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El profesor de gimnasia.

en Gays

Los descubrimientos de Pepito

Décimo episodio: El profesor de Gimnasia.

 

(Este relato es continuación de “Mi mamá no me mima”)

 

Resumen de los descubrimientos: Pepito ha regresado del fin de semana en casa de su primo Francisquito, con el que se lo ha pasado chachipiruli. No está demasiado triste,  pues su tito Paco ha estado hablando con su mamá y ha quedado en venir a recogerlo en un par de semanas. Aun así, volver a su casa ha sido todo un desastre. Por culpa del luto no puede escuchar a Raffaella Carra, menos mal que su hermana le ha comprado unos cómics de superhéroes y se ha podido distraer leyéndolos.

Aunque lo peor ha sido la vuelta al colegio, no porque no le gusten las clases de Don Remigio, sino por culpa de su archienemigo el Rafita y su secuaz, el Pepón que se disponían a “acabar con su vida”, menos mal que apareció su héroe/hermano Juanito  con sus amigos, quienes lo salvaron del tremendo peligro.

Aquella semana fue de lo más aburrida: colegio, comer, deberes, merienda, cómics o jugar solo sin hacer ruido (calladito, calladito por aquello del luto), ducharse, cena…Para más inri mi papá no se puso más malito  y no tuvo que practicarse ninguna “masticación”, por lo que en el desván lo único que pude hacer fue arrastrar los coches por el suelo. Si bien estaba guay al principio, cuando te llevabas un ratito largo rueda que te rueda,  era de lo más pesado.

El viernes por la tarde ya me sabía los dos comics de memoria, primero me aprendí el de Daredevil, después el del hombre araña. Por lo cual no tuve más remedio que hablar  con mi hermana preferida y, poniendo mi mejor cara de niño bueno, intenté convencerla para que me comprara algunos nuevos. Gertrudis, al igual que mi madre hacía, respondió a mi pregunta con otra:

—¿Ya te has leído los que te compré el domingo?

—Sí, me los sé de pe a pa. Si quieres pregúntamelos, vera como no te engaño.

Mi hermana sonrió y dijo:

—Pues cuando venga papá le pides el dinero y que Juanito vaya contigo, ¡yo no tengo ganas de escuchar otra vez a tu madre!

—¿El Juanito va a querer venir conmigo?

—Ahí lo tienes —Dijo Gertrudis señalando a mi hermano, quien entraba en el salón de la casa —, ¡consúltaselo!

—¿Qué me tiene que consultar el niño? —Preguntó mi hermano de muy malas ganas.

Me quedé inmóvil, tal como si estuviera jugando al pollito inglés. Llegué a pensar que era mejor no pedirle nada para no enfadarlo, pero me acordé de que me había defendido del Rafita y el Pepón, de que era mi hermano favorito y se me quitaron casi todos los miedos del cuerpo.

—Que esta tarde,… cuando papá este aquí,… si puedes venir conmigo a donde el Camilo para comprarme unos cómics…

—Lo siento Pepito, pero no puedo tengo muchísimas cosas que hacer, ¡qué vaya la Gertrudis contigo!

Antes de que mi hermana pudiera intervenir en la conversación y, con mi mejor carita de pena, le dije a Juanito:

—Pero es que… a la Gertrudis mamá le riñe si tardo mucho eligiendo con que súper héroe me quedo…

—¡Pues yo estoy muy ocupado! —Y poniendo cara de pocos amigos, se dispuso a irse en dirección a su cuarto,  dejándome con la palabra en la boca, como un pasmarote.

Mi hermana al ver la frescura con la que Juanito me trataba, se dirigió adoptando una actitud parecida a la de mi madre. En esas veces que se ponía en jarritas y pronosticaba que en el sur de la casa  iba a haber borrasca, seguida de gritos dispersos y una fuerte bronca.

—¿Se puede saber que diantres tienes que hacer para no poder acompañar al niño?

—Cosas mías —Respondió mi hermano sin darle demasiada importancia a  la pregunta de Gertrudis.

—¡Una paja por la mañana y otra por la tarde! —Le gritó mi hermana muy malhumorada, intentando por todos los medios llamar su atención.

Juanito  se paró en seco, se giró  hacia mi hermana y le dijo:

—¡Hay que ver como se te suelta la lengüita cuando mamá no está en casa!

—¡Me importa un pimiento que mamá se entere o no se entere! ¿Acaso es mentira?

Mi hermano se quedó pensativo un momento, adoptó una postura de muchachito de película y en un tono vacilón se dirigió a Gertrudis:

—Pues sí, para que lo voy a negar: Me hago pajas. Los hombres tenemos nuestras necesidades. Tu novio, ahora que no tiene quien se las haga, seguro que anda igual que yo. Eso, sino ha terminado buscándose otra.

Mi hermana apretó los puños y los dientes, parecía que estaba a punto de decir algo muy gordo, pero se calló y se fue para la cocina. Juanito siguió subiendo las escaleras, tal  como si allí no hubiese ocurrido nada.

Me quedé patidifuso  y circumpléjico.  De una sola tacada,  había presenciado una bronca de las  que no se saltaba un guardia y  había descubierto que lo de “las pajas” era más popular de lo que yo me pensaba. No solo Juanito, como hombre que era, conocía de su existencia, sino que mi hermana sabía que él y Ángel jugaban a ello.

Lo peor era que los únicos que tenían ovejas en el pueblo, que yo supiera, eran los papás del Modesto y los tíos de la Maite, quienes vivían en las afueras, pasando la ermita. ¿Irían mi hermano y mi cuñado allí? Ángel tenía moto, pero mi hermano solo tenía la bici y era todo un palizón ira para allá, pues había  que recorrer un buen trecho.  Mi sentido arácnido se puso a funcionar y como un gran poder, conlleva una gran responsabilidad. Supe que más tarde o más temprano tendría la “responsabilidad” de averiguarlo.

