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Me enamore jugando (5)

en Intercambios

Eduardo me besó nuevamente y mientras nos vestíamos recordé lo dicho una vez por la tía de Mariana al hablar sobre los chicos  “Si te hace reír y enojar sin razón, también te convencerá de irte con él a la cama, así que cuídense del hombre que las haga reír o enojar”. Miré a Eduardo terminado de vestirse y lo apresuré diciendo

-Apúrate que ya tengo hambre

El terminó de calzarse y me tomó el brazo diciendo

-Yo solo tengo hambre de ti

Y rugiendo como fiera me mordió suavemente el brazo, reí y al abrir la puerta de la habitación pegada en la puerta había una nota de Mariana avisando que ella y Luis habían salido temprano a bucear, que no nos habían avisado ya que ni Eduardo ni yo sabíamos hacerlo y que nos veríamos por la tarde para comer juntos, despegué la nota de la puerta y dije.

-Qué cabrones se vieron, se fueron a bucear solos

-Mejor, así pasamos el día solos tú y yo

Respondió Eduardo….Y eso hicimos, ya que pasé con él una mañana maravillosa al grado que por momentos me sentí como novia en su luna de miel, pero la realidad era muy diferente, no pasaba de ser una mujer de 36 años divorciada con un hijo a la que habían convencido de pasar una semana de “juegos sexuales”. Dentro de mí quería mantener la idea de que Eduardo me suponía una puta con la que se estaba divirtiendo y me esforzaba por mantener en mi cabeza lo que una vez había escuchado a alguien decir “A las “damas” se les debe tratar como putas y a las putas como damas” y que esa era la razón de su trato amable y caballeroso hacia mí

Cuando llegaron Mariana y Luis nos encontraron asoleándonos en la playa, yo recargaba mi cabeza sobre los muslos de Eduardo mientras él me acariciaba el cabello. Ella (Mariana) se sonrió haciéndome una seña que hacía referencia al tamaño del miembro de Eduardo y regresé a la realidad del juego. Fuimos a comer, dormimos una siesta, nos vestimos y fuimos al bar a tomar unas copas escuchando a un pianista tocar, y ya por la noche subimos a la suite donde Mariana anunció

-Comencemos el juego, vamos a la recámara donde castigaremos a Aida

Al entrar a la recámara, me pidió que me sentara en una silla y levantó mi vestido de tal forma de que quedaran mis piernas desnudas hasta notarse mis bragas, ató mis tobillos con una pañoleta a las patas de la silla y unió mis muñecas detrás de la silla con unas suaves esposas seguramente compradas en una sexshop, al terminar tomó el papel de juez y sentenció

-Cómo te gustaba enseñar el “triángulo de las desnudas” para calentar a los hombres, te sentencio a sufrir el mismo deseo y los tres seremos tus verdugos  

No entendí de que se trataba hasta que ellos se desnudaron frente a mí para iniciar un trío, los dos acariciaban a Mariana, la besaban alternadamente, chupaban sus pechos, lamían su sexo, varias veces los dos se acercaron a mí, para acariciar mis piernas con sus manos y frotar sus miembros en mi cara, cuando lo hacían yo abría la boca buscando desesperadamente que lo metieran en ella pero solo lo pasaban por mis labios mojándolos de ese viscoso y cálido líquido trasparente que brotaba de ellos por la excitación.

Ya subidos en la cama, Mariana se agasajaba devorando los dos miembros en forma alternada y después observé como Luis le hundía el pene en las entrañas mientras ella disfrutaba a Eduardo con la boca… No era un castigo, ¡era un suplicio!, un terrible y cruel suplicio de excitación que se mezcló con celos al ver a Eduardo cambiar de lugar con Luis. Después vino el final, ella se montó en Eduardo y lentamente se sentó sobre su pene hasta recibirlo todo en la vagina para terminar acostándose sobre su pecho y mientras se besaban apasionadamente Luis arrodillado en la cama detrás de ella le untó vaselina en el ano y la penetró haciéndola gemir con un gesto de dolor.

Ella y Eduardo permanecieron inmóviles y mientras Luis se movía Mariana gritaba enloquecida sin duda sintiendo esa mezcla de placer y dolor que alguna definió diciendo “La penetración anal es como el dolor de muelas duele pero no quieres que te la saquen”… Mientras tanto yo ardía en deseos, mi humedad traspasaba mis bragas y lo peor llegó con el orgasmo de Mariana ya que mientras ella se retorcía gritando de placer yo sudaba de desesperación y ansiedad por estar en su lugar. Escuché a Eduardo gemir y sujetar con sus manos la cadera de Mariana y poco después Luis arqueó su espalda y juntando su pubis a las nalgas de ella quedó inmóvil y gimió de placer.

