A mi amiga dependienta: pija, puta y tímida.
A mi amiga, le toca hablar todo el día con los clientes de unos grandes almacenes. Ella no para de notar como repasan su cara, su cuello y sus ojos, todos los mínimos detalles, tanto sus jefes como compañeras y algunas clientas. Durante esas horas, oficialmente 7 (en la práctica 8 o 9), siente como los hombres se fijan en sus pechos y en su cola; pues lleva una falda, que deja notar su bien prieto culo. Varias veces se siente molesta, pues ella siente que la valoran como sí fuese se una puta.
Ella se siente rara, es tímida y parece que deba lucir impecable y correcta como si fuera una modelo. Sale a comer, con 2 compañeras y hablan de cosas variadas, también de ropa y de complemento, de algún tema del trabajo, y de como pasarán las vacaciones o el fin de semana (o de cómo ha ido). Pero la sensación de seguir siendo observada y de estarse exhibiendo crece más y más.
Entra a las 9 h. a.m., para cambiarse y preparar las cosas, abren al público a las 10 h a.m.; comen a las 2 o las 3 p.m. según el turno-, tienen una hora para comer y debería de salir a las 5 h. p.m., raramente sale antes de las 18 o 19 h. No se para a duchar, en el vestuario, ya que no le gusta semitransparencia de las cortinas, y siempre alguna compañera, tiene ojos para mirarla, o eso le parece.
Con todo ella, viene a nuestro lugar de citas o acude al estudio y me espera sin cambiarse. Yo suelo llegar sobre las 7 o 730 h. p.m. Y ella esta laboreando por casa, en la cocina o tomando un refresco y algo para picar. No quiere ganar peso, por eso bebe Coca-cola ligth, Seven Up, o cosas así. Raramente se permite tomar una chocolatina, o algo así; solo come eso, si ha tenido un mal día, si le han dado la bronca o ha tenido unas palabras con alguna compañera, con un cliente, o con su familia.
Así me la encuentro y cuando llego: viene a recibirme, o me espera sentada, si está muy cansada o se ha adormecido. A veces, la noto triste y la consuelo y hablamos de sus cosas; también comentamos lo que a mí me ha ocurrido. En nuestras vidas algo fallaba, pero empecé a darme cuenta de lo recurrente del tema de las miradas y de que se ponía colorada o sacudía el cabello o los hombros al mencionar esos detalles.
Por eso decidí ir y revisar su ropa interior y ahí está la sorpresa: el primer día me pareció un detalle, el segundo una coincidencia; a las 2 semanas sabía algo de mi amiga. Ella disimula, pero se moja, el que la mire y la hagan sentir como un modelo y la desnuden con la vista la hace sentir un poco puta. Todo contrasta con su timidez y con su educada forma de hablar. Por eso, empecé a cavilar sobre por que me espera tantas veces, así con el uniforme aun puesto.
He caído en la cuenta, de que le gusta estar en estado de revista y con la misma ropa, para que note sus huellas y como se siente. He empezado a sentarme a su lado y besarla, mas insistentemente que antes: decidí hacer salir su genio o su carácter, por ello la beso y le sobo el culo, le aprieto un poco groseramente los pechos, le alzo la falda o ella misma se la sube con las dos manos, recogiéndola. Y dejo a la vista sus bragas o tanga.
Ella se arregla su pubis, con cuidado y con sus mimos lo tiene elegantemente dispuesto; pero comprometedoramente suele estar húmeda. Sé que tocarse a sí misma no la satisface, le gusta que la apriete con mis manos ahuecando la palma y que presione sobre su concha, con la braga o tanta puestas. Luego le cuelo un dedo, doblado hacia adentro, la beso con intensidad y mi dedo repicotea en su raja. La noto humedecerse renovadamente y más cuando mi dedo medio o el anular, semeja ser el pico de una gallina, que da toques a su intimidad.
Noto que, mientras con la otra mano, le desabrocho la blusa y le acaricio cada una de sus tetas, que le tiemblan. Lo hago así, durante un buen rato, procazmente. Luego con cierta saña, estiro de sus pezones y cuelo las yemas, bajo la copa de su brasier o sujetador. Mientras hago eso, empieza a latirle la intimidad, ella me abraza y me atrae a mí, me mira a los ojos y abre su boca y exhala aire, como un ciclista que asciende a la cima de un elevado pico, de montaña.
Ella, asciende así al pico de su placer, pues se siente tratada como una puta y eso la excita, le digo que separe las piernas y las abre bien, se ahecha mucho, y las mueves inquieta. A ratos acaricio cada uno de sus muslos y le doy pellizcos y meto mis dos manos la levanto y la hago resbalarse hacia abajo y me froto con mi cara entre su coño y la braga.
