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Bukkake en la zona de descanso

en Gays

15 de agosto del 2010

Tercer día en las tierras gallegas y las emociones están siendo un no parar. He tenido más relaciones sexuales durante las  cuarenta y ocho horas de mi estancia en Vigo que en el último mes, si me apuran más que en todo el año.

Quien también está demostrando estar más desbocado que un potro salvaje es mi amigo JJ. La  última tarde en la Ciudad Olívica se pasó tres pueblos en su búsqueda del placer supremo, tanto que terminó siendo un completo desastre. Textualmente, lo salvé de que dos perversos holandeses  le  rompieran el culo. Ello propició que por la noche se emborrachara y me contara lo que él llamaba “el acontecimiento terrible”. Me narró con pelos y señales los pormenores de su adolescencia en aquel horrible internado de Madrid y  se derrumbó.  Ambos no pudimos evitar sucumbir ante un momento de debilidad  como aquel y terminamos haciendo el amor. Sí, el amor. Hacía tiempo que al practicar el sexo con alguien no me sentía tan bien y tan unido a él.

Durante unas horas he vivido el espejismo de creerme enamorado de él, y digo espejismo porque mi compañero de viaje  se ha encargado de mostrarme la cruda y dura realidad, dejando claro que entre nosotros ni puede, ni podrá haber nada nunca en el plano amoroso. Amigos, y de los mejores, pero únicamente eso.

Hemos parado a desayunar en un bar de una zona de descanso en la autopista, donde nos hemos encontrado con  ocho estupendos ejemplares de camioneros en su hora de asueto. El muy atolondrado cabrón, como si no hubiera tenido suficiente con el percance en la sauna con los holandeses, se ha puesto a tontear con uno de los conductores. Me iban a dar las siete cosas cuando lo he visto salir del cuarto de baño con el tío cogiéndole por el cuello del polo, poniéndolo de maricona  y diciendo que lo había pillado mirándole la churra.

Ha sido escuchar vociferar a Alain, pues así es como se llama el camionero,  y tanto  el público, como el personal del bar se han aproximado para saber que ocurría. Al informarse sobre lo sucedido, como una masa informe y sin cerebro, todos se han puesto a proferir improperios  en contra de mi amigo, quien ha sabido guardar la compostura lo mejor que ha podido y ha ocultado hábilmente lo  cagado de miedo que estaba por las posibles  consecuencias de los acontecimientos.

Sin embargo, lo que parecía que iba a terminar con una buena señora paliza homofóbica ha terminado con JJ  plegándose a los deseos del vasco, quien le ha pedido que le haga una mamada.  Con total desfachatez, mi compañero de viaje se ha metido su polla en la boca y, bajo la atenta  mirada  de los diez individuos que minutos antes lo estaban poniendo de maricona, se la ha terminado tragando por completo. Individuos  que al ver el buen trabajito que ha realizado a Alain, se han puesto cachondos y han empezado a tocarse de un modo obsceno el rabo por encima del pantalón.   

Una vez el atractivo maduro se ha corrido, mi colega ha vuelto a hacer gala de su insensatez y con una sonrisa en los labios ha preguntado a la peña:

—¿Quién es el siguiente?

Su imagen, hincado de rodillas en el suelo, en el centro de tanta testosterona masculina y con el rostro maquillado de semen, roza lo patético. Los hombres se interrogan los unos a los otros con la mirada. Tengo la sensación de que ninguno tiene el valor suficiente para romper el hielo.  Puede que, como buenos heterosexuales que parecen ser, se intenten auto convencer con la  manida frase de “una boca es una boca”,  no obstante, por sus ademanes me aventuro a sospechar que reconocer ese pensamiento en público les entraña todavía cierta dificultad.

El primero en tomar la iniciativa (o en echarse a la poca vergüenza, que para el caso viene a ser lo mismo) es Nikolás, uno de los camioneros vascos. Un individuo moreno, de piel oscura,  a quien los años han deteriorado su rostro más de la cuenta, aunque sigue mostrando una buena forma física y por su complexión  aparenta cuarenta  y largos años, sus cansados y hundidos ojos lo hacen parecer  alguien mayor. Es  ancho de espaldas,  tiene unos brazos enormes, fruto del trabajo diario y  una tripa igual de prominente que su brillante frente.

El tipo con  un gesto burdo se mete mano al paquete, tras sobárselo  descaradamente durante unos segundos,  se coloca delante de mi amigo y se saca un oscuro rabo que ya está a media asta. Sin decir palabra alguna, le da  con él en los morros a JJ. Si se siente molesto por el trato tan brusco de aquel tío, mi compañero de viaje no lo hace ver e invita al  regordete cipote a pasar entre sus labios.

Observo su talante, por la cara que pone y por los pequeños mohines que hace, la verga del vasco no debe saber muy bien. Veo como se la saca de la boca y la olisquea, encoge la nariz con desagrado y con cierta resignación sigue mamándola, por lo que tiendo a pensar que no debe estar sucia, sino que simplemente huele a sudor. Subo la mirada hasta el rostro del calvete, tiene los ojos cerrados y se muerde el labio de abajo levemente, por lo que  es fácil suponer que se lo está pasando  de requeteputísima madre. A pesar de ese rostro suyo que denota estar de vuelta de todo, las sensaciones que  la boca de Jota le está proporcionando parecen ser  completamente desconocidas para él, pues arquea las cejas y mueve  repetidamente la cabeza en señal de perplejidad.

Desvío la mirada hacia el resto de los individuos que se amontonan alrededor del improvisado espectáculo y compruebo que no pierden detalle de la soberbia mamada. Todos ellos me parecen bastante atractivos, no sé si por lo corpulentos y altos que son la mayoría, por el aroma a macho “cinco estrellas” que irradian o por lo tentativos que resultan sus redondos y marcaditos  culos bajo los pegados pantalones de trabajo…. No hay una razón, sino muchas,  para  que devorarlos con la mirada sea de lo más suculento.

El único que no  hace amago de unirse a la fiesta es Alain. Se encuentra como apagado, como si le hubieran pulsado el botón “off” de la lujuria. Ha cogido una silla del salón del bar, la ha colocado justamente en frente del grupo de hombres, se ha recostado levemente sobre ella  y se ha puesto a  contemplar la exposición de sexo oral  con cierto desdén, como si fuera una especie de rey medieval observando como sus súbditos compiten en un torneo.