Cómo parecía que mi hermana se había cabreado, decidí que se le pasara el humor de perros para volver a insistirle en lo de los cómics de superhéroes. Más como la cara de vinagre no se le fue en toda la tarde, no dije nada que, como me dice Gertrudis,  con la boquita cerrada estoy más guapo.

Aquella tarde tuve que ganar un montón de belleza, pues no hable en todo el rato. Cuando mis padres volvieron de ver a una prima suya en el hospital, ya estaba duchado y cenado. Como la teleseguía estando prohibida por lo del luto, me fui a la cama a repasarme mis cómics de Spiderman y Daredevil hasta que me quedé dormido.

Al picarle una araña radioactiva, Pepito Parker adquirió los poderes de este insecto, su fuerza, su agilidad y hasta un sentido chivato que le decía cuando los malos estaban cerca.

 

Al morir sus padres, el pasó al cuidado de su tío Paco y de su tía Enriqueta, más una tremenda irresponsabilidad por su parte dio como resultado la muerte de su tío. Aquel día ante el cuerpo inerte de su querido tito, aprendió que todo poder conllevaba una gran responsabilidad y juro usar sus poderes para combatir el mal. 

Todas las tardes, tras terminar los deberes que le mandaba don Remigio, se vestía su traje de niño araña y recorría las calles de Don Benito, su pueblo,  en busca de algún villano al que combatir. Llevaba a cabo sus rondas vespertinas de azotea en azotea, o escondiéndose sutilmente por las esquinas. Debía evitar por todos los medios, que su presencia fuera percibida por los hombres que jugaban al dómino en el bar y por  las vecinas cotillas que hacían punto en los bancos del parque.   

 

Normalmente los altercados en los que intervenía eran delitos menores: defender a los niños pequeños de las bromas de los mayores, evitar que los niños se comportaran mal en clase y cosas por el estilo. Sin embargo,  en aquella ocasión,  su vida correría  serio peligro, pues su acérrimo enemigo le había preparado una encerrona para vengarse de él.

 

Entró en los servicios para hacer pipí, cuando al darse la vuelta se encontró con su archienemigo: Rafita Octopus, el niño más repelente y repeinado del mundo mundial. De no ser un superhéroe increíblemente  poderoso y valiente, Pepito Parker hubiera manchado su disfraz de caca, pues era tremendo el terror que aquel villano le inculcaba y se le descomponía el vientre nada más verlo. Eso sí,   pese a su valor, no pudo evitar que se les escaparan unos cuantos peitos.

 

Desde el día  en que lo conoció, Rafita había intentado hacer la vida imposible a Pepito Parker. Era tal la envidia que le procesaba que, como no había tenido la suerte de que le picara una araña radioactiva (ni ningún otro bicho  parecido), para no ser menos que Pepito, había exigido a sus papás  que le compraran un gadget para la espalda.

El carisísimo artilugio poseía ocho brazos, con lo que podía hacer lo que quisiera: pasar las páginas de  un libro, mientras se rascaba la cabeza, coger una cosa de la estantería de arriba mientras se ataba los zapatos… Un maravilloso  invento, que de ser su dueño un niño generoso y  de buen corazón,  lo habría usado para ayudar a sus semejantes, en vez de  para fastidiarlos.

 

Junto al niño pulpo, venía su compinche  Pepón Barner.  Un día estando  jugando a lo de las “pajas” cerca de la ermita, una bomba de rayos gamma le estalló a Pepón encima. Lo que podía haberlo convertido en un cadáver, lo dotó de  extraordinarios poderes: cuando se enfadaba se volvía  verde, poseía súper fuerza y súper resistencia. Solo había un problema, cuanto más grande se hacía, más tonto se volvía  y solo podía decir cosas como: ¡Pepón aplasta! ¡Pepón machaca!

 

Pepito Parker, el niño araña, al verse emboscados por tan poderosos enemigos no pudo reprimir una broma graciosa de las suyas:

 

—¡Ah! ¡Pero quien tenemos aquí en los servicios, a Rafita cuatro ojos con ocho brazos y su fiel Pepón! ¿Qué venís a hacer  por aquí? ¿Pipi o caca?

 

Los dos villanos miraron al divertido niño de forma iracunda y se dispusieron a atacarle, como Pepón todavía venía en su identidad secreta, el terrible Rafita Octopus le tiro de las patillas para enfadarlo.  En pocos segundo se transformó en el increíble Pepón, donde antes había un niño ahora había un enorme monstruo de dos metros de alto, de color verde manzana, con unos enormes brazos y cara de muy mala leche.

 

Al ver como con el cambio de niño a supervillano se le había destrozado toda la ropa, el niño araña hizo un chiste gracioso.

 

—Pepón, espero que tú mamá te compre la ropa en el mercadillo, ¡porque para lo que te dura!

 

La única respuesta del descerebrado gigante fue:

 

—¡Pepón aplasta arañita!

 

Y sin darle tiempo a reaccionar se fue para el simpatiquísimo  súper héroe  y le largó un puñetazo en la cabeza, el cual, debido al poco margen de maniobrabilidad que había en los servicios del colegio, no lo pudo esquivar.

 

Atontado por el fuerte golpe que le habían dado en el coco, el asombroso Pepito Parker fue fácil presa de los tentáculos de Rafita Octopus, que lo enredó  fuertemente entre sus ocho brazos de adamantium para que no se escapara.

 

Las cosas estaban mal, pero que muy mal para el divertido niño araña, a pesar de su poderosa fuerza nada podía hacer contra aquellos dos malignos villanos. Al ver como el monstruo verde levantaba su brazo para darle el golpe de gracia, sintió como  le flaqueaban las piernas y su tripita se aflojaba como si fuera a hacer caca.

