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Qué... cariño ¿que tal he estado?

en Textos educativos

Qué... ¿Qué tal he estado?

Relata una bióloga que, en uno de los hábitats naturales del zoo de San Diego, dos monos se aparearon a la vista de todos. El macho la embistió varias veces, hizo girar el cuerpo de la hembra, luego rodó sobre sí mismo y —¿les suena?— se echó a dormir.

La hembra, por su parte, inquieta y agitada, siguió haciendo girar su cuerpo durante un tiempo. Un grupo de gente les observaba hipnotizado, hasta que una señora, indignada, tiró de su hijo y se fue, no sabe la bióloga si movida por pudor o por asco. Yo prefiero pensar que por solidaridad con la insatisfecha mona.

Las mujeres nativas de Mangaya, una isla meridional de las islas Cook, en la Polinesia Central, gozan de la envidiable fama de ser las más avanzadas orgásmicamente de todas las sociedades humanas estudiadas. Estas mujeres alcanzan no menos de 2 o 3 orgasmos ¡por coito!, ¡caray!

¿Son las mangayas superwomen? No.

¿Están anatómicamente mejor dotadas para el orgasmo que las demás? Tampoco. Los estudios científicos modernos confirman que la capacidad para alcanzar el clímax sexual es un potencial genético que, de ser desarrollado, puede llevar a cualquier mujer a placeres más complejos y más intensos que los de los hombres. Aunque muchas mujeres piensan que, a veces, les entran ganas de prometerle a Vesta que la única relación estable que mantendrán será con su dedo. Pero la posibilidad de alcanzar orgasmos heterosexuales con una pareja es un poderosísimo aliciente, para qué van a negarlo.

Pero la parábola zoológica ilustra una frustración demasiado habitual, no sólo entre las hembras antropoides, sino entre las mujeres, y dado que es fácilmente demostrable la dotación femenina —física y psíquica— para el orgasmo, no es infundado pensar que la culpable del concepto "anorgasmia" sea la falta de interés y de destreza masculina para proporcionarlos. ¿Qué podemos aprender de los mangayos? Verán. Al llegar a la pubertad, sobre los 12 o 13 años, los varones mangayos deben pasar por una serie de ritos de iniciación que les permite inaugurar su vida adulta.

Parte de esa iniciación consiste en aprender métodos para estimular a las mujeres, de modo que éstas alcancen máximo placer sexual y muchas piensan con envidia en irse a vivir con esa tribu. Tanto es así que, de las mujeres mangayas, se espera que consigan al menos un orgasmo en cada relación sexual. En caso contrario —no me digan que no son buenas ideas— el varón que no ha logrado complacerla pierde su estatus social.

Así, durante un par de semanas, los jóvenes son adiestrados en el arte de dar satisfacción sexual a las mujeres por una mujer adulta experimentada que maneja más información de la anatomía femenina que una cuadrilla de nóbeles europeos en medicina.

¿Por qué?

Pues porque los mangayos —las diosas los bendigan— no consideran el placer sexual femenino como una gratificación, sino como una necesidad. Esta "primitiva" expectativa cultural sobre la función del orgasmo femenino ha obtenido elevados índices de orgasmos y de señoras satisfechas, lo que confirma que el gozo de la mujer está en función no sólo de la biología, sino del aprendizaje erótico y las expectativas culturales de la sociedad.

Pena, penita, pena: a diferencia de la mangaya, tan poco puritana, nuestra sociedad tiene que sufragar a toda una red de expertólogos — psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas, sexólogos, sociólogos y hasta sexósofos — ocupándose de "patologías femeninas individuales" cuando, en realidad, deberían de ser entendidas como patologías sociales, pues es la sociedad la que no concede un valor claro al orgasmo femenino.

¿Soluciones?

Sé de señoras y señoritas que cuando se encuentran con un mono Sapiens que les pregunta… "Qué, cariño, ¿qué tal he estado?", se limitan a desplegar un mapa del Océano Pacífico en el que está señalado con un recuadro en rojo que previamente han preparado y comentan: "Mira, hay unas islas en la Polinesia Central..."

Así que ya lo saben ustedes, monos Sapiens de este aula, más atención a la hora de dar satisfacción a la mujer si no quieren que les enseñen al mapa de esas islas de la Polinesia.

Hala, hasta mañana y dejaros de presumir de expertos amantes porque ellas saben mejor que vosotros como les gusta. Así que háganles caso y nada de disparar y echarse a dormir.

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