Sumisa desvístete para mí y espérame disponiéndote toda tu 1.
Vas hacia el lugar de nuestro encuentro, acudes con tiempo y con muchas dudas, pero con excitación. Llegas a la recepción del hotel, das tu nombre y dejas un sobre con aquellas impresiones y deseos que has desgranado y vertido entre las letras de ese recuadro de papel de aguas.
Lo cerraste, y parte de ti misma se encerró en ese papel, dándote ofrecidamente a tu amo, del que eres la "aprendiz de sumisa". Han pasado meses, desde que lo conociste, entablaste amistad con el, "te dices a ti misma". Sus palabras, te fueron tomando y tú sentiste cosas que antes no imaginaste, ni viviste con parecida intensidad. Luego llegó, la primera charla, por teléfono y las sesiones de "cibersumisión y sumisión telefónica".
Tus días están llenos, desde que te levantas y te aseas, te preparas y tomas el primer café y llamas a tu amo, como es tu obligación y deseo. Diariamente, le das los buenos días, las buenas noches y le envías mensajes, reportando todo lo que te ha pasado y las novedades.
Tu vestuario, es tan conocido para el, como para tus ojos y para los espejos de tu casa. Tus días se llenan de momentos, en que te compartes con el. Tú antes, no te tocabas a ti misma, salvo contadas y espaciadas ocasiones. Ahora, surge la excitación antes de llamarlo a tu "amo" a su móvil. Mientras hablas con el te vas sintiendo tomada, y tu cuerpo siente cosquillas íntimas y una caricia que te envuelve por todas partes.
Es indiferente que estés en casa de tu madre, con tus hermanos o amigas. En cualquier caso, encontrarás el momento y el lugar para poder hablar con el. Tu misma te obligas a ello, lo necesitas y sin "esos momentos" fallecerías de pena, de dolor y angustia. Esas sensaciones pasan, si alguna vez, tarda en llegarte la contestación de tu "amo" y entonces empiezas a pensar si será que el se ha cansado de ti, o si tiene a "otras sumisas" con las que se está divirtiendo. Piensas eso, pese a que anoche estuviste hablando con el hasta las 2:15 a.m. Se esos detalles porque te conozco bien, porque yo soy tu amo, le hablo a tu cuerpo y dentro del mismo estás encerrada tú "sumisa".
No hay mazmorras, ni potros de doma, pero sí hay un par de fustas que he comprado y aun no te lo he dicho, ahora te enteras al leer esta carta. Están preparadas para el cercano encuentro. Si éste encuentro, pero tú aun no lo sabes, subes a tu habitación de hotel, anónimamente y quieres prepararlo todo. Primero, miras la habitación, la dispones, la ordenas, colocas perfectamente estiradas las sábanas y la concha. Entreabres un lado de la cama y acaricias el lado sobre el que va a estirarse tu amo. Todo está dispuesto, y ahora piensas si has elegido bien tu vestuario exterior, tu maquillaje discreto, tu conjunto íntimo.
Has ido a arreglarte el cabello, acudiste al dentista para la limpieza bucal y algo más-. Y te has hecho las uñas, de manos y pies, te has depilado recientemente. No obstante, llevas una maquinilla y unas pequeñas tijeras y espuma de afeitar; por si tu amo, decide tomar íntimamente tu intimidad. Llevas todo el rato excitada, y tienes que ir dejando que la mancha de humedad crezca en tu braguita. Llevas dos mudas de ropa íntima, una braga y un tanguita, de colores pastel y resistentes a estiramientos de esos colores que sabes que le gustan tanto.