 

Cuando todo parecía perdido para el gracioso y guapísimo Pepito Parker, una voz se escuchó a sus espaldas:

 

—¿Qué demonios hacéis vosotros con el maravilloso niño araña?

 

El que así hablaba era Juanito Fantástico, líder del grupo de súper héroes por todos conocidos como los tres caballeros. Junto a él, sus inseparables Oscar antorcha y Javier, el niño piedra…

 

—¡Pepito venga arriba, que tienes que ir con mamá al mercado!

Mira que me caía bien mi hermana, pues cuando me despertaba me parecía la madrastra de Blancanieves, y si encima era cuando tenía un sueño tan bonito como aquel, ¡le veía hasta la verruga en la nariz!

Todos los sábados, con la única intención de que no campara a mis anchas, mi madre me hacía que la acompañara al mercado. Ir a comprar era un rollazo, yo intentaba que fuera guay y  me distraía mirando el bulto de los mayores y clasificándolos por marcas: caña de lomo, fuete y salchichita… Sin embargo desde que, gracias a mi primo Francisquito, descubrí que además  de las marcas, estaban los modelos llegué a la conclusión de que para hacerlo en condiciones,  me hacía falta un eje cartesiano, con lo que a falta de papel y lápiz, desistí de seguir haciéndolo. ¡Para hacer una porquería,  mejor estarse quietecito!

Eso sí, que no los ordenara por modelos, no quería decir que dejara de mirar y si el SEAT 127 era el modelo normal y corriente, lo que tenían los policías tenía que ser por lo menos un AUDI 80. ¡Con el bulto tan grande que se les veía, tenía que ser un modelo de por lo menos ochenta caballos!

Una cosa que me llamó la atención aquel día, es que las vecinas del pueblo que se paraban con mi madre ni le contaban lo caro que estaba el pescado o la carne, ni si menganita había metido a la madre en un asilo. Todas y cada una de ellas, le daban el pésame y tras los dos besos correspondientes, mi madre ponía siempre la misma cara: tristona y mustia, tal como si estuviera viendo “La casa de la Pradera”,  concretamente el capítulo ese en que la Mary se quedó ciega. 

De vuelta del mercado, mi mamá me dijo que aquella tarde iríamos a ver a mi tía Elvira, su hermana, a quien se le había muerto  hace poco el marido de esa cosa mala que se llama cáncer. Era por lo triste y sola que se había quedado la pobre mujer y su familia, por lo que en casa estábamos practicando esa cosa del luto.

Nada más terminamos de comer, me bañé y me puse guapo, eso sí ni me echaron colonia de la buena, ni me pusieron fijador, pues, como me explicó mi madre: “… no vamos de fiesta, sino a acompañar a mi hermana y mis sobrinos en su dolor…”, y tras la breve explicación, me puso el botón negro en la solapa de la camisa. ¡Qué feo era!

Nos montamos los cinco en el Simca 1000 de mi padre y nos pusimos en dirección al pueblo de mi tía: La Haba. Por culpa de lo del luto ese, mi mamá no dejo que mi padre pusiera la radio así que nos aburrimos como ostras todo el camino, pues la única conversación todo el tiempo fue la de mi madre recordando lo desgraciada que era mi tía. Se llevó todo el tiempo: “mi pobre hermana por aquí, mi pobre hermana por allá”… Se repetía tanto que hubo un momento que yo ni la escuchaba.

Puesto que no tenía otra cosa mejor que hacer, me dio por mirar la cara de mis dos hermanos: Juanito estaba muy serio, se le notaba una jarta que no tenía ganas de ir a ver a mi tía, pero como le dijo mi padre: “Donde hay patrón, no mandan marineros”. Que yo creo que quería decir que mi casa era como un barco, que la patrona era mi madre y el resto, incluido él, simples marineros. Menos yo que, como buen cero a la izquierda que era, sería el grumete como mucho.

Si mi hermano tenía cara de estar enfadado con toda la familia, la cara de vinagre de mi hermana era de aúpa. De no ser yo tan listo y tener claro que su carita de asco era porque la obligaban a ir,  incluso habría podido llegar a pensar que era porque  el Juanito se había tirado un peito pestoso de los suyos.

Unos “¿Cuánto falta?” después, llegamos a la casa de mi tío Demetrio, aunque ahora no sé porque era la casa de mi tía Elvira, seguramente porque los muertos, como estaban en el cielo, no podían tener casas, ni nada por el estilo.

—¡Pepito compórtate! ¡Qué bastante tiene mi hermana con lo que tiene encima! —Me reprendió doña sargento poniendo su mejor cara de madrasta de Cenicienta.

Mi madre pulsó el timbre del recibidor y al tiempo que apretaba mi mano fuertemente, con cara de enfadada, clavó sus ojos en mí. Yo capté la indirecta y puse mi mejor cara de angelito. “¡Otra tarde aburrida por culpa del luto!”, pensé.

Salió a recibirnos mi tía Elvira,  vestida de negro de pies a cabeza, sin decir palabra alguna, nos invitó a pasar con un gesto. Me llamó la atención lo despeinada que iba,  sus terribles ojeras y que se movía como si estuviera sonámbula.  Nada que ver su imagen de aquella tarde, con la de la  amable mujer que me daba un vaso de leche y tarta de chocolate que estaba acostumbrado a ver.

Mi tía no es que fuera mi agraciada, era como mi madre pero en fea. Es más con aquellas ropas y sin arreglar, parecía un rata negra de hocico puntiagudo. Pensé que, en cualquier momento,  se iba a sacar un gran trozo de queso del vestido para mordisquearlo. Siempre me había parecido una persona poco divertida, pero en aquel momento me dio hasta un poco de susto.