Cuando todo terminó ella quedó tendida en la cama escurriendo semen por los dos lados, Eduardo a un lado de ella y Luis sentado en la cama, mientras que yo respiraba aceleradamente, mejor dicho jadeaba de excitación.

Eduardo tomó su ropa y salió de la habitación, Luis entró a ducharse, Mariana cubriendo con pañuelos desechables su entrepierna me hizo una señal de que la esperara y entró al baño a soltar todo el semen que la llenaba, al salir me desató diciendo

-Qué bueno que no hablaste o te tocaría castigo otra vez, espéranos en la terraza.

La tomé del brazo y le dije

-¡Eres una perra!, una maldita perra

Me miró sonriendo y al ver mi gesto se puso seria para preguntar

-¿Y ahora tú? ¿Por qué te enojas si solo es un juego?

-Un juego en el que te gusta ordenar y en el que serías capaz de cogerte al esposo de tu  hermana o incluso a tu hermano

Arrastró las palabras para decirme

-No lo puedo creer… ¡Estás celosa!

-No, no estoy celosa… Pero pienso que has llegado al límite en tus puterías.

En ese momento recapacité, no valía la pena hacer el ridículo mostrando lo que era un sentimiento tonto de mi parte, así que buscando cambiar mi expresión de celos agregué

-¿Qué necesidad tenías de hacerme sufrir como lo hiciste? ¿Por qué siempre eres tú la que ha de decidir si somos cuatro los que estamos jugando?

-¡Vaya!… O sea que estás encabronadita conmigo

-Pues sí, si me encabroné, me amarras a una silla y me dejas ahí como pendeja viendo cómo te cogen

-Ya “bájale a tu desmadre”… Mañana tú decides el juego, me voy a bañar con Luis, espéranos en la terraza

Salí de su habitación y entré a la mía para cambiarme las bragas y después salir a la terraza a esperarlos, Eduardo fue el primero en salir y cuando me abrazó yo le dije con sarcasmo

-¿La pasaste muy bien verdad?

-Por favor Aida, ¿Vas a salir con que estás celosa?

-¿De qué podría estarlo? ¿De ti?... Esto es un juego niño

-¿Entonces?

-Estoy enojada, ustedes la pasan de maravilla y yo como estúpida calentándome a lo puro pendejo

-¿Quieres que lo hagamos contigo?

-Tengo mejores planes

Se rió y me besó en el cuello, en ese momento salieron Luis y Mariana y ya no dijo nada, los cuatro salimos a cenar. Ya por la noche, Luis y Eduardo se fueron a acostar mientras que Mariana y yo permanecimos en la sala de la suite bebiendo una copa de crema irlandesa, ella dijo

-Mañana tú decides el juego, así que piénsalo muy bien

-¿Por qué se vino Eduardo si no se movía?

Me miró extrañada por mi pregunta y respondió

-Con uno que se mueva le frota la verga al otro

Y sonriendo agregó

-Y una siente que está en la gloria, sin importar que pases la noche con dolor de culo

-Prefiero que no me duela

-Aida… ¿Cuántas veces te debo decir que disfrutes del sexo y los hagas disfrutar?

-Te has vuelto muy puta y me estás arrastrando contigo, igual que cuando éramos niñas, tú inventabas las travesuras y nos castigaban a las dos, solo que ahora tus travesuras se convirtieron en puterías que no tienen madre, vas a terminar parándote en una esquina para ver que se siente o como Mesalina, compitiendo con las putas y cogiéndote a toda una tropa

-Y lo dice Santa Aida del niño Jesús… Tú también eres muy puta, solo que tú siempre encuentras un pretexto, antes por cobrarte las infidelidades de Javier y ahora porque estabas muy necesitada… Yo te aseguro que ya son varios los que te han cogido

-¿Te consta?

-Lo supongo ¿Y sabes por qué?

-No

Mariana se acercó a mi cara y me dijo

-Porque te encanta la verga, siempre te gustó andar de “levanta vergas”, así que no vengas ahora a darte baños de pureza…Y no pienso averiguar porque terminaste divorciada, pero no dudo que te hayan dejado por andar de puta

De seguro ella esperaba una reacción violenta de mi parte pero me tragué mi coraje y terminé por decir  

-Tienes razón, lo que es más, de aquí al sábado que regresemos te pienso demostrar que soy más puta que tú, por lo pronto estoy urgida de verga y voy por ella… Que pases buena noche amiguita

Le di la espalda y fui a mi habitación donde encontré a Eduardo en la cama leyendo una revista y como si fuera una orden le dije en tono cortante

-¡Apaga la luz!

