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La excursión campestre

en Gays

Biografía indecente de un maricón

 

 

(Los descubrimientos de Pepito)

Cuarto episodio : “La excursión campestre”

( Este relato es continuación de “La churra del Genaro”)

 

 

¿ De qué va esta historia? Pepito tras descubrir que a lo que jugaban los albañiles era a “los médicos” ( todo gracias al superlisto de su primo Francisquito). De casualidad, se entera de que el repartidor de Butano tenía una churra como la de los negros... Llevando a límites su curiosidad llega a contemplar el despropósito de la naturaleza que era el miembro del butanero; pero para su desilusión a pesar de ser muy grande; no era negra...

 

Era martes Santo, en el pueblo no salían procesiones hasta el día siguiente; así que tenía todavía toda la tarde para mi. Ayudé a mi hermana a fregar los platos y a recoger la cocina. Una vez terminé, me largué en pos de la libertad de la calle.

 

Una vez llegué a la plaza, me encontré con el Rafita, y tres niños más de su edad. Cuando me vieron llegar, por la cara que me pusieron, no se alegraban mucho de verme. Fue nada más acercarme a ellos y el repelente de Rafita, con ese tono tan poco amable que le caracterizaba, me dijo:

 

-¿Tú que haces aquí “pringao”?

 

-No sabía yo, que fueras mi padre y te tuviera que dar explicaciones de lo que hago -contesté yo, con mi particular tono de niño redicho.

 

-¡Pues con nosotros no te vengas!- me dijo levantándome amenazadoramente el dedo.

 

¡Que mal me caía aquel niño! “¡Le tenían que salir lombrices, para que se rascara el culo como los monos!”- pensé mientras me alejaba de ellos.

 

Como no había más nadie en la plaza, me tuve que “divertir” sentándome en un banco solo y mirando lo que hacían los cuatro niños mayores. Bien mirado; muy, muy mayores no eran. El más viejo era el Pepón, que tenía la edad de mi hermano Juan, catorce años, el Rafita, el Antoñin y el Diego tenían trece. Pero los niños de ocho, para ellos eramos poco más que “mojoncitos” de perro; y siempre que nos podían dejar de lado, lo hacían. En especial el Rafita cuatro ojos, quien parecía que disfrutaba particularmente con ello.

 

Los observé detenidamente, y por la forma de actuar, para mi que tramaban algo. No tenía ni pajolera idea de lo que sería, pero fuera lo que fuera lo que se traían entre manos, no podía ser nada bueno. Máxime, estando de por medio, el estirado del Rafita cuatro ojos.

 

Hubo algo que por lo raro, raro que era, me puso las orejas tiesas. El Rafita se había traído el álbum de fútbol, el del año pasado, se lo había puesto en su regazo y se lo estaba enseñando a los demás. No entendía que interés podía tener un álbum viejo para aquellos niños, pero lo que más me extrañaba era la cara de asombro, que ponían cuando el Rafita pasaba las páginas. Si parecía que se estaban poniendo igual de colorados que mi hermana, con las cosas que le contaba la Jacinta. Pero como no me dejaban acercarme, me quedé con las ganas de saber la causa de su sonrojo.

 

Al poco de estar allí, llego el Richar, otro niño de mi edad, intentó acercarse a los mayores, pero ésto lo largaron con viento fresco. Como a falta de pan, buenas son tortas; vino y se sentó conmigo en el banco.

 

-El Rafita, cada día esta más “colgao”-mi voz sonaba como si hubiese descubierto América.

 

-Los demás le hacen la pelota, porque ha traído la revista de tías en bolas... ¡Que si no! Porque el Antoñin es mi vecino y mi amigo de “toa” la vida .- me contestó un poco enfadado el Richar.

 

No pregunté, para que no se pensara que era un “tonto pelao”. Pero supuse que la “famosa” revista de las tías en pelotas, la tenía escondida dentro del álbum de fútbol, de ahí que a los niños mayores se les pusiera la cara “colora”...

 

-Ahora se van a ir a las ruinas de la ermita. A hacerse una paja... Por eso, no quieren que vayamos con ellos. Se creen que nos vamos a chivar...

 

Mire sorprendido al Richar. No sé como, pero estaba enterado perfectamente,de todo lo que se traían entre manos el Rafita cuatro ojos y sus amigos.

