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De cruising en los Caños

en Gays

Mariano ha comenzado  una semana de vacaciones junto a su mejor amigo JJ y la pareja de este, Guillermo, en la playa de los Caños de Meca en la costa gaditana. El primer día no ha pasado nada reseñable y se han pasado el día contándose batallitas sexuales, concretamente sus primeras veces. Ya de madrugada, a la hora de despedirse, Guillermo se ha puesto un poco borde  sin motivo aparente…

Bueno os dejo mejor  con nuestros tres protagonistas y que sean ellos los que os lo sigan contando.

 

1 (Guillermo)

21 de agosto del 2012  3:12 pm (aprox.)

El primer día de playa está ya  finiquitado  y lo único que hemos compartido con Mariano ha sido nuestras historias de la juventud. No me debería quejar porque ha molado cantidad, pero como  mi novio me había vendido otra historia bien distinta, es normal que me haya dado un poco el bajón.

Tras salir y  darle unas pastillas a nuestro colega para el dolor de estómago. Entro en la pequeña habitación como enfadado con el mundo. Observo la decoración, como si su visión pudiera hacer cambiar mi puto  estado de ánimo.

Pero la verdad es que estas cuatro paredes  me hacen menos gracia que los chistes de mariquitas; la decoración parece sacada de las ofertas de la tele tienda: dos pequeñas e impersonales  camas anexas una a la otra, a sus dos flancos, sendas mesitas de noche con un pequeño cajón, un armario empotrado y algún que otro cuadro hortera con motivos vacacionales. Me siento en la cama a mirarlo e, impepinablemente,  me termina dando el bajón. 

Mi novio no tarda no tarda en despedirse de Mariano y entra en el cuarto. Por el careto que trae, puedo intuir que no le ha sentado nada bien mi salida de tono al despedirnos de su amigo.

—¿Se puede saber a qué ha venido eso de “se lo cuentas o-tro dí-a”? — Ni sus palabras, ni su rostro, dan muestra de esa  natural amabilidad suya. Es más parece que se ha cabreado un poquito-mucho.

—¡Qué estoy cansado y punto! —Mis palabras suenan más falsas que un billete de veinticinco euros.

—¡Y yo soy tonto y me chupo el dedo!

Un cortante silencio se abre entre los dos. Intento distraer mi mente con el decorado: dos camas, dos mesitas de noche, cuadros horteras...

JJ, que no se ha tragado mi trola ni por asomo,  vuelve al ataque.

—¿Me vas a decir qué es lo que te pasa o te voy a tener que escribir una instancia? ¡Hijo mío, qué coñazo eres a veces!

Le devuelvo la mirada, temeroso de que su reacción ante lo que tengo que decir, empeore su cabreo.

—Me había hecho ilusiones con lo que hablamos...

—¡Ah!—En el rostro de mi novio se pinta una mueca un tanto grotesca, mientras intenta asimilar lo que he dicho —¿Con “lo que hablamos”, te refieres a hacer realidad esa fantasía tuya que tienes desde que nos conocimos?

—Sí —Aunque la palabra sale de forma contundente de mi boca, no puedo disimular que estoy comiendo el tarro con cual puede ser su reacción.

—Está claro que tu abuela te ha criado  entre mimos y los Reyes Magos te han traído siempre los juguetes que has pedido.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Pues nada, hijo mío, sólo que estás acostumbrado a salirte con la tuya. Y cuando no lo haces, te pegas un pataleo de los que hacen época —El sarcasmo es latente en sus palabras, se está cachondeando  de mí como hace siempre...

—No creo que me esté comportado como  tú dices, así que no te rayes —Más que defenderme, me intento excusar.

—¡Sí, y lo sabes! —Al decir esto mueve la cabeza reafirmando sus palabras —Porque Mariano es buena persona y  no te lo va a tener en cuenta, pero has estado de un grosero que no te pega para nada.

—Es que me hacía ilu...

—Y a mí la Paz en el Mundo y no voy pegando cabezazos por ahí como si fuera un toro bravo cada vez que matan a alguien.

—Pero es que parece que a ti no te apetece...

—¡Ah! Ahora además de estar bueno y ser una excelente persona, eres capaz de leer la mente. ¿Por favor, Guillermo? —Aunque intenta ser amable, notó que se está empezando a mosquear.

—Pero es que, aparte de lo que le dijiste este mediodía en la playa, no le has vuelto a decir más nada —Ahora quien se está empezando a “calentar” por segundos soy yo.

—Lo que te pasas es que  no conoces a Mariano tan bien como yo, lo que le he dicho es más de lo que puede él asimilar. Además, como te dije, la cara que puso fue más de sorpresa que de enfado.

—Pero podías haber seguido “metiéndole los dedos”.

—Sí, hasta que vomitara. ¡No te jodes!  Mi vida, nos quedan seis días con él. Seis días en los que vamos a tener tiempo de todo, así que no te agobies.

—Llevas razón —No sé si porque es mayor que yo, o porque para mí es más cómodo dejarme llevar que tomar decisiones, siempre termino aceptando sus argumentos en vez de rebatirlos.

—Además, entiéndeme; Mariano es muy impredecible y si le cuento tu capricho como el que no quiere la cosa, se me puede enfadar y  lo último que quiero es perderlo como amigo.

—Sabes que eso no va a pasar.

—No sé yo que decirte. Puede pensarse que es una trampa y es lo último que quiero... Ya jugué demasiado con fuego en las famosas vacaciones de Galicia. Es buena gente, un poco ingenuo  pero no tiene un pelo de  tonto. Así que prefiero no presionarlo...

—Pero no dices que tienes tanta confianza con él.

—Y la tengo... Pero prefiero que las cosas surjan, a forzar la situación.

—Pero se lo tendrás que decir.

—Sí, pero en el momento idóneo. Hijo mío, que uno no sugiere estos temas  como el que dice vamos a ver la última película de Brad Pitt… Las cosas tienen su tiempo de preparación y las prisas nunca fueron buenas.

—Bueno tú sabrás, no creo que te ponga mucho problema si ya lo habéis hecho otras veces.

—Sí, pero en el viaje de Galicia las condiciones eran bien distintas y Mariano estaba más solo que la una. Ahora anda enamoriscado de su amigo Ramón. Además, no es lo mismo hacer un trío con un ligue ocasional que con tu pareja. Lo mismo, como es tan beato, le parece pecado mortal y me dice que no.

—Sí, ya eso lo hemos hablado en más de una ocasión, pero que quieres que te diga desde que me fije en vosotros dos en el “Fangoria”, como supuse que erais pareja, no se me quita de la chola la fantasía de hacerlo con los dos a la vez.

—¡Cariño, a veces me sorprende lo ramplón que puedes llegar a ser! Se te ha metido en la mollera —Al decir esto se pone las manos verticalmente sobre las sienes, como si formara una caja entre estas y su cabeza —y no hay quien te lo saque. El sexo, como tú sabes, para mí tiene la importancia que tiene; físicamente es necesario, pero poco más.

—¡Sí, por eso te ha faltado tiempo para dar una vuelta por las rocas en busca de mamoneo!

—No ves como no dimensionas bien las cosas. Lo de esta tarde puede ser alimentar la libido, montarse una película morbosa y no sé cuántas historias más… Pero en esas situaciones,  por lo menos para mí, lo menos importante es el sexo.

—¿Y qué es importante del sexo según tú?

—Lo que sientas hacia la persona con la que lo haces. El polvo en Vigo, con Paco, el gallego y Mariano fue de los mejores que he echado en mi vida, no he sentido nunca tanta complicidad en un trío... Durante aquellos quince días en Galicia, como ya te he contado, nos acostamos varias veces más, pero no fue lo mismo. ¡Aquella vez fue genial!

—Ya,  por lo cara que pones, tuvo que ser la leche.

—Pues eso, es lo que pretendo que sea cuando lo hagamos con Mariano. Sino funciona de esa manera, mejor no hacerlo.

Lo miro y en momentos como esto, descubro porque estoy tan loco por el hombre que tengo ante mí, aunque no peca de ingenuo (ni mucho menos), no tiene maldad, ni dobleces... Pocas veces hace algo sin pensar en las consecuencias para los demás y cuando lo hace, el que sale más dañado es él.

Ha sufrido un montón en la vida, a pesar de tener un montón de “novios”(yo los llamaría follamigos), nunca había estado con alguien, a quien le gustara llamar “pareja”. Aunque somos muy diferentes, en eso sí que nos parecemos. Yo hasta que llego él, todavía no había encontrado lo que iba buscando y cada día me alegro más de haber llevado a mi abuela a la playa aquel finde.

Avanzó hacia él, paso mis manos tras su cuello, dándole a entender que en nuestra relación los enfados y las broncas no tienen donde quedarse.

—Lo siento, mañana me disculpo con Mariano.

—No hace falta, sólo con que le pongas tu mejor cara, él se dará por satisfecho.

Hace una breve pausa, clava su mirada en la mía y como el que no quiere la cosa  me dice:

— ¿A qué esperas?

—¿Para qué?

—¡Para besarme, so tonto!

Poso suavemente mis labios sobre los suyos, al poco, nuestras lenguas se mezclan como si fuera una. No sé él, pero es sentir el sabor de su boca y mi polla empieza a despertar de su letargo.

Hoy como tantas veces, despediremos el día con un buen polvo. Es lo que más me gusta de las discusiones con mi novio: las reconciliaciones.

 

2 (Mariano)

22 de agosto del 2012  10:00 am (aprox.)

 

¡Vaya nochecita! Algo debí comer anoche que me sentó mal que he tenido un sueño de lo más raro. Un imposible, me he visto haciendo un trio con mi Ramón e Iván, el mecánico. Era todo tan real que aún tengo la extraña sensación  de haberlo vivido.

Ha sido JJ quien, fiel a su espíritu de querer atrapar la vida con los dientes,  ha venido a despertarme para que me fuera con ellos a la playa. Ha dicho que si no está en su habitación, estará en el bar desayunando y me ha apremiado para que me arregle rápido.

Nada más se ha ido, me he metido en la ducha. Mientras enjabono mi pene y mis testículos. Las imágenes del  reciente sueño vuelven a dominan mi mente por completo.

