miprimita.com

Cruising entre camiones

en Gays

Si por mi mente paseó levemente la idea de  intentar ver si se podía cazar algo, esta murió de inmediato pues la puerta se volvió a abrir de nuevo. El recién llegado era otro de los camioneros, concretamente el polaco más atractivo, aquel a quien yo había bautizado con el nombre de Bernard. Para mi sorpresa, en vez de ponerse en el primer meadero, se colocó en el tercero. Justo en el que estaba al lado de Borja. Como soy muy bueno en matemáticas y sé sumar dos y dos, me di cuenta de que tres eran multitud para ciertas cosas y que estaba sobrando allí,  por lo que paré de interpretar mi papel de meón, me lavé las manos y les dejé el campo libre a los dos rubiales, pues tampoco se puede ir por el mundo con  complejo de Perro del Hortelano.  

Al salir al comedor del bar, me encontré con Mariano echado sobre la pared y pegándose una siesta como a nadie le importa. Me dio un poquito de lastimita y no quise despertarlo, máxime con la cara de satisfacción que tenía el pobre. Miré disimuladamente a la mesa donde estaban los tres vascos, Alain parecía que, dado por finiquitado  su momento “vamosaecharunbuenpolvomañanero”, se había olvidado  por completo de mí  y se limitaba a conversar con sus amigos como si tal cosa. Lo busqué disimuladamente en un par de ocasiones, pero me ignoró del modo más sutil.

No me había dado tiempo de dar por clausurada la  “Temporada de caza del macho camionero”, cuando vi salir a Bernard de los baños, fue a la barra a cuchichearle algo a sus compañeros de trabajo y abandonó seguidamente el local. Por su forma tan sigilosa de hacerlo, me dio que pensar que allí había tomate, ¡y del bueno!  

Al poco fue Borja el que salió del servicio (¡Qué meada más larga tuvo que echar el chaval, ni las  vacas de mi pueblo tardan tanto!), pagó y se fue directamente para la calle. Se hizo dueña de mis actos la vieja cotilla que tiene un “loft”  en mi corazoncito,   con lo que no pude reprimir mi malsana curiosidad por saber que se cocía entre aquellos dos  y abandoné el bar con una cautela similar a ellos.   

Es curioso lo que evolucionamos las personas a lo largo de nuestra vida.  De pequeño recuerdo que me encantaba espiar como mis primos gemelos “jugaban a los médicos”. En mi adolescencia en el internado, cada vez que tuve ocasión, observé los  furtivos polvos que allí se echaban. Ahora de mayor, he cambiado un montón  (¡Por los cojones!) y no desaprovecho ninguna ocasión en la que pueda dar canchas a mis ansias de voyerismo. ¡Hasta el día que me pillen y me dejen sin un diente en la boca!

Con la experiencia que dan muchos años de meter el ojo en las cochinerías  ajenas, hice como que hablaba por el móvil y aproveché para espiar sutilmente donde se dirigían el polaco y el valenciano.

Bernard se introdujo por un hueco apenas perceptible que había entre los camiones que estaban aparcados a unos escasos metros de la estación de servicio. Borja, quien me pareció  que era tan lanzado como yo o más, lo siguió sin recato alguno. Esperé los minutos que consideré pertinentes y me fui detrás de ello. Sabía que me exponía a que me partieran la cara, pero solo de elucubrar la posibilidad de poder tener sexo con ellos, aceleraba mi pulso de una manera desmedida y concluí que merecía la pena correr el riesgo.

Me pareció curioso cómo estaban aparcados  tres de los camiones que componían la flota, en  una forma casi  triangular,  dejando una especie de pasillos entre ellos que no era visible desde fuera y a donde había que entrar  a propósito para ver  lo que ocurría en el interior. Aunque sopesé de nuevo los pro y los contra,  el cerebro de mi entrepierna ya había decidido por mí  y me interné en lo que me dio la sensación que era una especie de jaula de metal, hábilmente posicionada para construir un escondite perfecto y  a la vista de todos.

