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Como conocí a mi novio

en Gays

AGOSTO 2011

 

Aquel finde parecía presentarse en un principio de lo más plasta, pero paradójicamente terminó siendo inolvidable, pues en él conocí a una de las personas más importantes de mi vida, a una de las que más quiero  y con la que, desde aquel momento, comencé a compartir mi vida casi sin querer : mi novio.   

Una hermana suya había invitado a mi abuela a pasar  unos días en la playa con ella, por lo que me tuve que comer el pequeño marrón de llevarla. La pobre me dijo que se cogía el autobús, pero por nadita del mundo iba a consentir que  con sus ochenta años hiciera tal cosa. Así que cogí mi coche, imité a Morgan Freeman y paseé a mi Miss Daisy preferida con la mejor de mis sonrisas. Con mi madre muerta al nacer y sin un padre que reclamara mi custodia, el único cariño maternal que llegué a conocer  fue el de aquella excelente mujer, me crio como a un hijo y cualquier cosa le parecía poco para mí. Así que no me importó lo más mínimo dedicarle  en exclusiva aquel fin de semana, pues si de algo estaba falta la vida de mi abuelita, era de divertimento.

El lugar donde mi tía abuela tenía la casa era en la playa de la Victoria en Cádiz. Aunque, una vez deje instalada a mi yaya, me podría haber vuelto tranquilamente  para Sevilla, no quise hacerles el feo y, como no tenía que currar  hasta el lunes, decidí quedarme con ellas todo el fin de semana. Además me apetecía coger un poco de morenito, pues entre lo corto que andaba de pasta y  que no me tocaba coger vacaciones hasta octubre, se terminaba el verano y seguía más blanco que el sobaco de una monja de clausura.  

A mi abuela y su hermana, se habían añadido dos primas suyas y una amiga, todas ellas viudas y de  más o menos de los mismos años. Me llamó muchísimo la atención la enorme vitalidad que   desprendían para su edad.  Así que lo que yo auguraba como un tostón, llegó a estar hasta guay, pues la viejecitas eran unas cachondas mentales y no paraban de bromear  conmigo todo el rato.  Que si los músculos que tenía, que si lo guapo que era, que si las hubiera cogido en esta época no me escapaba… Todo de muy buen rollito y en plan sano.  Nada más que por ver a mi abuela reírse como hacía mucho tiempo que no lo hacía, mereció la pena el viaje.

Por el lado negativo,  el ambiente de la playa era taco de  soso: un montón de familias con los niños y los abuelos, algunos grupos de treintañero y mucho niñato pijo fardando de bañador, gafas de marca y de haber estado entrenando  tres meses en un gimnasio.  Aun así, en el par de paseos que me pegué por la orilla descubrí a alguno que otro que me lanzaba una mirada distraída, pero como no era el sitio ni el momento para ligar, ni siquiera me fije demasiado en quienes me miraba, pues por respeto a las mujeres con las que estaba ni se me pasó por la cabeza un encuentro furtivo con ellos. Y eso que hacía tiempo que no me clavaba e iba más caliente que las pistolas de Harry el sucio.

Después del ajetreado día en la playa las “chicas de oro” salieron a tomar unas tapas por la noche, pero a las once  estaban reventadas de tanto traqueteo y se fueron a casa a dormir. Momento en que yo aproveché para antes de despedirme de ellas, pedirles una llave para no  tener que despertarlas cuando volviera y, haciendo mi mejor truco de magia, desaparecí hasta el día siguiente.

Solaina como estaba, al único sitio que se me ocurría ir para matar el aburrimiento era una discoteca o algo parecido. Los locales de moda  que me encontré por la zona eran un hervidero de niñatos. Eran todos tan jóvenes que, a mis treinta y dos años,  me hacían parecer un carrozón al lado de ellos. Así que harto de dar vueltas y no ver nada que me molara, cogí  el coche  y me fui  a Jerez para  intentar matar dos pájaros de un tiro: divertirme un poco y pillar cacho. Dado que la cabra siempre tira al monte, y yo cuando la polla me lo manda soy muy cabra,  el lugar elegido para soltarme el pelo fue la discoteca gay “Fangoria”.

Tras aparcar el coche, callejeé una mijina  y llegué  al local poco más de las doce de la noche. Una vez dentro, y aunque se podía ver bastante personal deambulando de un lado para otro y en la pista de baile,  llegué a la conclusión de que estaba lejos de ser la “maricón en punto” pues el bullicio aún era demasiado escaso y  podías moverte por el interior de manera desahogada, sin tropezar demasiado con la gente.

Me pedí una copa y me puse a recorrer aquel antro en busca de un posible candidato para ligue de una noche. A pesar de las psicodélicas y mareantes luces de colores, noté como algunas miradas se clavaron en mí. Tener una cara desconocida para la peña habitual de aquel antro, me colocó automáticamente el cartel de carne fresca. Lo que ocasionó que los más jetas del lugar me inspeccionaran de arriba abajo de manera descarada,  tal como si fuera una mercancía que estuviera en un escaparate para la venta al público.

Sin ser vanidoso he de reconocer que  seguía teniendo tirón cuando salía ligar. Pese a que soy bajito, me había currado muchas horas de entrenamiento, consiguiendo algo que era muy difícil: tener los músculos grandes y ser pura fibra. Eso unido a que, según dicen, tengo cara de bruto (lo que no sé porque a muchos les da un morbo increíble), era raro que cuando salía  de marcha no  me terminara comiendo un tío bueno y en condiciones.

Eso de que los demás me pongan la etiqueta de machito duro me pone bastante y yo la potencio todo lo que puedo con mi forma de vestir. Aquella noche me había puesto un ajustado pantalón vaquero  y  una camisa de cuadros de manga cortas que marcaban  mi pectoral de forma espectacular, dejando casi descubiertos por completo mis abultados bíceps.

Los primeros en acercárseme fueron un grupito de tres mariquitas locas muy jóvenes, tendrían como mucho diecinueve años.  Aunque no tengo nada en contra de la pomposa feminidad  de la que hacen alarde alguno, ni de coña me meto  con un tipo así a la cama.  Dado que eran unos “caras” de cuidado e iban bastante puestos para lo temprano que era,  no tuvieron ningún problema en tirarme descaradamente  los tejos  y a la primera de cambió me empezaron a meter mano en plan pulpo Paul. Como lo máximo que se atrevieron a hacer fue a tocarme el culo, no les puse ninguna pega.  Al principio, me tuve que reír un poco con sus ocurrencias y con su poca vergüenza, no obstante, en cuanto tuve ocasión me abrí, pues eran un poquito plasta.