 

-¿Y por qué se van a la ermita? Con lo lejos que está.

 

-Porque allí es difícil que los pillen... Además, el Rafita es mucho de hablar, pero tú y yo sabemos que tiene más miedo que veinte gatos...

 

Al poco, llegaron el Manolo y el Jaime con un balón, y nos dijeron al Richar y a mi, si queríamos jugar. A mi me tocó ser portero (como siempre, ¡jo con lo aburrido que era!) ...No me habían metido ni tres goles, y los mayores se marcharon en dirección a la vieja ermita. Me fije en el Rafita cuatro ojos, llevaba el álbum apretado entre sus manos, como si fuera el tesoro del Pirata Barbanegra.

 

A la vez que me metían el cuarto gol de penalti. Mi cabecita inquieta le daba vueltas a eso de “las pajas” ¿ Qué sería? ¿Por qué los niños mayores andaban con tantas intrigas al respecto?

 

Tras el quinto gol, decidí que ya estaba bien de hacer el canelo. Y dije que me iba a casa. Cosa que era una mentira de las gordas, pues lo que pensaba hacer era ponerme mi disfraz invisible de agente secreto y seguir a los cuatro niños mayores en su camino a la ermita. Si las habilidades del agente 007, Pepe Bond, habían funcionado aquella mañana en la casa de la viuda Carmela, no sé yo, porque no debían hacerlo, con los tontos babas del Rafita y sus amigos.

 

Lo cierto era, que muchas ganas tendría que tener yo, de enterarme de lo que era aquello de las dichosas “pajas”, pues me iba a pegar un paseito de padre y muy señor mio. La vieja ermita estaba por el lado del río, había que atravesar todo el pueblo y después un rato largo andando por el campo. Pero en fin, todo fuera por aprender cosas nuevas. Que yo en todo lo relacionado con la enseñanza, fui siempre muy aplicado.

 

Por el pueblo, me fue fácil seguirlos, guardando la distancia, podría parecer que iba a otra parte. De todas maneras, Pepe Bond para despistarlos, siempre tenía el plan B, de hacer como el que cogía por una calle distinta a la de ellos.

 

Sabía que si el Rafita y compañía me pillaban tras sus pasos, me arriesgaba a que me dieran una manta de palos. Pero la curiosidad, pesaba más que el miedo; y continué persiguiéndolos.

 

Lo más curioso era, que no tenía ni la menor idea de que podía ser aquello de “las pajas”, pero simplemente el hecho de que quisieran mantenerlo en secreto y con tanto misterio, hacía que mis ganas por descubrirlo se acrecentaran aún más.

 

Bueno, que no tenía ni idea es un decir: porque yo intuía que tenía que ser un juego parecido al de los médicos. Pero como en este caso, eran niños debía ser distinto. Porque estaba claro, que el Rafita cuatro ojos, con lo mirado y cagueta que era; no iba a hacer nada, para que lo pudieran llevar al reformatorio. ¡O lo mismo si, y por eso se iban a las ruinas de la ermita....!

 

Una vez llegamos a la salida del pueblo, todo lo que había a nuestro alrededor era campo; un campo al que la primavera había empezado a cubrir de verde, pero por el que todavía se podía andar sin necesidad de apartar las grandes y altas matas de margaritas, las cuales florecían, por el monte que llevaba al río, de manera desmedida.

 

De todas maneras, una vez llegue a aquella zona, tuve claro que tenía que coger un camino distinto a ellos, pues por muchas dotes de agente secreto que Pepe Bond tuviera,era evidente que entre sus cualidades, no estaba la invisibilidad. Así que decidí ir por otro sendero. Lo malo que era más largo; pero tampoco me preocupaba, así los pillaba cuando ya estuvieran con las manos en la masa; que dicho sea de paso, es lo que yo quería.

 

¡Que lote de andar me pegué! Me caí un par de veces y todo, llenándome los pantalones de hierba. Menos mal, que la que estaba en casa no era mi madre, pues sino de la zurra en el culo no me salvaba ni Cristo. Pero mi hermana Gertrudis era muy buena, sólo me reñía, ni me castigaba siquiera.

