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¡Arre, arre, caballito!

en Gays

Los descubrimientos de Pepito

Décimo  tercer episodio: ¡Arre,  arre, caballito!

 

(Este relato es continuación de “Quizás en cada pueblo se practique de una forma”)

 

Resumen de los descubrimientos: Pepito ha logrado escapar del aburrimiento del luto, gracias a que su mamá lo ha dejado irse todo  el fin de semana a casa de su tío Paco y su tía Enriqueta. Allí se lo está pasando chachipiruli  porque ha estado jugando con su primo a lo de los samuráis  y aunque ha ganado solo una vez, lo de “participar” se le ha dado  estupendamente.

Cuando se hartó de hacerse el harakiri, se tendieron a charlar de sus cosas debajo de un olivo. Tras hacerle todas las preguntas que traía preparada, el chaval descubrió dos cosas, una que le gustó y otra que no. La primera era que, como él suponía, su primo sabía todas esas cosas de los mayores porque las leía en un libro y la segunda, que no le moló tanto, fue la de que su hermano podía estar jugando a lo de las “pajas” con su perrita Lassie. ¡Qué pena  le dio del pobre animalito!

Como las chicas con la que los gemelos estaban ennoviando venían a comer ese día,  su tía los llamó para que se pusieran guapos. ¡Qué bien se lo pasaron viendo Manziguer Z, mientras esperaban a las chavalas!

A Pepito las novias de los gemelos le cayeron muy bien, sobre todo después de que lo invitaran al cine de Mérida para ver la última película de Walt Disney: Pedro y el dragón Elliot.

 

 ******

 

Antes de entrar en la sala de butacas, los gemelos nos compraron un paquete de palomitas y una Coca-cola. Adela nos preguntó que si queríamos algo más que ella nos invitaba, pero mi primo y yo le dijimos que no, que con aquello teníamos ya bastante. Matildita, en cambio, le pidió un paquete de patatas, una bolsita de gominolas  y tres barritas de regaliz. ¡Qué niña más avariciosa! Si le hubieran vendido el puesto entero, se lo habría quedado sin ningún problema.

El cine era mucho más grande que al que me solía llevar mi hermana con su novio. Tenía unos butacones beige muy bonitos y muy cómodos. Ocupamos prácticamente una fila completa, Ernesto se sentó junto a Marta, Francisquito y yo a su lado, a continuación lo hicieron su hermano, su novia, mi tío Paco, Matildita y mi tía Enriqueta. Recuerdo que mi prima se quiso sentar con nosotros, pero su mamá se lo impidió diciendo:

—¡Tú te quedas aquí que al final se terminareis peleando! ¿O acaso quieres que nos terminen llamando la atención? ¡Haz el favor y compórtate que eres ya muy grande!

Pocas veces había visto a mi tía tan sería y tan enfadada, pero es que mi prima se “la fumaba en pipa” con todo lo caprichosa que era. No tenía ni idea de lo que era  lo de “fumarse en pipa”, pero era lo que me decía  siempre mi hermana Gertru, cuando se me antojaba algo y me ponía  muy pesado: « ¡Pepito, te la fumas en pipa! »

La película era mitad de dibujitos y mitad de personas, igual que el Pumuki de la tele. Iba de la historia de Pedro, un chiquillo  que se había quedado sin  padres. Trabajaba como esclavo para la   familia  Gogan, quienes  lo habían comprado  para que le hiciera todas las faenas de la casa y lo trataban muy malamente.

El niño conoció a un dragón y se hizo  amigo de él. Se llamaba  Elliot era de color verde aguacate y, además de lanzar fuego por la boca,   tenía  el poder de hacerse invisible.  Con su ayuda,  Pedro consiguió  escapar de la familia que lo tenía prisionero  y se fue a un pueblo de pescadores donde conocieron a una muchacha muy simpática llamada Nora y a su padre que eran los guardianes del faro.

Todos estaban muy felices y contentos hasta que les dio por aparecer a los villanos, villanísimos de la historia. Por un lado el Dr Terminus que querían  capturar al dragón y por otro los Gogan para  recuperar a Pedro. Al final, y sin la  ayuda de nadie del pueblo, los cuatro amigos consiguieron vencer a los malos y le dieron un buen escarmiento.

Aunque los dibujos eran muy bonitos y los artistas trabajaban muy  requetebién, no me gustó mucho porque se llevaron todo el rato canta que canta. Si al menos hubieran sido canciones modernas como la de “Grease” no me hubiera importado, pero eran unas coplas muy antigüitas y parecían de niños chicos. La única que me gustó un poquillo fue  la que los malvados Gogan  le cantan a Pedro cuando este intenta escaparse en una barca:

 

♫Tenemos un papel que dice

que él nos pertenece

compramos  legalmente 

y reclamamos que nuestro es él

 

Tenemos un papel aquí

Con el nombre del muchacho♫

 

¡Qué divertido cuando llegó Elliot en su forma invisible, volcó la barca en la que iba y  toda la familia de maleantes se cayó al agua!

Al terminar la película, mi tío nos dijo:

—Familia, ya que estamos aquí en Mérida y, como un día es un día, ¿por qué no nos quedamos en un bar a tomar unas tapas?

A todo el mundo le gustó mucho la idea, sobre todo a mi primo Francisquito que cada vez que se le hablaba de comer, los ojos le hacían chiribitas y se relamía los labios de contento. Después se quejaba de que estaba gordito, ¡como para no estarlo!, si es que comía más que una lima sorda.  

—Por aquí cerca ahí un bar donde ponen unas cosas muy ricas al que podemos ir  —Propuso Fernando.

