Los días siguientes fueron muy intensos, todo el tiempo que me quedaba libre lo dedicaba a visionar el puto video del que en principio no conseguí sacar nada (bueno, sí, fue la inspiración de unos cuantos momentos onanistas, pero poco más), hasta que cambié el modo de enfocar el problema y la nueva perspectiva me dio la solución. ¿Cómo no lo supe ver? Dicen que los árboles a veces no nos dejan ver el bosque y yo, a fuerza de golpear mi cabeza con sus troncos, descubrí que no hay una verdad más cierta.
Durante días, volví más tarde de lo habitual a casa, los niños ya se encontraban durmiendo e Irene, con el ceño fruncido como única conversación. Pero, pese a lo que me dolía prescindir de mis hijos y no poder tener una agradable charla con mi mujer, una alegría latía en mi interior, pues creía haber dado con la clave para resolver el problema de Cristina de Austria. Aunque, si era como yo sospechaba, no tenía solución pues no era ningún problema.
Un día decidí ponerme en contacto con un detective amigo al que recurría en algunas ocasiones y le pedí que investigara a los dos guardaespaldas. Una semana después su informe vino a corroborar lo que yo sospechaba: Ramón Domínguez había sido expulsado del ejército por acosar a una compañera del cuerpo, el informe psicológico al que mi amigo tuvo acceso decía era un jodido machista al que gustaba pavonearse ante todos de su hombría. Los siguientes empleos que se le conocían eran de portero de discotecas, de camarero,… hasta que decidió optar por el dinero fácil y empezó a trabajar de boy en una sala de striptease, pasar de ahí a los espectáculos de sexo en vivo y a rodar películas porno, únicamente había sido un paso.
Iván Jankauska, de él los datos que pudo conseguir mi investigador fueron menos. Solo que, al igual que su compañero, había alternado diversos trabajos hasta que, del mismo modo que él, acabó en la sala de sexo en directo y en el cine para adultos. Las averiguaciones de mi contacto dieron respuesta a la pregunta de por qué el asombroso aguante de los dos hombres ante el sexo: eran unos profesionales del mismo. Sin embargo unos nuevos interrogantes tintinearon en mi cerebro: “¿Por qué carajo contrató mi paciente a dos actores de cine x para el trabajo de guardaespaldas?” La solución seguía ante mis ojos y no era capaz de verla…
Volví a visionar la grabación de la de Sotomayor bajo el influjo de las tres palabras, fue observar el comportamiento de los tres protagonistas del video, confrontarlo con lo que ya sabía de dos de ellos y muchas piezas del tremendo puzle que había montado en mi cabeza comenzaron a encajar. Lo peor era que adonde encaminaban mis pesquisas no me gustaba nada, porque no solo me hacía sentir imbécil, sino el peor terapeuta del mundo.
Aquella individua de rancio abolengo, al contratar mis servicios, me había metido en un embolado de tres pares de cojones y, para mí, resolverlo se había convertido en la mayor de las obsesiones. Centré todos mis sentidos en saber qué había detrás de la supuesta sugestión de la de Sotomayor, tanto que hasta desatendí bastante mis otras obligaciones, tanto familiares como profesionales.
Como consideré que debía saber más de ella, y sobre todo de su vida afectivo-sexual, decidí contactar con uno de sus antiguos pretendientes: El Márquez de Varabaja. El tipo era un noble cuyo único patrimonio importante era su título mobiliario, de ahí que cuando su relación con Cristina se fue por la ventana, la pobreza volvió a llamar a su puerta. Accedió a hablar conmigo a un precio que me pareció desorbitado, pero era tal mi desesperación por saber más de la condenada Duquesa que accedí, quedamos en un bar de copas de Triana. Una vez constató que no era periodista me dio pelos y señales de su relación y su ruptura:
—A Kit y a mí nos iba de lujo, yo creo hasta que estábamos empezando a enamorarnos y todo eso… —la arrogancia se reflejaba en cada gesto y en cada palabra del aristócrata—.El problema vino cuando empezamos a acostarnos… Uno es muy hombre y tal, pero para Kit no era suficiente y siempre que lo hacíamos terminábamos discutiendo, pues siempre quería más…
—¿Tan ardiente era?
Mi acompañante hizo un gesto de sorpresa y poniendo cara de estar oliendo algo podrido, contestó a mi pregunta:
—¿Usted es su psiquiatra? ¡Pues vaya mierda de profesional está hecho!
La altanería de aquel individuo me sacaba de quicio, pero necesitaba la información que tenía y opté por callarme.