 

Veo a Ramón blandiendo ante mi cara su enorme vergajo, puedo sentir hasta el olor de su líquido pre seminal.  Siento sobre mi espalda el pecho de Iván, mientras coloca  su pene en la entrada de mi recto.

 

Tengo tan aprendido el sabor  y las dimensiones del miembro de mi amigo que hasta puedo rememorar su aroma,  como su agresiva masculinidad entra y sale de mi boca, profanando mi cavidad oral hasta la garganta. Al mismo tiempo, creo sentir como el martillo de Iván taladra el pequeño orificio de mi retaguardia.  

 

Un placer inconmensurable empieza a gobernar mis sentidos, el agua de la ducha empapa cada uno de los poros de mi ferviente ser. Intento no agarrarme la  polla,  pero la tentativa es vana y, al poco,  aprisiono mi más que endurecido miembro entre mis dedos, en pos de buscar el placer que necesita mi cuerpo.

 

En mi mente construyo un escenario ideal. Uno donde Ramón e Iván colman mi cuerpo de atenciones, mientras uno me besa, el otro acaricia mi espalda. Imagino sus pollas, duras como rocas, apuntando  a mi cuerpo, como lanzas que se dispusieran a ensartarme.

 

Vuelvo a apretar mi verga, masajeándola desde la cabeza hasta el tronco, oprimiendo levemente la punta. Todo ello para buscar un placer real en un escenario imaginario.

 

La escena que se repite ante mis ojos,  y con la misma claridad que si estuviera sucediendo ahora, es la de Ramón penetrándome con sus cuatro dedos, horadando mis entrañas de una manera brutal y placentera al mismo tiempo.

 

El placer comienza a campar por todos los poros de mi piel de manera desmedida. Estoy tan entregado al pueril acto de la masturbación que el mundo deja de existir por unos breves momentos  y me sumerjo en la realidad creada por mis pensamientos.

 

Ramón acerca su polla a mi boca, mientras Iván pasea su lengua por mi ojete. Introduzco el erecto mástil entre mis labios, impregnándolo con   mi saliva. Al entrar y salir frenéticamente  de mi boca, noto como rezuma de manera copiosa líquido pre seminal, tan espeso que parece esperma. Mi paladar, antes de hacerlo pasar a mi garganta, se deleita con su sabor.

 

Por su parte Iván ha sustituido su lengua por su caliente herramienta, la cual se suelda a mis entrañas como si formara parte de ella. Empuja suavemente, sin producirme dolor alguno. La introduce concienzudamente hasta llegar a acariciar mi próstata con su gordo capullo…

 

Mis manos estrujan suavemente mi glande, extrayendo de él las últimas gotas del blanquecino y denso líquido que se mezclan con el agua de la ducha para terminar desapareciendo, poco después, por el desagüe.

 

Apoyo las palmas de mis manos sobre la pared de la ducha, encorvando mi espalda para, de un modo sosegado, incorporarme poco a poco a la cruda realidad.

 

Miro el reloj, me terminó de duchar lo más rápido que puedo. JJ seguro que me está esperando ya en el bar. Me pongo en mi papel de conejito del País de la Maravilla y empiezo a recitar en silencio la agobiante  retahíla de: ¡Qué llego tarde, qué llego tarde!

 

3(JJ)

22 de agosto del 2012  10:30 am (aprox.)

 

Menos mal que hemos conseguido mesa para desayunar. Porque el Marianito va a tardar. Ese, en cuanto se meta en la ducha,  seguro que va a tener su momento “American Beauty”. Si es que se ha levantado más empalmado que un burro. ¡Vete tú a saber lo que ha soñado!

Le pregunto a mi “cielo” cómo prefiere la media tostada  y me levanto para pedir el desayuno.

A pesar de que el bar no está muy lleno, parece que todo el mundo ha decidido venir  a la misma hora y los camareros no dan abasto. Por cierto, uno de ellos si fuera menos cani, sería hasta mono. El otro, ni el cirujano de Cher le encontraría remedio. ¡El pobre es feo con avaricia!

Casi hemos terminado de meternos la tostada de aceite y jamón entre pecho y espalda, cuando hace su aparición Mariano. Lo primero que hace es excusarse con nosotros. « ¡Qué considerado es el pobre! ».

—¡Buenos días al menos! —Le digo sonriendo, dándole a entender que su tardanza no nos importa.

—¡A ti ya te he visto! ¡Buenos días, Guillermo! —Dice pasando de mí  tres pueblos.

—¿Cómo estás del estómago? —Pregunta muy, pero que muy  amablemente mi novio. « ¡Qué bien enseñado que lo tengo y qué bueno  que es! »

—Mejor, pero he pasado una noche que no veas—Responde Mariano llevándose intuitivamente, y en señal de fastidio, la mano al estómago.

—¡Di que no! ¡Qué se ha levantado de un alegre que te cagas! ¡A saber lo que ha estado soñando! —Digo intentando meter un poco de guasa a la mañana. Estamos de vacaciones y tenemos unas caritas, que ni los imputados en un caso de corrupción.

—Pero tú... ¿Siempre tienes que ser el mismo? —Aunque intenta ponerse serio, no puede reprimir que por la comisura de sus labios se le escape una sonrisa.

—Cielo, para mi parecer que todos nos levantamos con el fusil mirando al techo —Interviene Guillermo.

—Sí, pero no con un manchón así de gordo en los calzoncillos —Al decir esto, uno mis manos intentando asemejar un círculo.

Tanto mi novio, como Mariano, ven que he cogido carrerilla y no pienso parar. Por lo que  ambos optan por ignorarme con cierto desdén.

—¿Qué vas a tomar de desayunar, Mariano? —Pregunta cortésmente mi amorcito.

—Un zumo de naranja solo, pues como me tome un café, voy a ir de cabeza para el váter.

Conozco a Mariano mejor que la madre que lo parió y sé que no es para nada rencoroso. A pesar de la mala contestación y actitud ayer de mi novio al despedirse, es ver que este no da muestras de cabreo alguno y  se comporta como si no hubiera pasado nada, es más, diría que ya lo ha olvidado por completo.

Tras unos cuantos comentarios banales en los que el sexo tiene bastante protagonismo, abandonamos el pequeño bar en dirección al supermercado de la larga y estrecha avenida que une el hotel con el sendero de la playa.

Hoy, por aquello de aprovechar el sol, el mar y las posibilidades infinitas de cancaneo que ofrece este paraje costero gaditano, hemos  decidido hacer un picnic en la playa. Compramos unos bocadillos, las bebidas y algunas que otro caprichillo en el autoservicio de la zona.

Es curioso, como el “Low coast” lo está invadiendo todo. Este local, antaño, era una tienda donde un amable dependiente te atendía. Ahora lo han convertido en un supermercado donde tú coges lo que deseas, de entre un montón de artículos apilados sin ton ni son en unas  estanterías de lo más impersonales.

El amable dependiente ha sido sustituido por dos jóvenes con un contrato basura,  más preocupados en conectarse al “Facebook” que en el hecho de que  tú como cliente te vayas satisfecho y quieras volver otra vez. ¡Qué más les da, si van a seguir cobrando la misma birria de salario! Es lo que tiene la globalización: extiende la mierda de forma uniforme.

Mientras esperamos en la cola de  la charcutería a que nos preparen los bocadillos, algo insólito y a la vez hermoso sucede: una pareja de jóvenes-no tendrán más de diecinueve o veinte años- pasean por el local cogidos de la mano, mostrando al mundo sin pudor su homosexualidad. El siglo XXI ha llegado hace años, pero estas cosas todavía no son todo lo natural que debieran (por lo menos, por estas provincias del sur de España).

Son tan poco habituales que un señor de unos cincuenta años, quien espera su turno junto a nosotros, suelta algo que me crispa los nervios.

—¡Qué vergüenza!

Mariano está a punto de soltarle uno de sus discursos conciliadores, pero le hago un sutil gesto para que se meta la lengua donde dijimos,  pues prefiero saber hasta dónde llega la intransigencia del cincuentón.

Observo minuciosamente al individuo que ha soltado el inadecuado improperio y  lo que veo no me puede gustar menos.

Sobre su frente luce unas hermosas entradas, antesala  perfecta de una calvicie que intenta disimular dejándose el cabello un poco más largo de lo habitual en la gente de su edad. Lleva unas gafas metálicas, que no es que sean “vintage”, es que jamás estuvieron de moda.

Viste una camisa de cuadritos blancos y negros, con un jinete y un caballo sobre el bolsillo del pecho. Deduzco que el individuo es del tipo de gente que, cuando visten una prenda,  lo único  que les interesa es que los demás sepan lo cara que es y que ellos tienen dinero de sobra  para pagarla. Completa el uniforme del casposo caballero, unas bermudas marrones y unas zapatillas que yo no regalaría ni a mi peor enemigo.

La soberbia y prepotencia se dibujan en su rostro, parece mirar a todos por encima del hombro como si el único modo lógico de ver la vida fuera el suyo y  todos los que no piensan como él están equivocados. El mundo, bajo su punto de vista, es demasiado pequeño para dos pensamientos distintos.

Por otro lado, ofrece un aspecto físico bastante descuidado: una barriga incipiente y unos brazos delgados carentes del tan necesitado ejercicio físico. Sus piernas muestran unas prominentes varices, clarividentes de lo cerca que lo roza la vejez. Puede que no me lleve ni diez años, pero podría pasar tranquilamente  por mi padre.

Sospecho que es temeroso de Dios, pues me recuerda tanto a una España añeja y trasnochada, que no puedo evitar pensar que se ha escapado del reparto de  una película de Paco Martínez Soria.

La contundencia con lo que ha dicho la frase y el poco respeto que ha demostrado hacia los dos jóvenes, hace que todos los presentes,  hasta el charcutero que nos prepara los bocadillos, nos quedemos mirándolo fijamente.

—¡Qué vergüenza! ¡Cómo ya los degenerados estos se pueden casar,  se llevan todo el día fornicando!

