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Si yo tuviera una escoba.

en Bisexuales

Diciembre 2003

Si alguna vez en mi vida había tenido la oscura sensación de haber sobrepasado todos los límites, fue aquella noche. Una comida navideña con unos amigos había desencadenado en un desenfreno de sexo puro y duro, y aunque el alcohol y las drogas habían estado de por medio, a mí no me servían como excusa. A pesar de no estar acostumbrado a beber,  tenía claro que tres cubatas no me podían hacer perder la cabeza, la culpa fue del sexo, siempre del sexo…

Pasada la calentura inicial, me comenzó a invadir la culpa. Por aquella época todavía creía en la fidelidad, en el amor eterno  y todas esas pamplinas que la sociedad nos inculca como sinónimo de felicidad.  He de añadir, que yo durante aquella etapa de mi vida era más inocente, más noble y nada cínico. Por eso al ser consciente de  todo aquello que acabábamos de hacer mi novio y yo, con Paloma y su ligue temporal, Nacho, me sentía la peor persona del mundo.

Cualquiera podría pensar que a pesar del exhibicionismo, yo únicamente me había limitado a chupársela a mi novio, mientras a unos metros escasos, nuestra amiga le  hacia otro tanto a su chico y que no existía traición hacia Enrique, primero porque él estaba delante y segundo porque solo había sido un mero juego.

Pero como buen cristiano, soy conocedor de que se peca de palabra, obra, pensamiento y omisión. Por mi mente había circulado el deseo de estar con Nacho, y si no lo había hecho fue debido a las trabas mentales,  que a lo largo de mi vida me había ido autoimponiendo, clasificando cada cosa como correcta y no correcta.

Mientras observaba cómo mi novio y el otro chico limpiaban su pelvis con unas toallitas húmedas, las cuales  que Enrique había traído para tal fin, me sentía enormemente sucio  y desasosegado, lancé una mirada a Paloma, quien(a diferencia de mí que le daba mil vueltas a la cabeza) seguía en su mundo ideal y  dejaba que, una bobalicona sonrisa le inundara el rostro.

Al mismo tiempo que borraba de sus senos todo rastro de esperma, la chica hizo algo que me dejo descolocado: llevó la otra mano a su entrepierna y comenzó a acariciarse el sexo.

Volví mi mirada hacia Enrique, pero si yo me sentía molesto con la actitud de nuestra amiga, él parecía disfrutar con ello y una maliciosa sonrisa inundó su rostro, de tal modo que hasta sus ojos parecieron brillar. Egoístamente ignoró por completo  mi incipiente incomodidad y, clavando su mirada en Nacho, dijo algo que me sorprendió, tanto por lo inapropiado, como porque aquel tipo de comentarios  no me cuadraban con él:

—La Palomita sigue con ganas de pollas Nacho y ni tú ni yo estamos para nada… ¡De momento!

El superficial chico, haciendo alarde de esa arrogancia que le caracterizaba, respondió a mi novio como si este le hubiera lanzado un desafío:

—Tú deja que ella siga tocándose, que esta con un poco que le toquen las palmas se anima —al decir esto último se llevó la mano a los genitales y los agarró alardeando de manera manifiesta de su virilidad.

Si  algo molestaba a Enrique, era que la gente más joven presumiera de ser más “hombre” que él y pese a que no había sido la intención de Nacho, sus palabras fueron interpretadas por mi novio con ese  malicioso sentido. Lo miró de arriba abajo, como si le perdonara la vida y desnudando sus palabras de cualquier gentileza le dijo:

—¡La verdad es que la amiga está bastante buena, no te creas que porque tengo novio le hago ascos a un buen coño!

La brusquedad de sus palabras fue para mí como un jarro de agua fría, consiguiendo que se marchara la escasa fogosidad que aún quedaba en mi cuerpo y la picha se me bajó por completo.

No podía creer lo que oía, el amor de mi vida descubría ante un extraño una faceta que yo desconocía. Pues… ¿desde cuándo le gustaban a Enrique las tías? Siempre que habíamos hablado de mi  ex novia y los problemas que me supuso  aceptar mi homosexualidad, él, una y otra vez, había argumentado lo mismo: “Son etapas de la vida, yo también pasé por ahí”.

Pues por lo visto, aquello de que te gustaran las tías era un viaje de ida y vuelta, al que Enrique parecía que se quería comprar un billete.

Si las contundentes palabras de mi novio, me habían dejado anonadado, pareció tener el mismo efecto en nuestros dos acompañantes.

La que primera reaccionó fue la modernita niña bien,  que cogiendo por la calle de la poca vergüenza y sin dejar de acariciarse su sexo dijo:

—Enri, tú y el Nachito se habéis corrido ya, y a mí nunca me ha gustado ser segundo plato. Quien todavía esta enterito es el amigo Mar y que yo sepa, lo que tiene entre medio las piernas es una polla.

Con el  todo vale como  premisa de la noche, los acontecimientos iban cuesta abajo y sin freno,  y todos intentando sacar tajada personal de aquello. Mi novio insinuando querer tirarse a Paloma, ella intentando hacer lo mismo conmigo. Tanto más quería controlar la situación, más se me iba de las manos.

La tensión del momento parecía que se podía cortar con un cuchillo, pues al insinuárseme, nuestra amiga había rechazado sin pretenderlo a Enrique, a quien  no le sentó nada de bien, ni intento disimularlo.

Con el tiempo supe que si  mi pareja no le dijo una grosería fue por los intereses profesionales que lo unían a ella, pero que ganas no le faltaron “¡Quien se había creído aquella putita  que era para hacerle de menos!” —fueron sus palabras, cuando pasado un tiempo, comentamos aquello.

Pero como siempre que lo material nos obliga a hacer cosas que no deseamos, culpamos de nuestra mala suerte a otro y desahogamos nuestra mala leche con él. Aquella noche, yo era el otro y quien soltaba toda su bilis, Enrique.

—¿Mariano? Si a él lo único que le gusta es chuparla y que le den, ¡me parece que las rayas de coca te han sentado peor de lo normal!

El sonido de su voz retumbó durante unos segundos en mi cerebro. No daba crédito a lo que escuchaba, no solo estaba contando mis intimidades sin ningún tapujo, sino que sus verdades a medias  lograron dañarme tanto,  o más, que mentiras completas.

Pensé en rebatir sus palabras pero sopesé que sería inútil y opté por dejarlo en evidencia, cediendo a los deseos de la calenturienta dama. Con todo el aplomo que pude, me levanté e intentando hacerme dueño de la situación dije:

—Enrique, parece que se te ha olvidado que tuve novia una vez y el que haya cruzado la cera no quiere decir que se me haya olvidado que en el otro lado hay cosas buenas y nuestra amiga Paloma lo es,  y de las mejores.