Mi colega parece que se excita siendo observado por ojos extraños y, en lugar de cohibirse ante el “distinguido” público que lo acosa con sus miradas, pone más esmero en chupar aquel erecto falo, que a cada segundo que pasa está más brillante y más tieso.

En vez de pretender  conseguir el orgasmo del cuarentón como hiciera  antes con su compañero,  él se limita a retardar su placer, deteniéndose en seco en el momento que considera que, de seguir así,  el fornido cuarentón se va a terminar corriendo irremediablemente. Se separa de Nikolás, dándole a entender que de momento su turno ha concluido,  adopta una pose mitad suplicante, mitad arrogante, coloca las manos en alto y con las palmas mirando hacia arriba, para concluir diciendo con total descaro:

—¿Quién sigue?

En esta ocasión es un dúo el que toma la iniciativa: Adam y Dominik. Los dos polacos se agarran el paquete para dejar patente su hombría  y dan un paso hacia adelante  casi al mismo tiempo. En un gesto de respeto hacia el otro, ambos hacen ademan de cederse el sitio. Jota, a quien parece que los efectos del sexo lo embriagan hasta el punto de hacerle perder el poco decoro  que aún le queda, sonríe picaronamente  por debajo del labio y los invita con un gesto a que se acerquen: 

—¡No “problem”! ¡Venid los dos, no va a ser la primera vez que saboree dos nabos al mismo tiempo!

No sé si los dos rubiales entienden la  desvergonzada sugerencia. Lo que sé es que ambos avanzan hasta  mi amigo, descorren la cremallera de su bragueta, se bajan los pantalones  hasta el muslo   y sacan orgullosamente sus miembros viriles fuera. Ambos falos son de un tamaño bastante considerable, tan parecidos que  me parecen iguales, seguramente sea debido a la piel tan blanca del tronco y por la clara pigmentación del capullo. Un escaso vello púbico rubio y claro hace perceptibles unos  gordos testículos de piel rosácea, colgando como si quisieran desafiar la ley de la gravedad.  

Juan José  arrastra las rodillas por el suelo, levanta la mirada, se muerde la lengua impúdicamente, agarra las dos pollas y empieza a masturbarlas  casi de manera sincronizada. En el momento que lo considera oportuno, se traga una de ellas y sigue tocando la zambomba con la otra.

Los dos sementales rubios  enredados en la lascivia del momento se miran con cierta ternura, están tan cerca el uno del otro que me atrevo a presagiar un momento beso. No obstante, aunque puede que el deseo de unir los labios el uno con el otro bulla en su interior, sospecho que son demasiado grandes las barreras mentales y los perjuicios que deben superar, por lo que  simplemente se echan el brazo por los hombros y se sonríen  tan bobaliconamente como dos adolescentes en una noche de borrachera.

El retrato viviente de aquellos dos treintañeros, tan masculinos, tan altos, con una piel tan clara y con un inapreciable  vello corporal despierta en mí un leve deseo. Deseo que es apagado por el pánico y la confusión del momento. No sé dónde va a terminar todo esto y  como la niña  gafe de “Annie” no me paro de repetir: “¡Esto va a acabar mal! ¡Esto va a acabar mal!”

Vuelvo a dirigir mi atención al resto de machos trabajadores, Nikolás se ha apartado levemente del grupo, a pesar de su desnudez no muestra estar avergonzado en lo más mínimo. Los demás, cada vez más excitados por el devenir de los acontecimientos, se refriegan la mano ante una cada vez más abultada entrepierna. Clavo mi mirada en Bernard, el tercer camionero de la Europa del este, y el tío no solo es guapo y tiene un cuerpo espectacular, sino que, por la prominencia que se le marca en el pantalón, me parece que está impresionantemente  dotado. Aunque sigo apartado y parezco invisible para todos  ellos, es simplemente imaginar desnudo al macho polaco y siento como mi pene se mueve en el interior de mi ropa interior.

De buenas a primeras Nikolás, se coloca junto a Adam y Dominik. Mi colega en vez de hacerle ascos al cuarentón, alarga la mano que tiene libre hacia su cipote que, en contraste con las blancas vergas de los treintañeros, aun se ve más moreno. Jota está demostrando ser un  todo catálogo de poca vergüenza y tener más peligro que un repartidor del “Telepizza” en un ceda al paso.

Poco a poco, el resto de los individuos se van poniendo al lado de los tres machotes de forma ordenada, como si fuera una especie de cola para comprar algo. Junto al camionero madurito se sitúa su compañero, Iñaki, quien sin pudor de ningún tipo se saca un nabo regordete, cabezón y, aparentemente,  duro como una roca. A continuación se coloca Borja, el pijo trajeado, no se saca el pene, pero empieza a acariciarlo por encima del traje, marcando bajo la tela una especie de barra de lo más sugerente.

El siguiente lugar lo ocupan el camarero y el cocinero: Pepiño y Antoñino. Ambos aparentan estar muy nerviosos, no sé si por la inexperiencia que da la juventud o porque no dejan de pensar en la multitud de  normas que están infringiendo practicando sexo en el trabajo. Sin embargo, a pesar de los miedos y las pajas mentales que se deben estar haciendo,  la prominencia que se marca bajo su estrecho pantalón negro delata que están tan cachondo como los demás.

A su lado, se posiciona Bernard, quien no para de morderse el labio morbosamente al contemplar como JJ envuelve con sus labios la verga de sus dos compañeros de trabajo. Los últimos en ponerse en fila son Albert y Pedro, ambos evidencian una  fuerte erección, pero ni por esas se han sacado el pájaro fuera, ni siquiera se lo tocan. No sé porque, pero tengo la sensación de que estos van de guapos, que les gusta  hacerse de rogar  y que  se han emplazado  los últimos adrede, como si se consideraran la guinda del pastel. La verdad es que los muchachos están que crujen de bueno,  ¡para hacerle todos los favores que ellos te pidan y unos cuantos más!

El único que no se ha unido a la fila india ha sido Alain. Sigue todavía recostado sobre la silla, mirando lo que sucede a escasos  metros de él  como si no le afectara. Sigue con la churra fuera y  se la toca de vez en cuando. Por lo que puedo observar, no hay ninguna señal de vigor en ella y su pajarito, más que aburrido, se  me antoja derrotado por la anterior batalla.

