miprimita.com

Follando por primera vez (R) 1/3

en Gays

El cazador

 

20/08/2012

 

El sol radiante y el profundo azul del mar, son la antesala perfecta para el disfrute. Cuando llegamos a la zona de los Caños; es la primera vez, en todo el verano, que siento que estoy de  verdaderas vacaciones. Libres de pajas mentales, libre de ataduras convencionales... La sensación de libertad me invade.

Guillermo nos para a Juan José y a mí delante del hotel, una vez hemos  descargado el equipaje; se va, para aparcar en una cochera que hay al final de la estrecha calle.

JJ y yo entramos en el hotel. Cuya edificación  me llama la atención gratamente; es un inmenso patio, en el que confluyen una serie de habitaciones, de similar modo al que estaban construidas en Sevilla  algunas casas de vecinos. 

Ya tenemos  en nuestro poder las llaves de nuestras  habitaciones, cuando regresa Guillermo de estacionar el coche, por su semblante, se le nota agobiado. Mi amigo se percata de ello y en tono cariñoso le dice:

—¿Qué te pasa? Qué traes cara de lunes.

—Nada, que la gente va a su puto  rollo y le he tenido que echar dos cojones para poder dejar el coche... ¡allí se queda hasta que vayamos a salir!— La voz del novio de JJ suena contundente, con lo buen conductor que es, bastante pirata ha tenido que ser la gente para cabrearlo.

Mi habitación es la contigua a la de ellos, cuando voy a entrar JJ me guiña el ojo y me dice:

—Tú no vayas a ponerlo todo muy bonito,  y ordenarlo como a ti te gusta... ¡qué nos conocemos! Que son la una nada más y a ver, si es posible que a las dos estemos remojándonos los huevos...

—¡A sus órdenes mi sargento!— Digo yo, no pudiendo evitar reírme ante su  natural descaro.

Como los deseos de JJ son órdenes para mí. A las dos, aunque no estábamos remojándonos nada, nos quedaba poco para ello. Desde el mismísimo momento que empezamos a bajar por la gran pendiente del camino que conducía a la playa; empezamos a respirar el ambiente gay  tan característico del lugar. No sé cómo explicarlo, pero la gente se expresa y se mueve de manera distinta...Pero no me hagáis mucho caso.  Lo mismo soy yo, que libre de las cadenas morales de la sociedad, observo el mundo con plena libertad y veo  lo habitual como algo extraordinario.

Sin lugar a dudas, lo que pasa, es que a mí este lugar, como todas las playas nudistas, me dan una sensación de infinita libertad;  no sé si por el hecho de que la gente se desnuda ante el mundo o porque siempre que acabo en ellas, es como escape de la agobiante rutina diaria. El caso es que lo único que me separaba de sentirme libre como un pájaro eran sus alas.   Bueno, eso, y unas cuantas lecciones de vuelo...

La playa no se ve demasiado ocupada, hay sitio de sobra para instalarse.  A pesar de ser Agosto, la cosa está muy tranquila....  ¡Esta puta crisis, está acabando con todo!

Cuando nos encontramos completamente instalados. La verdad, es que solo traemos unas esterillas y una bolsa con los bronceadores, libros y unas cuantas cosillas más.

Es quitarme la camiseta y Juan José no puede reprimir una parida de las suyas:

—¡Quillo!  ¿Y  con lo blanco que estás llevas quince días en la playa? Si tienes más mal color que la “maricona” de “Crepúsculo”.

Lo miro sin dar crédito a la chorrada que acaba de soltar y sin poder contener la risa le digo:

—¡ Yo también te quiero!

—Sentimiento mutuo—Me contesta  mostrándome fugazmente   su lengua.

 La verdad es que el bueno de  JJ llevaba razón, a pesar de ir todos los días a la playa. A raíz de que un día me queme, por no protegerme suficiente de los rayos UVA; empecé a usar un bronceador con filtro solar alto. Resultado: se me acababa las vacaciones y estaba más blanco que un vampiro. En fin.. Todavía tenía una semana para ponerle remedio a mi “sepulcral” color.

Una vez  nos quedamos como nuestra madre nos trajo al mundo, pero con unos cuantos años más. JJ dice de ir a darse una vuelta. Pues quiere  ver cómo está el ambiente de “caza” por la zona de las rocas.

—¡Tranquilito, hijo! ¿Tú no decías que te querías bañar? — Le reprende Guillermo —. Pues ahí, tienes todo el Océano Atlántico para ti — Esto último se lo dice  abriendo los brazos  y señalando  las azules aguas que tiene ante sí.

—No hace falta ponerse así... Solo pensaba ir a dar una vueltecita...

—Si lo que vamos a estar es una horita... quédate con nosotros; que ya tendrás tiempo de “mamoneo”... ¡Cojones, que vamos a estar aquí una semana! No hace falta ser tan impaciente.

—Vaaale...— Dice JJ, rindiéndose ante lo evidente —, pero es que la curiosidad me mata.

—Sabes, que a mí me da igual... Pero es que me parece excesivo, que ha sido llegar y… ¡de cabeza! —Esta vez la voz del novio de mi amigo es más suave, incluso creo que reprime una sonrisa —. ¡Cojones, ni que estuviéramos en las rebajas!

—Pues, entonces; ¡voy a remojarme los huevos! —No ha terminado de decir esto cuando sale corriendo en dirección hacia el agua. Dejándonos a Guillermo y a mí, con dos palmos de narices.

— Este novio mío no deja de sorprenderme. ¿Cómo puede tener la cabeza tan bien amueblada para algunas cosas, y ser tan loco para otras?

—¿Me lo preguntas o me lo cuentas? — Le digo yo, con total desconcierto —.Es que si fuera de otra manera, no sería JJ.

—Sí, y la verdad es que si no fuera así como es. Mi vida no sería lo que es hoy—. Las palabras de Guillermo, de no ser por su ronca voz y su aspecto de brutote, podrían sonar hasta cursi...Es lo que pasan con estas cosas  cuando  salen del corazón.

Lo miro y le sonrío. A continuación le paso la mano por la barbilla y le digo, en un tono que roza el cachondeo:

—Si es que no te puedes enfadar con él, si se te cae la baba...

Pocos minutos después, JJ vuelve:

—¡El agua está del carajo! Anda ir a bañaros, que yo cuido las cosas.

Yo declino meterme en el agua, pero a Guillermo le falta tiempo para salir corriendo en pos del salado líquido. Observo detenidamente al novio de mi amigo; es un ejemplar de macho bastante curioso; aunque no es muy alto, (más bien bajito, diría yo)  está majestuosamente proporcionado. No es el típico musculitos tapón; sus piernas son preciosas, su culo parece estar esculpido con un cincel, y su espalda es ancha y voluminosa....

—¡Quillo, córtate un poquito que estoy yo delante! —. La  desenfadada voz de JJ me saca de mis cavilaciones.

—Si yo no... — Musito, levemente avergonzado ante lo evidente del comentario de mi amigo.

—!Noooo!... si ahora me vas a decir que no es lo que parece. ¡No te jodes! ¡Si te lo ibas a comer con la mirada!....

Miro de reojo a JJ y este no puede evitar levantar las cejas levemente y reírse.

—Sí, que mi novio está muy bueno. ¡Pero es mi “tesoro”! —. Al decir esto último se encorva un poco e imita la voz de Gollum del “Señor de los anillos”.

Bajo la mirada, sé que no se ha enfadado, pero también soy conocedor de que lo que he hecho tampoco es que sea lo más ético del mundo: mirar con ojos de deseo a la pareja de tu mejor amigo.

—¡Gilipollas, no me pongas esa cara!— A la vez que dice esto me da un suave golpe en el hombro — .Si a mí me da igual que lo mires, como si te lo quieres tirar ( por cierto a él, por lo que yo sé, no le importaría).

—Y entonces... ¿por qué te pones así?

—Porque entonces, no había visto esa cara de pánfilo que pones... ¡Me encanta! — Al decir esto último me saca la lengua en tono burlesco —. ¡Ah! Por cierto, lo de que si te lo quieres tirar va en serio. Prefiero que me ponga los cuernos contigo, que te conozco y sé de qué vas, a que lo haga con otro...

Muevo la cabeza en señal de perplejidad, ¡no me puedo creer lo que estoy escuchando! Mira que lo conozco de hace años ya. Pues nunca deja de sorprenderme. JJ, su forma de ver la vida y sus modernuras me superan de largo. Pero no digo nada... Entre otras cosas, porque no sé qué decir. Así, que sin darle importancia a la lindeza que mi amigo acaba de soltar por su boquita. Me tiendo en la esterilla y me pongo a leer. Cosa, que ya dicho de paso, es harto difícil con el “loro” de JJ al lado.

—A propósito... ¿lo que te ha contado esta mañana Guillermo en el coche lo piensas colgar en la Web esa en la que tú escribes?

— ¿Por qué no?  Me parece una historia bastante interesante.

—¡Muy bonito! Lo de él sí y lo mío no —JJ modula sus palabras cargándolas de ironía.