Entramos en la casa sin hacer ruido alguno, como si tuviéramos miedo de que alguien se despertara. Mi madre cogió la mano de mi tía, se quedaron mirándose  fijamente, hicieron pucheritos  y, como si fuera lo que tocara, se abrazaron fuertemente llorando.

No entendía muy bien que les pasaba, pero debía ser contagioso, pues mis hermanos y mi padre habían puesto cara de pena y los ojos les hacían chiribitas, como si se fueran a poner a llorar de un momento a otro. Al ruido de los gemidos, aparecieron mis primos quienes también traían carita de luto. Todo era tan triste y desolador, que casi me entran ganas de echar unas lágrimas y todo. Menos mal que mi padre, al igual que  se hacía  en las peleas, acudió a separar a las dos hermanas.

Pasado el primer sofocón mi tía le ofreció a los mayores un café y a mí un Cola-cao con leche calentita.

—Lo que no tengo es nada para acompañarlos… —se excusó la triste mujer — Si queréis unos dulcecitos, mando a mi Elvirita por ellos…

—Sí, pero los pago yo —Contestó mi madre, a la vez que sacaba la cartera del bolso —. ¡Qué tú bastantes gastos tienes ya, cómo para que vengamos nosotros a hacerte más!

Mi tía Elvira, al igual que hacíamos nosotros, no replicó y dejo que mi madre hiciera lo de siempre: lo que le daba la real gana. Tras dar el dinero oportuno a mi prima, se dirigió a mí y me preguntó:

—¿Pepito, quieres ir  con la primita a la confitería?

Aunque no me hacía mucha gracia ir con mi prima a donde quiera que fuera, menos ganas tenía de escuchar a mi mamá echándome la bronca de nuevo, así que sin dejar de sonreír, asentí con la cabeza y cogí la mano de Elvirita.

Nada más salimos de la casa, me puse a practicar mi deporte favorito: preguntar.

—¿Cómo llevas lo del luto?

Ella  hizo un extraño mohín como si no entendiera la pregunta y al igual que hacia mi hermano me contestó con una sola palabra:

—Regular.

Como no sabía si regular significaba regular bien, o regular mal. Volví a insistir.

—¿Te dejan salir a jugar?

—No.

¿Pero que le pasaba a esta niña? Ni que hubiera que sacarle las palabras con unas tenazas. ¡Pues no sabía con quien había dado!

—¿Puedes ver la tele?

—No.

—¿Qué haces cuando acabas los deberes?

—Esperar que sea la hora de acostarme. ¿Alguna pregunta más?

Elvirita me miró con la misma cara de antipático  que mi hermano cuando estaba harto de escucharme, aunque había aprendido que eso no quería decir que no me soportaran, ni nada parecido, simplemente que les fastidiaba tanta charla. Seguramente tenía que ser un efecto secundario o de la adolescencia, o de la edad del pavo (para mí que las dos cosas eran  lo mismo).

Pues mi primita, al igual que Juanito, demostró que también me quería mucho y me dejo que yo escogiera el pastel más rico de la confitería. Eso sí, me tuvo que decir dos o tres  veces:

—¡Aligérate Pepito, que se te va a enfriar el Cola-cao!

Como no quería que mi primita, para un día que iba a su casa se creyera que era un caprichoso, escogí un dulce con crema rosa por encima que parecía estar muy rico (El de merengue tampoco tenía mala pinta, pero como nada más podía escoger uno…).

Tras merendar mi madre me dio permiso para ir con mi primo Demetrio y mi prima Brígida a jugar a su cuarto, pero sin hacer mucho ruido “qué bastante tenía mi tía con lo que tenía”. Juanito, Elvirita y Gertrudis se quedaron con los mayores, quienes tenían una conversación de lo más aburrida, por lo que me puede enterar a mí tía le correspondía  un dinerito, pero como mi tío había cotizado muy poco tiempo por culpa de su enfermedad, la paga que le tenían que dar era muy pequeña y no iban a tener bastante para salir adelante.

—Tú no te preocupes que,  mientras que Juan y yo estemos aquí,  a tus niños no les va a faltar de nada —Era lo que repetía mi madre cada vez que su hermana Elvira parecía que se iba a poner a llorar.

Mi primo Demetrio me dijo que si quería jugar a “La familia de siete países”, como yo no había jugado nunca  en mi vida, le pregunté que como se hacía:

—Se reparten siete cartas y tienes que completar una familia completa: La madre, el padre, la abuela, el abuelo, el hijo y la hija. Si tienes por ejemplo, la madre y los hijos esquimales me preguntas a mí o a Brígida si tenemos por ejemplo el abuelo esquimal, si lo tenemos te lo damos, sino tienes que robar… Gana quien consiga formar más familias completas.

¡Qué listo y qué bien se explicaba mi primo Demetrio! La verdad es que yo tenía unos primos que sabían mucho, porque Francisquito también era de los que se la fumaban en pipa. ¿Sabría Demetrio lo del juego de los médicos, lo de los actos impuros y demás? Me dieron ganas de preguntárselo, pero como le dije a Francisquito que sería una tumba, no abrí la boca pues romper una promesa a un socio era traicionarlo y los traidores son como mariquitas.

La primera partida como era novato y estaba aprendiendo todavía,  no formé ni una familia. El ganador fue Demetrio que formó cuatro. La segunda partida seguí participando y solo pude formar la familia mexicana, Brígida fue la campeona con cinco familias y en la tercera  ronda, cuando ya había aprendido a ganar (tenía  completa la tirolesa, la bantú, la china e iba a conseguir la árabe),  entró mi madre por la puerta diciendo la peor frase del mundo:

—¡Pepito, deja ya de jugar que nos vamos!