La verdad es que la peña estaba regular tirando para mal, la mayoría era gente muy joven,  muy del tipo de los tres que se me habían acercado. La noche y el día con el tipo de hombre que a mí me ponen: Muy varoniles y mayores de treinta años. De los que saben lo que hacer en la cama y no hay que ponerse a enseñarles nada en plan profesor.

Como lo de ligarme a un maromo en condiciones estaba lejos de ser una realidad, me deje llevar por la música y en cuanto me terminé la copa me puse a lucir palmito en la pista de baile. No pasó ni un minuto y un coro de “admiradores” me hizo un pequeño círculo. Al principio me sentí un poco cortado, pero como allí no me conocía ni Dios, me metí en mi papel de Justin Timberlake  y me puse a mover el “body” en plan “Living la vida loca”.

Tres o cuatro “dancing” más tarde abandoné a “mi club de fans” y me fui a la barra en busca de combustible.  Con el Gin-tonic a medias, me puse a bichear al personal, intentando encontrar a alguien, no tanto para  llevármelo a la cama  sino como para mantener una agradable charla.

Lo segundo quedó descartado rápidamente, la música estaba tan alta que  era imposible conversar. Intenté hablar un poco con un chaval que me pareció simpático y  terminó siendo un concierto de voces de lo más desagradable, por lo que terminamos diciendo tonterías y banalidades que estaban lejos de lo que me apetecía. Como para charlas vacías ya están los ascensores, en cuanto vi la ocasión llegué a la conclusión de que era el momento de ir pensando en abrirme de allí.

Unos minutos más tarde, vi como entraba un grupito de chicos que se acercaban bastante a mis gustos: treintañeros, masculinos, atractivos…

Intenté llamar su atención, pero no debía ser su tipo pues pasaron de mí como de las mierdas. Con la moral por los suelos por mi poco éxito de crítica y de público, decidí tomarme la copa y largarme.

Tenía el cubata a punto de terminar cuando descubrí a dos tipos de lo más atractivo y que no podían más estar en mi “encaste”. Parecían tener unos treinta y cinco años, uno de ellos era delgado nada afeminado, pero con ese aire viril que tienen homosexuales  como Rupert Everett. La verdad es que se parecía bastante al actor, la forma de su cara, su nariz y hasta su  corte de pelo lo recordaba bastante. Encima vestía de un modo elegante y moderno que me fascinó.

Su acompañante (en principio pensé que era su pareja), era el polo opuesto. Era bastante guapo y, al igual que yo, carne de gimnasio, aunque no estaba demasiado grande se le veía los brazos y el pecho marcados. Llevaba un ajustado polo pijo de color negro  y un pantalón chino gris. No sé por qué, pero di por sentado  que debía ser el activo de los dos.

Fue simplemente imaginarme teniendo un trío con ellos y tuve una leve erección. Sin pensármelo, me aproximé  a la zona donde se encontraban para intentar llamar su atención. Por probar no perdía nada y el “no” ya lo tenía.

A diferencia de lo que me ocurrió con el grupito de “estupendos” de un momento antes, estos dos no me ignoraron. Es más, el clon de Rupert nada más me vio, me dedico una generosa y picaresca sonrisa.

Por lo que pude deducir por su actitud, se encontraban en una situación parecida a la mía: estaban hasta los cojones del local y se disponían a marcharse. Como sabía que el rollo con según que parejitas suele ser de lo más complicado y que en  el ambiente uno se puede tropezar con gente  de lo más rarita, tuve claro desde el primer momento que mi fantasía de un trio se iba a quedar en solo eso: una jodida fantasía.

No sé qué carajo fue lo que sucedió, pero en vez de largarse se quedaron mirándome de un modo tan poco sutil que intuí que estaban hablando de mí.  En vez de darse el piro,  se colocaron en un lugar próximo, dejando cristalino  que les había molado.

Unas cuantas miraditas más tarde, decidí que  ya estaba bien de tanto mamoneo y de tanto perder el tiempo, por lo que me acerqué a ellos para presentarme.

—Hola, ¿ustedes no sois de aquí?

—Y tú por ese “ustedes” tampoco lo eres, ¿no miarma? —Me respondió el más delgado con una esplendorosa sonrisa.

—No, soy de Sevilla, creo que me he delatado.

—¡Y mucho! Él es Mariano —Dijo señalando a su acompañante, me dispuse a darle dos besos, sin embargo él me tendió la mano de un modo cortante —, es de Dos Hermanas, yo vivo en la capital aunque soy de Badajoz.

—Me llamo Guillermo —Hice ademán de darle la mano, pero él me largo dos sonoros besos.

—Mi nombre es Juan José, pero mis amigos me llaman JJ. ¿No hace falta que te diga cómo me debes llamar?

—¿Juan José? —Le respondí poniendo cara de circunstancia, a lo que él me respondió con un mohín mitad fastidio, mitad guasa.

—¿Y “usted” que hace aquí? —Me preguntó con cierto cachondeito.

—Pues creo que lo mismo que “ustedes”: tomarme una copa y pasar un rato agradable.

Dado que la música estaba a toda pastilla y nos veíamos obligados a hablar a voces,  JJ se aproximó a mí de un modo casi acosador, colocó su boca junto a mi oído y me dijo:

—¿No te has pasado con lo de un rato agradable? Porque ni el personal, ni el ambiente es lo que este y yo nos  esperábamos.

No podía estar más de acuerdo con lo que decía, sin embargo esas confianzas que se estaba tomando delante de quien yo creía que era su chico, me incomodaban un poquito. La experiencia me ha demostrado que estos comportamientos suelen dar lugar a malos rollitos. Como no tenía ganas de bulla, opté por hacer hablar a su “novio”,  a quien parecía que la lengua se la había comido un gato.

—¿Tampoco te gusta el ambiente de aquí?

