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Desvirgado por sus primos gemelos (E)

en Gays

HACE 24 AÑOS.

 

 

Erase una vez que se era, un chico llamado Juan José. Juan José a sus dieciocho años era un chico bastante atractivo, delgado, ni alto ni bajo, moreno, pero lo que más llamaba la atención de él, eran sus grandes ojos marrones y su sonrisa. Su contagiosa sonrisa.

 

Juan José era de un pueblo de Badajoz; aunque desde que tenía catorce años estudiaba BUP ( para los más jóvenes el antiguo bachiller) en un internado de la capital del país. Concretamente aquel año, cursaba COU, el último del ciclo.

 

Aquella navidad, como todas, nuestro protagonista dejaba Madrid y volvía a su pueblo con su familia .

 

Pepe, pues así era como lo llamaba los que conocían , echaba mucho de menos a los suyos. A su madre, a la cual nunca había dicho todo la que quería(más que a nada en el mundo) ; a su hermano Juan, seis años mayor que él; a su hermana Gertrudis, la que siempre había sido otra madre para él, a pesar de llevarle sólo once años... Y por último, estaba su padre. Su respetado padre. De niño, nunca había sido su hijo predilecto; pero desde que a los catorce años, sucedió el “acontecimiento terrible”... Por el cual, se descubrió su verdadera tendencia sexual; a su padre le costaba trabajo mirarlo a la cara, y no sentir vergüenza.

 

Por eso, aunque nuestro joven protagonista añoraba mucho a los suyos; convivir con la loza de la culpa con la que le hacía cargar su padre, se le hacia interminable. Y para evitar la compañía de su progenitor; pasaba las horas fuera de casa, visitando a amigos, conocidos y familiares.

 

Aquella tarde de sabado, había comido en compañía de sus primos y su tíos del pueblo de al lado. Y es eran como su segunda familia. Pepe,quería mucho a aquellos parientes suyos.

 

A su tío Paco, el cual pese a ser tan bruto como su padre, nunca dejo ver en sus ojos una migaja de reproche, al contrario.

 

A su tía Enriqueta, hermana de su padre, la cual siempre le mostró su sincero afecto. De no ser por ella, que medió ante su padre, su madre nunca habría ido a visitarlo, alguna vez que otra al internado.

 

A su primo Francisquito, bueno, él ahora quería que le llamaran Francisco, aunque para Pepe, siempre sería Francisquito, el hermano de sus años que nunca tuvo; su compañero de juegos y cómplice en la infancia.

 

Luego estaba Matildita, su prima gordita. Bueno ya habia perdido los “itas” y gustaban de que la llamaran Matilde, y ya no era gordita....sino gorda, muy gorda. Aún así, ella se creía una especie de mujer diez... Era él único miembro de la familia, que miraba por encima del hombre a nuestro protagonista. Y es que ya se sabe, siempre está la excepción que confirma la regla.

 

Por último estaban sus primos gemelos: Ernesto y Fernando. Dos hermosas gotas de agua, que a pesar de acercarse a la treintena; seguían conservando su juvenil belleza. Por lo que le contaba su madre, salían a la rama paterna; pues el tío Paco, según ella, en sus años mozos era un rubio que quitaba el hipo.

 

Fuera como fuera, el atractivo de aquellos dos hombres, era más que palpable. Y Pepe, tuvo que hacer esfuerzos durante la comida, para no quedarse embobado mirándolos.

 

A pesar de la diferencia de edad(diez años), la admiración del muchachito por sus dos primos gemelos era evidente. Por eso, cuando oyó que estos, se iban de caza al día siguiente; se autoinvito a ir con ellos. En principio, sus primos le pusieron pegas; disfrazadas con excusas de “esportubien”, “sitevasaaburrir”. Al final, Pepe y su eterna sonrisa, se los consiguió meter en el bolsillo y los gemelos, muy a su pesar, no tuvieron más remedio que llevárselo a cazar con ellos.

