Mi esclava me siente, como una flor que se abre a mí.
Están sujetad con dos muñequeras de cuero, que las hace sentirse conmigo y a las que se han hecho engastar unas gruesas anillas de plata trabajada y en las que se han gravado mis iniciales y las suyas. Por esas anillas les pasan unas cadenas también de plata, que se rozan sobre sus pieles con todos sus movimientos y gestos.
Y al estar en casa, hacen sus labores y a veces pasan por la sala comedor, de cuyo techo pende una sujeción poderosa y llamativa, que les sirve de recordatorio, de unas pasadas vivencias. Estas cosas, las vive cada una de ellas "sintiéndose desnuda", pero a la vez acompañada por mí, recordando cosas dichas por mis labios y efectuadas por ellas, ofreciéndose en sus cuerpos y en sus ánimas "entregadas".
Por casa, estando yo deben ir descalzas o con unos calcetines o unas botitas de "punto", dependiendo del clima; ocasionalmente, cuando hay mucha entrega, y la vivencia es "máxima" nos quedamos a solas (esa sumisa y yo) y va desnuda "por completo" (pies incluidos). Sus pies, manos y uñas deben ir perfectos, bien cuidados, aseados e higienizados.
Y estando solos, son cuando "tu sumisa" recibes unas tandas de cachetadas o azotes de mano, que son seguidos por unas series de fuetazos, dadas en tandas de quince, en cada nalga (seguidas, para ser más sentidas).
Mis correcciones, dejaron de ser castigos, son indicaciones y llegan a ser "vividas" como una caricia que "te suben" por tus nalgas y te van pintando de color, de picor tus muslos y se acercan hasta el principio de tus caderas.
Ahí, suelo apoyar mi mano y darte una fricción y un masaje continuado, suave y acariciador sobre la zona de los riñones y el inicio de tu espalda. Me demoro en eso, te hablo un momento sin escalar más... Tu sabes que has sido elegida en ese momento, por ti misma y "conmigo" no ha y nadie más. Y mi fusta, bien sujeta por mis dedos, pasa sobre tu espalda insinuándote lo que puede venir o no.
Las acciones sobre tus hombros, en tus costados, en la zona lumbar y dorsal pueden aproximarse y variar en intensidad. Las acciones pueden concretarse en una zona o extender de forma radial o caprichosa. Pero, sacudidas fuertes y contadas "por ti" las reservo para unas contadas ocasiones. Esas veces, noto como te giras o te retienes, como te apoyas en tus manos y como se tensan tus piernas y brazos.
Se te marcan los músculos, te afirmas sobre alguna superficie y separas tus pies, tiemblan tus muslos y tu vientre, y tus labios tienen las dudas de si hablar o decir algo, salen palabras del alma y tus dientes tu muerden. No debes mirarme a la cara, más sabes que me excita verte. Unas gotas de sudor atraen mi atención, en sus deslizamientos, mueves tus cabellos y noto como eres consciente del momento. Y el aire te falta, pero respiras y se conmueves, si supero en unos puntos el tono medio de "mis correcciones" (fuetazos).
Y me gusta sentirte desnuda, lo que permite tomar notas de tu sensualidad, cuando se te bambolean tus pechos que esperan que lleguen mis manos o mis labios, algunas veces mi lengua y dientes.
Tras las incertidumbres primeras, absorbes y degustas la gama de "mis correcciones", has de pensarme mirándote y teniéndote abrazado contigo, pues ese momento llegará cuando tu piel esté "hipersensible" y seas pétalos de flor hechos carne conmigo, tu amigo y tu amor, tu sentido compañero de vida.
A veces tus dedos y tu mirada recorren esas zonas, con pequeñas huellas de "anteriores sesiones de amor y entrega". Te rozas, te miras, y revives el momento, y vuelves a sentir y me notas contigo, haciéndome presente en ti, como una parte tu mismo físico. Tras esos momentos, de debilidad y necesidad de mi, te desviste y te duchas y te arreglas para adecentarte "soberbiamente" y te enjaezas para atraerme "una vez más" hacia ti y para vivirte conmigo. Siempre tienes tiempo planificar tu gradual resurgir de tus cenizas Karen. Cada vez te sientes más natural de atada, envuelta e inmovilizada, con tus piernas y brazos separados o juntos, colgando o suspendida... En cualquier caso, entregada y doblemente sujeta: primero por ti misma y luego "por mí" cuando decido tomarte a ti y no a una de ellas.
La naturalidad del momento, interna y superficial emanan y te traspasa, con cada caricia, con cada toque. Hasta cada pausa te afecta y te origina un comportamiento, un deseo, un matiz nuevo en tu corazón. Y tu cabecita, acapara esas novedades y esas notas componiendo una sinfonía y del mismo modo que tu boca y tus labios, tu cuerpo sabe que "soy tu amado": quien te sabe hablar y te doy lo que necesitas, justo en el momento, en que negarlo sería locura de amor.
Si, es agradable incluso colocarte, mantenerte y quitarte "parsimoniosamente" la mordaza de bola que separa y te deja presionar con tus dientes y tus mandíbulas. Justo en ese momento, puedo besarte y reacciones a cámara lenta, en un beso interminable. Y tu cuerpo, tras tus labios se pone a envolverme, para que te libere de todo recuerdo y quedarte conmigo a dormir y a hacerte parte de mí, como yo soy tan placentera y "dolorosamente" parte de ti, mí amada sumisa