—Pero, tío... Es que ya te dije, que lo que tú me contaste, no me parece ético.

—¿Y si te cuento, una historia de cuando tenía dieciocho años?

—Entonces, sin problemas.

—Pues prepárate, que va a ser el relato más caliente que hayas escrito hasta ahora –. Las palabras de JJ están impregnadas de esa teatralidad que tanto le gusta a él y que nos toca soportar a los demás.

 

24 AÑOS ANTES

 

Érase una vez que se era, un chico llamado Juan José.  Juan José a sus dieciocho años era un chico bastante atractivo, delgado, ni alto ni bajo, moreno, pero lo que más llamaba la atención de él, eran sus grandes ojos marrones y su sonrisa. Su contagiosa sonrisa.

Juan José era de un pueblo de Badajoz; aunque desde que tenía catorce años estudiaba BUP (para los más  jóvenes el antiguo bachiller) en un internado de la capital del país. Concretamente aquel año, cursaba COU, el último del ciclo. 

Aquella navidad, como todas, nuestro protagonista dejaba Madrid y volvía a su pueblo con su familia.

Pepe, pues así era como lo llamaba los que conocían, echaba  mucho  de menos a los suyos. A su madre, a la cual nunca había dicho todo la que quería(más que a nada en el mundo); a su hermano Juan, seis años mayor que él; a su hermana Gertrudis, la que siempre había sido otra madre para él, a pesar de llevarle sólo  once años... Y por último, estaba su padre. Su respetado padre. De niño, nunca había sido su hijo predilecto, pero desde que a los catorce años sucedió el “acontecimiento terrible”... Por el cual se descubrió su verdadera tendencia sexual, a su padre le costaba trabajo mirarlo a la cara y no sentir vergüenza.

Por eso, aunque nuestro joven protagonista añoraba mucho a los suyos, convivir con la loza de la culpa con la que le hacía cargar su padre, se le hacía interminable. Y para evitar  la compañía de su progenitor, pasaba las horas fuera de casa, visitando a amigos, conocidos y familiares.

Aquella tarde de sábado, había comido en compañía de sus primos y su tíos del pueblo de al lado.  Y  eran como su segunda familia.  Pepe, quería mucho a aquellos parientes suyos.

 A su tío Paco, el cual  pese a ser tan bruto como su padre,  nunca dejo ver en sus  ojos  una migaja de reproche, al contrario.

 A su  tía Enriqueta, hermana de su padre,  la cual siempre le mostró su sincero  afecto. De no ser por ella, que medió ante su padre, su madre nunca habría ido a visitarlo alguna vez que otra al internado.

 A su primo Francisquito, bueno, él ahora quería que le llamaran Francisco, aunque para Pepe, siempre sería   Francisquito, el hermano de sus años que nunca tuvo, su  compañero de juegos y cómplice en la infancia.

Luego estaba Matildita, su prima gordita. Bueno ya había perdido los “itas” y gustaban de que la llamaran Matilde y ya no era gordita....sino gorda, muy gorda.  Aun así, ella se  creía una especie de mujer diez. Era el único miembro de la familia, que miraba por encima del hombre a nuestro protagonista. Y es que ya se sabe, siempre está la excepción que confirma la regla.

Por último estaban sus primos gemelos: Ernesto y Fernando. Dos hermosas gotas de agua, que a pesar de acercarse a la treintena; seguían conservando su juvenil belleza. Por lo que le contaba su madre, salían a la rama paterna; pues el tío Paco, según ella, en sus años mozos era  un rubio que quitaba el hipo.

Fuera como fuera, el atractivo de aquellos dos hombres, era  más que palpable. Y Pepe, tuvo que hacer esfuerzos durante la comida,  para no quedarse embobado mirándolos.

 A pesar de la diferencia de edad (diez años), la admiración del muchachito por sus dos primos gemelos era evidente. Por eso, cuando oyó que estos se iban de caza al día siguiente,  se auto invito a ir con ellos. En principio, sus primos  le pusieron pegas; disfrazadas con excusas de “esportubien”, “sitevasaaburrir”. Al final, Pepe y su eterna sonrisa, se los consiguió meter en el bolsillo y los gemelos, muy a su pesar,  no tuvieron más remedio que llevárselo a cazar con ellos.

Bueno, y se preguntareis ¿Qué interés tenía nuestro protagonista en ir con sus primos de caza?  Os lo explicare brevemente. De niño, de muy niño, Pepe pilló a sus dos primos teniendo relaciones homosexuales incestuosas. Sus primos desconocedores del tema, no sabían que lo que su joven primo iba buscando, era volver a verlos en aquella excitante situación. Porque por mucho rollo de ir de caza que los  gemelos argumentaran para sus salidas; Pepe sospechaba que aquellos dos a lo que iban, era a lo que iban. No hace falta que dé más datos ¿no?

A la mañana siguiente, los dos hermanos y su avispado primo partieron hacia la casa de campo, desde donde partirían hacia el coto de caza privado cercano. Una vez allí, lo primero que hicieron fue encender la chimenea. Pepe se ofreció a ayudar a su primo Ernesto que es el que estaba haciendo dicha labor, mientras que su hermano cargaba los artilugios de caza en el 4x4.

Mientras encendían el fuego; Pepe observo a su primo Ernesto, era un tío bastante atractivo, de piel clara,  cabello rubio, ojos azules y unos labios carnosos que estaban pidiendo a grito que los besara. Ernesto era poseedor de unos brazos fuertes y rudos, producto del trabajo agrícola. Sus brazos acababan en unas encalladas y peludas manos.

Pepe, todavía  por aquel entonces, no había tenido una relación homosexual  plena;  aunque era buen  conocedor de sus gustos sexuales, al igual que eran conocedores de ello todos sus allegados (el cree que a raíz de lo que pasó cuando tenía catorce años, todo el universo se había enterado de que le gustaban los hombres).

Por eso, lo que sucedió a continuación no le extraño lo más mínimo.

Cuando su primo Fernando, supuestamente volvió de cargar el coche. Saco la ropa de caza de él y de su hermano(a Pepe le habían prestado un anorak verde).  Esperó que el fuego prendiera la madera y, al calor de éste, empezó a cambiarse. Primero se quitó un abrigo marrón de lana, el cual dobló y colocó sobre una mesa cercana. Cuando se desprendió de la camisa de cuadros rojos y verdes que llevaba puesta, ante los ojos de Pepe se mostró un bien formado tórax, al que sólo cubría una delgada camiseta de tirantes. Los brazos de Fernando, al igual que los de Ernesto, eran fuertes y bien formados (es lo que tiene ser gemelos.). En el instante que el pecho de su primo quedo desnudo ante sus ojos, Pepe no pudo reprimir un suspiro, producto de lo mucho que le estaba gustando la visión que tenía ante sus ojos.

Todavía no había terminado Fernando de desnudarse, cuando su hermano Ernesto se puso frente a él y dio paso al mismo ritual en el cual  estaba inmerso su hermano. No pasaron ni dos minutos, y Pepe ya  tenía el corazón que se le iba a salir por la boca de la emoción. Sabía que sus primos estaban buenos, pero ver en calzoncillos el uno al frente del otro, era más de lo que podía soportar. Sintió que el pulso se le aceleraba, como nunca antes lo hizo.

Fue observando a sus primos de arriba abajo, tenían unos pies grandes, unas piernas robustas y peludas y en sus slips se marcaba un tremendo bulto. Pepe no quiso ser mal pensado, pero daba la sensación de que ambos tenían la verga erecta.  Pepe levanto la mirada y busco la de sus primos, aunque no era muy conocedor todavía de las muestras de deseo en los demás, a nuestro joven protagonista le pareció que en los ojos de sus primos se pintaba la lujuria.

Pepe, al ver como su primo Ernesto se tocaba el paquete de manera atrevida, sintió un poco de vergüenza y, hay que decirlo, un poquito de miedo. Pero eso no le importó a su pilinga, que empezó a crecer dentro de su ropa interior, como si tuviera vida propia.

Su primo Fernando, en un gesto de descaro, pasó los dedos sobre su miembro, marcando con la débil tela la forma de este. Bajo el fino algodón se marcaba un pene largo y delgado. Pepe no podía creer que esto le estuviera pasando a él. Estaba tan asombrado que  sus enormes ojos marrones parecían querer salirse de sus cuencas.

Levantó la mirada y se encontró, con que Fernando se mordía levemente el labio inferior, en un gesto de total lascivia. Sin darle tiempo a pensar nada y con un total descaro, se cogió el erecto cipote, señalando con sus dedos sobre la tela  su tamaño y forma. Como comprobó  que Pepe no despegaba sus ojos de él, sacó su falo de debajo del blanco slip y, blandiéndolo cual sable, le dijo a su primo:

—¿Te gusta? Pues hay dos iguales para ti —. No había terminado Fernando de decir esto, cuando su hermano sacó su miembro  de iguales o parecidas dimensiones.

