 

-No veas tú, la empanada mental que me monté cuando creí que los niños de mi pueblo lo que hacían era eso. “¿Dónde metían la oveja?” me preguntaba…

 

Nuestras risotadas llenaron el aire por un momento tras el cual mi primo, con esa generosidad inherente, cambió su semblante y me dijo con una actitud bastante más seria:

 

—¿Tuve que ver algo en cómo eres?

 

Sus palabras fueron como un jarro de agua fría. Me quedé pensativo sin saber que decir, tras unos eternos segundos de reflexión, lo miré con mi talante más formal  y le dije:

 

—¿No pensaras eso en serio?

 

Una leve afirmación con la cabeza fue la única y simple respuesta de mi primo.

 

—¿Tú estás tonto? No soy psicólogo, ni tengo idea que es lo que lleva a una persona a tener unas predilecciones u otras. Pero está claro que nuestros juegos infantiles fueron simplemente eso: juegos.  Nunca tuvimos sexo, ni se nos pasó por la cabeza y, ¡si yo te contara lo que  alguna  gente  llega a hacer a esa edad! Fue solo curiosidad pura y dura, y si algo hicieron esos juegos  fue mostrarme una puerta, que de una manera u otra, yo hubiera cruzado más tarde o más temprano... ¡Así que deja de hacerte pajas mentales! ¡Pues tú no eres culpable de nada! —Aunque estaba alzando un poco la voz, no estaba enfadado ni mucho menos.

 

Aunque el cometido de lo que dije era tranquilizarlo y quitarle esa culpa  con la cual parecía cargaba desde hacía unos años pareció no tener efecto pues, de manera incomprensible, un frío mutismo se enredó  entre los dos.

 

Fue tan tensa la situación que mi primo la única solución que vio para salir del paso, fue subir el volumen de la música.

 

♫♫ Y con los brazos en cruz

       Te me haces transparente

        Y eres como una balanza

        Con las pesas colgando por dentro♫♫

 

 

 

Nos adentramos en el camino de tierra que llevaba hacia la granja y según avanzábamos los recuerdos me fueron asaltando, entre ellos el enorme cariño que  siempre le había tenido a Francisquito, mi primo favorito.

 

—Tío, ¿se te ha comido la lengua el gato?

 

—Estoy pensando —Sentenció de modo solemne.

 

—¡Ah! ¡Tiene  muchos cojones la cosa, te toca  pensar una vez al año y tiene que ser cuando estás conmigo! —Dije con total sarcasmo.

 

Mi acompañante me miró frunciendo el ceño levemente y no pudiendo reprimir una sonrisa, a la vez que movía la cabeza con resignación.

 

—¡No has cambiado cabrón! ¡Sigues siendo el mismo tocapelotas de siempre!

 

Lo miré, le hice una mueca tonta de las mías y al final terminamos riéndonos como dos idiotas.  

 

Roto el frío muro que se había levantado entre los dos, Francisco tragó saliva, carraspeó un poco y sin darme tiempo a reaccionar soltó algo, cuanto al menos, sorprendente:

 

—¿Lo has hecho con mis hermanos?

 

La poca diplomacia de la pregunta agujereó de pleno la carcasa de mi armadura, por unos segundos no supe  ni que decir, ni cómo reaccionar… Pero hice de tripas corazón y enfrenté la situación como suelo hacer siempre: sin  cautela de ningún tipo, ¡como un elefante en una cacharrería!

 

—Cuando dices “hecho”, ¿te refieres a “jugar a los médicos”?

 

Francisco asintió con la cabeza, a la vez que aparcaba el coche ante el portal de la vivienda de sus padres.

 

—Pues sí. —Dije con un patente   e irreflexivo descaro el cual  me había funcionado bastante bien en el internado, pues  había resultado ser como una especie de arma que dejaba a mis contertulios sin argumentos.

 

—¿Y?...

 

La conversación según fuera  mi reacción podía tomar muy distintos cauces. Mi respuesta podía ir  desde un “No te importa”  a un “Pues sí, no hemos pegado unos buenos lotes de follar”.  Pero, como había visto lo sensible que estaba mi primo con el tema del sexo y sus hermanos, opté por seguir bromeando y con bastante poca vergüenza le dije:

 

—Pues  lo normal en estos casos, nos hemos tomado la temperatura y después no hemos puesto un supositorio hasta que hemos echado los virus.