 

Bueno, y se preguntareis ¿ Qué interés tenía nuestro protagonista en ir con sus primos de caza? Os lo explicare brevemente. De niño, de muy niño, Pepe pilló a sus dos primos teniendo relaciones homosexuales incestuosas. Sus primos desconocedores del tema, no sabían que lo que su joven primo iba buscando, era volver a verlos en aquella excitante situación. Porque por mucho rollo de ir de caza que los gemelos argumentaran para sus salidas; Pepe sospechaba que aquellos dos a lo que iban, era a lo que iban. No hace falta que dé más datos ¿ no?

 

A la mañana siguiente, los dos hermanos y su avispado primo, partieron hacia la casa de campo, desde donde partirían hacia el coto de caza privado cercano. Una vez allí, lo primero que hicieron fue encender la chimenea. Pepe, se ofreció a ayudar a su primo Ernesto que es el que estaba haciendo dicha labor, mientras que su hermano cargaba los artilugios de caza en el 4x4.

 

Mientras encendían el fuego; Pepe observo a su primo Ernesto, era un tío bastante atractivo; de piel clara, cabello rubio, ojos azules y unos labios carnosos, que estaban pidiendo a grito que los besara. Ernesto era poseedor de unos brazos, fuertes y rudas; producto del trabajo agrícola. Sus brazos acababan en unas encalladas y peludas manos.

 

Pepe, todavía por aquel entonces, no había tenido una relación homosexual plena; aunque era buen conocedor de sus gustos sexuales; al igual que eran conocedores de ello, todos sus allegados ( el cree que a raíz de lo que pasó cuando tenía catorce años; todo el universo se había enterado de que le gustaban los hombres)

 

Por eso, lo que sucedió a continuación no le extraño lo más mínimo.

 

Cuando su primo Fernando, supuestamente volvió de cargar el coche. Saco la ropa de caza de él y de su hermano( a Pepe le habían prestado un anorak verde) Esperó que el fuego prendiera la madera y al calor de éste, empezó a cambiarse. Primero se quitó un abrigo marrón de lana, el cual dobló y colocó sobre una mesa cercana. Cuando se desprendió de la camisa de cuadros rojos y verdes que llevaba puesta, ante los ojos de Pepe se mostró un bien formado tórax, al que sólo cubría una delgada camiseta de tirantes. Los brazos de Fernando al igual que los de Ernesto, eran fuertes y bien formados (es lo que tiene ser gemelos...). En el instante que el pecho de su primo, quedo desnudo ante sus ojos; Pepe no pudo reprimir un suspiro, producto, de lo mucho que le estaba gustando la visión que tenía ante sus ojos.

 

Todavía, no habia terminado Fernando de desnudarse, cuando su hermano Ernesto, se puso frente a él; y dio paso al mismo ritual, en el cual estaba inmerso su hermano. No pasaron ni dos minutos, y Pepe ya tenía el corazón que se le iba a salir por la boca de la emoción. Sabía que sus primos estaban buenos, pero ver en calzoncillos el uno al frente del otro; era más de lo que podía soportar. Sintió que el pulso se le aceleraba, como nunca antes lo hizo.

 

Fue observando a sus primos de arriba a abajo; tenían unos pies grandes, unos piernas robustas y peludas y en sus slips, se marcaba un tremendo bulto. Pepe, no quiso ser mal pensado; pero daba la sensación de que ambos tenían la verga erecta. Pepe levanto la mirada y busco la de sus primos; aunque no era muy conocedor todavía de las muestras de deseo en los demás, a nuestro joven protagonista, le pareció que en los ojos de sus primos se pintaba la lujuria.

 

Pepe, al ver como su primo Ernesto se tocaba el paquete de manera atrevida; sintió un poco de vergüenza y, hay que decirlo, un poquito de miedo. Pero eso no le importó a su pilinga, que empezó a crecer dentro de su ropa interior, como si tuviera vida propia.