Puso cara de circunstancia y me dio a entender que estaba allí por JJ. Puede que fuera el activo en la relación, pero estaba lejos de ser el que organizaba las cosas. A pesar de su cuerpo atlético y de su pinta de machirulo, me pareció un tipo de lo más blandito. Nada que ver con su “chico”, quien me pareció pura energía.

Como Mariano estaba de un esaborío que tiraba de espaldas y  no estaba mucho por la conversación, su “pareja”, quien me dio la sensación no sabía estar callado, prosiguió con su ronda de preguntas.

—¿Qué has venido aquí directamente o al igual que nosotros te estás quedando en una playa cercana?

—Lo segundo, he venido a pasar el finde con unos familiares a la Playa de la Victoria, ¿y vosotros?

—Aquí la familia del amigo  tiene un piso en Sanlúcar, pero yo, cómo  no me gusta que me controlen, me he cogido una habitación en un hotel en Chipiona.

Aquello me sonó muy extraño, si eran pareja porque no dormía en vivienda familiar. Por lo que conocía de la gente de Dos Hermanas, no eran gente muy chapada a la antigua  y no creo que fuera ningún impedimento que la pareja del “hijo gay” durmiera en la casa con ellos. Además estaba ese “no me gusta que me controlen”, que se prestaba a tantísimas interpretaciones. Dado que el ambiente era distendido, y parecían buena gente, decidí no quedarme con la duda.

—¿Y eso? —Ahora quien acercó su cuerpo peligrosamente a él fui yo.

—Hijo mío, si por casualidades de la vida me da por ligarme  a un tío bueno como tú,  no creerás que me lo voy a poder  llevar a la casa de este, ¿qué iba a pensar su señora madre de mí? ¡Cómo mínimo me da el premio a guarro del año!

La desfachatez y la cara que aquel tipo le echaba a la vida me tenía magnetizado, su forma de expresarse era tan fresca y natural que no tenías más remedio que creerte sus palabras a pies juntillas.  Aun así, la poca sutileza con la que me había metido cuello delante de su “chico”,  no me cuadraba para nada. Le lancé una visual a Mariano y este no tenía cara de mosqueo, ni mucho menos. Por lo que deduje que, o aquellos dos colegas tenían una relación tremendamente abierta, o la historia de que eran novios, que me había montado yo solito y sin mandármelo nadie, era más falsa que un billete de tres euros.

JJ cada vez se mostraba más lanzado, volví a mirar a su “novio” y este tenía cara como de que la cosa  no fuera con él. Es más tuve la impresión que se estaba aburriendo horrores, por lo que no me extraño que terminara  diciéndonos: 

—¡Oye, yo me voy a dar una vuelta!

Se me tuvo que quedar un rostro de  “¡Pero que me estás contando!” de campeonato, porque mi acompañante hizo un mohín raro y, sin contarse un pelo, me preguntó:

—¿A qué viene esa cara?

—¿Por qué se va?

—A ver si ve a un tío macizo por ahí…

—¿Tú no vas con él? —Pregunté con cierto sarcasmo.

—Para que… Si yo ya lo he encontrado… —Al decir esto pegó su cuerpo al mío de un modo que me puso tremendamente cachondo, la atracción que aquel hombre despertaba en mí era más que evidente. Dado que no estaba para perder el tiempo, aproximé su boca a la suya y le di un pequeño piquito.

Sus ojos buscaron los míos, no sé qué  coño fue  lo que encontró en ellos pues me sonrío regalándome una sonrisa de lo más esplendorosa. Desde que lo vi tuve cristalino que me ponía mogollón, pero lo que no supe entonces es que me iba a fascinar tanto. Hacía  apenas unos minutos que nos habíamos presentado  y era tanta la complicidad que había surgido entre los dos que tenía la sensación de conocerlo de muchísimo más tiempo.

Me dejé llevar, cogí su rostro entre mis manos e invité a su lengua a pasar al interior de mi boca. Así estuvimos durante un ratillo, hasta que  delicadamente apartó sus labios de los míos para decirme:

—¡Oye! Aquí en medio creo que estamos dando un poco la nota. ¿Qué te parece si buscamos un sitito más tranquilo?

Asentí, me cogió de la mano  y me llevó  hacia uno de los rincones que quedaban al otro lado de la barra. Nada más llegamos, buscó mis labios y proseguimos con el interrumpido muerdo.

Libre de las miradas de la peña, dejamos fluir la pasión y nuestras manos empezaron a sobar al otro cosa fina. Sus dedos paseaban por mi pecho, por mi abdomen, mientras los míos lo hacían por su espalda hasta llegar a sus nalgas. Su pelvis se rozó con la mía y noté su dureza. Estaba tan empalmado como yo.

Hacía tiempo que no estaba tan bien con alguien, no era solo que me gustara físicamente, era su carácter, la forma de besarme, como me tocaba… De buenas a primeras, presentimos que alguien nos estaba vigilando en silencio: era Mariano.

En parte por respeto, en parte porque nos dio corte nos separamos e intenté ocultar, muy disimuladamente, mi paquete  con las manos. Se me había puesto un bulto de cojones con el mamoneo de tanto sobeo y me daba un poco de corte que su colega se diera cuenta.

—Tío, yo me largo. ¿Tú que vas a hacer? —Dijo de un modo frio e impersonal.

—Yo… —JJ se quedó pensativo un segundo, sonrió apretando los labios, para terminar preguntándome —¿Tú tienes coche?

—Sí —Le dije un poco sorprendido, pues no sabía de qué coño iba la cosa.

—Pues entonces te puedes ir tranquilamente, pues  este hombre me acerca a Chipiona.

La forma tan resuelta en que se comportó me dejó un poco sorprendido, pero no objeté nada y simplemente me limité a asentir con la cabeza. Lo conocía de muy poco, pero tuve la sensación de que era de los que llamaban a las cosas por su nombre y no se entretenía  en gilipolleces.

Tras despedirnos de su amigo, me quedaron claras dos cosas: aquellos dos no eran pareja ni de coña y  mi fantasía de un trio para aquella noche se  había ido al carajo. Tampoco es que me cabreara mucho lo que estaba haciendo en aquel momento, pero me había hecho ilu, con lo bueno que estaban,  montármelo con los dos a la vez.

