miprimita.com

Follando con el mecánico y el policía (R) 2/2

en Gays

3 Mariano en el país de las maravillas.

 

 

Con la única intención de quitarme la depresión post-vacacional, he llamado a mi apasionado mecánico Iván para que me dé uno de esos “repasitos”... ¡Pero mira tú por donde! No habíamos empezado ni a limpiar el motor y apareció mi amigo Ramón...Quien sin pensárselo, aceptó la invitación del descarado mecánico y se unió a la puesta a punto. Al principio la situación me chocó un poco, mezclar a Iván con Ramón, era unir dos caras de mi sexualidad muy distinta. ¡Pero qué quieres que te diga! La cosa está saliendo a las mil maravillas, el brutote ha congeniado estupendamente con mi amigo y a la hora de hacerme disfrutar hay una química entre ellos que yo no hubiera esperado. Tras dos sesiones de frenético sexo. El mecánico dice algo que me deja paticolgando:

—¿Tú estás tonto poli? ¿Cómo se va a correr el muchacho haciéndose un pajote con los dos buenos culos que hay aquí a su disposición? —Al terminar la frase se agarra uno de sus glúteos con  una mano y pega una cariñosa cachetada en uno de los de Ramón.

Ramón mueve la cabeza en señal de perplejidad. Si la parrafada del mecánico me ha cogido a mí fuera de juego, no quiero  ni pensar cómo ha podido sentar al pobre de Ramón.

Porque seamos francos, a todos nos atraen los heteros. No sé si porque resultan un fuerte inconquistable o por su morbosa masculinidad, tan distante  de las denotadas  y desdeñadas plumas. Mas si  algo también tenemos muy claro, es que en caso de alcanzar poner nuestra bandera en su territorio y lleguemos a tener sexo con ellos, el rol que queda libre es el de pasivo que el de activo se lo han elegido ellos.

Por eso a mí que,  desde que empecé mi historias con estos dos, tuve muy claro que mi rol de activo se quedaba guardado en un cajón. Escuchar a Iván sugerir que su culo y el de Ramón están a mi disposición, no puede más que encender  un fuego intenso  en mi interior. Pues siendo sincero, es algo que no he soñado sólo una vez, sino cientos.

—¡Tú has lo que quieras...! Pero a mí por detrás ¡ni el pelo de una gamba! —Dice Ramón bastante serio,  en un tono bastante seco e  inhabitual en él.

—Pero, pare, ¿tú has visto lo bien que se lo pasa el “gachón” éste? ¡Eso no puede ser malo! —Las palabras del mecánico tienen un tono firme y seguro, como si hubiese hallado la piedra  filosofal.

—Ya,… ya... —Contesta Ramón poniendo cara de circunstancia —, pero la verdad es que no me atrae.

—Pues yo ya puesto pienso probar... ¡Porque a ver quién me iba a decir a mí, que me iba a gustar que me comieran er buje!

No sé si es los pocos complejos que demuestra este tío al decir las cosas  tal como las piensa o esa nobleza inherente en sus palabras, el caso es que lo que dice me llega muy adentro. Tanto que no puedo reprimir el deseo de abrazarlo y darle un tierno beso. Es solo posar mis labios sobre los suyos y mi pene empieza a tomar vida propia. Tanta, que su dureza es percibida por Iván que rompe la magia del momento con una de sus bastas ocurrencias.

—¡Mira Ramón er gachón como se ha puesto! —Dice señalando a mis partes nobles, las cuales evidencian una palpable excitación — Se ve que le ha gustado lo de “petarme” el culo.  Menos mal que lo que tiene es normalito porque una tranca tuya me da hasta “mieo”... ufff....

Todo se andará —Responde Ramón con cierta chulería —, porque lo mismo al descubrir nuevos horizontes, igual quieres conocer parajes mayores —Al pronunciar esto último se toca el paquete en toda su amplitud y de un modo que roza  muy de cerca lo soez. 

—Pues no te hagas ilusiones  poli, que tampoco sé yo si me va a gustar —Por primera vez desde que lo conozco, la voz de Iván suena dubitativa, como si lo que se propone hacer le diera vergüenza y tuviera que justificarse con nosotros por algún extraño código moral particular.

—Pues probamos y si no te gusta lo dejamos —Digo yo pasándole cariñosamente la mano por una de sus mejillas.

—Sí...Pues la verdad, es que me da bastante curiosidad.

Mientras nos secamos, un extraño silencio se hace entre los tres. Sólo nos comunicamos con abrazos, besos y caricias. Hay un momento en que Ramón me agarra fuertemente por la nuca y clava su boca en la mía, de un modo que hasta me resulta un poco violento. Una vez acaba con el salvaje muerdo, sus ojos buscan la complicidad de los míos. ¿Se sentirá mal por negarme lo que Iván se dispone a darme? Sea como sea, en su beso no ha habido sólo pasión.

Salimos del baño en dirección al salón, el cual  está siendo el escenario de nuestra improvisada orgía.  Una vez allí, me abrazo a Iván y, bajo la atenta mirada de mi amigo Ramón,  comienzo a darle un desenfrenado muerdo. Mi amigo, a tenor de como aumenta de tamaño su vergajo, está disfrutando de lo lindo con el espectáculo.

—¿Cómo me tengo que poner?—Dice Iván, rompiendo su extenso silencio.

—De ninguna manera en especial —Le contesto, mirándolo a los ojos e intentando tranquilizarlo —Déjate llevar... Si no puede ser... No pa-sa na-da. ¿Cómo es lo que tú dices? ¿O aquí disfrutamos todos o no disfrutamos ninguno? 

Mis palabras se ven que calan en el mecánico y, sin decir palabra, une sus labios a los míos, de una manera tal que se me antoja hasta tierna.

Al mismo tiempo que nuestras salivas se mezclan, un agradable sabor amargo inunda mi paladar. Los labios de Iván tienen un efecto en mí más satisfactorio del que pudiera imaginar. Me besa con una pasión  tan desmedida y se entrega de tal  manera, que creo que hasta hay algo de romanticismo en ello.

Sin dejar de besar al mecánico, busco con el rabillo del ojo a mi amado Ramón. Disfruta del espectáculo, mientras se acaricia muy delicadamente su entrepierna, donde una bestia palpitante, comienza a salir de su corto letargo. Observo su mirada, posee  un  brillo que dota a su gesto de una perturbadora complacencia.

Atrapo el rostro de Iván entre las palmas de mis manos, aparto mi boca de la suya y clavo mi mirada en sus grandes ojos negros. No sé explicar que sensación me transmiten, pero algo dentro de mí me impulsa a volver a besarlo,  en un principio, de forma delicada para culminar  envueltos en un torrente de frenética pasión. 

Los besos, caricias y abrazos dan lugar a que nuestras manos busquen las zonas erógenas del otro, un leve toque en una tetilla, una pequeña cachetada en los glúteos, son la antesala de un merecido sexo oral. Es ver, como el mecánico se agacha ante mí y mi polla empieza a palpitar de deseo.