Pepe estaba al borde de un ataque cardíaco. Hasta ahora,(salvo “el acontecimiento terrible”, claro está), sus relaciones sexuales se habían limitado a los furtivos encuentros en el “sótano” del internado. Donde a lo más que había llegado era a mamársela a algún que otro compañero, los cuales alcanzaron el placer más pronto que tarde. Pero aquel  oscuro lugar era como las Vegas. Y lo que pasaba en el sótano, se quedaba en el sótano. Motivo  por el cual nunca disfrutó del momento, pues la culpa por el pecado cometido se blandía sobre él cual espada de Damocles.

Por eso, lo que estaba pasando ahora, le superaba y de lejos.  Que sus primos le atraían, no había lugar a duda ninguno. Que tenía ganas de acariciar sus fornidos cuerpos centímetro a centímetro, tampoco. Pero esto no estaba en sus planes, el venía a mirar sin ser visto, a disfrutar viendo como otros disfrutaban. Y es que Pepe, desde muy pequeño, siempre fue bastante voyeur.

Pero si algo tenía nuestro protagonista, es que era valiente y no se intimidaba ante nada. Y si sus primos le habían retado a jugar con sus herramientas sexuales, él se armaría de valor y lo haría.

Avanzó hacia los dos rudos machos que tenía ante sí, una vez estuvo a su lado. Alargó sus manos hacia ellos, una para cada uno. Posó suavemente las yemas de sus dedos sobre sus tórax. Una sensación de bienestar le invadió y si en algún momento pensó que aquello no era lo correcto, se dijo para sí que algo que te hace sentir tan bien, no podía ser malo. Además, pasará lo que pasará, sus primos se comportarían mejor que los bestias del internado.

Aunque temblaba como un flan, sus manos empezaron a acariciar los recios pechos. Primero tímidamente y a la vez que fue tomando confianza, de un modo mezcla de sensualidad e inocencia. Observó  tiernamente a sus atractivos primos, estos le devolvieron la mirada, como pidiéndole algo. Pepe desconocedor de su petición, siguió acariciando sus robustos tórax. Cuando sus manos llegaron al unísono  a las erecta vergas. Su primo Fernando posó sus labios sobre los suyos, robándole aquello que él no daba: un beso.

En el momento en que, los labios de Fernando se unieron con los el joven Pepe, éste creyó tocar el cielo cuando sintió la lengua de su primo jugando con la suya. La bestia dentro de sus calzoncillos se movió y, de manera silenciosa, pidió que la sacaran a pasear.

No se había recuperado del beso de Fernando, cuando su otro primo tiro de su cabeza y le hundió la lengua en su boca. Ernesto demostró ser más apasionado que su hermano a la hora de besar. Nuestro joven protagonista nunca había disfrutado tanto de un beso. Nunca lo habían tocado como lo estaba haciendo su primo ahora: de una manera ruda, pero a la vez sensual y tierna.

Las manos de Pepe, a pesar de los trajines de los besos, no se habían despegado de los dos rígidos mástiles de carne. Los agarraba fuertemente, como si  pensara que al soltarlos perdería  la oportunidad de seguir disfrutando de ellos.

Por eso, cuando Fernando apartó su pene, él lo buscó con la mirada, temiendo haber hecho algo mal. Pero la causa era otra bien distinta: su primo se acercó a él por detrás y comenzó a restregar su pene entre sus cubiertas nalgas. A nuestro protagonista, se le vino a la mente el “acontecimiento terrible”, pero con esa capacidad de Pepe para pasar página, se auto convenció rápidamente de lo distinto que era una cosa de otra. Fue borrar el oscuro pensamiento y el muchacho abrió la puerta del placer. Un placer que  nunca antes  había podido disfrutar. Miró a sus primos, cerró los ojos y se dijo: “No hay dos personas mejores, para hacer esto.”

Fernando fue desnudando  muy despacio al chavalote. Intentando interrumpir mínimamente el apasionado y prolongado beso.  A la vez, que desvestía a Pepe, su primo le daba besos en el cuello; acercando su pecho a su  espalda, su abdomen a los lumbares de Pepe, su pene... al culo de éste. El muchacho se estremecía de placer, nunca nadie antes lo había tratado tan dulcemente, nunca nadie antes había elevado sus sentidos de aquella forma.

Su primo se agachó tras él y tiro hacia abajo de sus pantalones. Se puso a besar sus nalgas, por encima de su prenda íntima. Pepe rebosaba de placer, sus gemidos así lo transmitían. Por eso, cuando Fernando lo desnudó por completo y,  abriendo sus cachas con las manos,  hundió su lengua en su ano, Pepe no pudo evitar un grito de placer, el calor de la rasposa  lengua en su agujero fue mayor satisfacción de la que podía soportar.

Mientras Fernando le besaba el culo, su primo Ernesto le invitaba a que le mordiera las tetillas. Los pezones de este eran grandes y redondos, con un color de tono parecido al morado. Por la excitación del momento, estaban tiesos y duros.  La boca del muchacho, los lamió como si de un dulce manjar se tratara.

Hubo un momento, en que su lengua no chupaba   las tetillas, sino que, preso de la pasión del momento, se paseaba por todo el tórax de Ernesto. Sin intención alguna, la boca del joven quedo frente al vigoroso mástil de carne, sin dudarlo, se lo metió en la boca.

Aunque la experiencia de Pepe con el sexo oral había sido nefasta,  desde un primer momento, como si se tratara de un instinto primario en él, supo dar el placer que aquella caliente verga se merecía. Si el muchacho albergaba alguna duda sobre como lo estaba haciendo, las palabras de agradecimiento de su primo hicieron que la borrará de su mente.

Los tres hombres eran como un engranaje bien sincronizado, la boca de Fernando se trabajaba el ano de Pepe, mientras este a su vez lo hacía con el alargado falo de Fernando.

Hubo un momento, en que nuestro protagonista se sacó la dulce estaca de su boca, la contempló detalladamente y,  aunque  había visto bastantes vergas, la que tenía entre sus manos le pareció hermosísima. No era tan gruesa como  larga y recta, pero lo que más llamo la atención de Pepe fue la gran cantidad de piel que cubría su glande. Se dejó llevar por la emoción y pasó su lengua entre los pliegues de piel y la cabeza del pene. Un profundo gemido escapó de los labios de su primo.

Un cumulo de emociones invadían a Pepe, la áspera lengua empapando su ano de caliente saliva y el sabor amargo, y a la vez salado, del pene en su boca. Era algo distinto a todo lo que había sentido hasta ahora. Por eso, cuando sintió que un rasposo dedo hurgó en su ano, intentando introducirse en su esfínter,  aunque su primera reacción fue dar un pequeño respingo, se relajó y permitió que éste entrara en su interior. Era ampliamente conocedor, de que sus primos lo querían y que nunca le harían daño.

El dedo, a los pocos segundos, entraba y salía del pequeño agujero con bastante comodidad.

—Ernesto, esto está a punto de caramelo —Dijo Fernando, como si lo que acababa de hacer formara parte de un elaborado ritual.

Y como si de un protocolo altamente estudiado, su primo aparto su erguido pene de la boca de Pepe y buscó algo en el bolsillo del anorak, cuando lo encontró, se lo dio misteriosamente  a su hermano, como si lo que le pasaba, fuera algo ilegal o lo de que avergonzarse.

Al poco, volvió a ofrecer su alargado falo a Pepe para que lo siguiera chupando. La boca del chico se hacía cada vez  más a su tamaño y su lengua se paseaba sobre ella, como si no hubiera hecho otra cosa en toda la vida.  Al sentir en su ano un líquido frio Pepe se estremeció, a continuación el dedo que horadaba en sus entrañas volvió a penetrar en ellas, esta vez,  y gracias a la sustancia pegajosa, con más facilidad.  ¡Qué distinto era lo que le estaba haciendo su primo, a lo del “acontecimiento terrible”! El muchachito se relajó felizmente  y permitió con ello  una mejor entrada a aquel apéndice.

–Llevabas razón, Fernando. El primito no quería cazar zorzales, el primito lo que quería era otra clase de pájaros —. Dijo su primo Ernesto, con un sarcasmo inhabitual en él —.Lo que no sé es como sabía que a nosotros nos iban estas cosas.

—De pequeño os vi  haciéndolo  una vez  en mi casa...—.Dijo Pepe sacándose momentáneamente la herramienta de su primo de la boca —Si vine fue con la intención de veros de nuevo. ¡Esto no me lo esperaba!

—Y que... ¿no te está gustando? —. El que así hablaba era su primo Fernando, que seguía dilatando el estrecho agujero con sus dedos.

—No al contrario... ¡Me está encantando! —Al decir esto Pepe mostró la mejor de sus sonrisas.

—Pues sigue disfrutando que esto no ha hecho más que empezar, primito.

Pepe siguió relajando su esfínter, a la vez que se volvió a meter la verga de su primo Ernesto entre los labios. Aquel trozo de carne inhiesta, rebosaba líquido pre seminal por doquier, al muchacho, lejos de desagradarle, lo saboreaba golosamente gota a gota.