 

Francisco me miró, sonrió y movió la cabeza con cierta perplejidad.  Se bajó del coche sin decir nada y una vez me apeé del vehículo. La imagen  que me ofrecía  mi primo me dejó un poco descolocado: lucía un vaquero levemente ajustado y con bastante descaro se acomodaba  con la mano el bulto de su entrepierna, el cual debido a su envergadura, me hacía presuponer que no se encontraba en situación de descanso, ni mucho menos.

 

Extrañado ante su ademán, lo observé detenidamente. Aunque el concepto que tenía de él era un niño regordete y bonachón, y difícilmente podía pensar en él como  en un hombre; el robusto y atractivo chico de veinte años que tenía ante mis ojos  poco o nada tenía que ver con mis recuerdos.  

 

Aunque en Navidades, lo vi menos obeso que en otras ocasiones, no me percaté del motivo: mi primo Francisco se había vuelto un adicto de las pesas.

 

Mi mirada recorrió minuciosamente todo su cuerpo. Su rostro, sin ser tan hermoso como el de sus hermanos, poseía unos rasgos bastante atractivos. Aunque su aspecto seguía siendo bastante  aniñados, se dejaba entrever en el cierto aire de virilidad.  Era lo que se suele decir: “un moreno de toma pan y moja”.

 

Pese a que su ancho pectoral parecía recordar todavía a su antigua constitución física, lo que antes era mera grasa ahora era puro musculo. Bajo la camiseta blanca se  vislumbraba un hinchado y atractivo pecho.

 

Sus brazos y hombros, sin ser nada del otro jueves, aporrearon a mi libido (que por aquello de ser mi primo y tal, aún permanecía dormida), la cual terminó de despertarse cuando mis ojos  se pararon en su abultada entrepierna.

 

Moví la cabeza en señal de sorpresa y sin dar tiempo a reaccionar a mi primo le dije:

 

—¡Primito, te has puesto enfermo!

 

Francisco se puso como una amapola e instintivamente llevó sus manos a su paquete, en un intento vano de ocultar su calentura.

 

—¡Si es por mí, no hace falta que te tapes!- Dije de manera distendida, dando  a entender que lo que veía me agradaba.

 

Francisco buscó en mi mirada una pizca de complicidad y  encontró una montaña, guardó silencio durante un breve instante y sin reparo alguno me lanzó una pregunta:

 

—¿Sabes, Pepe? Ya somos mayores…. ¿Te gustaría jugar a los médicos conmigo?  

 

Por unos segundos permanecí sin decir palabra alguna, ni siquiera hice un mero gesto. Las palabras de mi primo me habían cogido fuera de juego… Pues a pesar de haber superado el miedo a mi realidad con sus hermanos y a pesar de las buenas calificaciones obtenidas en materia sexual en el internado. Francisco era mi “Francisquito”, la persona de mi infancia a la que más cariño guardaba.  Acceder a follar con él, era destrozar un  dulce recuerdo; negarme era poner un ladrillo más en el muro de sus múltiples complejos.  Sabía que hiciera lo que hiciera, mi relación con él se resentiría… ¡Y qué coño, un polvo siempre sería mejor recuerdo que  el de sentirse rechazado!

 

Cómo no soy de dejar pasar la vida sino de disfrutarla intensamente, alargué mi mano hasta su paquete y le dije arrastrando mis palabras de un modo sensual:

 

—Pues si no recuerdo mal lo primero que se hacía era tomar la temperatura, ¿no? —Mis dedos acariciaron su tranca, la cual no tenía ningún parecido con las delgadas pollas de sus hermanos, más bien me recordaba al regordete y enorme cipote de su padre.

 

Al sentir como mis dedos se aferraban a sus genitales, mi primo cerró sus ojos y dejó escapar un prolongado suspiro de sus labios. Su caliente respiración cayó como un pequeño vendaval sobre mi rostro y  si por casualidad no me hubiera puesto cachondo aún, aquel gesto hubiera terminado haciéndolo.

 

—Pasemos dentro… No hay nadie, tenemos la casa para nosotros.