 

Una vez llegué a la ermita, no sabía si estaba más casado que nervioso, o más nervioso que cansado. ¡Por fin iba a saber que era aquello de las dichosas pajas! Me acerqué sigilosamente al derruido edificio, cuando me faltaban unos escasos metros para llegar, una voz me detuvo en seco.

 

-¿Qué haces aquí Pepito?- el que así hablaba era Pepón, que por lo que pude entender, se había quedado de vigía. Al escuchar su voz, un miedo terrible me agarró por la tripa, como si de repente me hubiera entrado ganas de hacer caca.

 

No contesté, porque cualquier mentira no me iba a salvar del pedazo de paliza que me iba a pegar el cacho carne bautizada de Pepón. Y es que si algo tenía aquel niño, era que primero atizaba y después preguntaba y te pedía perdón.

 

He de reconocer que el Pepón me aterrorizaba. No sólo porque fuera un bruto de marca mayor, sino porque a sus catorce años era grande y fuerte como él solo. A mi parece que le sacaba una cuarta a mi hermano Juan, y éste no era bajito. Para mí, que le habia pasado igual que al Obelix, se había caido de pequeño en la marmita de la poción mágica.

 

-¡Tú siempre tienes que hacer lo que te da la gana!- dijo mientras apretaba los puños de forma amenazadora.

 

Como vio que no le contestaba apretó más los puños, yo temblaba como un flan, pues ante mi ya no tenía al Pepón, tenía un trol, un salvaje trol que hizo que el agente secreto Pepe Bond, se transformara en un gnomo, un diminuto y sabio gnomo, para quien una buena retirada a tiempo, era la mejor de las victorias.

 

No sé de donde saqué fuerzas, para correr como alma que lleva el diablo. Si el Pepón me hubiera seguido seguro que me hubiera pillado, pero creo que su único interés es que me fuera de allí y los dejara tranquilos.

 

Aunque comprendí que no iban a salir tras de mí, corrí hasta que no pude más. Cuando consideré que los había despistado por completo, me tiré al suelo agotado.

 

Una vez recuperé el resuello, me puse anda que te anda por el campo, de vuelta al pueblo. Además de agotado, estaba tristón; todo mi trabajo como agente secreto se había ido al traste y todo, por no considerar que hubieran puesto vigilancia, a las puertas del cuartel enemigo. Llegué a pensar que como todo había salido tan mal, jamás de los jamases, me enteraría de que diablos era aquello de “las pajas”.

 

Es curioso como disminuyen el ritmo de nuestros pasos cuando nos abandona la ilusión. Parece como si se nos agotaran las pilas y comenzáramos a movernos a cámara lenta.

 

Camino de casa y preso del desconsuelo, vi algo que me llamó sumamente la atención: el camión de bombonas del Genaro. ¿Qué hacia aparcado al lado de una de las casas viejas que lindaban con el río?

 

La primera idea que se me vino a la cabeza fue que le había entrado ganas de hacer pipi, y no había tenido más remedio que parar por allí. Bueno, si aligeraba mis pasos hacia la ruinosa vivienda, puede que todavía me diera tiempo de ver la “cosota” del butanero. Así por lo menos la excursión campestre no habría sido en balde.

 

Mientras corría hacia la destartalada vivienda, no dejaba de pensar como de grande sería el chorro que manaría de su churra. Si era proporcional a su tamaño, debía ser como abrir un grifo.

 

Una vez estuve cerca, caminé más despacio y sin hacer ruido. No quería que me pillaran otra vez. Cuando llegué a una de los enormes y destrozados ventanales, me asomé con mucho cuidadito... buscando en el interior al Genaro.

 

Pero mi gozo en un pozo, el butanero no se encontraba orinando, sino sentado sobre uno de los semiderruidos muros fumándose un cigarro. No sé si estaba en lo cierto, pero me pareció que estaba menos enfadado que de costumbre; me fijé y no paraba de tocarse su “cosota”. Lo mismo era porque se había quitado los calzoncillos que tanto le apretaban y al rozarse con el mono de repartidor de butano le picaba. Debía de ser eso, porque no paraba. Parecía un autómata, pegaba una calada al cigarro, miraba el reloj y se rascaba; una vez y otra, en el mismo orden. Como aquello me aburría, decidí reanudar mi camino.