Cuando Fernando lo creyó oportuno, cambio su dedo por su pene, al cual había vestido para la ocasión con un traje de látex. Sentir aquel vigoroso miembro llamando a las puertas de sus entrañas, trajo algún que otro mal recuerdo a la memoria de Pepe. Pero aunque aquel templo había sido profanado, no es lo mismo que llamen a la puerta, a que ésta sea derribada.

Al principio Pepe percibió  un leve dolor, pero cuando la verga se acomodó en el interior de su esfínter, una sensación, diferente a todas las que había sentido hasta el momento, envolvió placenteramente  su ser por completo.

Su primo fue delicado al principio, preguntándole en todo momento si le hacía daño. Pepe se quejaba lentamente pero le pedía que no la sacara, que aunque le molestaba un poco, la satisfacción era mucho mayor.

Cuando Fernando escuchó esto, empujó sus caderas hasta introducir su falo en el interior de su primito. Este pegó un leve respingo  y un gritito escapó de sus labios. El leve quejido fue apagado por un prolongado beso  su primo Ernesto, el cual lo  sostenía sobre él, para que el muchacho no se cayera, preso de la emoción y de los salvajes empujones que le estaba propinando su hermano gemelo.

El joven Pepe estaba disfrutando de lo lindo, mientras abrazaba y besaba a uno de sus primos, el otro lo penetraba de una manera tan delicada como salvaje. Y lo que más le excitaba de todo, era que al ser sus primos casi idénticos,  tenía la maravillosa sensación de que una misma persona le estaba haciendo doblemente el amor.

Por eso, cuando Fernando le pidió a su hermano que ocupara su lugar, al muchachito no le importó. Tanto monta, monta tanto Ernesto como Fernando.  Lo que si le produjo un poco de insatisfacción, fue que su primo Fernando no ocupara el lugar de su hermano.

Ernesto pidió a Pepe que se apoyara contra la pared, una vez lo hizo colocó su pene a las puertas de su ano y empujó. Después del trabajo que su hermano había hecho, el orificio estaba lo suficientemente dilatado para que su falo entrara casi de golpe y en su totalidad.  A Ernesto se le veía menos curtido en estas labores que a su hermano, a pesar de que el tamaño de su herramienta sexual era casi idéntico, el uso que hacía de ésta desmerecía bastante de que Fernando hacía de la suya. 

La causa de esto, aunque algo sospechaba ya Pepe por los recuerdos de su niñez, no era otra que el rol que Ernesto adoptaba al hacer el acto sexual con su hermano , no era otro que el de pasivo.  Hecho que pudo corroborar Pepe, cuando sintió un mayor empuje por parte de Ernesto, este mayor empuje respondía a que éste estaba siendo sodomizado por su gemelo.

Dirigidos por los movimientos de caderas de Fernando, los tres cuerpos se movían en sincronía. Aunque Pepe era la primera vez que caía en las redes del sexo compartido, parecía que había nacido para aquello. Su entrega y dedicación no podía ser más completa. Todo su ser se plegaba a los deseos de los dos hombres que tenía con él. Cuantas veces había consumado el sexo en solitario, pensando en lo que vio  aquel día en su casa siendo niño. Cuantas veces soñó con participar de sus juegos. Si la felicidad tenía cabida en la vida de Pepe, sabía que cosas como las que  él  estaba viviendo, eran una muestra de ello.

A Pepe le hubiera gustado tener un espejo a mano y ver como a la vez que su primo Ernesto lo empalaba, este era sodomizado por su hermano. Volvía la cabeza de vez en cuando para ver sus rostros, estos estaban repletos de una desenfrenada lujuria, la cual moría cual  alud de placer en la parte baja de la espalda del muchacho.

Tras minutos de desenfrenado traqueteo, aquel improvisado tren detuvo la marcha, la voz de su primo Fernando indicando que había llegado al éxtasis fue el freno de la vigorosa travesía. Unos pocos segundos después, Ernesto llegaba  estrepitosamente a la estación del placer.

Tras unos minutos de  merecido descanso, los gemelos comprobaron que su primito no había culminado el juego sexual.  Se miraron, y con una complicidad descarada se agacharon ante su primo. Ernesto se introdujo el duro miembro del joven en la boca, mientras su hermano daba unos pequeños lametones sobre el escroto de éste. Mimado por la boca de los dos fornidos hombres, Pepe culmino aquella sesión sexual impregnando la cara de sus primos de unos merecidos trallazos de semen. Y es que la opera no acaba, hasta que  canta la gorda.

Tras esto, los tres hombres se abrazaron y unieron sus lenguas en un beso a tres que ninguno de ellos llegarían a olvidar por muchos años que pasaran.

Y cuenta la gente del lugar, que Pepe siempre que volvía al pueblo. Iba a cazar con sus primos. Era tal el gusto que demostraba por aquel deporte, que su hermano Juan lo  comenzó a llamar   cariñosamente  “el cazador”.

Ni que decir tiene, que sus primos y él, aunque pocas veces cazaran perdices... el tiempo que duró aquello, fueron muy, pero que muy felices.

Y colorín, colorado este cuento se ha acabado.

*****

 

Apenas había terminado de contarme JJ la historia de su iniciación, cuando Guillermo se acerca a nosotros pidiéndonos una toalla para secarse. Mientras se seca, no puede evitar hacerme una observación en plan de broma:

—Quillo, no sé de qué habéis estado hablando, pero seguro que no ha sido de toros ni de fútbol. Porque aquí el amigo se ha puesto tela de contento — Esto último lo dice señalando a mi entrepierna.

¡Coño! Me he metido tanto en la historia que me estaba contando JJ, que me puesto burrísimo. Cuando soy consciente de la empalmadera que tengo, me pongo colorado como un tomate, me tapo rápidamente y busco el bañador para ponérmelo.

A la vez, que me pongo el bañador para tapar mis vergüenzas, JJ se pone el suyo y dice en un tono altanero:

—Es que le he estado contando una historia para que la publique en la web esaque él escribe. Y le ha tenido que gustar más que la tuya porque mira como se ha puesto –Esto último se lo dedica a su novio, al que hace un  soez gesto levantado el puño cerrado, como  simulando una polla erecta. A continuación le saca la lengua,  burlándose  cariñosamente de él. ¡Cómo es JJ!, tiene que ser Manolito el primero, o si no, no se queda a gusto.

Tras la evidente demostración de quien la tenía más larga, por parte de mi amigo.  Guillermo propone que recojamos, si queremos que nos den de comer en algún sitio. Argumentando que son las tres pasaditas, y mientras llegamos y no....

JJ se adelanta a nosotros y nos deja recogiendo, argumentando que él sin ducharse no va a comer a ningún lado, que le parece muy cutre.

Tardamos un escaso minuto en meter todo en la bolsa, lo que se traduce en que JJ nos coge la pequeña ventaja de unos quince metros. Suficientes para que su novio, vea el momento de comentarme algo confidencialmente.

—Mariano, ¿qué es lo que te ha contado?

Como sé que Juan José no tiene secretos para él, no me importa decirlo.

—Su primera vez.

A Guillermo se queda perplejo y sin decirme nada me lo dice todo.

—Pero no esa vez... Cuando estuvo con sus primos los cazadores.

—¡Ah! — Al decir esto, un gesto de alivio llena su rostro.

—Tú... te creías... que…— Mi voz suena sorprendida, pero a la vez un poco enfadada — ¡Como me voy a excitar yo con eso! ¡Qué te has creído...!

—Llevas razón,  perdona hombre. Pero como a veces es tan inconsciente — Al decir esto me echa el brazo sobre los hombros, a modo de disculpa.

Yo no le digo nada y le respondo con el mismo gesto, dándole a entender con ello que no pasa nada.

Cuando JJ se vuelve, y nos ve a los dos con el brazo echado por los hombros, aunque se aprecia claramente que no hay nada sexual en ello, él no puede evitar soltar una de sus fantasmadas.

—¿Qué pasa con vosotros?¿ Ese es el respeto que me tenéis? Y lo hacéis en “toa” mi cara ¡Tenéis los dos un morro que se lo pisáis!

Guillermo y yo nos miramos, y sin quitar el brazo el uno al otro, nos echamos a reír.

 

 

Uno de los nuestros. 

20/08/2012 (22 horas aprox.)

La tarde de playa me había sentado a las mil maravillas, me había relajado y disfrutado del sol y el mar. Hasta había cogido un poco de color (hice caso de JJ, y me puse su bronceador, uno con un factor protector menor del  que suelo usar normalmente.)

Si sumamos el estar  este bar-restaurante con vistas al Océano, con la  compañía de dos de mis mejores amigos, el resultado es  un momento sumamente agradable. De los que hay que disfrutar plenamente y  atesorar en la memoria, pues no se sabe nunca, como te va a tratar la  vida de un día para otro.