 

Al adentrarme en la vivienda, una desorbitada nostalgia me invadió, lo rústico de aquel lugar evocaba en mí sensaciones que creía olvidadas y por un momento el ayer pareció golpear mi hoy, ya no era un joven de dieciocho años pues me sentía como un niño, a quien el “listísimo” de su primo Francisquito iba a explicarle todas aquellas cosas de los mayores  que él no entendía.

 

Pasé la mano por el tórax de mi primo, como me figuraba estaba duro como un leño. Su abdomen era también un lugar donde dejar crecer los deseos. Volví a apretar su polla y de manera impersonal le comenté:

 

—Para mí que usted tiene fiebre. Va a haber que tomarle la temperatura.

 

Francisco me sonrió con ese encanto natural que le salía por las orejas y me dijo:

 

—Sí, pero mejor pasemos a la consulta.

 

Me cogió la mano de manera fraternal y me invitó a que lo siguiera. La supuesta “consulta” era su dormitorio, el cual una vez no adentramos en él, cerró con llave.

 

Observé la estancia y de nuevo la niñez volvió a mí. ¿Cuántas veces había dormido en una de aquellas dos camas?  En las estanterías, junto a los discos de vinilo y algunos libros, todavía se podían ver algunos juguetes de la infancia. Aquella habitación me devolvía a una época donde la ingenuidad y la ignorancia parecían la misma cosa.

 

Contemplé el rostro de mi primo, estaba rojo de excitación (Creo que le sudaban hasta las manos). Por su forma de comportarse, aquello que nos disponíamos a hacer no le parecía ni mal ni bien, sino todo lo contrario. Posé mis manos sobre sus hombros en un intento de tranquilizarlo. Lo que sucedió a continuación, me volvió a dejar descolocado por completo.

 

Sus labios se posaron sobre los míos, su lengua como una  ardiente culebra se internó entre mis dientes y comenzó a bailar con la mía. Sus manos se aferraron a mi espalda y cuando me quise dar cuenta me había quitado la camiseta que llevaba. ¡Y es que Francisquito,  aún seguía dándome veinte vueltas en todo!

 

Poco después yo le había quitado también la prenda que cubría su torso y aunque  no soy mucho de creer en Dios… No pude evitar pensar que  el pecho de mi primo era de pecado… Una pequeña mata de pelo negro rizado cubría su parte central de la que brotaban dos abultadas y duras tetas, en el centro de cada una de ellas, dos oscuros pezones regados por unos rizados y oscuros bellos te gritaban cómeme, muérdeme y otras cosas parecidas.

 

Abandoné sus labios y con tesón comencé a lamer las dos pequeñas prominencias, mi primo, al sentir mi fogosa lengua sobre sus tetillas, volvió a suspirar de ese modo que  tan cachondo me ponía.

 

Al poco me encontraba agachado ante él, desabrochando la hebilla de su cinturón. Tras la portañuela se dejaba entrever un abultado slip que servía de cárcel a una bestia que pedía  que la sacaran de su encierro para ser mimada por mis labios.

 

—Por lo que se ve estás muy malito… —Dije sorprendido ante el descomunal hinchazón que se marcaba bajo la ajustada prenda interior—  Te tomaré la temperatura para ver cuanta fiebre tienes.

 

Bajé la prenda de algodón y me llevé una de las mayores sorpresas de mi vida. El cipote de mi primo, evidentemente no se parecía a las pollas delgadas y largas de sus hermanos gemelos, pero tampoco era como la polla regordeta de su padre; lo que Francisco tenía entre medio de las piernas, haciendo un símil con lo de mi infancia, era casi tamaño morcón.

 

La boca se me hizo literalmente agua cuando la vi.  Y pese a que mi boca y mi culo ya habían dado buena cuenta de unas cuantas pollas de talla XL, aquel  enorme mástil rosado era como maná caído del cielo y no estaba dispuesto a desperdiciarlo.

 

Baje su prepucio para ver el glande en todo su esplendor y, al hacer esto, una película de líquido pre seminal empapó mis dedos. Los cuales me llevé a la boca, sin recato de ningún tipo.

 

—¡Primo que está la cosa muy chunga y no se puede desaprovechar nada! —Exclamé mientras me relamía los dedos.