Disfrazando mi dolor de arrogancia y chulería, me agaché ante la muchacha, aparte la mano de su coño y metí la cabeza entre sus piernas. Ninguno de los allí presente lo sabía, pero era la primera vez que realizaba el sexo oral a una mujer,  pues a mi ex novia esa práctica sexual no le hacía demasiada gracia (Tampoco, claro está,  es que yo le insistiera mucho en ello).

El olor de los efluvios femeninos me trajo recuerdos de una etapa de mi vida en la que yo luchaba con mi realidad y lo que todo el mundo esperaba de mí, aferrándome a un amor sin demasiada pasión y a una relación que se marchitaba cada día un poco más. Un amago de noviazgo con una chica de mi pueblo a la que destrocé aquellos años de su vida, al engañarme sobre mis verdaderos deseos y usándola a ella como coartada ante la galería.

Borré aquel recuerdo y puse cada uno de mis sentidos, en intentar demostrarle a mi novio que seguía funcionando como  heterosexual, a pesar de mis preferencias.

Incrusté suavemente las manos en los muslos de Paloma, abriéndome paso hacia su caliente raja, di un pequeño lengüetazo sobre el gelatinoso trozo de piel, el calor que emanaba y el sabor de sus flujos me pareció agradable, tanto que sentí como mi dormida polla se despertaba de su letargo. 

Desconocía si lo que hacía le proporcionaba placer a nuestra amiga quien se había quedado petrificada, como parada en el tiempo,  pues estaba tan sorprendida de mi reacción como los chicos a quienes, como pude observar por el rabillo del ojo, mi modo de tomar la iniciativa había dejado fuera de juego y  me observaban expectante.

Aparqué todas mis inseguridades y me crecí ante la situación, no quería quedar mal y que mi intento por demostrar mi “hombría”, quedara en aguas de borrajas. Ordené mis pensamientos de la mejor manera que la situación me permitía, y a la vez que lamia el coño de Paloma, recurrí a mis oscuros instintos, en pos de darle más placer.

Aquella mojada gruta no tenía nada que ver con la polla de Enrique, pero salvando las diferencias era muy parecido a su culo al cual estaba habituado a dar placer con la lengua. Extrapolé mi técnica  a la hora de chuparle el agujero a mi novio y la apliqué de lleno a la humedecida raja que tenía ante mí.

Escruté cada milímetro de aquella hendidura con la lengua, endureciendo la punta y tocando con ella su botón central. Unos grititos placenteros de Paloma me dijeron que caminaba por el sendero correcto.

Puse tanto esmero y dedicación en regalar todo el placer del que era capaz, que la muchacha, caliente como estaba, no tardó  en alcanzar su primer orgasmo. Los bufidos femeninos,  tras el culmen sexual, destrozaron por completo el profundo silencio que se había creado en el pequeño salón.

Me incorporé un poco y sin decir esta boca es mía, lancé una mirada desafiante a Enrique, quien cogió el guante y me lo lanzó a la cara diciendo algo que, que no por previsible, me dolió menos:

—Sí, eso está muy bonito cariño… ¡Pero a las tías le gusta que le den gusto follándosela, que es lo que quería ella! ¿Te ves capaz?

Lo desproporcionado de sus palabras y su  gratuito empecinamiento por humillarme me retorció las tripas. Enrique estaba muy acostumbrado a salirse siempre con la suya, sin importarle nada a cambio y mucho menos, mi maltrecha autoestima.

Intentar buscar un razonamiento para todo lo que hago es una de las cruces de mi vida, aún hoy me pregunto el por qué hice lo que hice y las respuestas no me contentan nunca. El caso es que miré a Nacho, seguía en su papel de figurante protagonista, busqué con la mirada a Paloma, las drogas, el alcohol y el sexo habían hecho mella en ella y sus ojos pedían a la noche más emociones, por último clave mis ojos en Enrique, quien era un dechado de arrogancia,  y con cierta chulería alargué la mano hacia él y le dije:

—¡Dame un preservativo!

Volví a romper los esquemas de mi novio, quien tragándose su orgullo,  se dirigió a su cuarto a buscar la caja de profilácticos.

En los breves segundos de espera un extraño nerviosismo se apoderó de mí,  lo cual terminó afectando a la rigidez de mi pajarito. Observé fugazmente a Nacho, quien volvía a estar empalmado,  y automáticamente la lujuria comenzó a nadar en mis pensamientos, dando como resultado que el vigor volviera a visitar mi entrepierna.

Cuando mi novio trajo la indumentaria  del sexo seguro, mi polla miraba al techo de manera palpable. Enrique nos miró a Nacho y a mí y nuestra, más que evidente, predisposición sexual  pareció molestarle.

De  muy malas ganas me dio un preservativo, sin dilación de ningún tipo procedí a vestir a mi pene para la ocasión. Mientras enfundaba mi verga posé mi mirada en Paloma, se encontraba allí en cuerpo pero no en alma, pues su mente, por la expresión de su rostro,  se había dejado llevar a un lugar donde todo debía ser mucho más hermoso.

Acomodé a la extasiada mujer sobre el sofá, abrí sus muslos y acoplé mi pene en el centro de su vulva, acaricie  el centro de aquella fruta viscosa y mis dedos se empaparon levemente de sus flujos vaginales, instintivamente lleve el mojado dedo a mi nariz y aspiré su aroma.

El olor del sexo femenino desató en mí algo inesperado, si en un principio había tomado la determinación de  penetrar a nuestra amiga fue, solo y exclusivamente,  por no amedrentarme delante de Enrique, pero  fue oler aquel fuerte efluvio y me entregué por completo al libidinoso acto. En la medida que mi verga se adentraba en aquella caliente y húmeda cueva, mis sentidos se rendían ante la efusividad del momento y,  consecuentemente, comencé a disfrutar.

Desde que  cumplí los veintidós años, había dejado de alternar el sexo femenino con el masculino. Desde entonces las mujeres eran para mí compañeras, amigas,… pero nunca la diana de mis deseos. Aquel día, tras mucho tiempo,  estaba volviendo a penetrar a una chica y, para sorpresa mía, me estaba resultando de lo más satisfactorio.