Desconozco si el descarado de Iván ha efectuado antes una mamada, pero su torpeza y falta de sensibilidad, me hacen sospechar que no. Al no abrir la boca lo suficiente, araña en un par de ocasiones mi glande con sus dientes.  Hasta Ramón, se da cuenta de ello y le dice:

—Tú, de motores sabrás mucho, pero lo que es de comerte una polla ni pajolera idea.

Sin dar tiempo a reaccionar al mecánico, mi amigo se agacha junto  él y cogiendo mi polla,comienza una especie de clase práctica. Escucho lo que mi amigo dice y no doy crédito, sus palabras imprimen una poco común normalidad a lo que está contando y  no pueden por más que dejarme atónito.

—¡Quillo! ¿A ti, por donde te gusta que te pasen la lengua? —La pregunta de Ramón está impregnada de su amabilidad característica.

—Por aquí —Al decir esto, Iván pasa su dedo índice la parte baja de mi  glande.

—Pues ahí es por donde tú tienes que pasar la lengua —No ha terminado de decir esto aún, cuando mi amigo saca su lengua y la pasa por la zona indicada por el mecánico, provocando que yo pegue un prolongado suspiro —.Ves como a él también le gusta.

Observo como el rostro del mecánico atiende todas y cada una de las palabras de Ramón, por momentos me recuerdan a un profesor con su, muy aplicado, alumno.

La improvisada clase se asemeja  a la formula  didáctica conocida por método demostrativo. El docente, in situ, muestra al alumno los procedimientos a seguir y éste a continuación los emula. Esto, en cristiano y en el tema que nos atañe, se traduce en que Ramón me chupa inicialmente la polla y a continuación Iván, en base a sus indicaciones, hace lo mismo. ¡Vivan los buenos profesores!

La maestría y dominio que demuestra Ramón de como ejecutar una buena mamada  me sorprende bastante, pero no menos que la rapidez con la que aprende Iván. Mi nabo es mimado con  todas las variantes del sexo oral. Hay un momento en que cesan las explicaciones y la boca de los dos hombres se lanzan de manera trepidante a chupar mi erecto miembro. Mientras Ramón me chupa los huevos, el mecánico se traga mi verga en todo su dimensión, para al poco intercambiar papeles.¡ Ni en mi mejor sueño, hubiera llegado a imaginar que me pudiera suceder algo así!

De pronto Iván se saca mi polla de la boca, la coge con dos dedos y se la muestra a Ramón.

—¿Esto está ya, pare?

Al asentir mi amigo a la inusual pregunta, el mecánico se levanta y se pone de rodillas sobre el sofá, como si fuera el siguiente paso en un procedimiento a seguir. Es simplemente verlo postrarse mostrando su trasero de tan evocadora forma y mi ya endurecido miembro comienza a vibrar espontáneamente...

Me agacho tras él y comienzo a acariciar los rizados y negros vellos de sus glúteos. No puedo evitar hundir mi nariz en su peluda raja, al instante un agradable y fuerte aroma invade mis sentidos.  Ignoro si los machos tienen un olor característico, pero si existe, no hay lugar a dudas es éste.

Delicadamente aparto la maraña de pelos que impiden el paso de mi lengua hacia el caliente agujero. Introduzco, intentando dosificar el placer, la punta de mi paladar. La primera vez puse tanta pasión en ello que Iván no pudo evitar correrse. Es tal el cuidado que pongo en cada una de mis lamidas, que el mecánico se da cuenta y rompe el casi hermético silencio con una de sus espontaneas parrafadas:

—No te preocupes, Mariano, puedes darle con ganas, ya he vaciao el deposito dos veces y no me voy a correr tan pronto como la otra vez.

Reprimo una carcajada y lanzo una pequeña visual a Ramón en pos de su complicidad. Lo que descubren mis ojos, hace que el fuego que bulle en mí, se encienda aún más: de pie con las piernas abiertas, cual coloso de Rodas, mi amigo masajea su vergajo, mientras con la otra mano se acaricia su peludo pectoral. Usando como combustible el calor de mi interior, hundo  con toda la ferocidad que puedo mi lengua en el peludo culo.

De mi mente he borrado todo  temor a que el descarado mecánico pueda alcanzar el orgasmo, pues si así sucediera, dispongo de otro hombre  para saciar mis ansias.

Al poco, mi saliva impregna la entrada del virginal orificio. Mi lengua chupa de manera desmedida el caliente agujero, de los labios de Iván se escapan unos alargados suspiros. De improviso, siento algo entre medio de mis piernas: Es Ramón, que se acomoda entre ellas para, acto seguido, introducirse mi nabo en la boca. Es sentir sus labios alrededor de mi glande y una furiosa lujuria se apodera de mí, dando como resultado un bestial beso negro, del cual es víctima  el mecánico.

Hay un momento que la boca de Ramón me proporciona un  desmedido placer tan intenso que, como puedo, intento sacar mi polla de entre sus labios. Él interpreta perfectamente mi gesto y aparta la boca y del mismo modo que se acopló entre mis extremidades bajas, sale de entre ellas.

El ano de Iván emana un calor fuera de lo común,  parece estar preparado para ser profanado.  Aparto mi boca de él y poso uno de mis dedos sobre la rugosa y poblada piel, de manera intuitiva el pequeño orificio, ante mi pequeño empuje, hace el amago de quererse abrir.

—Ramón, ¿me acercas el bote de lubricante?

Con los dedos impregnados del gelatinoso líquido, comienzo a internar mi dedo a través del esfínter de Iván, quien no puede contener un pequeño quejido.

—Tranquilo. Si te duele, lo dejamos.

—No te preocupes, pare. El gusto que me da es más bueno que el dolor.

—De todas maneras, ¡relájate! ¡Estás muy tenso!

Como si mis palabras fueran el aliciente requerido por el mecánico, siento como la puerta, del aún estrecho orificio, se abre para dejar paso a mi índice. Mientras termino de introducir mi dedo, lanzo una mirada al tercero en discordia. Ramón masajea su enorme cipote con una mano, mientras que con la otra juega morbosamente con una de sus tetillas. Ver como la lujuria y el deseo campan por su mirada, hace que mi polla vibre de un modo salvaje.

Con una suave precisión, consigo masajear la próstata de Iván. Este lanza un enorme bufido, para a continuación terminar a voz y en grito diciendo:

—¡Joder, Mariano, como me tocas el ano!

Tanto Ramón como yo reprimimos una carcajada ante el patético pareado. Soy consciente de que no lo ha dicho en broma, sino que el pobre no da más de sí. Así, que lo doy un suave pescozón en uno de sus glúteos y le digo en tono jocoso:

—¡Déjate de poesías y relájate que ahora viene lo bueno!

Lo bueno, como yo lo llamo, es que paso a introducirle dos dedos, al principio el musculo parece no ceder, pero la paciencia es la madre de las ciencias y al poco se adapta a las nuevas dimensiones.