 

A punto estaba de marcharme, cuando pasó algo me desconcertó, por la puerta del viejo caserón entró Diego, el gitano. Por más vueltas que le daba a la sesera, no entendía lo que podía hacer allí.

 

Diego, el gitano era un chaval de unos diecisiete, más bien dieciocho años. Según mi madre, era un golfo de cuidado. Aunque también argumentaba, que la culpa no era de él; sino de sus padres, la una por lo que había sido y el otro por lo borracho que era. Siempre terminaba la frase diciendo lo mismo: “ A gente así, Dios no le debía de mandar hijos”

 

El caso, es que independiente de lo pensara mi madre, a mí y a mis amigos, el Diego nos caía antipático. Siempre que nos veía y no había cerca algún mayor, hacia algo para fastidiarnos. Y parecía que disfrutara con ello. ¡Que coraje me daba que me despeinara ! Y cuanto más me mosqueaba, más se reía. Los niños de mi clase, lo veíamos venir de lejos y cambiábamos de cera.

 

Siempre me había parecido muy delgado y moreno, pero al lado del butanero anchote y de piel clara, me lo pareció más, el butanero le sacaba la cabeza y abultaba el doble que él.

 

Tras una pequeña charla, el butanero cogió las oscuras manos del gitano y lo atrajo hacia el. Lo que pasó a continuación, me dejo “paticolgando”: ¡Se dieron un beso como los de las películas!

 

Aquel gesto por parte de los dos hombres, fue suficiente para llamar mi interés; no me había enterado de lo que eran “las pajas”, pero por contra, iba a ver ( y por segunda vez en un día) al butanero jugar a los médicos.

 

Pude observar que mientras se daban el beso de pelicula, Diego el gitano le tocaba la “cosota” al Genaro; este, en cambio, le agarraba fuerte el culito. Y digo “culito” con toda la razón del mundo, que el gitano tenía menos carnes que la rodilla de un canario.

 

Una vez terminaron de besarse, el chaval se agachó delante del hombre. A pesar de no tener a mi lado a mi primo Francisquito, para que me lo explicara; yo sabía ya perfectamente lo que se disponía a hacer: le iba a tomar la temperatura.

 

Cuando el Diego, bajo la cremallera del Genaro, descubrí para mi sorpresa que seguía teniendo los calzoncillos. Con lo cual, mi teoría de que estaba de buen humor, porque se los había quitado y no le apretaban, se fue al traste. ¿ A ver si iba a ser, que estaba tan contento porque sabía que iba a jugar a los médicos con el gitano?

 

Ver salir al pájaro de la jaula, hizo que abandonara mis pesquisas. ¡Cómo era la cosota del butanero! Si he de ser sincero, me pareció incluso que estaba más tiesa y grande, que en casa de la viuda. Aunque lo que más llamaba mi atención, era lo roja y grande que era su cabeza. ¡Si parecía que te iba a hablar y todo!

 

El muchacho bajo los pantalones y los slip del butanero hasta los tobillos. Mientras hacia esto, la churra del Genaro quedó completamente al alcance de mi vista. Era casi tan gorda o más que un embutido, y de larga me dio la sensación de que con lo tiesa que estaba, le llegaba hasta el ombligo. Pero lo más espectacular eran sus huevos, que no eran de palomita como los míos; parecían huevos de avestruces. Como estaban rodeados por un abundante bello rubio, me dio la sensación de que tenían hecho hasta el nido.

 

Milagrosamente se puso de perfil a donde yo estaba, con lo que obtuve mejor perspectiva. Pero fue ponerse, el antipático del gitano a tomarle la temperatura, y me la tapó con su oscura melena.

 

Aunque no veía la cara del gitano, chupando la cosota del Genaro; intenté recrear la imagen, basándome en lo que había visto anteriormente. Pero no pude, a pesar de mis ingeniosas cualidades. No me entraba en la cabeza que una cosa tan enorme, cupiera dentro de la boca de un chaval delgado y enclenque como el Diego.