Sin dejar de alternar los favores de sus labios entre las dos pálidas y rígidas pollas, Juan José levanta la mirada y contempla la extensa hilera de hombres cachondos que se ha formado a su izquierda. Como si ya se hubiera cansado de saborear los ricos nabos polacos, abandona a Dominik y a Adam, se desliza un poco a su derecha y se vuelve a tragar la palanca de cambio del vasco. Por el prolongado bufido que lanza Nikolás, le ha debido gustar mucho el reencuentro de su masculinidad con la caliente boca.

Impetuosamente lleva una de sus manos al cipote de Iñaki, que parece cada vez más tieso. El maduro conductor al sentir los dedos atrapar su verga, mira descarado a Jota y le guiña un ojo. Como si aquel leve gesto lo hubiera seducido, deja de mamar el oscuro tarugo del calvete y se mete el carajo cabezón del tercer madurito  en la boca.

Observo detenidamente al camionero que le está chupando el nabo. Aunque es de los tres  vascos el menos atractivo a simple vista, tiene un “no sé qué” que me llama la atención. Quizás sea por esas arrugas que nacen en el contorno de sus ojos y se enredan como lágrimas de erosión a lo largo  de sus pómulos. Quizás sea ese mentón rasgado que te recuerda que en un momento de su vida tuvo que ser un hombre bastante guapo. No tiene físicamente nada destacable, tanto positivamente, como negativamente. Sin embargo, irradia un magnetismo animal que me dice que echar un polvo con él puede ser el no va más.

Vuelvo a mirar a JJ; me atrevería a suponer que es de mi misma opinión,  pues se mete y se saca la cabeza de flecha que es su glande en la boca de un modo casi compulsivo. El cuarentón coge  la cabeza de mi amigo entre sus enormes manos y empuja rudamente su nuca, con la única  intención de que se trague su masculinidad al completo. Por los bufidos que emite, intuyo que ha conseguido que le haga una garganta profunda en toda regla.

Sin dejar de engullir el erecto órgano sexual, mi amigo alarga su mano izquierda hacia el pijo trajeado. El tío no para de marcar sensualmente con los dedos  su  erecto pene bajo la tela negra con rayas grises del pantalón, al sentir como unos dedos extraños le tocan la entrepierna, deja de recorrer la rígida barra y permite a  mi compañero de viaje que continúe con el morboso toqueteo.   

El treintañero es la noche y el día del hombre que está a su lado. Si el camionero atrae por ser un macho descuidado y rudo, Borja lo hace por todo lo contrario. Su cabello es castaño tirando a rubio, unos ojos verdes brillan en su cara como si fueran un semáforo que te invita a seguir mirando, unos labios carnosos para comerlos (y que te coman), una nariz aguileña que no hace sino embellecer el conjunto de sus rasgos. Embutido en un traje veraniego de diseño, el tío parece salido de un anuncio de ropa, lo que lo hace más sexy y más apetecible aún.

Desde donde estoy puedo ver, cada vez que JJ pasa los dedos sobre el negro tejido,  el enorme bulto que se marca en la bragueta del guapo y elegante comercial. Se desembaraza como puede de las fuertes manos que oprimen su nuca  y prosigue con su lineal viaje por la ruta de la rica polla. Sustituye sus dedos por sus labios y guarrea un poco con su boca con  el enorme cilindro que se señala bajo la tela. Un reguero de babas empapa el trozo de pantalón que cubre la caliente tranca. Por la cara que pone el elegante individuo, aquel morboso gesto está lejos de disgustarle, pues sin dejar de suspirar emite unas cuantas palabras ininteligibles.

El modo en que Juan José controla la situación durante unos intensos segundos, hace que  no solo la calentura del trajeado individuo vaya en aumento, sino que consigue que se acreciente la temperatura entre todos los que contemplan el morreo que le mete al impresionante  paquete  y  se pongan aún más cachondo de lo que ya estaban. Tengo la sensación que lo observan con la misma expectación que a una competición deportiva, y de no ser por lo surrealista de la situación, alguno que otro lo vitorearía para que le pusiera mayor esmero.

Una vez lo considera oportuno, abandona el jugueteo, descorre la hebilla del cinturón plateado, baja la cremallera y, tras observar unos segundos el tremendo bulto que se marca bajo el bóxer, deja al  firme cipote salir  de su cárcel de algodón.  

Al descubierto queda  una morada cabeza  que reina sobre un amasijo de venas que, recordando  su forma  a las raíces de una planta, recorren por completo el ancho tronco de una verga que se me antoja de lo más apetecible. Llego a la conclusión de que el tío no solo está como un queso, sino que, si saber usar aquella enorme prueba de masculinidad como Dios manda, puede ser un excelente compañero para los juegos sexuales. ¡Chupar ese capullo violáceo tiene que ser la hostia!

Mi compañero de viaje parece leer mis pensamientos y,  por primera vez en todo el rato, dirige su mirada hacia mí. Me guiña un ojo con picardía e  introduce la enhiesta polla en el interior de su boca. Su longitud y su grosor no impiden que sus labios devoren aquel mástil de carne desde la punta hasta la base. Supongo que se la debe estar chupando divinamente, pues Borja rompe el runrún  reinante en la sala diciendo:

—¡Qué bien la comes, so puta!

Escuchar aquella especie de insulto degradante parece que no le hace ni chispa de gracia a Juan José, pues se saca el impresionante sable de la boca, se queda mirando al guaperas y está a punto de decirle algo. Seguramente porque no quiere estropear un momento sexual que se me antoja irrepetible, se calla. Sin embargo, interrumpe la desorbitante mamada que le estaba metiendo y avanza hacia su izquierda en busca de otra polla cuyo dueño sea un poco menos borde.

Pepiño no puede esconder su nerviosismo al ver a Jota prostrado ante él. Su excitación, dada la protuberancia que se marca en su bragueta, es más que evidente, pero me temo que, a sus veinte años, la inexperiencia juega en su contra. Aunque se le ve deseoso de recibir una mamada como la que ha visto dar al individuo del traje, la cobardía y la timidez le impiden pedírselo. Mi amigo se da cuenta de ello, sospecho que su ingenuo retraimiento le parece de lo más suculento y decide jugar un poco con él, como una araña con la mosca que cae en su red.

Vuelve a repetir el ritual de comerse la polla por encima del pantalón. El muchacho se queda como petrificado, incapaz de hacer y decir nada ante la prueba de placer que está recibiendo. JJ prolonga el jueguecito durante unos breves e intensos segundos, para después sacar la churra de su encierro y regalarle una soberbia mamada.