 

Su primo Fernando, en un gesto de descaro, paso los dedos sobre su miembro, marcando con la débil tela la forma de este. Bajo el fino algodón se marcaba un pene largo y delgado. Pepe no podía creer que esto le estuviera pasando a él. Estaba tan asombrado que sus enormes ojos marrones, parecían querer salirse de sus cuencas.

 

Levantó la mirada y se encontró, con que Fernando se mordía levemente el labio inferior, en un gesto de total lascivia. Sin darle tiempo a pensar nada y con un total descaro, se cogió el erecto cipote, señalando con sus dedos, sobre la tela; su tamaño y forma. Como comprobó que Pepe, no despegaba sus ojos de él; sacó su falo, de debajo del blanco slip y blandiéndolo, cual sable; le dijo a su primo:

 

-¿Te gusta? Pues hay dos iguales para ti. - no había terminado Fernando de decir esto, cuando su hermano sacó su miembro; de iguales o parecidas dimensiones.

 

Pepe, estaba al borde de un ataque cardíaco. Hasta ahora,( salvo el acontecimiento terrible; claro está), sus relaciones sexuales se habían limitado a los furtivos encuentros en el “sótano” del internado. Donde a lo más que había llegado era a mamársela a algún que otro compañero, los cuales alcanzaron el placer más pronto que tarde. Pero aquel oscuro lugar, era como las Vegas. Y lo que pasaba en el sótano, se quedaba en el sótano. Motivo por el cual nunca disfrutó del momento, pues la culpa por el pecado cometido, se blandía sobre él, cual espada de Damocles.

 

Por eso, lo que estaba pasando ahora, le superaba y de lejos. Que sus primos le atraían, no habia lugar a duda ninguno. Que tenía ganas de acariciar sus fornidos cuerpos, centímetro a centímetro; tampoco. Pero esto, no estaba en sus planes; el venía a mirar, sin ser visto; a disfrutar viendo como otros disfrutaban. Y es que Pepe, desde muy pequeño; siempre fue bastante voyeur.

 

Pero si algo tenía nuestro protagonista, es que era valiente y no se intimidaba ante nada. Y si sus primos le habían retado a jugar con sus herramientas sexuales; él se armaría de valor y lo haría.

 

Avanzó hacia los dos rudos machos que tenía ante sí; una vez estuvo a su lado. Alargó sus manos hacia ellos; una para cada uno. Posó suavemente las yemas de sus dedos sobre sus tórax. Una sensación de bienestar le invadió, y si en algún momento pensó que aquello no era lo correcto; se dijo para sí, que algo que te hace sentir tan bien, no podía ser malo. Además, pasará lo que pasará, sus primos se comportarían mejor que los bestias del internado.

 

Aunque temblaba como un flan, sus manos empezaron a acariciar los recios pechos. Primero tímidamente, y a la vez que fue tomando confianza, de un modo, mezcla de sensualidad e inocencia. Observó tiernamente a sus atractivos primos; estos le devolvieron la mirada, como pidiéndole algo. Pepe desconocedor de su petición, siguió acariciando sus robustos tórax. Cuando su manos llegaron al unisono, a las erecta vergas. Su primo Fernando, posó sus labios sobre los suyos, robandole aquello que el no daba: un beso.

 

En el momento en que, los labios de Fernando se unieron con los el joven Pepe. Éste creyó tocar el cielo, cuando sintió la lengua de su primo jugando con la suya. La bestia dentro de sus calzoncillos, se movió y de manera silenciosa, pidió que la sacaran a pasear.

 

No se había recuperado del beso de Fernando, cuando su otro primo tiro de su cabeza y le hundió la lengua en su boca. Ernesto demostró ser más apasionado que su hermano a la hora de besar. Nuestro joven protagonista, nunca había disfrutado tanto de un beso. Nunca lo habían tocado como lo estaba haciendo su primo ahora: de una manera ruda, pero a la vez sensual y tierna.

 

Las manos de Pepe, a pesar de los trajines de los besos; no se habían despegado de los dos rígidos mástiles de carne. Los agarraba fuertemente, como si pensara, que al soltarlos, perdería la oportunidad de seguir disfrutando de ellos.