 

Pero por lo visto, el pelo no solo me estorbaba a mi y al poco, el Diego se lo echo para atrás, dejándome ver lo que me tenía en duda. ¡ Y llevaba razón! A pesar de que el muchacho se afanaba por tragar más ( me imagino que sería para cogerle mejor la tempetura), sólo le entraba a duras penas la colorada cabeza y poco más. Me fijé detenidamente en la cara del gitano, aunque no parecía que le doliera nada, tenía los ojos como llorosos, como si se hubiera atragantado.

 

Por el contrario, el Genaro estaba muy contento. Su rostro me recordaba al de mi hermana cuando se tendía a tomar el sol, daba la sensación de haberse quedado dormida; pero estaba despierta. ¡Pues lo mismo! Y al igual que mi hermana, parecía que sonreía para sus adentros.

 

No sé que tiempo duro, la toma de temperatura, pero bastante más que el juego de los médicos con la viuda Carmela. El caso es que el Genaro, le pidió al Diego que se levantara. Si las reglas del juego, eran las mismas que el de mis primos y los albañiles; ahora tocaba ponerle el supositorio ¡Cuanta alegría me dio acertar! Me estaba convirtiendo en un buen arbitro en aquel juego. Fijate que ya, hasta sabía lo que venía a continuación y todo.

 

Me quedé estupefacto, cuando el Diego se bajó los pantalones y los calzoncillos. A pesar de lo delgado que estaba, tenía un culo redondo y bonito, parecía el de una mujer. Pero lo que más me extraño fue, su churrita. Las dos veces que había visto jugar a los médicos, tanto quien ponía el supositorio como a quien se lo ponían, tenían el pito tieso y grande. Sin embargo, la del gitanillo estaba pequeña y yo diría que hasta encogida.

 

Pero por lo que se ve, no debía ser un requisito imprescindible para jugar, porque el Genaro sacó un bote de crema de su bolsillo y le junto la pomada en el culito; paso previo para meter el supositorio en el agujerito. He de decir, que aquello parecía que no le gustaba mucho al chaval, pues puso mala cara y empezó a protestar. Pero el butanero le contestó algo y se calló de inmediato. No sé lo que le diría, pero al Diego se le puso la misma cara que a mi hermana Gertrudis, cuando mi madre le decía que o limpiaba la casa o no salía por la tarde con su novio.

 

Mientras el Genaro se rascaba el pito “parriba y pabajo”, el gitanillo se apoyó contra la pared y saco su bonito culo para afuera. A continuación el butanero colocó su churra a la puerta de su agujerito y empezó a empujar. Al principio, como yo pensaba, no entraba ni de casualidad. Pero se ve, que habían entrenado antes y tras un par de intentos el supositorio pasó.

 

Lancé una visual al Diego, por el gesto de dolor de su cara, pensé que si no se ponía a llorar allí mismo, era por vergüenza; porque ganas no le faltaban. Más que un supositorio, parecía que le estaban poniendo una inyección. Eso era, como la churra del Genaro era tan grande no era un supositorio, era una inyección.”¡Que requetelisto que soy! “- pensé. Eso seguro que no lo sabía mi primo Francisquito. La próxima vez que lo vea, se lo cuento y seguro que ya no me considera un niño chico.

 

Ver al Genaro empujar su cosota a través del culillo del Diego, me recordó al albañil gigante. Y es que, la potencia y fuerza con la que jugaba el Genaro era muy parecida a la de aquel. Viendo las ganas que le ponía al asunto, me vino a la mente a una pregunta sobre lo que habia visto aquella mañana: ¿Por qué no le ponía el mismo empeño cuando lo hacia con la viuda? La única respuesta que se me venia a la cabeza era porque no le gustaba. Pero yo si no quiero jugar con un niño, no lo hago y punto... Bueno, algunas veces mi Primo Francisquito y yo, jugábamos con su hermana Matildita, para que nuestros padres se pensaran que eramos unos niños muy buenos... Y no los diablillos que eramos en realidad. Pero lo cierto es que no engañábamos a nadie, pues nuestros progenitores sabían de la pasta que estábamos hechos y que por mucho que disimuláramos, nunca seriamos unos angelitos.

 

A pesar de lo nervioso que estaba porque me pudieran pillar, no me perdí ni lo más mínimo de lo que estaban haciendo los dos mayores. Lo que más me gustaba es la cara de felicidad del Genaro; ahora si le daba la razón a la Jacinta y a mi hermana: era un hombre guapo. Y lo que más me gustaba eran sus enormes piernas, cubiertas de un vello rubio. Bueno, su culo tampoco estaba mal.

