miprimita.com

Ignacito y sus dos velas de cumpleaños

en Gays

23 de agosto del 2012 (12:00 am aprox.)

***Guillermo***

Me limpio bien la polla de cualquier resto de semen que me pueda quedar y me voy para la orilla, sin siquiera  girar la cabeza para mirar a Mariano.  La movida ha sido tan rápida, y de forma tan espontanea, que todavía no me termino de creer del todo lo que ha sucedido: me acabo de hacer un pajote con el mejor amigo de mi novio. ¡Pufff, ha sido un visto y no visto!  Estábamos de un cachondo que te cagas y  nos hemos corrido en un pispás. 

Uno de los motivos ocultos para organizar estas vacaciones en los Caños, ha sido dar cancha a mi caprichito de tener un trío con él, algo para lo que cuento con  la complicidad absoluta de mi chico. Yo del colega de JJ, sé más por lo que me cuenta él que por las vivencias que hemos compartido y, con lo suyo que es para sus cosas, tampoco es que se dé mucho a conocer. Que sí que el tío está que cruje de bueno,  es cantidad de buena gente, que es  muy simpático y tal… Pero también tiene una empanada mental  con su identidad sexual que es  para hacerle la ola.

Haciendo un esfuerzo, puedo comprender que hace unos años, cuando ser homosexual estaba tan mal visto, la gente se quedara dentro del armario para evitarse historias chungas. Sin embargo, ahora la cosa ha cambiado mogollón y  es de lo más habitual que la peña defina su sexualidad abiertamente. Ni me convence la excusa de su educación religiosa, ni la de que vive en un pueblo. Dos Hermanas no es una aldea y la gente que conozco de allí tiene una mentalidad bastante abierta. Al principio, como todos,  lo pasaría un poco mal, pues la gente es tolerante solo  de boquilla para afuera,  pero con el tiempo sus amigos de verdad lo aceptarían. Los otros no merecen la pena.

¡Lo  qué se ha rayado  el tío con la visita de las masqueperras!, Cuando JJ les contó que iban a venir, se le descompuso la cara por completo No sé qué carajo se cree que le puede suceder porque vaya con ellas. ¡Ni que fuera una “celebrity que tuviera  todo el tiempo un grupo de paparazis persiguiéndolo!  

¿Acaso cree que la gente que lo conoce no se imagina  del pie que cojea? ¿Tan ingenuo es que piensa que la gente de su entorno no sospecha de su doble vida? ¡Carajo!, que tiene treinta y siete años y, por lo que sé, no se le conoce novia alguna. Lo más normal es que la mayoría haya sumado dos y dos. En fin, si él quiere engañarse que lo haga, pero  no debería complicarle a los demás la existencia con sus niñerías.

En lo que sí tiene razón JJ es en lo contradictoria que es su forma de ser, haciendo un esfuerzo puedo tragarme lo de sus perjuicios y pajas mentales, pero después le gusta más “el toma toma” que a un tonto un lápiz. Ve un tío bueno y le falta tiempo para tirárselo ¿Eso no está reñido con sus creencias? ¿Ya no le preocupa el que dirán?  Si fuera otra persona pensaría que es hipocresía pura y dura. Aunque después de lo que acaba de suceder, no sé yo qué pensar.

¡Vaaale!, yo a veces tengo mucha guasa y, a lo tonto a lo tonto,  lo he provocado cantidad. ¡Pero él también podía haberse negado, que no es mudito! No ha dejado de sorprenderme lo fácil que ha caído, ha sido ponerle el “anzuelo” delante y tragarse el cebo hasta el gaznate. Aunque lo único que nos hemos hecho ha sido una paja, tengo que reconocer que me lo he pasado súper bien. Tener sexo con el amigo de mi novio ha tenido muchísimo morbo, máxime estando mi chico a unos escasos cincuenta metros y completamente ajeno a lo que ocurría.  

Si no fuera porque se le ha puesto cara de “yo no he roto ese plato” nada más corrernos, la cosa hasta hubiera podido molar, pero ha sido comprobar cómo parecía que me hacía a mí responsable de todo y se me ha cortado todo el rollo de golpe. Si no  hubiera sido suficiente con eso,  se ha puesto a nadar y ha pasado de mí tres kilos. Me ha tratado como si yo fuera un clínex  de usar y tirar. ¿Quién carajo se ha creído que es este tío?

No sé si su actitud es infantil o hipócrita, pero he de reconocer que hasta me he llegado a cabrear un poquito y todo. Así que he dejado al “Death note” de Dos Hermanas con sus dos personalidades en el agua y me he venido para la orilla, comportándome  como si no hubiera pasado nada. Si él quiere vivir en otra realidad, no seré yo quien me entrometa, pero tampoco voy a consentir que me haga participe de sus movidas.  

Ahora el problema será contárselo a JJ, seguro que no le va a sentar nada de bien y, sino se mosquea, seguro que me mete una chapa  sobre la confianza y tal en la pareja.  Lo mejor será que no le diga nada ahora, pues le voy a estropear el día con sus amigas y ya enfrentaré el problema más adelante. De momento no me voy a comer mucho el tarro con el tema, que ya tendré tiempo de hacerlo.

Espero  un ratillo dentro del agua a que se me baje la empalmadera y, una vez lo considero oportuno, camino en dirección al pequeño campamento playero que han montado mi chico y las masqueperras.

De momento no ha llegado  más nadie y somos los únicos que han decidido coger esta calita como lugar para pasar el día. Le voy a tener que dar la razón a mi chico y a Mariano cuando dicen que este año está más tranquila la cosa que otros. Bueeeno… también es bastante temprano todavía, seguro que en un rato se termina petando y  nos estamos quejando de la “excesiva” compañía.

A JJ le ha faltado tiempo para quedarse en bolas, sus cuatro amigas simplemente se han quedado en tanga. Un tanga que les confiere cierta feminidad pues pareciera que lo que tienen entre medio de las piernas es  un chocho en vez de una churra. No sé cómo lo hacen para esconderse la polla, pero lo consiguen disimular tan bien que, mirando sus pelvis,   me cuesta bastante trabajo imaginar que tengan un rabo entre las piernas.

Una de las cosas que más admiro de las personas de esta condición, es como reafirman con cada gesto que hacen su sexualidad. Como se depilan el rostro para que su barba desaparezca por completo, como se quitan todo el vello del cuerpo para que cualquier indicio de su masculinidad se esfume… Desde que se levantan hasta que se acuestan están peleando con un cuerpo que no le gustaría que fuera el suyo e intentan parecer, aunque solo sea por unas horas, alguien diferente a quienes realmente son. 

No estoy muy enterado de  estas cosas y, si me atengo a lo que un día  me contó mi chico, cada caso es un mundo, cada persona asimila su género de una forma particular, por lo que no se puede  generalizar. Sin embargo estamos tan acostumbrados a meter todo en un casillero, a clasificar todo de manera simplista que nos es difícil imaginar siquiera la inmensa variedad de maneras  que cada cual tiene de asimilar su sexualidad. Esta puta sociedad es  muy de catalogar todo en blancos y negros, cuando en realidad lo que existe es una inmensa gama de grises.

JJ, que es el puto amo en estos temas, me dio una charla un día  y me dijo  que una de las diferencias gordas de los transexuales con los travestis, es que los primeros  sienten que están atrapados en un cuerpo que no es el suyo e incluso en algunos casos no gustan de las relaciones anales como los homosexuales. Los travestis, aunque los hay de muchos tipos y habría que particularizar, son más de transformarse en tía durante unas horas, pero no se sienten mujer a tiempo completo. De hecho es algo que con estas cuatro se cumple a rajatabla, pues cuando no están de jarana y petardeo, se comportan como hombres. Muy afeminados, pero tíos al fin y al cabo. 

Lo más triste es que en un ambiente como el gay, que por mucho que se hable de normalización, todavía  sigue siendo para muchos una especie de gueto, a la gente como las masqueperras se las  siguen marginando  y se las trata como bichos raros. Lo que decía mi abuela, la procesión de jorobados sale de noche y ninguno se ve su joroba. Lo que me hace preguntarme: «¿Los gays, cuando nos comportamos así, somos más clasistas que intolerantes, o viceversa? »

Esos mismos que se les llena la boca hablando de aceptación y de integración,  por muy ilógico que parezca, dan un poco de lado a los travestis.  Es más, a estos cuatro solo los he visto en Ítaca la noche en que hay  actuaciones,  por lo que me imagino que tendrá sus baretos donde moverse. Lo que me lleva a la conclusión de que  los homosexuales presumimos de ser muy liberales y tal, pero en el fondo tenemos los mismos prejuicios que el resto de la sociedad con los que  no se adaptan a los cánones establecidos por la publicidad, la televisión y demás.   

