14 de agosto del 2010 (aprox. Las 22:30)
Al salir de la ducha me encuentro con un JJ que da pocas muestras de que lo ocurrido esta tarde en la sauna con los dos holandeses haya sido grave. Su actitud despreocupada me impide saber si lo que veo en él es otra carcasa al uso de las suyas, o es realmente su verdadero estado de ánimo. Para salir de dudas, me armo de valor y entro en el baño, donde se está terminando de peinar.
— Sabes que tenemos que hablar ¿no? —cargo mis palabras con toda la amabilidad de la que soy capaz.
Me mira como si él fuera un niño pequeño y yo una persona mayor que se dispone a echarle la bronca. Guarda silencio durante unos breves segundos y en tono condescendiente me dice:
—Si no hay más remedio. Pero no me riñas mucho, Papa.
Lo miro y le sonrío tímidamente por debajo del labio. Momentos como este, son los que me dejan claro porque soy su amigo.
Lo dejo terminar de ponerse los pelos de manera que no parezca que va muy repeinado y al localizar mi móvil para quitarle el “modo silencio”, me encuentro una llamada perdida.
—¿Quién te ha llamado? —la discreción brilla por su ausencia, es lo que tiene la confianza: su uso continuado puede producir asco.
—Paloma —Contesto con bastante desgana.
—¿ Y qué quiere esa zorrita? —las palabras de JJ están llenas de toda la maledicencia que se puede permitir
— No lo sé… ¡Y no le llames zorrita que es mi amiga! —aunque no digo la susodicha frase de “¡No me toques los cojones!”, la entonación que le insuflo a lo que digo lo lleva implícito.
— Y la mía también, ¡no te jodes! Pero eso no quita que la “pobre” sea más promiscua que yo, ¡qué ya es decir!
Llegados a este punto, no sé si coger a mi amigo por el cuello o reírle la gracia, ante tal disyuntiva cojo por la calle de en medio y paso de él salomónicamente. Llamo a Paloma para evitar que JJ diga otro “pensamiento filosófico de los suyos” y me termine enfadando de verdad.
Tras cuatro tonos acompañados de una música que pretende ser pija y culta pero que simplemente es hortera, Paloma contesta:
—¿Qué pasa Mar? —odio que me llame así, pero con los amigos pasa eso: compras el pack completo.
—Nada, aquí estamos de vacaciones.
—¿Dónde estás en la playita con tu mami?
—¡Qué va! —mis palabras rebozan de una aparente alegría —Estoy en Galicia. Concretamente en Vigo.
—¿En Vigo? ¡Eres el peor amigo del mundo por no decirme nada! Me hubiera ido contigo que Sevilla está súper patética.
—Ha sido todo sobre la marcha… Este año pensaba, como te dije, quedarme en Sanlúcar, pero me llamo JJ y al final me convenció.
—¿JJ está contigo? —cierta molestia se dibuja en sus palabras.
—¡Sí, te manda recuerdos! —me invento esto último, con tal de limar asperezas.
—Entonces está claro por lo que no me has llamado… Vais en plan chicos gays y tal. —Pese a estar a miles de kilómetros de distancia los malintencionados dardos de sus palabras, consiguen dar en la diana.
—¡Paloma por Dios, que no va a ser la primera vez que entras en un sitio de ambiente! Si no te he dicho nada es por la rapidez con la que se ha montado todo.
—Pues te tomo la palabra y en cuanto haga unas gestiones que tengo pendiente, me acerco a donde estáis…—la rapidez y fluidez de su argumento me supera, no sé qué decir y un inapropiado mutismo se abre en la distancia — Hey ,¿que te pasa Mar…?
—Nada —farfullo tímidamente.
—Entonces, ¿a qué ese silencio?
—Es que… Me ha cogido por sorpresa…
—… Agradable supongo.
—Sí, ¡por supuesto! —mi intento por quedar bien, hace que mis palabras incluso suenen sinceras.
—Entonces, ¡no se hable más chiqui!, en cuanto me quite el marronazo que tengo encima os llamo y tiro para allá, ¿Ok?
—Por mí vale… pero no estoy solo…
—Sí, pero a JJ seguro que le da igual. ¡Entre los tres la vamos a liar “Prada”! ¡Un besito guapo!