El rabo del muchacho está ligeramente torcido hacia arriba, lo que aporta a su tremenda erección un aspecto de lo más singular. A pesar de estar circuncidado,  su capullo no es demasiado grande y  apenas guarda simetría con el gordo tronco, el cual está regado por pequeñas venitas azuladas que le dan un aspecto tan recio, como deseable. 

No han transcurrido ni unos quince segundos y la cara del muchacho evidencia que está llegando a la cúspide del placer. Sorprendentemente los labios de mi amigo no se separan de su pene, por lo que sospecho  se ha tragado todas y cada una de las gotas de esperma que han brotado de la punta de aquel joven balano.

Antoñino, se queda absorto al ver  como su compañero de trabajo mueve compulsivamente hacia los lados la cabeza, al tiempo que deja ver en su rostro una variedad de expresiones que van desde el inmenso placer a unas pequeñas muestras de dolor al terminar de expulsar el último chorreón de semen. Intuyo que a pesar de las muchas confidencias que  ambos hayan podido compartir durante sus jornadas laborales, el chaval no está preparado para  ser partícipe  de un instante tan íntimo, por lo que no puede evitar que una  mueca mitad pavor, mitad rubor asome en él.

Juan José levanta la cabeza, al tiempo que se relame  con la puntita de la lengua los restos de esperma que resbalan por la comisura de sus labios. Sus ojos chocan con los del turbado cocinero que, por la forma de reaccionar, me hace  pensar que por primera vez se está planteando el marcharse. Deslizo mi mirada a su entrepierna y  compruebo que sigue igual de abultada que unos segundos antes, por lo que deduzco que la calentura no se le ha bajado. En el instante en el que la mano del hombre que está agachado ante él toca la dura prominencia, su expresión pasa a ser de satisfacción y, a los pocos segundos, termina  mordiéndose  el labio inferior contundentemente.

Imagino que mi amigo sigue teniendo el sabor de la leche de Pepiño en el paladar.  Eso no impide que saque la polla del confundido  jovenzuelo de su encierro y se la comienza a meter en la boca, sin pedirle opinión siquiera.

El pene del cocinero es corto y ancho; sus huevos gordos y peludos. Jota juguetea con la enorme bolsa testicular, al tiempo que se traga el pequeño falo hasta la base.  El muchacho arquea las cejas en señal de sorpresa, aprieta  los dientes  y no puede evitar resoplar prolongadamente. Por la forma de responder su cuerpo, tengo el presentimiento que al chaval es la primera vez que le chupan el nabo, por lo menos con tanta maestría.

El veinteañero, pese a que evidencia un poco de sobrepeso, es bastante guapote. Luce un corte de pelo a lo militar con unas largas patilla. Unos  hermosos ojos negros y unos labios carnosos son sus  rasgos faciales más característicos. Es alto y bastante ancho de espaldas, sin embargo, puede ser que sea debido a su juventud o a su actitud un poco remilgada, es de los once hombres el que menos viril me parece de todos.

Al poco, mi colega abandona su polla y prosigue con su ruta gastronómica del paloduz.

El siguiente en poner su cipote al servicio de sus labios es Bernard, el camionero polaco que está como quiere. A ojo de buen cubero, su altura estará en el metro ochenta y cinco. Un físico simétrico que  a simple vista no tiene ni una gota de grasa,  en donde cada musculo parece estar colocado perfectamente y con el tamaño adecuado.  Sus cabellos son de un tono cobrizo, sus ojos son de un gris claro y la piel de su rostro está como enrojecida por el efecto de los rayos del sol. Si todo esto fuera poco, tiene una simpatía en la cara que te seduce y hace que no puedas apartar los ojos de él.

Si algo tengo claro al mirar aquel ejemplar de macho es que la naturaleza es muy injusta: “unos tanto y otros tan poco”. Pensamiento que se hace más firme cuando una de las manos de JJ extrae de debajo de sus slips su enorme vara de carne. Es el miembro viril más hermoso que he visto en mucho tiempo. De piel clara y con un brillante glande rosáceo que parece estar gritándote: “¡Cómeme!”. De ser unas circunstancias menos dantescas, incluso me plantearía tener un polvo con él, pero el pánico aprieta tan fuerte mi pecho  que llego a pensar que la erección que tengo se debe más a un impulso irreflexivo que a la excitación del momento.

Todo el nerviosismo que recorre mi cuerpo, en mi compañero de viaje  se transforma en tranquilidad y en saber disfrutar del momento. Ha sacado el gordo y largo pollón de Bernard, lo ha masturbado levemente y ahora se lo traga. Primero  se dedica a succionar su enorme glande, me recuerda un champiñón,   y   a continuación   acaricia sus rojizos huevos que, por el tamaño de su bolsa, deben ser de un tamaño respetable. Sintiéndose observado por mis lascivos ojos, vuelve la cabeza hacia mí, se muerde la lengua con la punta de los dientes y engulle el sugerente trozo de carne hasta el final, sin dejar de mirarme picaronamente por el rabillo del ojo.

Ver como aquellos labios, como si fueran una ventosa, succionan el pálido cipote del polaco, da como resultado que  la leve erección que tenía hasta el momento, se transforme en algo casi doloroso. Estado que se hace todavía más  insoportable al ver como la  lengua de Jota se dedica a lamer los cojones, dejando completamente visible el impresionante y brillante mástil. Paseo la mirada por él y tengo la impresión de que no he contemplado nunca un pene tan perfecto.  Más estrecho por la parte superior que por la inferior, con una hinchada vena que lo cruza desde la bolsa testicular hasta el glande y una erección de las más potentes que he visto en mucho tiempo. Mentiría si dijera que no me gustaría ser yo quien se la tragara, pero nací siendo un cobarde y así creo que me moriré.

No obstante, por más que le guste mamar el nabo de Bernard. El vicioso de mi colega sabe que tiene que seguir con su especie de ronda y, tras dar un sonoro beso en el sonrosado glande, arrastra sus pies hacia el siguiente camionero: Albert.

El  niñato catalán está bueno con  avaricia. Tiene sonrisa de niño bueno y cara de  no haber roto un plato en su vida. No obstante,  el fuego de sus ojos color miel te anticipan el diablo que se esconde detrás de su mirada. En el momento en que siente unos dedos sobre su bragueta, cruza los brazos sobre su pecho de modo casi ceremonioso  y deja que  una sonrisa maliciosa asome en su rostro. Esa  aparente inapetencia que demuestra por lo que le están haciendo, lo hace más deseable si cabe.  