La noto empapada, gime un buen rato con mi trato obsceno. Con mi boca y labios, retiro su braga. Muerdo la tela y si es elástica se la estiro y se la suelto para que la hostigue en su intimidad, unas ocho o diez veces. A esa altura sale de la noche del aburrimiento cotidiano, y descubre el resplandor del placer. Entre mis labios y lengua se cuela su flujo, que sale abundante en un hilo continuo. Y huelo los efluvios de su intimad, paladeo su sabor (con un cierto a combinación de fresas y berberechos). Le doy unos buenos masajes a sus nalgas y a sus muslos.
Ella se agarra de las corvas de lar rodillas. Mi amiga, se sube la falda o si se la he quitado la corremos de lugar, para que no moleste. La blusa esta desabotonada con ayuda de las 4 manos, de las dos mías y de las suyas; nunca acabo de hacerlo yo solo, ni ella se decide a librar todos los botones; es una tarea común.
Luego, en el curso de los abrazos y de mis masajes se arrellana y se sacude, estira los brazos y la blusa salta, con su colaboración activa. Y le bajo el sujetado, ella se lo afloja y se da unas friegas en ambos pezones. Yo También le doy mis amases, y masajes, pues suelo incorporándome para hacer un cuidado relax. No continuo ordenadamente la comida de su vagina, me dedico atropelladamente a frotarme con ella y a usar mis manos.
Ella por su parte, despliega con maestría sus brazos y dedos como si fueran los brazos de una sepia, me libra de la corbata, me quita el jersey o la camisa y me alza la camiseta, y juega con el cabello de mi pecho. También me atrae por el cuello, concretamente por la nuca, o me sujeta hacia sí por la cabeza usado sus dos manos, tomando un ritmo y desordenando mi cabello...
La he acostumbrado a ser mía, la convenzo para elaborar la forma de ir vestida convenientemente:
Unos jerséis ceñidos, que le enguantan su cintura y pechos, o unas blusas trasparentes y que dejen ver su sujetador (que debe ser del mismo tono o color; o que conjunta).
Las minifaldas de una sola pieza y cortas (como máximo llegan a un palmo de sus perfectas rodillas).
Unos relucientes zapatos, de 10 o 12 cm de tacón de aguja, punta de ángulo agudo, que luce -en alarde de dominio malabar-, especialmente en los días de descanso, o entre semana ocasionalmente, cuando celebramos algo y ella no ha estado tantas horas de pie (atendiendo tras el mostrador o la caja; en los que se turnan).
Sus braguitas son de colores vivos (rosa, amarillo, naranja, azul y así...) y los sujetadores están conjuntados. Por su textura, usa tejidos variados, de micro-fibras elásticas; también de encajes o de telas que le quedan sueltas (textura suave y de vista transparente), que se le entremete, entre los pliegues labiales y que permite que su rocío íntimo mane en hilo, desde su coño de puta y le descienda por los muslos. Por dos veces, le he descubierto goterones, que sobrepasa él limite de su falda.
Para lucir ha de depilarse con esmeradamente sus piernas y axilas, con frecuencia semanal.
Y la depilación íntima, cada 10 días a lo sumo, ella la realiza siempre en mi presencia, a la luz natural, tras una cortina semitransparente (opaca desde fuera), lo que acentúa su nivel de entrega y ofrecimiento. Caso hacerlo, excepcionalmente de noche, ha de depilarse ante el inquisidor foco de una lámpara de pie,
Cuando salimos los dos, ella me ha de vestir una vez se ha arreglado a sí misma; cuidando de que no se demore mucho. Ella me aguanta la camisa, disponiendo las mangas y desabotonándola y ejerciendo una sujeción suficiente para que entren acompasadamente mis dos manos y brazos. Me abotona, a uno tras otro todos los botones en los ojales y deja libre el último botón. Seguidamente toma, el pantalón del galán y dejando libre el botón superior. Yo, introduzco calmosamente un pie y la propia pierna tras él, y seguidamente el otro pie y la otra pierna en acción acompañada (esta vez con más ánimo). Ella se estira, alargando con flexibilidad y energía sus manos, hacia arriba, me remuevo un poco y coloca la tira superior, para que se cuele el botón en el ojal que está cerca del borden y luego tras colocarlo, me sube la cremallera.
Toma 2 o 3 corbatas, según mis indicaciones; que realizo estando descalzo sobre la alfombra y al decidirme por una ella la pone como una cinta, a ambos lados. Toma los calcetines y mientras los coloca en su antebrazo, de parecida forma a como realiza en las dependencias de la planta de ropa, donde trabaja; y me pone esmeradamente uno y luego el otro. Y tras eso, ella acerca los zapatazos y de sitúa conveniente para calzarme; la cual cosa realiza apropiadamente, mientras yo me hago el nudo de corbata.