Me despido de ella con la sensación de que me la acaban de meter doblada y sin vaselina, tengo que tener una cara de pánfilo de los grandes, pues JJ al verme colgar el teléfono me dice sin recato de ningún tipo:
—¡La muy puta se viene con nosotros!
Muevo la cabeza afirmativamente, a la vez que pongo mi mejor cara de circunstancia.
—Hijo mío, ¡si es que no tienes remedio! —la exclamación de JJ va acompañada de una leve carcajada.
—Tampoco pasa nada, ¿no?
—¡Nada de nada! Además, ¿qué son dos maricones sin una buena “mariliendres” a su lado? —la capacidad de JJ de ironizarlo todo, algunas veces me sorprende hasta a mí.
—La llamo y le digo que no se venga…
—¡Quita, quita! —mi amigo hace un gesto despectivo con la mano al mismo tiempo que en su cara se pinta una mueca de quitarle importancia al tema. —¡Con lo “megapija” que es, no lo podemos pasar hasta bien con ella!
—Pues mejor…
Me mira, me señala con el dedo en plan acusador y me dice:
—Pero no se te olvide, ser tierno es una cosa y ser blando otra y tu Marianito: ¡Eres blandito, blandito!
Cinco minutos más tarde llegamos al restaurante, un local típico que nos había recomendado Paco. La puerta de madera de la entrada es un anticipo de lo que nos encontramos dentro, un lugar donde la elegancia y lo tradicional se dan la mano. Tenemos suerte y no hay mucha gente, por lo que el maître rápidamente nos asigna una mesa.
Pedimos las bebidas, una botella de agua y otra de Albariño, y mientras nos la traen ojeamos la carta, mi amigo como si se conociera las especialidades de la casa de memoria hace una minuciosa elección de la cena:
—Nos vamos a pedir unos percebes y unas vieiras de entrante. Yo para comer me voy a pedir una cuajada de erizos y tú, una brocheta de rape con langostino… Y lo compartimos.
La familiaridad que hay entre nosotros, hace que JJ a veces se salte fronteras como la que acaba de traspasar: tomar una decisión por mí. En cualquier otra circunstancia hubiera discutido con él, pero como estoy más interesado en hablar de lo ocurrido esta tarde en la sauna, me muerdo la lengua y se la dejo pasar…
Una vez el camarero nos trae el vino y nos lo da a probar, el maître pasa a tomarnos nota. Mientras esperamos la comida, mi amigo permanece en silencio moviendo el plateado contenido de la copa de vino, acercándola a su olfato de vez en cuando para disfrutar de su aroma, cuando ve que me dispongo a comenzar nuestra aplazada conversación, me interrumpe con una perspicaz pregunta:
—¿Qué excusa te ha dado la zorrita pija para venirse con nosotros?
—Ninguna... Que le apetecía simplemente —mis palabras suenan a justificación por los cuatro costados.
—Ya se permite hasta el lujo de no inventarse excusas —la mordacidad de mi amigo me anticipa hacia donde quiere dirigir nuestra charla, pero su estrategia no le va a funcionar.
—Y ahora es cuando viene eso de que está loca por mí y yo te digo que eso es imposible porque ella sabe que soy homosexual…
JJ al verse cogido sonríe tímidamente.
—Entonces no voy a tener más remedio que hablar.
—Si la treta de escoger “mi cena” para que saliéramos discutiendo y de ese modo evitar el tema, no te ha funcionado; nada lo va hacer…
Me mira con resignación. Coge su copa de vino y toma un sorbo:
—No te enfades más conmigo, lo vamos a charlar… pero después de comer.
Aunque parece un poco apesadumbrado por mi exigencia, con esa capacidad que tiene JJ para hacer que el viento sople a su favor me señala con un dedo y de modo teatral me dice:
—Pero lo quieras escuchar o no: ¡Paloma va terminar follándote!
No puedo evitar reírme ante su ocurrencia que aunque a él le pueda parecer disparatada… Toca más puntos con la realidad de los que JJ sospecha.
Diciembre 2003
Me podría perder en los ojos de aquel hombre, nunca nadie, ni hombre ni mujer, se había adueñado tanto de mi voluntad, nunca antes había confiado tan ciegamente en nadie… Dice que el amor es ciego, yo añadiría que, a veces, también es idiota.
Hacía dos años y dos meses que conocía a Enrique y en mi fuero interno creía conocerlo de toda la vida. Cada gesto, cada palabra que salía de su boca me encantaba, disfrutaba cada momento que pasaba con él y su voluntad era la mía.