—Pues entonces no hace falta que cojamos el coche y nos podemos ir  en el caballo de San Fernando—Respondió mi tío sonriendo, a  lo que los  demás se rieron como si hubiera dicho una gracia.

No me enteré de nada y también me quería reír. Así que  me fui para el padre de Francisquito y, como no quería que los otros me tomaran por un niño chico,  le pregunté muy bajito:

—Tito, ¿qué caballo es ese?

 Bajó la mirada, me regaló una sonrisa y me respondió:

—El caballo de San Fernando, un ratio a píe y otro andando.

A mí el chiste no me hizo mucha gracia, pero como aquel hombre era tan simpático conmigo, terminé riéndome del mismo modo que lo hacían los demás.

De camino al bar, me estuve fijando en lo elegante y lo guapo que nos habíamos puesto, no solo llevábamos puesta ropa de  marqueses, sino que parecíamos estrellas de cine. Mira que te remira a todo el mundo, me di cuenta de   que mis primos iban con sus novias, mis tíos por otro lado, Francisquito y yo… Todos íbamos emparejados menos mi prima a la que nadie hacía compañía. Como me dio un poquito de lástima que la hubiéramos dado de lado, le dije a su hermano que la acompañáramos para que no fuera solita.

—¿Qué os pasa a vosotros? —Preguntó de muy mala manera cuando vio que nos acercábamos a ella —. Sí lo que queréis es que os dé gomitas, ¡no os la pienso dar! ¡Así que ya me podéis ir dejando tranquila!

Me quedé estupefacto del todo, yo preocupándome por ella y lo único que se le ocurría pensar es que queríamos pedirle chucherías.  Me dejó más cortao que el píe de Kunta-Kinte. Como no supe que decirle, mire a mi primito. Este, con un gesto de desgana, me dijo que la dejáramos en paz y siguiéramos con lo nuestro.

—Te iba a decir, conociéndola de chiquitito como la conozco,  que lo mejor era no hacerle caso y dejarla a su aire —Dijo mi primo poniendo voz de persona mayor.

—Pues otra vez que la dejen plantá, yo no pienso ir a por ella —Refunfuñé—. ¡Está  hecha una camandulona  y por mí como si se quiere ir a la porra.

Al llegar al bar  se me había pasado el cabreo con Matildita y ya iba otra vez de guasa con Francisquito, quien no paraba de hablar de las cosas que se iba a pedir en el bar y lo rico que iba a estar todo.

Como éramos muchos, el camarero tuvo que pegar dos mesas para los mayores y a los niños nos sentó en otra. ¡No me hizo ni migajita de gracia que la muñeca repollo se sentara a mi lado! ¡Seguro que se pedía el plato más finolis y se ponía a hacer cosas cursis mientras se lo comía!

Cuando el camarero vino y nos preguntó que  queríamos de beber, mi primo se pidió una Mirinda de naranja y yo otra, la hermanastra gorda de Cenicienta se pidió un zumito de piña con una cañita y dos cubitos de hielo. No me lo pedí  yo, para no hacerle de menos a Francisquito y va se lo pide ella. ¡Qué señoritinga que era!

Una vez los mayores escogieron lo que querían comer, el papá de Francisquito nos acercó la carta para que eligiéramos lo que quisiera. La lista de las tapas era muy guay, tenía fotos y debajo de estas ponía el nombre con el precio. Mi primo y yo pedimos los dos lo mismo: Filete de cerdo empanado con un montón  de patatas fritas. Doña aceituna con patas, tras ponerse muy derechita en el sillón y darse mucha importancia, dijo que le trajeran calamares en su tinta con una guarnición de arroz blanco.

—¿ Niña, tú crees que eso te va a gustar? —Le preguntó su padre extrañado.

—Sí, tiene una pinta exquisita —Respondió Matildita poniéndose más tiesa que una alcayata.

—Bueno, tú sabrás… —Se resignó mi tío.

Mientras me tomaba mi “exquisito” refresco, me puse a mirar la mesa de los mayores, me di cuenta de una cosa muy curiosa. Los hombres se habían sentado a un lado y las mujeres al otro. Aunque mi tío hablaba tanto con Marta y Adela,   como con su mujer y  sus hijos, mis primos apenas intercambiaban palabras con sus novias. No sé por qué, pero me dio la sensación de que las muchachas estaban un poco desplazadas, como si los gemelos las hubieran llevado allí un poco de compromiso, para quedar bien con la familia.  

Cuando Francisquito vio aparecer al camarero con los primeros platos, los ojos se le pusieron  tan redondos como a Marco, el de los de los dibujos de la tele. Cuando se dio cuenta de que eran para la mesa grande y no para nosotros, refunfuñó una mijina  y se impacientó un poco. Sin embargo, el enfado no le duró mucho porque en un santiamén el camarero trajo nuestros “exquisitos” filetes empanados con patatas y la cosa negra que se había pedido la pequeña señorita Rottenmeier. ¡Qué mala pinta tenía!

Como supuso su padre, el arroz aquel con los calamares en su tinta no le gustaba a Matildita, pero como no estaba dispuesta a reconocer su error comenzó a comérselo, ¡eso sí, con muy pocas ganas y con  más mala cara que un mulo mojao! Francisquito y yo, que  nos dimos cuenta de la poca gracia que su “exquisito” plato le hacía a la princesa caprichosa, nos hicimos señas y empezamos a degustar exageradamente nuestra tapa.

—¡Mmmm, qué rico está el filete, Pepito! —Dijo mi primo enseñándome un trozo de filete como si fuera un premio.