El camino de vuelta a casa fue requeteaburridoaunque estaba tan cansado que  ni siquiera pregunté “¿Cuánto falta?” ni una vez. La única que parecía que tenía permiso para hablar era mi mamá, se llevó todo el tiempo que si mi pobre Elvira patatín, que si mis pobres sobrinos patatán y siempre remataba las frases diciendo: “¡Qué pena que no estén más cercas, porque por lo menos un plato de comida no les iba a faltar!” Mi padre  se limitaba  a no decía nada y todo el rato  se llevó moviendo la cabeza, tal   como si fuera el perrito de juguete que teníamos en la parte trasera del coche.

Tras cenar, nos lavamos los dientes  y me mandaron a la cama, pues el domingo teníamos que madrugar para ir a la iglesia y si no descansaba lo suficiente, me pasaba lo de siempre: que me quedaba dormido en misa.

Al día siguiente, tras escuchar el sermón del cura,  de vuelta a casa, le puse a mi papá cara de santito y le dije:

—¿Me compras un cómic que los que tengo en casa me los sé de memoria ya?

Mi padre sonrió un poquito y asintió con la cabeza. Cuando pasamos por el kiosco de prensa, me cogió de la mano y me llevó hasta él.

—¡Camilo dale a este un comic de los más baratitos!

El Camilo me sacó los cómics de risa, pero puse mi mejor cara de enfadado y antes de que le dijera que no los quería el buen hombre los recogió diciendo:

—¡Juan, que no me acordaba que estos no le gustan a tu niño, que dicen que son de niños chicos!

Mi padre me miró y me despeluco cariñosamente, al tiempo que me regalaba la mejor de sus sonrisas.

—Lo que pasa Pepito, es que los de súper héroes se me han terminado y no vienen hasta la semana que viene. Pero tengo otros de niños grandes —no había terminado de hablar y el Camilo puso un montón de tebeos delante de mí.

¿Por qué este hombre era tan malo conmigo? Si había escuchado que mi padre solo me iba a comprar uno, porque me sacaba cien. No podría elegir el mejor, porque seguro que mi padre me metía prisa para irse al bar a jugar al dominó. Así que para evitar que mi padre se enfadara conmigo, escogí el primero del montón: un “Trueno Color” que tenía pinta de ser muy guay.

—Este no te lo aprendas muy pronto de memoria, que te tiene que durar por lo menos hasta la semana que viene —Me dijo mi padre acariciándome la cabeza, al tiempo que recogía la vuelta del dinero.

Al llegar a casa, tras ponerme una ropa menos repipi me metí en mi cuarto y me puse a contar las páginas del “Capitán Trueno”, tenía treinta y dos, de las que cuatro eran portadillas, como me tenía que durar hasta el domingo me “aprendería” cuatro cada día y así no se me “gastaba” tan rápido.

El resto de la semana fue igual de requeteaburrido, y eso que don Remigio nos explicó muchas cosas nuevas: nos habló de las especies en extinción, del sujeto y el predicado, de las capitales de Europa,  de los tipos de triángulos, si hasta nos empezó a enseñar la división y todo.

No fue hasta el jueves por la tarde, después de la clase de gimnasia que no me pasó nada divertido. Aunque nuestro horario de clases era de nueve a dos, el colegio se habría alguna tarde que otra para practicar deportes. Deportes, que dicho sea de paso, eran obligatorios y que si no aprobabas, no podías pasar de curso.

Matías, el profesor de gimnasia,  era un hombre de más o menos la edad de Ángel, el novio de mi hermana, un poco más alto que él y mucho más fuerte. Tenía unos brazos que ni el Capitán América. Era moreno, de cara simpática y con las piernas muy peludas. A mí no me caía nada bien, parecía que la tenía cogida conmigo y cada vez que me paraba un poquito para descansar me gritaba lo mismo:

—¡Pepito, como te  vuelvas a parar  otra vez te suspendo!     

Como solo había un vestuario, los niños veníamos un día, las niñas otros y dábamos las clases con los niños de tercero y  cuarto curso, quienes aprovechaban la más mínima de cambio para burlarse de nosotros. Se metían hasta con el Enrique, que era el más grande y fuerte de mi clase.

A la hora de marcharnos, por culpa de mi mamá que por aquello de que no engordara me daba fruta para merendar (con las ciruelas ya se sabe), me entró ganas de hacer caca. No obstante, como los servicios estaban pegados a las duchas y   no quería que los niños mayores se burlaran de mí, diciéndome “cagón” y demás. Me aguanté las ganas  un pelín y  esperé que terminaran. Una vez se hubieron marchado todos, entré en el váter, todavía no había hecho todas “mis cositas” y sentí que cerraban la puerta.

En principio me asusté un poco, pues pensé que me habían encerrado y me imaginé pegando porrazos en la puerta como José Luis López Vázquez en “La cabina”. Sin embargo, escuché a alguien canturrear y me quedé más tranquilo, pues supuse que habían cerrado por dentro.

Tras mirar en la tasa en aquellos que se habían convertido las ciruelas y limpiarme bien el culito, me asomé por una rendijita de la puerta a ver quién era el cantarín. ¡Oscuas, era el profe de gimnasia!, y se estaba quitando toda la ropita allí mismo. En aquel momento solo llevaba puesto los pantalones de deporte y los zapatos. Me fije en su pecho y a pesar de que tenía tantos pelos como los hombres mayores, al hacer  tanto deporte se le veía unas tetas muy fuertes y grandes.

Una vez se quitó los calcetines, se bajó los pantaloncitos y se quedó en calzoncillos. Unos muy feos de topitos naranjas y marrones, le hacían un bulto tan grande que por un momento pensé que le pasaba lo mismo que a Ángel, el novio de mi hermana, que tenía un alíen ahí debajo.

