Las dos hermanas santeras y mi arisca jefa I.
RESUMEN para quien tiene prisa
(Os recomiendo leerlo todo):
Tu mi jefa, me negaste las vacaciones, también me impediste realizar el horario que me correspondía, en derecho y legitimidad. Perdí peso, debido a tu ansia de dominación y tu mal hacer.
Tras ingerir algún alimento, que no comer con placer, ni con ganas, retornaba; las tardes me eran un suplicio. Tal vez, hasta te gustaba enloquecerme Lo pasé muy mal, sin comer y durmiendo pésimamente.
----La insospechada aventura----
En el viaje a África, todo fue corriente, exótico, distendido. Y, en Senegal hice amistad con una familia, de 10 personas. Y observé la serenidad del grupo, un padre o señor de familia, cuatro mujeres y 5 hijas, de distintas madres (todas estas hijas, de edades que oscilaban entre los 18 y 7 años).
El comportamiento era distinto, no discutían entre sí y además miraban con respeto al "señor de la casa"; más que casa eran una chabola múltiple, con 4 áreas separadas y un cubículo central.
Es curioso que entonces, siendo el segundo hombre de la casa, recibía un trato semejante al del "pater-familias". Ya que en mi estancia allí, empecé a tener sueños en los que tenía a mi cruel jefa, arrodillada ante mí mesa: las primeras veces vestida, luego se iba sacando el jersey, la falda, los zapatos, el sujetador y hasta la braga o tanga. Pero, cada vez se postraba más ante mí, y permanecía arrodillada como una perrita. Y lloraba desconsoladamente.
Y además, yo mismo era atendido muy correctamente; recibiendo un trato, por las mujeres adultas semejante al de las siervas, para su señor. Pensaba en la suerte de tener este trato, que me hizo recuperar el optimismo y las ganas de comer.
Y pensé en darle algo al "padre de la casa", no sabía como ajuntar el precio, pero recombine que si el trato es excelente, el pago ha de ser excelente. Y recombine, conmigo mismo en darle un billete de 500 uros y un reloj.
No se que, el caso que al poco, noto un cuerpo a mi lado y unas manos recorriendo mi cuerpo. Encueradas, a mi lado mirando a su padre y haciendo asentimientos con la cabeza.
Y, tras ese discurso, de no más de 5 minutos, cogió un punzón y se picó el cuello, picó a sus hijas, en semejante lugar Al regreso, tal vez, hubiera tenido problemas, pero ellas "convertidas en mis esposas",, llevaban consigo papeles perfectamente dispuesto, los mostraban a la menor solicitud, se reían y como en un santiamén todo resuelto Ni una protesta de los guías de la agencia, más bien estaban acollonados (acobardados o acojonados). Y otro tanto en el aeropuerto, mira por donde el pasaje de ellas, estaba pagado; por el seguro de vuelo, que incluye el retorno con los familiares allegados (son mías, esposas, concubinas o algo así ). Bueno son mías, y todo eso anterior y son doncellas, de las más competentes.
Las hijas del bangda Yñutog, el poseedor del bangré más poderoso del Senegal; ellas son lo mejor de mis días y noches. Prestas a hacerme feliz y a enseñarme en sueños, pues me susurran el saber, según la escuela de su padre. Están profundamente enamoradas de mí. Yo no lo he sabido hasta ahora, pero ellas ya sabían que llegaría alguien de lejos, con quien compartirían su vida y con quien estaban destinadas a vivir desde felices. Y sabrán quien es, pero todo se confirmará con 2 papeles violados (que vinieron a ser mis billetes de 500 uros).
Te he estado observando, tú te sientes muy segura de ti misma y miras a las personas por encima de los hombros, como sacudiendo el polvo. Nos tratabas a tus subordinados como a simples ratas o cucarachas. Y tú, endiosándote en tus buenas maneras, presumiendo de tus estudios y de tu alcurnia.
Todo eso era tolerable, aceptable; me molestaba, pero no hubiera pasado nada Hasta que empezaste a abusar de tu posición, para encargarme ir a por tus cigarrillos, y que te sirviese el café, me ridiculizabas, ante otras personas.
Empezaste a hacerme quedar, imponiéndome unas obligaciones que no se correspondían ni a mi sueldo, ni al empleo que vengo desarrollando. A tu antojo y según tu conveniencia, me hacías quedar fuera del horario, para realizar cosas que eran de tu incumbencia y no de la mía. Y me criticabas, cuando tenías oportunidad. Me hiciste pasar unos malos días, me empecé a deprimir, perdiendo el apetito y siéndome imposible dormir.
Me negaste las vacaciones, también me impediste realizar el horario que me correspondía, en derecho y legitimidad. Y empecé a sentirme mal, perdí peso, me desorienté y tu ufana aún insististe en darme más cargas. Tuve que dormir a base de somníferos, prescritos por el médico de cabecera. Perdí peso, debido a tu ansia de dominación y tu mal hacer.