—¿El filete solo? Las patatas también están de rechupete… ¡Están crujientes, crujientes! —Recalqué yo masticando una de manera exagerada.

—¡No he probado una comida tan rica en mi vida!

—¡Qué lote de comer nos vamos a pegar, primito! —Recalqué lamiéndome el labio superior —¡Es que nuestro plato de filetes con patatas es de lo más exquisito.

—¡Efquizitizima! —Añadió Francisquito, sin dejar de masticar el trozo de filete que tenía en la boca.

Cuando la reina de corazones se cansó de que nos regocijáramos a su costa, puso cara de decir “¡Qué le corten la cabeza!”, y  gritó:

—¡Papá, los niños no me dejan en paz !

Nos volvimos para Villanueva muy tarde, tan tarde que ni mi primito ni yo teníamos ganas de  muchas charlas. Fue montarnos en el Range Rover de Fernando y las persianitas de los ojos se me empezaron a bajar y todo se puso oscuro…

 

********

Era una noche cerrada y fría.  Los vecinos de Don Benito estaban en su casa viendo la televisión y las calles del pueblo  estaban solitarias, muy pero que muy solitarias. En su ronda nocturna el niño araña no encontró ningún malvado al que combatir y, como estaba bastante aburrido, decidió volver para su casa, pues al día siguiente tenía examen de Naturales a primera hora. En el momento que estaba a punto de recoger las telarañas, a lo lejos  apareció  un automóvil  grande y negro de la marca Mercedes. Conforme se fue acercando, reconoció la matricula: era el cochazo del padre del Rafita.

 

Aquel vehículo le dio muy mala espina a Pepito Parker y su sentido chivato se puso a funcionar como loco. Aquel hombre no le caía muy simpático y también lo veía un poquito pijo, pero que él supiera,  no era ningún villano. ¿Qué tramaba dando vueltas por el pueblo a tan altas horas de la noche? “Seguro que nada bueno”, pensó. Así que decidió seguir con su ronda y haciendo uso de sus poderes arácnidos lo siguió, saltando de tejado en tejado y de azotea en azotea.

 

Al llegar a la Plaza de España, el coche paró justo en   frente de la parroquia de Santiago,  donde se podía ver la silueta de  tres niños esperándolo. Con el sigilo que le daban sus poderes arácnidos y escondiéndose detrás de los árboles,  nuestro héroe se dirigió  hacia el vehículo  para ver quiénes podían ser los cómplices de Don Rafael. A medida que se fue acercando, su visión de araña en la oscuridad le descubrió la identidad de los tres sospechosos, se trataban de su hermano Juanito y sus dos mejores amigos: Oscar y Javier. “¿Qué demonios estaban haciendo en aquel lugar tan apartado y a tan alta horas de la noche?”, se preguntó mientras fundía  con las sombras del parque.

 

La puerta del copiloto del coche se abrió y de su interior surgió una fantasmal figura  envuelta en mullidas pieles. Su alargada y tétrica   sombra fue cubriendo el rostro de los tres chavales, hasta taparlo por completo. Al principio no la reconoció, pues traía la cabeza escondida bajo  la capucha del abrigo, pero en cuanto echó esta para atrás, vio su barbilla alargada y su nariz prominente y  supo de quien se trataba.   No era otra que  la madre del Rafita,  Cruela Pastora De Ville, la villana más criticona y envidiosa del mundo mundial.  La mujer se dirigió a Juanito y sus amigos, con ademanes propios de la gente que se da importancia y con una voz  digna de malvada de película.

 

—¿Me traéis los perros?

 

Los tres amigos movieron la cabeza en señal afirmativa y le enseñaron un saco del que salían unos ladridos. La  infame dama se acercó al saco y comprobó  su interior.

 

—¡Solo tres perros! —Gritó muy, pero que muy enfadada —. ¿Cómo diablos me voy a hacer un abrigo de piel con solo tres perros?

 

Juanito y sus amigos, con todo lo valiente que eran, se echaron a temblar temiendo la reacción de la pérfida Cruela.

 

—Maña.. na le … trae.. remos… más —Dijo Oscar con una voz temblorosa. 

 

—¡Mañana, mañana!—La mujer, a la vez que hablaba, comenzó a dar vueltas alrededor de los  asustados chicos. — Eso me dijeron ayer. Que hoy tendría perros suficientes para confeccionar un abrigo de piel como lo de las artistas de la tele. ¡Mañana, mañana! ¡Cruela Pastora De Ville no puede esperar para estar a la moda!

 

Aquella mujer tan metomentodo siempre le había dado un poquito de miedo a Pepito Parker, si a eso le sumamos que en mitad  aquel parque tan oscuro, su voz resonaba todavía  aún más terrorífica de lo normal. El pobre niño araña, de no ser por sus increíbles poderes, habría terminado haciéndose  pipí encima de su traje de súper héroe.  

 

—¿Cuántas partidas de pajas has jugado hoy? —Dijo con  voz tétrica, poniéndose delante de Javier y obligando a que este la mirara a la cara.

 

—Do…ce.

 

—¿Y tú? —Le preguntó a Oscar.

 

—Treee…ceee.

 

Se fue para Juanito, lo cogió por la barbilla y sin preguntarle nada, con una voz que parecía que iba a ponerse a llorar de un momento a otro, le dijo:

 

—¡Dieeecioocho!

 

La perversa y cotilla  mujer se quedó callada un ratito, pues se puso a contar con sus huesudos y alargados dedos:

 

—¡Cuarenta y cinco partidas y solo me traéis tres perros! —Gritó, levantando las manos ante los tres aterrorizados chiquillos.