 

Por eso, cuando Fernando apartó su pene; el lo buscó con la mirada, temiendo haber hecho algo mal. Pero la causa era otra bien distinta: su primo se acercó a él por detrás y comenzó a restregar su pene entre sus cubiertas nalgas. A nuestro protagonista, se le vino a la mente el acontecimiento terrible, pero con esa capacidad de Pepe para pasar página; se autoconvenció rápidamente de lo distinto que era una cosa de otra. Fue borrar el oscuro pensamiento y el muchacho abrió la puerta del placer. Un placer, que nunca antes, había podido disfrutar. Miró a sus primos, cerró los ojos y se dijo: “No hay dos personas mejores, para hacer esto.”

 

Fernando fue desnudando muy despacio al chavalote. Intentando interrumpir minímamente, el apasionado y prolongado beso. A la vez, que desvestía a Pepe, su primo le daba besos en el cuello; acercando su pecho a su espalda, su abdomen a los lumbares de Pepe, su pene... al culo de éste. El muchacho, se estremecía de placer; nunca nadie antes lo había tratado tan dulcemente, nunca nadie antes había elevado sus sentidos de aquella forma...

 

Su primo se agachó tras él y tiro hacia abajo de sus pantalones. Se puso a besar sus nalgas, por encima de su prenda intima. Pepe rebosaba de placer, sus gemidos así lo transmitían. Por eso, cuando Fernando lo desnudó por completo, y abriendo sus cachas con las manos, hundió su lengua en su ano; Pepe no pudo evitar un grito de placer, el calor de la rasposa lengua en su agujero, fue mayor satisfacción de la que podía soportar.

 

Mientras Fernando le besaba el culo, su primo Ernesto, le invitaba a que le mordiera las tetillas. Los pezones de este eran grandes y redondos, con un color de tono parecido al morado. Por la excitación del momento, estaban tiesos y duros. La boca del muchacho, los lamió como si de un dulce manjar se tratara.

 

Hubo un momento, en que su lengua no chupaba las tetillas, sino que preso de la pasion del momento, se paseaba por todo el tórax de Ernesto. Sin intención alguna, la boca del joven quedo frente al vigoroso mástil de carne; sin dudarlo, se lo metió en la boca.

 

Aunque la experiencia de Pepe con el sexo oral había sido nefasta, desde un primer momento, como si se tratara de un instinto primario en él, supo dar el placer que aquella caliente verga se merecía. Si el muchacho albergaba alguna duda sobre como lo estaba haciendo; las palabras de agradecimiento de su primo, hicieron que las borrará de su mente.

 

Los tres hombres eran como un engranaje bien sincronizado, la boca de Fernando se trabajaba el ano de Pepe, mientras este a su vez lo hacia con el alargado falo de Fernando.

 

 

Hubo un momento, en que nuestro protagonista se sacó la dulce estaca de su boca, la contempló detalladamente; aunque había visto bastantes vergas, la que tenía entre sus manos le pareció hermosísima ; no era tan gruesa como larga y recta . Pero lo que más llamo la atención de Pepe fue la gran cantidad de piel que cubría su glande. Se dejo llevar por la emoción y paso su lengua entre los pliegues de piel y la cabeza del pene. Un profundo gemido escapó de los labios de su primo....

 

Un cumulo de emociones invadían a Pepe, la áspera lengua empapando su ano de caliente saliva y el sabor amargo, y a la vez salado, del pene en su boca; era algo distinto a todo lo que había sentido hasta ahora. Por eso, cuando sintió que un rasposo dedo hurgó en su ano, intentando introducirse en su esfinter; aunque, su primera reacción, fue dar un pequeño respingo, se relajo y permitió que éste entrara en su interior. Era ampliamente conocedor, de que sus primos lo querían y que nunca le harían daño.

 

El dedo, a los pocos segundos, entraba y salía del pequeño agujero con bastante comodidad.