Una vez considero que está lo suficientemente dilatado, para albergar algo de mayor envergadura. Detengo mi tarea por un momento, tras destrozar el envoltorio de un preservativo (seguro que los que diseñan estos envases, no han probado a abrirlos con los dedos llenos de lubricante), envuelvo a mi polla con el delgado látex y la coloco en la poblada entrada.

Atravieso la manifiesta barrera con una facilidad pasmosa. Aún que pega un pequeño respingo por el dolor, Iván se encuentra lo suficientemente relajado y dilatado para albergar en su interior mi endurecido trozo de carne. Al mismo tiempo que un prolongado suspiro del mecánico llena el aire, una sensación de plenitud invade todos mis sentidos. ¿Cuántas veces he deseado esto? ¿Cuántas veces me sentí como un vulgar recipiente de placer, al cual el mecánico venía a beber para calmar su sed?  Fueran cuantas fueran, el momento hace que las borre por completo de mi mente y disfrute, sin reservas, del placer que me proporciona entrar en el cuerpo de mi deseado y añorado Iván.

Por la forma de plegarse su cuerpo al mío, intuyo que ambos estamos disfrutando en la misma medida. Considero que si ha habido un momento doloroso, ya ha pasado su tiempo. Así, que sin pensármelo, muevo mis caderas con frenesí y ayudo a mi ocasional amante para que pegue su espalda a mi tórax. Abrazo fuertemente su pecho, jugando con sus peludas tetillas. Uno mi boca a su oreja y, en un tono netamente sensual, le digo:

—¿Te está gustando, cariño?

—Sí... ja...más pensé que esto …ufff... estu..viera tan bueno...aghh

Ante la evidente muestra de satisfacción, busco la complicidad de Ramón. Como es habitual en él, vuelve a sorprenderme. Se ha puesto un profiláctico y echa sobre él un chorreón de gel lubricante.

Antes de que pueda siquiera asentir o negarme a lo que se propone hacer, Ramón se coloca tras de mí y, de una forma que se me antoja falta de delicadeza, introduce su vergajo en mi esfínter. Dilatado como estoy, el vigoroso mástil atraviesa mi recto sin dificultad.

Ramón permanece inmóvil y aprovecha la inercia de mis movimientos de cadera para penetrarme con más intensidad.

Si JJ estuviera aquí,  seguro que me preguntaría: «¿Qué tal sienta ser la loncha de jamón del Sándwich?» Yo callaría, pero mi silencio le otorgaría la respuesta.

Con una mano acaricio el pecho de Iván, el cual parece explotar de la emoción, con la otra toco el trasero de Ramón, como si quisiera que su cuerpo se uniera al mío de forma simbiótica. «¿Por qué será el sexo tan bueno?»

Sumido como estoy, en el suave traqueteo, no percibo que la respiración de Iván se vuelve más agitada. Agitación que culmina con un pequeño grito de Iván:

—¡Joer pare! ¡Qué gusto! ¡Aggg....!

Ante la clara evidencia de que había alcanzado el éxtasis, me salgo de su cuerpo y Ramón hace lo tanto conmigo. Iván tras zafarse de mi abrazo, se vuelve y nos muestra la tremenda mancha blanca que empapa sus dedos y la parte alta de su pelvis.

—¡Me he corrio como una perra! ¡Y sin tocarme siquiera!

Observo detenidamente su cara de niño malo, en sus negros ojos hay un brillo que nunca he visto. Si sus palabras dicen lo bien que lo ha pasado, su mirada no hace más que corroborar esta afirmación.

No puedo evitar darle un beso, al poco se nos une Ramón. Por enésima vez, nuestros cuerpos vuelven a unirse como si fueran engranajes de una misma pieza. Mientras nos acariciamos, besamos y rosamos nuestra piel, Iván comparte con nosotros los efluvios de su cuerpo. Al poco, tanto mi amigo como yo, estamos impregnados de la pegajosa sustancia.

—¡Quillo, estás hecho un toro! —Dice jocosamente Ramón —. Nos has puesto perdido a los dos.

—Si es que os gusta más un roce que una dinamo—Responde el mecánico sonriendo satisfactoriamente.

—Pues me parece que no va a haber más remedio que ducharse otra vez —Digo pasando mi mano a lo largo de la espalda de ambos.

Bajo la ducha, mientras nuestra piel se limpia de las huellas del placer, nuestros cuerpos se entrelazan en un rimero de caricias. Nos besamosmecidos por un sentimiento, amalgama de deseo, lujuria y también, porque no decirlo, de cariño.

Hay un momento, en el que mis dos acompañantes se besan olvidándose un poco de mi presencia. Los observo  y la imagen de dos machos como ello se me antoja enternecedora y perturbadora por igual. Mas, apenas puedo disfrutar del espectáculo, pues Ramón tira suavemente de mí para que me una a ellos en un asombroso beso a tres.

El placentero momento, es interrumpido (¡cómo no!) por Iván, que de repente aparta sus labios de los de Ramón y de los míos, para decir con absoluta perplejidad:

—Pero al final, Mariano... ¿Tú no te has corrio?

Lo miro, hay tan poco recato en sus palabras como nobleza en su mirada. Le toco la mejilla dulcemente y le digo en un tono tranquilizador:

—No te preocupes, me lo he pasado estupendamente. ¡Mejor que en mucho tiempo!

—¡Eso como va se! Poli, ¿se te ocurre algo para que aquí al compadre no le duelan después los huevos?

En el rostro de Ramón se pinta un gesto que roza lo maquiavélico, tras quedarse unos segundos pensando, lanza una espontánea pregunta:

—¿Dónde tienes el juguete que yo te regalé?

 

4 Lo imposible.

 

Hay días en que sería mejor no levantarse, pero gracias a Dios también hay días como el mío de hoy,  que deberían repetirse una y otra vez a lo largo de nuestra existencia.  Si me hubieran dicho esta mañana al levantarme lo que me iba a ocurrir, no hubiera dado crédito. Pero está claro que la realidad supera siempre las expectativas que nosotros tenemos de ella y si lo tener un trío con mi mecánico y mi amigo Ramón era algo que, ni en mis mejores sueños, habría sucedido. Lo que nunca habría imaginado es el hecho de que Iván me pidiera que lo penetrara. Tras un improvisado viaje en tren, en el que yo he sido el vagón central, los tres nos pegamos una ducha. Ante la observación del mecánico, de  que yo sigo sin alcanzar  el orgasmo, Ramón hace una inesperada observación:

—¿Dónde tienes el juguete que yo te regalé?

Las palabras salen de la boca de Ramón con toda la naturalidad del mundo, pero no por ello, dejan de tener un significado prohibido menos contundente. Examino con el rabillo del ojo el rostro de Iván en busca de alguna reacción en él. Pues, si algo tengo claro con él,  es la poca diplomacia  del mecánico para decir las cosas. Para mi sorpresa, guarda silencio, expectante ante lo que podamos decir Ramón o yo.

—¿Por qué?—Pregunto.