La palabra fornicar me clarifica lo que yo pensaba: es católico, apostólico y romano, aunque tengo la sensación de que  el día que explicaron aquello de “amaras al prójimo como a ti mismo”, estuvo malito, no fue a clase y como no entraba en el examen no se lo estudió.

Lo miro poniendo cara de que estoy de acuerdo con su discurso, lo cual lo impulsa a soltar más de “sus verdades absolutas”.

—¡Van a destrozar la familia! ¡Entre eso y el aborto van a terminar con este país! A ver si ahora que están estos otros gobernando, arreglan un poco la inmoralidad en la que vivimos.

Asiento con la cabeza, como si toda lo basura que está vomitando fuera de mi completo interés.

Sintiéndose arropado y comprendido, prosigue elevando el tono pendenciero de sus palabras.

—¿Tú sabes lo que le hace falta a este país? —Hace una pausa para comprobar que ha captado nuestra atención, y sin darnos tiempo a contestar prosigue —¡Un Franco con veinte años! Y se quitaba a toda esta gentuza de en medio. Que piensan en cualquier cosa menos en trabajar. ¡Así está este país,  que  se va a la ruina!

Se ve que el muy infeliz está acostumbrado a decir siempre lo que piensa y  sin que nadie lo contradiga. Pues según él,  todo aquel que no ve las cosas de su misma forma y modo está equivocado o es un ignorante. Lo dejo que siga cogiendo confianza, poniendo mi mejor cara de “prestar atención”.

—Yo porque a mi mujer le gusta esta playa, sino iba a venir un guardia. Todo lo que hay son perroflautas, drogadictos, maricones y negros. La gente honrada y trabajadora no tiene por qué mezclarse con esta plebe de degenerados. Yo no tengo nada en contra de ninguno, pero  ellos en su sitio y nosotros, la gente decente, en otro.

La debilidad de sus argumentos quedaba patente en su último comentario. Se supone que puesto a ser “ordenados” y cada quien en su sitio, la playa de los Caños es una playa nudista que, puestos a catalogar, es el lugar idóneo para perroflautas, drogadictos, maricones y demás fauna indeseable. ¿Qué hace  un tío  “honrado” como él  en un lugar como este? ¿Qué clase de aventura había venido a buscar?

Su monologo flatulento sigue llenando el aire del local durante unos instantes más. Hay un momento que dejo de prestarle atención, pues ya he escuchado bastante.

Mientras la nostálgica criaturita sigue adornando con  endebles razonamientos  sus anticuadas ideas, me vuelvo hacia Guillermo. No sé cómo, pero él entiende mi gesto y, sin tener que decir nada, me da un sonoro beso en los labios, interrumpiendo de seco la inconsistente charla.

Por un momento está tentado de decir algo, pero el gesto desafiante de Guillermo (Sus abultados bíceps  también ayudan bastante) le hacen desistir. Una vez  es consciente del tremendo ridículo que ha hecho, refunfuña algo entre dientes y se marcha sin comprar nada.

Mis amigos y el dependiente nos miramos con cara de circunstancia y de alivio a la vez.

—Perdona —Digo dirigiéndome al joven charcutero —, pero creo que te he hecho perder un cliente.

—No te preocupes shurra —Responde sin siquiera detenerse en  la labor que está realizando —, pero no estoy a comisión. ¡Y pa la mierda que compra, no vea  el  porculo  que da er tío!

El espontaneo comentario del dependiente nos arranca unas sonrisas.

Aunque, hasta que salimos de allí, los comentarios entre nosotros sobre lo que ha ocurrido no cesan. Es salir del pequeño tenderete y Mariano (que si fuera mudo reventaba) me intenta colocar uno de esos “mítines” conciliadores que él da.

—A esta gente tan racista y homofóbica lo único que les pasa es que son unos cobardes y les da miedo todo aquello que es diferente...

—¿Eso quien lo escribió Freud o Pavlov? —Pregunto con cierta chulería, dándole a entender que no me interesa un bledo sus teorías —Pues... ¿Sabes lo qué te digo? En los individuos así, el odio que sienten hacia los homosexuales es directamente proporcional a las ganas que tienen de comerse un buen rabo.

Ante lo cortante de mi comentario, mis acompañantes no saben si enfadarse o echarse a reír.

Un silencio tenso se abre entre los tres y, como no quiero empezar mal el día, suelto una de las mías.

—Sé que el chiste es muy malo, pero podíais haberos reído. Al menos  de compromiso.

Ambos me miran levantado las cejas y esgrimiendo una pequeña sonrisa.

Mariano, a quien he interrumpido su discurso a posta, ante la imposibilidad de colocarme su “porque de las cosas” mañanero. Se acopla a Guillermo, a quien empieza a soltarle el rollo. ¡Pobrecito!... Bueno, ¡qué se joda y pague prenda, por haber sido tan grosero anoche!

Bueno, lo peor no es eso. Cuando mi amigo termine su soliloquio, ya le daré yo a mi amorcito  mi visión de las cosas.  Dicen que los jueces tienen que  escuchar a los dos partes para poder emitir un buen dictamen, ¿no?

 

 

(Mariano)

22 de agosto del 2012  11:00pm (aprox.)

 

Hace un buen día de playa, el sol está fuera y, lo que es mejor, no hace ni chispa de levante. La marea esta baja, por lo que accedemos a nuestra cala preferida con facilidad. (Habrá que estar atentos a la hora de la pleamar, para no tener problemas a la vuelta).

¡Dios, que me gusta esta playa! No es sólo lo cristalino de sus aguas y la tranquilidad que se respira. (En esto último tiene que ver mucho la  maldita crisis, pues a pesar de estar en pleno Agosto, hay menos público del habitual por estos lares).

JJ se ha quedado atrás con Guillermo, sigue habla que te habla de lo que nos ha pasado en el supermercado. En fin, si me he adelantado es porque ya he dado mi opinión al respecto y me parece que tanto más se mueve la basura, más huele. 

Mientras mi amigo se deleita en su “hazaña”, yo me dedico a montar la sombrilla. Cuando aparecen, prácticamente tengo el chiringuito montado. Por cierto, Juan José sigue erre que erre con el tema del “facha” del supermercado. Confío en que sea lo suficiente sensato e inteligente para no pedirme  mi apoyo a sus tesis, porque  o si no, lo lleva claro.

Para demostrarle que me la trae floja su conversación, tiendo la alfombrilla sobre la arena, me untó la crema bronceadora y,  cuando Guillermo se acerca a mí (cansado creo  de escuchar una y otra vez lo mismo), le pido que me ponga la crema en la espalda. Está mal que lo diga, porque es el novio de mi amigo, pero  es simplemente sentir sus manos sobre mis omoplatos y  me excito un poco... ¡Miento! Un poco no: bastante. ¡Qué suerte ha tenido JJ! No solo está bueno a rabiar, sino que encima es muy buena persona.

Por cierto, lleva toda la mañana más amable conmigo de lo normal. ¿Será para resarcirse de la mala contestación que nos dio anoche?  Algo le tuvo que ocurrir para que respondiera de un modo tan desagradable, pues él no es así. En fin, no te mates por saber que el tiempo te lo dirá…

—¡No me digas que no te piensas quitar el bañador! —La  estridente la  voz de JJ me saca de mis cavilaciones.

—¿Puedes gritar más? Creo que dos calas más para allá no te han escuchado — Le replico con bastante ironía.

—¡Ay, perdona! Pero venía tan entusiasmado hablando del heredero de Primo de Franco que  no me he dado cuenta.

—Sabes que me da mucha vergüenza ponerme en bolas. ¡Seguramente mañana esté más preparado!

—Hijo mío, no sé para qué te tienes que preparar, ¡que  vas a poner la picha al aire, no presentar una tesis doctoral!

—¿Pero tú quieres dejar al chaval a su aire? —Quien así habla es Guillermo que,  insisto, está de-ma-sia-do amable conmigo hoy.

—Si yo lo decía para que se fuera animando y eso.

—No me animes tanto —Digo ladeando  la cabeza condescendientemente.

—Bueno, vale, pero no te importara que mi novio y yo nos quedemos en plan Adán y Eva.

—No veo ninguna hoja de parra por aquí —Contesto en tono chulesco.

—Has visto Guillermo, las gracietas que suelta el amigo Mariano —JJ pone su mayor cara de asco al decir esto.

Antes de que  me pueda dar cuenta, mi amigo y su novio se han instalado y, tras desnudarse, untarse el bronceador y demás, se pegan una frenética carrera hacia el agua.

JJ a veces es un tocapelotas de los gordos, pero es una de las mejores personas que conozco. Verlo correr hacia el agua con las vergüenzas al aire y sin importarle lo más mínimo, muestran lo lleno de vida que está. Lo mejor que le ha podido pasar es conocer a Guillermo. Es un tío que tanto más lo conozco, mejor me cae. Y el hijo de puta está de un bueno que te cagas... Aunque, yo eso no lo debería ni pensar. ¡Cojones, qué es el novio de mi amigo!

Cuando me quedo sólo, me tiendo en la esterilla y me pongo a leer mi “best seller” veraniego. Lo cierto es que hemos venido tan temprano que no hay nadie en la cala. Acompañado por la inmensa tranquilidad de la soledad, me sumerjo en la lectura.

No sé qué porción de tiempo pasa, pero apenas me da tiempo de enterarme contra quien está intrigando Cersei Lannister cuando  hacen aparición una pareja de alemanes. Uno de ellos creo que  los cincuenta no los vuelve a cumplir; el otro, en cambio,  pienso que si tiene los treinta, muchos son. El más mayor se ve un hombre atractivo, sin embargo a pesar de que se mantiene  bastante bien, sus cansados ojos no son capaces de ocultar el paso de los años.

El más joven es exquisito hasta moviéndose, no me determino a suponer si sus ademanes responden a una falta de masculinidad o a una arrogancia desmedida. Su cuerpo, excesivamente musculado para mí gusto, se corresponde más con unos ciclos de anabolizantes que con muchas horas de entrenamiento.