—¡Me parece mentira que no conozca el problema de Kit! —prosiguió, dando a entender que era imbécil por no saber de que hablaba.
—¿A qué problema se refiere?
—¡Es ninfómana! El hombre que esté con ella debe ser capaz de proporcionarle orgasmos a tutiplén o si no, para ella, es poco menos que una mierda —Mi gesto de sorpresa tuvo que ser bastante obvio, porque el Márquez sin darme tiempo a nada, hizo una inflexión al hablar y dijo—.¡No le ha dicho nada! ¡Qué zorra! A mí me lo contó el día que cortó conmigo, en el momento ese que se dice la frase tan famosa de “No eres tú, soy yo”, aunque a mí en ese caso me parecía que era verdad —al pronunciar esto último una sonrisa estúpida se dibujó en su cara.
¿Cómo podía haber estado tan ciego? La hipnosis no puede sacar de nosotros lo que no tengamos dentro, si no sabes nadar difícilmente podrás hacerlo sugestionada, si no te gustan las natillas nadie te puede inducir a que te las comas… Todo parecía encajar y coger forma, al tiempo que se volvía más complicado. Lo que cada vez tenía más claro es que Cristina de Austria no era un zorrón, ¡sino lo siguiente!
La vida perfecta de la Duquesa empezaba a hacer aguas por todas partes, la esposa correcta y la madre ejemplar era una pantomima de cara a la galería, pues parecía ser que a aquella dama de alta alcurnia lo único que la impulsaba a levantarse un día sí y otro también, era el sexo desmedido. Cuanto más avanzaba en mis averiguaciones, más intricado se me volvía todo y ante las pequeñas respuestas, siempre había enormes preguntas.
*****
Para conocer cuánto de fidelidad había en su sagrado matrimonio, contacté con varias personas de su entorno pero estas o no quisieron decir nada, o estaban tan engañadas como el resto de los mortales. Quien clarificó más el esquema psicológico que me estaba montando de la Duquesa fue una ex de su esposo: Chayo Bermúdez, una chica sin oficio ni beneficio, a la que la naturaleza todo lo que le había negado en inteligencia se lo había compensado en belleza y buenas curvas. Era el prototipo de choni que pensaba que la mejor escuela era la calle, la mejor universidad una noche de botellón y que los libros son un artículo para decorar las estanterías (Tanto más gordo, más bonitos).
Se presentó en mi despacho vistiendo un ajustado jersey blanco de punto y un pantalón naranja, que marcaban voluptuosamente cada curva de su espectacular cuerpo. Su falta de saber estar se notaba en toda ella y, aunque se movía como si estuviera en una pasarela, tenía tan poco estilo, que sus contoneos me resultaron patéticos.
—¿De verdad, tío, que no eres periodista? —Arrastraba las silabas como si pensar y hablar al mismo tiempo fuera agotador; le negué con la cabeza y prosiguió —: Aunque, mientras me pagues lo convenido, a mí, como si quieres ser el Papa de Roma.
—¿Qué tiempo estuvo usted con Francisco Muñoz? —dije, dando a entender que me importaba un carajo lo que pensara.
—¡Hostia, tío, no me llames de usted que me hace sentir vieja! Y como puedes ver, estoy en la flor de la vida —Al decir esto, se apartó la melena hacia un lado para que pudiera ver mejor su rostro, al tiempo que ponía su espalda derecha, en un claro intento de que sus abultados y firmes senos no pasaran desapercibidos —.Un año, más o menos, pero Fran ha sido y será el hombre de mi vida… No ha habido ninguno antes, ni lo habrá después que me llegue tan hondo como Fran… Yo, porque no me hizo una barriga como el Jesulín a la Esteban, que si no me había hecho de oro como ella, de plató en plató, contando mi historia. Y ahora que está en el trullo, más…
Corté tajantemente su soliloquio, pues no aportaba nada nuevo a mi búsqueda de información.
—¿Cómo eran sus relaciones en la cama?
Chayo se me quedó mirando como si hubiera traspasado alguna raya imaginaria pero, tras reflexionar un momento, me dijo:
—Tío, ¿cómo iba a ser? ¡La leche en bote!—La mujer guardó silencio durante unos segundos como si estuviera reflexionando la respuesta—¿Tú, porque te crees que la duquesita esa de mierda esa se casó con él? Porque es un follador nato, es capaz de echarte cinco y seis polvos en una noche y no se cansa. Creo que se llama multiorgósmico o algo por el estilo.
