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El autobús de retorno

en Hetero: Primera vez

El autobús de retorno

 

Resumen

Dos amigos de veinte años, un chico y una chica. Se gustan, pero estaban en el descansillo de la amistad. Cada uno por temor, al que sería si se le dice el sentimiento y al otro no le gustas. Y se van de juerga y tienen que regresar y toman un autobús. Están un punto achispados. La chica ha intentado provocarlo –con otros-, finge estar más dormida de lo que está. Y ahí surge la chispa, el erotismo; ahí se inicia un noviazgo.

Yo te tomo una mano y tú a mi mano aprietas. Me siento alterado, tu mano en la mía aprieta. Los pensamientos iban desbocados y las manos me sudaban. Mi pene estaba empalmado.

Paré, y mi mano acariciaba su hombro. El autobús estaba casi oscuro y nadie miraba. Si sobre su pecho izquierdo.

La tela del sostén era fina, y notaba el calor de su carne.

Note la blanda redondez, su carne crecida y entre los dedos y la palma de mi mano. Y su mano, continuaba aprobando, confirmando que estaba cómoda y excitada. Si, era eso, pues se mordió los labios. Y mi mano, entro bajo el tejido de la copa del sujetador. Ella, sintió mi mano, aplanada y alargándose tanto como podía. Y, empecé a mover, toda la mano extendida. Por encima, como una pala o como lo que era una mano "sudorosa" y sedienta de beber de ella.

La sensación, dentro de mi pecho y bajo mis pantalones era de un deseo insoportable. Y mi mano dejo que un dedo, entrase un poco y rozase su clítoris. Nada era tan evidente.

Nos mirábamos, fijamente y todo era compartido. Hablamos, del "retorno en aquel autobús".

 

 

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Yo Roberto, he salido de juerga, contigo mi amiga "Pepi" (Josefina o Pepita). Veo como los chicos se te acercan y tú bromeas y te diviertes. Yo por mi parte, estoy pendiente de ti. Desde una discreta distancia veo, como ahora uno y luego otro se pavonea en torno a ti. Vas con tu pantaloncito largo, pero ajustado y una chaquetilla de punto que se te entalla y no deja de hacer que te mire –cada poco rato-.

Veo como te mueves y yo no quiero ser pesado; pero deseo ser yo quien baile contigo y te haga mis gracias; pero te conozco y se que cambias rápidamente de acompañante. Tenemos una amistad sólida y aunque estás algo bebida, eso no quiere decir que no te des cuenta y temo romper el consenso y que tras una insinuación y algunas caricias nuestro entendimiento cambie.

Y tu bebes, tomas una cosa y otra, te mueves saltas y no te das cuenta de lo que siento. Tampoco te lo he espetado, aunque desde hace meses siento eso; me gustaste y la cosa fue a más –por mi parte-. Tu te mueves como una posesa y aceptas que se aprieten a ti, a mi me comen los celos. Son deseos de posesión injustificados, pero son los sentimientos que por ti tengo…

Al regresar, horror… Se había ido el último tren de cercanías y teníamos que tomar el autobús nocturno. Ese que rodea tanto, pero esa era una alternativa, las otras dos eran: hacer tiempo hasta que pase el primer tren –sobre las seis de la mañana- o bien tomar un taxi. Vamos cortos de dinero (casi siempre), como casi siempre y eso que tampoco tenemos ganas de seguir con la "fiesta"; especialmente tú, que de tanto saltar y bailar te has agotado. En los asientos te apoyas en mi hombro, te quedas adormilada; me haces feliz con eso, sin saberlo. Yo te tomo una mano y tú a mi mano aprietas. Me late fuerte el corazón, tú de eso ni te enteras.

Lo que daría por estar como ahora todos los días, lo que daría por tenerte a mi lado así, tan sencilla y tranquilamente. Me siento alterado, tu mano en la mía aprieta. Debes estar soñando con algo, pues tus ojos dentro de los párpados se remodelan y hacer movimientos que mi mirada atenta y codiciosamente observa.