—¡Para jugar al parchís! ¡No te jodes! A veces pareces bobo, Mariano —Me reprende cariñosamente Ramón.

—Pero es que...

—¿Te da corte que lo usemos delante de Iván? —Mi mutismo ante sus palabras, otorgan la razón a estas —¡Anda no seas mojigato y  sácalos de donde los tenga! ¡Veras que buen fin de fiesta!

Vuelvo a mirar a Iván, ignoro si sabe lo que pueden ser el susodicho juguetito, pero en sus ojos hay un revelador brillo de lujuria.

Mientras rebusco en mi escondite secreto, una extraña sensación me consume por dentro. Siempre había pensado que  las prácticas sexuales con mis cachivaches sexuales, era algo  tan íntimo y personal que sólo compartíamos Ramón y yo.

Por eso, cuando sin inmutarse ha hablado de usarlos con Iván, miles de muro de confianza se han derrumbado en nuestra relación. Sin embargo, no puedo reprimir sentirme excitado ante lo que me espera, la simple imagen del mecánico y Ramón usándome como objeto sexual, hace que mi hermano pequeño empiece a alegrarse de lo hermosa que es la vida.

Cuando regreso al salón,  llevando conmigo además del enorme dildo que me regaló Ramón,  mi consolador  negro, Lenny (lo llamo así, en honor al cantante Lenny Kravitz ),  la cara de Iván es un abanico de expresiones de sorpresa. Antes de que pueda soltar los dos oscuros objetos sobre la mesa,  se abalanza sobre mí y me arrebata a Lenny. Una vez lo tiene entre sus manos, lo toquetea y lo mira, con la curiosidad propia de un niño. Para a continuación,  con un tono mezcla de sorpresa y de deseo, decir:

—¡Joder, pare, cuando creo que ya lo he visto todo contigo, me sigues sorprendiendo!

—Eso los inventos de aquí, mi amigo —Digo señalando a Ramón, cuya respuesta no se hace de esperar.

—¡Déjate de rollos! Yo te regalé el grande. Pero el “Lenny” te lo compraste tú. Así que no vayas de inocente Marianito que no cuela ¿A que no Iván?

—Inocente, inocente... lo que se dice inocente, no es. Pero  reconoce que  a nosotros nos pone  de él,  que no parezca demasiado culpable. Porque una cosa te digo, pare, lo último que pensarías de él es que le va lo que le va, porque pinta no tiene.

—¿Me lo dices o me lo cuentas? ¡Lo conozco desde el cole y me he enterado hace poco! —Aunque la voz de Ramón suena contundente, una sonrisa se deja entrever en sus labios.  

Estoy tentado de dar un discurso y hacerles reflexionar respecto a sus ideas preconcebidas, respecto a como debe de ser y actuar un homosexual, pero como estoy ansioso porque ambos hagan de mí su  juguete sexual, tiendo por callarme y les lanzo una sugerente mirada.

Es curiosa, la forma de afrontar el ser humano su sexualidad. Primero disfrazamos una necesidad fisiológica de  tradicionales sentimientos. Después intentamos hacer de las relaciones con nuestra pareja, un termómetro de nuestra estabilidad emocional. El  paso siguiente lo podemos dar fuera o dentro de nuestra relación, siempre buscando un salir de la rutina. En  los casos que optamos por explorar nuevas formas de sexualidad con nuestra pareja, los descubrimientos se convierten en una especie de subasta en la que el acto sexual alcanza la mejor apuesta. Con esta metáfora del “no va más”, intentamos a un tiempo, calmar nuestra lujuria y satisfacer los deseos del otro.

En mi caso, “el otro” eran dos: mi mecánico y mi mejor amigo. Éste último había demostrado, en más de una ocasión, ser un yacimiento de ideas nuevas para afrontar el acto sexual. Hacer el amor con él, siempre era descubrir algo nuevo. En este preciso momento se dispone a utilizar mi cuerpo como receptáculo de unos juguetes sexuales, los cuales, en  las anteriores sesiones con Ramón, me hicieron llegar a la cúspide del placer. Ahora, por si aquello me pudiera parecer poco, tengo el añadido del morboso de Iván.

Me pongo de rodillas sobre el suelo, sacando de manera lasciva mi culo hacia atrás. La postura que adopto puede recordar a la sumisión, pero ni en mi mente, ni en la de los dos hombres que me acompañan hay lugar para una relación que no sea entre iguales. Aunque yo sea el que pliego mi cuerpo a sus deseos, no hay nada humillante en mi forma de actuar, al contrario, si ha surgido el lujurioso juego, ha sido para satisfacer mis aún no saciados deseos.

Mientras Ramón embadurna de manera copiosa a “Lenny”, los dedos de Iván lubrican mi expectante agujero, para a continuación juguetear con ellos en mi interior.

—¡Joer, pare, pues sí que estás caliente; te has tragado dos dedos de golpe!

Sonrío ante la burda observación de Iván, vuelvo la cabeza y lo miro. Hay tanta testosterona bullendo bajo su piel que se le perdona todo.

En un silencio absoluto, Ramón se agacha ante él. Sus dedos desocupan mi recto, para posteriormente ser ocupados por el trozo de plástico negro.

Un cumulo de sensaciones placenteras invade mis sentidos, al mismo tiempo que el duro objeto profana mis entrañas. Una vez acomodado entre las paredes de mi esfínter, Ramón comienza a sacarlo y meterlo, cada vez de manera más frenética.

De la misma manera que comienza, termina. Dejando mi cuerpo a la puerta del placer. Antes de que el musculo anal se cierre. Otro extraño objeto ocupa el hueco dejado por “Lenny”. Con curiosidad, alargo la mano hacia él. No hay duda, es el consolador con la parte superior torcida que me regalo Ramón.  A pesar de lo dilatado que estoy, siento una pizca de dolor, el cual es maquillado por el inmenso placer que alcanzo.

—“Artista”, incorpórate un poco y siéntate sobre él. Creo que así te gustará más —Dice Ramón tirando de mi cintura y terminando de ensartar el enorme juguete sexual en mi recto, al ponerme en cuclillas sobre él.

Tanto Iván como Ramónse levantan y se colocan de pie ante mí. Poco después, ambos  flanquean mi cara con sus enhiestos mástiles, los cuales me recuerdan a espadas preparadas para la contienda.

 A pesar de lo incomodo de la postura, alargo mis manos hacia ellos (un incomparable placer se apodera de mi ser) y primero a uno después al otro, les regalo una porción del placer que emana de mi boca.

Levanto mi mirada en pos de su complicidad, pero me encuentro con que mis dos amantes se encuentran enfrascados en un apasionado beso. Su visión hace que mi cuerpo vibre de la emoción, siento como la excitación abre un poco más el paso al  gigantesco dildo.

