La sumisa sabe su lugar, unos pasos tras su amo.
Relato, para sumisas sensibles. No es abrupto, ni promiscuo. Va dirigido a formar y reconocer el carácter de una sumisa, y el amor que hay en toda ella "por su amo amado". La sumisa, va unos pasos tras su amo, en todas las esferas de su vida (acompañándolo y persiguiéndolo también).
El nombre de la persona amada tiene algo de celestial, es como tocar el sentido de pertenencia doble, con entrega y recepción de amor. Nuestro ser se siente sacudido arriba y abajo, más allá de lo que las manos son capaces de conseguir "por si mismas".
Con las caricias de la persona amorosa, nuestro amante, nos construimos para esa persona y con ella. Junto a "nuestro" complemento de amor y con "ella", queremos descansar y "cansarnos". La persona amada en nuestras manos es siempre alguien conocido y nuevo a la vez, su persona es algo semejante a las páginas de un ameno libro, que sostenemos apoyado en la mesa y entre nuestros brazos.
La persona amada, gusta de sentirse rodeada, y rodearnos a la vez que nuestras miradas se encuentran. Nos sentimos elegidos, como ese cuerpo depositario de alguien que consigue enaltecernos y hacernos sentir un "señor", aun cuando lleguemos entumecidos y con la pesadez propia de la jornada laboral.
La mujer amada, se arregla diligentemente para hacer sentir la delicia de su amor, a su amante y con sus abrazos, sus mimos y sus palabras lo va entonando, otorgándole lo mejor de ella. Claro que si ella es cordial y complaciente, su amante amo se siente ensalzado, limpiado y engrandecido, querido y esperanzado en un futuro compartido.
La amada, ha preparado todo y se siente recreándose junto a su amo, del modo que ellos acostumbran, pero introduciendo algunas novedades. La amada sumisa, sirve cual un ángel, desprovista de egoísmo y de malicias dolientes. Y su palabra, va adorna de agradable sonido y de una sonrisa, que resalta en su cara junto al brillo de los dos ojos.
Y cuando llega el amor y la sensualidad, todo su ser se tensa y destensa, se columpia en idas y venidas para sentirse junto a su amo en el momento en que el placer de él brota. La sumisa, quiere compartirse y hacer surgir su placer, cuando el estruendo de su amo brota, en premio a su entrega.
La sumisa, se siente inmaculada, sea cuales fueran las circunstancias, entre los poderosos brazos de su amo, y aun se aferra ella misma más, para hacer voluntad de sentirse tomada y penetrada, sacudida y receptora del placer de su amo.
La sumisa, llega al placer abriendo su boca y dejando que su pureza de amor llene el aire con su aliente y sus palabras, con sus gemidos, también con matices de dolor. Y se siente en la gloria, reverenciando a su "señor", nota el abrazo por horas y días después de haber sido tomada. Y las palabras de su amo, tatúan su cerebro y su corazón. Y al mirarse en el baño y en su cuarto, se siente reviviendo los momentos e impregnada de la presencia de su amo, que se ha adherido a su piel como piel de amor.
Con todo el amor, tiene tintes de poder, grandiosidad y temor. La sumisa, siente agradablemente el yugo de la sumisión, aun más quiere que se vaya estrechando de acuerdo a los gustos de su amo. La sumisa o esclava, no descarta su propio placer, pero persigue incrementar "exponencial" y duraderamente su entrega, para ver el legítimo sello de la satisfacción en el rostro de su amo. El placer del amo, opera en todo el ser y mente de la sumisa creándole una serena claridad y una dulzura deliciosa. En esos momentos sale parte de ella misma y puede percibirse entregándose a su amo, estando con él.
La sumisa, quiere sentirse llena, subiendo y elevada, en los sucesivos grados de su entrega, de su renuncia a ella misma para ser más del amo "amado". Quiere estar enfrente del amo, irse empequeñeciendo, por las partes de si misma y de las elecciones que va entregando al amo amante.
El amor, para una sumisa es un encuentro delicioso y una batalla, consigo misma, para que el amo pueda sacar esa parte de ella que espera y desea. El cuerpo es un medio, de hacer presente su amor, soportando cosas y hasta en ocasiones sugiriendo posibilidades y modalidades de entrega (cuando hay una perfecta compenetración, y una sumisión liberadora aceptada).
La sumisa, va siempre unos pasos tras su amo, aun yendo de su mano, recogiendo todo lo que el amo le dice, haciéndole saber sus cosas (todas sus cosas). La sumisa, también recibe momentos de bondad, suavidad, ternura y siente como su amo le aplica remedios en su persona y le resuelve disyuntivas y dudas. La sumisa, se renueva continuamente, quiere estar perfecta, de acuerdo a lo que su amo espera y tiene los ojos brillando como luminarias cando se siente tomada de forma duradera y permanente.
Yo, amo a mi sumisa y me intereso por tenerla y por mejorar partes de ella, tanto en su carácter como en su persona física. No me gusta hacerla miserable, sino sosteniendo las tareas y dirigiendo su cuerpo, corrigiéndola y acompañándola, hablándole y sintiendo sus opiniones y gustos (cuando los formula, que bien le cuesta).
Le voy enseñando, lo que espero de ella. Reconozco que se esfuerza en cumplir sus tareas y deberes, para lo cual se obliga ella misma, tanto o más que yo. No, no persigo que tenga su placer, pero si surge bien venido sea. Claro que, también hay épocas y semanas en que le impongo abstinencia en sexualidad y le niego que tenga un solo orgasmo. Con ello, ella se concentra en tener otros matices de cariño y sensualidad, incluso sin tocarse, ni ser tocada por mi (sexualmente digo).
Lo importante es que la sumisa, aun más si es esclava, debe cumplir las cosas a la perfección y sin poder hacerse ningún reproche en su corazón. La hago sentirse apoyada por mí, y también me apoyo en ella, la comprendo y me comprende, descubrimos constantemente cosas uno del otro (de hacer y de abstener). Noto su buena disposición en como me escucha, aprende y pide ser enseñada.
Mi sumisa guarda las cosas que le entrego, empleándolas como acordamos y las mira, las acaricia y recuerda momentos del pasado que pueden volver a tenerlas presentes. Y escribe, en su cuaderno "de sumisión" las cosas que aprende, yendo releyéndolas. No es que apunte nimiedades, apunta cosas resumidamente y luego las integra en nuestra vida diaria. Periódicamente leo algunas de esas notas o las últimas paginas escritas, de corrido o detenidamente. Siempre hay algo, en como lo aprecia o siente ella, alguna cosa que me da ideas y que aplico en algún momento, según sus apreciaciones; lo cual la hace sentirse valorada y atendida correctamente.
El corazón de mi sumisa, se apega a mi manera de ser, semejantemente a como su cuerpo se abraza al mió. No es muy besona, pero su cuerpo me da mucho cariño y ella se ocupa de mí, y de nuestras cosas, arregla todo para que los momentos comunes sean gratos. Y luego salimos, caminamos y hacemos algo corriente y moliente, en común. Más en todo momento, ella hace salir su inteligencia y su manera de ser, acompañándome y estando conmigo cada vez más tiempo y caminando un poco detrás de mí, como debe ser y me gusta.