Aquella tarde habíamos estado almorzando con unos amigos y conocidos suyos, en una especie de reunión navideña. Pese a que no me había presentado como su novio, ni nada por el estilo, todo el mundo me trataba como a su pareja, pues nuestra relación era una especie de secreto a voces.
La sobremesa dio lugar a unas copas, acompañadas de agradables tertulias y yo dejándome mecer por el placer de las palabras, me tomé mi primer cubata del día.
La noche siguió a la tarde y los más rezagados nos fuimos de tapas por la zona de la Plaza del Salvador. Las horas se deslizaban deprisa por unos sorbos de alcohol, los cuales saboreamos como si de felicidad se tratara.
A las doce de la noche solo quedábamos dos parejas: Paloma y Nacho, su novio de aquella época, Enrique y yo. Desinhibidos como estábamos decidimos que aquella noche no debía acabar nunca y que la ciudad estaba abierta, de par en par, para nosotros.
Nuestra siguiente parada fue la discoteca Catedral, un antro sevillano en el cual, pese a no ser de ambiente estrictamente gay, se podía ligar bastante.
El gorila de la puerta conocía a Paloma, por lo que nos dejó pasar sin problemas. Soltamos los abrigos en el guardarropa y nos adentramos en aquella ensordecedora celda de luz y humo.
La fauna urbana que pululaba por el local era bastante variopinta, pero pese a los diversos atuendos que respondían a sus diferentes convicciones sociales, la mayoría respondían al perfil de rebeldes aburguesados, quienes pretendían que aquella noche de sábado diera sentido a sus vidas. Una estridente música, unas copas de alcohol o alguna otra droga no autorizada les ayudarían a salir de su rutina diaria y a creer, por un momento, que una ansiada existencia dichosa, estaba casi al alcance de sus manos.
—¿Qué vas a tomar? —me dijo cariñosamente Enrique al oído, mientras pegaba sutilmente su cuerpo al mío.
—Un zumo o cualquier cosa que no tenga alcohol…
—¿Un zumo? ¡Anda no seas “moña”!
—¡Niño, qué llevo dos! —exclamé con cierto recelo— ¡Qué después me pongo muy pesado!
—Y muy cariñoso también —Enrique bajó la mirada y sonrió, mostrándome el granuja que llevaba dentro.
—…pero…
—¡No hay peros que valga! —levantó la mano cariñosamente dándome a entender que todo lo que dijera no serviría para nada—¿Qué estabas tomando?
—Ron con cola —contesté rindiéndome ante su zalamería.
Mientras “los hombres” fueron por la bebida, Paloma y yo nos quedamos esperando junto a una de las mesas altas que había estratégicamente colocadas en la antesala de la pista de baile.
Pese a que solo habíamos coincidido tres o cuatro veces a lo sumo, la chica me caía bien. La observé minuciosamente y no pude más que pensar en ella como un producto de consumo nocturno. Aunque no tenía ni un gramo de más, Paloma era una mujer voluptuosa. Aquella noche andaba encorsetada en un ajustado vestido negro de mangas cortas, bajo la oscura tela sus pechos parecían querer estallar y subida a unos enormes tacones negros, no podía evitar que sus caderas y glúteos vibraran cada vez que daba un paso. Su atuendo se completaba con unos largos pendientes plateados que le descansaban sobre los hombros y un collar a juego. Todo lo que la atractiva joven lucía era de diseño, muy exclusivo y muy caro.
Pero lo que más me gustaba de ella (y me sigue gustando), es su rostro, no es que sea una de esas bellezas al uso pero tiene algo que me cautiva, no sé si son sus pequeños labios, su nariz chatilla, sus enormes ojos pardos o ese cabello suyo que normalmente lleva corto y teñido de rubio. Fuera lo que fuera, aquella chica me caía bien y ella lo sabía.
Lo único que no me terminaba de convencer de ella era su insistencia en querer convencer a todo el mundo de lo moderna y liberal que era, cuando la mayoría de la gente sabía que era una niña bien, pues su tufillo pijo no se lo quitaba ni vistiéndose a lo Marilyn Manson .
Lo de que la muchacha estaba en el “taco” era evidente, debido a su generosidad se había ganado alguna que otra amistad parasitaria y esto se podía extrapolar a los sus numerosos ligues que, según me contaba Enrique, se aprovechaban de lo desprendida que era.