—Oye, ¿tú tienes algo que hacer mañana? —Al preguntarme aquello JJ me cogió por la cintura, pegó su pelvis a la mía y clavó sus enormes ojos marrones en los míos.

—¿Por?

—Para invitarte a desayunar.

Mi respuesta a aquella sugerente invitación fue una sonrisa que terminó uniéndose a la suya en un pasional beso. Tras dar rienda suelta a la pasión que bullía en nuestro interior durante unos instantes. Optamos por abandonar el bullicio y la multitud de aquel antro y largarnos para su hotel.

Subimos a mi coche y nos fuimos dirección  a Chipiona.   estaba tan excitado que no se me bajaba la erección ni a la  de diez, y eso que  JJ no paraba de charlar , aunque era agradable lo que contaba y me tuve que reír un montón con las paridas que soltaba, en mis pensamientos solo había sitio para una cosa: el sexo. Solo pensar en verlo desnudo, en tenerlo entre mis brazos y se me hinchaba el rabo  una cosa mala.

Nada más cerramos la puerta de la habitación, no pude contener las tremendas ganas de darle un beso. No sé por qué, pero fue percibir el sabor de sus labios y las ganas de follar por follar se me quitaron. Tenía delante de mí un tío como hay pocos: guapo, simpático, buena persona, con un buen físico… Ocasiones como aquellas se daban pocas, así que opté por entregarme y ser todo lo cariñoso que pudiera, para que aquel polvo, tanto para mí, como para él, no fuera algo que se nos olvidara rápidamente.

Su boca se pegó a la mía, dejamos que la ternura nos desbordara y sin darnos cuenta  nuestras lenguas parecieron fundirse en una sola. Estaba tan a gusto besándolo que, a pesar de lo caliente que iba, solo me limité a pasear mi mano por su espalda. Yo chupaba la punta de su lengua, el jugueteaba con la mía entre sus dientes.  Descansábamos levemente para tomar aire y reanudábamos el salvaje muerdo otra vez.  Estuvimos así por lo menos seis o siete minutos. Me sentí como un colegial en su primera cita, me daba miedo dar un paso en falso como si con ello pudiera estropear la magia del momento. Sé que puede sonar cursi, pero era de los más hermosos que había compartido con alguien. Alguien del que no sabía nada y que  era un completo desconocido para mí.  

Él parecía estar pasándoselo tan bien como yo, en un momento determinado abrí los ojos y tenía los ojos  completamente cerrados, dejando que en su rostro se asomara una  enorme mueca de satisfacción. Por su forma de comportarse y de ser, pensé que aquel tío tenía muchos tiros dados, sin embargo, al estrecharlo entre mis brazos  notaba como casi temblaba de la emoción. Sentirme correspondido por el en la misma medida, hizo que dejara a un lado mis reticencias y me lanzara al vacío. Total, no tenía nada que perder y  sí mucho que ganar. Era  muy difícil encontrar gente tan legal como él, por lo que no iba a desaprovechar una oportunidad así enfangándome en absurdas pajas mentales.  

A pesar de todo, mi calentura iba a más y estaba loco por meterle mano ya de una puñetera vez. Él pareció leerme el pensamiento y, ni corto ni perezoso, sumergió  una mano bajo la camisa, comenzó a juguetear morbosamente con uno de mis pezones y después se puso a tocarme las tetas.  Si ya estaba burrísimo, aquello me puso que me subía por las paredes.

Mi acompañante sabía muy bien dónde tocarte y cómo. Lo hacía de un modo sensual, muy despacito, deleitándose en ello todo lo que podía y sin ser empalagoso. Me desabotonó la camisa con una elegancia que me tenía fascinado por completo. Se quedó mirando mi tórax durante unos segundos, movió la cabeza complacido, se relamió los labios y se abalanzó sobre ellas para lamerlas.

El calor de su boca sobre mis tetillas consiguió que el nabo se me pusiera más tieso aún. Chupó primero un pezón, después el otro, para después pasar su lengua, muy despacito, muy despacito y con mucho morbo, por mi pecho. Poco después, bajó su cabeza hasta mi barriga y se puso a propinarme besitos. Sentir como sus dedos acariciaban delicadamente mi abdomen fue una sensación de lo más placentera.

Sin detener el paseo de  su boca por mi barriga, bajó su mano hasta mi entrepierna buscando mi rabo, cuando lo encontró lo apretó fuertemente entre sus dedos y lanzó un prolongado bufido. Sin darme tiempo a reaccionar, se dio las trazas para sacarme la polla  fuera de los pantalones y comenzó a masturbarme de un modo de lo más bestial.

De buenas a primera se paró en seco y se puso a mirarla desde distintos ángulos y cambiando la perspectiva, como si fuera hacerle una foto con la mirada. No podía ver su expresión, pero me dio la sensación de que se lo estaba pasando tan bien como un niño con un videojuego nuevo.

A continuación me bajo el prepucio para ver el glande, por la forma de observarlo me dio la sensación de que estaba mirando si tenía algún grano o algo. No sé por qué, pero aquella pequeña precaución me hizo verlo como alguien más legal aun.

Tras el pequeño “reconocimiento” se la metió en la boca y no pude evitar suspirar profundamente. Me hubiera gustado gritarle una obscenidad del tipo “¡Qué bien la chupas, cabrón!”  No obstante, no quise fastidiar un momento que me parecía de lo más tierno y me metí la lengua por donde no da el sol.

El tío estaba demostrándome que era todo un experto en comerse un buen nabo. Al principio, succionó mi capullo delicadamente, después se entretuvo en pasar la lengua por los pequeños pliegues de alrededor, levantó la mirada como buscando una especie de aprobación por mi parte, contuve mi lado guarro atado en corto y simplemente me limite a sonreír. 

Fue constatar que aquello me molaba un montón y se puso a mamar como un loco. No es que yo tenga un rabo de película porno, pero muy pocas veces había encontrado a alguien que me hiciera una garganta profunda con tanta facilidad y de forma tan placentera. Me tenía puesta las manos en la cintura, cosa que dificultaba el mete y saca en su boca, así que para que le fuera más fácil, se las cogí y se las coloqué en mi trasero para que lo usara como resorte para empujar.