 

Cuando creí que iba a echar los virus, saco la churra del culo del Diego. Por los gestos que le hizo, entendí que quería que se tendiese en el suelo. “¡Se va a poner perdido!”- pensé. El Genaro tuvo que pensar lo mismo, porque sacó unos cartones grandes de un hueco de la pared y los colocó en el suelo.

 

A continuación, el Gitano se puso de rodillas sobre los enormes cartones. Cogiendo, de casualidad, uyo estaba. Cuanto más veía el culo de aquel muchacho, más me recordaba al de una mujer: redondo y gordito. El Genaro se agachó a su lado y le metió un dedo en el “mojino”, no debió gustarle mucho; pues se levantó, buscó el bote de la crema y se echó un buen porte en los dedos. Tras untarle la pomadita, procedió a meterle el supositorio de nuevo; se puso en cuclillas detrás de él y le metió de golpe el supositorio. Bueno, la inyección, que era muy grande.

 

Fue asombroso, como aquel pequeño agujerito comenzó a hacerse cada vez más grande y a dejar pasar aquella enorme cosota. ¡Si no lo veo no lo creo!

 

Nunca antes había visto entrar y salir un pito de un culo desde aquella perspectiva. La velocidad y facilidad con la que aquella cosota se movía, me recordó los engranajes de las locomotoras que se veían en las películas. Sólo faltaba que alguno de los dos, echara humo...

 

Tras unos minutos que a mi se me hicieron cortisimos, el Genaro empezó a temblar como un flan. Por lo manera de moverse, para mí que estaba echando los microbios. ¡Este hombre es tonto! Si le echa los virus dentro, el Diego se va a poner malito.

 

Al poco se levantó, y comprobé que yo tenía más razón que un santo. El tonto “pelao” del Genaro, había echado los virus dentro del culito del muchacho. Lo sé, porque pude ver que tenía todo el mojino lleno de liquido blanco...¡Puaff! Por cierto, el agujero del culo se le había puesto supergrande y muy colorado. No sé porque, pero se me vino a la cabeza la entrada de un túnel...

 

Lo que estaba claro, es que a los médicos, cada cual jugaba como le daba la gana. Si los albañiles y mis primos, tras echar los microbios se pusieron a darse besitos en la boca. El butanero y el gitano, parecían que no estaba por la labor. Al contrario, si me pareció que el Diego, andaba hasta un poco “mosqueao” sería porque había perdido. “¡Pero huevón!,- pensé- como vas a ganar, si ni siquiera se te ha puesto la picha tiesa. “

 

Pero si algo me desconcertó en gordo, fue lo que sucedió después de que terminaran de vestirse. El Genaro sacó su cartera y le dio al gitano un billete de los grandes( de esos que mi madre dice que no puede cambiar, cuando le pido que me compre chuches). Pero el Diego, en vez de ponerse a saltar contento de alegría, empezó a protestar como si no le pareciera bastante.

 

Si minutos antes, el rostro del hombre estaba lleno de alegría, ésta se torno tristeza ante el gesto del muchacho. Le enseñó la cartera, como si quisiera indicarle que ya no tenía más. Pero esto pareció importarle poco al delgado muchacho, que se largo enfadado y sin despedirse siquiera del pobre butanero. Bueno si, le gritó : Hasta que no traigas más pasta. ¡No me busques so m..... !( Pongo la m sólo, porque los niños no podemos decir palabrotas)

 

Mira que me había caído siempre mal el Genaro. Pues en aquel momento, me dio muchísima, muchísima lastima. Se sentó sobre uno de los destrozados muros de la vieja casa, y si los hombres lloraran ( que mi madre dice que los hombres no lloran) el butanero se habría hartado.

 

Como estaba oscureciendo, y allí no había nada más que ver. Decidí largarme con viento fresco para mi casa.

