Los azotes.
Series de quince azotes, en cada nalga. Cada serie se fraccionaba, en tres secuencias de cinco azotes, seguidos de unas caricias, restablecedoras, equilibrantes y gratificadoras. Con lo cual, recobraba su ánimo y aplomo. Y tras cada serie, hablábamos un ratito. Hasta, que yo notaba que su habla se normalizaba, veía su mirada aclararse y notaba su retorno a la completa conciencia.
Su cuerpo me espera, se predispone a sentir mi tacto aterciopelado. Toda ella, desea sentir mis yemas, mis dedos y mis manos; excepto la zona en la que le he dado los azotes, con la pala de cuero. Sus nalgas, que han recibido tandas de cinco azotes en cada lado-; hasta completar, una doble cuenta de sesenta.
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Al cabo, de la primera sería de quince azotes, se sonrosó la zona. Le he vendado los ojos, no le hablo. Ella, se encuentra sola consigo mismo, duda de su aguante y se inquieta, hasta que inicio mi acción. Pronto, tras las cuatro primeras paladas, conmocionadotas, note que ya respiraba alterada, vi como todo su cuerpo transpiraba. Y, empezaron a surgirle, unas emanaciones espontáneas. Eran unas gotas de saliva, que prelava la piel suave, sensibilizada y enrojecida. Se removía, sobre la colcha amarilla, de tono dorado. Y sus manos, que se habían agarrado y estiraban la colcha, empezaron a acariciar a sus nalgas infladas. Se lamía las manos, y se acariciaba, un rato cada cachetita o nalga.
Mi acción, se había concentrado, especialmente en los músculos glúteos mayores y medios. Los glúteos menores, estaban protegidos, por su misma posición cara abajo-. Tras cada palada, se le contraían y posteriormente se distendían, como respuesta refleja. Y ella, dejaba escapar unos gemiditos, tímidos al principio y luego más claros. También, surgían sus primeros quejidos y una serie de respiraciones descontroladas, que iban normalizándose. Yo, esperaba lo suficiente, para que ella recuperase su control, su dominio. Y una vez recuperada, seguía la siguiente sesión, de un doble azotado (a izquierda y derecha).
El acuerdo era que, no podría levantarse, que aguantaría las cuatro series de azotes, de la pala de cuero. Y, ya estaba dudando, pero soportando la corrección. Sus ojos, se le habían enrojecido y estaban lubricados por unas lágrimas, que ella ocultaba cerrándolos y no enfocándome-. Su frente, estaba brillante, por el sudor; a excepción, de las partes que se habían apoyado en la parte de la colcha, que cubría a la almohada la cual había actuado, como toalla o secante-.
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Con la segunda serie de azotaina, hasta las treinta paletadas de cuero, se amorató y se le levantó de la superficie restante, como un milímetro, de resalte uniforme. En ese punto, la dejé descansar. Al poco rato, le noté, como se le dibujaban dos mesetas "irregulares", que estaban separadas, por un valle. Ya se había acostumbrado a la secuencia, de cinco azotes dobles, y una sesión de caricias de mis manos, de mi cuerpo y de mi cara y labios sobre su espalda-.
Iba, tumbándome sobre ella, acariciando y masajeando su espalda, concretamente me prodigaba un buen rato (cinco o diez minutos), acariciando sus músculos oblicuos mayores, los dorsales mayores y deltoides. Es decir, me dediqué a sus caderas, costados y hombros. Pero me reservé, de acariciarle la zona a batir (las nalgas) y también dejé de acariciarle los trapecios (el triángulo inverso, que hay bajo el cuello, que tiene la base, entre los hombros y acaba en la columna, justo detrás de los pechos).
Durante toda esta serie, le procuro alternar los silencios y las sesiones de diálogos y uso de ciertas palabras. A rato, le pongo música, armoniosa, heavy, punk, de crecimiento personal y sinfónicas. También, alterno ratos de visionado de imágenes (videos, diapositivas y ciertas revistas; y en otros ratos, le mantengo vendados de sus ojos, tras los cuales, libero su vista y la deslumbro o mantengo en una oscuridad total.
Y, mi ternura y mimos aumentaban en sensibilidad y en ternura; contrastando, con las secuencias de azotes, cinco (uno por cada dedo, de las manos). Como, tenemos dos manos, alternaba el uso de ambas, bien que mi mano, se dedicaba a batir su lado contrario (por tener más recorrido y poder ejercer más variaciones en las trayectorias).
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Antes de iniciar, la tercera serie de palmeado, de su espléndido y conmovedor culito. Me percaté de la conveniencia de ponerle, un poco de sensualidad. Y me decidí, a tomar el bote de crema hidratante y acariciarle sus nalguitas, esa superficie "extremadamente perceptiva y sumamente sensible. Ella sentía hundirse mis dedos, notando como sus pensamientos se sumían entre mis dedos, yendo por su misma piel. Iba notando que naufragaba en sus resistencias. Su intimidad y su mente se anegaban de deseos de ser tomada, de recibir una caricia vaginal o anal.