 

El increíble hombre araña descubrió dos cosas: Que allí se cocía una villanía muy, muy gorda y que Pastora sería muy maléfica, pero las matemáticas no se le daban nada de  bien, pues se había equivocado sumando. Los tres muchachos habían jugado cuarenta y tres partidas, no cuarenta y cinco como había afirmado ella.

 

Como no obtuvo respuesta alguna, la Cruela Pastora De Ville  volvió a preguntar, esta vez gritando más y levantando mucho más las manos:

 

—¿Cómo es que habiendo jugado cuarenta y cinco veces y solo me traéis tres escuchimizados perros?

 

—Por… que … cuando… terminamos de jugar… se nos escapan —Respondió Oscar tras mirar a sus dos amigos.  

 

—¡Sois unos verdaderos inútiles! ¿Hace falta que os recuerde lo que os pasara si no hacéis lo que os pido? —Hizo una pausa para respirar y lanzó un grito huracanado —.¡Rafael ven aquí corriendo!

 

Don Rafael, como el buen calzonazos que todo el mundo decía  que era, obedeció a su malvada esposa y se bajó del coche. Al pobre hombre, su mujer lo había obligado a ponerse un uniforme de chofer, con gorra de visera y todo.

 

—¡Aligera, que parece que vienes pisando huevos! —Le volvió a insistir la marimandona de Pastora de Ville.

 

—¿Qué quieres? —Respondió de muy malas ganas cuando llegó donde estaba su esposa con los tres muchachos.

 

—¿Qué voy a querer? Pues que le vuelvas a enseñar las fotos que cogiste con la cámara último modelo que nos compramos en Paris. 

 

El hombre se abrió los botones de la chaqueta y sacó un sobre del bolsillo de su interior. Era un sobre negro, como los de espías.  En su interior había unas cuantas fotos que mostró a los muchachos, quienes al verla pusieron una cara de tener más miedo que once viejas juntas.

 

Cuando la maléfica Pastora supo que tenía la completa atención de los chicos les dijo:

 

—¿Qué creéis  que dirían vuestros padres si supierais que jugáis a tan nauseabundo juego? —De nuevo la villana se puso a dar vueltas alrededor de ellos como si fuera una especie de sargento —¡Nada bueno! Así que o mañana me traen perros suficientes para hacerme un abrigo largo y gordo, o Don Rafael se verá obligado a remitir anónimamente las fotos a vuestros papás. ¡Ja, ja, ja!

 

—Pero es que yo siempre juego con la misma perra —Argumentó Juanito con una voz muy bajita.

 

—¿Con cual?

 

—Con Lassie, la perrita de mi hermano.

 

Fue escuchar el nombre de su perrita y al intrépido Spider-boy le entraron las siete cosas por el cuerpo. En cambio, a su némesis,  Cruela Pastora De Ville aquello la puso muy contenta, pues se inclinó delante de Juanito y con una voz melosa le dijo:

 

—¿Es esa perrita  tan preciosa y que tiene el pelo tan suave?

 

—Sí- Musitó el hermano del niño araña.

 

—Pues la quiero, no sabes lo bien que voy a lucir su pelaje en mi abrigo. ¡Ja, ja, ja! Ya sabes…

 

****

—¡Pepito, despierta! ¡Qué ya hemos llegado! —La voz de Fernando me sacó de mi sueño, que más que sueño era una  horrible pesadilla.

—El pobre con el lote de comer que se ha pegado, ha sido montarse en el coche y quedarse como un bendito —Dijo Marta a la vez que ayudaba a mi primo a sacarme del Range Rover.

Como seguía todavía medio dormido, Fernando me cogió en brazos, me subió a la habitación, me ayudo a cambiarme y me metí en la cama del tirón.  Curiosamente, sería porque temía quedarme dormido para no volver a tener que ver a la mamá del Rafita, cuanto más tiempo pasaba en la cama, más despierto me encontraba.

Cuando Francisquito entró en la habitación, se extrañó mucho al verme  aún despierto.

—¿Cómo es que estás todavía así?, si mi hermano me ha dicho que estabas como un tronco.

Me quedé callado un ratito, pensé que si le contaba a mi primo el sueño tan súper heroico que había tenido lo más seguro es que  no lo entendiera y se echara a reír, como no tenía ganas de enfadarme con él, le eché una mentirijilla. Que más  me daba si después iba al infierno, total,  si cuando fuera grande me iba hacer ateo.

—Me duele un poco la tripa…

—Es que no hemos pegado un atracón de comer —Sonrió y se llevó las manos a la barriga, la cual tenía un poquillo hinchada.

 Al ver que tenía cara de tristón, me preguntó:

—¿Quieres que le diga a mi madre que te haga una menta poleo?

Como no quería molestar a mi tía, le dije que no era para tanto y me di la vuelta para que se creyera que me estaba quedando dormido. La verdad es que estaba tan agotado que, aunque mi intención era no cerrar los ojos para no volver a tener pesadilla, al final caí rendido.

A la mañana siguiente, su mamá vino a despertarnos a las ocho en punto. Era domingo y había que ir a misa de diez, al principio me hice un poco el remolón, pero cuando vi que mi primo favorito se levantaba sin protestar, hice lo mismo para no ser menos.

