Me gusta que te desesperes y me esperes
Dedicada a ti, la sumisa y el amor de mi vida. Con quien la felicidad es tal, la mitad de mi mismo. Amo y sumisa, somos uno solo, como tú lo sabes "cariño". Este relato, es para sumisas y amos sensibles, que saben que las relaciones y los momentos son reales y sentidos (pese a las circunstancias, todo llega queriendo ambos-).
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Querida amiga, quiero que sepas que, tal como acordamos, pronto empezaré a ocuparme personalmente de ti. En tu manera de ser, he encontrado suficientes buenos indicios de tu valía, como para ocuparme, a instruirte. A ello le dedicaré todo el tiempo preciso (una vez cumplida, nuestras jornadas laborales).
Los primeros días, en que nos tratamos, todo paso "regularmente". Tus palabras y gestos, decían menos de lo que albergabas en tu corazón. No por eso me perdí el detalle, de la intensidad de tus miradas y de ciertos gestos (los cuales tú reprimías, pero que me fueron reveladores).
Me gusta orientarte, como amiga y empezar a educarte como sumisa, según vas evolucionando. No tienes que esforzarte, en complacerme. Simplemente has de cumplir, con tu obligación y hacer lo que te diga (ni más, ni menos). Hay quien piensa que la voluntad y la opinión de una sumisa no cuentan, gran error. Tu opinión, tus gustos y tus pensamientos cuentan mucho. Pero, tu amoldarte a lo que te digo, tras hablar las cosas, cuenta mucho más y te más hace meritoria, a ser la compañera de mis días y mis noches.
Me gusta sentir tus opiniones, tus reparos y los límites que tú aun aprecias. Luego, trataremos las cosas e iremos alzando la altura de miras, de lo que estás dispuesta a hacer. Eso es así, para que tu misma, te marques nuevos objetivos y te vayas viendo en esas situaciones; i incluso esperes, que vayan un poco más allá, de lo que acordamos.
El deseo te crece, según el trato y el cariño se mezclan con las correcciones. Nuestro entendimiento, es algo claro y duradero; lo hemos ido forjando, día tras día y así llevamos más de un año con los sentidos puestos, en cada uno de nosotros mismos y también en lo que siente el otro.
No cuenta solo, como te arregles "exteriormente" (ropa, maquillaje y complementos). Internamente, también te cuidas, duchándote dos veces por día (mañanas y noches). Te depilas, te cortas las uñas (en manos y pies), vas al peluquero y piensas en estar bien dispuesta para nuestros encuentros.
Yo te fijo algunas tareas, tanto de hacer; como cosas, en las que has de abstenerte; y te fijo unos horarios (compatibles con tus trabajos). Eso al principio, te resultó complicado y difícil de cumplir. Actualmente, por el contrario, son esas "tareas mandadas", las que llenan de alegría tus días y dan sentido a unas horas, que sin esas obligaciones te resultarían tediosas y nauseabundas. Desde que me conoces, la monotonía se ha acabado y vives en "estrecha conexión conmigo".
Dicen, que una sumisa, es reflejo de su amo. Pero no es menos cierto, que un amo se refleja en los detalles que inculca, en la conducta de su sumisa. Un amo aprende de los aciertos y de las equivocaciones de su sumisa (y de los suyos propios también).
Me gusta, que cada día elijas una parte de ti, que va a ir sujeta (atada o comprimida, pensando en dedicarla a mí): puede ser tu cuello, tu cintura, tus tobillos, tus muñecas (incluso uno o ambos pechos).
Vamos a tener un encuentro largo, ello es algo que se aproxima cada hora. Tienes que ultimarlo todo, para que nadie de tu familia, ni tu entorno puedan entorpecer los momentos que vamos a tener para nosotros.
Tú te acaricias tus muñecas, es un gesto en el que reconoces el tacto de pañuelos, cuerdas o cinturones que te inmovilizarán de alguna manera. Tu, no sabes exactamente como, más si tienes constancia de que vas a estar plenamente disponible para mí. No quieres que haga nada que no me guste; pero tienes muchos deseos y me los vas a hacer saber.
