Dos cuerpos enamorados.
Lentamente te hablo, te cuento algo. Tendida a mi lado, eres incitación presente o bien calentura sentada conmigo. Tú sientes, que mi mano se mueve, pintando sobre ti, con la naturalidad de mi caricia.
Estás tiñéndome de ti, pues en mi parte de ti quedarás. Quiero hendirme profundamente en ti, mi amada. Me notas, que te siento sensual y tierna conmigo. Te remueves, mi lado o te estiras sobre mí.
Mi mano te acaricia el culito, estando en la cama. Mi mano está primero sobre la braga y en ese momento te lamo y beso tu cuello. Acaricio tus costados y las yemas de mis dedos, son pinceles, que ponen sensualidad en tu cuerpo. Me desplazo y me hago estar, sobre ti.
Me notas, con mi cuerpo abrazándose al tuyo. Tú, me pasas tus brazos, para enlazarme, mejor. De ese modo te siento más conmigo. Nos sonreímos, nos besamos, nos degustamos.
Me das del sabor de tus labios, a veces con los ojos abiertos y otras ocasiones lo haces a tientas. Me lames y siento la ternura de tu cuerpo. Te noto paseándote, adhiriéndote a mí ser con tu vientre, con tus pechos y viene la acción de tus muslos aprensándome para llevarme más dentro de ti.
Me sientes embocándote y de ese modo entro en ti. Mi landa, se sienta hasta la mitad, dentro de tu túnel de amor. Sin entrarte mas hondo, ni salir tampoco, jugamos un largo rato a las agarradillas.
Mi lápiz de carne, se ha engrosado y está en tu tintero de sexualidad. El resto de tu cuerpo, se roza conmigo, tal como cada parte sabe. Así me vienen abrazos, besos y caricias; e igualmente, parecidamente, me expreso en tu cuerpo, que me invita a ir a él.
Me gusta oír que gimes. Es agradable notar como te acomodas, para que yo, haga unas mejores incursiones, dentro de ti. El acoplamiento, lo vamos perfeccionando y nos sentimos más completamente.
Me vienes, a facilitar mis entradas. Demoras mis salidas, apretándome. Nuestros ojos, están reflejándonos y hablándose ininterrumpidamente.
Me siento tu barco. Tú me resultas el Mar, con múltiples y variadas olas de placer. Tengo sed, y quiero tomar de tus zumos. Voy bajando hacia ahí. Tú, me acaricias y empujas, conduciéndome maestramente.
Llego a tu sexo, que está suave y calentito, Y te alzas un poco, así dispuesta y bien ofrecida; yo tomo de ti, como si tu cavidad vaginal, fuera el mejor de los vasos. Mi lengua, toma más del sabor más intenso, del que te nace de bien adentro.
Noto, como me acaricias, el cuello y la espalda. Tú, te tocas tus pechos, los aprietas y tus dedos se clavan en ellos. Pero, te vuelcas en mí y con tus caricias me animas y me reconfortas.
Vivimos la común excitación. Me levanto, escalando por tu persona. Tus muslos se acomodan, son como las dos alas de una puerta, que me se abren. Cuando llego, a la altura de tu cara, nos besamos.
Me ases de mis nalgas y me impulsas, a sentirme más contigo. Quieres, que te penetre, fuerte y hondamente. Y espoleado por ti, te entro y te salgo, me resbalo y me quedo parado un rato dentro.
Te mueves tú, y siento como la campana de su vulva, es golpeada por mi "badajo" (el mango de metal, que golpea la campana). Más a ratos, pareces ser tú, la que con tus paredes vaginales, haces sonar unos repiques de placer, que nuestras dos bocas pronuncian "aunadamente".
También, me siento como un cerezo, que está enraizándose en ti. Tú eres la tierra, que me fertilizas y me das de ti misma alimento y bebida. Siento a gusto, que me tomas, muy profundamente. Con cada posesión, nos vivimos, yendo alargándonos en el ser amado, con lo que nos sentimos mutuamente renovarnos y renacidos. Y vienen las caricias de otras partes de nuestros cuerpos, como pies, con nuestras manos no nos basta. Hasta las rodillas, de cada uno, rozan los muslos del otro.
Tú, me pides, que me ponga, boca abajo. Te pones, sobre mi espalda. Sudados como estamos, te mueves sinuosamente, vas ondulando tus formas, sobre mi reverso. Mi espada, mi pene, se aprieta sobra el colchón, de la cama. Presionas con tu pubis, en mis nalgas y con tus pechos, te siento "mimosamente esculpirme".
Lames mi cuello y me hablas, tal cual surge en el momento. Cariño, con que amor me dices las cosas, las que solo entonces se te salen de tus labios. Lo que me dices, son frutos del amor, que me regalas sumisa y amorosamente.
Luego, nos sosegamos y el sueño nos toma. Confiados y contentos, de dormidos las manos de cada uno se mueven, para confirmar, que: ¡Sí, estamos con la persona a la que voluntariamente hemos elegido! Y la felicidad nos une, también inconscientes, una vez más