Los movimientos casi mecánicos se transformaron en una simbiosis de placer, cada vez que mi tórax se acercaba a sus pechos y mi pelvis se pegaba con la suya  la lascivia removía mis sentidos. Sensaciones que creía olvidadas visitaron de nuevo mi cuerpo, de manera fortuita la abracé y de manera consecuente besé sus labios. Ella me respondió con desgana, pero a medida que la pasión se mezcló con el afecto, la fuerza con la que su lengua bailaba con la mía fue en crescendo.

 Nacho inspirado por nuestra pequeña “actuación” acariciaba su erecta verga la cual tanto más la veía más a apetitosa se me antojaba, por su parte Enrique agarraba sus atributos soezmente en un vano intento de  que la vitalidad regresara a ellos. A pesar de lo estimulante del momento,  quien en aquel momento era mi novio no podía apartar de su mente el hecho de que Paloma me hubiera elegido a mí en vez de a él y como las pollas todavía no tienen un resorte que pulsándolo se pongan firme, sus intentos por agrandar su virilidad quedaron en nada. Es lo que suele pasar, cuando la soberbia tiene muchísimo más peso que la lujuria del momento.

—Chiqui, ¡ven para acá y te subes al sofá! —dijo Paloma poniendo la palma de su mano sobre el cuero negro.

Nacho, como si se tratara de un cachorro amaestrado, se fue aproximando luciendo su miembro viril como si fuera el asta de un barco. Una vez se puso de rodillas junto a nosotros, la mujer, quien parecía no estar satisfecha con el esmerado trabajo que yo le estaba efectuando, acercó su boca a aquella esplendorosa verga y se puso a mamarla.

La postura era tan rocambolesca como excitante, yo empujando mi pelvis contra la de Paloma y  Nacho  confinado en  una estrecha porción de sofá. El “guaperas”, en su empeño por satisfacer a su chica, había invadido mi espacio vital,  de un modo tal,  que tuve que echar la cabeza sobre el hombro izquierdo de Paloma para evitar que rozará mi cara con su polla.

Me incorporé un poco y sin interrumpir  el ritmo de mis caderas, busqué a Enrique con la mirada. Mi novio se encontraba a unos pasos de mí,  inmerso en la tarea de subir y bajar la piel de su polla, batalla que se me antojaba más que  perdida,  pues su miembro viril no quería responder. Cuando comprobé que sabía que lo  estaba mirando, moví la cabeza en un claro gesto de que viniera hacia mí.

Se acomodó en mi lado izquierdo y, sin dejar de clavar mi verga en la caliente vulva, introduje su  flácido miembro entre mis labios,  con el claro objetivo de que el calor de mi boca hiciera fluir la sangre a través de él.

Sin planificarlo  los cuatro nos habíamos acoplado  en una morbosa escena. Paloma y yo mamábamos los nabos de nuestros chicos, al tiempo que nuestros sexos se fundían en uno.

De pronto la mano de la mujer se posó entre los muslos de Enrique y como no quiere la cosa comenzó a acariciarle los pelos de sus testículos. A mi novio aquello no le molestó lo más mínimo, al contrario me dio la sensación de que le excitaba, pues sentí como la sangre recorría su polla y la hacía aumentar de tamaño en el interior de mi boca.

Un inaudito sentimiento me asaltó, se podía decir que,  al mostrarme realizando el acto sexual con otra persona delante de Enrique, una sensación de plena libertad me embargaba, pero en mi egoísmo más profundo, ver como Paloma tocaba los atributos de mi chico, hacia crecer en mí algo tan oscuro  y mezquino como los celos. 

Dominada por el desenfreno, la mujer abandonó el nabo de Nacho y acopló su cara junto a la mía, sin gesticular siquiera comenzó a lamer el tallo del falo de Enrique, al tiempo que yo chupaba la cabeza. Sentir como las dos lenguas al unísono mimaban su aparato sexual, hizo que el “bienalimentado” ego de mi novio se creciera hasta el punto de soltar, entre bufidos, una grosería:

—¡Chupad, chupad putitas! ¡Sacadme toda la leche!

Levanté la mirada pues no me podía creer lo que estaba escuchando, pero  él ignoró mi inquisidora mirada y sin darme una explicación, volvió a inferir unas  frases, cuanto menos inapropiadas:

—¡Y tú reviéntale el coño a esta tía! ¡Enséñale que los maricones también somos hombres!

Quise creer que era una especie de juego verbal para calentar el ambiente, pues no me cuadraba para nada el que “mi” Enrique fuera tan borde. Corrí un “estúpido velo” y proseguí moviendo mis caderas y mi cabeza, al compás que me marcaban los tambores de la depravación.

Los morritos de nuestra amiga subieron por el tronco de carne hasta posicionarse junto a mis labios y haciendo gala de unos más que vulgares ademanes, me  lo arrebató de la boca y comenzó a chuparlo de manera frenética.

La cara de pasmo que se me tuvo que quedar tuvo que ser de órdago, pues hasta detuve por un instante mis descompasados movimientos de cadera y observé detenidamente como Paloma se tragaba casi al completo la verga de mi chico, y sin miramientos hacia mí  de ningún tipo.

Enrique por su parte, para facilitar el trabajo de la muchacha se había colocado una de sus rodillas en el sofá, acercando su miembro viril más al rostro de nuestra amiga, la cual estaba completamente fuera de sí y se tragaba el caliente falo, como si  se tratara de lo último que fuera a hacer en su vida.

Tan volcado estaba en intentar  asimilar lo que sucedía entre Paloma y  mi novio que me había olvidado por completo de Nacho, un carraspeo me recordó su presencia. Lo miré por el rabillo del ojo,  blandía su cipote al aire como si fuera un trofeo. Se colocó en mi flanco derecho, acercando su polla a mi cara de un modo netamente peligroso. Mis impulsos luchaban contra mi raciocinio y cuando parecía que iba a vencer este último, la mano de Enrique giró mi cabeza hacia donde estaba el ligue de Paloma y de un modo brusco empujó mi nuca contra la hermosa verga, la cual se hundió de golpe hasta mi garganta.

El delicioso sabor de aquel “chupachup” de carne hizo que mi verga se hinchara  aún más.  Había perdido tanto el control, que  instintivamente  inculqué a mi boca la misma potencia que a mis caderas.

Pese a la calentura del momento, el sofá estaba empezando a ser bastante incómodo y quien más molesto estaba era Enrique, por lo que sin abandonar su manida civilidad social, nos invitó a pasar a su dormitorio.

Nacho tuvo que ayudar a Paloma a incorporarse, los excesos del día parecían hacer mella en la menuda mujer, pero no por ello se la veía con ganas de renunciar a nada. Estaba más que dispuesta a pegarse un atracón de sexo y lo demás se la traía al pairo.

