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Miradas

en Amor filial

Te miraba discretamente para evitar que mi esposa y tu esposo notaran el deseo en mi mirada… Tú fingías no notarlo, pero te gustaba, lo sabías, lo sentías…Sentías mi deseo recorrer toda tu piel  tu mano acariciaba la piel de tu hombro mientras con los dedos de la otra mano jugabas nerviosa con el oro de tus cabellos, tus grandes ojos de un azul profundo me miraron fijamente por unos instantes para después desviarse temerosos hacia mi mujer que hablaba de cosas que yo no escuchaba.

Hacía mucho que mis deseos se volcaban sobre tu cuerpo y cuando miraba a tu marido algo dentro de mi me hacía odiarlo…No puedo decir que fueran celos, no, lo nuestro nunca ha pasado de ser un “lógico cariño”, pero debo aceptar que mi odio era producto de una terrible y perversa envidia que por él sentía al saberte desnuda entre sus brazos…Mis miradas en un principio te avergonzaron pero después las aceptaste gustosa y lo manifestabas con una especial coquetería en cada movimiento de tu cuerpo…Yo te desnudaba con mi mirada y tú inflamada de sensualidad te dejabas desnudar.

Pocas, muy pocas palabras habíamos cruzado entre nosotros, las charlas eran de los cuatro, por lo general basadas en cosas y casos de nuestras vidas u opiniones sobre el mundo en que vivimos, economía, política, deportes, etc, etc…Pero entre tu y yo bastaba una mirada para que escucharas mi grito suplicante “¡Te deseo Lourdes!”…Sin embargo tu mirada se alejaba de la mía sin darme respuesta… ¿Cómo pedirlo?, ¿Cómo decirle a la mujer por la que no se debe sentir deseo que uno muere por tenerla desnuda en la cama?... ¿Cómo llegar a tal bajeza sin insultarse a uno mismo?.

¡Quien lo diría mujer!, ¿Quien podría pensar que nuestras parejas se convertirían en cómplices involuntarios?…Mientras mi mirada permanecía “distraída” en la blanca piel de tus brazos escuché a tu marido decirle a mi esposa

-Yo no te puedo llevar los documentos, mañana tengo un día muy complicado, necesito salir de la ciudad,  pero los dejo con Lourdes en la casa, pasa por ellos.

-Yo estaré muy ocupada toda la mañana__Respondió mi mujer

-Yo no tengo auto, está en servicio

Dijiste tú con voz suave, sentí sobre de mi la mirada de los tres y respondí indiferente

-OK, yo paso por los documentos ¿A las 10 de la mañana estará bien Lourdes?

Tú afirmaste y al día siguiente me presenté a tu departamento, me recibiste, cubierta con una bata, tu cabello aún estaba húmedo y tu maquillaje se notaba recién puesto sobre tu cara, te arreglabas para salir y después del obligado beso en la mejilla pregunté sin poder ocultar mi decepción

-¿Soy inoportuno?

-No, me estaba vistiendo para ir a ver a mis papás, pero pasa a sentarte a la sala

-¿Te vas a ir a pie?...Son más de diez cuadras, te espero y te llevo

Sonreíste agradecida de mi propuesta para después sentamos en el sofá de la sala uno al lado del otro siempre con la prudente separación que indica la decencia y comenzamos a platicar sobre la familia y “sus cosas”, del bolsillo de tu bata sacaste tus medias subiste tu pie sobre la mesa de la sala y comenzaste a meter tu pie dentro de la media, el color negro del nylon contrastaba con lo blanco de tu piel conforme iba subiendo, cubriendo primero el pie, el tobillo y poco a poco la pantorrilla, la bata de seda resbaló sobre lo terso de tu piel dejando al descubierto tu muslo. Por unos segundos quedaste inmóvil con tus manos puestas en la media que cubría ya toda tu pantorrilla, yo había permanecido observando la belleza de tu pierna y al notar tu inmovilidad levanté mi vista hacia ti, nos miramos fijamente y quiero pensar que en mi mirar encontraste mi grito suplicante ya que tus manos deslizaron hacia abajo la media hasta hacerla salir de tu pie.

  

Nuestras miradas se juntaron nuevamente, estaba  dispuesto a pagar el precio que hubiese que pagar, sin dudarlo me arrodillé sobre la alfombra, tomé tu pie con mis manos y comencé a besar cada uno de sus dedos, la planta, el empeine, el talón, besé tu pantorrilla y la puse sobre mi mejilla para sentir su delicada suavidad, aspiré su aroma, el aroma dulce y delicado de tu piel, subí hasta tus muslos, fuertes y bien torneados, los besé insaciablemente y jalé el cordón que sujetaba la bata en tu cintura, haciendo uso de mis dos manos la abrí para perderme entre besos sobre la blanca y firme piel de tu vientre, me puse de pie y te ofrecí mi mano para que te levantaras, al hacerlo corrí la bata suavemente sobre tus hombros hasta que cayó al piso y admiré la perfección de tu cuerpo cubierto tan solo por una sensual lencería de encaje que servía de marco y resaltaba lo bello de tus pechos, lo plano de tu vientre y lo maravilloso de tus piernas

Mis dedos fueron al centro y abrieron el broche del sostén, tus generosos y hermosos pechos se liberaron para enseñarme sus erectos pezones color de rosa, acerqué mi cabeza y mi boca se prendió de ellos que se movían al ritmo de tu agitada respiración, lamía, besaba y chupaba de ellos como un bebé hambriento, hambriento de ti, hambriento de tu cuerpo y por un largo rato me dediqué a saciar mi hambre desesperante por tenerlos en mi boca…Los solté satisfecho para mirarte a los ojos, hice a un lado tus cabellos y poniendo mi mano sobre tu mejilla besé tu boca, jugué con tus labios, jugué con tu lengua, mezclé mi saliva con la tuya disfrutando su calor y su sabor, besé tus mejillas, tus ojos, tu cuello y tus hombros.