Esa sesión de suavidad, de restablecimiento la descabalgo y la hizo, empezar a estructurar un fuerte deseo, de ser tomada y penetrada o cuando menos manipulada, en las zonas "erógenas principales" (coño, pechos, boca y ano). Aunque yo, personalmente, considero que: "La principal zona sexual y sensualizadota, es la mente", la cual recibe múltiples estímulos (sensoriales).
Por eso, le hago notar como aplico con cuidado un variada administración de ciertos perfumes y le permito u obligo a que tome de comer de ciertos alimentos (aceitunas rellenas de anchoas o de almendras, también le doy unos granitos de sal gorda, la de cocinar). No está obligada a comer nada, pero caso de no comerlo, se lo rozó en la zona castigada y eso la hace "rectificar" y decidirse por el servicio de comedor.
Que le fui dando a partir de ésta tercera sesión) y tactos contundentes y suaves.
Sus pechos querían ser palpados, lamidos y tocados. Y su vulva, se anegaba y destilaba un hilillo de néctar, que formaba un riachuelo, que escanciaba la superficie de la concha, con lentitud y constancia. Ella, empezó, a apretar su pubis, su conchita y su capuchón, para presionarse sexualmente, para dejar que su pulsión saliese finalmente. Y hacía coincidir, sus toques vaginales, con la inmediata terminación del toque, de la pala de cuero, que mi mano le sacudía, cada vez en un sitio distinto.
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En la cuarta serie, ella se había transformado, de receptora a vivido activa y cómplice de las acciones. Sus pechos, se habían abultado, y sus pezones estaban sensibilizados. Las aureolas y sus "mamas" siempre han sido muy sensibles y agradecidas a las caricias, a los besos y a las succiones y mordiscos-. Mas, esta vez, se trataba de una corrección, por lo cual no serían mimadas. No obstante, con los pequeños movimientos, ella había ido rozando su vientre, sus muslos, las piernas, los pechos, la cara y los brazos. Fruto de ello, era una excitación que empezaba a generalizarse y a superponerse a la sensación de picazón y escozor de sus nalgas.
Su culito, tenía dos mitades que le hacían sentir un hormigueo. Además, los azotes se espaciaban largamente y no dejaban establecer una secuencia, de probabilidades. Simplemente, venían y eran alternados con caricias de cuero, de la paleta, por el resto de las nalgas, con un movimiento sinuoso, que se extendía hacia arriba, subiendo por los costados, me puse a lamerle y besarle los trapecios (el triángulo superior, inverso, desde sus hombros, hasta la media espalda).
Y me dedicaba a rozarme con ella, y lamerle los músculos del cuello y faciales, los cuales le acariciaba tanto con la cara, labios y nariz, como con una de mis manos. Y le hablaba, muy insinuante y suabito; lamiendo las orejitas y su entorno, la raíz y toda su superficie de carne y ternilla (por el exterior y por el laberinto interno). Ahí, noté que se me deshacía, y que mi mano podía recibir las gotas de su placer transformada en esa saliva que se le broto de la boca, y que se pronunciaba con cada paletadita.
A estas alturas eran, paletadas suaves, pero más sentidas, por lo sensibilizado de su culito. Y a ratos, ponía la pala en el tablero de su espalda, y le acariciaba los mulos (desde la corva, de detrás de las rodillas, ata el nacimiento de las nalgas e ingles. Y mi mano, por eso de hacer de termómetro de placer, se puso con la palma boca arriba, bajo su pubis y recibió un goteo de su fluido íntimo. El cual no cesó, cuando: "manteniendo la mano, que testaba el rociado de sus flujos, arrodillado a su lado, le daba golpecitos, por los bordes de la zona enrojecida y amoratada
Ella, empezó, a bajarse y darse toques labiales con mi mano. Lo había estado esperando y ahora, quería cobrarse su derecho a sentirme. Y los últimos diez azotes, de cada nalga fuero fraccionados, pero muy sentidos la hicieron someterse y avasallarse, se subordinó a si misma y acató cada golpe. Diciendo: Si, si, si Pues, mi mano, empezó a tocarla, a abrirla, a sobarla su vagina y labios. Todo su pubis se me apretaba y ella, se frotaba entregadamente.
Yo apenas tuve que poner, mis dedos a la entrada de su "coño", pues ella se incrustaba, sobre ellos. Quería sentirse profundizada, tomada analmente y penetrada. El deseo, y el placer la había calada hasta los huesos. Su pubis e isquion, su sacro y rotulas, servían de apoyo, para que apoyándose en sus manos se agitara compulsivamente, follándose a si misma, con mi mano. La note abismarse en el deseo, recibir un orgasmo avasallador y la sentí gozar y quedarse ahogada de la fuerza del placer que sentía.