Sentir como deslizaba sus dedos sobre mis nalgas me volvió a poner a tope y es que su forma de acariciar me pareció única: delicada sin ser pastelera y morbosa  sin ser demasiado guarra. Aquel tío se daba a quien estaba con él y eso hacía que la otra persona, en aquel caso yo, disfrutara el doble. Por primera vez en toda la noche sentí que había encontrado a alguien muy singular, alguien con quien merecía la pena repetir.

Tras acariciarme el culo, se puso a hacerlo con las piernas, las recorrió de arriba abajo, como si estuviera esculpiendo mis muslos con sus manos. Estaba tan sumido en el placer que me estaba regalando que ni presentí que estaba a punto de correrme. Sin embargo él  sí debió percatarse de que de seguir así acabaría en su boca, pues se detuvo en seco. Levantó la mirada de manera picarona y me preguntó:

—¿Te gustan los besos negros?

Estaba claro que aquel tipo le gustaba llevar la iniciativa y, aunque no me desagradaba, no me daba la real gana que él fuera él único que me hiciera disfrutar. Así que no respondí a su pregunta y me limite a decirle:

—¡Levántate!, a mí también me gustaría saborear tu cuerpo.

Me obedeció y se puso de píe. Por la mueca de perplejidad que se dibujó en su rostro, llegué a la conclusión de que no se esperaba aquella reacción por mi parte.  

—¡Quítate el polo, que quiero ver tu torso desnudo!

Aquella petición hizo que JJ dudara por primera vez en toda la noche. Por la cara que puso, me dio la sensación de que tenía alguna cicatriz o algo de lo que no se sintiera orgulloso. No obstante, fue dejar su pecho al descubierto y  lo que vi no pudo gustarme más: El tío estaba delgado, aunque no demasiado, y  lo tenía todo puesto en su sitio. Lo devoré levemente con la mirada, para terminar diciéndole:

—Tienes un cuerpo precioso.

Me dedicó una mirada cariñosa, acercó sus labios a los míos y me besó de un modo que me puso de lo más tierno. Me empujó sobre la cama y, sin dejar de meternos mano, terminamos quedandonos en pelota picada.

Tonteamos un poquito, dándonos pequeños piquitos, metiéndonos mano, acariciando al otro… Dimos unas cuantas vueltas en la cama, hasta que terminamos haciendo lo que yo iba buscando: que el me la chupara, mientras yo hacía lo mismo con él.

Dado lo bien que me la había comido, consideré que yo debía hacer lo mismo con él, así que me esmeré todo lo que pude y le hice una mamada de campeonato. Aunque no estaba tan puesto como él en eso de “la garganta profunda”, intenté tragármela hasta abajo y jugueteé un poco con sus bolas… pero poco más. El tío tenía un rabo bastante largo y no me entraba entera en la boca ni de coña. Nada comparable al buen lavado de “cabeza” que él me estaba metiendo. Aun así, me pidió en un par de ocasiones que me detuviera, que no se quería correr todavía…En un momento determinado me dio un pequeño arremate de locura, me saqué su nabo de la boca y  le pregunté:

—¿Todavía sigues con ganas de comerme el culo?

—Por supuesto, tienes un culo de infarto —Dijo pegándome una  cachetada más sonora que dolorosa.

Me puse de rodillas sobre la parte superior de la cama y coloqué el culo en pompas, ofreciéndoselo para que hiciera con él lo que le hubiera venido en ganas. De nuevo se deleitó contemplándome, saber que mi cuerpo le gustaba tanto me ponía mogollón. Tras acariciarlo contundentemente, me pego unas pequeñas mordiditas en los glúteos. Aquello me sorprendió tanto que no puede evitar lanzar unos suaves quejidos, no tanto porque me doliera sino porque me cogió de sorpresa.  

Seguidamente noté como se puso a lamer mis glúteos.  Fue sentir el calor de su boca sobre mis nalgas y no pude evitar jadear como una perra salida. Como soliviantado por mis suspiros, posó su nariz junto a mi orificio anal, yo tenía la tranquilidad de que estaba limpio (y bien limpio), pero supongo que él querría cerciorarse  bien. Lo siguiente que percibí fue como su lengua se abría paso entre mis cachetes y saboreaba mi agujero. Si me sorprendió como me comió el nabo, el trabajito que me estaba haciendo en la retaguardia  no tenía precio.

Cuando consideré que si seguía así, no me iba a poder contener las ganas de cogerme el rabo y hacerme un buen pajote, le grité:

—¡Para, para! ¡No seas avaricioso! Que a mí también me gusta comerme un buen culo.

JJ no puso ninguna pega, separo sus labios de mi ano y ocupó mi lugar casi  de inmediato. Sin pensármelo, me agaché tras él y le propiné un beso negro con todas las ganas del mundo. De nuevo y sin querer,  me puse a competir con él, temiendo no estar a la altura lamí aquel caliente orificio lo mejor que sabía y pude. No debía hacerlo muy mal, pues él empezó a decir:

—¡Joder, tío! ¡Qué pedazo de lengua tienes! ¡Sigue, sigue!

Aunque hasta el momento había evitado sacar mi lado guarro, fue escuchar cómo me jaleaba y la bestia sucia que habitaba en mí salto al ring sexual. Se me pasó por la cabeza la idea de pasar mi antebrazo por la raja de sus glúteos, aunque sabía que me podía llevar un corte por hacer realidad aquella lujuriosa fantasía, me la jugué  sin pensarlo. Por los bufidos entrecortados que empezó a emitir,  llegué a la conclusión de que mereció la pena el riesgo.

Aunque sabía que podía llegar a pisar terreno pantanoso, seguí restregando mi brazo contra sus nalgas, simulando los exagerados “fisting” que se ven en los videos pornos. Aquella puta tontería, me estaba poniendo a mil, sabía que no iba a ir a más, que todo iba a quedar en un paripé, no obstante, la mente es libre y llega a donde no llega el cuerpo. ¡Fue alucinante!

Para seguir subiendo la temperatura de aquella cama, cambié mi brazo por mi rabo y seguí siendo lo mismo que estaba haciendo. Su predisposición no podía ser mayor, con lo que dejé de jugar con fuego y busqué en mis pantalones un preservativo. Cuando lo localicé se lo mostré y el me dio su aprobación con una sonrisa. Noté como se me aceleraba el pulso, estaba loco por petarle el culo y por otro lado no quería estropear la química que había  surgido entre los dos.