Mientras el camarero nos trae la bebida, nos sumergimos en una conversación distendida:

—Este año se está más tranquilo aquí que otras veces — Sentencia Guillermo —. Hay menos gente.

—Pues tú no ves, que hay poca gente. Pues el Marianito seguro que ha ligado cuando se dio una vuelta por las rocas —. Dice JJ en un tono insidioso.

—Pues sí —Le contesto en un tono que roza la chulería —. ¿Quiere su majestad más detalles?

—Hasta el carnet de identidad del susodicho, te va a preguntar. ¿Parece mentira que no lo conozca? —. Las últimas palabras de Guillermo están cargadas de mucha ironía.

—¿Me estáis llamando cotilla? —. Nos pregunta JJ en un exagerado tono teatral, tan particular de él.

—¡Nooooo, que va ! —. Contestamos al compás su novio y yo. Si lo hubiéramos ensayado, no nos hubiera salido mejor.

Juan José se cabrea un poco, no sé si por la complicidad entre su novio y yo, o porque no está acostumbrado a que se le deje en evidencia,  siendo consciente de que está un poco molesto con nosotros, intento suavizar el tema dándole pie a sus preguntas.

—Bueno, ¿Qué quieres saber? ¡Venga,  pregunta ahora o calla para siempre!

—Pues que voy a querer saber,... ¡Pues todo! —. Aunque sus palabras comienzan a salir de su boca dubitativamente,  termina la frase con contundencia.

—La verdad es que no hay mucho que contar.... El tío me gustaba y eso, pero hijo, tenía más miedo de que lo pillaran que once viejas....

—Entonces.... ¿No ha habido tema?

—Sí, me la mamó un poco y eso, pero se ve que el hombre  no tenía la cabeza donde la tenía que tener, estaba más pendiente de que nos pudieran pillar que de otra cosa. Y eso que estábamos en un sitio bastante escondido.

—Es que no sé, que esperan encontrarse algunos  cuando hace cruising. ¡Pues sí , hay la posibilidad de que te  puedan ver! Pero el que está por allí, no está cazando cangrejos precisamente. ¡A aquella zona se va a lo que se va, y punto!

—Sí, pero también hay algunos que son más “pesao” que una vaca en la solapa —. Sentencia  Guillermo —.  Y yo con público, como que no me concentro.

—Te entiendo. A mí tampoco me gusta que me observen —Recalco contundentemente —. Máxime con las cámaras de lo móviles y demás, que te ponen en Internet antes de que se persigne  un cura loco. Pero lo de este tío de esta tarde era agobiante. ¡Coño, que le tuve que decir que lo dejábamos!

—Es que conociéndote a ti —Las palabras de JJ están cargadas de guasa —, seguro que el muchacho lucía una alianza en el dedo anular de la mano derecha. ¿A que si?

Pongo cara de circunstancia y doy la callada por respuesta. Argumento suficiente para que JJ se lance sin freno y cuesta abajo a elaborar una de sus complicadas teorías. Cosa que se le da fatal, dicho sea de paso.

—Es que fíjate tú — Dice de manera ceremoniosa mirando a su novio—, a las calas de playa  donde hemos estado no se va así como así. Primero: tienen  muy mal acceso. Segundo: Se ve que hay cancaneo a leguas. ¡Y lo peor! Que si estas por allí,  sabes a qué atenerte. Y los calentorros de los tíos casados  que se piensan  que sus mujeres son  tontas y  se chupan el dedo.  Porque muy lelas tienen que ser las pobrecitas, para  no atar cabos cuando los ven venir de dar un paseo por aquella parte de la playa. Para mí, que saben de los gustos “secretos” de sus maridos y por alguna razón que le interesan, miran para otro lado.

Viendo que ha cogido carrete y que no piensa soltarlo, intento cambiar la  atención de la conversación hacia otro asunto. Y que mejor manera que  centrar la charla en el tema que  a él más le gusta: su persona.

—Y tú, ¿qué?  ¿Has ligado mucho?

— Sí, pero como no he encontrado ninguno mejor que Guillermo, los he dejado pasar.

—¡Es que para encontrar alguien mejor que yo lo tienes muy difícil, colega! —. Dice su novio con total sarcasmo.

—¡Eso digo yo!  Tienes contigo uno de los tíos más guapos de la playa y te pones a dar vueltas buscando no sé qué —. Mis palabras aunque puedan parecer una reprimenda, no pretenden serlo.

—¡Quieto y “parao”!  —. Dice JJ levantando las manos en señal de son de paz —. Si el menda lerenda, se da sus paseítos, tiene sus buenas  razones.

 —¿Y qué razones son esas?  —Digo yo lanzándole el desafío.

—Pues cuales van a ser, las de todo el mundo: El morbo de la situación y ver si todavía sigues conservando el atractivo —. La naturalidad con la que suelta esto último, me deja pasmado hasta a mí.

—¿Y sigues conservándolo? —Pregunta Guillermo pícaramente.

Juan José se ve en la tesitura de tener que contestar algo que no le apetece. Así que, como es normal en él, coge por la calle de en medio y dice como el que no quiere la cosa:

—Eso es top-secret y además, ¿no estábamos hablando de tus ligues con alianza en el dedo anular? ¡Pues sigamos con la conversación y no me la cambies!

Este amigo mío es soberbio dando capotazos. ¡Qué buen torero, se perdió la maestranza!

—Nada, que por cojones tenemos que hablar de algo que no me interesa —. Mi tono es un poquito arisco.

—¿Pero a ti que más te da? Tú estás casado ni “na”.

—Él no, pero  Ramón sí — Dice Guillermo señalando lo evidente.

—Pero yo a Ramón no lo meto en ese saco —. Se disculpa JJ, dándose cuenta de su metedura de pata.

—Pues alianza en el anular de la mano derecha lleva —. Mi tono denota claramente que estoy hastiado de sus comentarios incisivos contra los homosexuales o bisexuales casados.

Pero gracias a Dios que el camarero nos trae la carta y el ponernos a seleccionar lo que íbamos a comer sirve de colchón para la tensa situación que se ha montado en un momento. Tras pedir la comida, un silencio infranqueable se abre entre JJ y yo. Guillermo intermedia como puede para que la situación no vaya a más.

—Juanito, no pretendas llevar razón. Si el chaval está con el tal Ramón, sus motivos tendrá, no creo que tú seas nadie para censurarlo.

JJ mira a su novio de reojo, le cuesta reconocerlo, pero sabe que Guillermo lleva más razón que un santo. Me lanza una visual, para confrontar cual es el gesto que se pinta en mi cara. Debo tener cara de cabreo, porque se baja del burro y cambia su actitud.

—Pero si él sabe que si le doy caña con el tema, es porque me preocupo por él.

—Pues no te preocupes tanto — Mi tono denota cierta acritud —, que yo no soy ningún niño chico y sé cuidarme solo.

—Vale perdona, pero lo que no quiero es que sufras.

—Ramón no me va a hacer sufrir. Deberías saberlo ya  — Mi voz esta vez suena  más sosegada —. Él y tú sois las únicas personas en que confío plenamente.

La sinceridad con que impregno lo que digo, hace que JJ se quede sin palabras. Aunque mis sentimientos hacia él están patente de forma implícita. Nunca se lo he dicho en voz alta y eso le choca gratamente. Guillermo nos observa, de estar prácticamente como el perro y el gato. En unos segundos hemos pasado a estar en una sintonía difícil de describir. Sin querer, pone  cara como de sentirse  extrañamente excluido. JJ lo observa minuciosamente  y me dice:

—Pues en cuanto conozcas a mi niño, vas a pensar lo mismo de él.

—Estoy en ello — Contesto con una sonrisa.

Guillermo sonríe brevemente ante mi comentario.

La cena transcurre sin que ocurra nada reseñable. Cuando abandonamos el local. JJ vuelve a darme caña. Esta vez haciendo alusión a lo mucho que como.

—Guillermo ¿tú has visto lo que se ha metido el gachón este  entre pecho y espalda? Después cuando llegué a Sevilla, se mortificara diciendo que está más gordo.

—¿Tú te vas a llevar toda la semana así? Porque si lo sé no vengo —. Mis palabras están cargadas de un completo sarcasmo.

—¡No te quejes! ¿Y dónde vas a estar tú mejor que con nosotros? Además,  no tengas queja que ya llevas tema para dos de tus relatos. Porque los vas a escribir, ¿no?

—Sí,  eso tenlo por seguro ¡Cualquiera nos las escribe, con lo “PESAO” que eres! Por cierto, la  historia tuya si la veo completa, pero  la de Guillermo se me queda como inconclusa — Digo buscando con mi mirada al novio de mi amigo.

—Pues eso, ahora mientras que nos tomamos las copas que te le cuente y tú ten cuidadito con alegrarte mucho.  ¡Que esta mañana no veas como te pusiste!

Cuando llegamos al pub, pedimos las copas y nos sentamos en una de las mesas del amplio salón. Es un local bastante amplio, su decoración bebe bastante de la estética hippie, con algunos toques  chill-out. A pesar de estar bastante concurrido, el ambiente es bastante agradable y tanto el volumen  la música como el  de la gente al hablar, permiten mantener una conversación como Dios manda. 

