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Cuando hierve la sangre (2)

en MicroRelatos

CUANDO HIERVE LA SANGRE 2

Andrés fijó su mirada en los muslos separados de Davinia, y sus caderas se movieron más rápido, el sonido de su vientre golpeando el trasero de Casandra creo una indescriptible excitación en Davinia. Ella elevó sus manos a sus pechos y se los apretó, casi dolorosamente, mientras Casandra sorbía más fuerte su clítoris. Repentinamente, Casandra se puso rígida, y echó su cabeza hacia atrás con un fuerte rugido, atravesándola el orgasmo. Cuando su liberación terminó, cayó de lado sobre el colchón, liberándose del miembro de Andrés.

Andrés clavó los ojos en Davinia, sus muslos todavía abiertos y separados para su examen. La mirada de ella se dirigió a su pene, rojo, con las venas muy marcadas y refulgentes.

— Tuya, tú lo ordenaste.— Dijo él, doblándose para coger sus tobillos, arrastrándola por la cama hacia él.

Davinia cayó de espaldas sobre el colchón, y su mirada quedó atrapada con la de él.

Tómame – dijo, enganchando sus antebrazos debajo de sus rodillas, él levantó su trasero de la cama y se zambulló dentro de ella con un grito.

La tensión, caliente, exasperante, empezó a expandirse dentro de ella, emanando desde su vientre a su sexo, mientras él embestía con sus caderas, entrando más y más profundo dentro de ella. Casandra gateó hacia ella, tomando el pecho que tenía más cerca dentro de su boca, moviéndose sobre el pezón, succionándolo y atacándolo con sus diente. Una mano reptó hacia abajo, hasta que sus dedos encontraron el clítoris de Davinia, y lo agarró y lo hizo girar entre sus dedos.

Rindiéndose completamente a sus amantes, la espalda de Davinia se arqueó sobre la cama cuando una ola de sensaciones explotó en su vientre, y su vagina se apretó alrededor del miembro de Andrés, ordeñándolo. Con un rugido, su semilla se derramó dentro de ella, bañándola en una marea cálida. Cuando Davinia recobró trabajosamente la conciencia, oyó las risitas de Casandra. — No sabía que había tanto dentro de ti. Dios, estoy exhausta.— se tumbó al lado de ella en la cama, un brazo rodeando el vientre de Davinia. Andrés se estiró al lado de Davinia, la mano debajo de su cabeza, su pecho todavía agitándose por su trabajosa respiración.

Su brazo extendido descansó en el colchón sobre la cabeza de ella, y ella levantó su cuello para que él lo pusiera debajo. Emparedada entre dos cálidos cuerpos, Daviniase deslizó al sueño.

Andrés despertó en la oscuridad a la dulce sensación de dos lenguas lamiendo sus testículos. Una mano pequeña alrededor de su pene medio erguido, y una de las mujeres emitiendo risitas, Casandra, recordó él.

Ya está despierto.— Susurró ella.

No importa, chupémosle completamente.— Ordenó Davinia.

 

La verga de Andrés se endureció en un segundo. El aura de poder de una mujer, especialmente en asuntos de dormitorio, era el afrodisíaco más poderoso. Acostumbrado a guiar, dejar el control a Davinia para que hiciera lo que a ella le apeteciera era puro tormento. Encontrarla dirigiendo también las acciones de la otra mujer le puso un poco nervioso. Las lenguas reanudaron su dulce tortura, deslizándose a lo largo de toda su longitud, parando para aparearse ruidosamente en medio del camino mientras él esperaba impaciente que ellas recordaran que él era el objeto de su búsqueda.

Entonces se separaron, una de vuelta a sus testículos, la otra lamiendo un camino húmedo, ardiente, siguiendo hacia arriba los surcos de la cabeza de su pene. Cielos. La cabeza de Andrés cayó ruidosamente sobre la almohada y sus caderas se elevaron de la cama. Los labios situados debajo se metieron sus testículos en la boca, después los chupó dentro de una ardiente boca para bañarles con una vigorosa lengua. Los labios situados arriba se hundieron alrededor de su pene, succionando cuando se pararon, mordisqueándole ligeramente con los dientes. Incapaz de estarse quieto, empezó a dar ligeros empujes.