La verdad es que mi chico tiene un corazón que no le cabe en el pecho y va haciendo amigos por todas partes. Estas cuatro no es que sean uña y carne con él, pero se lo pasa de puta madre cada vez que coinciden. Desde la orilla he venido escuchando sus risotadas que, conociéndolo como lo conozco, no son una fantasmada de bienquea, sino que le salen de dentro. 

—… es que la pobre está muy mayor ya —Dice Espe mordiéndose el labio, a la vez que cabecea  un poco resignada.

—Siempre ha estado un poco palla —Grita Susana, gesticulando de un modo bastante exagerado —, lo que pasa es que con los años va a peor, pero estaréis conmigo, compañeras, que   nunca ha estado muy bien de la azotea que digamos.

Es llegar a su lado, tenderme en una de las toallas  que hay junto a ellas y la conversación parece detenerse. No quisiera ser mal pensado, pero tengo la sensación de que,  por unos segundos, todas las miradas se han clavado en mi rabo. Sin embargo, para disgusto de mi ego, no da para mucho entretenimiento y, sin saludarme siquiera, prosiguen con su conversación que parece ser más interesante para ella  que  el tamaño de mi polla.

—¡No digas esas cosas! ¡Qué tiene la cabeza mejor que tú y que yo!  —Le increpa Espe a Susana —. Hay que reconocer que la abuela siempre ha sido un poquito excéntrica… ¡Yo creo que los grises en sus años jóvenes le dieron algún que otra hostia en la cabeza y se quedó un poquito tocada! ¡Pero no más que tú, Susanita, con las buenas borracheras que te cogiste de joven  con el whisky de garrafón en las botellonas!

—Sí, lleva razón la rubia —La afirmación de Sorippeggy me da a mí que está cargada de cierta guasa —. La Abuela siempre ha sido especial y ha tenido sus movidas, pero ahora es que se le va la olla muchísimo. Es como si estuviera en pleno chocheo, y es muy joven todavía para eso…

No hay que ser un lince para averiguar de quién están hablando: La Abuela Manuela Dapena, una travesti que debe rondar los setenta y largos años. Ella, como toda la gente de su generación, lo pasó putas con el régimen del tito Paco y, como muchos de aquella época, vivieron su homosexualidad en la clandestinidad y cagados de miedo porque los pudieran meter en la cárcel en cualquier momento, por no sé qué carajo de una ley de vagos y maleantes que se inventaron en aquel entonces.

No he hablado muchas veces con ella, pero es una persona que emana una paz interior poco habitual. Mi chico, que la conoce mejor, dice que aunque no es mala gente, tampoco es una santa y esa forma de hablar que parece que te está hipnotizando es debido a todo el LSD  que se metió en su etapa hippy y a que se  sigue fumando los cigarritos de la risa de dos en dos.

Como de la Abuela puedo opinar poco, me limitó a tenderme en la toalla para tomar el sol y a pegar la oreja, porque la cosa puede tener su gracia, así que lo más seguro es que  me eche unas risas.   

—Sí, yo también la conozco casi desde que me fui para Sevilla  y siempre ha sido muy hippy,  muy de paz y amor y tal, pero es que no me puedo creer lo que estáis contando —Interviene mi chico sin dejar de mover la cabeza en señal de estupefacción — La abuela tiene de solidaria lo que yo de cura. Por lo que  me han contado, lo único que le ha regalado  alguna vez a alguien ha sido una gonorrea, que se ha comido las pollas de tres en tres y sin tomar una puta precaución.  

—¿No me digas que tú también has sido de los que le ha pegado algo? —Pregunta Susana intentando meter más leña al fuego.

—No, hija mía, era un poner —Responde mi chico con cierto fastidio y, sin darle mayor importancia a la puyita de la Faraona de Triana, prosigue con la conversación —Caro, tú que  la conoces mejor, ¿qué crees que le ha pasado?

—Los años que le han sentado muy bien y se ha dejado de tanto vicio como traía entre mano. Se ha vuelto muy reivindicativa y luchadora por los derechos de los desfavorecidos —Sentencia  Caro con total convencimiento.

—¡Qué reivindicativa, ni qué coño de la Bernarda! —La increpa Susana bastante soliviantada —. Tú lo que pasas es que no puedes ser imparcial, a ti fue ella la que te metió en el faranduleo y no puedes hablar mal de la Abuela porque es tu madrina, pero tienes que reconocer que se le ha ido un poco la pinza últimamente. ¡Coño, si la tía parece una bolchevique de esas con lo contestaría  y radical que se ha vuelto!

—Mujer, a mí lo que  me parece es que tú, desde que te fuiste de gira con esos carcamales,  te has vuelto más antigüita aún de lo que eras. Yo no veo nada malo en que recoja firmas para que cierren el casco histórico del centro de Sevilla al tráfico para que la polución no estropee los edificios, ni  que haga lo mismo para que con motivo de la celebración del orgullo, los semáforos muestren parejas gays  en vez de parejas heterosexuales…

—No puedo estar más de acuerdo con Espe —Sentencia Sorippeggy con cierto retintín —, donde me parece que pierde los papeles un poquito es cuando se cree una especie de paladina contra el mal haciendo estas cosas… ¡Y los cabreos que coge cuando no consigue nada, porque sus peticiones las firma solo  cuatro gatos!

—Sí es que son unas soberanas gilipolleces, ¿quién son los que la firman? ¡Cuatro viejos y viejas aburridas!

—También gente joven, Susana —Dice Sorippeggy, frunciendo levemente el ceño.

—¡Pero son las menos!

—Sí, y eso lo sabes tú porque has hecho un censo de la edad de los que firman.

—¡Vete a la mierda!

—Después de ti, bonita.

De nuevo la tensión ha vuelto a estallar entre la de Valladolid y la trianera. Miro a mi chico,  me da la sensación que está tentado de llamar al orden pues la situación se ha vuelto en un instante un tanto violenta. No obstante, no hace falta que él intervenga porque es Espe quien se hace  cargo de la situación.

—¡Mamarrundias!¿Sabéis porque la Manuela hace todas esas gilipolleces?

—Porque está aburrida —Responde Caro, saliendo de su  continuo ensimismamiento.

—No, bonita, no. La Abuela hace esas cosas porque folla poco. ¿Desde cuándo no se le conoce un novio? Desde hace la tira de tiempo, así que lo más probable es que el chocho le haya cogido telarañas, sino se le ha cerrado en falso.  ¿Vosotras creéis que si tuviera en casa esperando un nabo gordo hermoso, con las venas marcadas  y un capullo morado, iba a perder el tiempo en esas mamarrundias? —Hace una pausa para ver la reacción de los que la escuchamos y prosigue con más ahínco—  Yo tengo un lema para eso, maricones míos: «Cuando esté muerta me iré para el hoyo, pero ahora que estoy vivita y coleando follo».

Hay que reconocer que la tía tiene parla por un tubo, una vis cómica muy particular y sabe manipular las emociones de los demás como le da la gana. Hemos pasado de creer que íbamos a ver una pelea de vulgares verduleras tirándose del pelo, a reírnos a carcajada limpia.  

En ese momento veo  a Isi, er nota que le tiró ayer los tejos a Mariano, llegar a la cala con su mujer. Él tío nos saluda levemente con la mano y se pone a preparar el tenderete.

La llegada de la parejita consigue la atención de las cuatro locas que, como si fueran leones a la caza del ciervo, se ponen a acechar descaradamente a los recién llegados; sobre todo a él.

Espe, haciendo gala de su particular escaso sentido del ridículo, se separa del grupo ligeramente, para ponerse a cantar y bailar como si estuviera poseída:

♫♫ … quien es ese hombre

 que me mira y me desnuda

 una fiera inquieta que me da mil vueltas

 y me hace temblar

 pero me hace sentir mujer… ♫♫

Sin poderlo remediar todos nos reímos con su salida de tono.

 Cuando su amiga deja de hacer el payaso, Sorippeggy se arrima a mí y me pregunta al oído:

—¿Quién es? Porque está para hacerle todos los favores que le dé la gana.

—Es un tío que le estuvo tirando los tejos a Mariano.

—¿Y qué?

—Nada el otro se puso muy  nervioso y no pasó nada.

Ains, unos tantos y otros tan poco. ¡Dios le da pañuelo a quien no tiene mocos!