Se tendió sobre la cama, abrió sus piernas mostrándonos a los tres de manera provocativa el interior de su rasurado coño.  Enrique me dio otro preservativo y con un gesto, casi despectivo,  me indicó que prosiguiera penetrándola. 

Avancé hacia ella y    lo que se inició siendo una especie de aceptar el desafío de mi novio, estaba convirtiéndose en un viaje hacia una variedad de sexo que creía olvidada. Apoyé mi pelvis contra la suya, coloque mi pene en la entrada de la caliente gruta y empujé suavemente, para posteriormente aumentar la fuerza de mis caderas poco a poco, hasta perder el control.

Nacho se puso de rodillas a nuestro lado y cuando creí que iba volver a  dar “el biberón” a su chica, se puso a mi lado y aprisionando suavemente mi cabeza entre sus manos, metió su polla en mi boca de un único envite.  Descubrir que Nacho no era tan heterosexual como él nos hacía creer, aumento el morbo que bullía en mi mente y dividí mi capacidad de regalar placer entre el coño de Paloma y su apetitosa verga.

De buenas a primeras sentí que me untaban lubricante en el culo. Volví levemente la cabeza y me encontré con mi novio, quien se había puesto un preservativo y se disponía a entrar en mí. Sus ojos brillaban, del mismo modo que la primera vez que me penetró.

Ver como mi cuerpo era colmado de atenciones sexuales por las tres personas que me acompañaban, me hizo sentirme alguien importante. Impresión que se esfumó  de golpe  y porrazo, cuando Enrique a la vez que introducía su erecto falo en mí, me susurró al oído:

—¡Toma polla, pedazo de puta!

Quise seguir suponiendo que era una especie de juego dialectico, un añadido más en “el todo vale” que habíamos iniciado aquella noche. Quería pensar aquel hombre  me amaba más que a nada en el mundo y que si habíamos cruzado la puerta del sexo en grupo, era porque nos queríamos tanto que la satisfacción carnal no era nada comparado con lo que sentíamos.

Detuve el movimiento de mi cintura y deje que fuera mi chico quien empujara mi cuerpo. La fuerza que nos inculcó  hizo que Paloma y yo pegáramos un placentero quejido.

Sentir el calor del húmedo sexo de una mujer, mamar un enorme y hermoso nabo,  al tiempo que sentía como taladraban mis entrañas era más placer del que podía  resistir y si hasta el momento había aguantado el sensual asalto, sentí como la temperatura de  mi termómetro de placer iba en aumento y sin poderlo evitar llegue a la cumbre de la satisfacción.

Saqué por completo la polla de mi boca y compulsivamente empecé a arquea  la espalda para extraer mi pene fuera del caliente sexo femenino y  echar fuera de mí, al  intruso que atravesaba mis esfínteres. Una sensación de gozo inundó todo mi ser y  mientras mi rostro se contraía en extrañas muecas, el profiláctico se llenaba de una pequeña porción de blanca vida muerta.

El mundo pareció detenerse durante un instante y, poco a poco, al marcharse la lujuria de mi mente, la realidad  vino a destronar  una situación casi perfecta. 

Abrí los ojos y comprobé que el único que se había corrido era yo, mi novio y Nacho seguían con el pene mirando techo; Paloma, por su parte, estaba dispuesta a seguir consumiendo todo el sexo que fuera capaz de circular por aquella cama.

Enrique se desprendió del preservativo, lanzó una mirada a nuestra amiga quien seguía en su país de las maravillas y a continuación clavó sus ojos en Nacho. Adoptando una pose, arrogante e impersonal por igual, se dirigió al muchacho  y, señalándome como si yo no estuviera allí, dijo:

—¿Te lo quieres follar, mientras yo me lo hago con tu chica?

Analicé todas y cada una de las palabras de aquella frase  ¡no daba crédito a r lo que escuchaba! Pero si la proposición de mi novio me pareció fuera de lugar, más inaudito fue la dejadez con la que asintió el ligue de mi amiga.

Intenté negarme, pero Enrique ya había decidido lo que iba a ocurrir y en qué orden. Dio un preservativo a Nacho y casi me empujó para que me colocara sobre la cama. Me senté junto a nuestra amiga que seguía en un “país multicolor”, consiente de todo pero sin control sobre sus actos.

—¡Date la vuelta y ponte de rodillas sobre la cama! —la voz de mi chico estaba cargada de autoritarismo y sin ningún asomo de amabilidad.

Aunque sabía que obedecer a mi novio era de lo más desacertado, el caos del momento había hecho mella en mí y pese a que  sabía  que, una vez eyaculaba me dolía horrores que me tocaran el ano, miré de reojo al atractivo muchacho que se disponía a taladrarme  y  sopese los pros y los contras. ¡Qué más daba un poco de sufrimiento, con tal de sentir aquella maravillosa verga en mi interior!

Con el deseo cabalgando al caballo desbocado que era mi corazón, accedí plenamente a la orden de Enrique, me puse de rodillas sobre la cama, encorvando la espalda y sacando el pompis hacia fuera. Nacho ante una posición tan sumisa, apoyó su verga en la entrada de mi ano y sin refinamientos de ningún tipo la metió de golpe.

Unas dolorosas estrellas visitaron mis sentidos, pero a pesar de la brusquedad y del  evidente daño, mi cuerpo sucumbió ante su virilidad, la lujuria regresó a mis pensamientos  y mi polla volvió poco a poco a la vida, dando muestras de estar preparada para luchar en un segundo asalto.

Una vez mi cuerpo y mi mente asimilaron el proyectil que horadaba  mis entrañas, volví a ser consecuente con lo que estaba haciendo: me estaba dejando sodomizar por otro hombre que no era mi novio. Si a eso le añadimos que Enrique fue quien desvirgo mi ano   y que nunca le había sido infiel, la enormidad del momento no podía ser mayor.

Giré la cabeza hacia donde estaba Paloma y lo que me encontré me desconcertó más aún. Mi chico estaba acoplado sobre ella y la cabalgaba como si no hubiera hecho otra cosa en su vida. Observé el rostro de Enrique y un arrogante placer se paseaba por cada milímetro de sus facciones. Examiné los ojos de mi chico, estos rebozaban de soberbia y cuando fue consciente de que lo observaba, me enseño los dientes de un modo despectivo.