El me miró y al notarme molesta, como lo había estado durante la cena, tal vez para evitarse problemas conmigo me obedeció y se acostó de lado, pero no pudo evitar demostrar su felicidad cuando desnuda me acosté juntando mis nalgas a su pubis para ofrecerme “de cucharita”…El me abrazó para acariciar mis pechos y después de besar mi cuello me susurró al oído

-Me encantas Aida

-No hables, solo hazme el amor, necesito venirme Eddy

Besó mi espalda, acarició mis nalgas y mis piernas, se quitó la trusa, levantó mi pierna y me penetró, yo cerré los ojos y él comenzó a moverse lentamente, poco después yo bajé mi pierna juntándola con la otra y comencé a moverme a su ritmo, al notar mi deseo de que acelerara sus movimientos me detuvo sujetando con su mano mi cadera y aceleró su ritmo, no hablábamos, es más no hacíamos ruido alguno, el único sonido en la habitación era el ligero gemir del colchón al ritmo de nuestro vaivén. Unos minutos después al comenzar a sentir esa deliciosa tensión que presagia el placer fue cuando rompí el silencio para decir suplicante

-No te detengas Eduardo… Te lo suplico… No pares, no pares

Apreté mi almohada, él pasó su brazo debajo de mi cabeza y puso su mano cerca de mi boca, yo la besé en su palma y cuando mi cuerpo se endureció sujeté su mano apretándola sobre mi boca empujé mis nalgas buscando una penetración profunda, movimiento que lo obligó a detenerse y por uno o dos segundos mi respiración se detuvo, él bajó su otra mano hacia mi sexo para oprimir con fuerza sobre la piel de mi pubis y sobre la palma de su mano ahogué un grito que me mantuvo con la boca abierta mojando su mano con mi saliva. El mantuvo su otra mano oprimiendo mi pubis a la altura de mis ovarios mientras mis contracciones se repetían una y otra vez. Al terminar mi orgasmo besé su mano y me salió del alma decir con voz ahogada por el placer

-Te amo

El quedó inmóvil manteniendo su endurecido miembro dentro de mí y me dijo

-Qué bonito te vienes Aida, eres muy linda

Emocionada por sus palabras le di otro beso en la palma de su mano y le dije

-Lo disfruté mucho, termina tú amor

Bajó su mano entre mis piernas y comenzó a acariciar mi clítoris, pero lo detuve diciendo

-Yo no, solo tú Eddy, disfruta, úsame  como quieras.

Lo hizo moviéndose despacio como si quisiera aprenderse cada pliegue de mi vagina, fueron varios minutos en los que yo le besaba la mano con la que me abrazaba mientras él con su otra mano recorría dulcemente mi cuerpo, cuando su deseo fue mayor que su “dulzura” metió su mano entre mis muslos y aceleró sus movimientos, yo apreté mis muslos sobre su mano y al hacerlo irremediablemente apreté mi vagina, él gimió diciendo

-¡Oh por Dios Aida!, que rico aprietas… ¡Me encantas mujer!

Al sentir endurecerse más su pene yo buscando aumentar su placer le dije

-Ven, dámelo, soy tu depósito, lléname de semen, dámelo todo, todo.

Al sentir que dejaba de moverse le pedí

-Hasta el fondo…. Vente en el fondo amor

Empujó hasta que sentí su pubis apretarse contra mis nalgas, con la mano que tenía entre mis piernas apretó la parte interna de mi muslo y se derramó dentro de mí, yo sabía que había poco ya que casi todo se lo había dado a Mariana pero aun así cerré mis ojos emocionada y cuando terminó le dije

-No te salgas, quédate ahí, quiero dormirme sintiéndote mío.

El volteo mi cara y me dio un beso en la boca, me abrazó y así penetrada me quedé dormida entre sus brazos.

Me despertó la claridad del día, Eduardo dormía boca arriba, durante un rato observé su cuerpo desnudo, era guapo, atractivo y muy bien dotado pero lo mejor era su trato, su caballerosidad, su forma de ser, uno de esos hombres con los que cualquier mujer cogería sin dudarlo, sin importar los riesgos de hacerlo. Yo había corrido el riesgo, le había “dado las nalgas” y ahora lo quería tener en mi cama en exclusiva, sentía que me había enamorado rompiendo la primera norma del juego que claramente me había expuesto Mariana “Nunca te enamores de quien solo te quiere meter la verga”, era el momento de terminar el juego y regresar a mi vida para olvidarme de todo, pero antes de hacerlo tenía una deuda pendiente con mi amiga, deuda que ese día por la noche y estaba decidida a cobrar.

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