Sabes, que contigo he decidido cambiar la correa de mi reloj de pulsera. Será de cuero, y tu misma elegirás la piel que llevaré puesta, la cual me será un recordatoria de ti, a todas horas y en todas las circunstancias. Tal vez emplee contigo alfileres, hipodérmicos o de acupuntura (ambos los puedo adquirir, fácilmente). Y piensas, si utilizaré contigo las ayudas (fustas), unas bolas chinas o un vibrador. Tal vez, incluso un abridor-ensanchador anal. Pero, pueden ser otras cosas, más aparentemente normales y que en el momento se tornen incitantes y "constringentes" para tu cuerpo.
Tras ataduras y sujeciones, tras cierto nivel de sometimiento llegará la liberación y el placer. No es el dolor, la sumisión y la humillación en si misma lo que persigo y aceptas. Esas cosas nuestras, son las fases necesarias, para que tras estar siendo incomodada, pases el tiempo en ciertas posturas. Luego sientes que quedas liberada y recibes de mí muchas caricias y sientes que tienes mi amor. De formas diversas (imaginables a veces y junto a ellas, aparecen disciplinas novedosas).
Tendremos tiempo de vernos, comer y merendar. Pero, especialmente hablaremos de nuestras cosas, tal vez tomando un café (como a ti te gusta tanto, presumo que esa será la bebida que pedirás). Te hago sentirte, como una presa merodeada por el depredador (yo te depredo, como tu amo). Ambos queremos estar a solas, pero también pasearemos un rato. No es cuestión de meternos dentro de una habitación, como si se tratase de una madriguera, de una jaula o de una mazmorra.
Tienes un cuerpo bien formado, grandes pechos y unos maravillosos ojos verdes. Y tienes necesidad de mí, de mis maneras, mis palabras y de sentir "genuinamente contigo" más allá de estar para mí, quieres abandonarte para ser tomada por quien es tu amo y tu amor. Tú misma, a veces dudas, hasta que te insisto y te poner a hacer lo que te digo, aun cuando te pueda resultar difícil (pues cosas imposibles no te pido).
Más tarde iremos a mi cuarto, en el hotel. Ahí empezará nuestro ritual. Entraremos y nos miraremos, largamente. Mientras tú te desvistes de la parte de arriba, yo puedo decidir a sacarte la parte de abajo. Luego me quedaré viendo como te comportas, veré tus dudas y memorizaré cada instante (otro tanto haces tú, desde tu propia perspectiva).
Te haré algunos cumplidos, sobre tu cuerpo. Mis ojos te dirán muchas cosas más, de lo cual tú eres bien consciente (la conversación corporal, no verbal es muy clara). Y te quedarás unos momentos en ropa interior, hasta la siguiente etapa, en la que dudarás entre sacarte el sujetador y las bragas, o quedarte con ambas o una sola de las prendas. No quieres parecer ni una mojigata, ni una "putilla". No, no eres ninguna de esas cosas, pero dudas mirándome, hasta que hago un gesto o tu intranquilidad te lleve a una cosa u otra.
Que lo sepas, me gusta que te quedes con ambas prendas íntimas y que te gires. Al cabo de estar un rato así expuesta, te diré que "habiendo confianza" te saques la prenda de arriba, lo cual harás... mirándome. Al indicarte que te sacas la prenda de abajo, desviarás tu mirada (probablemente). Más, una vez desnuda, cobras seguridad y te acercarás a mí. Me iré desvistiendo sentado y tú me ayudas espontáneamente. Vas tomando las prendas que me saco, las ordenas, las doblas y colocas en el armario. Y Quedo ante ti, y sabes que empieza la doma y sientes que la dominación es algo tangible.
Al desvestirme miras mi cara, mis ojos y también mi pecho y mi espalda. Respiras acelerada y quieres que te haga tender y estire tus extremidades. Te abres, separando tus piernas y tus brazos, al notar tu espalda sobre la colcha. Y Me miras, te viene una cierta impaciencia y te acaricio un poco te doy algunos besos. Y voy a tomar cosas de la bolsa de viaje, me levanto y saco unas cuerdas. Ato tus muñecas, un lazo "corredizo en cada una y luego una sujeción a las patas de la cama (o al cabecero, si es apto para ello).