Necesitando tocar algo, trató de alcanzar a las mujeres, sus manos encontraron sus cabezas, pero ellas apartaron sus manos. Las mujeres se desplazaron en la cama, y Andrés contuvo la respiración, muriéndose por saber qué sería lo siguiente que harían. La cama se hundió al lado de su cabeza, y al mismos tiempo, muslos calientes se montaron a horcajadas sobre sus caderas. El calor de un caliente sexo se deslizó sobre su cara mientras otro se deslizaba hacia el extremo de su miembro.

Con un gruñido, Andrés elevó su cara para hundirse en la húmeda carne suspendida sobre su cara, haciendo girar su rasposa barbilla sobre el clítoris de la mujer. Su sabor no le era familiar... Casandra. Davinia estaba jugando sobre su miembro. Sus caderas hacían un movimiento circular, oprimiendo su verga, luego moviéndose de arriba a abajo con golpes cortos, duros, que frotaban su clítoris en el tieso pelo que rodeaba la base de su sexo.

— Dame tus pechos.— Dijo Casandra, y Andrés sintió a las mujeres inclinarse una sobre la otra, luego oyó la boqueada de Davinia y los sonidos húmedos y de succión que Casandra hacía mientras asía un pezón. Él sólo podía imaginar la expresión de Davinia. Le vino a la mente la imagen del abandono de ella cuando una mujer chupaba sus tetas, y ella usaba su pene como un vibrador para su propio placer.

 

Estoy en el infierno.¿ Cómo recobrar el control? Quita a una de la ecuación. Las caderas de Davinia se movieron más rápidas arriba y abajo sobre él, y Andrés reinició su asalto sobre el sexo de Casandra, lamiendo su clítoris con la lengua mientras deslizaba dos dedos dentro de ella. Ella se echó hacia atrás, apremiándole para que llegara más profundo. Ahuecando su mano, lentamente insertó su puño, y Casandra cesó de moverse, sus muslos temblando contra sus mejillas. Él empezó a retirarse.

No, no pares.— Imploró ella, y empujó hacia atrás, tomando su puño dentro de ella más profundamente, las paredes de su vagina ondulando alrededor de sus dedos.

—¡ Aha! Casi te tengo.

Entonces una mano se cerró alrededor de sus testículos, haciéndolos girar dentro de su bolsa, apretando suavemente. Los pies apoyados en el colchón, Andrés corcoveó debajo de Davinia, luego inició su propio ritmo de embestidas. Davinia se movió en sentido contrario, boqueando trabajosamente.. Casandra gimió y movió sus caderas, mientras Andrés abandonaba la precisión para dar pequeños golpecitos con su lengua alrededor de su clítoris. Cuando su orgasmo la golpeó, las paredes se apretaron alrededor de su mano, pulsando al ritmo del coro de sus gemidos.

— Oh, oh, oh...

 

Cuando los espasmos finalizaron, Andrés dio a su sexo un último beso y elevó su cara. Daviniahabía parado de moverse sobre su miembro, y su agitada respiración indicaba que necesitaba que él tomara el control sobre el arduo trabajo. Él sonrió a Davinia, listo para vengarse.

Oh Casandra, amor.— Incitó Andrés

Hum,¿ pirata?

¿ Estás preparada para ayudar a Daviniaa encontrar su dicha?

Seguro.— Replicó ella, su voz ronca. — Sólo dime qué quieres que haga.

Davinia jadeó, tratando de calmar su corazón, pero la voz de Andrés, su matiz bajo e íntimo a oscuras, junto con su enorme erección, causaban que su vientre y sus muslos temblaran de excitación. Esperó mientras él instruía a Casandra. El timbre de sus voces, una oscura y profunda, la otra clara y coqueta, hizo que casi perdiera el tren de la conversación.

Súbete encima mío, Davinia.— Dijo Andrés. Sus manos en su cintura la ayudaron a que torpemente cumpliese con susórdenes.

Date la vuelta, amor. Sostente en mí. Ahora, dóblate.

 

Vulnerable y expuesta, su vagina goteó. El calor que maduraba en su vientre creció convirtiéndose en una llama rugiente cuando sus manos acariciaron sus nalgas.