Como si los hilos de mi cuerpo lo movieran dos personalidades distintas, lo penetré de dos maneras muy distintas, en unos momentos  me comportaba como un ser depravado y le daba toda la caña que aquel culo reclamaba subiéndome casi encima de él, en otros me transformaba en un ser más afectuoso y mecía mi cuerpo contra sus nalgas de manera delicada. No conocía a aquel hombre de nada, pero sentía como si un vínculo nos uniera desde mucho tiempo atrás y quería hacerlo gozar de la mejor  de las maneras.

Mientras lo cabalgaba, sacando y metiendo mi polla de su dilatado agujero, caí en la cuenta en una cosa. JJ se había transformado de una manera bestial, él hombre dicharachero y resolutivo que conocí en la discoteca había desaparecido y en su lugar había aparecido un individuo sumiso que se plegaba plenamente a mis deseos. No sabía quién de los dos me atraía más, si el que tomaba la iniciativa o el que se dejaba follar  como una mala perra.

Me hubiera gustado estar toda la noche dale que te pego, sin embargo por mucho que quise prolongar el momento del orgasmo, este no tardó en llegar. Como si él presintiera que iba a correrme, cogió su polla y empezó a masturbarse. No había terminado yo de eyacular del todo y el hizo otro tanto.

Una sensación de calma me invadió. Me tendí en la cama junto a él, apoyé mi cabeza sobre su pecho como buscando su afecto. No sé por qué, quizás porque no había otra cosa en el mundo en aquel momento que más deseara que su aprobación, le pregunté:

—¿Qué tal lo he hecho?

Él frunció el ceño y me respondió:

—Fatal.

Me quedé mogollón de cortado, no supe ni qué decir ante tal abrumadora muestra de sinceridad, pero el gesto me cambió cuando concluyó la frase diciendo:

—Lo has hecho tan mal que vamos a tener que repetirlo, hasta que te salga bien.

Estaba claro que aquel tío era muy salao  y ocurrente. Le propiné un beso fraternal en la frente y le dije riéndome:

—Pues cuando quieras y también ese día procuraré hacerlo mal, muy mal… Todo sea por repetir.

Nos echamos unas risas y  nos volvimos a besar. Al poco me propuso darnos una ducha y asentí. Enjabonarlo y dejar que el hiciera lo mismo conmigo, ¡fue la leche! Nunca había creído en los flechazos y en el amor a primera vista, pero a cada minuto que pasaba con aquel pedazo de tío, mi incredulidad iba a menos.

Me encontré hasta la disyuntiva de marcharme o de quedarme toda la noche y aceptar su invitación de desayunar. Como lo de irme me pareció una falta de respeto hacia él (habría sido como dejarle los cincuenta euros en la mesita de noche), tampoco podía estar allí hasta muy tarde, pues mi abuela se asustaría y no quería preocuparla. Así que opté por la solución más salomónica: quedarme hasta una hora prudencial. Puse la alarma del móvil a las siete de la mañana. Le di un beso de buenas noches y me quedé dormido del tirón.

Antes de despedirnos, nos intercambiamos los números de teléfono, a pesar de lo legal que era, a pesar de su sinceridad, tuve la sensación de que aquel beso que nos dimos sería el último y que sus promesas sobre otros encuentros quedarían en nada.

Al llegar a la casa de la playa, abrí la puerta con cuidado para no despertar a nadie, pero ya un par de ancianitas deambulaban por el piso preparándose el desayuno. Cuando me vieron me hicieron una señal de que no hiciera ruido, dándome  a entender que las demás todavía estaban dormidas, las salude en silencio y me fui a la cama.

A eso de las once me desperté, no me podía quitar de la cabeza  a JJ, aunque pudiera sonar raro echaba de menos su presencia en aquella cama extraña para mí, miré el teléfono varias veces como esperando que me llamara o me hubiera puesto un mensaje, pero nada. Tuve la sensación de que  aquel encuentro se convertiría en único, pues seguramente él tendría  muchísimas y mejores oportunidades y lo de aquella noche había sido algo puntual.

También pudiera pasar que él estuviera en una situación parecida a la mía y pensara que tampoco me apetecía verlo otra vez, por lo que decidí tomar la iniciativa. Como era temprano y no sabía si estaría dormido o no, en vez de hacerle una llamada le puse un mensaje. Uno escueto que no fuera demasiado “acosador”, ni tampoco demasiado “vamos a vernos para echar otro polvo”. Opté por ponerle algo que sonara simple y contundente a la vez:

 

“Te exo de menos. Bexos”

 

Me quedé mirando la pantalla del móvil como un pasmarote, como si con ello fuera a llegar antes la respuesta. Para mi sorpresa Juan José estaba despierto y no tardó mucho en contestarme. Su mensaje eran las palabras más guapas que nadie me había escrito nunca y aunque eran un poquito cursi, me molaron.

 

JJ:

No quiero extrañar nada.

No quiero extrañar ni una sonrisa,

No quiero extrañar ni un beso,

Ya que sólo quiero estar contigo.

 

Estaba claro que aquel tipo era una caja de sorpresas y que lo nuestro, al igual que para mí, no había sido ni de lejos un polvo de una noche para él. Así que, armándome de valor y aguantando las ganas que tenía por hablar con él, esperé un tiempo prudencial y marqué su número.

Oír su voz, aunque fuera a través de un auricular, hizo que el corazón se me acelerara.  Esa simpatía suya, esa actitud de buscarle a todo el lado cómico, ese entregarse a la gente sin pedir nada a cambio me tenía absolutamente fascinado.

Tras una larga charla, quedamos al día siguiente para tomar unas tapas. La primera de muchas citas que fueron encadenándonos el uno al otro y terminaron haciéndonos adictos el uno del otro.

Con el tiempo, me confesó  que el mensaje tan poético no lo había escrito él, sino su amigo Mariano. Por lo visto, él tenía las mismas dudas que yo a lanzarse a la piscina, por lo que ese empujoncito no sabremos nunca como agradecerlo jamás. ¿Por qué estaríamos juntos de no ser por ese mensajito? No lo sé, pero lo que si tengo claro es que si hoy por hoy vivimos juntos,  es gracias a ese mensaje. ¡Y parecía tonto Mariano cuando lo compramos!