Tras anudar el nudo, esmeradamente cierro el botón superior y despliego las solapas de mi camisa, que tras calzarme condescendientemente, ella conviene en acabar de colocar, centrándolo y dando el último toque para que mi cuello surja cual cisne. ; pues teniendo sus preciosos ojos, no preciso de otro espejo que ellos, al menos no en esos momentos. Y luego ajusto el reloj "omega" y también si lo creo conveniente algún juego de gemelos, para los puños de mi camisa.
Es admirable ver lo bien, con tan poco margen de movimiento dos piernas, son juntadas y dobladas, usando torsiones y medios giros, con acompañamiento de cintura, rodillas y tobillos; es que es inigualable él verla como se desenvuelve, para poder hacer todas esas operaciones, sin precisar subir su minifalda. Me recreo, viéndola ir doblando las rodillas, juntas, para sentarse en un taburete bajo, como si fuera amazona, que está montando su corcel, a la manera antigua, de las damas nobles.
Luego de esos cuidados, toma mi chaqueta, y la dispone, de forma semejante a la que un mozo le tiende el traje de luces al matador, para que se disponga a acudir al redo taurino (a ponerse el traje de matador de toros). Luego, tomo su abrigo, de mi brazo, espero a pasar ante los espejos biselados, de tonos plata y oro del recibidor; que lucen desde suelo a techo su inquisitiva mirada, y devuelven el reflejo de lo que han hecho patente.
Ahí, ella se deba atender y acompaño a sus brazos, que al compás entran y se enfunda, toman el tejido y se hacen un todo con ella. Así, la observo y compruebo como la educación que ha tenido en un buen colegio y una universidad de paga, tienen sus efectos en el comportamiento. No menos patente, es que ser atendida por criadas desde sus primeros días, deja una manera de desplegarse, con displicente encanto, para ser atendida; y también para atender, si le viene en gusto y a ella le vengo en gusto, por si queda la duda.
Vamos a cenar, y desde que entramos atraemos algunas miradas, valorativas, ansiosa, algunas con nervios o cierta lascivia, otras con una recriminación que sé mal disimula al tomar con mis manos, y brindarle al mozo de sala su abrigo, para que lo acomode en el guardarropía o para que habiéndolo doblado, lo depositemos en el respaldo de una silla, sillón o butaca.
Durarte la cena, elegimos los platos, dialogamos, comentamos cosas y nos sonreímos. Luego de cenar, muy correctamente, observo las numerosas miradas, de las personas con que compartimos proximidad a las respectivas mesas de cena; o en su caso, a las respectivas butaca del teatro, o del auditorio de música o a la sesión de estreno del cine (sino no nos vestimos así). Con nuestra entrada, se eleva la temperatura del termostato personal de los varones; ya sabéis, el que tienen entre las piernas y supera los 37 grados. Yo, en repetidas ocasiones le requiero que cruce y descruce, sus piernas, para que algunos se impacienten de ganas y algunas de envidia.
Asimismo, le digo que se descalce (si estamos en el cine, teatro o auditorio) y que me masaje, el tobillo más cercano a su piel Ella lo hace, mientras me toma con su mano de la muñeca, y me indica el camino. Ya, noto como se le acelera el pulso y su mano le tiembla, igualmente sé que le tiemblan los labios y las paredes de su inquieto coño. Está deseando que la toque, pero yo a ratos desconecto y procuro mostrarme invariable, aunque me excita eso, no quiero que ella se acalore aun. Imagino, que su vagina se encuentran ejercitándose hasta sentirse solo una masa de ensanchamiento ovoide, que espera sentir algún tipo de filamento que se mueva dentro de ella y a ser posible la haga sentirse rozada y hostigada como por latigazos.
Lentamente, en su intimidad, también en su mente germina el sentimiento de querer ser abordada, con algo que la llene y se mueva rítmicamente (lenta o rápidamente, o de las dos formas). Esta sintiéndose presa de su ansia de sentir una penetración y los toques de mis manos, de mi lengua y con mis labios. El que la miren la dispara, la enerva y la precipita al placer.
Ella tiene las piernas cruzadas y con mi mano aprieto su rodilla superior, y recorro su muslo hasta tomar el borde de la falda y colar la mano hacia adentro. La ascensión de mis dedos es lenta, van escalando reconociendo esmeradamente, cada milímetro de su intimidad. Y así, mis dedos hurgan laboriosos y levantan la tela de la braga; ella da un brinquito y se muerde un labio, me mira, mira entorno nuestro. Le noto a sus dos pujantes pezones, pronunciarse, tensando la tela de su vestido, que se abomba por el empuje de sus pechos.