El tío, al sentirse sutilmente observado, se regodea en sus movimientos mientras monta la sombrilla y tal.  Como no estoy por la labor de alimentar el ego de nadie, vuelvo a la lectura, la cual, dicho sea de paso, me parece más gratificante que la visión del pomposo alemán.

Busco con la mirada a mis amigos,  se han sentado en la orilla de la playa y dejan que las olas paseen por su cuerpo. Hoy se ve que JJ se ha levantado contento, sigue charla que te charla. Mejor así, que cuando calla es porque algo le agobia.

Medio capítulo después un chico de unos veinte años, de cabellos azabaches y piel aceitunada pasa a escasos metros de mí y, con el mismo  apresurado caminar, se interna en el pequeño montículo de rocas que une esta cala con la otra. No lleva ningún equipaje, por lo que deduzco va dando una vuelta o buscando el cancaneo de turno. Aunque, siendo sincero,  para esto último me parece   excesivamente temprano.

Al poco, una pareja que por su apariencia y edad parecen un matrimonio. Montan el “campamento” a poca distancia de donde estoy. Ambos me sueltan un cordial hola, al que respondo amablemente con otro. Por su acento, puedo distinguir que son andaluces, y  si me aprietas, diría que de un pueblo de Sevilla.

Levanto mi mirada del libro y los observo disimuladamente. El tendrá unos treinta y cortos años. De ella, me es más difícil calcular su edad. Por su rostro, parece no tener la treintena, pero las redondeces de sus caderas y sus abultados glúteos me hacen pensar que es mayor. La verdad que no es fea, pero sus fofas carnes merman bastante su atractivo.

Él, sin embargo, es harina de otro costal. Lleva el cabello corto,  con unos rebeldes y atractivos rizos que   se dejan entrever sobre sus sienes y su flequillo. Su barba de tres días y sus pómulos anchos lo dotan de  una apariencia de tipo duro. Si a todo ello se le suman  sus gafas negras de macarra, me es fácil imaginármelo montado sobre una gran moto tipo Harley Davison. « Mmm… ¡Qué morbazo, Dios! »

A pesar de la amplia camiseta y que los pantalones cortos de mercadillo le hacen poco bien, puedo comprobar que tiene un físico bastante interesante. Como no quiero parecer descarado, vuelvo a sumergirme en la  lectura.

Una de las veces que levanto la mirada puedo comprobar que la mujer  se ha desnudado por completo, dejando a la vista  unos pechos enormes, una amorfa barriga y  un sexo hundido entre unos muslos plagado de celulitis y piel de naranja.

Su marido, por su parte, únicamente  se ha quitado las gafas. El cabrón, para más inri, tiene unos ojos claros que quitan el sentido (no puedo distinguir  con el sol si verdes o azules). A continuación se quita la camiseta, mostrando un torso perfecto, cubierto por  completo por una alfombra de vello rizado.  Está musculado pero no excesivamente,  por lo que su físico está lejos de ser un canto a la voluptuosidad como la del  joven alemán.

Aunque intento apartar la mirada, inconscientemente mis ojos se  deleitan con el improvisado “strip-tease”. Cuando se quita el pantalón,  el deseo ya  atenaza  fuertemente mi pecho. El tío tiene una polla ancha y larga que, incluso en  estado de descanso, se me antoja de lo más apetecible. No obstante, lo más recalcable de su aparato genital son sus enormes testículos y la mata de pelo rizado que lo recorren.

—¡Tío, cierra la boca que te va entrar una mosca! —Quien así habla es JJ, que aprovechando mi ensimismamiento se ha acercado a mí sin que me percate  lo más mínimo de ello.

Ante el espontaneo comentario de mi amigo, el rubor visita mis mejillas. Intentando disimular, hago como el que prosigo la lectura y sin levantar la mirada del libro le susurro:   

—¿Tan descarado he sido?

—¡Nooo, que vaaa! —Contesta con bastante ironía —¡Hijo mío, es que ves a un tío casado y te vas de cabeza!

Ante la evidencia de sus palabras, agacho la cabeza como si hubiera cometido un pecado mortal. JJ se da cuenta de la mala conciencia  que tengo por  haber hecho algo incorrecto y, sin darme tiempo a darle una respuesta, concluye diciendo:

—Pues sabes lo que te digo, si no quieren que los maricones   se le queden mirando  la polla, lo que tiene que hacer es no venir por esta parte de la playa...

Estoy a punto de darle un contra argumento, pero la inesperada llegada de Guillermo interrumpe mi discurso filosófico.

Me sumerjo  entre las líneas del libro e intento reprimir con ello la tentación de mirar al novio de mi amigo, quien se seca luciendo  su desnudez de manera palpable ante mi rostro.

Mientras JJ termina de quitarse los resquicios del agua salada de su cuerpo,  me lanza una singular pregunta:

—¿A ti te quedan muchas ganas de seguir leyendo la novela?

—Sí... ¿Por?

—Porque este y yo —Señala a Guillermo —nos vamos a ir a dar una vuelta por las calas del fondo a ver que vemos.

—¿Tan pronto?

—¡Hijo mío, no estás en nada! Ahora, junto con la caída del sol, son los mejores momentos para la caza. ¡La hora feliz del “cruising”!

Tras ponerse el bañador, se internan en el montículo de rocas, dejándome con mi novela inconclusa y una pregunta con respuesta bastante evidente: ¿Tan caliente está la gente que lo primero que hace en el día es buscar un desconocido para echar un polvo?

 

 

(JJ)

22 de agosto del 2012  11:30pm (aprox.)

Me da cosa dejar a Mariano solo, pero es que alguien se tiene que quedar cuidando las bolsas. En fin, que se entretenga leyendo y mirándole el rabo  al machote buenorro,  y no precisamente en ese orden.

Lo cierto y verdad es que el susodicho  no está nada mal,  aunque para mí que no es “hetero pura sangre” por mucha mujer que tenga. Porque si no, dime tú a mí qué es lo que hace en una zona que está primordialmente llena de maricones, con el repelús que le damos a la gente “normal”. ¡Que lo que nos ha sucedido esta mañana en el supermercado no tiene nombre! Y lo peor era que el tipo se creía su discurso a pies juntillas…

¿Cómo puede la gente en pleno siglo XXI seguir pensando que somos unos bichos raros? La gente va más a la escuela, lee más libros, ve más películas que hace cuarenta años, pero no sé por qué cada vez es más inculta, ignorante y por tanto más manipulable. En fin, más vale no pensar estas cosas que me pongo de mala leche.

El “paseíto” que nos vamos  a dar mi novio y yo por la zona de “cruising”, tiene para mí  una doble finalidad. Primero: comprobar la teoría de Guillermo, que insiste en que  los mejores momentos para ligar son  ahora (a primera hora de la mañana) y al caer la tarde. Segundo: ver si soporto cómo otro hombre manosea a mi novio delante de mis narices. Porque yo siempre he dicho que el sexo es sexo y que con una buena ducha se quita todo, pero hasta ahora nunca había  querido a nadie cómo quiero a este tío. Ese es el motivo,  y no otro, de que todavía no haya movido ficha para hacer realidad su fantasía de un trío con Mariano.  Pues, si he de ser sincero, no las tengo todas conmigo de que vaya a resultar; y los implicados son, nada más y nada menos que mi mejor amigo y el hombre al que más quiero... ¡Que como salga mal la cosa voy a estar muy, pero que muy bien jodido! Así que vayamos por partes, veamos cómo resulta esto del cancaneo y después, según cómo resulte,  seguiremos experimentando o no.

La pendiente de rocas por la que estoy trepando en busca del mamoneo de turno es de lo más empinada y dificultosa. Si esto me lo mandara mi jefe me negaría en redondo pero, hijo mío, está visto y comprobado que el ser humano a la hora de echar un polvo muy pocas veces se pone límites.

—¡Ten cuidado,  cielo,  no te vayas a caer! —Me indica Guillermo, al constatar la torpeza de mis movimientos.

—No te preocupes que, por la cuenta que me trae, no me caigo.

—No, si yo lo digo porque como la herida sea muy grande de aquí a Bárbate te puedes desangrar. —El aplomo en las palabras de mi novio me recuerda lo cojonato que puede llegar a ser a veces.

—¡ Ya saltó la alegría de la huerta! —Le digo con un claro retintín para que se dé cuenta de que en lugar de tranquilizarme me está poniendo más nervioso.

Guillermo se queda mirándome absorto, frunce el ceño un poco y hace un gesto raro con la boca. Tras esto, sigue escalando el enrevesado sendero, sin volver a decir esta boca es mía.  

Una vez llegamos a lo alto del pequeño montículo de piedras, es patente que hemos recorrido el trozo de camino más peligroso.  A pesar de que el terreno es bastante accidentado, se pueden ver cantidad de salientes a los que agarrarse, con lo que transitar por él me parece una tarea menos ardua comparada con la enorme pendiente que hemos dejado atrás.

 Me dispongo a internarme entre las erosionadas rocas calizas, cuando mi novio me lanza una pregunta cómo si le fuera la vida en ello:

 —¿Has cogido preservativos?

—Sí, mi vida. ¿Por qué te crees que llevo esto? — Le digo señalándole un pequeño bolso de cuero marrón, cuya correa me cruza el pecho de un lado a otro—La Madrid Fashion Week, que yo sepa, terminó ya  hace tiempo.

¿Por qué seré tan cortante a veces? Menos mal que, después de más de diez meses viviendo juntos, el pobre sabe que no voy con mala intención... O eso, o  que se ha acostumbrado a mis salidas de tono y pasa un kilo de lo que le digo.

Al caminar tras  de mi chico por el escabroso camino de rocas, no puedo evitar posar la mirada en sus hermosas nalgas, las cuales se marcan de manera provocativa bajo el pequeño y ajustado bañador.

No mentiría si dijera que me considero un tío afortunado por tener un hombre como Guillermo a mi lado.  Físicamente, mi novio está como un queso; no sólo tiene un buen culo, también tiene unas espaldas anchas, unos brazos musculados que quitan el sentido, un abultado pecho que me vuelve loco y unas piernas duras como una piedra. Aunque lo mejor de él es que es  una buenísima persona. Si no lo fuera, ni yo estaría con él, ni él conmigo. ¡Pues a mí es muy  difícil aguantarme  si no se es buena gente!