Si algo me gustaba de ir a la iglesia, era lo arregladito y guapo que se ponía todo el mundo. Mi tía llevaba un traje color amarillo azafrán con el que parecía una estrella de cine, mi tío un traje gris de entretiempo con el que estaba muy elegante, mi primo Francisquito llevaba un traje azul marino, mi prima un traje naranja que la hacía muy “distinta” y yo mi pantalón beige de los domingos, perfectamente conjuntado con una camisa blanca. ¡Qué  guapo iba con la raya que me había hecho en el pelo y que bien olía la colonia de la buena que me había echado!

Como los gemelos se quedaron en la granja porque tenían que trabajar,   el tito Paco cogió el Range Rover para llevarnos al pueblo. Fue montarme en el coche y la hermanastra gorda de Cenicienta se empezó a quejar.

—¡Mamá, Pepito apesta a colonia!

Mi tía Enriqueta se volvió para detrás, miró a su hija con cara de sargento enfadada y le dijo:

—¿Y tú no? Porque te recuerdo que del bote que te compré por Semana Santa, solo te queda una mijina de nada. Así que si no quieres olerlo te tapas la nariz… Y vosotros —Añadió señalándonos con el dedo a Francisquito y a mí —a ver si es posible que se comportéis y no os tenga que reñir en misa, que cuando no es por una cosa, es por otra y  nunca  tenemos la fiesta en paz.

La mamá de Francisquito puso cara de estar hasta las narices de nuestras peleas, y con razón. Mire a Matildita, después a su hermano, no nos dijimos nada, pero los tres entendimos que si no queríamos mosquear más a su madre deberíamos portarnos como tres niños bueno todo el tiempo que pudiéramos, por lo menos hasta que  nos sacaran el “Scalextric”.

A la parroquia que íbamos se llamaba de Nuestra Señora de la Asunción, era muy grande y según nos dijo Matildita  su profesor le había explicado que fue construida en el siglo XXVI y era del estilo herreriano, igual que el Monasterio del Escorial. Ni mi primo, ni yo entendíamos  muy bien que quería decir con tanta palabrería, pero como no nos queríamos pelear, pusimos cara de que nos interesaba mucho lo que nos estaba contando y le dijimos a todo que sí. Lo que la puso requetecontenta.

Mi madre solía llevarme a la Iglesia de Santiago de mi pueblo, que al igual que aquella  tenía  un campanario, las paredes de piedra muy alta, los muros muy anchos y un portalón muy grande en medio con una estatua de un santo encima, por lo que  seguramente deberían ser del mismo estilo. Eso sí, la de mi pueblo era bastante más bonita y más vistosa que la de Villanueva.

Aunque yo sabía que la de mi pueblo, como todo lo de Don Benito, era mejor que la de Villanueva, había una cosa en la que aquella iglesia le ganaba a la de Santiago: la decoración del interior. No es que la mía no tuviera cuadros de vírgenes con el niño Jesús, ni de santos a los que lo estaban matando, lo que sucedía es que los que había en  aquella parroquia eran muchísimo más bonitos que los de la mi pueblo. Si tenía hasta estatuas como las que sacan en los pasos de Semana Santa. Había una que era de la Virgen de los Dolores a la que mi tía Enriqueta decía que le tenía mucha devoción.

Tras un rato bueno  de “hijos míos esto” “hijos mío lo otro”, el cura de la iglesia nos mandó a rezar, yo como no me sabía la letra solo movía la boca, solo decía “Amen” y “te alabamos señor” que era de lo que me acordaba. Mi primo Francisquito se dio cuenta y también empezó a hacer lo mismo. Tuve que dejar de mirarlo y todo, porque como me entrara la risa en misa seguro que no nos dejaban jugar al “Scalextric”.

De vuelta a la granja nuestra tía nos dijo que nos habíamos portado los tres muy bien, que así tenía que ser siempre. A lo que mi tío añadió que los dos hermanos se llevaban de normal como el perro y el gato, pero que cuando iba yo era mucho peor.

—¡Tito, entonces no me vas a traer más! —Dije muy preocupado, pues parecía que la culpa de todas las peleas las tenía yo.

—¡No, chiquillo, no! Tú tienes que jugar como todos los niños y no estar encerrado en casa. Así que  siempre que no esté muy embarbascao,  iré a buscarte para que te vengas con tus primos. 

Fue escuchar aquello y me puse tan contento que le di un beso a mi tita, otro a Matildita y otro a Francisquito. A mi tío no se lo di porque no quería molestarlo mientras conducía.

El resto del camino, mi tía  estaba tan contenta con que los gemelos tuvieran novias que se llevó todo el tiempo hablando de ellas,  que si “Adela esto”, que si “Marta lo otro”… Parecía que le hubieran dado cuerda y mi tío, como hacía mi papá con mi mamá, se limitaba a decirle que si a todo.

Cuando llegamos a la granja, le dije a mi primo que subiéramos a cambiarnos para no manchar la ropa nueva y, una vez lo hicimos, no fuimos a jugar a Manzinguer Z mientras esperábamos que los gemelos volvieran de trabajar en el campo.

Francisquito era el niño más guay del mundo, a pesar de que era más grande que yo y estábamos en su granja, me dejó ser dos veces Manzinger Z y él fue los robots malos del Dr Infierno y del Barón Dashler. ¡Qué chulí nos lo pasamos! Lo mejor era cuando gritábamos: “¡Puños fuera!” y el otro se caía al suelo.

Llevábamos un ratito  bueno jugando cuando los gemelos aparecieron por la granja, nos saludaron con la mano y se metieron en el garaje con la furgoneta.

—¡Qué bien! Ya vamos a estar jugando al “Scalextric”.

—No todavía falta un ratito —Respondió mi primo con una voz bastante mustia.

—¡Ah, tenemos que esperar que se duchen! ¿No?