En ese  preciso momento, sale Mariano del agua, o se le han pasado los problemas de consciencia  por lo que hemos hecho o se ha cansado de nadar. Cuando pasa por el lado de Isi y su mujer, los saluda con cierto nerviosismo.  ¡Valiente mamarracho! ¿A quién quiere engañar con su mojigatería?

Me da la sensación de que las masqueperras quieren llamar la atención de los recién llegados, si hasta el momento no han sido nada discretas, ha sido verlos llegar y empezar a darlo todo, como si fuera un concurso para demostrar quién es más hortera.

—¡Susana, chocho!, ¿dónde has metido la crema bronceadora? —Pregunta con una voz estridente Espe.

—No lo sé, la encargada de traerla era Sorippeggy. ¡Pero, como tiene un coño que se lo pisa, seguro que se la habrá olvidado!

—No se me ha olvidado, bonita —Responde la gordita de Valladolid con una voz bastante más ronca de la habitual en ella, haciendo ver que está hasta el coño de la trianera —Espe, abre la bolsa rosa y debajo de la tartita de chocolate está.

—¿Una tartita de chocolate? ¿Y eso?

—Hoy es mi cumple.

 ***Mariano***

 

No sé qué carajo me ha pasado por la cabeza para masturbar al novio de mi amigo mientras nadábamos. Todo ha empezado siendo algo inocente, como un juego y ha terminado siendo lo más descabellado que he hecho en mi vida.  En un santiamén, de la manera más absurda,  hemos traicionado la confianza de JJ. Él no se merece esto, pero tampoco soy yo quien se lo va a contar, que después ellos dos se arreglan y quien sale salpicado de mierda soy yo. Aunque me parece que, después de esto, la porquería no me la voy a quitar de encima ni  encomendándome al Gran Poder.

Sé que podía buscar alguna excusa  e intentar convencerme de que han sido unas circunstancias especiales las que me han abocado a hacer lo que he hecho. Pero no hay disculpas para traicionar la confianza de mi mejor amigo de esa manera tan miserable y menos por un “meneo” tan intrascendental. Sé que no soy mala persona, pero a veces me es muy difícil auto convencerme de ello.

Está claro que esconder la cabeza como los avestruces, no va a solucionar nada y todo el día nadando no me voy a poder llevar. Así que no voy a tener más remedio que enfrentarme a la realidad más pronto que tarde. Si no tenía bastante con la visita de las cuatro travestis estas, ahora voy yo y, para terminar de arreglar el día, termino metiendo la pata hasta el fondo.

¡Joder, el que faltaba! El casadito con gustos sexuales amplios acaba de llegar a la playa. Ahora sí que me salgo del agua, que este es capaz de repetir la maniobra de ayer y ya con una paja marinera  he tenido bastante por hoy.

No sé si su bendita esposa sabe de sus gustos o no, pero el respeto que muestra hacia ella es ínfimo. No solo se ha quitado el bañador nada más verme salir del agua, sino que cuando he pasado al lado de él y lo he saludado, se ha tocado en plan provocativo la churra, como dándome a entender que cuando quiera la tengo a mi disposición. Si no me sintiera tan mal por lo de Guillermo, la cosa podría tener hasta cierto morbo.

Llego a la zona donde nos hemos instalados y veo que todos se están dando besos con Sorippeggy, como si la estuvieran felicitando por algo.  No hace falta que indague sobre lo que sucede, porque una pregunta de Guillermo me lo aclara.

—¿Cuántos tacos cumples?

—A todo el mundo le digo que tengo treinta que son los que represento, pero como estamos en confianza, os diré la verdad: treinta y seis.

—Yo, como te vistes igual que la Terelu Campos creí que eras de la misma edad y te echaba unos cuantos más.

El comentario de Susana no puede ser más punzante. Hay tanto veneno en sus palabras que me cuesta creer que estas cuatro se llamen amigas. Sin embargo, soy el único que presta atención a  lo que dice, porque el resto la  ignora por completo y sigue a lo suyo: felicitar a la cumpleañera.

—… mi cumpleaños me trae muy buenos recuerdos…

—¿Y eso? —Pregunta Espe Macarena con una voz cargada de picardía.

—Porque en mi  dieciocho cumpleaños  fue cuando me estrené —Responde Sorippeggy con una voz muy melosa, que intenta sonar seductora.

—¿El mismo día de tu cumpleaños? —Interviene JJ —¡Vaya celebración!

—Es que mi niña es muy puta —Puntualiza con cierta sorna Espe, al tiempo que le da un  cariñoso pescozón en la mejilla — y a ella le gusta celebrarlo todo a lo grande.

—Pues no te creas, porque todo surgió a raíz de que mis amigos me dejaron plantada…

La travesti vallisoletana comienza a narrar las circunstancias que le llevaron a perder la virginidad dieciocho años antes. Lo hace de manera pormenorizada y con todo un lujo de detalles.

Como si fuera superior a mis fuerzas, me meto de lleno en las palabras de Sorippeggy y comienzo a imaginar la historia como si fuera un relato que me contaran…

Hace dieciocho años.

Aquel veintitrés de agosto estaba siendo más caluroso de lo habitual.  Ignacio Hernando cumplía la mayoría de edad y aunque ya iba camino de ser todo un hombre, todos seguían llamándole Ignacito. Para su familia era un apelativo cariñoso, para sus amistades una forma de recordarle su baja estatura. Aunque más crueles eran cuando se dirigían a él por el apodo burlesco de Torrebuno.

Con motivo de la celebración de su cumpleaños, había pedido permiso en casa para llegar más tarde de lo habitual, pues irían al centro de la ciudad y regresarían al barrio en el último autobús de la noche.

La fiesta no era otra cosa que ir a ver una película en el multicines   y tomar unas hamburguesas o una pizza en el  centro de la ciudad. Ocasión para la que Ignacito había estado ahorrando durante una buena temporada, pues en casa la cosa no estaba muy boyante y tampoco la paga semanal daba para mucho. Por lo que las cinco mil pesetas que tenía para gastarse con sus amigos era una especie de tesoro para el muchacho, ya que era producto de muchas privaciones.  

Era un  día muy especial para él, pues estaría Roberto ese chaval que tanto le gustaba y, como era una reunión de solo chicos, no iría con la repelente de su novia.

Aunque sabía que no tenía nada que hacer, pues era un tío que presumía  a todas horas de lo muy macho que era, se había puesto la ropa que mejor le sentaba: Una camiseta blanca con un dibujo enorme de Piolín que le sentaba estupendamente   y un pantalón verde militar que, como se lo subía un poco un poco más arriba de la cintura para disimular un poco la barriga, le  marcaba los glúteos de un modo de lo más provocativo. Soñar era gratis y, con sus recién cumplidos dieciocho años, le era muy difícil discernir lo posible de lo imposible.

 «Quién sabe, lo mismo Roberto tienes mis mismos gustos y, como a mí, le da vergüenza reconocerlo », pensó intentando convencerse de que sus fantasías no estaban reñidas con la  cruda realidad.

Además de con el chico que le gustaba, había quedado con sus otros tres amigos: Julio, Manu y Gus. Aunque el plan de ir al cine y comer en un Burger, en un principio, les pareció de lo más aburrido. Después lo pensaron mejor, lo hablaron entre ellos y accedieron a ir con una condición: El iría para allá antes y compraría las entradas. Cosa que al cumpleañeros  no le pareció mal, ya que porque iban los cinco a soportar las colas interminables, cuando a quien le tocaba pagar era a él.

Ignacio,  en su ingenuidad juvenil,  era ajeno a  que sus presuntos amigos le habían hecho una cruel jugarreta y  no tenían ninguna intención de ir. El plan de la noche de chicos les había parecido una mariconada de tomo y lomo, sobre todo con lo que la gente murmuraba de la condición del  chaval en el barrio. Aunque ninguno pensaba aparecer, acordaron que sería divertido dejarlo plantado con las entradas en el multicines. Seguro que después de una humillación de aquella envergadura,  el mariposón de Torrebruno dejaría de estar revoloteando  a su alrededor por una temporada bien larga.

Si algo nos proporciona felicidad a los seres humanos es la ignorancia, un sentimiento de bienestar que se quiebra en el momento justo que la realidad nos muestra su cara más amarga.

Ignacio se dio de bruces con las miserias de la sociedad y  en concreto con la falsedad  en la que se envolvía aquellos que decían ser  sus amigos. Nada más supo que la película para la que había comprado entradas había empezado, tuvo claro que no vendrían. Aun así, se auto engañó y no se resignó a dejar de esperar, justificando su tardanza con que había perdido el autobús y achacó el que los cuatro tuvieran el móvil apagado a que, todos a la vez, se habían quedado sin batería o se hallaran en un sitio donde no tuvieran suficiente cobertura.  