Noté como asía y desasía la colcha, como disfrutaba de la compensación de aceptar mi dominio. Ella sentía que se liberaba de la opresión de la monotonía. Se sentía libre de cualquier sujeción restrictiva y disfrutaba su aceptada sumisión.
El orgasmo la hacia volar libre, más alto que jamás. Su entrega, era producto de su voluntad y un signo de independencia, pues no estaba atada, sino entregada por sí misma, a quien a ama (a mí). Y se ha emancipado del círculo de monotonías, de egoísmos y obligaciones que la tenían acartonada y consumiéndose. Ahora, ella misma vive un placer zigzagueante, que la quiebra y la rehace. Ella, siente su corazón y su vagina aserrados de un variado repertorio de placeres.
Su cuerpo ondulado, se arquea y serpentea. Su deseo le culebrea y se le retuerce, por dentro y por fuera. Y si, la dejo volverse me sonreirá y luego, me dejara ver todos los matices del gusto, del placer y del goce que le ascienden, se le enroscan y le suben y bajan, por toda su piel y por el interior de sus entrañas, por su corazón y por su mente "de mujer enamorada y satisfecha, comprendida y cómplice". Sus pechos, y su vientre gozan. Sus brazos y piernas, sus manos y sus pies de delectan apretándose conmigo y acariciándome.
La cara muestra la íntima fruición del goce, lo exterioriza sin reprimirlo. Su mirada, me hace saber el agrado, la llegada del cosquilleo del placer. Tras, las caricias, le pongo crema cicatrizante y antiinflamatoria, y la misma aplicación, la hace sentir una gama nueva de sensaciones; que se prolongaran por unas horas y días, hasta el total restablecimiento. Me ocupo y preocupo de ella, de su bienestar y de sus picores y comezones.
Le reviso, la evolución y espero a que esté, restablecida completamente para volver a ejercer acciones semejantes. Claro que, el cuerpo tiene, más partes de las nalgas, hay la espalda. Por ejemplo, están los brazos y los muslos, está el vientre, la zona del abdomen, y pectorales. También están las zonas palmares de las manos, y las plantas de los pies, tan aptas para recibir correcciones de regla (de madera o plástico).
Los músculos abductores, sartorios, gemelos, bíceps crurales; es decir, los músculos de pantorrillas y muslos, son muy aptos para sustituir a las nalgas, mientras se le restablecen de forma completa.
Estando dolorida, escocida y con la zona tan sensibilizada. Me gusta salir con ella, ir a sitios comunes como el cine, el teatro o a cenar fuera de casa. Y, me gusta ocuparme, enteramente de ella. Voy afanosamente buscándole el mejor asiento, la más adecuada colocación y dándole numerosos caprichos en las comidas y en adquirirle algunos nuevos vestidos.
Estando así, después de entregárseme tan enteramente. De demostrarnos, a ella y a mi, su amor. Me dedico, diariamente a estar por y para ella, con mayor dedicación y cuidado. Y, me encargo de curarla y asearla. Yo la maquillo, y la peino, la visto íntimamente, y le coloco las prendas más suaves, le coloco su vestidos. Y, a su indicación, le administro crema o masajes.
Los besos y caricias, las entregas son más sentidas. Y en esos días, mientras se restablece, como ella sabe, me gusta mucho dedicarle largos ratos y atenciones; para despertar: su voluptuosidad y concupiscencia muy finamente. Quiero, que tenga la absoluta seguridad, de que la amo y de que es absolutamente única, vital e insustituible, en mi corazón.
En esos días me gusta, tratar largamente a sus pechos, pezones y aureolas, pasarme tardes enteras junto a ella tumbado y acabarle comiendo su divino coñito. Sí, tiene algunas molestias, pero le gusta verme pendiente de ella y encandilado con hacerla feliz.
La induzco, la muevo a nuevas variaciones de amor. La convenzo, para probar nuevas maneras, de modo que no se roce sus nalgas. Pero, a veces paso horas, con ella tumbada boca abajo, lamiéndoselas, mirándolas y hablándole. Y también, le doy cuadruplicadamente en besos, lamidas y caricias "ligeras, suaves y placenteras" las series de palmetazos de pala.
Solo que ahora, son lametones, chupetones, besitos, sorbitos y frotamientos de labios y de mi verga (que va bordeando y notando las zonas doloridas y las recuperadas). Y siento, que estoy prendido, de mi mujer querida amada y deseada.
Y tras, el goce me habla de la complacencia y el bienestar que le regalo. Compartimos cosas, vamos de exposiciones. Y cuando se sienta o apoya, tenemos un leguaje muy especial. Me quiere tanto, que tengo el convencimiento, que se sienta a adrede, para sentirme en ella. Y yo, soy muy observador y estoy muy enamorado de ella