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Corridas místicas

en Textos educativos

CORRIDAS MÍSTICAS.

Esta lección, por llamarlo de alguna manera, la coloco en el foro para una mujer a la que quiero mucho y que hoy no asiste a clase por motivos que a ustedes no les interesan. Se que tomará sus apuntes correctamente y que dejará la biografía de la Santa de Ávila, que nunca termina de leer, porque aquí se la resumo en lo más básico. Voy, pues, directamente al tema que para ella escribí:

 

Santa Teresa de Jesús.

Nació en la ciudad de Ávila, el 28 de marzo de 1515. Nieta de un marrano, como se denominaba en España a los judíos conversos, de nombre Juan Sánchez, que opto por el cristianismo en 1492 para eludir la expulsión y la inquisición. Cuando más tarde se ve bajo la lupa de la Inquisición abandona su apellido y adopta el apellido del hermano de su esposa cristiana, Cepeda.

Su padre Alonso de Cepeda, avanza aun más su estatus social casándose con Ahumada que se encontraba embarazada del hermano de Teresa a los 14 años de edad. Ahumada pertenecía a una importante familia de Ávila que contaba entre sus ancestros a caballeros que lucharon contra los moros para reconquistar Castilla. Así Teresa de Cepeda y Ahumanda llego al mundo 23 años después que Colon llegara a América.

A los siete años, desarrolló una predilección por leer la vida de los santos con su hermano Rodrigo que era casi de su misma edad. Las dos tiernas mentes impresionadas por las cosas que leían se ven afectadas psíquicamente al punto de repetir incansablemente:

"Gozarán de Dios para siempre, para siempre, para siempre . . ."

Al hundirse aún más en esa locura, Teresa y su hermano llegan a la conclusión que los mártires habían obtenido la gloria a un precio demasiado bajo y deciden escapar de casa con el objetivo de ser asesinados por los moros y así morir por la fe. Por suerte en Ardaja se toparon con un tío que los devolvió a su familia.

Pero el daño ya estaba hecho y los pequeños traumatizados, deciden vivir como ermitaños en su propia casa. Teresa cayó en una gran depresión y mirando por horas un cuadro en su habitación repetía constantemente la frase:

"Señor, dame de beber para que no vuelva a tener sed".

El estado en que se encontraban estos dos pobres pequeños por fortuna no era permanente. Teresa y Rodrigo crecieron, empezaron a leer novelas de caballerías, les gustaban tanto que no podían estar sin ellas. Esto les abrió sus jóvenes mentes a un mundo más bello y atractivo.

Poco a poco la joven Teresa empezó a interesarse por la moda, a vestirse bien, a bañarse y a usar perfumes. Ante tales acciones su padre comenzó a preocuparse. Se transformó en una muchacha tan bella y coqueta que consiguió novio y "casi" (sic!) pierde la virginidad a los 16 años con su guapo primo. Una verdadera lástima que el primo no la hubiera follado hasta hacerla correr seis o siete veces, pero tengo la impresión que, aunque joven, era otro cristiano viejo que no supo metérsela hasta el útero. Era pecado moral.

Al notar el desarrollo natural de la adolescencia en la muchacha el padre decide tomar cartas en el asunto y rápidamente la envía al convento de las Agustinas.

Por segunda vez en su vida la desdichada muchacha se ve atrapada en la maquinaria del adoctrinamiento. Esta vez la envolvería de tal forma que no pudo escapar. Al concluir su adolescencia comenzó a sufrir de una variedad de condiciones destabilizadoras, en su mayoría psicosomáticas, que la dejaban paralizada y adolorida. No es de extrañar; las contenidas ganas de follar, el no poder dar rienda suelta a su potente líbido le hicieron ver visiones y a otra en su caso también lo hubiera ocurrido lo mismo, por lo menos en aquella época.

Trató de llevar una vida normal hasta donde podía. Se resignó a ser monja. Su padre se dio cuenta del daño que había ocasionado, pero ya era muy tarde, su mente estaba condicionada dentro del "dogma" y decide en 1535 entrar al Convento de la Encarnación de las Carmelitas contra los deseos de su arrepentido padre.

Pero no era todo horrible allí. Allí se vivía un ambiente "relajado" debido a las opulentas donaciones de los parientes ricos de las monjas. Las Hermanas usaban costosos hábitos de sarga negra, vivían en amplios y confortables dormitorios, recibían visitas constantemente y participaban de los "galanteos de monjas", coqueterías supuestamente castas entre las hermanas y los visitantes varones, pero que, normalmente, terminaban follando a destajo. Teresa se especializó en los "galanteos" recibiendo a muchos admiradores detrás de la ventanilla del convento. También recibía numerosas visitas de sus parientes Cepeda y Ahumada. Aunque tomo el nombre religioso de Teresa de Jesús, el aristocrático convento le permitió mantener su título de nobleza de Doña Teresa de Ahumada.

Pero sus acciones en los galanteos tuvieron un precio emocional. La Santa desarrolló un fetiche hacia los Cristos ensangrentados manifestando profunda agonía. La pobre necesitaba una buena tranca que satisficiera sus ansias de sexo y la pusiera en el mundo del placer, borrando de una vez sus desvaríos místicos que no fueron otra cosa, a mi parecer, que el ansia de follar contenido durante años.