Separa las piernas, amor. Ella ensanchó su postura. Sus manos apartaron el interior de sus muslos.

Más.

Ella los ensanchó más, sintiendo que los labios de su vagina se abrían de par en par. El aire fresco lamió su suave carne interna.¡ Agradecía a Dios que estuviera oscuro! O nunca tendría el valor de entregarse a ambos. Esperar sus siguientes movimientos era una agonía. Apoyándose en sus temblorosos brazos, se quedó sin aliento cuando Casandra se deslizó bajo su vientre por su espalda, su pelo suave acariciando el vientre de Davinia.

Lista, cuando usted quiera, pirata.— Dijo ella .

Ahora.— Contestó él.¡ Por favor, por favor deja lo que sea ahora!

Davinia sentía que él se deslizaba dentro de ella al mismo tiempo que Casandra soplaba aire a su expuesto clítoris. Sus muslos se estremecieron. Andrés se deslizó hacia fuera, luego hacia adentro, lentamente, retorciendo sus caderas en círculos dentro de Davinia. La respiración caliente de Casandra continuó soplando sobre ella, y su mano buscó su pecho, escondiéndolo en la palma de la mano. Iban a volverla loca, lentamente la torturaban. No imploraré. No...

Davinia se apoyó en la mano de Casandra, urgiéndola silenciosamente a ahondar más la caricia. Casandra dio un golpecito con su pulgar sobre el pezón de Davinia y ella gimió. Pero para eso era la caricia. Repentinamente, el líquido mojado y caliente, goteó por el pliegue de sus nalgas, siguió por el pulgar grande de Andrés que lo frotaba sobre su ano. Davinia se estremeció, tan grande fue su anticipación. Andrés le dio otro empuje poco profundo de su pene, y esperó ansiosamente que se desatara una tormenta.

—¿ Lista, niñita?— Preguntó.

— Por favor, Andrés.— Imploró, sus paredes ya convulsionadas alrededor de su pene.

Él se abalanzó, enterrándose por completo dentro de su vagina, al deslizar dos dedos dentro de su ano. Demasiado, ella sollozó.¡ Fue mucho! Luego Casandra chupó duramente su clítoris. El calor, los dedos, la lengua, y el pene mecieron a Davinia, girándola en espiral hasta que su pensamiento sólo fue consciente de la necesidad desesperada por escalar el precipicio. Su respiración salía en gritos de asombros desiguales, su voz gruñía al mismo tiempo que las estocadas rápidas de las caderas de Andrés, explotó, remontándose encima.

Ella hundió encima de Casandra, quien se contoneó bajo ella, riéndose.

Casi me sofocas hasta morir.— Se quejó alegremente.

Davinia gritó, demasiado desesperada para hablar, aún llena con la erección rugiente de Andrés. Casandra le dio un beso rápido en su hombro.

Los dejaré solos a los dos. Gracias por compartir, Davinia.

Davinia murmuró adormecida, consciente del susurro de la ropa a oscuras, luego del dispositivo de la puerta cuando la otra mujer los dejó. Unos labios calientes se deslizaron a lo largo de su cuello.

No he acabado contigo – Davinia gimió. — Difiero. Me has acabado.

Él se rió, un retumbar que sacudió con fuerza su pene dentro de ella. Los dedos del pie de Daviniase doblaron.

Eres inhumano.— Se quejó.

Él retiró su erección de una forma bastante lenta. Davinia murmuró una protesta ininteligible por la pérdida de su calor y la conexión. Él la puso de espaldas, y luego bajó hasta que la cubrió totalmente con su cuerpo. Deslizando una pierna entre la de ella, la abrazó, colocándose adentro, su pene descansado, mojado y pesado en su vientre. Sus manos alisaron suavemente el pelo de su cara.

—¿ No sabes que estás hecha para mi?

Davinia le concedió que debía ser verdad, pero no les serviría. Se iba a casa. Mordiéndose los labios, se alegró de estar a oscuras cuando una lágrima cayó hacia abajo por el lado de su cara. Lo intentó como pudo, pero no podía negar el creciente anhelo dentro de ella de darse a aquel hombre, en cuerpo y alma. En lugar de hablar, fijó la vista en sus labios, encontrando los de él infaliblemente, besándoselos con todo el deseo de su corazón. Andrés tiernamente la penetró, meciéndose en un ritmo parejo, confortándola, pero encendiendo el fuego depositado de su pasión.