—Bueno, “escritor” que es lo que dice que se te queda inconcluso de mi historia —. Dice Guillermo con ese tono de guasa tan  propio de él.

—Pues tu historia con tu entrenador y Arturo —Digo como si se tratara de una entrevista periodística.

—Ya te dije que seguimos viéndonos un tiempo, pero que yo estaba de más en aquel dúo y lo fui dejando poco a poco —Las palabras de Guillermo están acompañadas de mucha gesticulación, como queriendo enfatizarlas.

 —Si no te apetece no me lo cuentes, pero Javier, tu entrenador, por lo que me dijiste, tenía mucho interés en desvirgarte ¿Fue así? — Me escucho y no me reconozco. La seguridad con que he cargado mis palabras no es propia de mí. Cómo siga así, me hago tertuliano de un programa radiofónico de sexo.

—¡Pero que morboso eres, gachón!  — Dice JJ echándose, en señal de asombro,  instintivamente una mano a la frente y tapándose parte de la cara con ella.

—¿Por qué no?  —Dice Guillermo  —¡Hay confianza!  Bueno, mi primer encuentro con Javier y Arturo, mi medio noviete de aquella época, fue en Octubre (Me acuerdo por la tunda que nos metieron jugando).  Estuvimos tonteando hasta el verano. Pero, ya te digo, Javier, como estaba casado, eran pocas las veces que se incorporaba a nosotros.  Eso sí, Arturo y yo, cada vez que teníamos ocasión nos pegábamos un homenaje.

—Si ahora estas siempre preparado, ¡no quiero pensar como serías con dieciocho años!  — Las palabras de JJ están adornadas con muchos gestos (algunos rozan lo ordinario).

—¡Calla y no te interrumpas! ¡Qué se me van las ideas! —Dice Guillermo, pegándole un leve manotazo  a mi amigo.

—Ok, Ok — Le contesta resignado su novio.

—Pues eso. Que aunque el entrenador estaba obsesionado con partirme el culo. Ni teníamos demasiadas ocasiones, ni el cacharro que se gastaba el colega era para iniciar ningún agujero. Aunque lo intentábamos y por mucho que me relajara yo, no pasaba ni la punta. ¡Coño, si me costaba trabajo hasta mamársela del  pedazo de pollón que se gastaba! Pero, si algo tenía Javier es que era perseverante,  cuando entrenábamos no nos dejaba irnos a casa hasta que conseguíamos cuadrar las jugadas. Pues con esto igual. Yo he de reconocer, tenía ganas de que me petara el culo, el tío me ponía a cien y es que a Arturo no lo veía  yo dándome caña por detrás. Al entrenador, no sé si porque era un tío hecho y derecho, o porque el tío estaba  bueno para reventar, si me lo veía dándome jarilla. En fin, que se acababa la temporada y el mondongo de Javier, por mucho que se asomaba a mi ojete, no pasaba del recibidor.

»Pero como el amigo era de ideas fijas y se le había metido en el cuerno izquierdo follarme. Pues un fin de semana, no sé qué historia contó en su casa, nos invitó a Arturo y a mí a un chalet en la playa que tenía un amigote suyo. Tanto a mi compañero de juegos, como a mí, nos sorprendió la invitación, pero la palabra gratis, siempre tiene la misma consecuencia: Arturo y yo aceptamos sin pensarlo siquiera; en parte porque sabíamos que sin follar, no nos ibamos a quedar y por otra parte, porque nos intrigaba bastante la amistad que unía al entrenador con el dueño del chalet.

» Así, que cuando llegó el fin de semana, los tres nos marchamos a Torremolinos, que era donde el colega de Javier tenía  su vivienda. Una vez allí, tanto a Arturo como a mí, se nos cayeron los palos del sombrajo. ¡Vaya casa que tenía   “er nota”!  No sé si estaría “forrao” o no, pero el chalet aquel estaba costeado. No sólo era grande y se encontraba prácticamente, a pie de playa. Estaba construido con muy buen gusto y repleto de detallitos pijos de diseño. Que nada más que por pasar el fin de semana allí, había merecido la pena todo el viajecito.

» Cuando conocimos a Sebas, que así se llamaba el amigo de nuestro entrenador, tanto mi colega como yo no salíamos de nuestro asombro: Era un tío de unos cuarenta y largos años, cincuenta bien llevados diría yo. Moreno, alto, con un buen físico, se notaba que se cuidaba.  Tenía unos ojos negros grandísimos, una nariz perfecta, unos labios carnosos y unos pómulos marcados. El madurito me gustó tanto, que fue verlo y desee que aquel fin de semana, fuera lo que parecía: dos días para hartarse de follar. Sí tenía alguna duda sobre esto último, desaparecieron cuando el colega me dio la mano, me la apretó de una manera tan sensual y varonil, que se me puso el cipote duro como una roca.  No se me olvidara en la vida, la frase que utilizó el entrenador para presentárnoslos: “Chavales, este es mi amigo Sebas. Sebas es uno de los nuestros”

»Al que no pareció hacerle mucha gracia, en principio, la especie de encerrona que nos había metido el entrenador, era a mi medio novio Arturo.

»Nada más fue dejarnos a solas en la habitación que había preparado el tal Sebas para nosotros y empezó a largar barbaridades sobre la manera de hacer las cosas que tenía Javier. Que si nos había traído para follar con su amigo, nos tenía que haber dicho algo, que las cosas así no se hacen.. etc. Me empezó a tocar los cojones, su negatividad. Sobre todo, porque no llevaba nada de razón; tanto él como yo, sabíamos dónde nos metíamos desde el momento en que aceptamos la invitación. Así  que no le hice mucho caso.

»Después de comer (Que  por cierto, el anfitrión cocinaba del carajo), nos preparamos para irnos a la piscina. Arturo se había puesto un bañador rojo  pequeñísimo, de estos de natación ¡Puff!  ¡Cómo le sentaba! Le hacía un culo y un paquete de película. Yo me había puesto un bañador negro de esos pegaditos y que tapan hasta un poco por debajo de la ingle. Cuando llegamos a la piscina, tanto nuestro entrenador como el dueño del chalet se encontraban  ya en el agua. Al vernos llegar, nos invitaron a acompañarlo. Arturo y yo sin pensárnoslo, nos lanzamos a la piscina.

»El agua estaba buenísima, tanto, que me vi obligado a hacer unos largos. Una vez  me cansé de nadar, me incorporé al trío formado por Arturo, Javier y Sebas. Al aproximarme a ello, percibí algo extraño en el comportamiento de mi compañero. Lo extraño no era otra cosa, que tanto mi entrenador como su amigo se estaban bañando en pelotas. El colega Arturo  estaba aprovechando para hacerles una paja a ambos por debajo del agua. ¡Y eso que nada más llegar empezó a protestar! ¡Si es que cuanto más putas son, más pajas mentales se hacen! En fin... que visto lo visto, y como el muchacho no tenía más manos, me incorporé tras él y empecé a restregarle la churra por sus glúteos.

»Al segundo roce, ya tenía el cipote tieso a reventar, tanto que Arturo al sentirla se estremeció levemente.  Al momento me desprendí de mi bañador, me metí bajo el agua y le quite a Arturo los suyos. Cuando volví a la superficie, el panorama que me encontré era de lo más alentador. Los dos hombres abrazaban y besaban al muchacho, al ser consciente de mi presencia Javier me animó a unirme a ellos.  El primero en buscar mis labios fue Sebas, cuando su lengua choco con la mía, mi polla vibró como si tuviera vida propia; no sé qué tenía aquel tipo, que era sólo tocarme y me ponía a diez mil.

»Mientras me besaba, sus vigorosa y cuidadas manos pasearon por mi espalda, hasta llegar a mi culo. Cuando llegó a aquella  zona, me cogió  mi trasero con ambas manos y lo apretó de manera impudorosa. Si alguna vez en mi vida, había tenido deseos de que alguien me penetrara; fue en aquel momento. El tal Sebastián tenía algo que me ponía súper cachondo. Y creo que él, se daba cuenta  de ello. Me magreaba los glúteos, como si fuera a hacer la masa de una pizza con ellos; lo hacía tan bien que me puso como una moto. Estaba tan absorto con lo que el madurito me estaba haciendo, que ni fui consciente de que  mis dos compañeros de viaje habían salido del agua.

»Los busqué y me encontré al entrenador tendido sobre una tumbona, de las varias que había al lado de la piscina, agachado frente a él estaba Arturo metiéndole una colosal mamada. La escena era digna de una peli porno.  Lo que más me gustaba de Arturo era el color oscuro de sus cabellos y su piel, por aquella época lucía un buen  físico: unas anchas espaldas, con unos brazos musculados, un potente trasero y unas peludas  piernas, escandalosamente perfectas.  Y que quieres que os diga, ver como la cabeza de un chico de dieciocho años, como Arturo,  se tragaba la enorme verga de Javier, era un espectáculo que había que estar muerto para no ponerse cachondo.

