Cuando estamos solos los dos: Todo se transforma
Cuando estamos solos los dos. Amarrados así como estamos, nos surgen chispas. Son centelleantes agujas de amor que vienen y que van; así, del uno al otro.
Son sentimientos, que nos damos y que manifiestan los coloridos y la textura de las emociones, pero presentados sin alterar, sin artificios, naturales.
Y nos sentimos siendo dos caminos, que se encontraron y se juntan, aunándose para formar una vereda común; compartida por cinco ramales de cada uno, si así nuestros 5 dedos, se entrelazan juntos.
Por la vida, puede parecer que, por circunstancias y avatares se distancian en algún momento. Pero no es tal, la aparente separación es una toma de perspectiva, que el destino ha puesto.
Y al latir la necesidad del otro se crea una angústia, que nos dá el querer ser, nuevamente compañeros. Y en eso nos unimos con nuestra vista, luego con la palabra y gestos; y al cabo, con nuestros pasos acercándonos y dándonos nuevamente.
Si cuando pasamos, esos momentos de soledad; sea propiamente o esa otra soledad, rodeados de otras personas. En esa vivencia, ese clamor de nuestras entrañas nos llama a compartirnos, como dos polos que se llaman con poder mágnetico.
Todo el tiempo nos sabe a poco, por que compartirnos es respirarnos y hasta tomar alimento uno del otro, beber de la persona amada y alimentarla con amor. Y la entera persona, pide sentir esa inextinta llama, ese anhelo de ser ambos una simbiosis en perfeccionamiento de amores.
Nuestras noches, no son sino la oportunida de que con nuestros íntimos rocios, pongamos gotas de cada uno en el otro. Lo hacemos, y los albores del día, muestran el deseo despertándose y floreciendo para quien amamos.
Yo cada día me abro a tí, y contigo vivo, respiro y soy. Y que soy, pues una parte de tí y que aspira a tener esa otra parte, de lo que somos. Y me digo, que como es posible, tener esas múltiples partes de ti, que cotidianamente me das. Esa parte tuyas, las reuno, las alimento y se infiltran dándome más ganas de tomar de tí... que tan generosa y libremente te me das.
Niña bonia, mi chiquitina: Tu amada, eres sortija en todo mi ser: en mi pensamiento, en mis latidos y en mi entera piel, nervios y carnes. Y cuando, entre mi mismo cuerpo palpitas, me das lo más bello de tí como mujer, como amiga y como amante y amorosa. Te siento como una rosa de carne, que te despojas de las espinas. Tanto te esfuerzas que, para no dañarme te clavas esos apéndices de tu tallo, para librarme a mí de ese dolor.
Mi ojos, al divisarte se me salen de mi cara y se van a tus pies, suben por tus piernas y aprietan tus rodillitas. Y despabilandose y ayudados de mis manos, se pasean entre tus muslos. Con ánsias toman, todos mis sentidos, tanto como pueden, de esos pequeños sortilegios de placer, que tu nos regalas a ambos (a tí y a mí).
Y yo, te correspondo, con mi corazón abrazándose al tuyo y extendiendo mi ansia de conquista, en las lomas y mesetas de tu cuerpo. Y si entro, osado en la sinuosidad, de tu más profunda intimidad: TU ME REGALAS TU PLACER; QUE JUEGA CON EL MÍO, A LA PAR.
Todo se transforma, pues nuestros corazones, todo lo exponen, para que nos esforcemos en neustro querer.
Y te amo.
Kharlo