Se moría de ganas por ver la última de Tom Hanks, “Forrest Gump”, pero prefirió dejarlo para otro día y seguir aguardando a que sus amigos aparecieran.

Para endulzar la espera, se compró un helado. Un cucurucho tamaño gigante con una bola de vainilla y otra de chocolate.

La imagen de un joven atractivo, pequeño y afeminado chupando aquellas dos enormes bolas era toda una provocación para aquellos que gustaban del sexo con jovencitos. Una imagen que emanaba inocencia y perversidad por igual.   Ver con las ganas que su lengua lamía la cremosa superficie del helado, era capaz de despertar la suspicacia en el más pintado.  

Valladolid no es que fuera un hervidero de homosexuales buscando ligar por las calles, pero aquella zona, donde confluía bastante gente joven,  era frecuentada por algún que otro  depredador sexual que iba a la búsqueda de un  casi imposible festín de  carne fresca.

Dos de estos cazadores eran Damián y Miguel, dos choferes andaluces que trabajaban para una de las grandes compañías hortofrutícolas de la zona. Los dos pasaban los cuarentas, estaban casados y con hijos, pero gustaban del sexo en cantidades industriales, por lo que nunca tenían suficiente. Aunque no reconocían abiertamente su bisexualidad, cada vez que tenían ocasión de tener relaciones con un tipo amanerado que le gustara tomar exclusivamente el rol de mujer, no la desaprovechaban y la disfrutaba todo lo que podían.

En sus múltiples travesías por Europa, ambos habían compartido en la cabina del camión más de una confidencia sobre sus furtivas aventuras sexuales. Era tanta la complicidad que había entre los dos tipos que no le hacían ascos a compartir, siempre que se terciara, alguna boca  y algún culo ansiosos por recibir dos buenas pollas.

Aquella tarde estaban de descanso, al día siguiente salían para el centro de Europa y no volverían en una semana, por lo que decidieron dar una vuelta por el centro de la ciudad para despejarse.

Pese a que no llevaban en mente nada sexual, fue descubrir a Ignacito en la entrada del multicines y sus ganas de follar salieron a pasear como un potro desbocado.

El muchacho era la fantasía de cualquier maduro: bonito, rubio, de piel clara, pequeñito, aniñado… Si a eso se le sumaba que los pocos kilos de más que tenía le conferían una feminidad mayor, pues dotaban a  sus pequeñas tetas, sus caderas y su culo  de un aspecto  de lo más voluptuoso.

El jovencito dando lengüetazos a la enorme bola de helado, era una imagen tan inocente como perturbadora y a los dos hombres se le antojo que si era capaz de hacer eso con un cucurucho, ¿qué no haría con un buen nabo?

Los dos camioneros nunca habían abordado a nadie en la ciudad donde tenía su cede la empresa en que trabajaban, pues eran fiel al lema de «donde tengas la olla, no metas la polla», pero la visión del joven amanerado los había puesto tan cachondo que casi se les nubló el pensamiento.

Damián, que solía ser el más sensato de los dos, la única pega que le puso a su compañero para abordar al chaval fue que parecía menor de edad y eso les podía dar problemas.

—Si no tiene los dieciocho, te prometo que nos vamos para el hotel y nos quitamos la calentura viendo una porno —Le propuso Miguel preso de la excitación.

—¿Y eso cómo lo piensas averiguar, so listo?

—Tú déjame a mí que seguro que se me ocurre algo.

Ignacito salió de su ensimismamiento cuando aquellos dos hombres se acercaron a él. Su aspecto de hombres viriles y recios lo sobrecogió un poco al principio, pero a los pocos segundos, y sin poderlo remediar, recorrió sus fisionomías de arriba abajo con la mirada, por un momento se sintió como un niño delante del escaparate de una confitería.

El cuerpo de Damián le pareció de lo más atractivo. A pesar de que era un hombre muy mayor para él, le pareció bastante guapo. Su piel morena, sus ojos azules y su barba descuidada le conferían un aspecto de lo más varonil. Si se le sumaba su indumentaria: una camisa  de cuadros oscuros muy grandes, que se ceñía a su pectoral y dejaba al  descubierto unos enormes brazos, un pantalón vaquero que marcaba sus piernas, su culo y un enorme paquete. Ante aquellas virtudes, no fue  extraño que la libido del muchacho se pusiera a funcionar estrepitosamente.

Si el moreno le pareció que estaba como un queso.  De Miguel, quien poseía una anatomía bastante similar a la de su compañero, pensó que estaba para comérselo con los dedos. Aunque nunca había tenido predilección por los tipos  pelirrojos y con barba, los ojos verdes de aquel individuo le  habían hipnotizado por completo desde el primer momento.

—¿Chaval, sabes si “Forrest Gump” ha empezado ya?

—Hace un cuarto de hora… Yo iba a entrar a verla con mis amigos, pero no han venido —Ignacito estaba tan apesadumbrado que la voz parecía no querer salirle del cuerpo.

—¿Y eso? —Volvió a insistir Miguel.

El chico no solía confiar mucho en los desconocidos, pero aquellos dos hombres emanaban un halo de respetabilidad y generosidad  tal que, sin pensárselo mucho, les contó pormenorizadamente  lo que le había sucedido.

—¡Pues vaya amigos que tienes! —Recalcó Damián, poniéndole la mano en el hombro a Ignacito de un modo que al adolescente le resultó tan reconfortante como excitante.

—No son mala gente, lo que pasa es que les habrá surgido otra cosa…

—Chaval —Dijo Miguel cabeceando levemente —, ¿a todos les ha surgido algo al mismo tiempo? Reconócelo, esos tíos son unos cabrones y no merecen ser tus colegas… ¿Pues qué amigo deja plantado a otro el día de su cumpleaños?

El muchacho agachó la cabeza y con una voz que rozaba las lágrimas dijo:

—Ninguno.

—Por cierto, ¿cuántos has cumplido? —Preguntó el pelirrojo con cierta picardía.

—Dieciocho.

—¡Anda no te quedes con nosotros! ¡Si tú más de dieciséis no tienes!

Automáticamente el muchacho picó el anzuelo del astuto cuarentón, se sacó la cartera y les mostró su DNI.

Miguel cogió el documento y, tras inspeccionarlo, se lo enseñó a su compañero diciendo:

—Lo ves, es mayor de edad.

—Quien lo diría —Al decir esto Damián sonrío complacido al pelirrojo por debajo del labio —, yo no te echaba más de quince.

—Me lo dice todo el mundo —Respondió el joven guardando en su cartera su carnet —, pero son dieciocho los que tengo.

—Pues,¿ sabes lo que te digo, chaval? —La mano de Damián volvió a posarse en su hombro, esta vez Ignacito no pudo evitar estremecerse ante su contacto —Que si tus amigos se han portado como unos cabrones contigo, aquí el Miguel y yo vamos a ser tus colegas esta noche, porque solo se cumplen dieciocho años una vez en la vida. ¿A qué nos vas a invitar?

Asentir a la proposición de los dos corpulentos desconocidos fue la mejor decisión que tomó en mucho tiempo Ignacito. Estuvieron de cañas, comieron en un bar  y después fueron a un pub, aunque el joven vallisoletano insistió en lo de pagar, los dos maduros andaluces solo consintieron que los invitara a las copas últimas.

—¿Cómo se lo han pasado mis nuevos amigos? —Preguntó el muchacho regalando a los camioneros una esplendorosa y generosa sonrisa.

—¿Pasado? ¿De verdad crees que la noche ya se ha terminado? —Le dijo Miguel guiñándole un ojo, a la vez que le acariciaba el hombro de un modo que rosaba lo sensual.

—Es que tengo que coger el autobús —Se excusó el joven bajando la mirada un poco avergonzado.

—¡Qué autobús, ni que leches! Nosotros tenemos coche y te acercamos para tu casa.

—¿Haríais eso por mí?

—¿Por qué no? Para eso están los amigos—Dijo Damián a la vez que le echaba afectuosamente el brazo sobre los hombres al muchacho.

—Pero con una condición, te tienes que quedar un rato más con nosotros —Intervino Miguel guiñando el ojo picaronamente.

Ignacito no pudo negarse, hacía tiempo que no se lo pasaba tan bien y aunque aquellos hombres solo eran un poco más joven que su padre, sentía que por primera vez tenía alguien en quien confiar.