Se me estaba poniendo una mirada de salido y me note una sonrisa tonta. Si se despierta se dará cuenta, tal vez o tal vez no. Pero se creerá que es una mirada de amistad, no se entera que es un deseo de tenerla y mi amor que se me escapa, cada momento, en cuanto estoy junto a ella. No había apenas gente, me latía el corazón y mis sienes. Los pensamientos iban desbocados y las manos me sudaban. Mi pene estaba empalmado. Y me tentó acariciarle uno de los brazos, y me deje ir. Su muslo estaba junto a mi pierna y no se quejó. Aceptaba la caricia, y miré a los lados y le di un primer beso en el cuello. Se removió, pero debía estar soñando con algo agradable o le gustó, porque se le esbozó una sonrisa.

Paré, y mi mano acariciaba su hombro. El autobús estaba casi oscuro y nadie miraba. Había dos parejas más, unos abrazados y dormidos. Un señor mayor, que debía de salir de trabajar (vete a saber de donde). Y la otra pareja, estaban caídos como muertos, debían de haber bebido en desmesura y estaban con la "tajada encima". Y más adelante, cerca del conductor una mujer hablaba con el señor, mientras este conducía; se ve que eran conocidos y repasaban temas.

No se debe hacer, pero empecé a acariciar el jersey y notaba las carnes de ella, se removió otro poco. Llegue a uno de sus senos y noté que estaba duro y con el pezón subido. Solo la rocé, y eso fue bastante abrió los ojos. Y paré, me miró y volvió a cerrar esas ventanas oculares. La vi, con una chispa de emoción y con muchas más ganas de dormir. Y aun nos quedaba casi ¾ de hora de trayecto. Estuve quieto un momento, pero la emoción me embargaba. Son esas situaciones decisivas, en las que la encrucijada de decisiones, se te plantea y la cordura va por un lado y por el otro van tus manos y la bese en la cara. Mientras, le acariciaba la cintura. El señor nos miró, sonrió y yo me quede helado.

Pues Pepita o Pepi -como la llamamos, sus amigos-, me estaba abrazando; era ella, la que me abrazaba a mí. No me abrazaba a mí, o sí. Seguramente estaba pensando en algún otro. Pero, yo no me retire, ni entre tres me separan de ella. Se acercó a mí y me besó desde los sueños…

No lo hacia consciente, achispada y con sueño tal vez; pero consciente, pues abrió sus ojos y siguió abrazándome. Y nuestros labios se rozaron, con esa sensación de resbalar y hundirnos uno en el otro. Y con esos mínimos sonidos y nuestros ojos mirándonos. Y su lengua se enlazaba a la mía, ella colaboraba y tomaba mayor incita que la mía propia. Y su mano, tomo una de las mías y me la apresó a ella. Si sobre su pecho izquierdo.

No me hice rogar, la acaricié y amasé; durante un interminable rato. Aguanté tocarla sobre el jersey, pero mi mano, hizo lo que yo tantas veces deseé: entro bajo la tela y se puso a acariciar su vientre y su lado izquierdo y toque su teta izquierda –por encima del sujetador-. La tela del sostén era fina, y notaba el calor de su carne. Y ella me acaricia, pasaba con su mano sobre mi lado derecho, así de girado y apretaba y aflojaba.

Note la blanda redondez, su carne crecida y entre los dedos y la palma de mi mano. Y su mano, continuaba aprobando, confirmando que estaba cómoda y excitada. Una atmósfera de sueño nos envolvía a ambos. Y mis dedos apretaron, como supieron al pezón, sin dejar que el resto de la palma, de mi mano derecha se apartase del deseado e íntimo contacto.

Se paró, por un momento. Temí lo peor, el rechazo y por el "chasco", de la tremenda caída "en picado", de mis expectativa. Mi pene, al instante se aflojó. No hablamos, y ella; apretó la mano y me dijo "muy flojito". Roberto, ahora no pares. Estoy feliz, de que haya pasado esto. ¿Cómo, me decía yo…? Luego le gusto, y el paradón, era por que ella se había ido animando y ahora estaba gozando; me creí en el cielo al sentir que podía estar húmeda y excitada por mi. Si, era eso, pues se mordió los labios. Y mi mano, entro bajo el tejido de la copa del sujetador.