 

Francisco sonrió  para a continuación morderse el labio inferior de un modo sumamente provocativo. Entendiendo ese gesto suyo como una especie de pistoletazo de salida, introduje el grandioso miembro en mi boca. Si su aroma me había puesto como un coche de fórmula uno, su sabor empujó a que mi polla gritará que la sacaran a pasear.  

 

Paseé la lengua por la cabeza de aquella erecta bestia de manera similar a la que lo haría sobre un Chupachup. Miré los ojos de mi primo, esté estaba disfrutando como un enano. Bajé sus calzoncillos hasta la rodilla e instintivamente posé mis manos sobre sus glúteos. ¡Joder, qué duro tenía el culo el cabrón! Se veía que le había cogido el gustito a eso de las sentadillas del gimnasio.

 

Sin esperar respuesta por parte de mi pariente, me saqué de cuajo el vibrante cincel de la boca y  como si mi primo fuera un muñeco, le di la vuelta y coloqué su vigoroso trasero frente a mi cara.

 

¡Aquel culo merecía  esculpirlo en mármol y ponerlo, por lo menos, en el Coliseo griego! Su redondez y dureza era fuera de lo común, carente de pelo a excepción de una pelusilla negra que brotaba de su agujero a modo de pequeñas hormiguillas. Apoyé mis manos sobre los dos pequeños balones de carne e introduje mi lengua en el oscuro agujero. Mil sensaciones bulleron en mi interior al tiempo que  mis sentidos se dejaban llevar por la pequeña orgia de olores y sabores de aquel beso negro. Los gemidos acompasados de Francisco me animaron a apremiarme más en la tarea.

 

Sin dejar de lamer aquel caliente hoyo, mis manos sacaron  mi polla, la cual estaba dura y caliente como una piedra al sol.

 

No sé cuanto tiempo estuve lamiendo aquel rugoso orificio, de vez en cuando paraba y  observaba por unos segundos como escurría, tras su paso por el perineo,  la caliente saliva al suelo. La excitante visión me impulsaba a seguir pasando mi lengua por aquella hendidura con mayor pasión si cabe.

 

Hubo un momento en que Francisco se volvió y mostrándome su tremendo pollón,  me pidió  en silencio que  se lo volviera a chupar. Antes de meter aquel poste en mi cavidad bucal lo contemple minuciosamente; podría medir entre veinte y veintidós centímetros (el ojo de buen cubero nunca fue lo mío) y de ancho lo suficiente para que para practicarle una mamada tuviera que abrir mi  boca en toda su plenitud. Pero lo que más me gustaba era su piel oscura y las diversas venas moradas que recorrían su tronco. ¡Y sus huevos, sus enormes y peludos huevos me encantaban! ¡Qué bien servido estaba mi primo Francisquito!

 

Comencé chupando delicadamente su sonrosado capullo, pasando la lengua por los pliegues de este.  Supuse que lo debía estar haciendo de escándalo pues sus suspiros sólo  cesaban de vez en  cuando y  para decirme, entrecortadamente,  que no parara.

 

Me la tragué entera hasta que mi campanilla sirvió de tope. Soporté las pequeñas arcadas como pude… La saqué durante unos segundos, un pequeño río de babas brotaba se su punta y de una manera indecorosa lamí y me tragué la libidinosa mezcla de sus fluidos con los míos.

 

Reanudé la mamada y esta vez con más ímpetu. Hice por momentos de mi boca, el hábitat de su verga. Mi mano derecha se aferró a mi polla y mi izquierda vagaba entre su trasero y sus testículos.  El frenesí se apoderó de mí. Mis labios friccionaban aquel enorme cipote a la vez que acariciaba su cuerpo y me hacía un pajote de mil demonios. Cuando mi primo dijo la consabida frase de “me corro”, en vez de rehuir sus trallazos, aferré mis labios alrededor del vigoroso miembro.

 

Unas pequeñas convulsiones después mi boca se inundaba de un amargo sabor, me tragué sin contemplaciones aquel pequeño mar de pasión….Aunque ya había probado su sabor, era la primera vez que me tragaba plenamente una corrida  y por el  largo tiempo que estuvo eyaculando, comprendí  que conocería muy  pocas pollas que inundaran mi garganta,  de una manera tan  generosa y abundante como aquella.