Entraba a trabajar pensando en el desayuno, tras el cual pensaba en la hora de comer. Tras ingerir algún alimento, que no comer con placer y ganas, retornaba; las tardes me eran un suplicio. Pues tú te pasabas en sobremanera; riéndote de mí, obligándome a barrerte el despacho, a cambiarte muebles y hacerte encargo ridículos (como numerarte las llaves, y las puertas).
Mi mesa, la situaste en la escalera; quedando con escasa iluminación y ninguna intimidad. No digo la de veces, que me tuve que recluir entre las paredes del lavabo y sollozar, para impedir que te jactases de mi llanto y mi pena. ¡Me puteaste, grandísima zorra!
Tanto daño me hiciste como se te antojó, supiste de tu poder y te gusto hacerlo "a beneficio de inventario". Lo aceptabas ser déspota te iba bien, y si aparecía una culpa, se las cargabas -como siempre- a alguna persona subordinada. Esa era una de las tantas muestras , en como me torturabas, por tu perversidad.
Era indiscutible, no que yo no aguantaría mucho más, pues explotaría en un momento u otro. Hasta me dijiste:
--Rosa Mª: ¡si quieres llorar o gritar, entra en el lavabo y hazlo!
[Te dabas perfecta cuenta, pero proseguías. Tal vez, hasta te gustaba enloquecerme Lo pasé muy mal, sin comer y durmiendo pésimamente. Temía cualquier cosa, de tu corazón duro y malicioso].
Mi mente empezó a acelerarse, mis sueños eran en función de devolverte algo de lo que me dabas a mí y a otra mucha gente. No sabía cómo desquitarme contigo, pero lo deseaba enormemente...
Hasta mi familia, me notaba cada día pero y se vio afectada por tu pérfido proceder. Y así, a punto de hundirme del todo, viajé al África y encontré lo que tanto deseaba, algo de paz y un encaje de mis deseos y la realizad.
Pueden decir que fue casualidad, o finalmente el destino hizo justicia, pero yo creo que fue El Creador, que dispuso de esa forma tu justo pago y me puso la solución en mis manos, ante mis ojos de la manera más inesperada.
----La insospechada aventura----
En el viaje a África, todo fue corriente, exótico, distendido. Y, en Senegal hice amistad con una familia, de 10 personas. La cosa empezó, por carecer de hotel en esa localidad de nombre impronunciable Dhichojuí-tzanse (suena así transliterado). Y observé la serenidad del grupo, un padre o señor de familia, cuatro mujeres y 5 hijas, de distintas madres (todas estas hijas, de edades que oscilaban entre los 18 y 7 años).
El comportamiento era distinto, no discutían entre sí y además miraban con respeto al "señor de la casa"; más que casa eran una chabola múltiple, con 4 áreas separadas y un cubículo central. Ahí, empecé a sentirme mejor conmigo mismo. Es curioso que entonces, siendo el segundo hombre de la casa, recibía un trato semejante al del "pater-familias".
Al punto, que tras surgir un contratiempo, la agencia disculpándose, me hizo saber que, por dificultades y para mi propia seguridad, debería de permanecer por quince días allí. Además me añadieron, que sería indemnizado y que no sabían como compensarme, por la tardanza en el regreso.
Eso no me supo mal, sino todo lo contrario. Ya que en mi estancia allí, empecé a tener sueños en los que tenía a mi cruel jefa, arrodillada ante mí mesa: las primeras veces vestida, luego se iba sacando el jersey, la falda, los zapatos, el sujetador y hasta la braga o tanga. Pero, cada vez se postraba más ante mí, y permanecía arrodillada como una perrita.
Ella, se encargaba de que la gente marchase y se esperaba, para hablar conmigo. Me invitaba a tomar algo, traía unas pastas y hablaba de que ahora reconocía lo incorrecto de su trato hacia mí. Y lloraba desconsoladamente. Pues cuando se acercaba a mí, para tocarme yo me hacía humo, con lo que no podía ni rozarme.
Todo esto me parecía extraño, pero no me desagradaba. Y lo curioso, es que previamente a eso, estaba a solas con Yñutog, el pater-familias de mi residencia. Estábamos a solas y hablábamos, cado uno en nuestra jerga, pero nos entendíamos, de algún modo, mirando un fuego que el "buen hombre" removía, y al que echaba unos polvos, siempre al iniciar mi charla.
Sólo y por algún motivo, reconocí que esta familia, recibiría alguna compensación, más que ésta sería insuficiente, para sus necesidades. Y además, yo mismo era atendido muy correctamente; recibiendo un trato, por las mujeres adultas semejante al de las siervas, para su señor. Pensaba en la suerte de tener este trato, que me hizo recuperar el optimismo y las ganas de comer.
Y pensé en darle algo al "padre de la casa", no sabía como ajuntar el precio, pero recombine que si el trato es excelente, el pago ha de ser excelente. Y recombine, conmigo mismo en darle un billete de 500 uros y un reloj. Con esa idea, saque del bolso de mi riñonera uno de los 3 billetes de 500 uros (ahí los llevo, para emergencias). Y del mismo modo, tome mi reloj automático y mientras hablábamos, puse una cosa y la otra, del lado del buen hombre.