Me apreté a ella, y mi mano bajo, llego a su vientre y continuó. Me apretó muy fuerte y sus pies parecían encogerse, con los dedos agarrando un objetivo imposible. Ella, sintió mi mano, aplanada y alargándose tanto como podía. Mis dedos, rozaron su bosquecito y me sentí explorador. Iba con cuidado, sin prisas y llegue a rozar su capuchoncito chafado y noté, por primera vez su anhelada humedad. Cerré los ojos, y ella hizo que mano y brazos derechos me aferrasen, y marcasen en mi espalda. La mano izquierda, entró, entre mi pantalón y se coló para tocarme las nalgas. Esa mano, me invadía y me hacia sentir el tacto mas bello y preciado. Y, empecé a mover, toda la mano extendida. Por encima, como una pala o como lo que era una mano "sudorosa" y sedienta de beber de ella.

La sensación, dentro de mi pecho y bajo mis pantalones era de un deseo insoportable. Tuve que aminorar, y concentrarme, para no mancharme con una corrida. Bueno, alguna gotita si se escapó, pero contuve el aluvión. Y mi mano dejo que un dedo, entrase un poco y rozase su clítoris. Ella empezó, a respirar y a moverse, abrazada a mí. Nada era tan evidente. Más allá de dos filas de asientos. Salvo para el señor, que volvía del trabajo. Nos miró, y se dijo para sí: ¡felices estos! que tienen ganas, y alguien que merece la pena. Yo de joven, también hice lo que pude –se decía-. Se sonrió, e iba pensando en llegar a casa y ver si la Lola (su mujer), le dejaría que su calentura acabase en gruta. Si no, iba a tener que masturbarse.

Nos mirábamos, fijamente y todo era compartido. Y yo, saboreando cada segundo; era como si todo se concentrase ahí, con ella. No había antes, ni después. Solo existíamos nosotros ahora. Y la sentí vibrar, estaba gozando entre un suave quejido: ¡Uuummmmmm!

Estaba, sacudiéndome las tristezas y los sinsabores de verla con otros. Y notaba el olor a ella, a su néctar sexual, mezclado a su perfume y a cierto olor a goma del autocar. Pero, todo encajaba, hasta sus movimientos pausados y sentidos. Y notaba, que daba pequeñas culetazos y su mano rozaba mi nalga derecha y me clavó sus uñas. Mejor, así tendré una prueba de esta felicidad…

Mis yemas y dedos eran, una cuña. Los había indinado y entraban tres de ellos. Los otros dos frotaba y sacaban suavidades de su botoncito de amor (lo sentí como una alubia, que se quería escapar y se dejaba tomar). Saqué mi mano, untada de su flujo y me la estuve lamiendo dedo a dedo, ante su cara. Y ella me miraba y se recuperaba. Tras todo eso, imaginaros como estaba un servidor. Excitado y con una presión terrible entre las piernas. Mi pene a punto de reventar….

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Y había tendido mucho, pero mi cuerpo me pedía más. Aunque fuera una mamadita, porque ella estaba contenta. Y que menos, si por eso de ser agradecida me aliviaba un poco. Mi fantasía, y todo mi cuerpo estábamos expectantes. Vi, el deseo en sus ojos y rostro, y eso era buena señal…

Me daba esperanza, de un prólogo de amor… Se giró hacía mi y se levantó, me indicó que cambiara de sito. Y yo, en esos momentos era un carnero –el esposo de las ovejas-. Se sentó donde había estado sentado yo, y se giró. Alargó su mano, la puso a medio muslo.

Yo, me estaba encelando y mi pene se ponía más evidente, pedía… Pues precisamente, su mano empezó a subir, se puso por encima, alargó el dedo pulgar y ahí apretó. Me mordí el labio inferior y cerraba los ojos. Miré y el trabajador, estaba levantado y a punto de bajar. Me sonrió y me levantó dos dedos haciéndome la "V" de la victoria. Y me guiñó un ojo. Se bajó en su parada, fue pensando en lo que vio y se imagino más. Llego a casa, y su mujer tan pancha en la cama, son las tres de la madrugada. Entro en el lavabo, apago la luz, se bajo el pantalán y ahí mismo se la casco. Pensando en nosotros dos.