FIN

 

Llegado este punto me gustaría pediros que dieras tu opinión sobre este relato. No sé qué pasa últimamente que los comentarios brillan por su ausencia. Los autores no podemos entender que un relato tenga más de cinco mil visitas (por ejemplo) y acaso cuatro o cinco comentarios. Ese “feedback” de saber si lo que escribimos os gusta o no, aunque os parezca raro es necesario para motivar a quien comparte sus letras. Si no estás dado de alta, es gratuito y no te envían publicidad.

 

Si te quedaras con ganas de seguir leyendo más historias mías, en septiembre  publiqué una guía de lectura que te puede servir de ayuda para situarte  a la hora de leer las distintas series.

Nota del autor sobre el presente episodio: Este relato es una especie de precuela de “¿Sabes lo que hicimos el verano del 2012?”, saga de la que republicaré los dos primeros y únicos episodios en breve en un recopilatorio  titulado: “De cruising en los caños” para después empezar a publicar los episodios inéditos.

 

Lo que se narra en el episodio ya se hizo en el flash back del episodio “No quiero extrañar nada”, pero desde el punto de vista de JJ. He considerado, dado el protagonismo que va tomar Guillermo y la importancia que tiene lo que en él se cuenta  en la siguiente saga, narrarlo desde el punto de vista del novio de JJ.

Y sin más paso a responder a los comentaristas de El secreto de Rafita y No debo hablar: Ante todo muchísimas gracias a todos,  A The crow: Me alegro que te haya gustado el episodio de Rafita, es un personaje secundario de la infancia y juventud de JJ que, como has podido comprobar, toma un papel relevante en la historia Se entiende mucho mejor leyendo “La voz dormida” y “La sombra de una duda” que son las recomendaciones que te ha hecho Vieri (Gracias, gatito). En cuanto al relato de “terror” era la primera vez que escribía algo así, está hecho en poco más de una hora y creo que hay mucha influencia de “Las historias de la cripta” y de los relatos cortos de Hitchcock (ese macabro humor está presente sin querer). Creo que lo más tenebroso es la parte de la pizarra, lo demás es un poco ci-fi y teorías conspiratorias. La próxima vez saldrá mejor.; A Vieri32: El secreto de Rafita es algo que traerá mucha cola, debes de pensar que él sabe perfectamente  que lo están violando “Pensó la palabra violación y se aterrorizó.y se masturba con la imagen de su amigo siendo sometido. Después se lo monta de manera que todo el mundo crea que Pepe ha consentido y, a pesar de los moratones, lo consideran culpable  y lo encierran en el internado. Tenía el temor de que me lo tacharan de maniqueo, pero es que a pesar de la tendencia narrativa  de intentar justificar a los malvados, yo soy de la creencia que las personas malas existen a veces sin motivo aparente. En cuanto al Niño de las palabras, el final es una explicación de las fotos que le ponían al niño para que pronunciara sus nombres. Solo conoce mandatarios y gente importante. También está inspirado un poco en el consejo que me diste en el “Pim pam pum” y a PeterSolomon: La verdad es que no soy muy aficionado a la literatura de Terror y mis referencias me han llevado a hacer una cosa más inquietante que terrorífica. Procuraré hacerlo mejor la próxima vez.  Puede que tenga reminiscencias del relato de Stephen King que dice, pero no es un autor que haya leído mucho (La Zona muerta, Carrie y poco más).

 

Dentro de quince días más o menos publicaré el siguiente episodio de “Sexo en Galicia: Dos en la carretera” titulado: “Sé cómo desatascar bajantes estrechos”.

 

Nos leemos entonces y procurad sed todo lo feliz que se os permita(o más).

 

Mas de machirulo

El Blues del autobús

Mr Oso encula a la travestí gótica

Hombres calientes en unos baños públicos (2 de 2)

Hombres calientes en unos baños públicos (1 de 2)

Desvirgado por sus primos gemelos

Un camión cargado de nabos

Cruising entre camiones

Mi primera doble penetración

Un ojete la mar de sensible

Un nuevo sumiso para los empotradores

Once machos con los huevos cargados de leche

Un buen atracón de pollas

Por mirar donde no debía, terminó comiendo rabo

Aquí el activo soy yo

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Una doble penetración inesperada

Amarrado, cegado y follado hasta la extenuación

Polvo rápido en el baño

La duquesa del coño insaciable (4 de 4)

La duquesa del coño insaciable (3 de 4)

La duquesa del coño insaciable (2 de 4)

La duquesa del coño insaciable (1 de 4)

¡Pero qué buenos están estos dos hermanos!

Una doble penetración inesperada

El mecánico siempre descarga sus cojones dos veces

Son cosas que pasan

Sexo grupal en el vestuario

La fiesta de las Coca-colas

Un casquete después de la siesta

Pepe se lo monta con sus primos gemelos

Serrvirr de ejemplo

Comer y follar todo es empezar

Con mi ojete preparado para un rabo XL

Al chofer del bus, le sale la leche por las orejas

Mamándole el ciruelo a mi mejor amigo

De cruising en la playa de Rota

Cinco salchichas alemanas para mi culo estrechito

Un mecánico con los huevos cargados de leche

El descomunal rabo del tío Eufrasio

Follado por su tío

Meter toda la carne en el asador

Míos, tuyos, nuestros… ¡De nadie!

Encuentros furtivos en el internado

Antonio y la extraña pareja

Fácil

Bolos, naranjas y bolas.

Vivir sin memoria

El libro de la vida sexual

Reencuentro con mi ex

Punta Candor siempre llama dos veces

Hombres Nextdoor

Mundo de monstruos

Dejándose llevar

Guía de lectura año 2017

Dejar las cosas importantes para más adelante

Una proposición más que indecente

¡No hay huevos!

Ignacito y sus dos velas de cumpleaños

El chivo

La mujer del carnicero

Iván y la extraña pareja

El regreso de Iván

Guerra Civil

Las tres Másqueperras

Toda una vida

Objetos de segunda mano

Follando con el mecánico y el policía (R) 2/2

Follando con el mecánico y el policía (R) 1/2

Ni San Judas Tadeo

La invasión Zombi

Seis grados de separación

¡Arre, arre, caballito!