Una vez pasamos el monte de rocas calizas, llegamos a  nuestro destino: una pequeña calita que, dado lo complicado que es llegar a ella, queda bastante fuera de miradas curiosas.

Al principio, tenemos la sensación de que somos los primeros en llegar, por lo que  nuestras expectativas de ligue mañanero se esfuman de golpe y porrazo.

De repente, como quien no quiere la cosa, de entre las aguas -cual Daniel Craig  en Casino Royal-   aparece un chaval, tostado a más no poder, de unos veinte años y  luciendo, manifiestamente,  una cimbreante polla.

Tras coger su traje de baño de la arena se dirige hacia nosotros sin titubear. Una vez  a nuestra altura,  y sin cortarse un pelo, nos alarga la mano y con una sonrisa de anuncio de dentífrico en los labios nos dice:

—Mi nombre es Manuel, pero todos me llaman Manu.

Guillermo, con un gesto afable, choca la mano del atractivo joven y le dice:

—El mío es Guillermo.  ¡Pero no se te ocurra decirme Guille, ni nada parecido!

Por aquello de hacerme el interesante, me presentó simplemente como JJ.  El chaval no cae en la trampa y no pregunta el porqué de las siglas. Con lo que mi argucia para romper el hielo, queda en una especie de prueba no superada.

Tras los consabidos: «Pues dando una vuelta», «Hace muy buen día de playa», «Hemos venido otras veces» y bla, bla, bla, bla... el atrevido muchacho nos lanza una pregunta, tan tajante como directa:

—¿Sois pareja?

Mi niño se me queda mirando como esperando mi aprobación para responder al desvergonzado jovenzuelo, así que me toca ser a mí quien le conteste:

—Sí, ¿Por?...—Mis palabras suenan un poco desafiantes.

—Porque estáis muy buenos los dos y si os apetece, podemos pasar un buen ratito.

¡Joder con el morenito!, no es que tenga poca vergüenza, ¡es que ni siquiera se la han presentado!

Examino brevemente al atrevido chico y compruebo que, sin ser una belleza, tiene un rostro agradable, es un poco más alto que yo, con lo que a Guillermo le saca más de una cabeza; se ve que hace deporte pues, aunque no tiene el abdomen marcado en plan anuncio de calzoncillos y tal, presenta un aspecto fibroso bastante interesante. Mi fugaz comprobación concluye en su pito, que sin ser nada  del otro mundo y pese a estar en postura de descanso, se muestra como una deseable golosina.

Tras examinar  “la mercancía”, miro a mi novio y él, un poco nervioso, (creo que le da tanto reparo atravesar esta arriesgada puerta como a mí) asiente en silencio a la osada sugerencia del chico.

—¿Dónde nos ponemos? —Le digo, suponiendo que conoce bastante bien el lugar. Algo que pudiera no ser, pues su acento deja claro  que no es gaditano.

—Detrás de aquellas rocas es muy difícil que te vean. Y si te ven, es que vienen buscando tema... —Dice con una frescura que ni yo en mis años mozos (La insolencia de esta gente  tan joven te hace sentir viejo por momentos).

Pese a que son poco más de las once de la mañana, la temperatura característica de la costa de Cádiz hace su aparición y a la vez que nos vamos alejando del agua del mar sentimos el calor que irradia la arena de la playa, el cual sumado al fuego  que corre por nuestras venas hace un coctel  de lo más explosivo.  

Intento no comerme el coco con estos asuntos y tiendo a considerarlos algo físico: El sexo es una cosa y el amor otra bien distinta. Pero quizás por ese sentimiento de posesión que desarrollamos hacia la persona amada, una sensación de no estar siendo demasiado honesto con mi pareja y conmigo me invade. ¿Por qué carajo tiendo a complicarlo todo de la peor manera? ¿No hubiera sido más fácil negarme a cualquier trío? No, yo tengo que ir de moderno con mente abierta por la vida… ¡Así me va! Bueno, veamos cómo sale el  invento…

Las rocas a las que nos lleva el muchacho no es que sean nada del otro jueves en lo que a intimidad se refiere. Pero es lo que dice él, hay que ir a tiro hecho para descubrirlas. Tan ocultas y a la vista a la vez: el sitio idóneo para hacer cruising.

Es refugiarnos entre las naturales esculturas y el morenito se empieza a tocar la polla tal como si se pajeara; no hay naturalidad ninguna en sus movimientos,  actúa como si todo formara parte de unas pautas aprendidas.  

Guillermo y yo nos miramos perplejos, hace tiempo que no salimos a ligar ni nada por el estilo y  la “híper-soltura” del muchacho nos supera de largo y, como siempre que tropiezo con algo por el estilo, agarro las riendas de mi vida, encargándome  de dirigir el momento a mi modo y forma.

Alargo mi mano hacia el rabo del muchacho, este al perder flacidez gana en hermosura y aunque, como sospechaba, no es una maravilla de la creación, su vigorosa erección la hace  bastante deseable.

En respuesta a mi gesto, el muchacho acaricia mi pene por encima del bañador. Despacito y con buena letra, mi novio se acerca a nosotros  y el muchacho divide sus caricias entre ambas entrepiernas, como si se tratara de una conducta ya ensayada.

El chaval parece estar más interesado en averiguar lo que esconde Guillermo que en mí.  Por lo que, sin titubeos, preámbulos y demás zarandajas, saca al exterior la verga de mi novio.

La observa ensimismado… « ¡Sí, que me voy a creer yo que es la primera polla que ves en tu vida…! », pienso  malévolamente, mientras le pongo mi cara más sonriente.  Tras devorarla con la mirada, se introduce el rosado capullo en la boca al mismo tiempo que sus dedos acarician morbosamente la ancha vena que recorre su tronco.

El poco cuidado  que pone el muchacho ante los posibles contagios,  me dice que cualquier práctica sexual con él ha de ser con la máxima precaución.

Tras el primer escarceo con la verga de mi novio, se agacha ante él y comienza a efectuarle una bestial mamada. La forma que tiene de practicar el sexo oral está carente de cualquier delicadeza,  pues de manera brusca y maquinal engulle una y otra vez el erecto monolito, el cual viaja hasta lo más hondo de su garganta.

Es observar la cara de satisfacción de Guillermo  y mi perspectiva sobre lo que allí está sucediendo cambia de manera radical, a pesar de que no soy yo quien saborea su sexo, es cruzar nuestras miradas y una  morbosa complicidad surge entre los dos.

Acaricio mi rabo, el cual pugna por salir a la superficie. Guillermo se muerde el labio, como incitándome a que me una a la fiesta.

El joven veinteañero parece estar en otro mundo; se saca y mete la polla de la boca como abstraído de la realidad. Como parece haberse olvidado de mí, le recuerdo mi presencia empujando suavemente su nuca hasta que el nabo de mi novio acaricia salvajemente su campanilla.

Tras una leve  pero intensa arcada, el muchacho se saca el miembro viril de la boca, la película de babas que lo impregnan, hace que este reluzca tenuemente   bajo  la luz de los rayos del sol.

Consiente de mi presencia levanta la mirada y me sonríe, sin decir palabra y arrastrando suavemente las rodillas, se pone ante mí. Tras bajar mi bañador, repite la misma operación que con Guillermo.

He de confesar que a pesar de los recelos que me había inspirado, el jovencito es un maestro en el arte de comerse una polla. El tío sabe dónde tocarte con su lengua para que llegues al séptimo cielo y al mismo tiempo que se traga por completo tu verga, hasta que tu prepucio choca con su garganta, es capaz de proporcionarte más placer, masajeando hábilmente tus muslos.

Mi novio vuelve a clavar su mirada en mí. Esta vez no se hace de rogar y tras acariciarme el pecho indecorosamente, hunde su lengua en mis labios. La situación es caliente a más no poder, tiro de él y pego su sudoroso pecho al mío. Ajeno a nuestros movimientos,  el desvergonzado muchacho sigue jugando con sus labios en mi capullo.

La energía con la que el muchacho hace su trabajo unido a la fogosidad  a que me regala Guillermo, hace que por mi mente pase la idea de rendirme  al placer y correrme…

Pero esto no sucede, porque un cuarto jugador entra en la partida: A pocos metros de nosotros, un tipo moreno, alto y peludo como un oso, nos observa.

Por unos segundos el tiempo parece detenerse hasta que el joven y experto mamador, sin consultarnos siquiera, hace una señal con la mano e invita  al desconocido a que se acerque.

El desparpajo con el que actúa el chavalito me tiene  absolutamente pasmado. Siempre que nos creemos el mejor en algo, la evidencia nos demuestra lo contrario. El veinteañero tiene un morro que se lo pisa, ni en mis mejores momentos he llegado a tener tan poquísima vergüenza.

El individuo, sin pensárselo mucho, se aproxima a nosotros y  a la vez que lo hace voy desgranando mentalmente  sus rasgos físicos: La poblada barba que luce le da una apariencia entre brutote y afable, a pesar de que evidencia un poco de sobrepeso, lleva este con mucha dignidad y en lugar de hacerle parecer fofo o blandito, le da cierto aire de currante fortachón. Por lo descuidado de su aspecto y su forma de moverse, me lo imagino trabajando de camionero o albañil.

Lo que más me rechina de él es la horterada que lleva como bañador. Es  de esos que llegan a media rodilla y con un estampado entreverado de  cuadros y rayas, y  que tras mirarlo un rato, uno termina  tan mareado como si se hubiera tomado tres cubatas. « ¡Cuánto daño han hecho las tiendas de “chinos” al buen gusto! », pienso mientras sonrío para mis adentros.

Aún se encuentra a unos metros de distancia de nosotros y sin ningún recato saca su polla al aire, la cual demuestra traer ya dura como un martillo.

El muchacho, quizás porque se haya cansado ya del sabor de mi nabo, decide cambiar de chupachups. Apenas lo tiene a su alcance  y se lanza sobre él como un depredador sobre su presa, haciendo alarde de su fogosa impaciencia.