—Sí y lo más seguro que se pongan a jugar también a los médicos.

No sé qué cara tuve que poner porque mi primo dejo de estar tristón y con una sonrisa de pillín en la cara me preguntó:

—¿Quieres que vayamos a espiarlos?

—¿Y por dónde nos colamos?

—¡Botarate, por donde mismo entramos para ver a mi padre hacerse la “masticación”.

Nos transformamos en agentes 007 y nos metimos en una especie de tubos que conectaban el exterior con el garaje, del mismo modo que hicimos para ver a mi tío.

Una vez accedimos a nuestro escondite secreto, nos instalamos en nuestro puesto de vigilancia. Los gemelos ya tenían la camisa quitada, con todos los músculos que tenían y lo fuerte que estaban se parecían al Capitán América. Una vez se quedaron en cuerichis  del todo vimos que tenían ya los pitos grandes, se hicieron un poquito la respiración del boca a boca y  se fueron para la ducha. Allí, no sé por qué, se empezaron a enjabonar el uno al otro, parándose mucho en el pechito, la cosita y el culito. Fernando le refregó la esponja tanto por el  agujerito a Ernesto que llegué a pensar  que se lo iba dejar más brillante que un diamante.

Cuando se cansaron de lavarse y de hacerse el boca a boca de vez en cuando, se fueron para donde estaban unos barriles que servían para almacenar aceitunas. Fernando se colocó sobre uno de ellos, tras comprobar que estaba bien seguro y que no se iba a caer, invitó a su hermano que se sentara sobre él. Ernesto se sentó de cara a él, creo que por si le faltaba la respiración para que le hiciera el boca a boca. Aunque al principio parecía que le costaba trabajo situarse (yo creo que lo que le pasaba es que le daba miedo que el barril no fuera a soportar el peso de los dos), pero una vez se dio cuenta de que no pasaba nada empezó a moverse como si estuviera montado en un caballito de la feria.

La verdad es que era como si estuviera montado en un tío vivo, mi primo se agarró a los hombros de su hermano y empezó a moverse de arriba abajo. ¡Arre, arre, caballito! A Fernando, que era el que estaba debajo, aquello no debía hacerle mucha gracia pues de vez en cuando soltaba alguna picardía, pero a Ernesto no le importaba porque seguía sube y baja, baja y sube como si le hubieran dado cuerda.

En un momento determinado se levantó, yo creí que era para darle a su hermano la revancha, pero el muy egoísta se sentó al revés y siguió otra vez dale que te pego. Por más que su hermano decía palabrotas (como lo escuchara mi tía le iba a lavar la boca con lejía), Ernesto seguía como en un Tío Vivo, parecía que el caballito se lo hubieran traído los Reyes Magos.

Su hermano dijo algo de salir a correr y pegó un pequeño grito, Ernesto se cogió la pilila y con una rapidez asombrosa terminó sacándose los virus. Por un momento dejaron de jugar al caballito y se quedaron muy quietecitos. ¡Qué bueno era Fernando! Con la paliza que le había pegado su hermano y el pobre no era rencoroso con él, pues  le daba besitos en la cara. Después, no sé quién sería de los dos el que se  estaría ahogando, porque se llevaron un tiempo haciéndose la respiración boca a boca.

Mientras los gemelos se volvieron a duchar otra vez ¡Qué limpios y aseados que eran! Francisquito y yo abandonamos nuestro lugar de vigilancia y salimos del garaje sin ser descubierto. Una vez estuvimos debajo de la sombra de nuestro árbol favorito, mi primo con cara de haber ganado la partida me dijo:

—¡No ves!, no importa que tengan novia, los gemelos siguen jugando a los médicos.

Negué con la cabeza, dándole a entender que no estaba de acuerdo con él.

—¿Por qué dices que no? ¿No lo acabas de ver?

Aunque Francisquito era mi primo favorito y, para una vez que nos veíamos no me quería pelear con él, no podía darle la razón como a los locos, así que le conté lo que pensaba:

—Porque creo que es otro juego.

—¿Otro juego?

—Sí, tú me contaste que el juego de los médicos tenía tres fases:El boca a boca, tomar la temperatura y sacar los virus.

—Sí

—Pues los gemelos hoy, aunque han hecho el boca a boca,  no se han tomado la temperatura y se han sacado los virus de una forma muy rara: jugando al caballito.

Mi primo me miró como si hubiera dicho una cosa muy importante, se quedó pensativo unos segundos y después,  con esa voz de persona mayor que se le ponía de vez en cuando, me dijo:

—Llevas razón, lo mismo hay otro juego que se puede practicar entre los hombres que se llama “el caballito”. Seguro que en el libro de mi padre viene, pero como es tan gordo no me ha dado tiempo de leerlo entero.

Me gustó mucho que mi primo, a diferencia de mis hermanos, tuviera en cuenta lo que yo pensaba. Sin embargo, como vimos que Ernesto y Fernando se acercaban, cambiamos la conversación por otro  tema más interesante: Convencer a sus hermanos para que nos montaran el “Scalextric”.

 

Continuará en: “El libro de la vida sexual”

 

Hola querido lector. Si estás por aquí supongo que habrás leído el relato en su totalidad. Yo siempre llegado este punto pido tu colaboración con comentarios, e-mails, valoraciones… cualquier cosa que me haga pensar que no estoy “hablando” a la pared. Esta serie es muy especial para mí y me gustaría saber si lo que estoy haciendo con ella te gusta o no.

Si te ha gustado, y no conocías la historia,  hace poco publiqué una guía de lectura, donde en el apartado de “Los descubrimientos de Pepito” encontrarás los links de todos los episodios que la componen.