La tristeza aplastó mi corazón al tiempo que Nacho me proporcionaba todo el placer de que le permitía su cuerpo. Una mescolanza de sensaciones aterrizó sobre mi cuerpo y contradictorios pensamientos llenaron mi mente. Quería irme de allí y borrar de un plumazo lo ocurrido, quería quedarme allí y disfrutar al máximo del momento. 

Volví a mirar a mi chico, quien había cambiado de postura y con la muchacha sentada sobre él, cogiéndola por los hombros y  manejándola como si fuera un muñeco, le clavaba la polla de un modo de lo más brutal.

Intenté apartar el gesto de desprecio de Enrique de mi pensamiento y sentirme  más “carpe diem”, pues el amigo Nacho estaba poniendo su mayor empeño en hacerme gozar y yo, en vez de disfrutarlo como Dios manda, me entretenía haciéndome las peores pajas mentales del mundo.

Abrí mi mente, mi cuerpo y me lancé de lleno a  sucumbir a los placeres de la carne. Rechacé toda idea racional y me deje llevar por los envites sobre mis glúteos. De nuevo clavé mis ojos en mi novio, esta vez no analicé  los motivos que le llevaban a follarse a Paloma con tanto fervor, solamente me limité a contemplar como el cuerpo de la mujer subía y bajaba al tiempo que era empalada por el caliente falo.

La visión de las tetas de nuestra amiga moviéndose descontroladamente se me antojo excitante, tanto que  mientras el cipote de  su actual ligue me perforaba, no puedo reprimir tocarme la polla y  masturbarme con la inspiración de los voluptuosos pechos, danzando   como plumas al viento.

No sé qué me producía  más satisfacción, si sentir como el hermoso cipote atravesaba mis entrañas o ver como Paloma cabalga sobre Enrique, como si estuviera montada en una especie de tío vivo.  El bacanal momento era un himno a la lujuria y a la demencia por partes iguales. Si hubo un espacio de tiempo en el cual  quise escapar de allí,  el ansia de vicio que gobernaba mi raciocinio se había encargado de olvidarlo. Sólo quería sexo, sexo y más sexo.

De repente Enrique aparto a Paloma de su regazo y le pidió que se arrodillara ante él. Se quitó el condón y lució su erecto miembro a la vista de todos. Tras masajearlo levemente un enorme chorro de leche brotó de él y llenó la cara y los pechos de Paloma, la visión de aquel geiser blanco impregnando a la pizpireta muchacha alimentó mis más oscuras fantasías, hundiéndome, por completo, en aquella espiral de sexo desmedido.

Tan entusiasmado estaba viendo a mi novio correrse sobre nuestra amiga que no me percaté de que Nacho había abandonado mi retaguardia, me volví levemente para ver el motivo de su deserción y comprobé que no había sido otro que el emular a Enrique.

Si me excitó ver como el semen de Enrique recorría el rostro  y los senos  de la mujer, ver como aquella leche más joven y espesa se desperdigaba sobre la blanca piel femenina me puso como una moto.

Como parecía que el fin de fiesta era pintar los voluptuosos pechos de blanco, me incorporé y tras unas intensas sacudidas el pegajoso líquido blanco voló desde mi glande a las tetas de Paloma. Ignoro como  pude echar tanta cantidad de esperma, pues no hacia ni quince minutos que me había corrido abundantemente.

Extenuado me tendí en la cama. Unos cinco minutos después mientras Paloma se duchaba con su chico, Enrique y yo nos tomábamos una copa en el salón. A pesar de estar desnudos, un manto de opacidad nos cubría a ambos.

En el mismo instante que pegué el primer sorbo de la bebida, presentí que mi novio se tomaría su tiempo para hablar y que lo que le iba a escuchar, iba ser de todo menos agradable.

—Por fin he conocido al verdadero Mariano. —sus palabras fueron como afilados cuchillos, los cuales agujerearon mi autoestima con el único fin de destrozarla.

Callé como una puta, sabiendo que cualquier cosa que dijera o hiciera, no iba cambiar nada y que  únicamente empeoraría el concepto que parecía tener de mí.

—¿Te crees que no he visto que te comías al Nachito con los ojos? Vas contado de que haces las cosas por amor y demás zarandajas y ¡al final eres tan puta como todos!

—Pero tú, empujaste mi cabeza contra su polla… —mis palabras sonaron como quejidos, como rayos que anunciaban una tormenta de lágrimas.

—Sí, fue una prueba que te puse… pero también te podías haber negado. —la pose chulesca que adoptó ante mí, fue la gota que colmó el vaso y mis ojos rebozaron saladas gotas de culpa.

Amaba a aquel hombre más de lo que nunca llegaré a amar a otro, pero la poca dignidad que me quedaba, me impidió seguir siendo humillado. Me vestí lo más rápido que pude y me marché sin despedirme siquiera.

Aquella noche de diciembre, marcó un antes y un después en nuestra relación. Aunque volvimos a salir, nos pedimos perdón y nos repetimos una y mil veces lo mucho que nos amábamos, algo en mi interior se había roto. Y pese a que la venda de su amor seguía cubriendo mis ojos, de vez en cuando la levantaba y veía al verdadero Enrique.

Si como decía una canción de los sesenta: “si yo tuviera una escoba, cuantas cosas barrería”.   Aquella noche de Diciembre la borraría de mi vida, pues significó un momento de inflexión en mi modo de ver las cosas. Destrozó mi forma idealista de ver el mundo y abrió puertas que debieron permanecer cerradas. Maduré en una noche, más que en veintiocho años y aunque perdí la mirada inocente para con el mundo, el camino que quedaba por recorrer me descubriría que aunque hay enormes tonalidades de grises, siempre hay resquicios que dejan pasar un atisbo de esperanza y hay seres humanos que merece la pena conocer. 

De aquel suceso lo único bueno que saqué fue mi amistad con Paloma, pues a raíz de aquello los caminos de mi novio y el mío se vieron separados por un tiempo, y como ella conocía la historia de primera mano, la convertí en mi confidente. Me sentía tan responsable y tan sucio por lo que pasó, que jamás le conté a JJ el verdadero motivo de nuestra corta ruptura.

A pesar de ser amiga de mi ex, nuestras pequeñas citas para tomar café hicieron que surgiera una amistad entre nosotros, como la que nunca antes había tenido una mujer: mostrándome tal como soy, sin necesidad  esconder mi verdadero yo.

Ni que decir tiene que Paloma tomó partido por mí desde el primer momento y  cuando mi relación con Enrique llegó a su fin. Ella se fue distanciando de él, tanto profesionalmente como personalmente. El único problema que tengo con ella es su incompatibilidad con JJ, y es que creo que la aseveración de que los polos del mismo signo se repelen, en este caso no puede ser más cierta.