Y por no se que, espontáneamente le hablé todo lo que me dolía lo de aquella mujer, mi jefa y mis sueños. Y de sus familia, de cómo lo tratan y lo afortunado que es. Y por, algo de mi mismo, le di las gracias y le tomé la mano. Para poner en ella esas cosas, y otro de mis billetes de 500 uros.
El hombre, no retiró la mano, pero con la otra, hizo un gesto como de sacarse algo de sí, desde la altura de su corazón y entregármelo esa parte de sí al mío. Y, yo sólo pensaba en tener este bienestar siempre, pero echo más polvos y dijo unas palabras. No se que, el caso que al poco, noto un cuerpo a mi lado y unas manos recorriendo mi cuerpo.
Pero, cuando miro, como en trance, me quedé pasmado eran dos de sus hijas. Encueradas, a mi lado mirando a su padre y haciendo asentimientos con la cabeza. Ese hombre, les dijo y mando cosas; y yo entendía parte de eso, que como pues no me lo preguntéis pero así fue.
Y, tras ese discurso, de no más de 5 minutos, cogió un punzón y se picó el cuello, picó a sus hijas, en semejante lugar. Y cágate, que me meo; me picó también a mí. Tras un rato, con sus yemas fue tomando del reguerito de sangre de los 4, tomo un poco del suelo y dijo "OISSASS Tu".
Y yo, para que deciros que más raro que si toca un cangrejo en esos lugares, asiento con lo de las atenciones de sus hijas. Pero, entendía que estarían conmigo, como acompañantes de cama, y lo fueron. Pero, lo que no entendía, hasta el cabo de los 15 días, es que eran mías.
Se ve, que le caí bien por respetar sus cosas y entenderlo. Y por, alguna de esas cosas del destino, él se enteró de mis sufrimiento con la malvada ROSA Mª (mi jefa, la cabrona). Y algo, fuerte si que es que se vinieran conmigo sus hijas (Shatja de 18 y Kgaggesa de 15 años).
Tal vez, hubiera tenido problemas, pero ellas llevaban consigo papeles, los mostraban, reían y santiamén. Ni una protesta de los guías de la agencia, más bien estaban acollonados (acobardados o acojonados). Y otro tanto en el aeropuerto, mira por donde el pasaje de ellas, estaba pagado; por el seguro de vuelo, que incluye el retorno con los familiares allegados (son mías, esposas, concubinas o algo así ). Bueno son mías, todo eso y doncellas, de las más competentes.
No se como se las apañan, pues vivo en Barcelona, pero compran y sin salir de hablar en su jerga se hacen entender. Traen comida, yo no pago, pero ellas de algún modo sacan las cosas. O se las dan, pero los vecinos se van acojonando, cuando entran con gallos vivos; y luego los desangran y tienden al raso de la noche, atados de las patas, a las barandas del balcón.
No las trato ni con mucho como su padre, que no las dejaba ni mirarle de frente. Eso me lo agradecen, y se turnan en darme el desayuno, vestirme y asearme.
Si una me prepara el desayuno, la otra me hace la comida y la vez siguiente le toca alternar la cena. No se pelean ni discuten nunca. Ellas se arreglan el pelo, se lo tiñen o untan con algo, pero esa esencia es agradable.
Y en casa, van ligeras de ropa: con unas faldas cortas, de hechura occidental, pero semejanza africana y con un remedo de top cortito, o en sujetador, a veces cubierto por una camiseta o jerséis finos. Todo con la mayor armonía entre ambas, que se consultan y deciden quien pasará la noche conmigo.
La particularidad es que, la que duerme no madruga ese día y es la ocupada de hacer la comida y ser como digamos que la señora, la otra ese día es más servicial con ella. Y, ignoro si hay problemas de empadronamientos de extranjeros.
Con ellas es todo fácil, como coser y cantar; por cierto cosen y cantan, en su lengua. También hacen como unas oraciones. Y yo, hago las mías; me observan y se pasman; pues uso parecidas cosas a su padre.
Tratan mis cosas con sumo cuidado, asean y limpian, decoran la casa. Me tienen contento, especialmente por las noches. Cenamos los tres, sonriendo y con bromas hasta empiezo a entender más su jerga y ellas la mía. Y, son muy ardientes, sin negarme nada, pero os digo que no niegan nada de nada.
Más les hago, más sumisas se muestran, más bien me tratan, mejor cara me ponen. Y por la mañana se cuentan sus cosas, para saber lo que me gusta y que cosas le hago.
Aprenden pronto, y me quieren con locura. No se, no me importaría haberlas conocido 15 años atrás; pero ahora, son una delicia. No veáis las caras de mis beatonas vecinas y de las modernillas, que me veían como eso un solterón, con aventurillas.
Ahora, se preguntan que a saber que les daré para que estén tan risueñas y agradecidas. Ah, de tomarle el pelo, se guardan mucho. Una dependienta, del barrio se rió de una de ella y recibió 2 sonoras bofetadas de cada una, y un par de añazos de los de gata fiera.
(Continuará)
Kharlo