Suponía lo que podía encontrarme, pero no por ello dejó de sorprenderme menos. Recostado sobre una de las cabezas tractoras estaba el polaco y agachado ante él, mamándole la polla  de un modo bestial estaba el bombón trajeado. El pobrecito parecía que después de desayunar se habría quedado con mucha hambre, pues se estaba comiendo el nabo del polaco con unas ganas tremendas. Lo metía y sacaba de su boca con una celeridad casi compulsiva.   

Mentiría si  dijera que la imagen de aquellos dos atractivos tipos sumidos en el sexo oral no me puso a tope. Al principio mi sigiloso comportamiento no los sacó de su ensimismamiento y seguían comportándose  con la naturalidad que da el no sentirse vigilados. Los  apagados jadeos que daba el polaco cada vez que la cabeza del valenciano se hundía en su pelvis para tragarse su palpitante virilidad me parecían de lo más morboso. Tenía puesta una  cara que me encanto, me recordó a la de  un niño travieso después de comerse el chocolate, como si lo que hacía le gustara mucho aunque en el fondo pensara que no era lo correcto y podían terminar recriminándoselo.

No sé porque me lo imaginé casado con una rubia delgada y alta, con dos retoños de ojos azules y  de piel tan blanca como sus padres Una familia perfecta propia de un anuncio de huevos de chocolate. Una familia perfecta que lo hacía aún más deseable. Estaba loco porque supiera de mi presencia y me invitara a comerle su rosado “quindersorpresa”.

No tardé en ser descubierto por Bernard, que, sin decirle nada a Borja,  me dedicó una mirada de lo más seductora. Me disponía a meterme insinuantemente mano al paquete, cuando noté que alguien me agarraba por la cintura y pegaba su pelvis a mis nalgas. Sobresaltado volví la cabeza para atrás y me encontré con una  de las descaradas sonrisas de Alain.

—¿Chiqui, te gusta lo que ves?

—Por supuesto, sino no estaría aquí —Le dije con una familiaridad y descaro que hizo que frunciera  el ceño desconcertado.

—¡Ahivaláostia!¡ No te cortas un pelo pues!

—Me vas a dar algo si me corto, porque entonces lo hago —Respondí en un tono casi insolente.

—Me gusta la gente que se deja de “burocracias” y va directo al grano.

—¿Para qué perder el tiempo? —Le respondí volviéndome y metiéndole mano a la prominencia de su entrepierna.

Nuestras miradas se cruzaron durante un momento, estuve tentado de darle un beso, pero me limité a suplicárselo con mi actitud y que fuera  él quien rompiera el hielo. Sin pensárselo, agarró mi cabeza fuertemente entre sus manos y me metió un salvaje muerdo. Cuando desfogamos la pasión rozándonos el uno contra el otro enredados en un estrepitoso abrazo, volvió a atrapar mi cabeza, la empujó a través de su pecho y  me obligó a que me agachara hasta colocar mi cara frente a su entrepierna.

Dominado por el fuerte olor a macho que desprendía su cuerpo, me puse a morrear su polla sobre la tela de su bragueta. Fui marcando morbosamente  con un reguero de babas la protuberancia que se marcaba como una barra sobre el bolsillo izquierdo de su pantalón. Levanté la mirada en pos de la necesaria complicidad por parte de Alain y me encontré con que tenía los ojos fijos en el polaco y el valenciano.

Me detuve un momento y con un gesto le indique que si quería que nos uniéramos a ellos, el asintió, me ayudó a levantarme y encaminamos nuestros pasos hacia los dos atractivos rubios.

Era más que obvio que Borja no estaba dispuesto a renunciar a su  ración del rico nabo polaco, ni cuando nos sintió al vasco y a mí junto a ellos dos, redujo el ritmo de su mamada. El tío estaba dando muestra de ser un buen comedor de nabos, pues a Bernard lo tenía con una cara de gozo que no cabía en sí.

Una vez llegamos a ellos, Alain se colocó casi codo con codo con su compañero de trabajo, dejó que en su cara se pintara una bravucona sonrisa   y me invitó a que siguiera con lo que estaba haciendo.  Seducido por la chulería del atractivo madurito, me arrodillé  ante él y, sin dejar de mirar la espectacular mamada que realizaban a escasos centímetros de mí, volví a pasear mis labios por el caliente cilindro que se destacaba bajo el uniforme de trabajo.