 

14 de agosto del 2010

 

—…. el gran problema no es otro que nos quieren hacer creer que la deuda pública es el gran problema de España, cuando en realidad lo es la deuda privada. Los bancos se han hartado de dar créditos a tutiplén y  ahora sus acreedores, o lo que es lo mismo el Deustche bank,  quieren cobrar pese a quien pese… Entonces Caperucita Merkel le dijo a Lobo Zapatero: ¿Pero qué cejas más grande tienes abuelita?... ¡OYE, TÚ DÓNDE COÑO ESTÁS!

El pequeño grito de JJ me hace volver al mundo real de golpe y porrazo.

—Perdona —intento excusarme—Pero se me ha ido la cabeza un momento.

—¡No eso no hace falta que lo jures! Yo aquí ilustrándote sobre la política europea, tú poniendo tu mejor cara pero pensando en las musarañas. Sé que me pongo muy plasta con estos temas… ¡Pero podrías cortarte un poquito!

—Perdona… A veces olvido mis modales…

—¡Hombre, tampoco es eso! Pero estabas en la luna, me di cuenta porque aunque me mirabas con cara de circunstancia habías dejado de comer…

—Sí, me he puesto a pensar en otra cosa y te he ignorado por completo… perdona…

—¡No importa! Ya tendré tiempo de darte otro día el discurso, si nos queda más de una semana por aquí… Por cierto, ¿qué coño estabas pensando?

—Cosas mías —bajo la mirada y sigo comiendo, en un claro intento de evadir el tema.

—Y esa cosa tuya (por la carita que se te ha puesto) empieza por E, termina por E y tiene un hijo de puta muy grande por medio ¿no?

Ante la sagacidad de mi amigo no tengo más remedio que asentir con la cabeza, a la vez que  le sonrío levemente.

—¿Pero cuándo vas a pasar de ese tío, por siempre jamás?

—Sí lo tengo olvidado. —intento insuflar seguridad a mis palabras, pero estas suenan a todo lo contrario.

—¡Sí, y yo soy hetero! ¡El más hetero del mundo!

No puedo reprimir una pequeña carcajada por la ocurrencia de mi amigo, quien clava en mí sus ojos como platos e indagándome con la mirada me dice:

—¿De verdad no supiste nunca lo cabrón que era contigo hasta el final?

—Alguna idea tenía, pero por otra parte me decía a mí mismo que eran imaginaciones mías que Enrique no era así…

—Pues sí que lo era, ¡y mucho! –la indignación reboza cada uno de los gestos de JJ —Creo que el dicho popular ese de “el cabrón es el último que se entera”, contigo tomó dimensiones nunca vistas…

—Todo el mundo lo sabía,  hasta tú. —la frase sale de mi boca de un modo seco y lapidario.

—Sí,…¿Por?

—Porque no me dijiste nada nunca —la reprobación de mis palabras es evidente.

Por unos segundos JJ  se ofusca y aunque está tentado a soltar una de sus paridas cambia su semblante por uno más serio y me dice:

—¿Y qué quieres que te dijera? ¡Oye que tu novio te pone los cuernos con todo “quisqui”! ¿Qué hubieras hecho tú? Echarme un sermón conciliador de los tuyos y enfadarte conmigo… Pues  tienes que reconocer hijo  mío, que estabas tan ciego con él que cualquier cosa que yo pudiera decir o hacer no hubiera evitado que te estrellaras como lo hiciste.

Únicamente asiento a sus palabras, pues tiene  más razón que un santo.

—Sé que no fue un proceder correcto, pero Mariano entiéndeme… Amigos como tú no se encuentra todos los días y no quería perderte. Sí, sé que actué de un modo egoísta, pero  después del mal rollo que hubo entre nosotros al principio, no quería que eso volviera a pasar.

—¡Y no me vas a perder, so capullo! —mis palabras están a medio camino entre la reprimenda y el cariño —Pero prométeme que cuando vuelva a equivocarme con un tío, me lo vas a decir…

—¡Una y mil veces si hace falta!

Nuestras miradas se cruzan con una complicidad evidente, hay tanta sinceridad entre nosotros que por un momento se nos olvida que nos une simplemente el afecto de la amistad, no sé a él pero a mí me entran ganas de darle un beso. Así, que para evitar ponerme meloso, vuelvo a insistir con el jodido tema que tenemos pendiente.

—Bueno, el que seas tan guay y tan buena persona, no te va a salvar de explicarme porque pasó lo que pasó esta tarde en la sauna.

—Sí, pero eso cuando lleguemos a la habitación del hotel. Ahora disfrutemos de la cena.

—Eso disfrutemos de la cena.

Guarda silencio unos segundos y una vez se traga lo que tiene en la boca me dice poniendo su cara más cómica:

—¿Te puedo seguir hablando de política?

—Síi, ¡qué remedio!

—¿Me vas a escuchar atentamente y no te vas a poner a pensar en Lord Voldemort?

—¡Sí “pa” que te calles! —le digo moviendo la cabeza condescendientemente sin poder reprimir una sonrisa.

 

 

Continuara en “La voz dormida”  

Acabas de leer:

Sexo en Galicia

 Episodio XVIX: Si yo tuviera una escoba.

 (Relato que es continuación de “"¡Cuidado con Paloma!")

Como siempre muchísimas gracias por leerme y  si te apetece deja un comentario, pues el único modo que los autores tenemos de saber tu opinión sobre lo que escribimos.

Si es la primera vez que entras en un relato mío y te has quedado con ganas de leer más, en mi perfil puedes encontrar una “Guía  de lectura",  que te puede servir para seguir su orden cronológico.

Antes de pasar a agradecer los comentarios me gustaría hacer unas aclaraciones cronológicas que os ayudaran a entender mejor la historia.  

El flash-back (La historia con Paloma) es justamente el momento de inflexión al que Mariano se refiere cuando en “Tiritas pa este corazón partio” dice: “Tras aquel periodo, entramos en una época en la que mi “novio” pasó de tener todo el tiempo para mí, a  no tener ningún momento para  poder verme. La excusa siempre era la misma: el trabajo. Había semanas que nos veíamos una sola vez y con los minutos contados. El tiempo de echar un polvo y poco más.” 

La historia en Galicia con JJ y Mariano saliendo del hotel transcurre el verano del dos mil diez, para que os situéis,  poco después del encuentro con Iván en “Pequeños descuidos” y un año antes de JJ conocer a su novio Guillermo (“No quiero extrañar nada”).