Voy alternando mis labios con mi mano, el miembro de Ramón (debido a sus dimensiones) me es más complicado introducirlo en mi boca por completo, pero, tomando mi campanilla como tope, le dejo horadar todo lo que puedo mi cavidad bucal. Intento introducir, sin éxito, las dos vergas en mi boca. Solo rozar una con otra,  arranca a mis amantes  sendos suspiros de placer.

Acaricio los hermosos huevos de Ramón, mientras impregno de saliva el nabo de Iván. De arriba a abajo, de abajo a arriba, regalándole un frenético viaje hasta las puertas de mi garganta.

Una vez me canso de saborear la herramienta del mecánico, vuelvo a mamar el vergajo de Ramón. Su delicioso sabor se me antoja demasiado familiar. Paso la lengua por la parte baja del glande, para a continuación introducirme el duro miembro hasta el límite de mis posibilidades. Una pequeña arcada me da la señal de alarma. Aun así, insisto un poco más. Una segunda arcada y unas pequeñas lágrimas me hacen abandonar. Aunque no por ello, dejo de acariciarla entre mis labios. Primero más despacio, para subir poco a poco el ritmo, como si buscara en ello que mi amigo alcanzara el orgasmo.

—¡Para, para cabrón! ¡No me quiero correr todavía! —Al decir esto, me quita el delicioso manjar de la boca y se agarra el glande, como si evitara con ello derramar el sensual maná.

Ante la reacción de Ramón, dedico todas mis atenciones a Iván. Agarro fuertemente sus glúteos con mis manos, los empujo e introduzco por completo su polla de golpe en mi boca. Un bestial rugido de placer, escapa de sus labios. La potencia que imprimo en mis manos, hacen que el movimiento de pelvis del mecánico, recuerden a una brutal follada. Es tanta la pasión que inculco a cada uno de los pliegues de aquel venoso mástil, que al poco Iván, de un modo que hasta podía parecer violento, tira de mi cabeza para atrás.

—¡Nunca te había visto tan caliente, pare! Se ve que tener el cacharro ese dentro,  te está gustando más de lo que parece!

Mi silencio otorga validez a su afirmación, miro a mis dos amantes reclamando algo más de placer. Ramón me pasa la mano por la barbilla y me dice:

—El caso es que el caballero sigue sin correrse —Durante unos minutos se queda pensativo, reanudando el hilo de la conversación con una petición al mecánico —¿Iván, ves el espejo que esta sobre la pared?  Ayúdame a descolgarlo.

La perplejidad visita mi rostro para quedarse un rato. No sé qué se traerá en mente Ramón con el espejo, pero como soy conocedor de que nada que diga o haga lo va a hacer cambiar de idea, me callo y disfruto del momento. Y para hacer la espera más placentera, empujo un pelín más para adentro al consolador que tengo alojado en mis entrañas.

Estoy tan jodidamente caliente que al verlos descolgar el espejo de la pared, tal cual  dos operarios cualquiera, no puedo evitar que una excitante sensación cabalgue por mi médula espinal.

Colocan el espejo, levemente inclinado  tras de mí, justamente debajo de mis nalgas. Vuelvo la cabeza hacia atrás y la imagen que me devuelve el cristal es de lo más impactante: mi culo mancillado por el enorme dildo, el cual lo ha penetrado hasta la base. La visión es perturbadoramente excitante.

Ramón hace un gesto con los labios y pega un pequeño empujoncito al negro cacharro. Un doloroso placer invade mis entrañas.

—“Artista”, ¿Sabes que me gustaría hacer ahora? —Al hacer su pregunta pasa sus manos por mi pecho, para acabar agarrando fuertemente mi polla entre sus dedos.

—No... sé... —Contesto con un inaudible hilo de voz.

—Sustituir con mi porra la que tienes dentro. ¿Quieres?

No contestó nada, simplemente busco su cuello y coloco un beso en él. A continuación, nuestros fogosos labios se unen de forma desmedida.

Tras la silenciosa aprobación, Ramón se  separa poco a poco de mí  y dice algo  tan impropio de él, que me descoloca un poco:

—¡Iván!, ¿quieres ver como se le queda a Mariano el culo de abierto cuando se le saca el “tranco” este?

Los ojos del mecánico parece que quieren salirse de sus cuencas. En su rostro se deja ver una mueca de lascivia y expectación.

Mi amigo vuelve a colocar el espejo en una posición que me permita a mí observar lo que se propone mostrar a Iván.

Divido  por igual  mis miradas entre los rostros de mis dos amantes y la parte baja de mi espalda. Una vez Ramón extrae el enorme objeto, lo que se refleja en el cristal... ¡No tiene desperdicio!

Por unos segundos mi profanado ano muestra una inusual apariencia: su diámetro es bastante más ancho de lo habitual, roza de cerca la anchura del consolador que ha albergado en su interior. A pesar de que presenta un  aspecto enrojecido, como si estuviera irritado y dolorido, no siento molestias de ningún tipo. Pero lo más excitante, que hace que mi corazón de manera desmedida, es como se contrae y cierra, sin que yo pueda hacer nada por evitarlo.

Ramón, en un acto reflejo, introduce tres de sus dedos en mi esfínter. Es solo sentir como  realiza un dactilar masaje a mi zona prostática y de mi glande brotan unas gotas de espeso líquido pre seminal.

—¡Jo, pare, se le ha puesto el culo como el bebedero un pato!

—¡Calla, so bestia! —Dice Ramón, pegándole una suave colleja en la cabeza a Iván.

—Si es que es verdad, lo tiene “tela” de abierto —Insiste el mecánico, como si en vez de constatar lo evidente, estuviera descubriendo la piedra filosofal.

—¡Iván, cállate porfa, que matas al morbo! —-mi voz suena calmada, como si fuera una súplica. Intento parecer enfadado, pero en realidad estoy reprimiendo unas risas. Al igual que le pasa a Ramón.

—¡Vale, pare!, pero como lo tienes ahora mismo, te caben dos pollas. —Sentencia  el mecánico sin ningún miramiento.

La contundencia y escasa doblez de la afirmación del brutote de Iván, hace que un gesto de suspicacia visite el rostro de Ramón, quien tras quedarse unos momentos pensativos, dice:

—¡Muchas películas ves tú últimamente!  ¡Y te puedo asegurar que no son “Bob Esponja”, ni  “Dora la exploradora”!

El sarcasmo de mi amigo es respondido con una pequeña carcajada tanto por parte de Iván, como por mi parte.

A continuación se levanta, rebusca un par de preservativos y mientras se coloca uno, da otro al mecánico.

—¡Toma, tenlo por ahí! Si yo veo que se puede, te aviso.

Al oír las palabras de mi amigo, algo tiembla en mi interior. Estoy tentado de negarme, pero la idea me parece exquisitamente tentadora. Por otro lado, sé que ni Ramón, ni Iván; me harán daño.

Mi amigo se tiende  sobre el suelo, su  firme vergajo parece una especie de Mulhacén en la cordillera de su entrepierna. Se coge el cipote de manera indecorosa y me pide que me siente sobre él. 

