Manchas de dos mujeres
Me visto llamativa, con ropa ajustada y que me resalta mis nalgas y mis pechos. Si me miran por entre el escote o las nalgas me sonrío, y se dan la vuelta a verme mi espalda y mis glúteos mejor. Pienso me entran y respiro suficiencia con cierto orgulloso morbo, de poner a la gente al máximo.
No pierdo oportunidad, en quedarme en ropa interior o en biquini y en compararme con compañeras y chicas de mi edad. Enseguida noto sus caras de envidia, si no de cierta picardía y algún deseo.
Tengo unos ojos verdes, el cabello castaño, buenos pechos, un lindo y bien puesto culito, considero que estoy bien. Y en la cara de los chicos surge el deseo y la necesidad de tener "enterita para él". Si les gusto, más les provoco y si quieren más se han de esforzar para conseguir que mi sonrisa se les repita varias veces y que me quede un rato en su proximidad, junto a su persona.
Cuanto... más guapa es la otra mujer, la chica con la que me comparo, más me esfuerzo en ponerme unos pasos por delante y por mejorar mi vestuario y mi simpatía, para ganarme su amistad y la admiración de sus amigas y amigos.
Todo es para, minarle su suficiencia y hacerla desearme. Si es un chico es más fácil, pero cuanto más le gusto más cosas le hago hacer y más allá llevo mis indicaciones, hasta hacerme mantener en mis desayunos, en los aperitivos y en las entradas a locales de ocio.
Con los chicos es más evidente, pero con una chica cuesta más llegar a hacerla desearme, buscar mi compañía y hacerse la encontradiza, para regalarme sus mejores detalles de simpatía y para "pelotear conmigo" jugando al tenis, tomando algo en el gimnasio, o saliendo juntas a mirar algo que comprarnos.
Es curioso, que cuando empiezan a darme, repetidas veces la razón, rompen citas con sus amigos y amigas, y demoran sus regresos a casa, para quedarse algo más conmigo: "entonces se que están enganchadas", cosas que me confirman sus caricias, los besos cada vez más largos y cálidos; y noto como se aprietan son su cuerpo al mía, hasta el punto de hacerme sentir su respiración y sus pezones, y algún movimiento de manos.
En esos momentos, se que se han excitado y han mojado sus braga o tanga. Y ellas, se dan cuenta de que eso no pasa ni una ni dos veces, que lo sienten ya desde el momento en que empezamos a quedar juntas, y como tengo más amigas y amigos tienen que esforzarse más, con lo cual se tornan aun más complacientes, más ansiosas y se rebajan en su propia estima, en mi provecho.
En ese punto, me suelo acercar a su oído a decirles a "ellas" tan calientitas y complacientes, cualquier cosa. Lo hago rozándome con mi hombro o mi brazo al suyo, y rozándole uno de sus pechos o incluso un pezón, el cuello o las mire de ese modo "tan mío a sus ojos".
En el curso de una tarde, desde la salutación de alegría de vernos, hasta la complicidad viendo cosas, repasamos cosas del inmediato pasado y hacemos algún proyecto de salida juntas. Y no importa que le diga que este vestido está hecho para mí, o que ese bolso o conjunto de sujetador y braga me quedarían bien con esto o lo otro.
Ella dice que sí, pero lo que en realidad expresa, es que lleva un buen rato excitándose conmigo, con su mano tomando la mía o vamos del brazo; y por esas cosas, mi mano va rozado su vientre, su cara, su costado o su culito. Les coloco y descoloco el vestido, o los tirantes de la camiseta. Noto el sostenido de sus miradas y como les late el corazón y su braga es ya una esponja a escurrir, si se la retuerce.
Ya está pensando en follar conmigo, me mira y se siente como si ella fuera mi novia, por lo cual mis toques son cada vez más repetidos y más largos y la voy poniendo fuera de límites de control Veo como se coloca el cabello, se pinta los labios o pide que entremos juntas al lavabo, para que pueda tener la oportunidad de desearla y verla mejor, porque esta loquita de ganas de mí
Mi toqueteo, la va poniendo cada vez un poco más fuera de ella y más en mis manos. Se torna más conformista y me hace la pelota, hasta abrírseme para que pueda tomar de ella lo que me de la real gana. Es el punto, en el que su pezón, su mirada o alguna frase me indica que esta "a puntito" de mi toque de dedos .
Basta poner, mi mano un poco antes de que ella se siente, dejarla debajo de su culito y moverla para hacerla feliz, sentada en mis cinco lobitas (mis yemas, de mis dedos). O bien, mi mano se apoya, tras su respaldo y entre la espalda y el asiento juego a aquí hay alguien que te dice que se que vas a consentirme todo.
La excusa puede ser un mensaje de móvil, lo que vamos a pedir en el sitio en el que estamos o el sacar algo de su bolso o del mío. Pero, la cosa es sentirla entregadita y sin condiciones. Bueno con la condición de estar caliente como un bosque de cerillas y mira por donde yo soy la lumbre de sus deseos
No olvido, las cosas que ella me cuenta de sus gustos y de lo que fulanito o fulanita le hacen, todo eso lo he ido compartimentando, en toda y cada una de mis amigas, para saber que en realidad cada una requiere su tratamiento singularizado para volverse "mi putita".
Vasta con hacer lo justo, más un poquito más de mi innovación para sobreexcitarla, se sienten tan a gusto, ponen sus voces más suaves y desean que uno de mis dedos se pasee entre alguno de sus labios (de boca o de coñito).