Miras la puerta, te sientas en el sillón tapizado, vestida y esperando que el diga que hacer. Sería demasiado simple, desnudarte y tumbarte en la cama. Has de esperar a que llegue el, tu "amo" y te vea por entero. Tu amo, disfruta de casi todo, también de tu ropa externa, tu rubor crece, al sentir los golpes en la puerta
Vas, sintiendo cada pie y cada paso que andas, son como aldabonazos y tu corazón late al mismo tiempo. Se te seca la boca, llegas a la puerta, te arreglas los cabellos, sacudes tu cuerpo muy ligeramente. Respiras hondamente, y abres la puerta. Sigues con tu mano, asida al picaporte cuando Me ves soy tu "amo", tu amante y estoy finalmente ante ti y me puedes abrazar (cosa que haces).
Nos abrazamos, nos damos unos besos tiernos y nos miramos. El tiempo no cuenta, o estamos en una esfera ajena a el, que lo trasciende. Me saco mi gorra, acaricias mi cabeza y notas como llevo mi invariable bigotito fino. Te miro, y saco mis gafas, ves mis ojos, de ese modo que tanto has esperado. Abajo, tu entrepierna se moja en un permanente goteo, y ya así te vienen unos primeros espasmos en tu vientre, en tu coñito.
Te lames y humedeces los labios. Te acaricio tu espalda y te digo esas cosas que esperabas oír, y acaricio tus nalgas y les deposito dos palmadas. Seguidamente, entro al aseo, sabiéndote en la puerta como una mirona, como mi "perrita" J. Estás ahí observándote, y parece que el verme, lavándome las manos, purificándome como hago antes de las comidas. Si, sabes que hago eso, porque tu también eres comida de sensualidad, que vas a se ingerida por mí.
No te he rechazado, ha sido natural la entrega. Pero, sigues dudando de ti misma. Y ahora vez mi maleta, al lado de la puerta (ni grande ni pequeña). También sabes, que has dispuesto las cosas, las que has conseguido reunir a lo largo de este largo año de sumisión y de amor. Las tienes, alineadas y en perfecto estado de revista. Ves también la carta en uno de los bolsillos de mi chaqueta, sabes que la he leído y se nota que dudas y que esperas. Te miro, tiemblas y aflojas tu vientre. Me seco las manos, murmurando algo entre mis labios, cosas para mí Es mi otro mundo, ese que dices que resulta ser tu competidor, del que también tienes celos.
Salgo de baño y vamos a la sala común. Nos tomamos de la mano, así te entibias y la excitación se te brota más. Me coloco ante el sillón, rojo, aterciopelado, donde te sentaste antes y te digo "mudamente", con un gesto que te desvistas. Te ruborizas, pero lo haces te entregas. Salen cada botón de entre tus dedos, poco a poco se abre tu blusa, la dejas abierta y con mi asentimiento te la sacas. Luego haces lo propio con tu faldita, tomándola, bajándotela y sacando una pierna y luego la otra, en una posición de cierto equilibrio precario. Pero, estás poniéndote muy caliente. Te digo que las guardes, en el armario. Me gusta que queden ordenadas, además de ese modo te veo deambular y observo tu cuerpo, tu manera de moverte y tú te relajas con esas acciones y te exhibes para mí.
Todos esos hechos, se agolpan en tu mente, en tus retinas y en tu piel, es por eso que pareces sentirte acariciada en un global mimo. Te empiezas a reconocer, con ganas de sentirte penetrada. Sacudes tu cabeza, y tu cuerpo se destensa por tu dominio de el. No sabes si te tomaré, con penetración, lo deseas quieres sentirme entrándote y dentro de ti. Eso es superior, te pones delante, paradita y te miro toda, una vez, otra más y la tercera vez me confirman tus ganas. Te has arreglado bien.
Te digo que pongas un pie sobre la cama, encima del colchón, sí ahí en la parte de abajo. Lates, esperas, tiemblas y deseas que siga. Mete la mano detrás, si entre la tira elástica de tu braga y tu piel, acaricia tus nalgas con el envés, una vez y otra. Te encaras conmigo, pues el sillón está detrás, pero a un lado. Te veo tanto de cara, por tu torso y con tus tetas guardadas dentro de tu sujetador y miro tu mano. Se que deseas contacto en tu "coñito", aun de tu misma mano.