Estaba tan a gusto con ellos que no se pudo negar cuando lo invitaron a ver una película a su habitación del hotel. La idea de estar con aquellos dos a solas le excitaba tanto como le aterraba, podía ser ingenuo, pero no era tonto y sabía dónde iba a desembocar todo. No temía que sus dos nuevos amigos le pudieran hacer daño, sino que él no pudiera estar a la altura de las circunstancias.

El muchacho se podía decir que era virgen, sus únicos contactos sexuales se habían limitado con el hijo del pastor del pueblo de  su padre, un chaval mayor que él, a quien le había hecho alguna paja que otra. Nunca le había mamado la polla pues el fuerte olor a orín que emitía le daba asco y jamás le había dejado que lo penetrara porque le daba miedo de que le pudiera hacer daño.

Tenía muy claro que a aquellos dos no se contentaría con que los masturbara. Aquella noche, si quería estar a la altura de las circunstancias, debería dejar de ser tan remilgado y debería comerse su primera polla. Dos por falta de una.

No podía estar más nervioso cuando Miguel le pidió que se sentará en la cama.  Mientras Damián sirvió unas copas del mini bar, su compañero buscó una película en el video club por cable de la televisión del hotel. 

Se sentaron dejándolo a él en medio de los dos. Fue  suficiente  simplemente sentir el calor de sus brazos y sus rodillas rozándose con él, para que un sudor frio comenzara a recorrer su espalda. No estaba acostumbrado a beber nada de alcohol, aquella noche llevaba un par de cañas y el de ahora sería su segundo  cuba libre. Aunque era consciente plenamente de lo que estaba haciendo, una deliciosa desinhibición, producto del licor que había ingerido,  dominaba sus sentidos.

Cuando en la televisión comenzaron a salir imágenes libidinosas, la presión que ejercían las rodillas de los hombres sobre la suya se volvió una tortura. Un martirio  de lo más delicioso, pues no le hizo falta la inspiración del sexo enlatado para que el pulso se le acelerara y  su miembro viril se comenzara a llenar de sangre, únicamente con  elucubrar lo que estaba a punto de ocurrirle.

Disimuladamente lanzó una pequeña visual a los paquetes de sus dos acompañantes, tal como presagiaba, estos habían aumentado de tamaño. Temblando como un flan, clavó su mirada en las pornográficas escenas y tragó saliva, suplicando por que el ansiado momento no tardara en llegar.

Aunque estaba loco por intimar con los dos hombres y se sentía capaz de enfrentar lo que tuviera que suceder, no encontró el valor para dar el primer paso y aguardó que fueran sus nuevos amigos los que rompieran el hielo. Un hielo que, dada la temperatura reinante en la pequeña habitación, amenazaba con derretirse de un momento a otro.  

Miguel tenía unas ganas locas de acariciar el pechito del chaval. Pensaba que sus tetitas debían  ser tan tiernas  como las de una mujer. Si se contenía era porque sospechaba  que la “palomita” seguía estando muy cruda, que pese a lo afeminado que era y lo cristalino que estaba lo  mucho que le debía gusta un buen nabo, no daba indicios de que hubiera probado alguno. Así que prefirió ser paciente y no espantar a la pieza, porque sabía Dios cuándo  se iba a volver a ver en otra de aquella envergadura.

—¿Te gusta la peli? —Le preguntó Damián a Ignacio poniéndole una  mano en la rodilla.

El joven amanerado al sentir la ruda mano sobre él, sintió como se le erizaban los pelos de la nuca y como el corazón le comenzaba a palpitar intensamente. Aun así se limitó a responder un escueto «Sí», que dejó bastante patente al camionero que no le disgustaba cómo se estaba tornando la situación.

Damián, sin quitar la mano del muslo del muchacho, miró a su compañero buscando la complicidad de este. No hizo falta que entre los dos se cruzara palabra alguna para saber qué era lo que debían hacer a continuación.

El pelirrojo se metió mano al paquete de un modo soez y dijo:

—¡Joder, como se me está poniendo el rabo de duro! ¡De buenas ganas me hacía un pajote!

—¡Pues por nosotros no te cortes! —Respondió su compañero, sin dejar de acariciar la pierna del muchacho —¿A qué a ti no te importa, Ignacio?

—No.

El pulso se le aceleró de forma desmedida al ver como el hombre que estaba sentado junto a él, descorría la hebilla de su cinturón, bajaba la cremallera y sacaba de un comprimido encierro de algodón a su erecto miembro viril.

El inexperto joven creyó que le iba a dar algo en el momento que vio  el rojizo y palpitante trozo de carne. Aunque no tenía mucho para comparar, solo lo que había visto en alguna revista y alguna película, la polla del pelirrojo le pareció colosal. Si hubiera tenido un metro a mano, podría haber comprobado que su largo eran diecinueve centímetros y su diámetro cinco. Un tamaño que sin ser una enormidad, no era nada despreciable.

Si le gustaba su piel rojiza y su enorme capullo, lo que más llamaba su atención era unos blancuzcos testículos rodeados de un rizado vello pelirrojo que se revolvían en su bolsa como si estuvieran rogando que los acariciaran.

No obstante, las emociones no habían hecho más que empezar, pues Damián, haciendo alarde de la misma poca vergüenza que su colega dice:

—¡Pues sabe lo que te digo! ¡A mí también me apetece meneármela un poquillo!

No transcurrió ni un minuto  y el moreno de ojos azules estaba con los pantalones bajados hasta las rodillas. Su nabo era bastante más moreno, más gordo y un poco más largo. Sus testículos estaban cubiertos por un manto de vello oscuro que, al igual que  los de Miguel, conseguían hacer las delicias del muchacho, que estaba haciendo un esfuerzo tremendo por no alargar la mano hacia las entrepiernas de sus dos acompañantes y tocar aquellas prominencias que se le antojaban de lo más encantadoras.

De repente dejó de mirar la pantalla y centró toda su atención entre las dos vergas que lo flanqueaban. La mano del barbudo pelirrojo apretaba fuertemente el erecto tallo entre sus dedos, como si intentara exprimirlo, hinchando su cabeza hasta hacerla palpitar levemente. Tanto más oprimía aquel tubérculo, más brillante y colorado se volvía su capullo.

Por su parte Damián, sin dejar de acariciar el muslo del chaval, subía y bajaba la piel de su moreno cipote. Mostrando un glande violáceo del que brotaban intermitentemente unas brillantes gotas de líquido pre seminal.

Para Ignacio las escenas de sexo explícito que se mostraban en la televisión, pasaron de tener todo el interés del mundo a no tener ninguno. Su cabeza, como la de un espectador de un partido de tenis, se movía de un lado para otro,  alternando sus miradas entre las dos vigorosas trancas que lo hechizaban como  los cantos de sirenas a los marineros.

En un momento determinado, Miguel le puso la mano sobre la rodilla, hizo alarde de la poca vergüenza que la naturaleza le había dejado en herencia y le dijo:

—Ignacio, si quieres puedes tocar, ni mi amigo ni yo nos vamos a enfadar. ¿No somos colegas?  Todo lo nuestro es tuyo.

El joven vallisoletano giró la cabeza hacia Damián, al comprobar que asentía con la cabeza al ofrecimiento de su compañero, no se lo pensó y, como si estuviera cogiendo unos esquíes para descender por una rampla, agarró ambas vergas a la vez. Fue posar sus dedos sobre las duras pértigas y un salvaje escalofrió le recorrió la espalda de arriba abajo.  

Poco a poco, fue cogiendo confianza y lo que comenzó siendo unas tímidas caricias, pasó a ser una masturbación en toda regla. Una masturbación  a dos bandas que solo interrumpía, y  por unos  breves segundos,  para agarrar con fuerza las enormes bolsas testiculares que habían resultado ser una obsesión  malsana para el  inocente muchacho.

De vez en cuando dejaba de poner todos sus sentidos en dar placer con sus manos a los dos fornidos hombres que tenía junto a él y buscaba sus rostros, en ambos se reflejaba una morbosa satisfacción. Sentirse especial para alguien, le empujó a mover sus manos con el mejor de los esmeros.

En un momento determinado, el atractivo moreno asió su muñeca con delicadeza y le dijo con la mayor dulzura del mundo: 

—¡Chiquillo, para un poquito! ¿O quieres que me corra ya?

Ignacito negó con la cabeza y con el mismo ímpetu que comenzó a pajearlos, dejó de hacerlo.