 

Al mismo tiempo que el blanco líquido cruzaba por mi faringe, mi mano acabó lo que había empezado y unos chorros de semen bañaron el suelo de la habitación.

 

 

Durante unos instantes el tiempo pareció detenerse y el mundo dejo de existir tras aquellas cuatro paredes.

 

—¿Cómo me encuentro Doctor?— Preguntó mi primo siguiendo con nuestro particular cachondeo.

 

—Treinta y siete grados. Estabas muy caliente pero no tenías fiebre. —Contesté en el tono solemne que lo haría un profesional de la medicina.

 

—Pues tendrá usted que seguir haciendo pruebas, pues aún sigo enfermo — Al decir esto último señaló su pene, el cual, lejos de volver a su estado de flacidez, seguía tieso como una estaca.

 

(Continuara en “Lo estás haciendo muy bien”)

 

Acabas de leer:

Sexo en Galicia

 

 Episodio XVI: 37 grados

 

 (Relato que es continuación de “El Guardaespaldas”)

 

Si estás por aquí todavía, sería interesante que dejaras tu valoración o, incluso mejor, un comentario. A los autores nos gusta conocer lo que piensas sobre lo que escribimos, nos ayuda a mejorar y sobre todo, sabemos si nuestros relatos te llegan o no. Gracias de antemano.

Si es la primera vez que entras a leer un relato mío y tienes ganas de leer más, hace poco publiqué una Guía de lectura que te puede servir para seguir el orden cronológico de estas.

 

 

A todo aquel que valoró o dejo un comentario en “El más dulce de los tabúes”  mil gracias y, como siempre, mi respuesta  a título personal a cada comentarista. A mOOrbida: Pues si te gusta Ramón, estas de suerte porque casi tengo terminado los borradores de esta saga protagonizada por él me salen entre siete u ocho episodios más (El último no lo tengo muy claro aún); a Yoni ¡Muy bueno! ¡ ja ja! …Elena, la mujer de Ramón, está aprendiendo a volar con escoba, pero lo que se dice bruja, bruja, no es todavía.; a elbotiija Te remito a la respuesta dada a mOOrbida ¿Qué te ha parecido el de hoy? Si gusta, pienso traer unos cuantos flash back de esa época a esta serie; a volcán Desconozco si estarás leyendo esto, pero si te gustó “El más dulce de los tabúes”, en la misma línea están “Tiritas pa este corazón partio”  y “Valió la pena” (Ya me dirás…); a Zoele Tu comentario me llegó realmente, es una de las cosas más bonitas que le pueden decir a cualquier creativo. Espero no haberte defraudado con el de hoy; a pepitoyfrancisquito Elenita no es que sea muy mala, es que como no juega con el pobre Ramoncito, él se tiene que buscar otro amiguito. ¡ Ah, y que ERE ni que niño muerto! ¡Aquí a producir el doble, cómo esta “mandao”!; a zarok   Un orgullo que me pongas junto a Karl (Para mí es de los mejores). Ante lo que dices de “quitarse el sombrero”, solo puedo remitirte a lo que se cuenta en “Celebrando la derrota” Post data: En lo referente al comentario de la categoría filial, decirte que nunca un relato mío ha tenido tantas visitas en tan poco tiempo.; a mrcp  Ante todo gracias por darte de alta y comentar (Anima a seguir con este extraño hobby). Si has leído la historia desde el inicio, habrás notado ciertos cambios en Ramón,  estos que en un principio podían parecer casuales no lo son y es lo que se va a explicar en esta tanda de episodios. Por cierto, me ha encantado la definición que has hecho de “Tíos que viven, sienten y hablan aparte de echar un polvo,”, pues es lo que tengo en mente a la hora de escribir un relato (Aunque  se  trate de un ligue ocasional).; a Vieri32 Lo que notas en el cambio de estilos es más bien un efecto colateral, mi intención es que cada historia se empape de la personalidad del personaje protagonista, cosa que creo que no consigo( Pero estamos en ello. ¡Persistiremos! :)))   Puedes llevar razón en cuanto a mi tratamiento de las mujeres, pero en este caso lo único que pretendía es reflejar la soledad de la convivencia: Ramón busca el cariño  que no tiene en casa, fuera de ella. Por cierto, dile a tu amiga Rocío que me alegro que mi recomendación le haya servido para coger “apuntes”, pero que el examen  no es teórico, es práctico. ;D.; a Karl  Me alegro que te esté gustando esta retrospección con Ramón y no tienes que sentir nada, lo que te gusta te gusta y lo que no, no. A estas alturas sabes que sé encajar las críticas siempre que no sean ofensivas (Qué nunca será tu caso). ; a Rofacale O sea que no te ha gustado mucho. De tu extenso comentario (el cual agradezco enormemente) me gustaría destacar la alusión que haces a la diferencia generacional, tema en el que te doy toda la razón del mundo. Uno de los muchos motivos por lo que empecé a publicar en TR fue porque la mayoría de los relatos estaban protagonizados por adolescente, cómo si el sexo y el amor no existiera a partir de los treinta. Harto de ver en la página historias (para mi gusto) demasiado sensibleras llenas de jóvenes adonis, decidí hacer los relatos que a mí me gustaría leer.  Motivo por el  que entiendo perfectamente que no te sientas identificado con mis personajes y a mmj  Ante todo mil gracias por contestar a mi pregunta, me sirve para saber por dónde moverme en próximos textos. En cuanto a por donde va a ir la trama, lo único que te puedo decir es que Ramón no es Enrique y que no lo va a putear… De todas maneras, todavía queda bastante que contar así que espero seguir “alegrándote el día” mucho tiempo. En cuanto a los frentes abiertos alguno se ira cerrando este año, pero  como podrás comprobar todas las series van interactuando entre sí; es una historia de personajes en la que importa más las vivencias que la cronología en sí. No sé si me estoy explicando bien.