El enorme miembro, lubricado y dilatado como estoy, entra con una facilidad pasmosa. En unos segundos, mi recto lo devora por completo. Sendos quejidos salen de nuestras bocas. A la vez que cabalgo sobre Ramón, como si se tratase de un  potro, intento observar la reacción del mecánico. No tiene desperdicio, sus ojos arden de lujuria, se muerde el labio y de manera refleja hace un remedo de masturbación. Su  erecta polla se me antoja de lo más deliciosa.

Le hago un gesto mudo para que se acerque,  una vez se encuentra a mi alcance y sin dejar de moverme sobre el “trankazo” de Ramón. Me meto su polla de golpe en la boca. Sentir como su glande choca contra mi campanilla, hace que mi polla comience a lanzar líquido pre seminal de forma desmedida. Es tan espeso, que podría parecer que estoy eyaculando.

Por momentos me parece estar soñando, me siento como si estuviera batiendo una especie de record mundial sexual. Donde todo vale y los perjuicios morales se quedan en la puerta. Saboreo de manera laboriosa el exquisito manjar que tengo en mi boca, mientras dejo que el rígido mástil explore mi interior.

Siento como Ramón intenta introducir, un dedo por la parte baja de mi dilatado agujero. Al poco, el intento se convierte en una prueba superada.

—¿Cómo estas mi vida? —Me pregunta Ramón con una voz   apagada y a la vez encendida de ternura.

—¡En el séptimo cielo! Contrariamente a lo que puedas pensar, no me duele.

Mis palabras sirven de pistoletazo de salida para que Ramón se lance y, en pocos segundos, son dos dedos los que le hacen compañía a su polla en el interior de mi esfínter.

Siento el roce de sus dedos con las paredes de mi cavidad anal, roce que es acrecentado por la presión que ejerce su cipote contra las mismas. Pero, sorprendentemente, el estrecho agujero parece tener sitio para más.

—¡Vete preparando quill”! Esto ya está a punto de caramelo.

 Al oír esto, Iván aparta su deliciosa polla de mis labios. Tras ponerse un “chubasquero”, se pone a horcajadas tras de mí y  prueba a introducir su miembro en el horadado túnel. El primer y segundo intento, son en vanos. Pero el tercero (el de la “vencida”), obtiene su fruto.

Cuando los dos cinceles de carne taladran al unísono mis entrañas, no hay dolor en ninguna de las células de mi ser, solo placer, un absoluto e increíble placer.  Los bufidos de los dos tremendos machos acompañan mi respirar. Me encuentro como si flotara, como si mi cuerpo fuera a estallar incapaz de contener el gozo que bulle en mi interior... Ensartado, como estoy, por las dos tremendas vergas, un cumulo de sensaciones nuevas invade mis sentidos. Como si todo el sexo vivido hasta el momento, solo fuera la antesala de lo que ha de venir.

De repente un ruido me distrae, de manera refleja, intento concentrarme en lo que estoy haciendo. El ruido toma forma de notas musicales.

♫♫♫

Tengo  una sonrisa  para  regalarte

 

♫♫♫

Tengo  mil cartas de amor

 

♫♫♫

 

Es mi móvil. Es  la sintonía que tengo para las llamadas de JJ. ¿Qué carajo querrá ahora? ¡Pues no lo voy a coger!

 

♫ ♫ Tengo una sonrisa para regalarte

         tengo mil cartas de amor

          y tengo todo el tiempo que perdí, sin ver el sol ...♫♫ 

 

Hago caso omiso de la llamada e intento abrazar a Ramón, pero este se diluye cuando voy a tocarlo. Busco con mis manos a Iván, pero solo me encuentro con unas sábanas y un mullido colchón. Tardo unos segundos en volver a la realidad y comprender que todo ha sido un sueño. Mi mente trata de asimilar, de malas ganas, que  todo aquello que para mí era una realidad palpable, había sido solo un etéreo sueño.

Mientras mis pensamientos y mi actos, tratan de adaptarse al   apesadumbrado momento. Una sensación contradictoria toma fuerza en mi interior. Por un lado me siento desangelado porque todo ha sido un mundo creado por mi subconsciente.  Por otra parte, me siento aliviado de no tener que cargar con la  pesada culpa de no poder mirar al hombre que quiero  a la cara, después de haber dado rienda a mis más bajos instintos. Pues seamos francos, lo mejor del sexo es que siempre nos queden puertas que abrir, campos que recorrer y pasadizos que atravesar. Si todo es previsible, casi pierde la gracia.

POM! POM!

La rotundidad con la que JJ (supongo) aporrea la puerta, me saca de mis cavilaciones. Aún mecido por los brazos de Morfeo, me levanto  y camino hacia la entrada como un autómata.

POM! POM!

—¡Ya va! ¡Ya va! —Mi voz es lánguida como ella sola.

—¿Qué pasa contigo? ¿Tú que has venido a la playa a dormir? —Es abrir la puerta y JJ lanza sus preguntas en plan ametralladora. Su tono de voz  hace volver a la parte de mí que seguía en el mundo de los sueños.

—Me encuentro muy bien. No me ha dolido el estómago en toda la noche —Espeto de forma rotunda.

—¡Ay perdona! No me acordaba —Sus palabras pierden la arrogancia inicial y se torna en un envoltorio más amable — ¿Cómo estás? ¿Cómo has pasado la noche?

—Regular, estoy reventado porque me he llevado toda la noche soñando —Respondo contado una verdad a medias.

—Pues, hijo mío, por lo que se ve el sueño no ha sido muy desagradable —Dice en tono jocoso y señalando mi abultada entrepierna.

—¡Déjate de “coñas”, que he tenido una pesadilla muy mala!- Miento para no tener que aguantar sus chanzas.

—Sí, lo que tú digas. A mí que en vez de con Freddy Krueger, los que te han visitado a ti han sido Brent Everett y sus amigos.

—¡Para ti la perra gorda! —Digo de forma cortante para evitar que siga con sus bromas.

—Bueno, ¿te duele el estómago o no te duele?

—Un poco, pero nada que no se me quite yendo al baño.

—Bueno, pues mientras tú tienes tu momento “All- bran” y te duchas. Guillermito y yo vamos a ir cogiendo las cosas para la playa, que si no nos damos prisa, nos quitan los mejores sitios de las “calitas”.  Si no estamos en la habitación es que estamos desayunando en el bar de la esquina —La rapidez de sus palabras me dejan perplejo, no sé cómo se puede levantar con tanta energía por la mañana. A veces pienso que funciona con pilas alcalinas.

Tan rápidamente como entra, se va.No he terminado de cerrar la puerta, cuando se vuelve y me dice en un tono jocoso:

—Por cierto, pégate la ducha con agua fría. Que visto lo visto, como no te desahogues, ¡cualquiera te aguanta hoy  a ti!

Con una sonrisa en la cara, fruto de la desvergüenza de mi amigo, cierro la puerta tras de mí. De nuevo me invade la sensación de extraño vacío, ¿por qué carajo tendremos que despertar de los sueños?