Como la curiosidad sobre si tenía o no un bicho debajo de su ropa interior era inmensa. Decidí seguir en mi escondite para averiguarlo. Para pasar inadvertido (lo mismo que hacía Spiderman cuando acechaba a sus enemigos), aguanté la respiración todo lo que pude y me quedé quieto como una estatua. El profesor como no tenía ni idea de que lo estuvieran observando, siguió cantineando de camino a la ducha. Era la primera vez que veía a un hombre tan fuerte caminar en ropa interior, de no ser porque tenía muchísimo pelo por las piernas y por el pecho, podía pasar hasta por un superhéroe. ¡Eso sí!, tendría que ponerse otros “slips”, porque aquellos eran tan horrorosos que parecían de súper villano.

En la ducha, la cual se divisaba estupendamente desde dónde me encontraba, se quitó los horribles calzoncillos y aunque en principio, como estaba de espaldas a mí,  solo le veía un culillo lleno de pelos rizados y negros,  al darse la vuelta pude ver lo que ocultaba bajo los topitos naranjas y marrones: una cosota oscura, con tanto pelo negro al lado que no se veía muy bien, por lo que en principio no supe ni de que marca, ni de qué modelo era.  

Sin dejar de cantar, se enjabonó la cabeza y estuvo rasca que te rasca un buen rato. Ya estaba yo dispuesto a marcharme, cuando  empezó a lavarse el pechito con jabón y de ahí pasó a su pito. Se lo frotó tan bien, que no solo lo dejó limpio, sino más grande. Cuando se quitó la mano mi sorpresa fue tremenda: tenía un modelo caña de lomo, marca treinta caballos de vapor por lo menos, sin embargo no fue su tamaño lo que me llamó más la atención, fue su color, ni la churrina del Facu era tan oscura. ¿Sería aquello lo que la Jacinta decía que era una churra de negro?

De pronto descubrí, que aunque estaba debajo de la ducha no se estaba bañando, sino que estaba haciendo lo mismo que mi tío Paco: una masticación. ¡Pues sí que estaba extendida la práctica de ese juego! Lo más seguro, que si en vez de ser en mi pueblo donde se practicara, fuera en Estados Unidos, habría hasta competiciones y todo, para ver quien lo hacía mejor.

A diferencia de mi tío y de mi padre, que parecían que tuvieran prisa por terminar Matías se estaba tomando su tiempo, es más yo veía que cuando parecía que iba a acabar la partida, se paraba y empezaba de nuevo.

La verdad es que aunque el juego era el mismo, cada persona lo jugaba de manera distinta y como lo estaba haciendo el profesor me parecía de lo más guay.

 

Se cogía la pilila por la parte de arriba  y la cubría con el pellejito, sacando y metiendo la cabecita como si fuera una tortuga en su cascarón. Cuando se cansaba de hacer eso, se cogía los huevecillos y se los agarraba como si los estuviera pesando.

Otra de las cosas que hacía era empujar la picha hacia delante. ¡Era la mar de gracioso!, pues, como si tuviera un resorte, volvía hacia atrás y chocaba contra su ombligo.

Aunque lo que más me gustaba era cuando se echaba salivilla en la mano y empezaba a limpiarse el pito con ella, supuse que  tenía que hacerle cosquillas porque ponía cara de estar muy contento.

La verdad es que como conocía tantas variedades del juego de la “masticación”, se llevó un buen tiempo dale que te pego y como no terminaba de echar los virus de una vez, pensé que lo mejor era largarme de allí en cuanto se despistara un poco, pues como no llegara pronto a casa mi madre me iba a lanzar un grito hipohuracanado.  Así que esperé que estuviera de espaldas para largarme de allí con viento fresco, estaba a punto de salir del servicio cuando vi que alguien abría la puerta de los vestuarios con la llave.  ¿Quién sería?

 

Continuará en: “¿Dónde está la oveja de mi hermano?”

 

Hola querido lector. Si estás por aquí supongo que habrás leído el relato en su totalidad. Yo siempre llegado este punto pido tu colaboración con comentarios, e-mails, valoraciones, etc., cualquier cosa que me haga pensar que no estoy “hablando” a la pared. 

También puede pasar que sea  la primera vez que entras en un relato mío y te hayas quedado con ganas de leer más cosas de Pepito,  hace poco publiqué una guía cronológica de este personaje titulada: “Mis problemas con JJ”.

Si te quedaras con ganas de seguir leyendo historias mías, hace poco publiqué una guía de lectura que te puede servir de ayuda para situarte  a la hora de leer las distintas series.