 

En el camino de regreso, el hecho de tener que pagar para que jugaran con uno a los médicos; no dejo de reinar por mi cabecita. Y es que era algo que me parecía muy triste. Era como el Carlitos, el hijo del carnicero, era un niño muy raro, además cabezón, gordo y con gafas de culo de botella. Los demás niños, nunca querían ser su amigo. Pero el otro día, saco el sidecar que le regalaron por su cumpleaños; todos querían jugar con él, el inocente de Carlitos dejo que todo el mundo se paseara en el cochecito. Si hasta le echaban el brazo por encima y todo, como si fueran amigos de él de toda la vida. Eso sí, cuando el sidecar se quedo sin batería; todos se marcharon y lo dejaron sólo. El pobrecito de Carlitos, se quedó muy apenado y con la sensación de no ser menos que un mojoncito de perro. Lo sé, porque me lo dijo; cuando me quedé con él, para ayudarle a llevar el coche a su casa.

 

Una vez en casa, me llevé una bronca de padre y muy señor mio. Era tarde y traía la ropa más sucia, que los niños de los anuncios de detergente.

 

Mientras me duchaba, aún resonaba en mis oídos los gritos de mi hermana abroncandome. Pero a mi me daba igual, aquella tarde había aprendido 3 cosas:

 

1) Para jugar a “las pajas” era requisito indispensable una revista de tía en bolas.

 

2) Cuando la churra era muy grande, no era un supositorio lo que te ponían; era una inyección.

 

3)Tener que pagar para que jugaran contigo a los médicos, o a lo que fuera no era guay.

 

Continuara en “Se nos va”

 

 

Hola, si estás por aquí, es que has terminado de leer esta nueva parida mía. Como siempre, gracias por gastar tu tiempo en leerme. Si te apetece valora el relato o deja un comentario. Si me vas a dejar un terrible, dime porque ( me servirá para mejorar). Si no me das una razón, entenderé que lo haces por fastidiar. ;p

 

A todos mis lectores que en el anterior relato “¡No es lo que parece!” se tomaron la molestia de dejar un comentario, mis más sinceros agradecimientos y a modo personal:

 

A COJONCIANO12, menos mal que no es una canción que esté sonando mucho en la radio ahora, o si no te veo teniendo pensamientos impuros en todo momento; a varianza, me alegro que te haya gustado, Iván era un “personaje” que tenía miedo retomar por temor a no hacerlo bien...Por cierto, nunca me has dejado un comentario en los relatos de Pepito, (sospecho que no son muy de tu gusto); a ozzo2000 Pues solo te puedo decir una cosa, la tarde entre Iván, Ramón y Mariano, sólo ha hecho empezar; a gippal A ver si pillas los dos pensamientos “filosóficos” de Pepito, ya me dirás algo ; a pepitoyfrancisquito Sólo tenéis que torcer por la segunda estrella y después todo recto hasta al amanecer... y si se perdéis, preguntando se llega a Roma; a Bricod, ¡Manda narices!, tú halagando mis relatos por la presencia de maduros y voy yo, y te salgo con un relato donde el protagonista es un “infante” ¡Es que esta página no tiene remedio!... je je .Un afectuoso saludo y la semana que viene, volveré con el trío de maduros.; a elbotiija sospecho que tan malito como con el anterior, no te habré puesto; pero confío, en que al menos una sonrisita te habré sacado y a CORAZÓNSALVAJE00001 Llevas toda la razón del mundo, es un relato hecho a la medida de mis lectores habituales, en las que se dan todas y cada una de las características de mis historias.

 

La semana que viene, ( lo más tardar en diez días) publicaré la continuación de “¡No es lo que parece!”, se titulará: “Retozando Entre Machos”. Hasta entonces, intentad disfrutar de la vida.

 

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Orgia en el WC de los grandes almacenes

Once pollas para JJ

Prefiero que pienses que soy una puta

Homofobia

Adivina quien se ha vuelto a quedar sin ADSL

¡Terrible, Terrible!

Bukkake en la zona de descanso

Mi primera vez con Ramón

Tu familia que te quiere

Si no pueden quererte

Mía

Infidelidad

Dos adolescentes muy calientes

Ocho camioneros vascos

Parasitos sociales

El pollón del tío Eufrasio

Violado por su tío

Talento

Somos lo que somos

Sexo en Galicia: Dos en la carretera

Tres pollas y un solo coño

De amor se puede vivir

Duelo de mamadas

¡Se nos da de puta madre!