 

Epilogo 1

210812  07 am (aproximadamente)

 

En un pueblo de Sevilla, Iván despierta. Se lleva la mano a la entrepierna y nota que ésta está dura a más no poder. Es lo que suele pasar cuando tienes sueños eróticos. Normalmente no recuerda nunca lo que ha soñado, pero hoy es distinto. Recuerda cada uno de los momentos del sueño como si los hubiera vivido. Vuelve a tocarse la polla, está tan tiesa que hasta le duele.

Si tuviera a su mujer con él,  intentaría echarle un polvo, pero esta está en la playa. (Desventajas de estar de “Rodriguez”).

Sin pensarlo, libera a la bestia de su entrepierna de la prisión de sus gayumbos. Aprieta suavemente la piel que cubre la cabeza del inhiesto mástil y comienza a friccionarla de arriba a abajo y de abajo a arriba.

Mientras se abandona a los placeres del “amor propio”, su mente se llena de las imágenes y sensaciones vividas en la tierra de los sueños. Piensa en Mariano, en cómo pasa sus labios por su entrepierna y por su culo, en esa lengua rugosa que tanto placer le da.

Hasta se atreve a rememorar el instante de como éste lo penetró, de una manera tan delicada como vigorosa. Con este último pensamiento, su glande  escupe varios trallazos de semen que van a parar sobre su abdomen, creando en su ombligo un pequeño lago blanco.

 

Mientras limpia  su cuerpo  con una toallita húmeda. Un pensamiento asalta su mente:

 

¿Existirá el poli del sueño?

 

Epílogo 2

210812  08:30 am (aproximadamente)

 

Ramón se despierta con un frío sudor empapando todo su cuerpo. Lanza una rápida visual a su esposa, pero ésta parece dormida. Se levanta rápido e intentando no hacer ruido. Cuando llega al baño, observa detenidamente su rostro y un desconsolado horror campa a sus anchas por él.

 

¿Tan colgado está de Mariano que termina soñando con él? Pues parece que sí, pero lo que no termina de entender es: ¿Qué coño hacia el mecánico en el sueño? ¿Existiría de verdad? ¿O ha sido producto de su subconsciente?

 Fuera como fuera, el sueño había sido de lo más placentero. Sin embargo, al despertar de él, la simple idea de que pudiera haber hablado en sueños (como es costumbre en él), hizo que un terror atenazara su pecho. Pues, ¿qué haría si su mujer se enterara de su relación con Mariano?....

 

Este recopilatorio  es la segunda parte de dos del arco argumental: “Follando con el mecánico y el policia”

Incluye los relatos originales:

“Mariano en el país de las maravillas!” publicado en TR con fecha 17 de julio del 2.013.

Lo imposible” publicado en TR con fecha 10 de septiembre del 2.013.

 

 

Para quien quiera saber:

Cuando me planteé hacer esta historia que acabas de leer, lo hice como una concesión a mis lectores habituales. Por los mensajes, que me llegaban tanto al correo, como a través de los comentarios de la página, rara era la vez que no me pedían traer de vuelta uno u otro.

Como el relato veinticinco de “Historias de un follador enamoradizo”, me parecía algo digno de celebrar, hice una pequeña encuesta entre los lectores. Encuesta que para mi sorpresa quedó en un empate técnico.

El resultado me cogió fuera de juego. Tenía preparado un relato con Iván y otro con Ramón, en espera de que el personal se decantara por uno o por otro.

Me quedaban dos opciones, elegir yo al protagonista o lo que me parecía más descabellado: incluir a los dos.

Para esto último, para hacerlo coherente con la historia, debía adelantar muchos acontecimientos y quizás, los cambios en la forma de actuar de los personajes,  no se entendieran mucho.

Otra opción era que fuera una historia imaginaria o un sueño; opté por esta última, aun a sabiendas que podía ver gente que sintiera defraudada.

Ya había “tonteado” dos veces con el mundo onírico:

—En TE comería EL corazón” (El relato, donde Mariano imagina como penetra a Ramón).

—En Culos hambrientos para pollas duras” (El de la orgía en los servicios del centro comercial).

Ambos, por los comentarios de los lectores, no habían desagradado demasiado.

Pero este, al ser en cuatro episodios, podía parecer un camelo.

Aunque al principio, intenté contar una historia coherente, a la vez que fui avanzando me fui soltando el pelo y esta tomaba en algunos momentos visos bastante irreales.

Como me gusta jugar con los lectores, los títulos de los relatos (los que me seguís desde casi el principio, sabéis la importancia que le doy) eran una pequeña pista de lo que realmente iba la historia.

—¡No es lo que parece!— No hace falta que explique nada.

Retozando Entre Machos —Las siglas REM, hace referencia al Rapid Eye Movement., fase del sueño en el que se presentan la mayor frecuencia e intensidad de las llamadas ensoñaciones.

—Mariano en el país de las Maravillas —Todos los que conozcan la obra de Lewis Carroll, saben que todo lo que sucede a Alicia es un sueño.

Lo imposible —Pues eso....

Además en todos los relatos, he puesto una frase en negrita: Todo es un sueño.  Sabía que esto nadie lo iba a ver, pero me apetecía ponerlo y lo puse.

Post data: Esto se publicó hace cuatro años y cada año regalo a los lectores con un relato onírico, pues gustaron bastante.

Un besote a todos los que me leen y felices vacaciones.

Mas de machirulo

El Blues del autobús

Mr Oso encula a la travestí gótica

Hombres calientes en unos baños públicos (2 de 2)

Hombres calientes en unos baños públicos (1 de 2)

Desvirgado por sus primos gemelos

Un camión cargado de nabos

Cruising entre camiones

Mi primera doble penetración

Un ojete la mar de sensible

Un nuevo sumiso para los empotradores

Once machos con los huevos cargados de leche

Un buen atracón de pollas

Por mirar donde no debía, terminó comiendo rabo

Aquí el activo soy yo

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Una doble penetración inesperada

Amarrado, cegado y follado hasta la extenuación

Polvo rápido en el baño

La duquesa del coño insaciable (4 de 4)

La duquesa del coño insaciable (3 de 4)

La duquesa del coño insaciable (2 de 4)

La duquesa del coño insaciable (1 de 4)

¡Pero qué buenos están estos dos hermanos!

Una doble penetración inesperada

El mecánico siempre descarga sus cojones dos veces

Son cosas que pasan

Sexo grupal en el vestuario

La fiesta de las Coca-colas

Un casquete después de la siesta

Pepe se lo monta con sus primos gemelos

Serrvirr de ejemplo

Comer y follar todo es empezar

Con mi ojete preparado para un rabo XL

Al chofer del bus, le sale la leche por las orejas

Mamándole el ciruelo a mi mejor amigo

De cruising en la playa de Rota

Cinco salchichas alemanas para mi culo estrechito

Un mecánico con los huevos cargados de leche

El descomunal rabo del tío Eufrasio

Follado por su tío

Meter toda la carne en el asador

Míos, tuyos, nuestros… ¡De nadie!