¿Cómo ha ido ese verano? Yo ya estoy de vuelta en este mundanal ruido y  con mis relatos, como si de un coleccionable se tratase. Pronto publicaré una guía de lectura en la que daré unos avances sobre las historias que pienso publicar este año y de algunas el sol, la playa y la brisa del mar me han servido de inspiración. Sin más, paso a contestar a todo aquel que dejó un comentario en: “El ser humano es raro”, “Follando: Hoy, ayer y siempre, 1 y 2”: a hasret: Intento que en mis relatos haya morbo, creo que es el leitmotiv de esta página, pero también huyo de que mis historias sean una sucesión de polvos sin ton, ni son. Rodeo la historia de cosas cotidianas con las que el lector se pueda sentir identificado, evidentemente son situaciones particulares con las que todo el mundo no se puede sentir identificado, pero cuando sucede, como parece ser tu caso, disfrutamos tanto el que escribe como el que lee. No sé si el de hoy te habrá gustado; a mmj: La verdad es que me han salido una serie de relatos seguidos donde el tema de la dominación está presente, no ha sido nada premeditado pues son historias que están ideadas en momento distintos pero que, paradójicamente,  han coincidido a la hora de publicarse. En cuanto a Mariano, no te preocupes que volverá en un mes más o menos en una historia cuanto menos inesperada; a Tragapollas manchego: El Bombilla volverá a salir, pero porque tendrá un papel importante en el entorno de Pepe en el Internado. Prefiero centrarme en los personajes principales, para que la historia avance hasta donde debe de llegar. Lo “De todo es verdad, todo es mentira”, surgió a raíz de un montón de correos y comentarios, que me preguntaban cuanto de real había en mis textos; Victor Top: Ante todo me alegro que te haya gustado mi relato lo suficiente para que te haya movido a dejar un comentario, es de las cosas más bonitas que, pienso, se les puede decir a un autor de esta página. En cuanto a las faltas, las lamento enormemente, pero se dan dos circunstancias: escribo a altas horas de la noche y mis conocimientos de ortografía no son demasiado buenos, aun así presto bastante atención, pero eso no quiere decir que se me escape alguna que otra; a ozzo2000: Ante todo gracias por felicitarme por mi cumpleaños (no es la fecha real pero está muy cerca).¡ Eres el mejor! Lo de republicar los relatos ha sido con motivo de llegar a otro tipo de lectores que no conocieran la historia inicial  y pudieran saborearla de dos golpes; a Pepitoyfrancisquito: La historia de Iván con el crédito por parte del marido de Debo, creo que se la está oliendo todo el mundo. De todas maneras espero ir sorprendiendo al personal conforme avance (porque si no tiene gracia). ¿El perineo o el Pirineo? This is the question… Pues eso, que a veces el teclado te pasa una mala pasada,  al repasarlo no te das cuenta y se ríe de ti hasta el tato. Es lo que tiene…   En cuanto a la historia del Internado (al igual que todo lo de Pepito y JJ) está creciendo por momentos, ya en unas semanas contaré lo que voy a hacer con ella. Lo de que Francisquito se quiera venir a estudiar al internado, no me extraña. ¡Me entran ganas hasta mí, que soy quien está contándolo! Espero que se lo hayáis pasado bien en las vacaciones. ¿A qué habéis jugado más a los médicos o a la masticación?; A Aleixen: ¡Qué alegría leerte de nuevo por aquí! He visto que estás volviendo a publicar, lo cual me alegra doblemente. A ver si me paso y te digo algo. En cuanto a lo del cambio de Nick, fue porque descubrí que el anterior tenía un significado peyorativo que desconocía. ¿No habías leído la historia de Enrique con Mariano? Creo que es de mis historias de las que más me podían gustar. Un beso, guapa y a Arismendi: Como le he dicho más arriba a hasret, creo que un relato además del sexo debe incluir las relaciones interpersonales, pues creo que eso hace que el lector se implique y se emocione más con la historia.

Bueno, volveré en quince días con una revisión de una historia de la serie “Historias de un follador enamoradizo”, llevará por título “Las amistades peligrosas” y narrará la primera vez que Ramón penetró a Mariano.

No me falten y ya saben: disfrutad de esa cosa llamada vida.

Mas de machirulo

El Blues del autobús

Mr Oso encula a la travestí gótica

Hombres calientes en unos baños públicos (2 de 2)

Hombres calientes en unos baños públicos (1 de 2)

Desvirgado por sus primos gemelos

Un camión cargado de nabos

Cruising entre camiones

Mi primera doble penetración

Un ojete la mar de sensible

Un nuevo sumiso para los empotradores

Once machos con los huevos cargados de leche

Un buen atracón de pollas

Por mirar donde no debía, terminó comiendo rabo

Aquí el activo soy yo

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Una doble penetración inesperada

Amarrado, cegado y follado hasta la extenuación

Polvo rápido en el baño

La duquesa del coño insaciable (4 de 4)

La duquesa del coño insaciable (3 de 4)

La duquesa del coño insaciable (2 de 4)

La duquesa del coño insaciable (1 de 4)

¡Pero qué buenos están estos dos hermanos!

Una doble penetración inesperada

El mecánico siempre descarga sus cojones dos veces

Son cosas que pasan

Sexo grupal en el vestuario

La fiesta de las Coca-colas

Un casquete después de la siesta

Pepe se lo monta con sus primos gemelos

Serrvirr de ejemplo

Comer y follar todo es empezar

Con mi ojete preparado para un rabo XL

Al chofer del bus, le sale la leche por las orejas

Mamándole el ciruelo a mi mejor amigo

De cruising en la playa de Rota

Cinco salchichas alemanas para mi culo estrechito

Un mecánico con los huevos cargados de leche

El descomunal rabo del tío Eufrasio

Follado por su tío

Meter toda la carne en el asador

Míos, tuyos, nuestros… ¡De nadie!

Encuentros furtivos en el internado

Antonio y la extraña pareja

Fácil

Bolos, naranjas y bolas.

Vivir sin memoria

El libro de la vida sexual

Reencuentro con mi ex

Punta Candor siempre llama dos veces

Hombres Nextdoor

Mundo de monstruos

Dejándose llevar

Guía de lectura año 2017

Dejar las cosas importantes para más adelante

Una proposición más que indecente

¡No hay huevos!

Ignacito y sus dos velas de cumpleaños

El chivo

La mujer del carnicero

Iván y la extraña pareja

El regreso de Iván

Guerra Civil

Las tres Másqueperras

Toda una vida

Objetos de segunda mano

Follando con el mecánico y el policía (R) 2/2

Follando con el mecánico y el policía (R) 1/2

Ni San Judas Tadeo

La invasión Zombi

Seis grados de separación

¡Arre, arre, caballito!