Por eso no era de extrañar que sus ocasionales parejas parecieran salidos de una pasarela, pues la importancia que ella no le daba a su dinero, si se la daba al físico de los que se llevaba a la cama. Los tíos que iban con ella no solo eran guapos y estaban buenos, sino que parecían tener clase (Aunque todos sabemos que parecer y ser son dos verbos semánticamente distintos).
Nacho, su acompañante de aquella velada, era un moreno bastante apuesto: unos hermosos ojos negros brillaban sobre un rostro en el que todo era asimétricamente hermoso, una nariz en su medida justa, unos pómulos altos y unos labios carnosos que cuando sonreían le daban un aire encantador. Aunque lo que más llamaba la atención de él era su altura, para mí que tendría que medir sobre metro noventa pues le sacaba unos cuantos centímetros a Enrique y, si a eso, le sumábamos un cuerpo atlético y sin nada de grasa, quedaba bastante claro los “valores” humanos que Paloma había encontrado en él.
Recién regresaron nuestras parejas con las bebidas, sonó una música a la que la pizpireta muchacha llamó su canción y pegando un tirón a Enrique se lo llevó a la pista de baile donde estuvieron un buen rato, dejándome en compañía de Nacho que resultó ser todo un dechado de monosílabos, dándome a entender que toda conversación que no estuviera basada en su persona, no le interesaba lo más mínimo.
Como el aburrimiento estaba servido con el adonis que me acompañaba, clavé mi mirada en mi novio y Paloma. Enrique a sus cuarenta y cuatro años todavía era capaz de moverse como un adolescente en la pista y el que todavía, su porte de bailarín fuera diana de las miradas femeninas, no hacía más que alimentar su más que enorme ego.
La verdad que yo no estaba perdidamente enamorado de él porque sí, era un ejemplar de hombre bastante peculiar: alto, moreno, guapo, unos ojos verdes que quitaban el “sentio” y una sonrisa capaz de seducir al más pintado. Decir que yo besaba el suelo que el pisaba, sería quedarse corto.
Al regresar de la pista de baile Paloma compartió una confidencia con su chico, Enrique me pidió que los esperara allí un momento y sin darme ningún tipo de explicación me dejaron solo.
A falta de otro entretenimiento, el rato siguiente lo pasé conversando con mi silencioso cubata de ron, el cual ya empezaba a hacerme efecto y bajaba poco a poco las defensas de mi raciocinio.
Aunque no sabía a ciencia cierta donde habían ido, ni lo que habían hecho mis tres acompañantes, no había que ser ningún Sherlock Holmes para intuir que su ausencia estaba implicada con el polvo blanco para la nariz, prueba de ello fue el desaforado brillo de alegría que, a su regreso, pude ver en los ojos de Paloma.
Interrogué a Enrique por si había tomado parte del asunto, me dijo que no que simplemente había vigilado la puerta del servicio. Lo miré a los ojos buscando la mentira y no la encontré. En mi contra tengo que decir que no era muy buena máquina de la verdad, pues la sinceridad no fue precisamente uno de los ingredientes de nuestra relación y nunca me apercibí de ello.
En un momento determinado, la discoteca se llenó de forma desmesurada y lo que estaba siendo un momento agradable se transformó en una ruidosa multitud de individuos, cada uno luchando por su trozo de espacio. Unos cuantos empujones, pisotones y aplastamientos después, decidimos salir de aquella aparatosa jaula de sonido, luces y olores.
En la puerta Enrique, quien no estaba dispuesto a que la noche concluyera, invitó a Paloma y a Nacho a tomar la última en su casa, la cual quedaba bastante cerca.
Durante el camino, Paloma que hasta el momento se había mantenido distante de Nacho y solo se acercaba a él para lucirlo como si se tratara de una especie de trofeo, comenzó a ponerse muy melosa y abrazándose a él por la cintura, comenzó a meterle mano descaradamente, sin importarle para nada ni nuestra presencia, ni los viandantes.
Al principio le pasaba la mano efusivamente por el tórax, más tarde le acarició el culo para terminar cogiéndole el paquete de manera patente. El candidato a participante del Gran Hermano se sometía a los caprichos de la voluptuosa joven y si se sentía avergonzado por hacerlo a ojos de todos, no daba muestra alguna de ello.