 

Volveré aproximadamente el ocho de enero con un relato de la serie

“Historias de un follador enamoradizo”, titulado “Entre dos tierras”. Estará narrado por Ramón.

 

Bueno me voy que tengo que ayudar a Pepito a escribir su carta a los Reyes Magos.

 

¡Adiós!

 

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Un casquete después de la siesta

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Comer y follar todo es empezar

Con mi ojete preparado para un rabo XL

Al chofer del bus, le sale la leche por las orejas

Mamándole el ciruelo a mi mejor amigo

De cruising en la playa de Rota

Cinco salchichas alemanas para mi culo estrechito

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El descomunal rabo del tío Eufrasio

Follado por su tío

Meter toda la carne en el asador

Míos, tuyos, nuestros… ¡De nadie!

Encuentros furtivos en el internado

Antonio y la extraña pareja

Fácil

Bolos, naranjas y bolas.

Vivir sin memoria

El libro de la vida sexual

Reencuentro con mi ex

Punta Candor siempre llama dos veces

Hombres Nextdoor

Mundo de monstruos

Dejándose llevar

Guía de lectura año 2017

Dejar las cosas importantes para más adelante

Una proposición más que indecente

¡No hay huevos!

Ignacito y sus dos velas de cumpleaños

El chivo

La mujer del carnicero

Iván y la extraña pareja

El regreso de Iván

Guerra Civil

Las tres Másqueperras

Toda una vida

Objetos de segunda mano

Follando con el mecánico y el policía (R) 2/2

Follando con el mecánico y el policía (R) 1/2

Ni San Judas Tadeo

La invasión Zombi

Seis grados de separación

¡Arre, arre, caballito!

La más zorra de todas las zorras

Un baño de sinceridad

Barrigas llenas, barrigas vacías

No estaba muerto, estaba de parranda

Dr. Esmeralda y Mrs. Mónica

Yo para ser feliz quiero un camión

Tiritas pa este corazón partio

Corrupto a la fuga

Un polaco, un vasco, un valenciano y un extremeño

El de la mochila rosa

La jodida trena

Tres palabras

Hagamos algo superficial y vulgar

Pensando con la punta de la polla

Quizás en cada pueblo se practique de una forma

Gente que explota

Guía de lectura año 2016

En unos días tan señalados

Desátame (o apriétame más fuerte)

De cruising en los Caños

Putita

Sé cómo desatascar bajantes estrechos

Este mundo loco

Como conocí a mi novio

No debo hablar

El secreto de Rafita

¿De quién es esta polla cascabelera?