Una vez desabotona la bragueta del pantalón, JJ mete los dedos debajo de su prenda interior. Por la cara que pone, puedo deducir que el tacto de su herramienta sexual es de lo más agradable. Una vez baja el trozo  de tela que impide que sus labios se puedan unir con el miembro viril del catalán, comienza a lamer el suculento capullo de forma casi compulsiva.

De buenas a primera un murmullo de disconformidad comienza a surgir desde la otra punta de la fila. La curiosidad me hace girar ligeramente  la cabeza en esa dirección y veo que el artífice de todo aquello es Nikolás. Quien parece estar hasta los cojones de aguardar turno. Alain que sigue en su butaca “VIP”, le hace un gesto con la mano para que se salte  la cola y  se acerque hacia donde está Albert.

El cuarentón se sube el pantalón levemente y recorre la pequeña distancia en varias zancadas.  Una vez se encuentra junto a JJ, acerca su regordeta  y oscura verga a su rostro, incitándosela a que se la chupe. Mi colega no se hace de rogar e intercala los lametones entre ambos miembros viriles. La presencia del calvete, lejos de incomodar al catalán, parece  darle morbo pues de nuevo su labio muestra una sonrisa picarona. Me da la sensación de que las “coaliciones” y demás guarrindongadas, le ponen cantidad.

Pedro, quien hasta ese momento había permanecido impávido ante la bacanal sexual, se saca su miembro fuera y lo acerca a la boca de mi amigo. Como yo me temía el moreno de los ojos verdes, no solo está para comérselo de arriba abajo por lo lindo que es, sino que su  hermosa polla tiene un capullo rojizo ante el que hay que santiguarse. De no ser por esa perenne sonrisa en su rostro, sería el hombre perfecto, pero esa insistencia en querer agradar a todos, todo el tiempo, me parece muy forzada y falsa.

En el mismo instante que el mástil del madrileño recibe su  húmedo y caliente premio, los siete tipos restantes que permanecían aguardando su turno, rompen el orden establecido  y se comienzan a aproximar  como chacales que  buscan su presa.

Si hasta el momento había mantenido bajo control el miedo que pugna en mi interior, es constatar como todo se descontrola y mis manos hacen el gesto inútil de aferrarse a la pared que tengo tras de mí, como si esta fuera una especie de salvavidas.

Sin embargo, no todo está perdido, pues Alain, al ver el caos que se ha montado en un instante,  se levanta de la silla. En unos segundos demuestra sus actitudes de líder y organiza un poco aquello. Se acerca a los “embravecidos” machos que pugnan por ser el primero en que la mamen el nabo, hace una serie de aspavientos con las manos y les dice con cierta voz de mando:

—¡No seáis sinsorgos! El tío este si lo atosigamos no va a poder mamarnos el cipote en condiciones. Así que lo mejor será como en los guisos del campo: Cucharón y  un paso atrás.

En un principio no comprendo muy bien que quiere decir con “cucharon y un paso atrás”, pero es ver como se colocan en fila india  los diez hombres ante JJ y entiendo perfectamente a que se refiere: Mi amigo va a tener que chupársela a los diez hasta que se corran. Curiosamente Pepiño que ya ha eyaculado en su boca, sigue esperando  su turno, por lo que entiendo que o le ha gustado mucho o no ha tenido bastante. ¡Esta juventud!

El primero en arremeter contra la boca de mi compañero de viaje es Nikolás, quien va súper caliente y no se puede esperar. Atrapa la cabeza de Jota entre sus rudas y peludas manos, le mete de golpe la polla y empieza a mover sus caderas como si estuviera realizando el acto sexual.

No transcurre mucho tiempo hasta que en el rostro del vasco se deja ver una muestra clara de que está alcanzando el culmen sexual. De seguir así creo que mi amigo se va a tragar la segunda lechada de la mañana, pues el tipo sigue apretando su nuca contra su pelvis. De buenas a primera, agarra con fuerza su cabeza y como si hubiera alcanzado una hipotética meta  grita:

—¡Me coooorrooo!

Tras recuperarse un poco  de la salvaje eyaculación, se retira y deja su lugar a Adam, uno de los treintañeros rubios, quien comienza a masturbarse compulsivamente con la única intención de ponerse el nabo aún más duro y, sospecho, así disfrutar más.

De la comisura de los labios de JJ brotan unas gotas de blanco líquido y tiene los ojos desorbitados como resultado de las ultimas sensaciones vividas, pero no parece tentado de abandonar e intuyo que está  más que dispuesto a tragarse todo el semen que brote de las nueve vergas restantes.

El camionero polaco se masturba ante él y  le introduce la churra en la boca sin contemplaciones. Por la pequeña arcada que da, creo suponer que le ha llegado hasta la campanilla. Con la misma brusquedad que se la ha metido, la saca chorreante de babas. Tras mostrarla con cierto fanfarroneo, vuelve a hundirla en su boca hasta que su pelvis hace de tope.  La mantiene un momento dentro y la  saca, para volverla a meter a los pocos segundos.

Cuando se cansa de repetir una y otra vez el compulsivo ritual. Tira de los pelos de mi colega para que habrá bien los morros, prosigue masturbándose ante su cara y, cuando presiente que se va a correr, echa toda la leche sobre su insaciable boca.  

El primer chorro de esperma sale con tanta fuerza que va a parar  en una buena parte a los labios de mi compañero  y salpica un poco  su cara. Los siguientes “trallazos” caen sobre su lengua, que se asoma suplicante ante el blanco maná.  No contento con esto, el polaco, para que termine de limpiar los restos de semen,   le vuelve a empotrar su chorreante  mástil entre los labios.

El siguiente en tomar la iniciativa es Iñaki. El camionero no le asquea los restos de leche que aún quedan en el rostro de mi colega y clava sus dedos en sus pómulos, obligándole a abrir la boca al máximo para introducir  su cipote cabezón en él. Ante tal muestra de violencia estoy tentado de salir en su ayuda, no obstante, cuando veo con la animosidad que se traga la negra vara del vasco, concluyo que no lo está pasando mal (sino todo lo contrario).

Unas cuantas sacudidas más tarde y la cara del cuarentón revela que está alcanzando el orgasmo. En esta ocasión, es Juan José quien no aparta la boca y hace por tragarse  el blanco geiser. Como si fuera incapaz de soportar el placer que le proporciona la caliente boca, Iñaki tira de los pelos de la nuca de mi compañero y lo aparta de su nabo. De la cabeza del erecto falo, como si fuera un volcán en erupción,  prosigue manando pequeños chorros de esperma.