Al principio, creo  que mi jueguecito tenía cierto morbo, pero no tardó en hacerse algo  cansino. Por lo que Alain, con ese descaro suyo tan característico, descorrió la hebilla de su cinturón, apartó mi cabeza con cierta brusquedad, se desabotonó la bragueta de un modo casi violento y sacó su herramienta sexual.  

Me quedé como absorto al ver cómo aquel majestuoso pollón invadía el corto espacio que quedaba entre mi rostro y su bragueta. No solo tenía un ancho y largo más que respetable, sino que sobre un erecto tronco de lo más esplendoroso, reinaba una cabeza de flecha que parecía grita:   «¡Cómeme, cómeme!» ¿Quién era yo para negarle nada a una criaturita tan hermosa?

Me disponía a tragarme aquel oscuro esparrago cuando, con cierta arrogancia, Alain me preguntó:

—¿Te gusta mi cipote?

Adopté la pose sumisa que sus ojos pardos me imploraba y me limité a asentir con la cabeza.

—¡Mámamela pues! —Al decir esto, empujó mi nuca hasta que me tragué el grueso rabo hasta la base.

Si no hubiera tenido la experiencia que tengo y no conociera los trucos para evitar atragantarme con una polla, aquel burdo gesto por su parte me hubiera producido una pequeña arcada. No obstante, la respuesta que obtuvo de mí fue en pequeño mar de babas que comenzó a bajar por el caliente tallo hasta regar por completo su vello púbico.

Volví a mirar de reojo a Borja y, como si estuviera en un universo paralelo o fuera un muñeco a quien  le hubieran dado toda la cuerda, seguía chupando impasiblemente la polla de Bernard. El  guapo polaco sostenía su cabeza con una mano, mientras con la otra se metía mano bajo la camisa y jugueteaba con una de sus tetillas. Ver el rizado pelo rubio que se escapaba por el pico del cuello de su prenda de trabajo, fue como gasolina para mis ganas de polla y devoré con más ímpetu si cabe el nabo de Alain.

Durante un momento el único sonido que reinaba en aquel pequeño espacio fueron los jadeos del vasco y el polaco junto con el chasquear de la boca de Borja y la mía contra sus potentes vergas. Sé que puede sonar a cursilada, pero durante un momento me olvidé de todo y mi mundo se limitó en dar placer al palpitante falo que entraba y salía exultante de mi boca.

La gratificante banda sonora fue rota por la voz del vasco:

—¡La hostia, como la maman estos cabritos!

—De putissima madre —Respondió Bernard con un acento español casi perfecto.

—¿Te gustaría cambiar pues?

—¡Venga va!

Estaba claro que en sus noches fuera de casa aquellos dos se podían haber ido de putas muchas veces, pero también estaba claro que se la habían comido algunos tíos y me aventuraría a pensar que se habían follado algún culo peludo. Si el hecho de que se pusieran a hacerlo a  plena luz del día (por mucho que el sitio estuviera lejos de fisgones) me dejaba claro que no era la primera vez ni la segunda que hacían alguna cosa así, la confianza con la que habían intercambiado nuestras bocas, sin pedir nuestra opinión siquiera, confirmaba más aún que lo del mariconeo entre aquellos tipos  no era una rara avis, sino algo habitual, frecuente como mínimo.

Con un gesto casi imperativo nos pidieron al valenciano y a mí que cambiáramos de posición. El rubio del pelazo y yo nos miramos un pelín sorprendidos, pero metidos en el papel de perras mamonas como estábamos nos limitamos a obedecer y no pusimos ninguna objeción a lo que nos ordenaban nuestros “amos”.

Antes de meterme la rosada tranca del polaco en la boca, alcé la mirada y busqué sus hermosos ojos azules. Pese a que en ellos solo se dejaba ver un intenso brillo de lujuria y no había espacio  ni para un pequeño atisbo de afecto, no dejaban de ser dos ventanas a las que me podía asomar para ver lo mucho que disfrutaba con lo que me disponía a hacerle.