Encuentros furtivos en el internado

Antonio y la extraña pareja

Fácil

Bolos, naranjas y bolas.

Vivir sin memoria

El libro de la vida sexual

Reencuentro con mi ex

Punta Candor siempre llama dos veces

Hombres Nextdoor

Mundo de monstruos

Dejándose llevar

Guía de lectura año 2017

Dejar las cosas importantes para más adelante

Una proposición más que indecente

¡No hay huevos!

Ignacito y sus dos velas de cumpleaños

El chivo

La mujer del carnicero

Iván y la extraña pareja

El regreso de Iván

Guerra Civil

Las tres Másqueperras

Toda una vida

Objetos de segunda mano

Follando con el mecánico y el policía (R) 1/2

Ni San Judas Tadeo

La invasión Zombi

Seis grados de separación

¡Arre, arre, caballito!

La más zorra de todas las zorras

Un baño de sinceridad

Barrigas llenas, barrigas vacías

No estaba muerto, estaba de parranda

Dr. Esmeralda y Mrs. Mónica

Yo para ser feliz quiero un camión

Tiritas pa este corazón partio

Corrupto a la fuga

Un polaco, un vasco, un valenciano y un extremeño

El de la mochila rosa

La jodida trena

Tres palabras

Hagamos algo superficial y vulgar

Pensando con la punta de la polla

Quizás en cada pueblo se practique de una forma

Gente que explota

Guía de lectura año 2016

En unos días tan señalados

Desátame (o apriétame más fuerte)

De cruising en los Caños

Putita

Sé cómo desatascar bajantes estrechos

Este mundo loco

Como conocí a mi novio

No debo hablar

El secreto de Rafita

¿De quién es esta polla cascabelera?

Me gusta

Me llamo Ramón y follo un montón

Doce horas con Elena

El pollón de Ramón

Dos cerditos y muchos lobos feroces

El ciprés del Rojo

Follando por primera vez (R) 2/3

Follando por primera vez (R) 3/3

Follando por primera vez (R) 1/3

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Orgia en el WC de los grandes almacenes

Once pollas para JJ

Prefiero que pienses que soy una puta

Homofobia

Adivina quien se ha vuelto a quedar sin ADSL

¡Terrible, Terrible!

Bukkake en la zona de descanso

Mi primera vez con Ramón

Tu familia que te quiere

Si no pueden quererte

Mía

Infidelidad

Dos adolescentes muy calientes

Ocho camioneros vascos

Parasitos sociales

El pollón del tío Eufrasio

Violado por su tío

Talento

Somos lo que somos

Sexo en Galicia: Dos en la carretera

Tres pollas y un solo coño

De amor se puede vivir

Duelo de mamadas

¡Se nos da de puta madre!

Dos hermanos

¿Dónde está la oveja de mi hermano?

¿Por qué lloras, Pepito?

El MUNDO se EQUIVOCA

Todo lo que quiero para Navidad

Como Cristiano Ronaldo

Identidad

Fuera de carta

Los gatos no ladran

Su gran noche

Instinto básico

TE comería EL corazón

La fuerza del destino

La voz dormida.

Como la comida rápida.

Las amistades peligrosas.

El profesor de gimnasia.

Follando: Hoy, ayer y siempre (R)2/2

Follando: Hoy, ayer y siempre (R) 1/2

El ser humano es raro.

La ética de la dominación.

¡Ven, Debora-me otra vez!

La procesión va por dentro.

Porkys

Autopista al infierno.

El repasito.

José Luis, Iván, Ramón y otra gente del montón.

El sexto sentido.

Cuando el tiempo quema.

Mi mamá no me mima.

La fiesta de Blas.

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Sin miedo a nada.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

¡Qué buena suerte!

El rumor de las piedras.

Dios odia a los cobardes.

Tres palabras.

Guía de lectura segundo semestre 2.014.

Como un lobo.

Solo Dios perdona.

El padrino.

Perdiendo mi religión.

Adiós Francisquito, adiós.

Pequeños descuidos.

La sombra de una duda.

Mis problemas con JJ.

Unos condones en la guantera.

La voz dormida.

Follando con mi amigo casado.

Si pudieras leer mi mente.

Bésame, como si el mundo se acabara después.

Si yo tuviera una escoba.

Guía de lectura primer semestre dos mil catorce.

¡Cuidado con Paloma!

La lista de Schindler.

Nos sobran los motivos.

La masticación del tito Paco.

Viviendo deprisa.

El blues del autobús.

¿Y cómo es él?

¡Voy a por ti!

Celebrando la victoria.

Lo estás haciendo muy bien.

Vivir al Este del Edén.

Hay una cosa que te quiero decir.

Entre dos tierras.

Felicitación Navideña.

37 grados.

El más dulce de los tabúes.

Desvirgado por sus primos gemelos

Las pajas en el pajar

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur.

Tiritas pa este corazón partio

Valió la pena

1,4,3,2.

Sexo en Galicia: Comer, beber, follar....

¡Se nos va!

En los vestuarios.

Lo imposible

Celebrando la victoria

La procesión va por dentro.

El guardaespaldas

El buen gourmet

Mariano en el país de las maravillas.

Tu entrenador quiere romperte el culo(E)

Retozando Entre Machos.

Culos hambrientos para pollas duras

La excursión campestre

¡No es lo que parece!

Mi primera vez (E)

Vida de este chico.

Follando con mi amigo casado y el del ADSL? (R)

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón

Trío en la sauna.

Nunca fuimos ángeles

Desvirgado por sus primos gemelos (E)

Como la comida rápida

La misión

Follando con mi amigo casado

La churra del Genaro

Uno de los nuestros

Sexo en Galicia: Tarde de sauna (R)

2 pollas para mi culo

El cazador.

Los albañiles.

Jugando a los médicos.

Algo para recordar

Mis dos primeras veces con Ramón (E)

A propósito de Enrique.

Guia de lectura y alguna que otra cosita más.

Culos hambrientos para pollas duras

Celebrando la derrota

En los vestuarios (E)

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (Epilogo)

No quiero extrañar nada.

Punta Candor siempre llama dos veces.

4,3,2,1....

2 pollas para mi culo

Adivina quién, se ha vuelto a quedar sin ADSL

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón (R)

El MUNDO se EQUIVOCA

Historias de un follador enamoradizo.

Living la vida loca

Sexo en galicia con dos heteros (R)

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Comer, beber... charlar.

Los albañiles.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Regreso al pasado

Follando con mi amigo casado (R)

“.... y unos osos montañeses)”

El padrino

... Bubú.....

El blues del autobús (Versión 2.0)

El parque de Yellowstone (Yogui,....)

After siesta

Sexo, viagra y ... (2ª parte) y última

Before siesta

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (1ª parte)

El bosque de Sherwood

El buen gourmet

Como la comida rápida

Pequeños descuidos

¨La lista de Schindler¨

El blues del autobús

Celebrando el partido