»El entrenador era, como os conté, un tipo que se conservaba bastante bien, sus buenas horas de pesas le costaba. Las pesas y una controlada alimentación, porque si no dime tú a mí como hacía para estar tan cachas. Tenía unos bíceps que era solo verlos y me ponía “to” burro,  y su pecho, no he visto un pecho tan marcado en un tío de esa edad en los días de mi vida.  En fin, que como los dos se habían metido en faena de improviso, a mi aquello  me despisto un poco, cosa de la que se percató  el tal Sebas, que me pregunto que si quería unirme a ellos. Imagínate, si ya estaba calentorro con solo mirar, cuando el colega me dijo de hacer un cuarteto. ¡Casi me corro allí mismo!

»Al salir  Sebas del agua, perdió de golpe  el título de hombre perfecto. Sus piernas y su culo eran la antítesis de mi amigo Arturo. Aunque por arriba era un armario, unos buenos brazos, un pectoral de escándalo, unos trapecios bien trabajados. Las piernas, no le iban a juego, supuse que no las entrenaba como hace la mayoría de la gente. Y es que los presentadores de  informativos abundan en los gimnasios; solo se cuidan de cintura para arriba.

»En fin, a pesar de las enclenques piernas. A mí el cuarentón, me ponía a tono y  tela. Así, que cuando salimos de la piscina y me insinuó levemente que se la mamara; no le hice ascos... ¡sino todo lo contrario! La polla del tío, aunque era delgada y larga, tenía una erección bastante guapa. Su capullo era estrecho y al no estar circuncidado, la piel lo cubría casi al completo. ¡Ufff! ¡Cómo me pone eso!

»Cogí aquel alargado cipote, y antes de metérmelo en la boca, me lo pasé por la superficie de los labios como si se tratara de un pintalabios. Aquello  lo excitó una barbaridad  y se puso  a lanzar bufidos de placer.

»Comprobar que el tío era tan sensible, hizo que me esmerara más en los lametones que le daba a su polla. Cuando me la metí en la boca, hasta donde pude, Sebas se puso a gemir como un condenado. Era sólo escuchar su entrecortada respiración, y mi mondongo se movía como si tuviera vida propia. ¡Ufff!

»Le eche una visual a Arturo y Javier. El espectáculo no tenía desperdicio. Mi colega chupaba como un poseído la polla de mi entrenador. No sé cómo lo hacía, pero se la tragaba entera con una facilidad horrorosa. La carita de Javier se contraía en muecas de placer y es que, todo hay que decirlo,  la boquita de Arturo era cosa fina.

»Seguí chupando el cipote de Sebas, hasta que este en un tono que pareció un ruego, me pidió que no continuara, que de hacerlo, se correría. Como  sabía que, Arturo y Javier tenían para rato. Decidí no seguir. No era cuestión de montarnos allí un festival sexual y tener al anfitrión mirando.

»Fue soltar su cipote, y pedirme que me pusiera a cuatro patas sobre la hamaca. A continuación me metió una de las mejores comidas de culo que me habían metido hasta la fecha. Yo creo que mi propensión a los besos negros nació aquel día. Su lengua se paseaba por mi peludo agujero con una maestría que hasta entonces no habían hecho (Tengo que reconocer que el amigo aquí presente  lo supera—Dice señalando a JJ —, pero estoy hablando de por aquella época).

»Bueno, lo hacía tan bien. Que no me podía contener y empecé a gemir casi compulsiva mente. Y es que el tío me estaba comiendo el culo de puta madre. Me pasaba la lengua de sopetón, para después pasar la puntita, la cual endurecía para darme más gusto. Me tuve que contener para no terminar masturbándome, de lo bien que me lo estaba haciendo.

»Estaba tan absorto en disfrutar del momento, que ni me di cuenta de que  tenía a Arturo y  a Javier de píe junto a mí. Uno se había colocado a mi derecha y otro a mi izquierda. No había que ser un Stein para darse cuenta lo que pretendían moviendo sus pollas casi a la altura de mi cara.

»Ver las dos pollas vibrando a mi alrededor, me puso en un estado de excitación, como nunca antes me había puesto. Y es que Arturo sería un cabroncete, pero tenía una polla para comérsela: de tamaño correcto, con una gran cabeza descapullada y gorda como ella sola. Pero lo que me tenía  más “salio” que el pitorrillo de un búcaro era la polla del entrenador; ¡Jo, qué pedazo de verga se gastaba el colega! Debía de medir por lo menos veinte centímetros y con un buen diámetro. Pero lo que más me gustaba de ella, era como se le marcaban las venas a lo largo del tronco de ésta y su cabeza roja. ¡Uff! No me pude resistir y mientras chupaba levemente la polla de Arturo, agarré con fuerza la de Javier.

»Mientras yo pasaba mi lengua indistintamente por ambas pollas. Sebas separaba mis glúteos con las manos y metía su ardiente lengua dentro de mi agujero.  Yo creí que me moría de gusto... Porque, por si no os habéis dado cuenta, el centro de atención de los tres tíos que estaban conmigo era yo.

»Yo creo que aquel día, fue el primero que empecé a disfrutar del sexo como “está mandaó”. Me esmeraba cuando pasaba mi lengua y mis labios por las dos pollas que tenía ante mí. Y debía de estar haciéndolo muy bien, pues un par de veces que levanté la vista para ver a Javier y a Arturo, estos tenían cara de estar pasándoselo de putísima madre. Y es que la lengua del tal Sebas, rugosa, caliente y húmeda me tenía que no era persona. ¡Era “to” nabo!

»No sé qué tiempo estuve alternando mi boca entre aquellas dos vergas,  cuyos dueños, por cierto,  debían de estar tan excitados como yo. Pues la polla de Arturo, que me la conocía bien, no la había visto tan dura en los días de mi vida. Y lo mejor, la incansable lengua del dueño de la casa que me estaba poniendo el agujero a punto de caramelo.

»Sebas detuvo su lengua de repente y me pidió que me tendiera boca arriba sobre la camilla. Una vez  lo hice, le dijo a Javier que me duchara con su leche. ¡Uff! Cuando vi al entrenador masturbase sobre mí, creí que me daba algo. Su mano casi no cubría su pene al completo, por eso éste se agitaba como si tuviera vida propia. Y lo que más me excitaba, es como se movían sus huevos en su escroto, parecían dos polluelos que querían romper el cascaron. 

»Al llegar el placer a Javier, su cara se contrajo en una mueca de dolorosa satisfacción. A continuación, de su capullo rojo salieron varios trallazos de abundante leche que fueron a parar sobre mi rostro. Mi pelo, mis mejillas, mis ojos y hasta mi boca se impregnaron del caliente líquido.

»No me había recuperado aún de la caliente ducha, cuando Arturo ocupó el lugar del entrenador. ¡Qué bien me conocía la polla que se agitaba sobre mí! No era lo que se dice un pollón, pero su piel oscura y su grosor, me ponían mogollón.  La mano de mi compañero de juegos, cubría por completo su cipote, dejando entrever su gorda cabeza, la cual aplastaba como si fuera una serpiente para que escupiera el veneno. Mientras Arturo se masturbaba, las manos de Javier jugaban con sus tetillas y, por lo que pude suponer, Sebas hacia otro tanto con sus glúteos. La cabeza de mi amigo se movía levemente hacia los lados, sus ojos estallaban de lujuria y de su boca escapaban unos agradables bufidos.  Cuando se fue a correr todo su cuerpo se contrajo de manera monumental. Su polla parecía un geiser del cual brotaba un manantial de lefa y  es que el tío tenía unas corridas colosales. Mi pecho y parte de mi abdomen quedaron regados por el espeso semen.

»Y para el fin de fiesta, se quedó el dueño del chalet; ¡Como me ponía de cachondo el tío!  La punta de su delgado cipote emergía y se escondía entre sus dedos, su tronco cimbreaba como si fuera un ente independiente de él y sus peludas bolas parecían querer salir de su bolsa. Estaba que no podía más, a petición de Javier, me puse a pajearme a la misma vez que le hacia el tal Sebas.  Poco después unos trallazos de espeso semen llenaban mi abdomen y no me habiéndome recuperado todavía del placentero momento, unos chorros de semen impregnaron  a conciencia todo mi pecho. Otro punto a favor del madurito: era un toro echando leche.

Arturo, en un gesto de cerdeo total, paseo su mano por mi pecho; extendiendo el líquido blanquecino por mi tórax. Su cara al hacer esto me mostró una faceta de él que desconocía: mi amigo no era un pelín guarro, ¡era muy, muy guarro! Los dos maduros, al verlo actuar de aquella forma, comentaron algo entre ellos.

Una vez me recuperé y el marrano de Arturo dejó de jugar sobre mi pecho. Sin pensarlo, me levanté y me lancé al agua para limpiarme del pegajoso líquido.  Sólo llevábamos unas pocas horas en Torremolinos y había tenido la experiencia sexual más morbosa de mi vida. Y lo que quedaba del fin de semana, no me iba a defraudar.

