PLACER DE DIOSES.-
Levantando su pierna para montarla por atrás, se movió dentro de ella con cortos y fuertes golpes. Mientras ella se abandonaba a su tierno amante, una calma se asentó sobre ella. Se desperezó como una gata, frotando sus nalgas contra la ingle de él. La respiración de él se obstaculizó, y sus golpes se alargaron. El pecho tras ella se volvió más caliente. El sudor cubrió su piel, facilitando el deslizamiento, mientras se movían en empujes opuestos al otro.
Una mano se alzó para acariciar su pecho, presionando la carne y apretándola gentilmente, antes de tomar el maduro pezón entre sus dedos. Sus hábiles dedos lo rodearon y tiraron de ellos, hasta que su punta se puso erguida y exquisitamente sensible a su toque. Elena se convirtió en algo incapaz de pensar. Las sensaciones gobernaron sus movimientos. Cuando su mano se deslizó hacia debajo para encontrar su clítoris, una tensión nerviosa serpenteó dulce y profundamente en su vientre. Incoherentes gemidos salieron de su garganta.
Ah.... Ah....
-- Estamos a punto, cariño. murmuró él.
-- Casi gimió ella.
Abruptamente, él la empujó sobre su estómago, manteniendo la conexión. Sabiendo lo que él quería, ella extendió sus muslos bajo él, y él la puso de rodillas, con una mano alrededor de su vientre, hasta que su trasero estuvo en el aire.
-- Dime cómo lo quieres. Pidió él, con voz ronca, casi estrangulada.
Recordando otra vez en que ella había estado de rodillas delante de él, enterró su cara en los brazos y pidió la cosa que más fervientemente deseaba.
Azótame, por favor. Hazme arder. Su respuesta fue rápida. Unas largas manos palmearon sus nalgas, luego una cortante palmada fue administrada a cada nalga, seguida por dos rápidos y profundos empujes de su miembro.
Elena gimió y levantó más su trasero, ansiando la tierna violencia de sus manos. Las palmadas cayeron en rápida sucesión, calentando su trasero, mientras sus caderas bombeaban contra ella, conduciendo su pene más y más profundamente. Finalmente, con su piel hormigueante y caliente, él se recostó sobre ella, asiendo sus pechos en sus manos, golpeando ferozmente contra su trasero.
Los mezclados olores de su excitación sexual perfumaban el aire. Ambos gruñeron y jadearon al ritmo del vientre de él contra el trasero de ella. La fricción la hizo arder, cada vez más ardientemente, mientras su trasero y su sexo acogían sus castigadores empujes.
Entonces su orgasmo cayó sobre ella, constriñendo sus pezones en unos deliciosamente llenos puntos de dolor, mientras su sexo ondeaba con las contracciones, apretando y latiendo alrededor del miembro de Tino, tirando de él más profundamente en su interior.
Una repentina ola de calor líquido explotó dentro de su cuerpo. Oyó su bramido de éxtasis, que salió volando tras él. Más tarde, los brazos de Tino la acunaron mientras la respiración de ella salía en cortos sollozos. Una mano enmarañó su pelo, mientras la otra frotaba su escocido trasero.
Mientras ella escuchaba con su oreja pegada a su pecho a su corazón desacelerando. Envueltos en los brazos el uno del otro, se durmieron.