Penetro con un dedo, recojo y esparzo el líquido que mana y lubricando mis yemas, le rozo así los aledaños de su vagina. Quiero borrar una huella inexistente y le tomo y estiro ese borde de su braguita. Se sabe encendida como una puta, por mí su compañero y amigo. Mi mano entra toda, y le hace descubrir sensaciones que apremian su goce. Finalmente explota, ante mis ojos tengo a una niña bien que su cara se sonroja, la palpitación en sus ingles y vientre ya la domina.
A esa altura, mi amiga no puede disimular, separa los muslos tanto como puede; noto se le separan los labios descontroladamente. Ella entre el goce, de su orgasmo aletea sintiendo las alas de mariposa en que sé convertido su coño y gime en tono bajo. Su temblor placentero, con mi vista y dedos constato y siento el impulso de caer sobre su hombro y cuello. Me dejo llevar de esa sensación, y con mi cabeza apoyada sobre su hombro-cuello y seno izquierdo (o derecho según el lugar y colocación). Así, mis ojos ven el subir y bajar de sus pezones endurecidos, que quieren rasgar la tela que los cubre.
Se sabe ofrecida a mí, y a las miradas circun-laterales que la envuelven y disparan más. Especialmente cuando agarro, con mis 4 dedos la mano, excepto el pulgar- y le bajo la braga. Ella siente que le ven los pechos y la vulva, están cubiertos, por su ropa sudorosa, que esta bien ajustada y bien pegada al cuerpo. Arremangada su entre sus muslos su ropa interior, toma ánimo y va un momento, muy pijita ella al aseo, a subirse las bragas y limpiarse el flujo que le gotea sus muslos. Se siente humillada y como una puta cualquiera. ¡Sigue muy excitada!. UUUummm. Si, hasta le tiemblan las piernas.
Educadamente, disimula ante todos; pero en varias oportunidades, caliente como una puta, le hago decir palabra como: Fóllame. Como en la sesión anoche sábado 8-01-2005 que le dije bájate la braga y sácala. Se rehusaba, pero mi mano y labios le batían las resistencias.
Laborioso, voy atacando su cuello, sus tetas y abriéndole el coño con 3 dedos dentro (medio, anular y meñique) y mientras le frotaba la lentejilla de su clítoris, en el pulgar e índice y paraba; sin dejarla llegar por 4 veces. Al fin se la saco, y me la mostró: toda empapada. Estaba como una perra, su cara de niña bien grita que una vez se excita: FFFmmmm pierde los papeles y está tan caliente.
K-Uffffmm, si está salida. Tanto que, con su mano aprieta la mía, para que entre mas dentro, para afianzar mi penetración plena.
Tiene el culo estupendo: sabroso, limpio, arreglado (sin un solo pelo), se abre para mí y hasta parece que se lo maquilla. No es un culo cualquiera, esta recién lavadito y con ambas manos me lo dispone así abriéndose ella misma, para deje que mi lengua la acarie:
Primero sus nalgas: Aaaaggggg, que ricamente me saben. Así estoy un buen rato y ella tumbada boca abajo (en casa, o en habitación de hotel); o haciendo una mecedora que se dispone a recibir la lluvia de lamidas de su amado. E
Está muy rica, y más le sabe a ella, una niña educada en colegio del Opus Dei (esos beatones). Sus papis tan rectos, si también la trajeron al mundo a base de darse duro. Mi suegra, tiene una mirada que me persigue. Pero se contiene, por el papi de la Sara, que así se llama mi amiga. Bueno, así estamos un buen rato, hasta que agita el culo pidiendo algo nuevo y más fuerte. Y tiembla toda, en ese punto igual le doy nalgadas, con mano. Que me decido a apretarle los labios de su concha, estrujándolo uno contra el otro, como para hacer salir la perla de sus gotas, exprimiéndola una a una (a veces es un chorrito aaaayyyy). Como le meto un dedo por su orificio anal, girando mi dedo cual un tiovivo de feria y al compás le penetro, su vagina. Así intento que, mis dos dedos se encuentren. Por algún motivo, esas veces, las de la doble penetración, con mis dedos ella se corre más largamente.
Ya empiezo a excitarme, al recodar esas cosas: Uuuffff. Por eso ahora que va a ir a casa de sus padres le digo:
K-quédate aquí, -y ella accede-.
Pienso que, voy a empezar a usar la crema lubricante que vi en la verdulera de la nevera. Ella, creerá que se deshace, al ponerla entre las medicinas, es una verdura más. O bien es para mostrármela o es para ocultármela. Yo me inclino, que es para que la use, es su manera de dar a entender sin decirlo ¿Qué creéis vosotros, que también se habla sin palabras?
Kharlo