Mi segunda ocupación 1.
Suplir a tu esposo, hacerte feliz en tu matrimonio convenido. Soy tu amante sobrevenido y tu fuente de placer y dicha. Te hago sentir mi cuerpo, y te hinco fuerte mi picha. Erotismo y amor, sin insultos a una mujer infiel a su marido, por ser este un creído, crecido y pagado se sí. Le reconozco sus hoyitos, aunque aun me reserva el de atrás (pero todo llegara, con paciencia y con amor).
Soy una persona soltera, con un trabajo corriente (oficinista público) y una jornada semanal de unas 38 horas. Para completar mis ingresos, estoy especializado en acompañar a señoras y hacer domésticas labores, acompañarlas en sus visitas y hacerle algunos favores (como el de pasar por su compañero, novio o entretenido).
Son servicios corrientes e inocentes, que suelen aprovechar, para compromisos familiar, si estos surgen y no tienen marido y no se quieren pasar por solteronas o por irreductibles informales.
A una mujer, en un compromiso familiar o social, le gusta tener un brazo que usar y puede tomarse a un turista, o pedirle un favor a un conocido en que confiar su pundonor y su buen tino. Yo, personalmente he comprobado: que es más de su agrado pagar 25 euros por cada hora o 200 euros al día, que vienen a anticipar en el pago de la mitad y la mitad después. Y alguna propina cae, si la cosa sale mejor de lo previsto, lo cual suele suceder.
Vivo en un estudio arreglado, montado y situado en una de las laderas, de un monte de mi ciudad. Desde hace una temporada, hago de secretario de un empresario y político local. Pues este me ha conocido y hemos simpatizado, supo de mi segunda ocupación, por medio de amigas de su mujer y me contrató para suplirlo a él y tener a tener a Marisa más atendida y menos quejosa (que a veces, se le ponía como una osa, por su impuntualidad).
En las ocupaciones de secretario de Pascual y acompañante de Marisa, me pude dar cuenta de que algún aprovechado esta poniendo en riesgo su posición, pues le sacaba fotos y daba información para publicaciones sensacionalistas, y le decía horarios, rutas y pistas, para pillarlos en algún desliz.
Se lo comenté a el, que en un principio se extraño; pero, tras un par de coincidencias y juzgando el futuro cercano llegó a la conclusión de que mejor darle la patada "al chavo delator" y sin referencias decirle que no tenía conciencia y que con los ingresos de sus delaciones anticipadamente se cobró la indemnización. Este desgraciado vividor, tubo que cambiar de ciudad y de región pues su futuro en esta se le arruinó.
Marisa, por su parte quedo muy agradecida: resulta que sale por las tarde, se reúne con las amigas y bromean, lo pasan bien y toma de beber un poco de mas. Y resulta, que el "espabilado" con una cámara la filmó hablando con voz gangosa, fruto de la bebida, con el cabello revuelto y con media teta salida (por la toma que le realizó). Y si eso hubiera arruinado su vida social, bien satisfecha se quedó al saber del impostor y del pasado entendió algunas cosas más (como el que salieran un par de romances con hombres de la ciudad). Como pareja son liberales, se toleran sus deslices y cada uno a comer perdices; pero les importa el que dirán y el que sabrán, y eso era "justamente" lo que le hacía peligra el indecente e indecoroso rufián.
A tenor de lo dicho, obtuve toda la consideración de Pascual y su apoyo incondicional para resolver los temas a mi discreción. Y puse manos al filón, investigue las cosas de ambos, para ver sus puntos débiles, descubriendo que Pascual estaba acostumbrado a obrar con discreción y no dejar pista alguna. El caso de Marisa es diferente, pues bebida se pasa en sus reacciones e igual acepta a un impresentable, que sale sin pagar lo tomado, como si fuera la dueña del valle.
Además, hay un par de zarrapastrosos que pueden chantajearla. Cosa, que tuve que con cierta blandura insinuar a su esposo. Pascual, me dijo que resolviera a mí entender y que mi sueldo mensual pasaría a ser 1.800 euros. Si me dedicaba a ellos con tanta solvencia como hasta esos momentos. Cosa que acepté, teniendo mi trabajo como tapadera.
Puede decirse que empecé a tocar madera y que le resolvía la cuestión: hice seguir a los listillos, los pillé en líos de pillos, las cosas comprometedoras, de sus manos les quité y los deje en situación, de ser pillados por las fuerzas de seguridad (nada grave, pero tuvieron que cambiar de lugar y sacudirse el polvo de la vergüenza y dejar de utilizar los favores de Marisa).
Decidí citarme con Marisa, quedamos al decirle con algunos detalles, lo escandaloso de su situación. Se callo, y contestó con un seco: ¡Esta bien, lo que dices es cierto, nos veremos! Le hablé, le comenté sus infidelidades y su comportamiento en ciertos lugares, en los que daba la nota tras beber.