 

Este recopilatorio  es la primera parte de tres del arco argumental: “Follando por primera vez.

Incluye los relatos originales:

“El cazador” publicado en TR con fecha 15 de Marzo del 2.013.

Uno de los nuestros” publicado en TR con fecha 01 de Abril del 2.013.

 

 

Mas de machirulo

El Blues del autobús

Mr Oso encula a la travestí gótica

Hombres calientes en unos baños públicos (2 de 2)

Hombres calientes en unos baños públicos (1 de 2)

Desvirgado por sus primos gemelos

Un camión cargado de nabos

Cruising entre camiones

Mi primera doble penetración

Un ojete la mar de sensible

Un nuevo sumiso para los empotradores

Once machos con los huevos cargados de leche

Un buen atracón de pollas

Por mirar donde no debía, terminó comiendo rabo

Aquí el activo soy yo

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Una doble penetración inesperada

Amarrado, cegado y follado hasta la extenuación

Polvo rápido en el baño

La duquesa del coño insaciable (4 de 4)

La duquesa del coño insaciable (3 de 4)

La duquesa del coño insaciable (2 de 4)

La duquesa del coño insaciable (1 de 4)

¡Pero qué buenos están estos dos hermanos!

Una doble penetración inesperada

El mecánico siempre descarga sus cojones dos veces

Son cosas que pasan

Sexo grupal en el vestuario

La fiesta de las Coca-colas

Un casquete después de la siesta

Pepe se lo monta con sus primos gemelos

Serrvirr de ejemplo

Comer y follar todo es empezar

Con mi ojete preparado para un rabo XL

Al chofer del bus, le sale la leche por las orejas

Mamándole el ciruelo a mi mejor amigo

De cruising en la playa de Rota

Cinco salchichas alemanas para mi culo estrechito

Un mecánico con los huevos cargados de leche

El descomunal rabo del tío Eufrasio

Follado por su tío

Meter toda la carne en el asador

Míos, tuyos, nuestros… ¡De nadie!

Encuentros furtivos en el internado

Antonio y la extraña pareja

Fácil

Bolos, naranjas y bolas.

Vivir sin memoria

El libro de la vida sexual

Reencuentro con mi ex

Punta Candor siempre llama dos veces

Hombres Nextdoor

Mundo de monstruos

Dejándose llevar

Guía de lectura año 2017

Dejar las cosas importantes para más adelante

Una proposición más que indecente

¡No hay huevos!

Ignacito y sus dos velas de cumpleaños

El chivo

La mujer del carnicero

Iván y la extraña pareja

El regreso de Iván

Guerra Civil

Las tres Másqueperras

Toda una vida

Objetos de segunda mano

Follando con el mecánico y el policía (R) 2/2

Follando con el mecánico y el policía (R) 1/2

Ni San Judas Tadeo

La invasión Zombi

Seis grados de separación

¡Arre, arre, caballito!

La más zorra de todas las zorras

Un baño de sinceridad

Barrigas llenas, barrigas vacías

No estaba muerto, estaba de parranda

Dr. Esmeralda y Mrs. Mónica

Yo para ser feliz quiero un camión

Tiritas pa este corazón partio

Corrupto a la fuga

Un polaco, un vasco, un valenciano y un extremeño

El de la mochila rosa

La jodida trena

Tres palabras

Hagamos algo superficial y vulgar

Pensando con la punta de la polla

Quizás en cada pueblo se practique de una forma

Gente que explota

Guía de lectura año 2016

En unos días tan señalados

Desátame (o apriétame más fuerte)

De cruising en los Caños

Putita

Sé cómo desatascar bajantes estrechos

Este mundo loco

Como conocí a mi novio

No debo hablar

El secreto de Rafita

¿De quién es esta polla cascabelera?

Me gusta

Me llamo Ramón y follo un montón

Doce horas con Elena

El pollón de Ramón

Dos cerditos y muchos lobos feroces

El ciprés del Rojo

Follando por primera vez (R) 2/3

Follando por primera vez (R) 3/3

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Orgia en el WC de los grandes almacenes

Once pollas para JJ

Prefiero que pienses que soy una puta

Homofobia

Adivina quien se ha vuelto a quedar sin ADSL

¡Terrible, Terrible!

Bukkake en la zona de descanso

Mi primera vez con Ramón

Tu familia que te quiere

Si no pueden quererte

Mía

Infidelidad

Dos adolescentes muy calientes

Ocho camioneros vascos

Parasitos sociales

El pollón del tío Eufrasio

Violado por su tío

Talento

Somos lo que somos

Sexo en Galicia: Dos en la carretera

Tres pollas y un solo coño

De amor se puede vivir

Duelo de mamadas

¡Se nos da de puta madre!

Dos hermanos

¿Dónde está la oveja de mi hermano?

¿Por qué lloras, Pepito?

El MUNDO se EQUIVOCA

Todo lo que quiero para Navidad

Como Cristiano Ronaldo

Identidad

Fuera de carta

Los gatos no ladran

Su gran noche

Instinto básico

TE comería EL corazón

La fuerza del destino

La voz dormida.

Como la comida rápida.

Las amistades peligrosas.

El profesor de gimnasia.

Follando: Hoy, ayer y siempre (R)2/2

Follando: Hoy, ayer y siempre (R) 1/2

El ser humano es raro.

La ética de la dominación.

¡Ven, Debora-me otra vez!

La procesión va por dentro.

Porkys

Autopista al infierno.

El repasito.

José Luis, Iván, Ramón y otra gente del montón.

El sexto sentido.

Cuando el tiempo quema.

Mi mamá no me mima.

La fiesta de Blas.

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Sin miedo a nada.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

¡Qué buena suerte!

El rumor de las piedras.

Dios odia a los cobardes.

Tres palabras.

Guía de lectura segundo semestre 2.014.

Como un lobo.

Solo Dios perdona.

El padrino.

Perdiendo mi religión.

Adiós Francisquito, adiós.

Pequeños descuidos.

La sombra de una duda.

Mis problemas con JJ.

Unos condones en la guantera.

La voz dormida.

Follando con mi amigo casado.

Si pudieras leer mi mente.

Bésame, como si el mundo se acabara después.

Si yo tuviera una escoba.

Guía de lectura primer semestre dos mil catorce.

¡Cuidado con Paloma!

La lista de Schindler.

Nos sobran los motivos.

La masticación del tito Paco.

Viviendo deprisa.

El blues del autobús.

¿Y cómo es él?

¡Voy a por ti!

Celebrando la victoria.

Lo estás haciendo muy bien.

Vivir al Este del Edén.

Hay una cosa que te quiero decir.

Entre dos tierras.

Felicitación Navideña.

37 grados.

El más dulce de los tabúes.

Desvirgado por sus primos gemelos

Las pajas en el pajar

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur.

Tiritas pa este corazón partio

Valió la pena

1,4,3,2.

Sexo en Galicia: Comer, beber, follar....

¡Se nos va!

En los vestuarios.

Lo imposible

Celebrando la victoria

La procesión va por dentro.

El guardaespaldas

El buen gourmet

Mariano en el país de las maravillas.

Tu entrenador quiere romperte el culo(E)

Retozando Entre Machos.

Culos hambrientos para pollas duras

La excursión campestre

¡No es lo que parece!

Mi primera vez (E)

Vida de este chico.

Follando con mi amigo casado y el del ADSL? (R)

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón

Trío en la sauna.

Nunca fuimos ángeles

Desvirgado por sus primos gemelos (E)

Como la comida rápida

La misión

Follando con mi amigo casado

La churra del Genaro

Uno de los nuestros

Sexo en Galicia: Tarde de sauna (R)

2 pollas para mi culo

El cazador.

Los albañiles.

Jugando a los médicos.

Algo para recordar

Mis dos primeras veces con Ramón (E)

A propósito de Enrique.

Guia de lectura y alguna que otra cosita más.

Culos hambrientos para pollas duras

Celebrando la derrota

En los vestuarios (E)

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (Epilogo)

No quiero extrañar nada.

Punta Candor siempre llama dos veces.

4,3,2,1....

2 pollas para mi culo

Adivina quién, se ha vuelto a quedar sin ADSL

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón (R)

El MUNDO se EQUIVOCA

Historias de un follador enamoradizo.

Living la vida loca

Sexo en galicia con dos heteros (R)

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Comer, beber... charlar.

Los albañiles.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Regreso al pasado

Follando con mi amigo casado (R)

“.... y unos osos montañeses)”

El padrino

... Bubú.....

El blues del autobús (Versión 2.0)

El parque de Yellowstone (Yogui,....)

After siesta

Sexo, viagra y ... (2ª parte) y última

Before siesta

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (1ª parte)

El bosque de Sherwood

El buen gourmet

Como la comida rápida

Pequeños descuidos

¨La lista de Schindler¨

El blues del autobús

Celebrando el partido