Dos hermanos

¿Dónde está la oveja de mi hermano?

¿Por qué lloras, Pepito?

El MUNDO se EQUIVOCA

Todo lo que quiero para Navidad

Como Cristiano Ronaldo

Identidad

Fuera de carta

Los gatos no ladran

Su gran noche

Instinto básico

TE comería EL corazón

La fuerza del destino

La voz dormida.

Como la comida rápida.

Las amistades peligrosas.

El profesor de gimnasia.

Follando: Hoy, ayer y siempre (R)2/2

Follando: Hoy, ayer y siempre (R) 1/2

El ser humano es raro.

La ética de la dominación.

¡Ven, Debora-me otra vez!

La procesión va por dentro.

Porkys

Autopista al infierno.

El repasito.

José Luis, Iván, Ramón y otra gente del montón.

El sexto sentido.

Cuando el tiempo quema.

Mi mamá no me mima.

La fiesta de Blas.

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Sin miedo a nada.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

¡Qué buena suerte!

El rumor de las piedras.

Dios odia a los cobardes.

Tres palabras.

Guía de lectura segundo semestre 2.014.

Como un lobo.

Solo Dios perdona.

El padrino.

Perdiendo mi religión.

Adiós Francisquito, adiós.

Pequeños descuidos.

La sombra de una duda.

Mis problemas con JJ.

Unos condones en la guantera.

La voz dormida.

Follando con mi amigo casado.

Si pudieras leer mi mente.

Bésame, como si el mundo se acabara después.

Si yo tuviera una escoba.

Guía de lectura primer semestre dos mil catorce.

¡Cuidado con Paloma!

La lista de Schindler.

Nos sobran los motivos.

La masticación del tito Paco.

Viviendo deprisa.

El blues del autobús.

¿Y cómo es él?

¡Voy a por ti!

Celebrando la victoria.

Lo estás haciendo muy bien.

Vivir al Este del Edén.

Hay una cosa que te quiero decir.

Entre dos tierras.

Felicitación Navideña.

37 grados.

El más dulce de los tabúes.

Desvirgado por sus primos gemelos

Las pajas en el pajar

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur.

Tiritas pa este corazón partio

Valió la pena

1,4,3,2.

Sexo en Galicia: Comer, beber, follar....

¡Se nos va!

En los vestuarios.

Lo imposible

Celebrando la victoria

La procesión va por dentro.

El guardaespaldas

El buen gourmet

Mariano en el país de las maravillas.

Tu entrenador quiere romperte el culo(E)

Retozando Entre Machos.

Culos hambrientos para pollas duras

¡No es lo que parece!

Mi primera vez (E)

Vida de este chico.

Follando con mi amigo casado y el del ADSL? (R)

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón

Trío en la sauna.

Nunca fuimos ángeles

Desvirgado por sus primos gemelos (E)

Como la comida rápida

La misión

Follando con mi amigo casado

La churra del Genaro

Uno de los nuestros

Sexo en Galicia: Tarde de sauna (R)

2 pollas para mi culo

El cazador.

Los albañiles.

Jugando a los médicos.

Algo para recordar

Mis dos primeras veces con Ramón (E)

A propósito de Enrique.

Guia de lectura y alguna que otra cosita más.

Culos hambrientos para pollas duras

En los vestuarios (E)

Celebrando la derrota

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (Epilogo)

No quiero extrañar nada.

Punta Candor siempre llama dos veces.

4,3,2,1....

2 pollas para mi culo

Adivina quién, se ha vuelto a quedar sin ADSL

El MUNDO se EQUIVOCA

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón (R)

Historias de un follador enamoradizo.

Living la vida loca

Sexo en galicia con dos heteros (R)

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Comer, beber... charlar.

Los albañiles.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Regreso al pasado

Follando con mi amigo casado (R)

“.... y unos osos montañeses)”

El padrino

... Bubú.....

El blues del autobús (Versión 2.0)

El parque de Yellowstone (Yogui,....)

After siesta

Sexo, viagra y ... (2ª parte) y última

Before siesta

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (1ª parte)

El bosque de Sherwood

El buen gourmet

Como la comida rápida

Pequeños descuidos

¨La lista de Schindler¨

El blues del autobús

Celebrando el partido