Le dije que era poco cuidadosa, y le mostré parte del material de los chantajistas. Se sonrojó, se supo en mis manos y yo "me quedé más fresco que un cuadro del prado". La sentí llorar a mi lado, y me dijo que todo esto era por su vida "conyugal" infeliz, que solo eran alicientes y que ella era de temperamento caliente. Total que se embotaba con la bebida (mejor eso que las drogas o el juego), y tenía algunas salidas sexuales, cuando su cuerpo no le aguantaba más.
Marisa, se sintió comprendida y se sincero al detalle, se apoyó en mí y me comento que solo tenía esas locuras, para su vida pasar sin llegarse a asfixiar. Su hija de dos años, era atendida por ella y la llevaba puntualmente a guardería. En casa, la atendía una de las asistentas, cuando ella salía y cuando no se ocupaba en persona.
Pero estaba cansada de todo, y la sosez de las cosas no era oler a rosas, sino vestirse y arreglarse, para estar divina en el escaparate. Y luego, aborrecerse a si misma y sentirse una cucaracha, mirarse e ir con la cabeza gacha, al estar conmigo se convirtió en una costumbre. Era como si ella, a mi lado sintiese la luz y el calor de una lumbre. Y se venía a contarme, lo que no podía decirle a su esposo siempre ocupado, con otros.
Su marido, Pascual estaba encantado y se sintió liberado de los abordamientos de ella; pues tenía más tiempo para el, y para sus líos chapuceros y para tener con alguna que otra sus momentos de magreos eso sí, muy discretamente-. Y yo lo veía indecente y a su esposa entendía, cada con mejores ojos a Marisa yo veía; y ella a mí, similar que se venía contenta solo al verme llegar, se arreglaba y era de un hablar dulce y cariñoso, como no mostró antes ni en asomos.
Y sentí lo bella de su figura, sus esfuerzos en agradarme, sus horas de agasajarme y resolvía que le gustaba. Mi mano en ella se quedaba, en su rodilla, en el muslo o en mejilla y ella se alegraba sonreía y me decía que ojalá su marido fuese yo. Se sonrojó, y noté que fantaseaba conmigo, como algo más que amigo.
Hasta salía con ella, a llevar y traer la niña y paseábamos por el parque. Todo decorosos y recatado, pero con su mirada fija en mí. Noté sus pechos endurecerse y sus pezones abotonarse. Noté su manera de arreglarse y de provocarme con sus vestidos, cada vez más claramente. Noté su mente caliente, y como se sentaba arrimándose a mí. Note que me deseaba, que poco a poco era consciente de que me amaba y que bebía los vientos por mí.
Empecé a tomarla de la mano, en la discreción de una sesión de cine o de teatro. La vi tener que parar el coche, confusa y acelerada. Retardaba los viajes, de ida y vuelta de la nena a la guardería. Me decía que conmigo esta tarde o aquella mañana pasaría, y yo le decía que sí. Siempre que las obligaciones o algún encargo de su marido no lo impidiese. E intentaba hacer coincidir los gustos de ella, los compromisos con Pascual y mis propias preferencias.
Empezó a usas vestidos y faldas de más vuelo, dejando en segundo lugar a sus tan acostumbrados pantalones (que es como la conocía, empantalonada). Sus escotes se pronunciaron y en varias ocasiones la vi venir sin sujetar, con telas no transparentes pero sí finas y que se dejaban marcar.
Y la veía a la piscina y al mar salir y entrar, y volver a mi lado, para que la secase, la encremase y la sintiese tan tentadora junto a mí (que su maternidad no la había afectado, gracias a sus sesiones de gimnasio, natación y siendo deportista). Además seguía las indicaciones de medico especialista y respetaba escrupulosamente todo lo dispuesto por la dietista.
Se volvió más simpática, más esbelta, más deseable y mis ojos la repasaban entera. Le hice sentir que era una preciada madera, que mis manos querían esculpir. Primero lo supo por mis miradas, luego por mi hablar más tierno e íntimo y finalmente por las primeras caricias que llegaron y poco a poco con más abundancia y vehemencia en ella se prolongaron.
Se, por eso de que soy buen observador, que a mi lado cada vez estaba más excitada y que su braga o tanga mojaba, parcheándola con su abundante humedad. Veía sus piernas juntar y separar y recrearse en mis atenciones. La confianza llego, al abrazarla y acariciarle el cabello, los brazos y sus costados.
La sentía con su respirar acelerado y como mi mano, descendía atrevida hasta hacerla sentir toda su espalada recorrida. Me prodigaba en rozarle el elástico de su sujetador y el de su braga y tanga. Un día le aflojé la tirantita por atrás- y así se quedó y caminó sintiendo sus pechos saltar. Íbamos por un lugar y me miraba con mirada de turbación y esperando algo más. Algo más llego, a acariciarle sus nalgas, subiendo en el ascenso a una reunión de citas de su calendario social.