Mi rocío masculino, baja por tu cuello.
Cada vez, siento más fuerte el impulso de darte un trato más duro, en la intimidad.
Mis expectativas son difíciles de colmar, de entrada. Luego, las cosas van surgiendo, se van encajando y cada cual se pone en su lugar. Me gusta ir subiendo el listón, y sentir como suben tus ganas de sexo, como te calientas y poco a poco aceptas más y más seguido.
De entrada, te he acostumbrado a recortarte tu bello púbico. Te lo debes de cuidar tú misma, revisándolo y formándolo cada dos o tres días. Me gusta sentir, el tacto suave durante nuestros encuentros y respirar el aroma, de tus efluvios cuando estás ante mí.
Conseguí que entendieses que el cariño, entre dos adultos se expresa de diversas maneras. Los azotes y las ataduras e inmovilizaciones surgieron con naturalidad. El camino, para que vayas tomando conciencia de la conveniencia de ponerte dos anillas, dos aros de oro en tus pezones y en tus labios, me resulta una labor grata.
Poco a poco, tus reservas van siendo allanadas y hasta miras esas circunferencias de metal precioso, en los expositores de algunas joyerías que encuentras en tu camino.
Te hago constar, como quedan visibles el abultamiento de anillas y piercings, cuando observo a alguna chica que los lleva puestos. Bajo la tela de la ropa, se marca, el resalte del tejido estirado, por el resalte del metal. Y hablamos un rato, tú miras con curiosidad y algo de morbo; lejos del miedo que sentías originariamente las primeras veces que te lo sugerí-.
Tu lengua, lleva un pudor, con una bolita que rozas con tus labios y con las paredes y el cielo de tu boca. Puedes repicar, con ella sobres tus encías y sobre el esmalte de los dientes. Y una lengua, como la mía se entretiene, con ese juguete bucal, atas removerte el pasador, cual si fuera una cucharita en la taza de tu boca.
Me gusta, que accedas a llevar el pelo corto: "así resalta más, tu sensible cuello". Sobre tu cuello, suelo rozar la tersa superficie, del tejido cavernoso y cálido de mi "estoque de amor". Te rozo, con la puntita, de mi uréter tras tu orejita y tu nuca; mientras tú te sujetas, mínimamente tu pelo, con los dedos de tu mano, que actúan como perchero capilar.
Me froto contigo, arrodillada mientras miras al suelo. Te sacas los pendientes, como única concesión. Y sostienes con tu mano libre, tu vestido y el sujetador; separando, con cuidado las telas de la piel de tu busto y de tus pechos.
Así, me rozo contigo. Así notas como mi frotamiento se va haciendo sentir y las gotas de semen se derraman, licuándose al contactar con tu piel. Y de ese bajan se hacen en ti, esos caminos de mi rocío de hombre.
Por tu cuerpo, en tu mente, en tu corazón discurren parejas sensaciones, compañeras de camino de esa seguidilla de gotas mías, que hacen su camino por ti. Y simultáneamente, tu nariz percibe el olor a esencia de hombre.
Eso sientes, mientras mojas la tela de tus bragas, sin tocarte siguiera. Tienes tus manos ocupadas, más tus pensamientos retienen y acompañan mi verterme sobre ti. Se que algunas gotas, resbalaran por tus pechos, mientas otras bajan por tus costados o desfilan, entre el valle de tu firmes senos. Y algunas veces, coincide que las gotas seminales, se posan sobre tus pezones y desde ellos gotean, mientras tú separas tanto como puedes la tela, presa de excitación y calambres de amor.
Siento tus gemidos, veo como muerdes tus labios. Cierras tus ojos y surgen una o dos palabras, de agradecimiento, entre tu apagada y femenina voz.
Siento el latir de tus sentimientos, en los matices de tu voz, y levantas tu cara, cuando acaricio tu cara y alzo tu rostro. Te le yergues, te abrazas a mí, y nos damos besos Y nos sonreímos, felices y mi corazón y mi mente piensan en formas de amarnos, apurando el camino de tus deseos Te empujo, a superar tus límites, de mi mano.