 Y sin más los debidos agradecimientos a los comentaristas de los últimos quince días: a Vieri32: No sabes la ilusión que me ha hecho que te haya gustado el personaje de Ervivo, creo que cuidando los secundarios las historias se hacen más consistentes; a Joseph26: Mucho tiempo sin recibir un comentario tuyo. Espero que te hayas aclarado un poco con la guía en cuanto a la cronología de la historia;  a Aleixen: JJ era mi personaje mimado, hasta que le di protagonismo a Ramón. Me alegro de que te haya gustado la serie “Sexo en Galicia”, es la más fuerte sexualmente, pues se trata de una etapa donde tanto Mariano como JJ, están un poquito perdido emocionalmente;  a Jarkus: Primero me puedes llamar “Machi” sin problemas y  si ves algún error, señálalo sin problemas, me gusta que escribir sea un continuo camino hacia el conocimiento y  cualquier ayuda es bienvenida. En cuanto a poner el relato en una categoría o en otra, yo más bien no lo hago por el tema que se trata sino por el público al que se dirige, la historia anterior aunque no hay sexo hombre-mujer-hombre,  a un bisexual no le desagrada y si lo incluyo en sexo oral, siempre saldrá un “enterado”, diciendo que lo mande a gays. No sé si me explico. ¡Ah!, la frase “pasarlo Prada” es un juego de palabras de Paloma, entre parda y la popular exquisita firma de moda; a Tragapollas Manchego: Creo que este relato habrá respondido a la mayoría de tus preguntas, y como ves,  lo de poner el culo no se les ha pasado por la cabeza ni a Nacho, ni a Enrique. Aun así, espero no haberte decepcionado; a ozzo2000: Como ves Enrique, si no la da a la entrada la da a la salida. Sé que los episodios en los que interviene este tipo me quedan muy triste, pero de vez en cuando hay que traer las espinas del amor para que los momentos buenos brillen más y me encanta que tengas las historia montada en tu cabeza, es lo que pretendo; a mmj: Evidentemente, sé que no iba por mí lo de los comentarios, simplemente constataba que siempre los respondo(al igual que tú siempre comentas, ¡un lujo!). El personaje de Paloma tenía pensado sacarlo más adelante, pero para mí era sumamente importante la conversación final de Mariano con JJ, y puestos a recordar un momento nefasto con Enrique, preferí que fuera el compartido con Paloma y así mataba dos pájaros de un tiro. Espero que te haya gustado Doña Mariliendres Paloma; a pepitoyfrancisquito: Aunque el ejercicio es anónimo y yo no puedo decir que relato ha sido  el que he escrito, me alegro de que ese os haya gustado. En lo referente a Iván, tenía pensado sacarlo por febrero o  Marzo de este año, una vez finalizara la historia de Ramón. Pero como la historia del amigo de Mariano, se está alargando más de la cuenta. En Julio o Agosto, lo más tardar, el mecánico protagonizará un episodio independiente que espero os guste; a Albany: Como sabes, yo he republicado algunos relatos de gays en esta categoría, porque he considerado que se adaptaba a los gustos de sus lectores. Con esta tanda de tres episodios seguidos en esta sección, lo que quería comprobar es si los que visitan una, visitan la otra indistintamente o no, tu comentario me ha dado la respuesta. Pero el caso, es que relatos como el presente no creo que se adapte mucho a la categoría gay. Así, que sigo sin saber qué hacer. Por último, me encantas que disfrutes (de la lectura independiente), en principio esa ha sido siempre mi intención; a nunius: Espero que pudieras venir a Sevilla en Semana Santa, al final el tiempo (frente a todo pronóstico) acompañó. Confírmame por lo menos si estás leyendo esto; a Zoele: No sabes la alegría que me ha dado saber que sigues leyendo mis historias. Tampoco hace falta que comentes todos, pero por lo menos un “estoy por aquí” de vez en cuando,  anima a seguir escribiendo y a Romántico guarro: “Historias de un follador enamoradizo” concluye en el episodio cuarenta y cinco, y en principio tengo previsto terminarla este año, por lo que tu petición la podrás dar por cumplida.

Esta vez como ando un poco liado, no me quiero comprometer a publicar algo dentro de quince días, por lo que el siguiente relato lo subiré dentro de tres semanas, será un capitulo nuevo de “Historias de un follador enamoradizo”  protagonizado por Ramón y titulado: “Bésame, como si el mundo se acabara después”. Se publicará en su categoría habitual: gays.

Hasta entonces, procurad ser felices y que la vida os trate bien.

Mas de machirulo

El Blues del autobús

Mr Oso encula a la travestí gótica

Hombres calientes en unos baños públicos (2 de 2)

Hombres calientes en unos baños públicos (1 de 2)

Desvirgado por sus primos gemelos

Un camión cargado de nabos

Cruising entre camiones

Mi primera doble penetración

Un ojete la mar de sensible

Un nuevo sumiso para los empotradores

Once machos con los huevos cargados de leche

Un buen atracón de pollas

Por mirar donde no debía, terminó comiendo rabo

Aquí el activo soy yo

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Una doble penetración inesperada

Amarrado, cegado y follado hasta la extenuación

Polvo rápido en el baño

La duquesa del coño insaciable (4 de 4)

La duquesa del coño insaciable (3 de 4)

La duquesa del coño insaciable (2 de 4)

La duquesa del coño insaciable (1 de 4)

¡Pero qué buenos están estos dos hermanos!

Una doble penetración inesperada

El mecánico siempre descarga sus cojones dos veces

Son cosas que pasan

Sexo grupal en el vestuario

La fiesta de las Coca-colas

Un casquete después de la siesta

Pepe se lo monta con sus primos gemelos

Serrvirr de ejemplo

Comer y follar todo es empezar

Con mi ojete preparado para un rabo XL

Al chofer del bus, le sale la leche por las orejas

Mamándole el ciruelo a mi mejor amigo

De cruising en la playa de Rota

Cinco salchichas alemanas para mi culo estrechito

Un mecánico con los huevos cargados de leche

El descomunal rabo del tío Eufrasio

Follado por su tío

Meter toda la carne en el asador

Míos, tuyos, nuestros… ¡De nadie!

Encuentros furtivos en el internado

Antonio y la extraña pareja

Fácil

Bolos, naranjas y bolas.

Vivir sin memoria

El libro de la vida sexual

Reencuentro con mi ex

Punta Candor siempre llama dos veces

Hombres Nextdoor

Mundo de monstruos

Dejándose llevar

Guía de lectura año 2017

Dejar las cosas importantes para más adelante

Una proposición más que indecente

¡No hay huevos!