El recién llegado, incapaz de asimilar el caliente ímpetu del morenito, nos mira, para mí que como lo ve tan fuera de sí, cree que está drogado o algo por el estilo. Le hago un gesto reconfortador para tranquilizarlo, dándole a entender que el chaval es así de “puta”, él lo capta de inmediato y se deja llevar por la  libidinosa situación.

Mi novio y yo, a la vez que acariciamos nuestras vergas, observamos el caliente espectáculo sin perdernos detalle de la buena demostración de sexo oral que regala el muchacho al barbudo fortachón.

La polla del “camionero” es gorda y cabezuda como ella sola, no es que sea muy grande pero tampoco es pequeña. Tiene un tamaño que se me antoja perfecto para mamarla. El chavalito, quien por lo que se deduce ha chupado unas cuantas bastantes, parece pensar lo mismo que yo pues, de manera enérgica, saca y mete el erecto mástil  una y otra vez en su boca. El recién llegado, por la cara  que pone y los bufidos que emite, está gozando a las mil maravillas. 

Mientras seguimos disfrutando del  pornográfico paisaje, pego una cachetada en las nalgas de Guillermo. Él me responde con un suave beso en los labios, sustituyo mi mano por la suya en su rabo y comienzo a acariciar delicadamente lo que más me gusta de este: la gorda vena azulada que recorre su tronco de arriba abajo.  

Nos masturbamos mutuamente mientras nos deleitamos con el placer ajeno. El veinteañero, haciendo  alarde de su experiencia, está comiéndose el ancho cipote de manera bestial, prueba de ello son los goterones de babas que resbalan por los velludos cojones del “camionero”. Es tanta la pasión que pone en cada uno de los envites que la respiración del peludo hombre empieza a acelerarse, de pronto una  salvaje mueca se pinta en su cara. El chaval, consciente de lo que viene a continuación, saca de golpe el babeante rabo de su boca.

La arrebatadora imagen que se ofrece ante nuestros ojos hace que mi polla se ponga aún más dura. El enrojecido glande comienza a expulsar leche de manera desmedida; la nariz, los ojos y la boca del muchacho son  regados brutalmente por el caliente y espeso líquido.

Una vez asimilado  el placer recibido, el barbudo se sube el bañador y pronunciando un apagado: «Hasta luego», se aleja de nosotros como alma que lleva el diablo.

El veinteañero, a quien el egoísta gesto del hombre parece no haberle afectado mucho, se toca levemente el “maquillado” rostro y nos dice:

—¡Tíos, voy a limpiarme la cara que este estaba hecho un toro! ¡Me ha llenado de leche hasta las orejas!

Por la forma de despedirse y de correr hacia la playa, mi novio y yo intuimos que el chaval no va a volver; una vez  ha  saboreado nuestros nabos, su interés por nosotros ha desaparecido por completo.

Como la playa está bastante desierta y seguimos calientes como perras, Guillermo y yo decidimos concluir lo iniciado.

Me abrazo a él pasando mis manos por debajo de su cintura y  una vez sus manos rodean mi nuca, ya sus labios han dejado pasar mi lengua. A pesar de estar en medio de ninguna parte, es sentir el roce de su piel y me siento el hombre más afortunado del mundo.  ¿Se puede querer a alguien más? ¡Creo que no!

Los  implacables rayos de sol caen sobre nosotros y  los poros de nuestra piel muestran las primeras gotas de sudor. La frente de Guillermo comienza a transpirar y en un acto reflejo, paso un dedo sobre ella y lo chupo con satisfacción. Volvemos a unir nuestros labios, aunque esta vez la ternura ha sido apagada por la pasión.

Al besarnos, nuestros erectos miembros chocan entre sí, como si  fueran floretes en un descontrolado duelo. Alargo mi mano hasta su arma sexual, sentir su dureza entre mis dedos me hace sentir dichoso, paseo mis dedos por su glande y en gesto morboso me los llevo a la boca. Me agacho ante él y le meto una mamada tal, que “reseteo”  automáticamente la del muchachito.

Es curioso cómo cada experiencia, por dura y nefasta que sea, nos hace crecer como personas. Minutos antes tenía mis dudas de si lanzarme al complicado terreno del sexo compartido, ahora mismo creo que es la mejor de las ideas que he tenido en mucho tiempo. Si en algún momento de debilidad había llegado a pensar que Guillermo no era “la persona adecuada”, tras lo sucedido, creo que no hay otra mejor: El sexo con él es una consecuencia y no el propio fin en sí.

Al acariciar con mi lengua cada pliegue de su verga, le hago ver que puede que el chico fuera una máquina del sexo oral pero que  su máquina soy yo. Como decían en  un anuncio de cuando yo era pequeño: busque, compare y vea…

¿Cuántas veces he disfrutado de la polla de Guillermo? No lo sé, ya he perdido la cuenta, pero cada vez lo hago como si fuera la primera vez. Creo que es la clave para mantener una relación: no rendirse a la rutina. Así que si para salir de la monotonía hay que practicar sexo casi a la vista de todos… ¡Pues bienvenido sea!

Hacer el “garganta profunda” a mi amor es una de las cosas que más me vuelve loco. Tiene la polla adecuada para ello: ni demasiado grande que no te la puedes tragar al completo, ni demasiado pequeña que no te roza la campanilla. Ya te digo: ¡el tamaño ideal!

Y si algo me gusta de los momentos así es la cara que pone y los bufidos que lanza, al tiempo que yo sumerjo su rabo hasta  el fondo de mi garganta.

Entregados como estamos a la placentera tarea no somos consecuente con  que se acercan dos tipos, quienes se paran a pocos metros de nosotros y se ponen a mirarnos  como si fuéramos un cuadro en un museo.

Al principio, nos cortamos un poco, no porque nos moleste que nos vean haciendo cochinerias, la desnudez y el sexo es algo de lo que ni yo ni mi novio nos avergonzamos. El motivo de nuestro desconcierto es pura y llanamente su forma de acercarse: tan cauta y silenciosa. Y se me viene a la cabeza algo que decía mi madre: «Si te escondes, algo tramas».

No sé si seguir con lo que estoy haciendo (al fin y  al cabo, ya han visto todo lo que tenían que ver) o mandarlos a tomar viento fresco. En cuanto me percato de que son los dos  alemanes de la playa, mi polla, la cual se había encogido un poco por la impresión, vuelve a resurgir de sus cenizas cual ave Fénix.

Veo que traen el mismo equipaje que nosotros, por lo que es muy posible que hayan dejado al “infeliz” de Mariano al cuidado de sus bolsas y demás (¡Cómo si lo estuviera viendo!).

Visto lo visto, lanzo una picara mirada a Guillermo y prosigo con mi degustación de las “delicias de entrepierna”.

Una vez perdida la timidez, una de las sensaciones más morbosas que hay es ser observado por un desconocido mientras realizas el acto sexual con tu pareja. Es como si atravesaras todas las puertas de lo prohibido para adentrarte en un terreno, donde libertad y libertinaje se mezclan perdiendo toda identidad.

La falta de decoro con la que actúo, hace que uno de los extranjeros comente en voz alta algo a su compañero (no sé si le pasara a todo el mundo pero el idioma germano me suena como a ladridos de perro, supongo que a los alemanes les sonara extraño también el nuestro).

Sea lo que sea lo que se dicen, el lenguaje de los cuerpos es universal y si bien no se acercan del todo  por temor  a una respuesta negativa, sin reparos de ningún tipo, el mayor mete una   colosal agarrada  al paquete del más joven, dejando ver una especie de barra bajo el bañador.

Mi novio, al ver que los tipos han decido quedarse, me lanza una pregunta entre dientes:

—¿Te gustan?

Asiento con la cabeza pero como considero que mi respuesta no está completa del todo, me saco su polla de la boca y concluyo explicando el porqué de mi afirmación.

—No es cuestión de que me gusten más o menos. Ellos son pareja y al igual que nosotros tendrán sus historias y tal para liarse con otra gente… ¿No te parece una experiencia interesante?

Guillermo me responde moviendo la cabeza, en su cara se refleja la sorpresa y el morbo por igual. Movido por su gesto me introduzco de manera salvaje su nabo, al sentir cómo mi garganta sirve de tope a su capullo, un incontenible y prolongado bufido escapa de sus labios.

Por otro lado, la parejita del norte de Europa sigue tocándose, mientras no pierden detalle de la comunión de mi boca con la hermosa verga.

Sin dejar de acariciar el maravillo aparato con mis labios, comienzo a analizar a los dos recién llegados: El mayor tendrá unos cincuenta y pocos años, el poco pelo que tiene es de color plata y aunque se ve que conserva una buena forma física, se intuye que también ha tenido tiempos mejores pues sus rasgos y apariencia física manifiestan un tremendo atractivo y este, como es sabido,  no tiene tiempo de caducidad, aunque su cuerpo tiene una anchura considerable y, dado que  es muy alto, no tiene apariencia de gordo, sino de voluminoso. Es lo que todo el mundo llama: un madurito interesante.

Su compañero tendrá poco más o menos la edad de Guillermo pero sobrepasa a mi novio en más de veinte centímetros, es casi tan alto como su pareja. Es solo verlo y uno intuye que es el clásico musculito que si los espejos se gastaran por mirarse en ellos, tendría que renovarlos por lo menos dos veces en semana. Sus brazos son desmedidos, sus hombros casi ahogan su cabeza, la cual sale a relucir como la de una tortuga sobre su enorme y ancho cuello. Todo en él es un canto a los esteroides y al narcisismo desmedido. A pesar de lo bestial de su apariencia es tan rubio y tiene la piel tan clara que no da una imagen de tipo duro. Podrá parecer contradictorio, pero tengo la sensación de que es un “blandito”.

El siguiente movimiento en la partida de ajedrez sexual que hemos montado lo da el equipo alemán avanzando y  poniéndose a escasos centímetros de donde nos encontramos. En claro remedo a lo que yo hago, el madurito interesante saca la polla de su novio  y tras masajearla un poco se la mete en la boca.

Tengo que reconocer que el primo de Stallone está bien servido, tiene un pollón enorme y gordo y al estar circuncidado, su enorme cabeza lo hace parecer mayor.