Una vez en la casa de Enrique, la pasión de Paloma fue en crescendo. Mi novio, como si sus muestras de fogosidad carecieran de importancia alguna, les pidió gentilmente que se acomodaran.
Una vez nos quitamos la ropa de abrigo. La efusiva parejita se sentó en una de las piezas del extenso sofá negro, el cual ocupaba casi por completo el testero del salón de Enrique.
—¿Qué vais a tomar? —la voz de mi novio sonó mecánica y carente de emotividad alguna.
—Yo un Chivas con agua y Nacho estaba tomando Rives con tónica —contestó Paloma como si tal cosa, interrumpiendo momentáneamente la inspección que su lengua estaba haciendo en la garganta de su ocasional pareja.
Acompañé a mi chico a la cocina a preparar las bebidas, este como si se hubiera contagiado de la calentura de su amiga, aprovechó el momento para darme un largo y apasionado beso.
Fue sentir sus labios sobre los míos y mi pene aumentó de tamaño, enfermedad que por lo visto era bastante contagiosa, pues la entrepierna de Enrique evidenciaba algo parecido.
Unos minutos y unos cuantos besos más tarde, regresamos al salón con la bebida. Lo que nos encontramos allí me dejo sin palabras, Nacho se había tendido sobre el asiento de tres plazas y sentada sobre su pelvis, Paloma remedaba el acto sexual.
Miré a mi novio en busca de alguna explicación, este ni se inmutó y, con una total pasividad, colocó sus copas sobre unos posavasos que había en una pequeña mesa de cristal junto a ellos.
Me invitó a sentarme con él, en otra pieza del negro sofá de cuero. Me dio mi vaso, cogió el suyo, me echó el brazo por los hombros y sin alterarse, se puso a mirar a la pareja como el que ve un partido de tenis.
Yo estaba petrificado, sentimientos contradictorios nacían en mi interior. Por un lado quería largarme de allí pues aquello me parecía que se había descontrolado totalmente, pero una parte de mí me tentaba a seguir mirando como si el placer de lo prohibido y desconocido pesara más que el sentido de lo correcto.
Me agarré al ancla que era para mí Enrique y el amor que yo creía me procesaba y me quedé allí dejando que los acontecimientos se resolvieran por ellos mismos.
Paloma y Nacho nos lanzaron una breve mirada y continuaron con su improvisado show como si tal cosa, pues nuestra presencia lejos de molestarle parecía alimentar su libido.
Las manos del atlético joven se aferraron a las nalgas de la calenturienta muchacha, la magrearon soezmente para terminar metiéndose bajo la negra tela del vestido. Sin recato de ningún tipo introdujo las manos bajo las bragas, unos placenteros quejidos de Paloma evidenciaron que aquello había dejado de ser un juego exhibicionista y habían pasado a mayores.
Como si se tratara de una partida de ajedrez, Enrique hizo su primer movimiento, tras desabotonar mi camisa, metió la mano que me tenía echada sobre el hombro en su interior y comenzó a acariciarme una tetilla. Fue sentir sus dedos sobre mi piel y mi polla, la cual estaba despertándose, pareció moverse como si diera saltos de alegría.
Frente a nosotros, nuestra amiga se había deslizado a lo largo del cuerpo de su acompañante y con sus rodillas entre las piernas del muchacho, plegaba su cuerpo para acercar su cabeza a la pelvis de este.
Miré de reojo a mi novio, este como si fuera un autómata, y sin despegar la vista de la caliente escena, pegaba sorbos cortos a su bebida al tiempo que deslizaba mi pezón entre sus dedos.
Paloma, no sé si presa del alcohol o de las drogas, se mostraba absolutamente desinhibida y de manera ceremonial paseaba la boca por la abultada entrepierna, Nacho, mientras tanto, acariciaba suavemente la nuca de la muchacha.
Enrique me quito la mano de la tetilla y la puso sobre mi mano, tras acariciarla afectuosamente durante unos segundos, tiro de ella y se la llevo a su paquete. En un principio, intenté negarme pero fue hundirme en sus preciosos ojos verdes y mi voluntad se volvió a hacer pequeña.
