—Muy buenas noches. Soy Susana Rizzo y les doy la bienvenida una vez más a “Espejo Púbico de Luxe”, tu programa para conocer todos los entresijos de lado más pornográfico de las redes. Esta noche, con nosotros tenemos a una invitada “De luxe”, la bloguera de moda: Mónica Iluminada. ¡Démosle la bienvenida!
Las cámaras hacen un barrido entre el público que aplaude efusivamente a la recién llegada. Una mujer exuberante, con una resplandeciente caballera rubia y unos ojos enormes color verde esmeralda. Es hermosa como ella sola y con un físico portentoso, mezcla entre “top model” y latina voluptuosa. Su caminar seguro levanta la admiración de todos lo que la ven. Es una triunfadora y todo el mundo lo comprueba nada más verla.
Entre los gritos de sus admiradores, la presentadora le invita a tomar asiento en el confortable sillón frente a ella.
—Buenas noches, Mónica. Muchas gracias por venir.
—Buenas noches, Susana —La bloguera arrastra las silabas al hablar, de un modo tan sensual, que pone las emociones a flor de piel a todos los presentes—. Gracias a vosotros por invitarme. Es un placer estar aquí entre tanta gente tan maravillosa.
Sus primeras palabras, como si fuera una estrella de rock, provocan la ovación de los espectadores del plató.
—¡Cómo te quiere tu público! ¿Qué se siente al ser una de las blogueras más famosas del panorama hispanoamericano?
—La verdad es que tengo unos fans maravillosos y no lo me los merezco. Son ellos los verdaderos artífices de mi éxito, yo me limito a ser como ellos les gustaría que fuera, a escribir lo que ellos me demandan.
—Háblanos de tus comienzos. ¿Cómo fue eso de escribir relatos picantes?
—La verdad es que de siempre he sido una persona muy liberal y con una vida sexual muy activa. Un día, estaba aburrida y me dio, a modo de diario, por plasmar en el papel una de mis experiencias. La subí a una página, esa contra la que me he querellado por derechos de autor —Su tono de voz sensual, al decir esto último, cambia por uno más chabacano —, y los millones de visita no tardaron en producirse. Fue tan fulminante el éxito que tuve con mi primera incursión en las letras, que me vi abocada a seguir escribiendo. Como todo buen artista, me debo a mi maravilloso público.
—¿Por qué creas la página “Cuervos Relatos”?
—Eran tanto los seguidores que tenía que vi que eran mis historias las que mantenían el millonario número de visitas de la página y pensé: «¿Por qué enriquecer a otro cuando esos beneficios me los puedo quedar yo? ». En un primer momento fueron mis relatos únicamente los que se publicaron, pero, poco a poco, se fueron añadiendo un nutrido grupo de autores que, aunque con estilo propio, fueron desarrollando sus pericias narrativas según mis directrices.
—Mónica, eso que cuentas me parece contradictorio. Si te marchaste de la página que te vio nacer para que nadie se enriqueciera con tu trabajo, ¿no haces tú lo mismo con tus autores discípulos?
—No confundas, Susana. Con Cuervos Relatos no se enriquece nadie. Todos los beneficios de la página se donan a la “Fundación para niños de diecisiete años, once meses y veintinueve días, seducidos por entrenadores de la pelota Vasca”. Como bien sabes, el sexo con menores ha sido una de mis obsesiones, una lacra contra la que hay que luchar y hay que combatir sin descanso. Ya sabes mi lema: «Si no tienes dieciocho, no folles».
—Sí, pero entonces, ¿de qué vives? Tu tren de vida no es lo que se dice precisamente barato.
—De mis aportaciones a la web de famosas firmas comerciales. No sabes lo cotizada que están los relatos eróticos en el mundo empresarial. Cola Loca, Malcorro, Ohsonia Entraplana y muchas más marcas de prestigio, demandan mis historias para promocionar sus productos en la red. No tienes ni idea de cómo suben las ventas de los pañales infantiles cuando subes a tu muro de “Fake-book”, historias como “Tres pollas jóvenes para mi culito virgen”. Cada vez que publico un relato nuevo en la red, la empresa agraciada ve aumentar su cotización en bolsa.
—¿Cómo se lleva lo de ser una mujer con tanto éxito?
—Sé que soy deseada por todos los hombres y envidiada por todas las…
¡RIIIIINGGGG! ¡RIIIIIIINGGGGG!
No hay cosa que ella odie más que el sonido del despertador. Como una súper heroína al uso, ese timbre es el acicate que su cuerpo necesita para pasar de Mónica a Esmeralda. ¡Cómo odia la vida que le ha tocado en suerte!