Ellas, quieren humedecer el esmalte de mis esmaltadas, cuidadas e inquietas uñas. Es más quieren que esa uña, con la yema y el dedito que la sigue se muevan y jueguen a entrar, separar, levantar y estirar partes de ella y aligerarlas de esa atadura, que solo cesa, cuando mi mano entra bajo su vestido, dentro del sujetador o de su braga. O cuando simplemente rozo con mis yemas su brazo, su cara y le hago desear más abrazarse a mí, cosa que algunas impulsivamente hacen, en determinado momento de entrega
Luego, mi mano se humedece toda, pues va enganchada a los dedos. Vamos a un lugar, íntimo, tranquilo y con mi otra manos, descorro los sellos de los cierres de sus sentidos, la libero y las abro y hundo mi rostro en su cara, posando sus labios en los míos y saboreando su gusto.
Y Bajo por ella, me adentro en su cuerpo, parando en cada lugar, con detenimiento me como esto, lamo lo otro y llego a su paroxismo lamiéndole la saliva de sus lengua y labios mientras la masturbo con variaciones de ritmo, con distintas profundizaciones y con alternancia en el numero de dedos que pasan y perforan
Otras veces, lamo su chochito, lo soplo y con mi respiración se le abre, lo bastante para que mi lengua se pase, como flotando, casi imperceptible, mientras ella se pone a comer los gemidos, que finalmente suelta con gritos de fiera, sin importarle estar en su casa y que sus vecinos lo sepan, o haciendo que los míos sepan de lo caliente que es.
Una mujer, así entregada a otra, tras creer que eso no va a llegar, se deja llevar y se entrega hasta mas no poder, teme no poderlo repetir y se me da una vez, se embriaga de mí, y almacena todos esos recuerdos que la esclavizarán a mi.
Todo eso, lo empieza a desear, tras descansar juntas y mientras nos vestimos. Me mira, y quiere que ya sea la próxima cita, se siente única, tocando la entrada del cielo y desea quedarse en el cielo de amor de dos mujeres compartiéndose .
A veces, en esos momentos, si estamos en mi casa o en la de ella (si vive independiente), me pongo a su lado y empiezo a acariciarle sus pechos, tomos sus pezoncitos y los como si se tratara de dos bombones.
Me pongo a comer sus pechos, en toda su extensión, desplegándole mis toques de lengua y transformo la aparente despedida en una excitación que crece suave y se va incrementando, según ella se abandona al succionarle sus pezones y rozarle con mis dientes alrededor de ellos, cerrándolos y abriéndolos.
Siento, sus botones de carne, como duras yemas, prolongadas desde sus tetas, a las que le saco todo su sabor, y le doy besitos. Les hago volver a crecer el calor, el deseo y las ganas en su entrepierna. Se le humedece nuevamente su sexo, su coñito recién aseado, tras habernos duchado ambas (a veces juntas, a veces por separado depende de con quien sea-).
A veces rozo apenas los pezones, otras los muerdo hasta dejarlos doloridos manteniendo la mordida, mirando a su cara y estirándole un poco y otro poco más-. Veo como sus manos en el aire se mueven, y luego se apoya en mí, como para tomar fuerza para resistir la tortura de amor.
Me subo, besándola, rozándome a ella y le lamo el cuello, beso sus labios y lamo un lóbulo de su oreja y luego la otra. Le susurro, quédate, arréglalo para que pasemos juntas toda la noche. Quiero que seas mía al despertarme y que me notes a tu lado. Quiero, que te quedes dispuesta a ser "follada" por mí, una mujer que te entiendo mejor que tu misma
La beso, le hablo, acaricio sus rodillas y subo por sus muslos y mi mano queda justo encima, donde se juntan sus dos piernas. Rozo apenas, un poco y parece que se levanta y se hecha para adelante, para venir a mi encuentro. La beso, le acaricio un pecho, le recorro los muslos suavemente.
Y quiere sentir que le entro dentro, con mis dedos. Llama, a quien sea (padres, marido o compañeras de piso), me quedo a su lado y la hago desear besarme como una loca, o se queda parada como una anestesiada "consciente" de la operación en la que voy a tomarla "enterita" y ella va a poder tenerme toda entera a mí
Ella, aprieta sus labios con los míos, nuestras caras enfrentadas, nos invadimos labial, lingual y salivarmente y nos recorremos con manos y piernas entrelazadas, de cambiantes maneras, inquietas y sacudiéndonos convulsas a ratos y por momentos envolviéndonos delicadamente, como los pétalos de una rosa rozándose con otra rosa.
Y no obstante, no nos sentimos hartas, no nos damos tregua hasta que la noche en el sueño nos toma a ambas, pues si solo duerme una ataca sensualmente a la otra, por eso esas noches dormimos poco (tal vez tres horas, a lo sumo). Pero disfrutamos tan rico, especialmente yo cuando veo que "una amiga" se mueve sin control, mojándome la mano y mojando las sábanas.
Con nuestros desplazamientos, una y otra hemos ido dejando el plano de nuestro placer, recorridos de senderos y cavidades, incluso con lagos de amor y sexo, fuego y es que son "estas" las almas de dos mujeres Es la bandera de nuestra felicidad, que yo por la mañana memorizaré, y que algunas de ellas, de mis amigas, ha aprendido a valorar como yo, hablando juntas, de lo que nos recuerdan esas manchitas de dos mujeres