Fue apoyar mis dedos sobre la dureza de su virilidad, mis sentidos se resbalaron por un descontrolado torbellino y la pasión comenzó a gobernar cada uno de los poros de mi cuerpo. Puede que el alcohol derribara barreras morales, pero en todo momento tenía claro lo que hacía y lo que quería. Mi única excusa fue que, como siempre, el sexo me confundió…
Paloma, poniéndose el mundo por montera, había sacado el pájaro de Nacho de su jaula, mostrándonos de forma patente como masajeaba el hermoso instrumento sexual. Supuse que los continuados abusos del día habían mermado su virilidad, pues toda la dedicación de mi amiga no conseguía levantar por completo aquel mástil medio flácido. No obstante, cada vez que la mano de la chica dejaba entrever su glande, aquella rojiza porción de carne se me antojaba una muy deliciosa golosina.
Al ver aquel miembro viril, mis hormonas tomaron el timón de mis sentidos e intuitivamente comencé a acariciar con más fuerza la abultada entrepierna de mi novio, quien sin miramientos de ningún tipo comenzó a hacer ademán de desabrocharse el cinturón. Por un momento estuve tentado de largarme y no seguir avanzando en aquel laberinto sexual, pero me deje guiar por los pensamientos de mi polla y no objeté nada cuando Enrique sacó fuera su miembro.
Mi chico estaba plenamente empalmado, sobre el tronco de su polla se marcaban las abultadas venas dándole un aspecto tan vigoroso como deseable. La virilidad de aquellos casi veinte centímetros de vibrante musculo era evidente y como si estuviéramos en la más completa intimidad me agaché ante él, observé muy minuciosamente cada pliegue y cada vena de aquel erguido estandarte de masculinidad. Tras devorarlo con la mirada, di un leve beso sobre la piel de su prepucio y abrí de par en par la puerta hacia el libertinaje.
Olvidándome de las consecuencias y para facilitar la accesibilidad a aquella maravillosa herramienta de placer, le bajé los pantalones y el bóxer hasta media rodilla. La punta de cada uno de mis dedos, tímida y sensualmente recorrieron aquel tronco de sangre y carne, desde la cabeza a la punta. Lo agarré suavemente y simulé que lo pajeaba de un modo casi escénico.
Estaba claro que había dejado la vergüenza aparcada en un rincón, pero aun así mi convencionalismo disfrazado de hipócrita buen cristiano, no me dejaba dar el paso que mis instintos le pedían a mi cuerpo y mi cerebro, como si fuera una especie de Pepito Grillo, me gritaba que no lo hiciera. Busqué los verdes ojos de Enrique y estos me dieron su bendición. Lancé una visual a la pareja del sofá de enfrente y Paloma, arrodillada del mismo modo que yo, hundía el ardiente falo de Nacho en su cavidad bucal.
Su mirada y la mía se cruzaron por un momento. Un pernicioso gesto se dibujó en su rostro, se sacó la vibrante bestia de la boca, apartó su cabeza y me la enseñó en todo su esplendor. Si anteriormente aquella verga me había parecido una delicia, ahora al contemplarla con una erección en toda regla, no podía reprimir que me apeteciera acariciarla y saborearla muchísimo más.
Mi amiga, sin dejar de mirarme por el rabillo del ojo, dio un lengüetazo en su punta, logrando con ello que Nacho diera un prolongado suspiro. Yo, que ya había perdido todo recato, agarré el nabo de Enrique e hice lo mismo.
Su siguiente movimiento fue agarrar suavemente los testículos del muchacho y, haciendo uso de ellos como una especie de palanca, dejo que el enorme falo taladrara su garganta hasta el fondo.
Aquello me pareció un desafío y sin amedrentarme, hice otro tanto con la de mi novio. Un profundo suspiró rebozó de sus pulmones, nunca antes le había hecho una cosa así y, por lo que pude deducir, fue para él una sorpresa de lo más placentera.
Paloma me lanzó una mirada felina y sacando su lengua de un modo vulgar, se relamió los labios. Apretó suavemente el cipote de su amante, me mostró su oscura cabeza, y después la dobló levemente hacia abajo, lo mantuvo cerca de su escroto durante un instante y después lo soltó, para que cimbreara libremente; ver moverse aquel oscuro y tieso falo de un lado para otro, fue como combustible para el desenfreno que nacía en mi interior.
Proseguí con nuestro silencioso duelo e hice lo mismo con la polla de Enrique, la cual también vibró como prueba de manifiesta dureza. Sin pensármelo más me la metí en la boca de golpe, mirando de reojo en todo momento lo que hacia la provocativa mujer.