Mónica es todo lo que le gustaría ser y no puede ser: Triunfadora, sexy, joven, inteligente… Esmeralda es su cruda realidad: una fracasada en todos los aspectos de su vida. No le interesa a nadie, ni siquiera a sus gatos, Tom y Jinx. Ella sabe que si no los alimentara, también pasarían de ella como de las mierdas, igual que hace todo el mundo. Es lo que pasa cuando la mediocridad va marcando tu existencia desde que nace.
En su infancia, porque los demás niños y niñas se burlaban de su aspecto, bastante poco agraciado.
En su adolescencia porque sus compañeros de curso no la aguantaban por su prepotencia y su antipatía.
En su juventud, aunque se creyó deseada por muchos, no tardó en descubrir que las copas de más en sus ocasionales ligues, tenían mucho que ver con el hecho de que la consideraran atractiva.
¿Cuándo fue la primera vez que se sintió viva e importante? Aunque le cueste admitirlo, cuando entró a formar parte del Club los Juglares. Un club formado por algunos de sus vecinos, en el que se dedicaban a organizar fiestas de todo tipo. Todos sus miembros eran tan particulares como ella, números primos de una sociedad donde lo estándar pasa por ser aburrido y poco creativo.
¿Por qué se estropeó todo? Quizás por su soberbia, su eterno querer ser el centro de atención de todos y que todos los juglares tuvieran que hacer lo que dictara su santo coño.
Incapaz de saber relacionarse con la gente de un modo distinto a como a ella la habían tratado siempre, cuando no se salía con la suya comenzó a ofender a todos aquellos que no estaban de acuerdo con su proceder.
Fueron tantas las discusiones, tantas los insulto que esgrimió contra sus vecinos, que la única solución plausible fue expulsarla como una perra del club organizador de fiestas.
No supo resignarse a perder aquello que le daba vida, se compró un montón de móviles desechables con la única intención de molestar a los que antes habían compartido su afición por las fiestas. Unas veces se hacía pasar por una chica jovencísima, otras por una señora con mucha clase y algunas por un señor experto en festejos que pasaba por allí. Las identidades que suplantaba no tenían parangón, hasta la voz de un caballo llegó a imitar.
Cuando sus ataques eran ignorados por los juglares, para ahogar su frustración recurría a las fuerzas de la autoridad. El guardia jurado del barrio, más centrado en su foro del taller de coches que en la vigilancia de fiestas, paraba las fiestas de la vecindad si comprobar si eran ciertas o no, las acusaciones que ella presentaba.
Hoy, tras muchos intentos, ha conseguido fastidiar a la comunidad, parando una micro fiesta. Se siente victoriosa por haber conseguido hacer valer su voluntad de un modo tan dictatorial, tanto que hasta se ha excitado.
Se ha desnudado, se ha tendido en la cama. Tras transformarse mentalmente en Mónica, ha comenzado a acariciar su sexo e imagina a un semental propios de las películas pornos que tanto consume. Al principio fantasea con que el musculoso individuo la besa, después con que posa sus labios sobre su vulva.
Mientras uno de ellos le realiza el cunnilingus, su mente crea otro atractivo hombre a quien poder comer la polla. Lo más característico de él, es un enorme cipote repleto de virilidad, su fe en la fantasía que ha fabricado es tal que hasta llega a creer que se atraganta con su grosor.
Al mismo tiempo que aprieta sus senos, un tercer actor porno imaginario comienza a morderle los pezones.
La calenturienta fantasía se termina desbocando por un precipicio y cada vez son más los hombres que la tratan como la mujer liberal que le gustaría ser, pero que no tiene ovarios para sacar fuera en su día a día, en los que sigue comportándose como la reprimida que ha sido siempre.
En una realidad inventada, un hombre con un pollón de treinta centímetros atraviesa su recto con él, al tiempo que cuatro más le hacen tragar su leche caliente. Pensamientos que provocan que frote con más fuerza su botón de placer y el éxtasis venga a visitar a su cuerpo en el mundo real.
Embargada por el placer supremo, se asoma a la luna del armario que está frente a la cama. Este no le muestra a la sexy y explosiva Mónica, la imagen que ofrece es de la miseria que le toca vivir, un ser envidioso, ruin y dañino con el que la genética no ha sido nada bondadoso. De un momento pasa de creerse una princesa, a sentirse como la madrasta del cuento.
El espejo en un alarde de sinceridad parece gritarle en silencio:
«¡Blancanieves es más bella que tú!»