Te acaricio el vientre y los costados con la mano. Paso mi mano por el interior de tus muslos. Rozo tus labios, tu nariz, tus pómulos y tu frente. Me besas la mano, y luego nos damos un tierno beso. Miras la bolsa y sabes que hay más cosas. Quieres demostrarme y demostrarte a ti mismo que eres capaz de darte sumisamente. Y ves que me alzo, tomo mi ayuda, con mango de cabeza de caballito y extremo de doble lengua abierta como un "Y". Te acaricio, pies manos, axilas y ambos lados de tu cara. Empiezo a dar golpecitos por aquí y por allí, en zonas secundarias.
Luego, doy más inmoderadamente en tus pechos y en tus costados, en las palmas de tus manos y en las plantas de los pies. Y empiezo, a dar series de correcciones en la cara interna de tus piernas (pantorrillas primero y luego muslos). También doy a tus muslos por la parte externa y por encima. Te doy en el vientre, hasta que sientes picazón y se colorea tu piel. Tu has estado cerrando y abriendo tus manos, atadas. Tus pies también se han crispado. Hablas poco, pero respiras fuerte, agitada y sudas. Eso es la primera parte. Te doy reposo durante unos 10 o 15 minutos, te hablo y acarició zonas con marcas y relieves de la acción dominadora; la cual te ha ido salpicando todo tu cuerpo.
Tras el descanso, te libero las manos y te hago girar. Quedas boca abajo, y ato tus tobillos a las otras dos patas de la cama. Estas abierta en cruz, estirada pero tienes cierto margen de movimiento (el suficiente para que puedas dar pequeños tirones y tenses las cuerdas). Y de esa forma, la fusta y mi mano acarician tu espalda, tus hombros y tu cuello. Plaaassss, plasss, plas . Doy en tu alta espalda (cervicales) y también en los costados. Te doy en las lumbares, un rato, plaaaas, plasss, plaaaassss.
Respiras fuerte y sientes que la acción de castigo y la excitación van subiendo. Y sabes que llegarán los castigos a tus muslos zaaaasssss, zasssss, zasssss. Hago que suene más la fusta, al moverla en el aire, es la otra fusta (más larga, con la lengua doblada y de piel. El toque es más contundente, y te administro castigo en muslos y nalgas. En las nalgas te doy diez series flippp, flippp, flippp
Acaban las series, tomo agua y le pongo un poco de sal. Notas como escuece, tomo un limón y lo parto. Notas la acidez en las heridas, y sientes a mi mano que está contigo esparciéndote estas sensaciones "educadoras". Te he disciplinado. Busco la crema, que tú has traído en tu bolso, abro el bote y te voy poniendo, sobre cada zona. Son mimos y son liberaciones de dolor. Esparzo la acción reparadora y te beso. Y empiezo a acariciarte íntimamente. Te masturbaré de espaldas, por atrás. Te llegará el placer mezclado con notas de dolor. Serán unos momentos ambivalente, agridulces; pero, deseados. Vives cada segundo, degusta esa sensación sin verme, tras el placer, llega el descanso y estoy encima de ti.
Descansaremos un rato. La crema te sana, te cura con su acción sedante y analgésica. Y te libro de ataduras. Tú me acaricias, me lames y me besas. Tomas mi verga, con tu mano. La lames y la sacudes, la aprietas y me miras a los ojos. Me besas, y mueves tu mano. Haces que te sienta y me excitas más (ya estaba excitado desde antes, mientras te he estado corrigiendo). Y por tres veces, bordeo el clímax y sientes que yo me apaciguo. Y tras eso, apoyas tu mano y tocas mi escroto y mis muslos. Me besas en la boca, sobre los ojos y repartes besos por mi cuello.
Llegas a mi pecho y lambes ambos pezones; cada rato uno de ellos. Y natas que acaricio tu vientre, y tus pechos. Mas tarde empiezo a masturbarte y tu mano, me hace lo propio. Y llegamos a la par a los umbrales del orgasmo. Gozarnos juntos, con escasa variación y tu placer y cierto dolor se mezclan en tus sentidos y en tu mente. En tu corazón y en el mía hay un gran amor. Nos miramos, gozando y descansamos otro rato. Tras lo cual nos vestimos y vamos a cenar. Y tu, tras eso regresas a tu casa, con compañero de piso (antes era tu marido, pero perdió ese derecho). Y sientes, en tu cuerpo algo de dolor, que te recuerda que estás para mí, y te sonríes pese a esa pequeña molestia.
Y yo también sonrío, con una sonrisa larga que me llega hasta el momento de quedarme dormido, pensado en ti mi sumisa Te amo.