Me gusta

Me llamo Ramón y follo un montón

Doce horas con Elena

El pollón de Ramón

Dos cerditos y muchos lobos feroces

El ciprés del Rojo

Follando por primera vez (R) 2/3

Follando por primera vez (R) 3/3

Follando por primera vez (R) 1/3

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Orgia en el WC de los grandes almacenes

Once pollas para JJ

Prefiero que pienses que soy una puta

Homofobia

Adivina quien se ha vuelto a quedar sin ADSL

¡Terrible, Terrible!

Bukkake en la zona de descanso

Mi primera vez con Ramón

Tu familia que te quiere

Si no pueden quererte

Mía

Infidelidad

Dos adolescentes muy calientes

Ocho camioneros vascos

Parasitos sociales

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Violado por su tío

Talento

Somos lo que somos

Sexo en Galicia: Dos en la carretera

Tres pollas y un solo coño

De amor se puede vivir

Duelo de mamadas

¡Se nos da de puta madre!

Dos hermanos

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El MUNDO se EQUIVOCA

Todo lo que quiero para Navidad

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Identidad

Fuera de carta

Los gatos no ladran

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Instinto básico

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La fuerza del destino

La voz dormida.

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El profesor de gimnasia.

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Follando: Hoy, ayer y siempre (R) 1/2

El ser humano es raro.

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¡Ven, Debora-me otra vez!

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Porkys

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José Luis, Iván, Ramón y otra gente del montón.

El sexto sentido.

Cuando el tiempo quema.

Mi mamá no me mima.

La fiesta de Blas.

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Sin miedo a nada.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

¡Qué buena suerte!

El rumor de las piedras.

Dios odia a los cobardes.

Tres palabras.

Guía de lectura segundo semestre 2.014.

Como un lobo.

Solo Dios perdona.

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Adiós Francisquito, adiós.

Pequeños descuidos.

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Bésame, como si el mundo se acabara después.

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Guía de lectura primer semestre dos mil catorce.

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Vivir al Este del Edén.

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Felicitación Navideña.

El más dulce de los tabúes.

Desvirgado por sus primos gemelos

Las pajas en el pajar

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur.

Tiritas pa este corazón partio

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1,4,3,2.

Sexo en Galicia: Comer, beber, follar....

¡Se nos va!

En los vestuarios.

Lo imposible

Celebrando la victoria

La procesión va por dentro.

El guardaespaldas

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Mariano en el país de las maravillas.

Tu entrenador quiere romperte el culo(E)

Retozando Entre Machos.

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La excursión campestre

¡No es lo que parece!

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Vida de este chico.

Follando con mi amigo casado y el del ADSL? (R)

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón

Trío en la sauna.

Nunca fuimos ángeles

Desvirgado por sus primos gemelos (E)

Como la comida rápida

La misión

Follando con mi amigo casado

La churra del Genaro

Uno de los nuestros

Sexo en Galicia: Tarde de sauna (R)

2 pollas para mi culo

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Jugando a los médicos.

Algo para recordar

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A propósito de Enrique.

Guia de lectura y alguna que otra cosita más.

Culos hambrientos para pollas duras

En los vestuarios (E)

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Sexo, viagra y unos pantalones anchos (Epilogo)

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4,3,2,1....

2 pollas para mi culo

Adivina quién, se ha vuelto a quedar sin ADSL

El MUNDO se EQUIVOCA

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón (R)

Historias de un follador enamoradizo.

Living la vida loca

Sexo en galicia con dos heteros (R)

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Comer, beber... charlar.

Los albañiles.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Regreso al pasado

Follando con mi amigo casado (R)

“.... y unos osos montañeses)”

El padrino

... Bubú.....

El blues del autobús (Versión 2.0)

El parque de Yellowstone (Yogui,....)

After siesta

Sexo, viagra y ... (2ª parte) y última

Before siesta

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (1ª parte)

El bosque de Sherwood

El buen gourmet

Como la comida rápida

Pequeños descuidos

¨La lista de Schindler¨

El blues del autobús

Celebrando el partido