Metido en el rol de sumiso esclavo mamón, le rogué con un gesto que me dejara comerme aquel rosado falo. La respuesta de mi ocasional amo fue empujar mi nuca hasta que me tragué el rígido pollón hasta la base. Una vez mis labios chocaron con su pelvis y su capullo rosó mi campanilla, aflojó la presión de su mano y permitió que yo fuera quien marcara  el ritmo.

El sabor de aquel cipote era bastante diferente al de Alain, menos agrio y más suave al paladar. Tras degustar enérgicamente su glande, paseando efusivamente la lengua por los pliegues de su prepucio, procedí a tragármela de nuevo por completo, como comprobé que aquello lo hacía jadear, terminé engulléndola con mayor ímpetu. El ritmo de mi cabeza contra su pelvis acrecentó sus suspiros que dejaron de ser ahogados y se volvieron un pelín escandaloso. Por un momento volví a la realidad y temí que alguien nos oyera.

Sin embargo, mi degustación del rico carajo polaco duró poco tiempo, por lo que se veía ni el vasco ni el valenciano habían podido congeniar y Borja me pidió con cara de pocos amigos que le cediera su puesto. Me dieron ganas de como una leona salida, pelearme por el rabo de mi semental, pero miré el hermoso cipote del vasco y concluí que no merecía la pena discutir, porque yo salía ganando.  

Arrastrando levemente  las rodillas por el suelo del aparcamiento, regresé a la casilla de salida. Levanté la mirada buscando los astutos ojos de Alain y este me respondió dando un lengüetazo al aire de lo más morboso.

Antes de volver a mamar el nabo de “mi” macho dirigí una leve mirada a los dos rubios de al lado. Lo que me encontré no es que me sorprendiera, es que me pareció un poco apresurado: Borja se tragaba la verga del polaco con una efusividad y ritmo fuera de lo común, Bernard con la cabeza ligeramente echada para atrás, no paraba de jadear y se dejaba hacer de un modo bestial.

Un reguero de caliente baba resbalaba por los cojones del polaco, quien contraía su rostro en muecas de doloroso placer. Era más que obvio que  estaba a punto de correrse y el valenciano no retiraba la boca de su polla,  por lo que no había que ser un Seneca para intuir lo que allí iba a terminar sucediendo. Seguramente Borja sería de aquellos que después del desayuno le gusta un vasito de leche polaca recién ordeñada y a Bernard me daba la sensación  que no le importaba mucho darle el gusto.

Durante unos segundos me olvidé de  Alain y centré mi atención en los dos rubios. De buenas a primera el camionero del este apretó la cabeza del mamón trajeado y gritó:

—¡Biegne!

Aunque los idiomas que mejor manejo son el francés, el griego y un poco la disciplina inglesa, no me hicieron falta de  otros conocimientos lingüísticos para deducir que aquello debía ser algo parecido un “me corro” en la lengua de Chopin.

Miré  de reojo a mi vasco favorito y tampoco  se perdía un  detalle. Cuando vio al valenciano sacar la lengua para enseñar la espesa corrida que le habían echado en la boca, observé que hizo un gesto de repugnancia. La verdad es que el Brad Pitt de Castellón estaba demostrando ser un guarro de tomo y lomo. ¡Habrase visto! Mucho traje, mucho rollo pijo y termina haciendo las mismas cerdadas de los canis de los videos “bareback”.   

Sorprendentemente de la punta del rosado cipote siguió manando esperma que fue a parar a sus ojos, a su cara y a una de las solapas de la chaqueta. Aunque en principio aquello pareció dar morbo a Borja, cuando se dio cuenta que le habían manchado la ropa puso cara de fastidio. Dijo algo entre dientes y se marchó con cara de cabreado.

Miré a mis dos acompañantes y no pudimos reprimir una sonora carcajada.

Concluirá  dentro de dos viernes en: Un camión cargado de nabos.

Estimado lector: Si te gustó esta historia, puedes pinchar en mi perfil donde encontrarás algunas más que te pueden gustar.