Tú tomaste mi mano y caminamos a la habitación, dentro de ella bajaste tu panty para quedar completamente desnuda ante mis ojos, tus manos tomaron mi cinturón lo desabrocharon y te alejaste hacia la cama, yo me desnudé y subí a la cama donde desnuda esperabas por mi, por mucho tiempo disfruté con mis besos tu cuerpo haciéndote suspirar, te giré para saborear tu espalda, tus nalgas y la parte trasera de tus muslos y pantorrillas, nuevamente te recostaste boca arriba, yo separé tus piernas y delicadamente disfruté con mis labios y lengua de la maravilla de saberte mujer….Sentí tus contracciones y mientras tus muslos se oprimían sobre los lados de mi cabeza pude saborear la humedad de tu placer.

Tus piernas se relajaron liberando mi cabeza, yo te miré y tú estiraste tus brazos para indicarme que éra el momento que por mucho tiempo había esperado, era el momento de concretar mis deseos más profundos, era el momento de dejar de imaginar y soñar, era el momento de hacer mis sueños realidad…Me metí entre tus piernas acerqué mi boca a la tuya y nos besamos apasionadamente, el sabor que de ti había en mi boca encendió nuevamente tus deseos, tu mirada se fijó en la mía haciéndome notar tu ansiosa espera y yo lenta pero firmemente comencé a recorrer el ardiente camino de tus entrañas mientras de tu boca se escapaba un gemido de placer que te obligó a cerrar tus bellos ojos.

Rápido, lento, fuerte, suave, de todas las formas posibles recorrí el ahora conocido camino del placer de tu cuerpo, me detenía, esperaba unos momentos y volvía a reiniciar buscando eternizar el momento, respiraciones agitadas, ,jadeos, gemidos, sudor, me soportaba sobre una mano para poder acariciar con la otra uno de tus muslos que levantados se apretaban contra mi cadera, estaba viviendo un sueño del que me negaba a despertar…Tu cuerpo comenzó a temblar, tus muslos se apretaron sobre mi cadera haciendo inútiles mis intentos de moverme, tu boca se abrió, tu respiración se detuvo por unos instantes, tus ojos se cerraban desorbitados a pesar de tus esfuerzos por abrirlos, los dedos de tus manos apretaron fuertemente la piel de mi espalda y soltaste un grito, un grito que me hizo sentir en el cielo al saber que estabas disfrutando conmigo el momento más maravilloso de mi vida. Sentí tu cuerpo brincar varias veces debajo del mío, tus piernas cayeron de mi cadera apoyando los pies sobre la cama, abriste los ojos y yo te besé en la boca con mucha ternura al notar una enorme satisfacción en tu rostro.

Lentamente reinicié mi cabalgata hacia el placer, pretendí alargarlo ya que no quería que terminara, mis movimientos se hicieron muy lentos, tu mano subió a mi mejilla al sentir mi dureza que se había vuelto incontrolable, me miraste a los ojos y cerraste los tuyos en un gesto que nunca podré olvidar era un “hazlo…lléname” dicho con la ternura indescriptible de tu mirada que alejó mis dudas y venció mis temores por lo que “pudiera pasar”, empujé lo mas profundo que pude dentro de ti, tú inspiraste al sentirme empujar tus entrañas, abriste los ojos y los volviste a cerrar al sentir dentro de ti contraerse mi hombría una y otra vez llenándome a mi del mayor placer que hubiese sentido en mi vida y llenándote a ti con mi propia vida, agotado me dejé caer sobre tu cuerpo satisfecho de haberte tenido….Por unos instantes pensé en mi semen recorriendo a toda prisa el camino hacia tu útero en busca de unirse a tu vida, el permanecería dentro de ti tal vez algunos días y a pesar de mi temor sonreí al pensar “¿Quien había sido de quien?”

Me dejé caer boca arriba sobre la cama, tú te giraste y te bajaste de ella para entrar al baño, al salir del baño yo me vestía, saliste de la habitación rumbo a la sala, mi vista observó nuevamente la belleza de tus nalgas y tus piernas, cuando llegué a la sala ya te habías puesto la bata, yo te besé en la boca uniendo nuestras lenguas y abrí tu bata para observar nuevamente tu desnudez…Pusiste un sobre tamaño carta en mi mano pronunciando las primeras palabras desde que te habías intentado poner esa media.

-Son los documentos para tu esposa Claudia

Y bajando la cabeza dijiste en voz baja llena de tristeza

-Para mi hermana Claudia.

Levantaste tu cabeza y me miraste a los ojos, las lágrimas de arrepentimiento llenaban tus ojos pero ya no había remedio, ya estaba hecho y en tu mirada solo pude leer una súplica “Que ella no se entere nunca”, yo afirmé con la cabeza, tu apretaste tristemente mi brazo y pude leer en tu mirada “No vuelvas a buscarme Mario” para afirmar que te había entendido te dí un beso en la mejilla y me retiré hacia la puerta de entrada, la abrí y antes de salir te observé de pie con los brazos cruzados y te dije

-Gracias cuñada

Y tontamente respondiste

-¿De qué Mario…De qué?

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