El muchacho se quedó un poco cohibido porque no sabía  muy bien qué hacer y durante unos segundos tuvieron la sensación de que estuviera pasando un ángel.

Miguel, haciendo gala de esa espontaneidad suya que rozaba el descaro, se puso de píe y se quitó la camisa, exclamando un apurado: «¡Qué calor hace!».

Ante los ojos de Ignacito se mostró un torso musculado cubierto por una fina capa de vello rojizo. Deslizó  la mirada por el rostro del exhibicionista camionero, por sus enormes hombros, su marcado pecho, su abultado abdomen… Hasta llegar a la enhiesta lanza de su pelvis y a sus blancuzcos huevos que colgaban como si desafiaran impúdicamente la fuerza de la gravedad.

—¿Te gusta? —Preguntó el pelirrojo mostrándole su miembro viril como si fuera un trofeo.

—Sí —Asintió el chaval con la cabeza, miró a Damián y terminó añadiendo —, me gustan las dos mucho.

—¡Pues  si las mamas más te van a gustar!  ¿Quieres probarla?

La cabeza de Ignacito fue asaltada por  los recuerdos compartidos con el hijo del pastor, ese fuerte olor a orín y a sudor que le echaba para atrás. Sin embargo, los dos camioneros se han convertido en sus mejore amigos y no les puede fallar, así que hace el esfuerzo y acerca su boca a la palpitante verga.

Para su sorpresa a su nariz llega un aroma  fresco y limpio. Vuelve a mirar la hermosa tranca y sin pensárselo se la mete en la boca.

Miguel miró a su compañero de trabajo mientras el chaval se tragaba su erecto sable. Un gesto de completa satisfacción se pintó en su rostro. Aquel día les había tocado la lotería, no solo era joven como a ellos les gusta, también parecía estar por estrenar en todos los sentidos. Cosa que confirmó cuando, sin querer,  le arañó con los maxilares superiores la piel de su pene.

—¡Ten cuidado con los dientes! ¡Abre un poco más los labios y nos gustará a los dos un poco más! —Al decir esto último le regaló una esplendorosa sonrisa que reconfortó por completo al muchacho, quien por un momento llegó a creer que su torpeza estaba estropeando lo que estaba siendo el  mejor momento de su vida.

Siguiendo los consejos de su recién estrenado amigo, abrió más la boca y dejo  así pasar más porción de aquel proyectil a su interior. Libre de cualquier sensación de asco, sacó a pasear sus más depravados instintos y  comenzó a hacer aquello que había visto en las películas pornos más de una vez: A meter y sacar el enorme tarugo de su boca como si lo estuviera pajeando con los labios.

Miguel no pudo evitar lanzar un bufido de placer. Damián, que todavía permanecía sentado en la cama, se levantó, imitó a su amigo quitándose la camisa de cuadros y se puso al lado de este.

—¡Oye, Ignacio! ¿No te gusta la mía? Porque se está poniendo envidiosilla —Le dijo  con la mayor de las zalamerías.

El joven levantó la mirada y cuando vio al moreno de ojos azules prácticamente desnudo creyó  que le iba a dar algo de la emoción. Si el pecho del pelirrojo le había gustado, el de su compañero le resultaba de lo más seductor. Un pecho más marcado, un vello rizado que lo dotaba de un aspecto más varonil y una barriga  bastante más plana. Aunque si algo volvió loco al vallisoletano  de él, fue su cipote: gordo, oscuro y venoso. 

Lanzó una mirada justificando su proceder a Miguel, giró su cabeza y, cambiando de nabo como el que cambia de pareja en un baile, comenzó a mamar compulsivamente.

La generosidad innata de Ignacio le impidió dejar olvidado al pelirrojo, por lo que, mientras saboreaba el  segundo nabo de su vida, alargó la mano que tenía  libre hacia la hinchada prominencia que surgía de la pelvis del atractivo barbudo.

En el momento que consideró oportuno, volvió a envolver con sus labios el blancuzco tranco del pelirrojo y le dedicó sus favores manuales al otro.

Durante unos intensos minutos fue alternándose entre uno y otro, hasta que Damián, con una voz bañada en lujuria, le dijo:

—Ignacio, ¿por qué sigues vestido? A nosotros nos gustaría ver tu cuerpecito desnudo, que seguro que es la mar de bonito…

El chico, acomplejado como estaba por lo corto de su estatura, nunca había recibido tantos halagos como aquella noche y su diminuto ego fue creciendo a pasos agigantados. En cualquier otra circunstancia se habría negado a quitarse la ropa, pero estaba tan pletórico que hasta llegó a pensar que aquellos tipos pudieran gustar de  esos kilos de más que tanto le molestaban en el espejo.

Sin meditarlo un segundo, se quitó la camiseta como si fuera una especie de striptease. Ver como los ojos de los dos tipos recorrían su cuerpo y se relamían los labios mientras lo hacía, hizo que el corazón le latiera de una forma estrepitosa. No sabía que le excitaba más si lo que estaba haciendo o que aquellos dos hombres tan machos se sintieran atraídos por él.

Al mismo tiempo que él se quitó los pantalones, los dos andaluces hicieron lo mismo. Ver las piernas enormes y peludas piernas de ambos, fue como la gasolina que necesitaba para terminar de desnudarse por completo.

Miguel se sentó en la cama y le pidió con un gesto que se sentara a su lado. Una vez lo hizo, lo rodeo con sus brazos y, llevando una de sus rudas manos a una de sus pequeñas tetitas, le metió la lengua hasta la campanilla. Nunca antes nadie lo había besado y la amalgama de sensaciones que lo invadió fue desde el asombro al placer, pasando por un leve estupor.

No obstante, las sorpresas no acababan con aquel formidable beso, casi sin haberse recuperado de la montaña rusa de emociones que suponía tener la lengua del barbudo jugando con la suya, notó como unas manos magreaban su culo. Incapaz de zafarse del fuerte abrazo que comprimía su pecho, no tuvo más remedio que dejar que unos dedos juguetearan con su estrecho orificio. Estaba tan excitado que hasta se olvidó de lo que le aterrorizaba que le pudieran hacer daño a la hora de penetrarlo.

A Damián una de las cosas que más loco lo vuelven es comerse un culito. Más si se trata uno redondito, sin pelos y virginal como el que tenía ante sí. Tras hurgar un poco en él, se agachó y, tras separar las nalgas adecuadamente, unió su lengua con el caliente agujero. A cada lametada que daba, sentía como su polla se ponía más dura y el calor que emanaba de aquel hoyo era mayor. Por primera vez en toda la noche, comenzó a vislumbrar que aquel chaval permitiría ser desvirgados por ellos dos.

Miguel apretó más fuertemente al muchacho contra su pecho. En el momento que comenzó a jadear como un poseso, un sentimiento de ternura lo invadió y, sin dejar de besarlo, comenzó a acariciarle la cabeza, el cuello, la espalda. Aunque había mucha pasión, mucho deseo de follárselo, sintió que la delicada fisonomía del muchacho despertaba en su interior sensaciones que creía olvidadas. 

Ignacio jamás creyó que le gustaría tanto que le comieran el culo, si a eso se le unía el formidable beso y las muestras de afecto que le estaba regalando el pelirrojo, se sintió como en el séptimo cielo. Estaba tan eufórico que no podía negarse a nada que le pidieran sus dos nuevos colegas. Notó  como el moreno le untaba una especie de crema en el ano y a continuación intentó profanar su recto con un dedo. Pese a que solo le entró la puntita,  le dolió un poco, pero pensó en ello como una especie de penitencia que debía pagar por sus gustos sexuales.  

Damián volvió a untar su dedo con vaselina, el muchacho estaba más cerrado de lo que pensaba. Tenía el agujero muy caliente y estaba muy excitado, por lo que su colaboración estaba más que asegurada. Aun así, no iba  a ser tarea fácil lo de penetrarlo. Que fuera tan estrecho le excitaba  de sobremanera y aunque estaba loco por metérsela, lo último que quería era lastimar al chaval. Así que tras conseguir introducir, con bastante trabajo por cierto, el segundo de sus dedos, le hizo un gesto a Miguel para que siguiera preparándolo.

Como si fuera un muñeco de trapo, Ignacio pasó de los brazos del pelirrojo a los del moreno. Tenía la boca impregnada del aliento de Miguel, un sabor dulce que se mezclaba con el amargor de la nicotina y del whisky. Cuando la rasposa lengua del atractivo cuarentón le chupó los labios y recordó que instantes antes había estado lamiendo su culo, un escalofrío le recorrió la espalda. Lo lógico sería que sintiera  un poco de asco, pero por el contrario una sensación libidinosa empapaba todos sus sentidos y el hecho de que los labios de aquel tipo hubieran saboreado su ano, propiciaba que degustarlos le pareciera aún más apetitoso.