Ignacito y sus dos velas de cumpleaños

El chivo

La mujer del carnicero

Iván y la extraña pareja

El regreso de Iván

Guerra Civil

Las tres Másqueperras

Toda una vida

Objetos de segunda mano

Follando con el mecánico y el policía (R) 2/2

Follando con el mecánico y el policía (R) 1/2

Ni San Judas Tadeo

La invasión Zombi

Seis grados de separación

¡Arre, arre, caballito!

La más zorra de todas las zorras

Un baño de sinceridad

Barrigas llenas, barrigas vacías

No estaba muerto, estaba de parranda

Dr. Esmeralda y Mrs. Mónica

Yo para ser feliz quiero un camión

Tiritas pa este corazón partio

Corrupto a la fuga

Un polaco, un vasco, un valenciano y un extremeño

El de la mochila rosa

La jodida trena

Tres palabras

Hagamos algo superficial y vulgar

Pensando con la punta de la polla

Quizás en cada pueblo se practique de una forma

Gente que explota

Guía de lectura año 2016

En unos días tan señalados

Desátame (o apriétame más fuerte)

De cruising en los Caños

Putita

Sé cómo desatascar bajantes estrechos

Este mundo loco

Como conocí a mi novio

No debo hablar

El secreto de Rafita

¿De quién es esta polla cascabelera?

Me gusta

Me llamo Ramón y follo un montón

Doce horas con Elena

El pollón de Ramón

Dos cerditos y muchos lobos feroces

El ciprés del Rojo

Follando por primera vez (R) 2/3

Follando por primera vez (R) 3/3

Follando por primera vez (R) 1/3

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Orgia en el WC de los grandes almacenes

Once pollas para JJ

Prefiero que pienses que soy una puta

Homofobia

Adivina quien se ha vuelto a quedar sin ADSL

¡Terrible, Terrible!

Bukkake en la zona de descanso

Mi primera vez con Ramón

Tu familia que te quiere

Si no pueden quererte

Mía

Infidelidad

Dos adolescentes muy calientes

Ocho camioneros vascos

Parasitos sociales

El pollón del tío Eufrasio

Violado por su tío

Talento

Somos lo que somos

Sexo en Galicia: Dos en la carretera

Tres pollas y un solo coño

De amor se puede vivir

Duelo de mamadas

¡Se nos da de puta madre!

Dos hermanos

¿Dónde está la oveja de mi hermano?

¿Por qué lloras, Pepito?

El MUNDO se EQUIVOCA

Todo lo que quiero para Navidad

Como Cristiano Ronaldo

Identidad

Fuera de carta

Los gatos no ladran

Su gran noche

Instinto básico

TE comería EL corazón

La fuerza del destino

La voz dormida.

Como la comida rápida.

Las amistades peligrosas.

El profesor de gimnasia.

Follando: Hoy, ayer y siempre (R)2/2

Follando: Hoy, ayer y siempre (R) 1/2

El ser humano es raro.

La ética de la dominación.

¡Ven, Debora-me otra vez!

La procesión va por dentro.

Porkys

Autopista al infierno.

El repasito.

José Luis, Iván, Ramón y otra gente del montón.

El sexto sentido.

Cuando el tiempo quema.

Mi mamá no me mima.

La fiesta de Blas.

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Sin miedo a nada.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

¡Qué buena suerte!

El rumor de las piedras.

Dios odia a los cobardes.

Tres palabras.

Guía de lectura segundo semestre 2.014.

Como un lobo.

Solo Dios perdona.

El padrino.

Perdiendo mi religión.

Adiós Francisquito, adiós.

Pequeños descuidos.

La sombra de una duda.

Mis problemas con JJ.

Unos condones en la guantera.

La voz dormida.

Follando con mi amigo casado.

Si pudieras leer mi mente.

Bésame, como si el mundo se acabara después.

Guía de lectura primer semestre dos mil catorce.

¡Cuidado con Paloma!

La lista de Schindler.

Nos sobran los motivos.

La masticación del tito Paco.

Viviendo deprisa.

El blues del autobús.

¿Y cómo es él?

¡Voy a por ti!

Celebrando la victoria.

Lo estás haciendo muy bien.

Vivir al Este del Edén.

Hay una cosa que te quiero decir.

Entre dos tierras.

Felicitación Navideña.

37 grados.

El más dulce de los tabúes.

Desvirgado por sus primos gemelos

Las pajas en el pajar

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur.

Tiritas pa este corazón partio

Valió la pena

1,4,3,2.

Sexo en Galicia: Comer, beber, follar....

¡Se nos va!

En los vestuarios.

Lo imposible

Celebrando la victoria

La procesión va por dentro.

El guardaespaldas

El buen gourmet

Mariano en el país de las maravillas.

Tu entrenador quiere romperte el culo(E)

Retozando Entre Machos.

Culos hambrientos para pollas duras

La excursión campestre

¡No es lo que parece!

Mi primera vez (E)

Vida de este chico.

Follando con mi amigo casado y el del ADSL? (R)

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón

Trío en la sauna.

Nunca fuimos ángeles

Desvirgado por sus primos gemelos (E)

Como la comida rápida

La misión

Follando con mi amigo casado

La churra del Genaro

Uno de los nuestros

Sexo en Galicia: Tarde de sauna (R)

2 pollas para mi culo

El cazador.

Los albañiles.

Jugando a los médicos.

Algo para recordar

Mis dos primeras veces con Ramón (E)

A propósito de Enrique.

Guia de lectura y alguna que otra cosita más.

Culos hambrientos para pollas duras

Celebrando la derrota

En los vestuarios (E)

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (Epilogo)

No quiero extrañar nada.

Punta Candor siempre llama dos veces.

4,3,2,1....

2 pollas para mi culo

Adivina quién, se ha vuelto a quedar sin ADSL

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón (R)

El MUNDO se EQUIVOCA

Historias de un follador enamoradizo.

Living la vida loca

Sexo en galicia con dos heteros (R)

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Comer, beber... charlar.

Los albañiles.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Regreso al pasado

Follando con mi amigo casado (R)

“.... y unos osos montañeses)”

El padrino

... Bubú.....

El blues del autobús (Versión 2.0)

El parque de Yellowstone (Yogui,....)

After siesta

Sexo, viagra y ... (2ª parte) y última

Before siesta

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (1ª parte)

El bosque de Sherwood

El buen gourmet

Como la comida rápida

Pequeños descuidos

¨La lista de Schindler¨

El blues del autobús

Celebrando el partido