El lugar del vasco es ocupado por Dominik, el segundo de los polacos. Al igual que su paisano, se pajea  durante unos segundos.  Una vez considera que tiene la polla a punto de caramelo, coloca su pelvis delante de los morros de Jota y, con la misma falta de  sutileza que los anteriores, empuja sin pudor.

Por muchas tragaderas que él tenga, engullir el enorme martillo sexual le ha tenido que costar.  Lo miro en busca de alguna señal de debilidad y no encuentro ninguna. Me barrunto que él, a pesar de los tintes agresivos que están tomando el sexo, sigue disfrutando de lo lindo.

De nuevo la telepatía parece funcionar entre nosotros, y si hasta ahora se había dejado hacer, mi colega cambia su actitud sumisa por otra más activa, tomando  el control de la situación. Lo primero que hace es apretar los huevos del rubio camionero, quien emite un leve quejido de dolor, para a continuación, empujando desde la base, devorar por completo el gordo y largo carajo.

Es impresionante la velocidad con la que aquel pálido mortero  entra y sale de su cavidad bucal. En el instante que la trepidante mamada parece alcanzar su punto álgido, Jota expulsa la enorme salchicha, saca de forma descarada la lengua  y la coloca junto al brillante glande. De la punta de aquella barra rosada, con la misma fuerza que el champán de una botella recién descorchada, sale un  abundante chorro de semen que es ingerido en su mayor parte por la voraz boca.

No ha terminado de tragarse la copiosa corrida, cuando un nuevo mástil hinchado de sangre reclama su atención. Con la cara y los morros pringados de semen, levanta la mirada para ver a quien pertenece el erecto miembro, comprueba que es Pedro y no puede evitar sonreír desvergonzadamente.  

El tronco del órgano sexual del madrileño es de color ocre, con un glande  entre rojizo y violáceo.  Es tan ancho por arriba como por abajo, medirá a ojo de buen cubero unos veinte centímetros. Lo más característico de él es  el ancho musculo que recorre su reverso que le hace rezumar potencia por los cuatro costados. Quizá lo único que le falle un poco son los cojones que, para mi gusto, los tienes un poco pequeños. Por lo demás un pollón de los que quintan el sentio.

Mi compañero de viaje, a pesar del buen número de pollas que lleva mamadas, ve aquel ejemplar delante de su boca y comienza a succionarla  con las mismas ganas que si fuera la primera.

Desconozco si es por lo mucho que le gusta o porque el tío, a diferencia de los demás, todavía está limpio de polvo y de paja, el caso es que le mete un lavado de cabeza de los que hacen época. Primero le chupa el capullo como si fuera un helado, después pasea su lengua vertiginosamente por su tronco desde la copa hasta las raíces de su vello púbico, para después metérsela por completo hasta la garganta y menear  su cabeza ante su pelvis como si fuera una especie de resorte.

En el momento en que considera que está a punto de llegar al clímax, empieza a pajearlo y coloca sus labios cerca de la parte superior del pene. Unos segundos más tarde, la punta de la uretra expulsa un  tremendo “trallazo” del blanco líquido vital que es engullido por mi amigo sin contemplaciones. Como si su apetito sexual no hubiera quedado calmado, envuelve de nuevo el pene de Pedro con sus labios y absorbe cualquier resquicio de esperma que pueda quedar sobre él.

Me da la sensación de que  el camionero está disfrutando con el momento post polvo, no obstante, creo que no es  el momento y lugar para estas cosas, por lo que Albert le pide que se aparte con cierta urgencia.

Sin tiempo para saborear la esencia vital del madrileño, JJ coge el nabo del niñato catalán con una mano, las pelotas  con la otra  y se lo traga hasta la base. Al igual que hiciera con el polaco, busca que se corra cuanto antes mejor. El arrogante camionero se da cuenta de ello y saca abruptamente su herramienta sexual de entre los labios de mi amigo.   Se agacha levemente, dejando su cara frente a la de mi colega, lo coge por la barbilla y le dice:

—¡Déjate de rollos y no tengas prisas! ¡Me  la vas a mamar con la misma tranquilidad con la que se las ha mamado a  mi compi! ¿OK?

En la cara de Juan José se dibuja una pequeña mueca de fastidio, pero asiente sumisamente a la petición del engreído niñato, seguramente porque está tan cagado de miedo como yo.

La mamada se reanuda a un ritmo más pausado y aunque su glotona lengua recorre cada pliegue del tremendo tranco del catalán con parsimonia, con la tremenda calentura que  este lleva encima, se termina corriendo más pronto que tarde. Tengo la impresión de que la chulería del engreído niñato  le ha ocasionado cierto rechazo por parte de JJ, quizás por ello no deja que eyacule  en su boca y  le pone uno de sus cachetes para que derrame su semen sobre él.

En el mismo momento que Bernard, el tercer de los polacos se dispone a dar el biberón a mi compañero de viajes. Alain, quien había permanecido impasible hasta el momento, se levanta de su asiento y camina hacia donde se está desarrollando la pequeña bacanal con cierta soberbia. Por lo que puedo apreciar, la virilidad ha vuelto a acampar en su entrepierna. Al llegar  llega junto al grupo de hombres se agacha al lado de JJ, quien ante su intromisión interrumpe lo que  está haciendo, el vasco sin remilgos de ningún tipo soba los glúteos de mi colega. Por la cara de satisfacción que pone le debe estar gustando mucho lo que está tocando. Haciendo alarde de su chulería característica se levanta y dice:

—¡Pero mira que sois torrototos! El maricón tiene un culo de apretao  que ya quisieran algunas putas y a vosotros os ha dado por darle el bibi. ¡Sois unos tontolabas! ¿A ninguno se le ha ocurrido petarle el culo?

Un silencio fulminante se hace entre el nutrido grupo de hombres. Aunque no dicen nada la proposición de Alain les parece  de lo más sugerente. El atractivo madurito, sin esperar algún tipo de repuesta, se dirige al camarero y le dice:

—¡Chiqui, tráete un par de cajas de condones de los buenos! ¡Que este culo no pase hambre!

Continuará en: Once pollas para JJ.

Acabas de leer:

Sexo en Galicia

 Episodio XXIII: Burkkake en la zona de descanso.

 (Relato que es continuación de “Ocho camioneros vascos”)

Si aún estás por aquí y te apetece decirme lo que te ha parecido el episodio de hoy (sí sé que soy un verdadero cabrón y  para alguno lo habré podido cortar en lo mejor), pues ya sabes, envíame un comentario y me das tu opinión sobre el tema.