*****
A cada secreto que descubría de la Sotomayor, más cerca estaba de conocer los porqués de su sugestión. Pero esto no lo podría desentrañar si no hablaba con quien la había sumido en aquel estado y era uno de los grandes misterios de su secuestro: el nombre del hipnotizador. Si la Policía no había conseguido sacárselo a sus captores, difícilmente podría yo hacerlo. Pero aun así, me puse en contacto con el organizador de todo, Federico Vázquez o, como lo describía Cristina: el viejo de la voz ronca. Como todos mis informantes, el anciano accedió a contarme todo lo que sabía, claro está, previo pago, lo que me vino a demostrar que si las estadísticas decían que la crisis nos había hecho más altruistas, a mí me había tocado bregar con las excepciones que confirmaban la puñetera regla.
—¿Qué quiere usted que le cuente? —Pese a que intentaba ser amable, había tanta furia contenida en aquel hombre que más que una pregunta parecía que me estuviera lanzado un desafío.
—Sé que, por activa y por pasiva, se han negado a dar el nombre del psíquico que sugestionó a mi clienta, pero si me dijera todo lo que sabe sobre el tema me podría ayudar.
—Sabe Dios que si no me hiciera falta el dinero, ¡iba a hablar con usted un guardia! ¿Sabe usted lo que han hecho el torerillo y esa zorra con nuestras vidas? Y ahora, el juez dice que teníamos que haber leído la letra pequeña… ¡Para mear y no echar gota!
—Lo entiendo.
—¡Qué va a entender usted, ni qué niño muerto! —El grito del hombre me incomodó, primero porque yo no tenía culpa de nada y segundo porque todos los presentes en la cafetería clavaron sus miradas en nosotros, con lo que mi intención de pasar desapercibido se fue al traste—.En fin, le contaré todo lo que sé para que se vaya por donde ha venido.
Escuchar pormenorizar todos los detalles del secuestro, me hizo creer que ante mí no tenía un anciano estafado, sino a un reputado estratega. Cuando llegó el momento de hablar de cómo fue la hipnosis, comprendí que Cristina no había sido sincera conmigo desde un principio.
—… El gran problema que tuvimos es que la persona que tenía que hipnotizarla, se retrasó casi dos semanas, menos mal que lo consiguió hacer de una sola vez.
Intenté disimular como pude el que mi paciente me había mentido, por lo que lancé una ineludible pregunta para cambiar el curso de la conversación:
—¿Cuál era el objetivo de la hipnosis?
—Que sacara a relucir lo que más la avergonzara de ella… ¡Mire por dónde descubrimos que la modosita madre de familia era un zorrón de marca mayor…! Queríamos que sufriera como nosotros lo estábamos haciendo, por eso escogimos esas tres palabras para activar su sugestión… La pena es que no fuera duradero y dejara de hacer efecto tan pronto…
La cara de imbécil que se me tuvo que poner al escuchar tuvo que ser tan palpable que hasta el abuelete preguntó qué sucedía, contuve mi ira y di la callada por respuesta porque si hubiera dicho lo que pensaba en aquel momento, me habría arrepentido por siempre jamás.
*****
La última persona que consulté fue un colega de mi profesión versado en hipnosis:
—¿Entonces me dices que en una sugestión inducida por tres palabras da igual el contexto en el que se pronuncien, que solo importa el orden para que esta tenga efecto?
—Sí, el neo córtex recibe la información y reacciona ante ella, da igual que venga fraccionada o al completo; lo que sí es importante es el orden. Si yo te sugestiono a ti con la frase “te quiero mucho”, da igual que estás lleguen juntas o dentro de un contexto, así si te digo:” yo te he dicho que quiero poco y no mucho”, también tendrían efecto en ti, pues las tres palabras se han pronunciado en el orden correcto.
Dando por válidas las explicaciones que me dio, me dispuse a ponerlas en práctica, para ello preparé una frase que contuviera las tres palabras que sugestionaban a la Duquesa y en nuestra siguiente cita y durante la sesión de terapia, las pronuncié. Como me temía, las palabras, de forma fraccionada no tuvieron efecto en mi paciente. Volvía a probar, y ella siguió actuando como si nada.
Tras concluir su catálogo de “lo mal que la trataba la vida y de lo desgraciada que era “que me tocaba escuchar aquella tarde, una rabia contenida empezó a bullir en mi interior, tan mal me sentí que estuve tentado de decirle que dejara de fingir No obstante, sopesé los resultados nefastos que aquello podía tener para ella en caso de que estuviera errado, y preferí callarme hasta no tener más certeza sobre el tema.