Ella, Pepita, aflojaba en esos momentos… la hebilla del cinturón, me desabrochaba el botón superior y bajaba la cremallera. Le costó un poco, pues mi "trempera o excitación" eran evidente, y presionaban la tela. Ahueque el vientre, y bajó la cremallera fácil. Dándome un par de besos, y dejando que la besase con ganas…

La manera de tocarme, me gustaba. Hasta el sonido de bajar la cremallera me excitó. Y miré, hacia delante y el resto iba a su aire. Es decir, a su sueño, iban hasta el final, como nosotros dos. El toque de sus dedos al deslizar hacia abajo el slip, casi me hace correr. Pero, aguanté y las yemas empezaron a tomar "mi pieza", ahuecó su mano y me puso la mano sobre la cara, sobre la boca. Yo se la lamí, la mordí y mi lengua, iba de un hueco de dedo a otro. Le lamí toda la palma, y le mordí el canto de su mano izquierda.

La mano, suavemente iba y venía. Mis dientes se le clavaban. Ella aguantaba y seguía con su mano. Y ante mis ojos, sacó su mano derecha, se la lamió y eso me puso más a punto. El coche se movía y ella movía la mano. Que agradable el toque de sus manos, sus dedos apretaban y aflojaban y su cara me sonreía.

Sus ojos brillaban y se acercó y nos besamos. Y besándonos, con algún bache, y con las luces de los camiones, que circulaban en el sentido contrario, así me corrí. Ella no paró, mientras me salía leche. Luego se quedo un rato así, tomo su pañuelo y me limpió. Y se guardo el pañuelo, en su bolso.

Estuvimos abrazados un rato largo, luego nos pillo una cosa rara. No, no era vergüenza, pero era nuestra primera vez y había sido bastantante tórrida la situación. Y, nos mirábamos, descubriéndonos distintos y a la vez iguales que otras veces. Luego, nos arreglamos ambos. Especialmente ella y no comentamos el hecho, nos dimos un beso y nos despedimos….

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Y yo llegué a casa y me "masturbe", por un par de veces mas. En la siguiente semana, me esquivó y yo temí, que la amistad se hubiera roto. Pero, nos encontramos… casualmente nos miramos. Quedamos para tomar algo. Hablamos, del "retorno en aquel autobús". Le dije, que me gustaba desde hacía tiempo y que no iba a negarlo. Ella, me miro y dijo: ¡También me gustabas, pero no me daba cuenta de eso!

Seguimos hablando, y quedamos al día siguiente y al otro. Nos hicimos inseparables. Nos desinhibimos y nos hicimos pareja. Ahora Pepita, es mi mujer, y a veces hablamos… del "autobús de retorno"…

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La adolescente mirona

Virtualmente te conocí y me enamoré de ti

Habitación de Amor, es la mujer embarazada

Almudena y Berta: jovencitas amantes

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Quizas, el paso es aceptar la completa sumisión

Tus palabras y tus gemidos, están en mi óidos.

Chica mala, mete tu mano dentro del tanga,, tócat

Quizas, el primer paso es venir a verme

Amalia se entrega a mi hija y dice que me desea

Eres esclava, de tu amor

Pasear contigo

Musa amada, tu a mi vida iluminas

El descubrimiento: Me gustan las Adolescentes

Seduzco y someto a Amalia, la amiga de mi hija

Alber mi esencia, en tí

Es un martirio desearte y no tenerte

El niño de cuatro dedos, el tullido y el monje

Deseo Poseerte Entera

Tu eres mi sonrisa

Tus ojos brillan cuando me hablas

Carta a un concebido, acomodado dentro de su mamá:

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El Don del Bangré

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Mi cara se gira a tí, dentro de tí me descubro

Tu siempre... de mí, tendrás mucho más .

Notas que caminas delante de mí

Dormido en tus brazos, te quiero

Unos momentos, ante los rayos de luna

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