Llegados a este punto me gustaría agradecer los comentarios de Un baño de sinceridad: A Dedmundo:  Me alegro verte por aquí, decirte que lo de publicar en otras categorías es porque tenía historias que contar, fuera de la continuidad,  que no eran difícil de emplazar en esta categoría. De todas maneras las series pendientes han llegado a un punto que, para no entrar en contradicciones, tengo que mirar mucho lo que llevo escrito y su escritura está siendo más entretenida. Aunque pueda parecer que se cuenta lo mismo, la reacción de Mariano ante el último encuentro con Ramón (que no se había contado hasta ahora)  va a ser muy importante para lo que suceda en la playa; A nunius: Espero alegrarte el día con este nuevo capítulo de Pepito, es el personaje que más me reclaman los lectores por correo. De Ramón y Mariano habrá un broche final y ya el policía se despedirá por un tiempo. Así que aprovéchalo. A Kobi17: Bienvenido a mis relatos.  Si te gusta la historia de Ramón y la quieres leer al completo. Hace poco publiqué una guía de lectura titulada: “Me llamo Ramón y follo un montón”.; A Pepitoyfrancisquito : La verdad es que Mariano y Ramón parecen Bill Murray en la película “Atrapado en el tiempo”, de todas maneras el próximo capítulo es el último “Flash back” y la historia ira avanzando. Lo de vuestra catequista va a traer cola y  mucha. A ver si voy adelantando la historia debidamente y voy contando cosas nuevas. Aunque de momento me voy a centrar en los Caños, Iván (hasta terminar su saga) y algún Pepito que otro. Espero para el año que viene poder retomar la historia de Ramón de nuevo. Por cierto, este año he estado en el Rocío y no os he visto con la Hermandad de Castilleja, ¿por qué vosotros vais con esa Hermandad, no? En cuanto a la historia de Luis Barcelona, me alegro que os haya gustado. Fue algo muy arriesgado en su momento, mezclar tramas policiales con el sexo, y no gustó mucho. Ahora, por capítulos ha gustado más y a 0zzo2000: Un placer verte por aquí de nuevo.

El próximo relato  que publicaré será “Ni San Judas Tadeo”, será el siguiente episodio de “La playa del amor”.

Hasta entonces, disfrutad de la vida.

Mas de machirulo

El Blues del autobús

Mr Oso encula a la travestí gótica

Hombres calientes en unos baños públicos (2 de 2)

Hombres calientes en unos baños públicos (1 de 2)

Desvirgado por sus primos gemelos

Un camión cargado de nabos

Cruising entre camiones

Mi primera doble penetración

Un ojete la mar de sensible

Un nuevo sumiso para los empotradores

Once machos con los huevos cargados de leche

Un buen atracón de pollas

Por mirar donde no debía, terminó comiendo rabo

Aquí el activo soy yo

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Una doble penetración inesperada

Amarrado, cegado y follado hasta la extenuación

Polvo rápido en el baño

La duquesa del coño insaciable (4 de 4)

La duquesa del coño insaciable (3 de 4)

La duquesa del coño insaciable (2 de 4)

La duquesa del coño insaciable (1 de 4)

¡Pero qué buenos están estos dos hermanos!

Una doble penetración inesperada

El mecánico siempre descarga sus cojones dos veces

Son cosas que pasan

Sexo grupal en el vestuario

La fiesta de las Coca-colas

Un casquete después de la siesta

Pepe se lo monta con sus primos gemelos

Serrvirr de ejemplo

Comer y follar todo es empezar

Con mi ojete preparado para un rabo XL

Al chofer del bus, le sale la leche por las orejas

Mamándole el ciruelo a mi mejor amigo

De cruising en la playa de Rota

Cinco salchichas alemanas para mi culo estrechito

Un mecánico con los huevos cargados de leche

El descomunal rabo del tío Eufrasio

Follado por su tío

Meter toda la carne en el asador

Míos, tuyos, nuestros… ¡De nadie!

Encuentros furtivos en el internado

Antonio y la extraña pareja

Fácil

Bolos, naranjas y bolas.

Vivir sin memoria

El libro de la vida sexual

Reencuentro con mi ex

Punta Candor siempre llama dos veces

Hombres Nextdoor

Mundo de monstruos

Dejándose llevar

Guía de lectura año 2017

Dejar las cosas importantes para más adelante

Una proposición más que indecente

¡No hay huevos!

Ignacito y sus dos velas de cumpleaños

El chivo

La mujer del carnicero

Iván y la extraña pareja

El regreso de Iván

Guerra Civil

Las tres Másqueperras

Toda una vida

Objetos de segunda mano

Follando con el mecánico y el policía (R) 2/2

Follando con el mecánico y el policía (R) 1/2

Ni San Judas Tadeo

La invasión Zombi

Seis grados de separación

La más zorra de todas las zorras

Un baño de sinceridad

Barrigas llenas, barrigas vacías

No estaba muerto, estaba de parranda

Dr. Esmeralda y Mrs. Mónica

Yo para ser feliz quiero un camión

Tiritas pa este corazón partio

Corrupto a la fuga

Un polaco, un vasco, un valenciano y un extremeño

El de la mochila rosa

La jodida trena

Tres palabras

Hagamos algo superficial y vulgar

Pensando con la punta de la polla

Quizás en cada pueblo se practique de una forma

Gente que explota

Guía de lectura año 2016

En unos días tan señalados

Desátame (o apriétame más fuerte)

De cruising en los Caños

Putita

Sé cómo desatascar bajantes estrechos

Este mundo loco

Como conocí a mi novio

No debo hablar

El secreto de Rafita

¿De quién es esta polla cascabelera?

