Sumisa desvístete para mí y espérame disponiéndote toda tu 2.
Estas húmeda, lubricada y estas enloqueciendo de ganas. Por eso, me alzo, voy a por la maleta, entro en el aseo, dejándote ahí en la sala de espera, "esperando la intervención de amor". Y vengo con la fustita, de goma de doble lengua, con mango de figura de caballo y con otra más larga, y lengua doblada y de cuero. Son mis ayudas, para domarte y tomarte a ti.
Te digo, desde el baño, que cierres los ojos, cosa que haces. Estas, dispuesta y expectante, deseosa y queriendo que te haga algo. Una cosa u otra, no importa demasiado que sea
Y estando, en tu embravecido mar de deseos, notas que paso, que estoy a punto de tocarte. Ahí, ahí... Mi aliento está sobre tu cerviz y esa acaricia te hace desear más. Y tú, ahí con una pierna encima del colchón. Te digo que bajes la parte de la braga, y lo haces. Pero no ocurre nada. Te sientes como una "gilipollas" con ganas de mirarme y de que te deje tocarme, besarme. Y sientes: Zas, zas, zas, zas, zas, zaaas .
Conmovida, ahora si eres consciente de los fustazos de la ayuda de doble lengua. Más, eso despierta la otra parte de ti. Te acarició con la mano esas nalgas. Dejo, esa "ayuda", la fusta usada, junto a la otra que esta sobre el colchón y así meto mi mano dentro de tu braga, te acaricio. Mi mano aplana tu pubis y presiona. Hago acción como de ventosa. Y el borde de mi muñeca te hace presiones, círculos y una acción continuada te hace inquietarte y abandonarte.
Pones, una de tus manos sobre el colchón para tener más base- y con la otra en tu cadera izquierda. De ese modo, te quedas como un ánfora de cinturas para arriba. Lloras, mejor dicho, unas lágrimas de felicidad y provocadas por el castigo bajan por tus mejillas. Mis dedos rozan los bordes de tu monte de Venus. Tu vulva se me abre, te rozo el botoncito, un rato. Círculos, serpenteos y te mareas de placeres y gusto.
Tus nalgas queman, arde tu piel, ese culito de melocotón. Se dibujan las marcas y el color de los fustazos, se marcan bien. Meto mi mano izquierda, mas adentro. Estoy detrás de ti, y me plego contigo, vestido. Pero me he sacado la chaqueta, que he puesto, mientras te miro, en el respaldo de la silla de la mesita, donde esta el muestrario de tus cosas, para esta sesión de doma. La mesa está a la derecha de la cama (al lado contrarió del sillón). Entra claridad, por la amplia vidriera, que cubre ese lado de la habitación (que da a la plaza). La vidriera cubre y es toda la pared de ese lado. Las persianas están subidas y entra mecha luz, para iluminarnos.
Meto, ahora la mano, la muñeca y el brazo, por dentro de tu braga. Te acaricio el vientre y subo más. Te aprieto tus pechos, los toco, estiro tus pezones, uno cada vez. Tomo la gusta larga, la de lengua "doblada haciendo ()" y te doy toques, sacudidas en tus nalgas y baja espalda. Te libero del sujetador de cada lado, mientras reparto, mis golpes de fusta. Te ayuda sentirte cariño y castigo, es decir las dos formas de hacerte vibrar, unidas en una sensación de conjunto. Luego, te vas entonando y escalas las cimas del goce. Paramos un poco, para que cambies de orientación, sustituyes una pierna y pie por el otro.
Así, esta vez te hago cabalgar, te meto la mano por debajo de tu brazo derecho y te azoto con la mano izquierda. Estas vuelta hacia la vidriera, en dirección contraria a la puerta, mirando a la mesa y a la cortina. Y te va viniendo el placer, miras las cosas en la mesa, ves mi mano tocándote y notas mi tacto y las sacudidas de la ayuda. Y miras, una de las fustas de ayuda, la de doble lengua de goma. Te mojas, te sientes terriblemente excitada y tomada.
Tu oído, oye como te digo nuestras cosas, hueles tu propia excitación. Tu sexo rezuma, si pasa de tan empapada que estás. Eso te pasa a ti, que antes de conocerme apenas gozabas. Todo cambió, en ese sentido, como de la noche al día. Te has bajado la braga, a mi indicación, tras recibir ese ruego de tu parte y notas las gotas saliendo de tu "chocho", caliente como estás. Te olvidas de tu madre, de tus hermanos y de tus amigas. Quieres que esto siga, por horas. Y ahí, tiemblas y te apoyas en la cama y en mí, para no caerte. Te viene el placer y cabalgas como una yegua, enceladamente gimes y luego gritas "palabras sentidas", mi nombre y que siga.
Luego, lentamente te ablandas, te recojo. Tu sexo, conmigo parece que se recoge y se dilata. Siente que me cuelo, por todo tu ser y te hago sentir feliz. Dejo que te apoyes, cambiando ahora de pie. Y te beso y acaricio toda, apretado a ti, besándote, de un lado de tu cara y de la otra. Suelto tu sujetador y te bajo las bragas Las dejo sobre la silla, y te tiendo en la cama. Pongo, las "ayudas" en la mesita, junto a las otras cosas. En la silla están tus bragas y yo me desvisto. Me pides hacerlo tu, te dejo te entiendo siento tus manos, desabotonar y irme descubriendo.
Has pensado tanto en este momento, como en los anteriores y los posteriores y me sacas la camisa, aflojas el cinturón y lo acaricias. Se te vienen, hilillos de flujos y reflujos. Sabes, que ese cuero negro, tomado en mi mano, va a acariciarte (hasta me lo pedirás, alguna vez). Dejos que afluyas, en tus ganas de tenerme, te corres ante mí muy abundante y entregadamente.
Me desabotonas el pantalón, quitas el cierre y me bajas la cremallera. Tu mano, no se resiste y me rozas el paquete, me miras. Sabes que me doy cuenta, para y vuelves a excitarte. Levanto un pie y luego el otro. Sacas el pantalón, lo colocas en el asiento de la silla, me miras así. Te digo, que lo coloques en el armario, tras la percha lo pones. Tu ropa esta al lado de la tuya, rozándose. Tú me dices que te deje sacarme los calcetines. Me siento, vas al lavabo, tomas una esponja y una toalla, me humedeces cada pie, cada dedo y sus separaciones. Los tobillos, la planta y el talón, el envés.
Luego, me pides una merced y no es otra que la de lamerme los pies, primero arrodillada y más tarde extendida y tumbada sobre la alfombra. Me lames y te acaricias, tu cara y tu cuello, con mis dedos.
Te sientes toda sedosa, estás entregada y has dejado de ser aquella chica "dudosa" que antes fuiste. Pones una mano, entre tus piernas y las mueves. Ves que te miro, pero quieres seguir, me tienes finalmente a tu lado, contigo. No vas a ser vergonzosa. Te tocas, y haces que mis dedos se muevan por tus pechos. Te entiendo bien, quieres que te pise y acaricie tus tetas. Mi persona, mis caricias y mis palabras se van hendiendo en ti, tomándote tu intimidad, tu corazón y tu mente.