Mas de machirulo

El Blues del autobús

Mr Oso encula a la travestí gótica

Hombres calientes en unos baños públicos (2 de 2)

Hombres calientes en unos baños públicos (1 de 2)

Desvirgado por sus primos gemelos

Un camión cargado de nabos

Mi primera doble penetración

Un ojete la mar de sensible

Un nuevo sumiso para los empotradores

Once machos con los huevos cargados de leche

Un buen atracón de pollas

Por mirar donde no debía, terminó comiendo rabo

Aquí el activo soy yo

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Una doble penetración inesperada

Amarrado, cegado y follado hasta la extenuación

Polvo rápido en el baño

La duquesa del coño insaciable (4 de 4)

La duquesa del coño insaciable (3 de 4)

La duquesa del coño insaciable (2 de 4)

La duquesa del coño insaciable (1 de 4)

¡Pero qué buenos están estos dos hermanos!

Una doble penetración inesperada

El mecánico siempre descarga sus cojones dos veces

Son cosas que pasan

Sexo grupal en el vestuario

La fiesta de las Coca-colas

Un casquete después de la siesta

Pepe se lo monta con sus primos gemelos

Serrvirr de ejemplo

Comer y follar todo es empezar

Con mi ojete preparado para un rabo XL

Al chofer del bus, le sale la leche por las orejas

Mamándole el ciruelo a mi mejor amigo

De cruising en la playa de Rota

Cinco salchichas alemanas para mi culo estrechito

Un mecánico con los huevos cargados de leche

El descomunal rabo del tío Eufrasio

Follado por su tío

Meter toda la carne en el asador

Míos, tuyos, nuestros… ¡De nadie!

Encuentros furtivos en el internado

Antonio y la extraña pareja

Fácil

Bolos, naranjas y bolas.

Vivir sin memoria

El libro de la vida sexual

Reencuentro con mi ex

Punta Candor siempre llama dos veces

Hombres Nextdoor

Mundo de monstruos

Dejándose llevar

Guía de lectura año 2017

Dejar las cosas importantes para más adelante

Una proposición más que indecente

¡No hay huevos!

Ignacito y sus dos velas de cumpleaños

El chivo

La mujer del carnicero

Iván y la extraña pareja

El regreso de Iván

Guerra Civil

Las tres Másqueperras

Toda una vida

Objetos de segunda mano

Follando con el mecánico y el policía (R) 2/2

Follando con el mecánico y el policía (R) 1/2

Ni San Judas Tadeo

La invasión Zombi

Seis grados de separación

¡Arre, arre, caballito!

La más zorra de todas las zorras

Un baño de sinceridad

Barrigas llenas, barrigas vacías

No estaba muerto, estaba de parranda

Dr. Esmeralda y Mrs. Mónica

Yo para ser feliz quiero un camión

Tiritas pa este corazón partio

Corrupto a la fuga

Un polaco, un vasco, un valenciano y un extremeño

El de la mochila rosa

La jodida trena

Tres palabras

Hagamos algo superficial y vulgar

Pensando con la punta de la polla

Quizás en cada pueblo se practique de una forma

Gente que explota

Guía de lectura año 2016

En unos días tan señalados

Desátame (o apriétame más fuerte)

De cruising en los Caños

Putita

Sé cómo desatascar bajantes estrechos

Este mundo loco

Como conocí a mi novio

No debo hablar

El secreto de Rafita

¿De quién es esta polla cascabelera?

Me gusta

Me llamo Ramón y follo un montón

Doce horas con Elena

El pollón de Ramón

Dos cerditos y muchos lobos feroces

El ciprés del Rojo

Follando por primera vez (R) 2/3

Follando por primera vez (R) 3/3

Follando por primera vez (R) 1/3

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Orgia en el WC de los grandes almacenes

Once pollas para JJ

Prefiero que pienses que soy una puta

Homofobia

Adivina quien se ha vuelto a quedar sin ADSL

¡Terrible, Terrible!

Bukkake en la zona de descanso

Mi primera vez con Ramón

Tu familia que te quiere

Si no pueden quererte

Mía

Infidelidad

Dos adolescentes muy calientes

Ocho camioneros vascos

Parasitos sociales

El pollón del tío Eufrasio

Violado por su tío

Talento

Somos lo que somos

Sexo en Galicia: Dos en la carretera

Tres pollas y un solo coño

De amor se puede vivir

Duelo de mamadas

¡Se nos da de puta madre!

Dos hermanos

¿Dónde está la oveja de mi hermano?