 

-Ernesto, esto esta a punto de caramelo- dijo Fernando, como si lo que acababa de hacer formara parte de un elaborado ritual.

 

Y como si de un protocolo altamente estudiado, su primo aparto su erguido pene de la boca de Pepe y buscó algo en el bolsillo del anorak, cuando lo encontró, se lo dio misteriosamente a su hermano; como si lo que le pasaba, fuera algo ilegal o lo de que avergonzarse.

 

Al poco, volvió a ofrecer su alargado falo a Pepe, para que lo siguiera chupando. La boca del chico, se hacia cada vez más a su tamaño y su lengua se paseaba sobre ella, como si no hubiera hecho otra cosa en toda la vida. Al sentir en su ano un líquido frio Pepe se estremeció, a continuación el dedo que horadaba en sus entrañas volvió a penetrar en ellas; esta vez, y gracias a la sustancia pegajosa, con más facilidad. ¡Qué distinto era lo que le estaba haciendo su primo, a lo del “acontecimiento terrible” ! El muchachito se relajo felizmente y permitió con ello, una mejor entrada a aquel apéndice.

 

-Llevabas razón, Fernando. El primito no quería cazar zorzales, el primito lo que quería era otra clase de pájaros...- dijo su primo Ernesto, con un sarcasmo inhabitual en él- Lo que no sé es como sabía, que a nosotros nos iba estas cosas.

 

- De pequeño, os vi haciéndolo una vez en mi casa...- dijo Pepe, sacándose momentáneamente la herramienta de su primo de la boca.- Si, vine fue con la intención de veros de nuevo... ¡Esto no me lo esperaba!

 

- Y que... ¿ no te está gustando?- el que así hablaba era su primo Fernando, que seguía dilatando el estrecho agujero con sus dedos.

 

-No al contrario...¡ Me está encantando!- al decir esto Pepe, mostró la mejor de sus sonrisas.

 

-Pues sigue disfrutando que esto no ha hecho más que empezar, primito.

 

Pepe siguió relajando su esfinter, a la vez que se volvió a meter la verga de su primo Ernesto entre los labios. Aquel trozo de carne inhiesta, rebosaba liquido preseminal por doquier; al muchacho, lejos de desagradarle, lo saboreaba golosamente, gota a gota.

 

Cuando Fernando lo creyó oportuno, cambio su dedo por su pene, al cual había vestido para la ocasión con un traje de látex. Sentir aquel vigoroso miembro llamando a las puertas de sus entrañas; trajo algún que otro mal recuerdo a la memoria de Pepe. Pero aunque aquel templo había sido profanado, no es lo mismo que llamen a la puerta, a que ésta sea derribada.

 

Al principio Pepe percibió un leve dolor, pero cuando la verga se acomodó en el interior de su esfinter, una sensación ; diferente a todas las que había sentido hasta el momento, envolvió placenteramente su ser por completo.

 

Su primo fue delicado al principio, preguntándole en todo momento si le hacía daño. Pepe, se quejaba lentamente pero le pedía que no la sacara, que aunque le molestaba un poco; la satisfacción era mucho mayor.

 

Cuando Fernando escuchó esto, empujo sus caderas hasta introducir su falo en el interior de su primito. Este pego un leve respingo y un gritito escapó de sus labios. El leve quejido fue apagado por un prolongado beso su primo Ernesto, el cual lo sostenía sobre él, para que el muchacho no se cayera, preso de la emoción y de los salvajes empujones que le estaba propinando su hermano gemelo.

 

El joven Pepe estaba disfrutando de lo lindo, mientras abrazaba y besaba a uno de sus primos, el otro lo penetraba de una manera tan delicada, como salvaje. Y lo que más le excitaba de todo, era que, al ser sus primos casi identicos; tenía la maravillosa sensación de que una misma persona le estaba haciendo doblemente el amor.

 

Por eso, cuando Fernando le pidió a su hermano que ocupara su lugar, al muchachito no le importó. Tanto monta, monta tanto Ernesto como Fernando.... Lo que si le produjo un poco de insatisfacción, fue que su primo Fernando no ocupara el lugar de su hermano.