Si desconocías la historia y quieres conocer más de ella, hace unos días publiqué una guía de lectura titulada Sexo en Galicia: Dos en la carretera”.

Si te quedas con más ganas de leer cosas mías. Tengo una guía completa publicada del resto de las series: Guía de lectura 2.015.

Y si te quedas con ganas de más, últimamente estoy escribiendo unos relatos cortos en la categoría de Microrelatos que por lo general  están gustando bastante. Los puedes encontrar pinchando en mi perfil.

Sin más, paso a dar las gracias a todo aquel que leyó y, sobre todo, comentó mi relato anterior:  “Si no pueden quererte”: A reque21: Pues lo siento chico, porque por un tiempo Ramón no aparecerá, espero que te siga gustando las historias que seguiré contando; Micky 52: No sé si conoces la historia entera, pero al personaje le ha costado tela dar el paso interiormente, sin embargo, no es capaz de darlo de cara a su familia. Me alegro mucho de que te haya gustado; a Ozzo2000: Leer un comentario de alguien que se ha leído la historia entera y que no le ha defraudado era lo que esperaba de este episodio. El epílogo te va a sorprender (espero). En cuanto a los micros, la verdad es que son muy intuitivos y explícitamente no tengo en cuenta nada sino contar algo que tengo en la cabeza, pero evidentemente cualquier consejo o petición que te hace te afecta; A KAI: Gracias hombre, la verdad es que me he llevado un montón de tiempo con la historia en mi cabeza y el último episodio ha tardado mucho en salir; a onnan: Cuando uno ve que transmite a alguien lo que he intentado que el lector sintiera a leer el relato, le produce mucha satisfacción. Hacer vivir las emociones y excitar eran mis objetivos con aquel relato y contigo lo conseguí; a THE CROW: La verdad que recibir un comentario tuyo es siempre algo que te cambia la cara, en esta partida de póker de anonimatos donde las envidias y la soberbia son los naipes con los que algunos juegan en mayor medida. Donde la incomprensión hacia la labor de los demás pasa por mostrar opiniones absolutistas y sesgadas, en vez de ser anchos de miras. Ver como  alguien (que escribe y muy bien) se preocupa por leer tus textos de vez en cuando y dejarte un comentario alentador, pues que quieres que te diga, no tiene precio. De todos modos, no sé si llegarás a leer esto pues este relato es un experimento (ya en el próximo contaré lo que he intentado hacer) y es excesivamente sexual para alguien a quien no le va la temática gay; a Aleyxen: Para mí es el mejor final, de todas maneras no te pierdas “Doce horas con Elena” creo que te va a gustar mucho y es el epílogo final de la historia (de momento, pero te digo como a The Crow: no sé si lo estarás leyendo; a Pepitoyfrancisquito: Entiendo que el final no le haya gustado a Francisquito ,como él lo sabe todo , todo,… y es tan listo seguro que sabía que Mariano se iba a ir con José Luis nada más terminara con Ramón (creo que es más previsible que el hecho de que Jon Nieves es nieto del rey Loco), pero lo que seguramente no sabía es que Ramón iba a terminar más enamorado de Mariano que Mariano de él. Y sí, se me ha ido un poco la vena cofrade con Ramón, pero hijo todo se termina pengado.. Las aventuras de Ramón tendrán que esperar un poco (antes tengo que terminar con Iván y todavía me queda). De todas maneras, espero que os guste el capítulo que estoy preparando con vuestra catequista favorita y a mmj: Me alegro que te haya gustado el final (o casi), tienes que tener en cuenta que lo dificultoso de esta historia, y para el medio que es, contar la historia desde el punto de vista de los dos personajes (Ramón y Mariano), ha podido resultar cansino, pero fue cómo surgió en mi cabeza y así ha sido como la he contado. Con un poco de suerte este año reinició la historia de Guillermo, JJ y Mariano en la playa. Me da en la nariz que el episodio de hoy (a pesar de lo poco romántico) te ha podido gustar.

En quince días más o menos, publicaré una revisión de un episodio de “Historias de un follador enamoradizo”, concretamente el titulado: “Adivina quién, se ha vuelto a quedar sin ADSL”.

Hasta entonces, disfrutad de las pequeñas cosas y de las grandes también.

Mas de machirulo

El Blues del autobús

Mr Oso encula a la travestí gótica

Hombres calientes en unos baños públicos (2 de 2)

Hombres calientes en unos baños públicos (1 de 2)

Desvirgado por sus primos gemelos

Un camión cargado de nabos

Cruising entre camiones

Mi primera doble penetración

Un ojete la mar de sensible

Un nuevo sumiso para los empotradores

Once machos con los huevos cargados de leche

Un buen atracón de pollas

Por mirar donde no debía, terminó comiendo rabo

Aquí el activo soy yo

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Una doble penetración inesperada

Amarrado, cegado y follado hasta la extenuación

Polvo rápido en el baño

La duquesa del coño insaciable (4 de 4)

La duquesa del coño insaciable (3 de 4)

La duquesa del coño insaciable (2 de 4)

La duquesa del coño insaciable (1 de 4)

¡Pero qué buenos están estos dos hermanos!

Una doble penetración inesperada

El mecánico siempre descarga sus cojones dos veces

Son cosas que pasan

Sexo grupal en el vestuario

La fiesta de las Coca-colas

Un casquete después de la siesta

Pepe se lo monta con sus primos gemelos

Serrvirr de ejemplo

Comer y follar todo es empezar

Con mi ojete preparado para un rabo XL

Al chofer del bus, le sale la leche por las orejas

Mamándole el ciruelo a mi mejor amigo

De cruising en la playa de Rota

Cinco salchichas alemanas para mi culo estrechito

Un mecánico con los huevos cargados de leche

El descomunal rabo del tío Eufrasio

Follado por su tío

Meter toda la carne en el asador

Míos, tuyos, nuestros… ¡De nadie!

Encuentros furtivos en el internado

Antonio y la extraña pareja

Fácil

Bolos, naranjas y bolas.

Vivir sin memoria

El libro de la vida sexual

Reencuentro con mi ex

Punta Candor siempre llama dos veces

Hombres Nextdoor

Mundo de monstruos

Dejándose llevar

Guía de lectura año 2017

Dejar las cosas importantes para más adelante

Una proposición más que indecente

¡No hay huevos!