Nuestra amiga, al ver que aceptaba todo y cada uno de sus retos, subió el nivel de la sexual contienda. Con total desparpajo se bajó los hombros del vestido y sacó sus tetas fuera. Sus pechos eran preciosos, grandes sin ser enormes, redondos y totalmente simétricos (Con el tiempo supe que no eran producto de la madre naturaleza, sino del buen hacer de un cirujano con su bisturí).
Acercó los sensuales senos al envarado falo de Nacho. Introdujo aquel en su canal central, y le realizó una masturbación en toda regla, por los suspiros prolongados del muchacho aquello debía de ser de lo más satisfactorio.
Estaba claro que mis recursos ante aquella variedad sexual eran nulos, dando aquel round por perdido tome la iniciativa e hice algo a lo que, supuse, un hombre heterosexual cien por cien como Nacho, no accedería.
Empujé suavemente los glúteos de Enrique un poco hacia arriba, con el único objetivo de tener acceso a ellos. Una vez el enmarañado agujero estuvo a mi alcance me ensalive un dedo y lo acaricie suavemente. Sin dejar de clavar mi mirada en la de mi amiga, posé mi lengua sobre el caliente orificio al tiempo que los primeros bufidos de placer de Enrique llenaban el aire.
Paloma, para mi sorpresa, imitó mi gesto y por los quejidos de su amante de manera muy exitosa. Descubrí de golpe y porrazo, que el culo en los hombres era una zona erógena bastante sensible y que para gozar de un beso negro, era independiente de la circunstancia de que te gustaran las pollas o los coños.
Eché mano de mi ingenio y me dispuse a hacer algo que, consideré, no entraba en los cánones eróticos habituales de un heterosexual. Aunque Enrique era activo, alguna vez que otra me había pedido que le introdujera un dedo en el ojete al tiempo que se la chupaba, así que sin meditarlo mucho embadurne mi índice de saliva y delicadamente fui rompiendo con él las defensas del empapado orificio.
Nuestra amiga, sin dejar de masturbar a Nacho, contempló como yo hacia gozar a Enrique. Sin inmutarse echo un pequeño escupitajo en el ano de su amante y posó un dedo sobre él. Jamás olvidaré la imagen de aquella larga uña pintada de rojo clavándose en la peluda entrada. Desconozco si era la primera vez que irrumpían en él, pues en los prolongados jadeos que emitió Nacho, el placer enmascaraba por completo al dolor.
Del mismo modo frenético que su agujero era perforado, el joven heterosexual se comenzó a masturbar. Apretaba su verga de un modo tal, que parecía que su glande fuera a estallar como un globo. Emocionado por el espectáculo que se mostraba ante mí, conferí más pasión a mis actos. Por su parte, Enrique se masturbaba del mismo modo que el amante de Paloma.
Al igual que dos trenes sincronizados, los dos hombres alcanzaron el orgasmo al unísono, una abundante corrida brotó del glande de Enrique, con tanta fuerza que algunas gotas fueron a parar a su camisa.
Nacho estaba hecho todo un semental. Las eyaculaciones de Enrique eran copiosas, pero la del postulante a las pasarelas me pareció muchísimo mayor, lo que pude intuir, por la gran cantidad de semen que resbalaba por el reverso de su mano.
Paloma me volvió a lanzar otra mirada morbosa y mordiéndose la punta de la lengua, mojó sus dedos en el caliente y blanco líquido y, como si fuera un bálsamo, lo extendió por sus senos.
Como estaba claro que yo no tenía unas voluptuosas tetas como ellas y que pasar la leche de mi chico por mi pecho carecía de cualquier atractivo sensual. Jugué la baza de tener una pareja estable, mojé mis dedos en la mancha de esperma que descansaba sobre la pelvis de Enrique y con una total falta de cautela me los llevé a la boca. Mientras saboreaba aquel manjar de vida muerta, levanté la cabeza con total altanería. Paloma, ante el peligro que entrañaba hacer aquello con un casi desconocido como era Nacho para ella, me miró dándome a entender que era yo quien había ganado la partida.
Continuara: “Si yo tuviera una escoba”
Acabas de leer:
Sexo en Galicia
Episodio XVIII: ¡Cuidado con Paloma!