Si placer le daba que Damián lo magreara, abrazara y lo besara. Su compañero estaba demostrando ser un genio con los dedos, si instantes antes había sentido un poco de dolor al sentir como las dos gruesas falanges se adentraban en su interior, este se había transformado en un intenso y desconocido placer.

Estaba tan ansioso por que se lo follaran que no puso ninguna pega cuando el barbudo le pidió que se colocara de rodillas en el filo de la cama. Giró la cabeza hacia atrás y se encontró con que Miguel se colocaba un condón. Aunque estaba aterrado porque sabía que lo podían destrozar por dentro, no se negó y se limitó a preguntar:

—¿Qué tengo que hacer para que no me duela mucho?

Los dos cuarentones se miraron entre ellos y sonrieron ante la ingenuidad del muchacho. Acto seguido Damián se sentó delante de él, de manera que el cuerpo del muchacho quedara entre sus piernas, cogió una de las almohadas de la cama, se la colocó sobre su pecho y, guiñándole un ojo afectuosamente, le dijo:

—Si te duele mucho, muerde esto.

A pesar de lo dilatado, de lo lubricado que estaba, a la polla del pelirrojo le costó trabajo abrirse camino. Al principio fue como si una lanza ardiendo lo atravesara, clavar sus dientes en el mullido objeto que tenía ante su cara, no apaciguó el dolor todo lo que debiera. Estuvo tentado de suplicarles que pararan, pero una voz en su interior parecía gritarle que aquello era una tormenta pasajera. Conforme su cuerpo fue asimilando el daño que aquel trozo de carne perpetraba en sus entrañas, una inusitada y  placentera sensación lo fue envolviendo.

A pesar de que la daga que perforaba sus esfínteres no dejaba de ser lacerante, notar como entraba y salía le resultaba de lo más satisfactorio. En el momento que el barbudo aumentó el ritmo que infundía a sus caderas, el gozo que lo invadió no tenía parangón.

—Damián, la putita ya tiene el culo preparado para un cipote más gordo,  cuando quieras puedes ocupar mi sitio.

Aunque le sonó extraño que se refirieran a él en femenino, no le desagradó lo más mínimo.

Tampoco puso ninguna objeción a que, mientras el moreno se tomaba el relevo de su compañero, Miguel se pusiera de pie delante de él y con un gesto casi autoritario, le pidiera que se metiera su nabo en la boca.

—¡Chúpala, puta! —Le dijo en un tono más teatral que grosero —Y cuidadito con morderla, que mi nabo no es una almohada.

El miembro viril del moreno era bastante más ancho que el de su colega y,  al principio, tuvo el presentimiento de que no iba a pasar. Instintivamente, Ignacio lleno su barriga de aire y, al expulsar el aire, sus esfínteres se fueron abriendo lo suficiente para dejar pasar al gordo tronco, aunque no sin cierta dificultad.

Al igual que sucediera cuando se lo folló el pelirrojo, su recto se fue acomodando poco a poco al tamaño de su invasor. Todavía le molestaba un poco, pero ya el pánico por pensar que lo iban a reventar por dentro se había marchado y, bastante más relajado, se  portaba de lo más permisivo con sus dos amantes.

—¡Qué bien las chupas, putita! —Gritó Miguel intentando meter más pimienta en un guiso que no podía estar ya más condimentado.

Metiéndose de lleno en su papel de sumiso, el joven siguió tragándose la erecta verga casi hasta la base, no le importó las arcadas que le hacían lagrimear de vez en cuando, en su mente solo tenía un objetivo: dar placer a sus machos.

Aquella enorme disposición por su parte, pareció ser el pistoletazo de salida para que tanto Damián con Miguel sacaran a pasear la cachonda bestia que llevaban dentro y dieran cancha a sus más perversas fantasías sexuales.

Imprimiendo a sus caderas un ritmo frenético para entrar y salir del interior del chaval a una velocidad vertiginosa,  el moreno comenzó a dar cachetadas en su culo como si estuviera azuzando a un potrillo.

—¡Abre  bien el culo, perrita o te reviento por dentro! —Dijo el atractivo maduro con una voz más teatral que ofensiva.

El muchacho ante su salvaje acometida creyó que iba reventar por dentro, el dolor y el placer se mezclaban en su interior de un modo tal que hasta llegó a perder constancia de lo que le sucedía realmente. Su cuerpo y su mente se adentraron en una espiral de placer en la que parecía no haber lugar para el raciocinio.

Preso de la locura del momento, arqueó más las caderas como si con ello fuera a dejar pasar más porción del inmenso misil de carne que bombeaba sus entrañas, abrió más la boca e intentó tragarse el nabo del pelirrojo por completo.

Por unos instantes Ignacio se sintió la puta de un video porno a la que dos machotes usaran a su antojo. Era tal la sensación de satisfacción que lo embargaba que sintió como de la punta de su polla brotaban unas gotas de semen. Incapaz de soportar más placer, dejó de mamar el cipote del barbudo y se rindió a los tremendos envites que le estaban destrozando la retaguardia.

Unos segundos después sintió  sobre su cara un chorro de líquido espeso, mientras Miguel gritaba:

—¡Toma la leche, zorrita! ¡En toa la cara!

De buenas a primeras sintió que la polla del moreno abandonaba su culo, bastaron unos segundos para sentir como unos chorros de caliente esperma empapaban su zona lumbar, mientras de telón de fondo se escuchaba un ahogado: «Agggghh, ¡toda para ti, toda para ti, perra!

Después los tres se tendieron sobre la cama, no se dijeron nada, pero los dos hombres regaron su cara y su pechito de besos y permanecieron un rato abrazados. Después se ducharon, se vistieron y, tal como prometieron, lo acercaron a su casa en coche.

Mientras se intercambiaban los números de teléfono para verse otra vez, Ignacio no pudo evitar pensar que ser tratado como una mujercita de vez en cuando, no estaba nada, nada mal. Lo mismo la próxima vez que se vieran, le mangaba unas ropas a su hermana y sería por unas horas la putita que sus machos precisaban.

Continuará en: “Dejándose llevar”.

Querido lector acabas de leer:

“Ignacito y sus dos velas de cumpleaños”

Episodio V de “LA PLAYA DEL AMOR”

(Relato que es continuación de “Las tres Másqueperras”)

Hola, si lees esto. Me gustaría que me dejaras un comentario o me enviaras un e-mail con lo que te ha parecido mi nueva aportación a la página. Es como únicamente los autores sabemos si el tiempo que le estamos dedicando a esto nos merece la pena, o no.

Si es la primera vez que entras en un relato mío y te has quedado con ganas de leer más, a primeros de año publiqué una Guía de lectura que te puede servir de ayuda para seguir las historias de forma cronológica.

A continuación paso agradecer y responder a los comentarios dejados en “Iván y la extraña pareja”A Ozzo2000:  Pues decirte que lo de Iván todavía está empezando, ya tengo la historia abocetada hasta el final y algunos borradores; creo que te puede gustar mucho pues se va poniendo cada vez más cachondo.  Me alegro de que te gustara mi relatito para Halloween; a Nunius: Es un placer seguir viéndote de vez en cuando por aquí; como ves no he traído a las madres de las Másqueperras, pero he traído su versión juvenil. Espero que te haya gustado; a Maillo: Espero publicar pronto la continuación, me quedan unos detalles que ultimar, pero te pido paciencia porque no soy de los más rápidos escribiendo; a Escarlato: Pues creo que contigo ha sido prueba superada, pues era lo que pretendía con el relato y a Pepitoyfrancisquito: Para saber el tipo de “aval” que tiene que presentar Iván tendréis que esperar un poco, os adelanto que no va ser el buje (o si, no me acuerdo bien). Solo deciros que la historia la estoy montando como una especie de puzzle donde van a ir encajando todas las piezas. En cuanto a “La mujer del carnicero” deciros que la historia estaba hecha para los lectores “normales” de la página, si pongo eso como “bonito” no se asusta. Así que se lo tuve que poner como una cosa fea. ¡En fin, ellos se lo pierden!

El próximo relato que publicaré, será en la categoría Bisexuales, tratará de una historia auto conclusiva que llevará el título de “¡No hay huevos!”. Espero que os guste.

Un besote y disfrutad de la vida que son cuatro días.