La más zorra de todas las zorras

Un baño de sinceridad

Barrigas llenas, barrigas vacías

No estaba muerto, estaba de parranda

Dr. Esmeralda y Mrs. Mónica

Yo para ser feliz quiero un camión

Tiritas pa este corazón partio

Corrupto a la fuga

Un polaco, un vasco, un valenciano y un extremeño

El de la mochila rosa

La jodida trena

Tres palabras

Hagamos algo superficial y vulgar

Pensando con la punta de la polla

Quizás en cada pueblo se practique de una forma

Gente que explota

Guía de lectura año 2016

En unos días tan señalados

Desátame (o apriétame más fuerte)

De cruising en los Caños

Putita

Sé cómo desatascar bajantes estrechos

Este mundo loco

No debo hablar

El secreto de Rafita

¿De quién es esta polla cascabelera?

Me gusta

Me llamo Ramón y follo un montón

Doce horas con Elena

El pollón de Ramón

Dos cerditos y muchos lobos feroces

El ciprés del Rojo

Follando por primera vez (R) 1/3

Follando por primera vez (R) 3/3

Follando por primera vez (R) 2/3

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Orgia en el WC de los grandes almacenes

Once pollas para JJ

Prefiero que pienses que soy una puta

Homofobia

Adivina quien se ha vuelto a quedar sin ADSL

¡Terrible, Terrible!

Bukkake en la zona de descanso

Mi primera vez con Ramón

Tu familia que te quiere

Si no pueden quererte

Mía

Infidelidad

Dos adolescentes muy calientes

Ocho camioneros vascos

Parasitos sociales

El pollón del tío Eufrasio

Violado por su tío

Talento

Somos lo que somos

Sexo en Galicia: Dos en la carretera

Tres pollas y un solo coño

De amor se puede vivir

Duelo de mamadas

¡Se nos da de puta madre!

Dos hermanos

¿Dónde está la oveja de mi hermano?

¿Por qué lloras, Pepito?

El MUNDO se EQUIVOCA

Todo lo que quiero para Navidad

Como Cristiano Ronaldo

Identidad

Fuera de carta

Los gatos no ladran

Su gran noche

Instinto básico

TE comería EL corazón

La fuerza del destino

La voz dormida.

Como la comida rápida.

Las amistades peligrosas.

El profesor de gimnasia.

Follando: Hoy, ayer y siempre (R)2/2

Follando: Hoy, ayer y siempre (R) 1/2

El ser humano es raro.

La ética de la dominación.

¡Ven, Debora-me otra vez!

La procesión va por dentro.

Porkys

Autopista al infierno.

El repasito.

José Luis, Iván, Ramón y otra gente del montón.

El sexto sentido.

Cuando el tiempo quema.

Mi mamá no me mima.

La fiesta de Blas.

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Sin miedo a nada.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

¡Qué buena suerte!

El rumor de las piedras.

Dios odia a los cobardes.

Tres palabras.

Guía de lectura segundo semestre 2.014.

Como un lobo.

Solo Dios perdona.

El padrino.

Perdiendo mi religión.

Adiós Francisquito, adiós.

Pequeños descuidos.

La sombra de una duda.

Mis problemas con JJ.

Unos condones en la guantera.

La voz dormida.

Follando con mi amigo casado.

Si pudieras leer mi mente.

Bésame, como si el mundo se acabara después.

Si yo tuviera una escoba.

Guía de lectura primer semestre dos mil catorce.

¡Cuidado con Paloma!

La lista de Schindler.

Nos sobran los motivos.

La masticación del tito Paco.

Viviendo deprisa.

El blues del autobús.

¿Y cómo es él?

¡Voy a por ti!

Celebrando la victoria.

Lo estás haciendo muy bien.

Vivir al Este del Edén.

Hay una cosa que te quiero decir.

Entre dos tierras.

Felicitación Navideña.

37 grados.

El más dulce de los tabúes.

Desvirgado por sus primos gemelos

Las pajas en el pajar

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur.

Tiritas pa este corazón partio

Valió la pena

1,4,3,2.

Sexo en Galicia: Comer, beber, follar....

¡Se nos va!

En los vestuarios.

Lo imposible

Celebrando la victoria

La procesión va por dentro.

El guardaespaldas

El buen gourmet

Mariano en el país de las maravillas.

Tu entrenador quiere romperte el culo(E)

Retozando Entre Machos.

Culos hambrientos para pollas duras

La excursión campestre

¡No es lo que parece!

Mi primera vez (E)

Vida de este chico.

Follando con mi amigo casado y el del ADSL? (R)

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón

Trío en la sauna.

Nunca fuimos ángeles

Desvirgado por sus primos gemelos (E)

Como la comida rápida

La misión

Follando con mi amigo casado

La churra del Genaro

Uno de los nuestros

Sexo en Galicia: Tarde de sauna (R)

2 pollas para mi culo

El cazador.

Los albañiles.

Jugando a los médicos.

Algo para recordar

Mis dos primeras veces con Ramón (E)

A propósito de Enrique.

Guia de lectura y alguna que otra cosita más.

Culos hambrientos para pollas duras

Celebrando la derrota

En los vestuarios (E)

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (Epilogo)

No quiero extrañar nada.

Punta Candor siempre llama dos veces.

4,3,2,1....

2 pollas para mi culo

Adivina quién, se ha vuelto a quedar sin ADSL

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón (R)

El MUNDO se EQUIVOCA

Historias de un follador enamoradizo.

Living la vida loca

Sexo en galicia con dos heteros (R)

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Comer, beber... charlar.

Los albañiles.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Regreso al pasado

Follando con mi amigo casado (R)

“.... y unos osos montañeses)”

El padrino

... Bubú.....

El blues del autobús (Versión 2.0)

El parque de Yellowstone (Yogui,....)

After siesta

Sexo, viagra y ... (2ª parte) y última

Before siesta

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (1ª parte)

El bosque de Sherwood

El buen gourmet

Como la comida rápida

Pequeños descuidos

¨La lista de Schindler¨

El blues del autobús

Celebrando el partido