(Relato que es continuación de “"Lo estás haciendo muy bien")
Si estás por aquí todavía, sería interesante que dejaras tu valoración o, incluso mejor, un comentario. A los autores nos gusta conocer lo que piensas sobre lo que escribimos, nos ayuda a mejorar y sobre todo, sabemos si nuestros relatos te llegan o no. Gracias de antemano.
Si es la primera vez que entras a leer un relato mío y tienes ganas de leer más, hace poco publiqué una Guía de lectura que te puede servir para seguir el orden cronológico de estas.
Antes de pasar a agradecer los comentarios me gustaríahacer unas aclaraciones cronológicas que os ayudaran a entender mejor la historia.
La historia en Galicia con JJ y Mariano saliendo del hotel transcurre el verano del dos mil diez, para que os situéis, poco después del encuentro con Iván en “Pequeños descuidos” y un año antes de JJ conocer a su novio Guillermo (“No quiero extrañar nada”).
El flash-back (La historia con Paloma) está situada en los dos primeros años de la relación de nuestro protagonista con Enrique, los dos años que él en “Tiritas pa este corazón partio”, decían que habían sido los mejores de su vida.
Espero que estas pequeñas aclaraciones os sirvan y sin más, los agradecimientos: a varianza: Es un lujo saber que sigues por aquí, en cuanto a tus “preferencias, estoy preparando una pequeña sorpresita que espero pueda publicar para el verano; a Tragapollas Manchego: ¿Intentando?Me parece que no he sabido contarlo bien, porque dices “intentando” profanar la entrada trasera. Me tendré que esmerar más en los detalles en la próxima… ;p ; a Albany: Dos cositas: no hay nada que agradecer es lo menos que podía hacer por estar siempre ahí y el próximo relato también irá en bisexuales(después ya todos, de momento, irán en gay), aparte de por el contenido responde a una especie de experimento, ya te contaré. Por cierto, tu teoría sobre los comentarios me parece lógica; a Keegan: De la historia de Ramón quedan todavía unos cuantos capítulos, espero que los disfrute; a ozzo2000: Creo que los relatos de Ramón e Iván, a pesar de que incluyen solo sexo homosexual, se adaptan bastante bien a lo que un lector pretende encontrar en la categoría bisexual y me parece muy inteligente la idea de marcar a los autores como favoritos para seguirlos en las distintas categorías; a misterrobbie: La timidez de Mariano es una especie de armadura que se pone cuando no quiere enfrentarse a las cosas, no es nada atípico que algunos individuos de más de treinta( y de cuarenta) escojan esta alternativa como la más cómoda. De todas maneras, este personaje es bastante complejo y a los lectores le chocar bastante, es una especie de “yo no he sido” que termina tirándose a todo el que se le pone a tiro. Je, je. Completamente de acuerdo contigo con los especímenes malagueños, aunque las costas suelen dar unos ejemplares muy suculentos, hay unos pueblos del litoral gaditano cuyos hombres tienen en su mayoría unos ojos azules…¡que ni “pa” qué”!; a Rocío: ¡Ja, ja! El relato no tiene nada que ver con la película, simplemente es un juego entre el parecido de Ralph Fiennes, en su papel de nazi sanguinario, con el mayor de los alemanes. El resto fue todo rodado; a mmj: Los comentarios, los leo y los respondo siempre, de hecho en más de una ocasión has leído varios tuyos juntos y te los he contestado. He de reconocer que el tuyo fue uno de los que eché de menos en el anterior relato. Mariano, a diferencia de JJ, no va buscando continuamente el momento propicio para el sexo, quizás por eso los viajes en los que se desinhibe un poquito. De todas maneras, a este chico le va haciendo falta ya un novio formal como a JJ y a Pepitoyfrancisquito:¿Cómo ha ido seaFeria? Espero que os hayáis montado en todos los “cacharritos”. ¿Os ha gustado Paloma? En el siguiente relato, ella volverá a tener bastante protagonismo. En cuanto al comentario sobre el título de la Lista, solo os puedo decir que hay gente empeñada en ver el lado negativo de todo y en buscar fantasmas donde no los hay, pero en fin.
La historia de Paloma concluye en el siguiente episodio, titulado “Si yo tuviera una escoba”, si la cosa va bien lo publicaré en unos quince días en esta misma categoría.
Un abrazo y nos leemos.