Mas de machirulo

El Blues del autobús

Mr Oso encula a la travestí gótica

Hombres calientes en unos baños públicos (2 de 2)

Hombres calientes en unos baños públicos (1 de 2)

Desvirgado por sus primos gemelos

Un camión cargado de nabos

Cruising entre camiones

Mi primera doble penetración

Un ojete la mar de sensible

Un nuevo sumiso para los empotradores

Once machos con los huevos cargados de leche

Un buen atracón de pollas

Por mirar donde no debía, terminó comiendo rabo

Aquí el activo soy yo

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Una doble penetración inesperada

Amarrado, cegado y follado hasta la extenuación

Polvo rápido en el baño

La duquesa del coño insaciable (4 de 4)

La duquesa del coño insaciable (3 de 4)

La duquesa del coño insaciable (2 de 4)

La duquesa del coño insaciable (1 de 4)

¡Pero qué buenos están estos dos hermanos!

Una doble penetración inesperada

El mecánico siempre descarga sus cojones dos veces

Son cosas que pasan

Sexo grupal en el vestuario

La fiesta de las Coca-colas

Un casquete después de la siesta

Pepe se lo monta con sus primos gemelos

Serrvirr de ejemplo

Comer y follar todo es empezar

Con mi ojete preparado para un rabo XL

Al chofer del bus, le sale la leche por las orejas

Mamándole el ciruelo a mi mejor amigo

De cruising en la playa de Rota

Cinco salchichas alemanas para mi culo estrechito

Un mecánico con los huevos cargados de leche

El descomunal rabo del tío Eufrasio

Follado por su tío

Meter toda la carne en el asador

Míos, tuyos, nuestros… ¡De nadie!

Encuentros furtivos en el internado

Antonio y la extraña pareja

Fácil

Bolos, naranjas y bolas.

Vivir sin memoria

El libro de la vida sexual

Reencuentro con mi ex

Punta Candor siempre llama dos veces

Hombres Nextdoor

Mundo de monstruos

Dejándose llevar

Guía de lectura año 2017

Dejar las cosas importantes para más adelante

Una proposición más que indecente

¡No hay huevos!

El chivo

La mujer del carnicero

Iván y la extraña pareja

El regreso de Iván

Guerra Civil

Las tres Másqueperras

Toda una vida

Objetos de segunda mano

Follando con el mecánico y el policía (R) 2/2

Follando con el mecánico y el policía (R) 1/2

Ni San Judas Tadeo

La invasión Zombi

Seis grados de separación

¡Arre, arre, caballito!

La más zorra de todas las zorras

Un baño de sinceridad

Barrigas llenas, barrigas vacías

No estaba muerto, estaba de parranda

Dr. Esmeralda y Mrs. Mónica

Yo para ser feliz quiero un camión

Tiritas pa este corazón partio

Corrupto a la fuga

Un polaco, un vasco, un valenciano y un extremeño

El de la mochila rosa

La jodida trena

Tres palabras

Hagamos algo superficial y vulgar

Pensando con la punta de la polla

Quizás en cada pueblo se practique de una forma

Gente que explota

Guía de lectura año 2016

En unos días tan señalados

Desátame (o apriétame más fuerte)

De cruising en los Caños

Putita

Sé cómo desatascar bajantes estrechos

Este mundo loco

Como conocí a mi novio

No debo hablar

El secreto de Rafita

¿De quién es esta polla cascabelera?

Me gusta

Me llamo Ramón y follo un montón

Doce horas con Elena

El pollón de Ramón

Dos cerditos y muchos lobos feroces

El ciprés del Rojo

Follando por primera vez (R) 1/3

Follando por primera vez (R) 3/3

Follando por primera vez (R) 2/3

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Orgia en el WC de los grandes almacenes

Once pollas para JJ

Prefiero que pienses que soy una puta

Homofobia

Adivina quien se ha vuelto a quedar sin ADSL

¡Terrible, Terrible!

Bukkake en la zona de descanso

Mi primera vez con Ramón

Tu familia que te quiere

Si no pueden quererte

Mía

Infidelidad

Dos adolescentes muy calientes

Ocho camioneros vascos

Parasitos sociales

El pollón del tío Eufrasio

Violado por su tío

Talento

Somos lo que somos

Sexo en Galicia: Dos en la carretera

Tres pollas y un solo coño

De amor se puede vivir

Duelo de mamadas

¡Se nos da de puta madre!

Dos hermanos

¿Dónde está la oveja de mi hermano?

¿Por qué lloras, Pepito?

El MUNDO se EQUIVOCA

Todo lo que quiero para Navidad

Como Cristiano Ronaldo

Identidad

Fuera de carta

Los gatos no ladran

Su gran noche

Instinto básico

TE comería EL corazón

La fuerza del destino

La voz dormida.

Como la comida rápida.

Las amistades peligrosas.

El profesor de gimnasia.

Follando: Hoy, ayer y siempre (R)2/2

Follando: Hoy, ayer y siempre (R) 1/2

El ser humano es raro.

La ética de la dominación.

¡Ven, Debora-me otra vez!

La procesión va por dentro.

Porkys

Autopista al infierno.

El repasito.

José Luis, Iván, Ramón y otra gente del montón.

El sexto sentido.

Cuando el tiempo quema.

Mi mamá no me mima.

La fiesta de Blas.

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Sin miedo a nada.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

¡Qué buena suerte!

El rumor de las piedras.

Dios odia a los cobardes.

Tres palabras.

Guía de lectura segundo semestre 2.014.

Como un lobo.

Solo Dios perdona.

El padrino.

Perdiendo mi religión.

Adiós Francisquito, adiós.

Pequeños descuidos.

La sombra de una duda.

Mis problemas con JJ.

Unos condones en la guantera.

La voz dormida.

Follando con mi amigo casado.

Si pudieras leer mi mente.

Bésame, como si el mundo se acabara después.

Si yo tuviera una escoba.

Guía de lectura primer semestre dos mil catorce.

¡Cuidado con Paloma!

La lista de Schindler.

Nos sobran los motivos.

La masticación del tito Paco.

Viviendo deprisa.

El blues del autobús.

¿Y cómo es él?

¡Voy a por ti!

Celebrando la victoria.

Lo estás haciendo muy bien.

Vivir al Este del Edén.

Hay una cosa que te quiero decir.

Entre dos tierras.

Felicitación Navideña.

37 grados.

El más dulce de los tabúes.

Desvirgado por sus primos gemelos

Las pajas en el pajar

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur.

Tiritas pa este corazón partio

Valió la pena

1,4,3,2.

Sexo en Galicia: Comer, beber, follar....

¡Se nos va!

En los vestuarios.

Lo imposible

Celebrando la victoria

La procesión va por dentro.

El guardaespaldas

El buen gourmet

Mariano en el país de las maravillas.

Tu entrenador quiere romperte el culo(E)

Retozando Entre Machos.

Culos hambrientos para pollas duras

La excursión campestre

¡No es lo que parece!

Mi primera vez (E)

Vida de este chico.

Follando con mi amigo casado y el del ADSL? (R)

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón

Trío en la sauna.

Nunca fuimos ángeles

Desvirgado por sus primos gemelos (E)

Como la comida rápida

La misión

Follando con mi amigo casado

La churra del Genaro

Uno de los nuestros

Sexo en Galicia: Tarde de sauna (R)

2 pollas para mi culo

El cazador.

Los albañiles.

Jugando a los médicos.

Algo para recordar

Mis dos primeras veces con Ramón (E)

A propósito de Enrique.

Guia de lectura y alguna que otra cosita más.

Culos hambrientos para pollas duras

Celebrando la derrota

En los vestuarios (E)

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (Epilogo)

No quiero extrañar nada.

Punta Candor siempre llama dos veces.

4,3,2,1....

2 pollas para mi culo

Adivina quién, se ha vuelto a quedar sin ADSL

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón (R)

El MUNDO se EQUIVOCA

Historias de un follador enamoradizo.

Living la vida loca

Sexo en galicia con dos heteros (R)

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Comer, beber... charlar.

Los albañiles.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Regreso al pasado

Follando con mi amigo casado (R)

“.... y unos osos montañeses)”

El padrino

... Bubú.....

El blues del autobús (Versión 2.0)

El parque de Yellowstone (Yogui,....)

After siesta

Sexo, viagra y ... (2ª parte) y última

Before siesta

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (1ª parte)

El bosque de Sherwood

El buen gourmet

Como la comida rápida

Pequeños descuidos

¨La lista de Schindler¨

El blues del autobús

Celebrando el partido