Su amante pasa la lengua por el enrojecido capullo metiéndose de golpe y porrazo aquella bestia en la boca, a pesar de que se ve que tiene  bastante practica en tragarse el descomunal aparato, unas pequeñas arcadas detienen en un par de ocasiones su cometido. Una de las veces que me mira por el rabillo del ojo,   descubre que lo estoy observando  y  me muestra el babeante pollón de forma provocante.

De rodillas como estoy, me arrastro la escasa distancia que nos separa, silenciosamente le pido un cambio de pareja en este baile de bocapolla. Sin protocolos de ningún tipo, el cincuentón se arrastra hasta Guillermo y envuelve con la boca su miembro viril.

Yo por mi parte, me tomo mi tiempo y mientras aprieto el monumental rabo entre mis dedos, me dedicó a ojear el templo a los anabolizantes que tengo ante mí. No hay nada natural en su desmedida musculación, la cual ofrece un aspecto hinchado y  da la sensación de que está a punto de estallar. Tanto es así que al detener la mirada en las venillas de sus muslos y, de lo marcada que están, me recuerdan al “Alien” de la película el octavo pasajero.   

Como descubro que lo único salvable del hipertrofiado alemán, es el cincel  rompeculos  que tengo ante mí. Decido darle una  mamada de las que hacen época, para que se lleve un buen recuerdo de este país del sur.

Lo primero que hago es pasarle la lengua por el nervio que une el glande con el tronco, un placentero bufido me hace ver que estoy en el buen camino. Me meto el capullo por completo entre los labios y comienzo a succionarlo, al acariciarlo levemente con la puntita de mi paladar segrego una copiosa cantidad de saliva que termina por cubrir el inmenso trozo de carne desde su tallo a su copa.

Empapado con el viscoso líquido, lo pajeo simulando una mamada,  tanto más paseo mis dedos por él, más vigoroso se vuelve. Lo suelto durante unos segundos y comienza a vibrar,  tal como si tuviera vida propia.

Tengo claro que aquel mastodonte sexual es lo menos apropiado para hacer un “garganta profunda” pero también me pica la curiosidad de conocer mis límites. No me hago esperar y  me la trago de una sola “trancada”. Al poco, mi cavidad bucal se ha adaptado al tamaño y la absorbe casi hasta al fondo, sin apenas  dificultad. Mientras el enorme capullo acaricia la parte media del velo de mi paladar, me dedico a jugar con los vellos rubios de sus abultados testículos.

Tan absorto estoy en disfrutar del momento que casi me desentiendo de lo que mi chico está haciendo con el otro tipo. Le lanzo una visual y compruebo que no está perdiendo el tiempo.

El madurito se ha tendido sobre la arena y Guillermo se ha acuclillado sobre los morros de este y, por lo que puedo entrever, le está pegando un beso negro de “estatequietoynotemenees”.

Vuelvo a concentrarme en mi tarea, pero se me ha antojado un “huevo” lo que he visto hacer. Así que ni corto ni perezoso, paseo mis manos por las nalgas de “míster culto al cuerpo”. ¡Jo, se ve que el súbdito de Merkel no solo se ha pinchado “chasca” en brazos, piernas y demás! ¡Algún que otro “jeringazo” ha ido a parar al pompis, pues lo tiene  más duro que un marmolillo!

Paseo mis dedos a lo largo de su rasurado orificio; como veo que no se inmuta lo más mínimo, tras el baile de cortejo poso mi anular sobre la rendija. Un leve espasmo me revela que no se siente incómodo. Así que con un sutil gesto le indico que se  dé la vuelta. Lo próximo que siente el remedo de Vin Diesel es mi lengua profanando su rosado agujero y por sus entrecortados gemidos se ve que le está  gustando bastante.

Mientras minuciosamente recorro cada uno de los recovecos del depilado hoyo, me aferro a sus cachas. A pesar de la perfección que emanan, su tacto se me antoja artificioso, pienso que algo parecido se tiene que sentir al acariciar unos pechos de silicona: hermosos e idílicos por fuera, un remedo de humanidad por dentro.

Vuelvo a dirigir mi atención a Guillermo y a la pareja del musculado, quienes han vuelto a cambiar de postura, el cincuentón se ha puesto en cuatro sobre la arena mientras mi novio da un buen repaso con su lengua al culo de este. 

Mi ocasional amante capta el cambio en estos y con un gruñido y una mueca me pide que adapte la misma postura que su novio. En mi contra he de decir que capto mejor el significado del  gesto que del ladrido… « ¡Hablar con los germanos de temas románticos, debe ser lo más difícil del mundo! »

El Schwarzenegger de pacotilla es todo un maestro en usar la lengua y a la vez que magistralmente lubrica mi ojete, me hace llegar al séptimo cielo. Pero se ve que lo que yo sienta o deje de sentir le trae al pairo pues cuando más emocionado estoy, comienza a empujar uno de sus dedos a través de la ranura de mi culo. Es comprobar que no hay barrera que franquear y me vuelve a lanzar otro gruñido ininteligible.  « Por cómo suena, tiene que ser la versión amable de estos ».

A buen entendedor pocas palabras bastan, y si el imitador de Van Damme me quiere follar, no voy a ser yo quien le ponga ninguna pega. Eso sí, con la seguridad que manda los cánones.

Me levanto para coger la bolsa de cuero marrón que traía, cuando veo que mi amorcito se me ha adelantado y como quien no quiere la cosa, le está poniendo a su polla un uniforme de “follatranquiloycontento”.

A la vez que el me da un traje de látex, nos intercambiamos una cómplice mirada; no me puedo reprimir y le doy un fugaz, pero apasionado beso.

Lo mejor del sexo en grupo no es las posibilidades de variedad que ofrece, lo mejor es cómo se hacen realidad las fantasías. Siempre me ha gustado mirar en el espejo la cara que Guillermo y yo ponemos cuando hacemos el amor. Hoy tengo la oportunidad de observar los gestos que hace mi chico cuando penetra a otro.

Me coloco de rodillas frente al cincuentón con mi rostro casi pegado al suyo y la sensación que me invade al contemplar todos y cada uno de los cambios que sufre su expresión, no tiene parangón.

Me abstraigo por un momento del espectáculo que tengo ante mí, al sentir cómo el armario de seis puertas intenta horadar mi ojete con su enorme cincel. Por lo que deduzco, tendrá un master en meterla en caliente pero está claro que la asignatura de delicadeza se la aprobaron por la cara.

Evitando que haya daños colaterales, dirijo la descomunal verga a la justa entrada de mi agujero, tras un breve pero intenso combate entre su capullo y los músculos de mi ano, el erecto proyectil atraviesa por completo mis esfínteres.

Aunque al principio las dimensiones del aparato del alemán son difícil de digerir y me molestan un poco, una vez mi recto se adapta a él, el placer va en crescendo.

Mientras al compás de unos contundentes movimientos pélvicos el descomunal carajo entra y sale de mí, dedico una leve mirada  a mi novio, por su cara se lo está pasando de lo lindo. El animal que tengo tras de mí, una vez remediada la brutalidad inicial, demuestra ser un follador nato. No es que mi Guillermito le tenga nada que envidiar pero, si todos los días comes lo mismo, te aburres. Por lo que un nuevo menú puede merecer la pena, aunque cambies un buen chuletón por lentejas.

El morboso y caliente momento se alarga durante unos minutos más. Pero todo lo que empieza acaba y dando un estruendoso ladrido (“!Ich laufe!” o algo parecido), el nórdico se corre como una mala bestia.

Aprovechando que mi cuerpo aún mantiene la memoria por el placer vivido, me masturbo y, dado el  ferviente estado en que me encuentro, derramo rápidamente mi semen sobre la arena.

Por su parte Guillermo ha parado sus movimientos de caderas y mordiéndose el labio, libera su polla del condón y riega la zona lumbar del madurito con su esperma. Por muchas veces que lo vea, no me deja de sorprender la cantidad de leche que echa.  ¡Y es que mi niño está hecho todo un toro! « Aunque después de lo que ha pasado entre estas rocas, yo también: ¡Un toro con los cuernos muy grandes! ».

Un nuevo ¡”Ich laufe”! llena el silencio de la desierta playa. Se ve que estos dos no tienen la discreción como cualidad y son incapaces de correrse en silencio.

Tras alcanzar el placer, nos intercambiamos unas breves miradas y sonrisas.  El “Stallone vikingo” termina haciendo algo que me deja atónito: Se abraza a mí y me da un pequeño muerdo.

Su amigo se despide de igual manera de Guillermo y en menos que canta un gallo, se marchan corriendo hacia las aguas del mar.

Guillermo se sienta junto a mí y sin darme ocasión a decir una de las mías, me aprieta entre sus bíceps y me da un prolongado beso.

Poco después, caminamos para bañarnos en la playa.

—¡Pedazo de polvo! ¿ein? —Me dice mi novio adornando sus palabras con una sonrisa de satisfacción.

—Sí, estos putos alemanes tenían claro lo que querían y no se han cortado un pelo, para que después digan… Mucho criticar a los países del Sur, que si gastamos mucho, que si somos unos flojos… que si patatín, que si patatán. Pero cuando quieren echar un buen polvo ¿a dónde vienen? —Hago una pausa, para atraer la atención de Guillermo —¡Al sur! Si, ya lo decía Rafaella Carra:

♫♫¡Para hacer bien el amor, hay que venir al sur!♫♫

Mi amorcito me lanza una mirada, a pesar de las horas que pasa conmigo nunca sabe cuándo hablo en serio y cuándo no. ¿Pues sabes lo que te digo? Tampoco se lo pienso aclarar hoy.

FIN

 

 

Esta historia es una versión mejorada (supongo) de dos relatos antiguos:

1,4,3,2 (subido a la página el 08/10/13).

Para hacer bien el amor hay que venir al sur (subido el 06/11/13).

Dado el tiempo que ha transcurrido, que con la estructura original del primero la gente no se enteró mucho y que la historia de los Caños la iba a retomar ahora, he decidido reeditarlos. Espero los lectores antiguos me lo sepan perdonar (prometo compensaros).