La más zorra de todas las zorras

Un baño de sinceridad

Barrigas llenas, barrigas vacías

No estaba muerto, estaba de parranda

Dr. Esmeralda y Mrs. Mónica

Yo para ser feliz quiero un camión

Tiritas pa este corazón partio

Corrupto a la fuga

Un polaco, un vasco, un valenciano y un extremeño

El de la mochila rosa

La jodida trena

Tres palabras

Hagamos algo superficial y vulgar

Pensando con la punta de la polla

Quizás en cada pueblo se practique de una forma

Gente que explota

Guía de lectura año 2016

En unos días tan señalados

Desátame (o apriétame más fuerte)

De cruising en los Caños

Putita

Sé cómo desatascar bajantes estrechos

Este mundo loco

Como conocí a mi novio

No debo hablar

El secreto de Rafita

¿De quién es esta polla cascabelera?

Me gusta

Me llamo Ramón y follo un montón

Doce horas con Elena

El pollón de Ramón

Dos cerditos y muchos lobos feroces

El ciprés del Rojo

Follando por primera vez (R) 2/3

Follando por primera vez (R) 3/3

Follando por primera vez (R) 1/3

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Orgia en el WC de los grandes almacenes

Once pollas para JJ

Prefiero que pienses que soy una puta

Homofobia

Adivina quien se ha vuelto a quedar sin ADSL

¡Terrible, Terrible!

Bukkake en la zona de descanso

Mi primera vez con Ramón

Tu familia que te quiere

Si no pueden quererte

Mía

Infidelidad

Dos adolescentes muy calientes

Ocho camioneros vascos

Parasitos sociales

El pollón del tío Eufrasio

Violado por su tío

Talento

Somos lo que somos

Sexo en Galicia: Dos en la carretera

Tres pollas y un solo coño

De amor se puede vivir

Duelo de mamadas

¡Se nos da de puta madre!

Dos hermanos

¿Dónde está la oveja de mi hermano?

¿Por qué lloras, Pepito?

El MUNDO se EQUIVOCA

Todo lo que quiero para Navidad

Como Cristiano Ronaldo

Identidad

Fuera de carta

Los gatos no ladran

Su gran noche

Instinto básico

TE comería EL corazón

La fuerza del destino

La voz dormida.

Como la comida rápida.

Las amistades peligrosas.

Follando: Hoy, ayer y siempre (R)2/2

Follando: Hoy, ayer y siempre (R) 1/2

El ser humano es raro.

La ética de la dominación.

¡Ven, Debora-me otra vez!

La procesión va por dentro.

Porkys

Autopista al infierno.

El repasito.

José Luis, Iván, Ramón y otra gente del montón.

El sexto sentido.

Cuando el tiempo quema.

Mi mamá no me mima.

La fiesta de Blas.

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Sin miedo a nada.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

¡Qué buena suerte!

El rumor de las piedras.

Dios odia a los cobardes.

Tres palabras.

Guía de lectura segundo semestre 2.014.

Como un lobo.

Solo Dios perdona.

El padrino.

Perdiendo mi religión.

Adiós Francisquito, adiós.

Pequeños descuidos.

La sombra de una duda.

Mis problemas con JJ.

Unos condones en la guantera.

La voz dormida.

Follando con mi amigo casado.

Si pudieras leer mi mente.

Bésame, como si el mundo se acabara después.

Si yo tuviera una escoba.

Guía de lectura primer semestre dos mil catorce.

¡Cuidado con Paloma!

La lista de Schindler.

Nos sobran los motivos.

La masticación del tito Paco.

Viviendo deprisa.

El blues del autobús.

¿Y cómo es él?

¡Voy a por ti!

Celebrando la victoria.

Lo estás haciendo muy bien.

Vivir al Este del Edén.

Hay una cosa que te quiero decir.

Entre dos tierras.

Felicitación Navideña.

37 grados.

El más dulce de los tabúes.

Desvirgado por sus primos gemelos

Las pajas en el pajar

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur.

Tiritas pa este corazón partio

Valió la pena

1,4,3,2.

Sexo en Galicia: Comer, beber, follar....

¡Se nos va!

En los vestuarios.

Lo imposible

Celebrando la victoria

La procesión va por dentro.

El guardaespaldas

El buen gourmet

Mariano en el país de las maravillas.

Tu entrenador quiere romperte el culo(E)

Retozando Entre Machos.

Culos hambrientos para pollas duras

La excursión campestre

¡No es lo que parece!

Mi primera vez (E)

Vida de este chico.

Follando con mi amigo casado y el del ADSL? (R)

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón

Trío en la sauna.

Nunca fuimos ángeles

Desvirgado por sus primos gemelos (E)

Como la comida rápida

La misión

Follando con mi amigo casado

La churra del Genaro

Uno de los nuestros

Sexo en Galicia: Tarde de sauna (R)

2 pollas para mi culo

El cazador.

Los albañiles.

Jugando a los médicos.

Algo para recordar

Mis dos primeras veces con Ramón (E)

A propósito de Enrique.

Guia de lectura y alguna que otra cosita más.

Culos hambrientos para pollas duras

Celebrando la derrota

En los vestuarios (E)

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (Epilogo)

No quiero extrañar nada.

Punta Candor siempre llama dos veces.

4,3,2,1....

2 pollas para mi culo

Adivina quién, se ha vuelto a quedar sin ADSL

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón (R)

El MUNDO se EQUIVOCA

Historias de un follador enamoradizo.

Living la vida loca

Sexo en galicia con dos heteros (R)

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Comer, beber... charlar.

Los albañiles.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Regreso al pasado

Follando con mi amigo casado (R)

“.... y unos osos montañeses)”

El padrino

... Bubú.....

El blues del autobús (Versión 2.0)

El parque de Yellowstone (Yogui,....)

After siesta

Sexo, viagra y ... (2ª parte) y última

Before siesta

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (1ª parte)

El bosque de Sherwood

El buen gourmet

Como la comida rápida

Pequeños descuidos

¨La lista de Schindler¨

El blues del autobús

Celebrando el partido