¿Por qué lloras, Pepito?

El MUNDO se EQUIVOCA

Todo lo que quiero para Navidad

Como Cristiano Ronaldo

Identidad

Fuera de carta

Los gatos no ladran

Su gran noche

Instinto básico

TE comería EL corazón

La fuerza del destino

La voz dormida.

Como la comida rápida.

Las amistades peligrosas.

El profesor de gimnasia.

Follando: Hoy, ayer y siempre (R)2/2

Follando: Hoy, ayer y siempre (R) 1/2

El ser humano es raro.

La ética de la dominación.

¡Ven, Debora-me otra vez!

La procesión va por dentro.

Porkys

Autopista al infierno.

El repasito.

José Luis, Iván, Ramón y otra gente del montón.

El sexto sentido.

Cuando el tiempo quema.

Mi mamá no me mima.

La fiesta de Blas.

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Sin miedo a nada.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

¡Qué buena suerte!

El rumor de las piedras.

Dios odia a los cobardes.

Tres palabras.

Guía de lectura segundo semestre 2.014.

Como un lobo.

Solo Dios perdona.

El padrino.

Perdiendo mi religión.

Adiós Francisquito, adiós.

Pequeños descuidos.

La sombra de una duda.

Mis problemas con JJ.

Unos condones en la guantera.

La voz dormida.

Follando con mi amigo casado.

Si pudieras leer mi mente.

Bésame, como si el mundo se acabara después.

Si yo tuviera una escoba.

Guía de lectura primer semestre dos mil catorce.

¡Cuidado con Paloma!

La lista de Schindler.

Nos sobran los motivos.

La masticación del tito Paco.

Viviendo deprisa.

El blues del autobús.

¿Y cómo es él?

¡Voy a por ti!

Celebrando la victoria.

Lo estás haciendo muy bien.

Vivir al Este del Edén.

Hay una cosa que te quiero decir.

Entre dos tierras.

Felicitación Navideña.

37 grados.

El más dulce de los tabúes.

Desvirgado por sus primos gemelos

Las pajas en el pajar

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur.

Tiritas pa este corazón partio

Valió la pena

1,4,3,2.

Sexo en Galicia: Comer, beber, follar....

¡Se nos va!

En los vestuarios.

Lo imposible

Celebrando la victoria

La procesión va por dentro.

El guardaespaldas

El buen gourmet

Mariano en el país de las maravillas.

Tu entrenador quiere romperte el culo(E)

Retozando Entre Machos.

Culos hambrientos para pollas duras

La excursión campestre

¡No es lo que parece!

Mi primera vez (E)

Vida de este chico.

Follando con mi amigo casado y el del ADSL? (R)

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón

Trío en la sauna.

Nunca fuimos ángeles

Desvirgado por sus primos gemelos (E)

Como la comida rápida

La misión

Follando con mi amigo casado

La churra del Genaro

Uno de los nuestros

Sexo en Galicia: Tarde de sauna (R)

2 pollas para mi culo

El cazador.

Los albañiles.

Jugando a los médicos.

Algo para recordar

Mis dos primeras veces con Ramón (E)

A propósito de Enrique.

Guia de lectura y alguna que otra cosita más.

Culos hambrientos para pollas duras

Celebrando la derrota

En los vestuarios (E)

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (Epilogo)

No quiero extrañar nada.

Punta Candor siempre llama dos veces.

4,3,2,1....

2 pollas para mi culo

Adivina quién, se ha vuelto a quedar sin ADSL

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón (R)

El MUNDO se EQUIVOCA

Historias de un follador enamoradizo.

Living la vida loca

Sexo en galicia con dos heteros (R)

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Comer, beber... charlar.

Los albañiles.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Regreso al pasado

Follando con mi amigo casado (R)

“.... y unos osos montañeses)”

El padrino

... Bubú.....

El blues del autobús (Versión 2.0)

El parque de Yellowstone (Yogui,....)

After siesta

Sexo, viagra y ... (2ª parte) y última

Before siesta

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (1ª parte)

El bosque de Sherwood

El buen gourmet

Como la comida rápida

Pequeños descuidos

¨La lista de Schindler¨

El blues del autobús

Celebrando el partido