Ignacito y sus dos velas de cumpleaños

El chivo

La mujer del carnicero

Iván y la extraña pareja

El regreso de Iván

Guerra Civil

Las tres Másqueperras

Toda una vida

Objetos de segunda mano

Follando con el mecánico y el policía (R) 2/2

Follando con el mecánico y el policía (R) 1/2

Ni San Judas Tadeo

La invasión Zombi

Seis grados de separación

¡Arre, arre, caballito!

La más zorra de todas las zorras

Un baño de sinceridad

Barrigas llenas, barrigas vacías

No estaba muerto, estaba de parranda

Dr. Esmeralda y Mrs. Mónica

Yo para ser feliz quiero un camión

Tiritas pa este corazón partio

Corrupto a la fuga

Un polaco, un vasco, un valenciano y un extremeño

El de la mochila rosa

La jodida trena

Tres palabras

Hagamos algo superficial y vulgar

Pensando con la punta de la polla

Quizás en cada pueblo se practique de una forma

Gente que explota

Guía de lectura año 2016

En unos días tan señalados

Desátame (o apriétame más fuerte)

De cruising en los Caños

Putita

Sé cómo desatascar bajantes estrechos

Este mundo loco

Como conocí a mi novio

No debo hablar

El secreto de Rafita

¿De quién es esta polla cascabelera?

Me gusta

Me llamo Ramón y follo un montón

Doce horas con Elena

El pollón de Ramón

Dos cerditos y muchos lobos feroces

El ciprés del Rojo

Follando por primera vez (R) 2/3

Follando por primera vez (R) 3/3

Follando por primera vez (R) 1/3

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Orgia en el WC de los grandes almacenes

Once pollas para JJ

Prefiero que pienses que soy una puta

Homofobia

Adivina quien se ha vuelto a quedar sin ADSL

¡Terrible, Terrible!

Mi primera vez con Ramón

Tu familia que te quiere

Si no pueden quererte

Mía

Infidelidad

Dos adolescentes muy calientes

Ocho camioneros vascos

Parasitos sociales

El pollón del tío Eufrasio

Violado por su tío

Talento

Somos lo que somos

Sexo en Galicia: Dos en la carretera

Tres pollas y un solo coño

De amor se puede vivir

Duelo de mamadas

¡Se nos da de puta madre!

Dos hermanos

¿Dónde está la oveja de mi hermano?

¿Por qué lloras, Pepito?

El MUNDO se EQUIVOCA

Todo lo que quiero para Navidad

Como Cristiano Ronaldo

Identidad

Fuera de carta

Los gatos no ladran

Su gran noche

Instinto básico

TE comería EL corazón

La fuerza del destino

La voz dormida.

Como la comida rápida.

Las amistades peligrosas.

El profesor de gimnasia.

Follando: Hoy, ayer y siempre (R)2/2

Follando: Hoy, ayer y siempre (R) 1/2

El ser humano es raro.

La ética de la dominación.

¡Ven, Debora-me otra vez!

La procesión va por dentro.

Porkys

Autopista al infierno.

El repasito.

José Luis, Iván, Ramón y otra gente del montón.

El sexto sentido.

Cuando el tiempo quema.

Mi mamá no me mima.

La fiesta de Blas.

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Sin miedo a nada.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

¡Qué buena suerte!

El rumor de las piedras.

Dios odia a los cobardes.

Tres palabras.

Guía de lectura segundo semestre 2.014.

Como un lobo.

Solo Dios perdona.

El padrino.

Perdiendo mi religión.

Adiós Francisquito, adiós.

Pequeños descuidos.

La sombra de una duda.

Mis problemas con JJ.

Unos condones en la guantera.

La voz dormida.

Follando con mi amigo casado.

Si pudieras leer mi mente.

Bésame, como si el mundo se acabara después.

Si yo tuviera una escoba.

Guía de lectura primer semestre dos mil catorce.

¡Cuidado con Paloma!

La lista de Schindler.

Nos sobran los motivos.

La masticación del tito Paco.

Viviendo deprisa.

El blues del autobús.

¿Y cómo es él?

¡Voy a por ti!

Celebrando la victoria.

Lo estás haciendo muy bien.

Vivir al Este del Edén.

Hay una cosa que te quiero decir.

Entre dos tierras.

Felicitación Navideña.

37 grados.

El más dulce de los tabúes.

Desvirgado por sus primos gemelos

Las pajas en el pajar

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur.

Tiritas pa este corazón partio

Valió la pena

1,4,3,2.

Sexo en Galicia: Comer, beber, follar....

¡Se nos va!

En los vestuarios.

Lo imposible

Celebrando la victoria

La procesión va por dentro.

El guardaespaldas

El buen gourmet

Mariano en el país de las maravillas.

Tu entrenador quiere romperte el culo(E)

Retozando Entre Machos.

Culos hambrientos para pollas duras

La excursión campestre

¡No es lo que parece!

Mi primera vez (E)

Vida de este chico.

Follando con mi amigo casado y el del ADSL? (R)

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón

Trío en la sauna.

Nunca fuimos ángeles

Desvirgado por sus primos gemelos (E)

Como la comida rápida

La misión

Follando con mi amigo casado

La churra del Genaro

Uno de los nuestros

Sexo en Galicia: Tarde de sauna (R)

2 pollas para mi culo

El cazador.

Los albañiles.

Jugando a los médicos.

Algo para recordar

Mis dos primeras veces con Ramón (E)

A propósito de Enrique.

Guia de lectura y alguna que otra cosita más.

Culos hambrientos para pollas duras

Celebrando la derrota

En los vestuarios (E)

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (Epilogo)

No quiero extrañar nada.

Punta Candor siempre llama dos veces.

4,3,2,1....

2 pollas para mi culo

Adivina quién, se ha vuelto a quedar sin ADSL

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón (R)

El MUNDO se EQUIVOCA

Historias de un follador enamoradizo.

Living la vida loca

Sexo en galicia con dos heteros (R)

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Comer, beber... charlar.

Los albañiles.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Regreso al pasado

Follando con mi amigo casado (R)

“.... y unos osos montañeses)”

El padrino

... Bubú.....

El blues del autobús (Versión 2.0)

El parque de Yellowstone (Yogui,....)

After siesta

Sexo, viagra y ... (2ª parte) y última

Before siesta

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (1ª parte)

El bosque de Sherwood

El buen gourmet

Como la comida rápida

Pequeños descuidos

¨La lista de Schindler¨

El blues del autobús

Celebrando el partido