Estudié todos los datos y aclaré mis dudas, antes de emitir un diagnóstico definitivo. Tras profundas reflexiones llegué a una conclusión: La duquesa de Sotomayor, por culpa de su ninfomanía, siempre había vivido una doble vida, una señora de cara a la galería y una puta en la cama. Desconozco cómo llevaba aquella faceta de su personalidad, pero está claro que el dinero que todo lo compra, todo lo puede. Con la llegada de Fran, su excepcionalidad en la cama, lo hizo el marido perfecto; con él, matrimonio y deseo iban de la mano, podía ser una perra viciosa sin dejar de ser una dama. Cuando lo metieron a él en la cárcel, su yo lascivo, al igual que su vida social, quedaron en un muy segundo plano.
Aunque tengo claro que la hipnosis debió tener efecto en un principio (no me entra en la cabeza que ella en su sano juicio, le practicara una mamada al Falote). No obstante, cuando esta dejo de tener efecto, el subconsciente de Cristina, al verse libre de todas las ataduras y el lastre que suponía su encorsetada educación, atándose a la coartada moral que suponía que no era responsable de todo lo que realizaba bajo la influencia de las tres palabras , optó por que estas siguieran teniendo efecto. Aunque en realidad, no fuera así.
Por primera vez en su vida podía mostrar a todos cómo era, sin cortapisas y además nadie la juzgaba. Por eso inconscientemente contrató a los dos actores porno como guardaespaldas, por eso mostró un estado depresivo para que yo le diera luz verde a hacer uso intencionado de la sugestión, por eso ese dominio de la situación cuando aparentemente había perdido el control…
Tenía ante mí el caso clínico con el que siempre había soñado: una doble personalidad. Fingida o real, nunca lo sabré, pero un trastorno de disociación del “yo”, al fin y al cabo. La educada niña de papá por un lado y la zorra deslenguada por otro. Con una paciente que, aunque con la boca pequeña me rogaba por su curación, con la boca grande todo lo que deseaba era sexo a espuertas. Nunca sabré cuánto había de la modosita Cristina, en la explosiva chica que se lo follaba todo. Nunca sabré cuánto de fingimiento había en la salvaje Kit. Solo sé que nunca sería capaz de curarla y que con sus visitas mantenía holgadamente la consulta. Y si esto no fuera suficiente, el añadido del sexo la hacía la más suculenta de las pacientes.
A partir de aquel día, todas las sesiones de terapia incluían un estudio científico de las tres palabras. Estudio que concluía con la Duquesita penetrada por todos los orificios posibles y toda ella empapada de semen. Pero como aquello tenía tan pocos resultados visibles, Cristina amplió las visitas a tres veces por semana y después a cuatro. Aquello se volvió tan cotidiano para mí que, un día, dejando mi pudor encerrado en el cajón, me incorporé a la fiesta y gocé de los placeres de la carne en grupo.
Eso que puede parecer tan poco ortodoxo, tenía también su fondo terapéutico: ya que, del mismo modo que inconscientemente contrató a Iván y Ramón por lo que eran, su elección de psicólogo también pasaba por ese mismo deseo, pues no me escogió por ser el más cualificado de mi profesión, sino por ser de los más jóvenes y guapos.
*****
Al oír el timbre de la puerta, abandono mis cavilaciones y suelto la carpeta sobre la mesa. Hoy, al igual que todas las tardes que viene la de Sotomayor con sus guardaespaldas, he dado la tarde libre a mi asistente y así tenemos completa libertad.
Cuando abro la puerta, me encuentro a una de las mujeres más hermosas y deseables que he visto nunca, hoy trae dos coletas y un atuendo de colegiala a lo Britney Spears en su primer video. Me saluda con solemnidad dándome la mano y yo se la beso como manda el protocolo, a continuación la hago pasar a la consulta. Saludo a Iván y Ramón y les pido que esperen en la puerta por si preciso de ellos, que de momento me sobro y apaño yo solo.
Me siento en mi sillón y ella se tiende sobre el diván. Me gimotea durante diez minutos lo desgraciada que es, yo hago como que la escucho pero solo tengo ojos para su escote y sus esbeltas piernas. Sin querer, mi pene empieza a tomar vida. Solo tres palabras me separan del placer supremo, así que no dilato más el momento, las pronuncio una tras otra y todo el sexo que puedo imaginar queda a mi alcance.
¿FIN?
No, lo siguiente.