 

Ernesto pidió a Pepe que se apoyara contra la pared, una vez lo hizo colocó su pene a las puertas de su ano y empujó. Después del trabajo que su hermano había hecho, el orificio estaba lo suficientemente dilatado para que su falo entrara casi de golpe y en su totalidad. A Ernesto, se le veía menos curtido en estas labores que a su hermano; a pesar de que el tamaño de su herramienta sexual era casi identico, el uso que hacía de ésta, desmerecía bastante de que Fernando hacía de la suya.

 

La causa de esto; aunque algo sospechaba ya Pepe, por los recuerdos de su niñez, no era otra; que el rol que Ernesto adoptaba, al hacer el acto sexual con su hermano , no era otro que el de pasivo. Hecho que pudo corroborar Pepe, cuando sintió un mayor empuje por parte de Ernesto; este mayor empuje respondía, a que éste estaba siendo sodomizado por su gemelo.

 

Dirigidos por los movimientos de caderas de Fernando, los tres cuerpos se movían en sincronía. Aunque Pepe, era la primera vez que caía en las redes del sexo compartido, parecía que había nacido para aquello. Su entrega y dedicación no podía ser más completa. Todo su ser se plegaba a los deseos de los dos hombres que tenía con él. Cuantas veces había consumado el sexo en solitario, pensando en lo que vio aquel día en su casa, siendo niño. Cuantas veces soñó con participar de sus juegos. Si la felicidad, tenía cabida en la vida de Pepe; sabía que cosas como las que estaba viviendo, eran una muestra de ello.

 

A Pepe, le hubiera gustado tener un espejo a mano, y ver como a la vez que su primo Ernesto lo empalaba, éste era sodomizado por su hermano. Volvía la cabeza de vez en cuando para ver sus rostros, estos estaban repletos de una desenfrenada lujuria, la cual moría cual alud de placer, en la parte baja de la espalda del muchacho.

 

Tras minutos de desenfrenado traqueteo, aquel improvisado tren detuvo la marcha, la voz de su primo Fernando indicando que había llegado al extasis fue el freno de la vigorosa travesía. Unos pocos segundos después, Ernesto llegaba estrepitosamente a la estación del placer.

 

Tras unos minutos de merecido descanso, los gemelos comprobaron que su primito no había culminado el juego sexual. Se miraron, y con una complicidad descarada se agacharon ante su primo. Ernesto se introdujo el duro miembro del joven en la boca, mientras su hermano daba unos pequeños lametones sobre el escroto de éste. Mimado por la boca de los dos fornidos hombres, Pepe culmino aquella sesión sexual impregnando la cara de sus primos de unos merecidos trallazos de semen. Y es que la opera no acaba, hasta que canta la gorda.

 

Tras esto, los tres hombres se abrazaron y unieron sus lenguas en un beso a tres; que ninguno de ellos llegarían a olvidar, por muchos años que pasaran.

 

Y cuenta la gente del lugar, que Pepe siempre que volvía al pueblo. Iba a cazar con sus primos. Era tal el gusto que demostraba por aquel deporte, que su hermano Juan, lo comenzó a llamar cariñosamente “el cazador”

 

Ni que decir tiene, que sus primos y él, aunque pocas veces cazaran perdices... el tiempo que duró aquello, fueron muy, pero que muy felices.

 

Y colorín, colorado este cuento se ha acabado.

 

Estimado lector, lo que acabas de leer es un extracto (por eso la E en el título) de un relato de mi serie “Historias de un follador enamoradizo”, concretamente del episodio titulado “El cazador”. He considerado que, debido a su carácter autonconclusivo, funciona perfectamente como relato independiente y en atención a los lectores que no son amigos de las sagas; me he decidido a publicarlo en este formato. Espero que haya sido de tu agrado.

 

Como siempre, gracias por gastar tu tiempo en leer estas cosas que yo escribo y si comentas y valoras; sabre cual es tu opinión.

 

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