Llegado este punto me gustaría pediros que dieras tu opinión sobre este relato. Lo puedes hacer en la sección comentarios, vía e-mail o a través de Twitter: @MachiTodoRelato.. A los autores nos gusta saber que reacciones despertamos en nuestros lectores y no sentirnos solo en este pequeño viaje de compartir nuestras historias con vosotros.

 

Si te quedaras con ganas de seguir leyendo más historias mías, en septiembre  del año pasado publiqué una guía de lectura que te puede servir de ayuda para situarte  a la hora de leer las distintas series. Está un poco desactualizada, a ver si pronto cuelgo una nueva.

Ahora paso a agradecer lecturas, comentarios, e-mail de los dos últimos relatos: Sé cómo  desatascar bajantes estrechos y Putita.:

A the Crow: Aunque suene repetitivo, nunca dejan de sorprenderme tus comentarios en mis relatos y es todo un orgullo leerlos. Llevas razón JJ es el “personaje”, aparte de que tiene una personalidad muy creíble (supongo) es el único del que mi intención es contar su vida entera: Pepito es el de niño (no te asustes que se trata de relatos humorísticos) y Pepe de joven ( creo que leíste algo del Internado). En cuanto al corto, has captado la idea que tenía en mente al dedillo, es más el párrafo último de tu comentario “El sexo es un océano en el cual nos debemos sumergir y disfrutar. Existen tantas formas y maneras que no nos alcanzan todos los relatos de TR para abarcarlas Las palabras sucias, el idioma de barrio es algo que me gusta. Y decir "puta" durante el sexo no tiene, a mi entender, ni la dirección ni la fuerza negativa que podría tener esa palabra en otras situaciones.” Lo define plenamente.; a Dedmundo: La razón de ser de esa orgía son dos: me apetecía contar una bacanal con mucha gente de por medio, de esas que nos tiene tan acostumbrados el cine porno y por otro lado quería romper la idealizada imagen de no romper un plato que tienen algunos lectores  de Mariano después de haber leído su romance con Ramón. La saga de “Sexo en Galicia” es quizás la más guarra de todas y, como ya he dicho otras veces, la forma de ver el sexo de los dos amigos cambiara. Dime, por favor, que te han parecido los cambios en el de hoy; a Pepitoyfrancisquito: La verdad es que los cambios en  la realidad política hace que un chiste que tiene gracia hoy, no lo tenga mañana. Lo peor es cuando un personaje se muere, ¿pues qué haces si tienes la historia empezada? Le cambias el nombre, lo cambias todo o sigues haciendo algo que es de mal gusto.  La verdad es que es complicado, así que lo que voy a hacer a partir de ahora es coger “personajes” sin sobrepeso, que no fumen, ni beban y así puedan durar mucho tiempo en el candelero (Ahora los pilla un coche en la Gran vía). La idea de que fuera un sueño estaba planificada desde el principio, aunque creo que lo que ha hecho JJ durante la “orgia” de Mariano va a sacar alguna que otra sonrisa. Y sí, el corto me ha quedado una marianada, era una anécdota graciosa con un pequeño mensaje y puede que el subconsciente me haya traicionado. Lo único que puedo alegar es que nuestro protagonista no se hubiera callado, se habría sacado la churra de la boca y le habría echado un discursito de los suyos y a Arismendi: Espero que este “caramelo” te haya resultado más goloso. En mi opinión, creo que los relatos no tienen una duración determinada, sino que dura lo que dure dura. Je, je.

La semana próxima subiré un extracto de un relato antiguo titulado “Desátame (o apriétame más fuerte)”, pensado para los lectores ocasionales (o nuevos)  que no lo hayan leído. Los habituales nos vemos en quince días (más o menos) con el relato navideño titulado “En unos días tan señalados”. Espero que os gusten los protagonistas que he escogido para el mismo.

Hasta entonces, disfrutad, sed felices y sobre todo vivid la vida.

Mas de machirulo

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Hombres calientes en unos baños públicos (2 de 2)

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Un nuevo sumiso para los empotradores

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Por mirar donde no debía, terminó comiendo rabo

Aquí el activo soy yo

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

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Amarrado, cegado y follado hasta la extenuación

Polvo rápido en el baño

La duquesa del coño insaciable (4 de 4)

La duquesa del coño insaciable (3 de 4)

La duquesa del coño insaciable (2 de 4)

La duquesa del coño insaciable (1 de 4)

¡Pero qué buenos están estos dos hermanos!

Una doble penetración inesperada

El mecánico siempre descarga sus cojones dos veces

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Sexo grupal en el vestuario

La fiesta de las Coca-colas

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Serrvirr de ejemplo

Comer y follar todo es empezar

Con mi ojete preparado para un rabo XL

Al chofer del bus, le sale la leche por las orejas

Mamándole el ciruelo a mi mejor amigo

De cruising en la playa de Rota

Cinco salchichas alemanas para mi culo estrechito

Un mecánico con los huevos cargados de leche

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Meter toda la carne en el asador

Míos, tuyos, nuestros… ¡De nadie!

Encuentros furtivos en el internado

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Fácil

Bolos, naranjas y bolas.

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El libro de la vida sexual

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¡No hay huevos!

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Guerra Civil

Las tres Másqueperras

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Follando con el mecánico y el policía (R) 1/2

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Seis grados de separación

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Yo para ser feliz quiero un camión

Tiritas pa este corazón partio

Corrupto a la fuga

Un polaco, un vasco, un valenciano y un extremeño

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Pensando con la punta de la polla

Quizás en cada pueblo se practique de una forma

Gente que explota

Guía de lectura año 2016

En unos días tan señalados

Desátame (o apriétame más fuerte)

Putita

Sé cómo desatascar bajantes estrechos

Este mundo loco

Como conocí a mi novio

No debo hablar

El secreto de Rafita

¿De quién es esta polla cascabelera?

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Me llamo Ramón y follo un montón

Doce horas con Elena

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Dos cerditos y muchos lobos feroces

El ciprés del Rojo

Follando por primera vez (R) 1/3

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Follando por primera vez (R) 2/3

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Orgia en el WC de los grandes almacenes

Once pollas para JJ

Prefiero que pienses que soy una puta

Homofobia

Adivina quien se ha vuelto a quedar sin ADSL

¡Terrible, Terrible!

Bukkake en la zona de descanso

Mi primera vez con Ramón

Tu familia que te quiere

Si no pueden quererte

Mía

Infidelidad

Dos adolescentes muy calientes

Ocho camioneros vascos

Parasitos sociales

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Talento

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Sexo en Galicia: Dos en la carretera

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Duelo de mamadas

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¿Dónde está la oveja de mi hermano?

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El MUNDO se EQUIVOCA

Todo lo que quiero para Navidad

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Fuera de carta

Los gatos no ladran

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Instinto básico

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La fuerza del destino

La voz dormida.

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Las amistades peligrosas.

El profesor de gimnasia.

Follando: Hoy, ayer y siempre (R)2/2

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El ser humano es raro.

La ética de la dominación.

¡Ven, Debora-me otra vez!

La procesión va por dentro.

Porkys

Autopista al infierno.

El repasito.

José Luis, Iván, Ramón y otra gente del montón.

El sexto sentido.

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Mi mamá no me mima.

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¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Sin miedo a nada.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

¡Qué buena suerte!

El rumor de las piedras.

Dios odia a los cobardes.

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Guía de lectura segundo semestre 2.014.

Como un lobo.

Solo Dios perdona.

El padrino.

Perdiendo mi religión.

Adiós Francisquito, adiós.

Pequeños descuidos.

La sombra de una duda.

Mis problemas con JJ.

Unos condones en la guantera.

La voz dormida.

Follando con mi amigo casado.

Si pudieras leer mi mente.

Bésame, como si el mundo se acabara después.

Si yo tuviera una escoba.

Guía de lectura primer semestre dos mil catorce.

¡Cuidado con Paloma!

La lista de Schindler.

Nos sobran los motivos.

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¡Voy a por ti!

Celebrando la victoria.

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Vivir al Este del Edén.

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Entre dos tierras.

Felicitación Navideña.

37 grados.

El más dulce de los tabúes.

Desvirgado por sus primos gemelos

Las pajas en el pajar

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur.

Tiritas pa este corazón partio

Valió la pena

1,4,3,2.

Sexo en Galicia: Comer, beber, follar....

¡Se nos va!

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Lo imposible

Celebrando la victoria

La procesión va por dentro.

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El buen gourmet

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Retozando Entre Machos.

Culos hambrientos para pollas duras

La excursión campestre

¡No es lo que parece!

Mi primera vez (E)

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Follando con mi amigo casado y el del ADSL? (R)

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón

Trío en la sauna.

Nunca fuimos ángeles

Desvirgado por sus primos gemelos (E)

Como la comida rápida

La misión

Follando con mi amigo casado

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Sexo en Galicia: Tarde de sauna (R)

2 pollas para mi culo

El cazador.

Los albañiles.

Jugando a los médicos.

Algo para recordar

Mis dos primeras veces con Ramón (E)

A propósito de Enrique.

Guia de lectura y alguna que otra cosita más.

Culos hambrientos para pollas duras

Celebrando la derrota

En los vestuarios (E)

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (Epilogo)

No quiero extrañar nada.

Punta Candor siempre llama dos veces.

4,3,2,1....

2 pollas para mi culo

Adivina quién, se ha vuelto a quedar sin ADSL

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón (R)

El MUNDO se EQUIVOCA

Historias de un follador enamoradizo.

Living la vida loca

Sexo en galicia con dos heteros (R)

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Comer, beber... charlar.

Los albañiles.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Regreso al pasado

Follando con mi amigo casado (R)

“.... y unos osos montañeses)”

El padrino

... Bubú.....

El blues del autobús (Versión 2.0)

El parque de Yellowstone (Yogui,....)

After siesta

Sexo, viagra y ... (2ª parte) y última

Before siesta

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (1ª parte)

El bosque de Sherwood

El buen gourmet

Como la comida rápida

Pequeños descuidos

¨La lista de Schindler¨

El blues del autobús

Celebrando el partido