Ella levantó sus piernas para rodear su cintura, sujetándole apretándosele contra sí, y juntos encontraron la dulce liberación. Las luces aéreas parpadearon débilmente, imitando las primeras horas de la mañana en la Tierra. Por una vez había dormido la noche entera sin una sola emergencia a la que responder. Los brazos fuertes de él la apretaban alrededor de su cintura, y Davinia se percató que estaba colocada a modo de cuchara con Andrés calentando su espalda. Se acurrucó más cerca.

Te das cuenta, ella nunca encajará.— murmuró Andrés cerca de su oído.

¿Ella?— preguntó Davinia, con la mente completa llena de telarañas.

Casandra. Ella no es adecuada.

Davinia lo supo en un instante, estaban de regreso en el punto de encontrar una compañera para el pirata irascible. Se quedó rígida en sus brazos.

—¿ Y por qué no? Es bella.— Se quejó ella.

— Había todavía tres pulgadas de mí afuera después de que la penetrara.

Toscamente dicho, pero verdadero. Davinia se volvió alarmada. Mientras que su pequeño ménage a trois había sido un experimento agradable, no quería compartir tríos acogedores con cada mujer a bordo de la nave hasta que Andrés encontrara a una que fuera "apta".

—¿ Cómo propones que encontremos a una mujer que sea apta? Sólo tenemos siete días.

Comenzaremos nuestras entrevistas hoy. La primera parte del proceso es el reconocimiento médico.

¿ El reconocimiento médico?¿ Como un examen?

Sí. El Doctor averiguará la fertilidad de cada mujer. Le podría decir a él que haga un examen interno para medir la longitud de sus canales. Indignada, Davinia farfulló.

¿Medir sus vaginas?¡ Qué asqueroso!

No lo haría a cada mujer. Sólo a esas que tienen el deseo de ser mi compañera.

 

Davinia trató de levantarse de la cama, pero sus brazos la sujetaron como una banda de acero.

—¡ No, No, Maldición, No! No lo permitiré.

Sólo pienso en su bienestar, mi amor.— Continuó él, su voz molestamente razonable.

Si me olvidó en un momento de pasión, entonces podría hacer daño a mi mujer. Por supuesto, a los hombres les podría gustar saber su longitud, también.

¿ Qué?— Preguntó ella, aumentando su voz cuando su significado se aclaró. Ella sintió su pecho estremeciéndose contra su espalda.

Estabas bromeando,¿ verdad? Unas fuertes carcajadas retumbaron desde atrás.

Que el cielo me ayude, pero eres divertidísima.

¡ Bastardo! — Sí, espero serlo.

 

El pene de Andrés se aproximó a sus nalgas. Sin chistar, Davinia abrió sus piernas. Cuando él se deslizó en medio y rozó su vagina, Davinia se quedó sin aliento.

—¿ Estás lastimada?— Murmuró él.

Un poco.— Contestó ella, sintiéndose un poco desconcertada y muy femenina. Sus dedos sumergidos entre sus piernas, presionaron su vagina.

Estás terriblemente caliente. Todavía hinchada. Tengo miedo. Tendremos que esperar un rato hasta que te recuperes, mi amor.

Lo siento.— Dijo, decepcionada, pero feliz porque él tenía la intención de hacer el amor con ella otra vez.

No lo hagas. Especulo que no te has permitido el gusto de orgías descabelladas con piratas durante algún tiempo.

Estás en lo correcto acerca de eso.— Contestó sardónicamente.

Bien, supongo que lo que se debe hacer ahora, es levantar a mi tripulación de sus camas y comenzar.

¿Qué hay acerca de ti?

¿Qué hay acerca de mí? Ella se dio vuelta en sus brazos. —¿ Estás lastimado? Él la miró con recelo. — No. Ella sonrió con la sonrisa de una mujer y alcanzó su pene. Lo apretó dentro de su mano, para metérselo despacio en su dolorida vagina.

-- Te quiero, te quiero para siempre dentro de mi – musitó cuando él estuvo enterrado en ella por completo.

En esa posición se durmieron los dos.

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