Me gusta

Me llamo Ramón y follo un montón

Doce horas con Elena

El pollón de Ramón

Dos cerditos y muchos lobos feroces

El ciprés del Rojo

Follando por primera vez (R) 2/3

Follando por primera vez (R) 3/3

Follando por primera vez (R) 1/3

Estrenando un culito muy delicioso

El mirón de las duchas

Orgia en el WC de los grandes almacenes

Once pollas para JJ

Prefiero que pienses que soy una puta

Homofobia

Adivina quien se ha vuelto a quedar sin ADSL

¡Terrible, Terrible!

Bukkake en la zona de descanso

Mi primera vez con Ramón

Tu familia que te quiere

Si no pueden quererte

Mía

Infidelidad

Dos adolescentes muy calientes

Ocho camioneros vascos

Parasitos sociales

El pollón del tío Eufrasio

Violado por su tío

Talento

Somos lo que somos

Sexo en Galicia: Dos en la carretera

Tres pollas y un solo coño

De amor se puede vivir

Duelo de mamadas

¡Se nos da de puta madre!

Dos hermanos

¿Dónde está la oveja de mi hermano?

¿Por qué lloras, Pepito?

El MUNDO se EQUIVOCA

Todo lo que quiero para Navidad

Como Cristiano Ronaldo

Identidad

Fuera de carta

Los gatos no ladran

Su gran noche

Instinto básico

TE comería EL corazón

La fuerza del destino

La voz dormida.

Como la comida rápida.

Las amistades peligrosas.

El profesor de gimnasia.

Follando: Hoy, ayer y siempre (R)2/2

Follando: Hoy, ayer y siempre (R) 1/2

El ser humano es raro.

La ética de la dominación.

¡Ven, Debora-me otra vez!

La procesión va por dentro.

Porkys

Autopista al infierno.

El repasito.

José Luis, Iván, Ramón y otra gente del montón.

El sexto sentido.

Cuando el tiempo quema.

Mi mamá no me mima.

La fiesta de Blas.

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Sin miedo a nada.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

¡Qué buena suerte!

El rumor de las piedras.

Dios odia a los cobardes.

Tres palabras.

Guía de lectura segundo semestre 2.014.

Como un lobo.

Solo Dios perdona.

El padrino.

Perdiendo mi religión.

Adiós Francisquito, adiós.

Pequeños descuidos.

La sombra de una duda.

Mis problemas con JJ.

Unos condones en la guantera.

La voz dormida.

Follando con mi amigo casado.

Si pudieras leer mi mente.

Bésame, como si el mundo se acabara después.

Si yo tuviera una escoba.

Guía de lectura primer semestre dos mil catorce.

¡Cuidado con Paloma!

La lista de Schindler.

Nos sobran los motivos.

La masticación del tito Paco.

Viviendo deprisa.

El blues del autobús.

¿Y cómo es él?

¡Voy a por ti!

Celebrando la victoria.

Lo estás haciendo muy bien.

Vivir al Este del Edén.

Hay una cosa que te quiero decir.

Entre dos tierras.

Felicitación Navideña.

37 grados.

El más dulce de los tabúes.

Desvirgado por sus primos gemelos

Las pajas en el pajar

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur.

Tiritas pa este corazón partio

Valió la pena

1,4,3,2.

Sexo en Galicia: Comer, beber, follar....

¡Se nos va!

En los vestuarios.

Lo imposible

Celebrando la victoria

La procesión va por dentro.

El guardaespaldas

El buen gourmet

Mariano en el país de las maravillas.

Tu entrenador quiere romperte el culo(E)

Retozando Entre Machos.

Culos hambrientos para pollas duras

La excursión campestre

¡No es lo que parece!

Mi primera vez (E)

Vida de este chico.

Follando con mi amigo casado y el del ADSL? (R)

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón

Trío en la sauna.

Nunca fuimos ángeles

Desvirgado por sus primos gemelos (E)

Como la comida rápida

La misión

Follando con mi amigo casado

La churra del Genaro

Uno de los nuestros

Sexo en Galicia: Tarde de sauna (R)

2 pollas para mi culo

El cazador.

Los albañiles.

Jugando a los médicos.

Algo para recordar

Mis dos primeras veces con Ramón (E)

A propósito de Enrique.

Guia de lectura y alguna que otra cosita más.

Culos hambrientos para pollas duras

Celebrando la derrota

En los vestuarios (E)

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (Epilogo)

No quiero extrañar nada.

Punta Candor siempre llama dos veces.

4,3,2,1....

2 pollas para mi culo

Adivina quién, se ha vuelto a quedar sin ADSL

Follando con 2 buenos machos: Iván y Ramón (R)

El MUNDO se EQUIVOCA

Historias de un follador enamoradizo.

Living la vida loca

Sexo en galicia con dos heteros (R)

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Comer, beber... charlar.

Los albañiles.

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Regreso al pasado

Follando con mi amigo casado (R)

“.... y unos osos montañeses)”

El padrino

... Bubú.....

El blues del autobús (Versión 2.0)

El parque de Yellowstone (Yogui,....)

After siesta

Sexo, viagra y ... (2ª parte) y última

Before siesta

Sexo, viagra y unos pantalones anchos (1ª parte)

El bosque de Sherwood

El buen gourmet

Como la comida rápida

Pequeños descuidos

¨La lista de Schindler¨

El blues del autobús

Celebrando el partido