Ella cuenta como en una ocasión, al detenerse ante un crucifijo muy sangrante le pregunto:

"Señor, ¿quien te puso así?

y le pareció que una voz le decía:

"Tus charlas en la sala de visitas, esas fueron las que me pusieron así, Teresa".

Ella se impresionó y echó a llorar. Desde ese día no volvió a tomar parte de los galanteos.

Su experiencia con el Cristo sangrante fue impactante. En sus Memorias Teresa misma describe como durante 20 años ella fue "una malvada mujer", la "mas malvada entre las sucias" y era "digna de la compañía de demonios infernales" como ella lo describe en su memorias.

La obra escultórica de Bernini plasma el estereotipo de Teresa de Ávila, una mezcla entre lo erótico y lo histérico.

Jacques Lacan es mucho más directo y vulgar al decir que "Usted solamente tiene que ir a ver la estatua de Bernini en Roma, para darse cuenta que se está corriendo".

Pero Teresa nunca dejó ser una mujer de alto contenido sexual. Phyllis Mc Ginley nos cuenta que ella realmente tenía un alto libido sexual. Continuamente se enamoraba y desamoraba de hombres, incluyendo por lo menos uno de sus padres confesores.

El primero que realmente la pudo satisfacer fue su padre confesor, un "gran admirador de la Virgen Maria," especialmente "de su concepción," pero también de otra mujer del lugar. Obviamente estas dos mujeres llevaron al pobre monje a su límite que murió un año mas tarde seguramente de inanición a causa de pérdida seminal demasiado abundante para un hombre de su edad.

Hacia el final de su vida desarrolló una obsesión hacia el Sacerdote Gracián de la Madre de Dios, un hombre que ella duplicaba en edad. Ella dice que lo reconocía como una figura de los Cantares de Salomón. Sólo le faltaba a la pobre mujer una lectura casi porno como es el Cantar de los Cantares de la Biblia, para acabar de trastornarla.

El diablo, ese tentador, siempre estaba acechándola, especialmente después de esa treta del destino. Hasta que el Señor Jesús vino a su rescate. Esto ocurrió en el monasterio de Veas, donde se puso un anillo en señal del divino matrimonio. Al principio el Señor mostró solo su mano, solamente después mostró su cara y así poco a poco la totalidad de su cuerpo. "Ella no podría haberlo soportado todo de una sola vez."

Pero su más conocida característica era la poesía, así, Teresa se transformó en una poetisa de amor, viendo "la bandera del Señor erguida," la cual se transformó "en la torre más alta," y mientras, "¡los árboles se llenaban de savia!". Naturalmente, mejor no lo puede expresar, porque el falo y el semen de un hombre lo veía la pobre e insaciada mujer, por todas partes.

Para el propósito de este relato simplemente diré que fue la víctima de una sociedad que reprimía los insititos naturales de la sexualidad. Es merecedora de lastima y de ninguna manera de burla. Teresa sobrellevó su problema de una forma muy digna, mediante la poesía y la escritura. Después de todo no estaba muy lejos de los clásicos al seguir la tradición mística de relaciones entre mujeres mortales y hombres dioses.

Pero como ella, existen una inmensa cantidad de santas que también levitaban con el ansía de ser bien folladas. Ese es el caso de Santa Catalina de Siena que se hizo un anillo de boda con la piel del prepucio circuncidado de su amado Jesús El Nazareno. La noche que se celebró el matrimonio en presencia del Arcángel San Gabriel, de San Pedro y de La Santísima Virgen la madre de Jesús, que tiene tela la visión y el deseo contenido de la líbido exasperada, se lo puso en el dedo y con él fue sepultada.

Sor Inés de la Cruz, de quien no hay que leer más que sus poesías eróticas para darse cuenta de las reprimidas ansias de un potente macho que la hiciera disfrutar del placer del sexo hasta saciarse. De ella los versos que comienzan así: "Hombres necios que acusáis/ a la mujer sin razón/ sin ver que sois la ocasión/ de lo mismo que culpáis. O sea que somos los hombres los que ponemos el deseo en las mujeres. Así, que ya lo saben los muchachos de éste aula, a cascársela y que las folle un pez que tiene la picha fresca.

Santa Magdalena de Pazzi, por ejemplo, era masoquista, gozaba con el dolor, y se clavaba en todo el cuerpo astillas y clavos revolcándose por tierra como una posesa. Decía: No morir, vivir para sufrir.

Las auto-torturas de Santa Magdalena de Pazzi son una viva ilustración del masoquismo institucionalizado. El estudio de su psicología es un mapa de la psiquis del religioso auto destructivo.  La información que tenemos sobre sus actividades masoquistas provienen de sus hermanas religiosas, confesores y superiores, ellos nos dicen que el dolor proviene de tres fuentes en la vida monástica. Primero la auto mutilación, segundo los dolores provenientes de los ataques de los demonios que la torturaban y las enfermedades naturales.  Muchas mujeres, no sólo las santas místicas, obtienen de su masoquismo el orgasmo que de otra manera no conocerían.

Recojan sus apuntes.

La clase ha terminado.

Hasta mañana.

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