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Derecho de Pernada (4)

en Textos educativos

DERECHO DE PERNADA 4

Capítulo 4

Por otro lado, no hay que olvidar que denunciar al señor como violador supone, además de desafiar su ira virtual -lo que no estaba al alcance de una mujer o de una familia individual-, poner en evidencia la deshonra de la mujer y de la familia, y aún la cobardía de sus esposos, padres y hermanos... Misión imposible fuera de coyunturas mentales de revuelta.

Entrando en el siglo XV tomamos contacto de algunos casos sonados de grandes señores gallegos, y castellanos, que practicaban el derecho a la primera noche, por medio del rumor y del romance, vía corriente y casi única de comunicación de noticias sobre tema tan particular, y que afecta a gente poderosa: "e muchas cosas se callaron por algunos grandes varones que se dixeron por otros menores". Salvo que otros señores, o el Rey y sus cronistas, o los mismos vasallos, aprovecharan el desliz señorial para intentar quitar el poder -y la vida, como en Fuenteovejuna- a tan gran malhechor (sin descartar la eventualidad de una falsa acusación) y, de paso, dejar constancia escrita de tamaña y secreta trasgresión.

Cuando se rompa plenamente el silencio de la impunidad de unos y del miedo de otros, la derrota de los usos señoriales vistos como forzamientos será estrepitosa (1458, Santiago; 1467, Galicia; 1486, Cataluña).

De Fadrique Enríquez, Conde de Trastámara, Duque de Arjona, dice un "Romance antiguo, que compusieron, diçiendo el Rey, de vos El Duque de Arjona, grandes querellas me dan, que esforçades las mujeres, casadas y por casar", según recoge el nobiliario de Malaquías de la Vega hacia 1625. Noble de primer orden en la Galicia de los años 20 del siglo XV, muy metido en las pugnas de la Corte de Castilla, muere Don Fadrique ajusticiado en 1430 por orden de Juan II y de su valido Alvaro de Luna. Los datos de la tradición oral contemporánea de Don Fadrique sobre este gran caballero, amigo de trovadores, dibujan el perfil de un hombre adúltero, que maltrata a su mujer Aldonza de Mendoza, roba su dote y sus alhajas, y la tiene durante dos años en prisión.

La extrema violencia con que reacciona el Duque ante la sospecha, o la certeza, de que damas de su corte señorial se acuestan con un paje y con dos monje, es más propia de un amante celoso que de un señor preocupado por la honestidad de la damas de compañía de su esposa. En 1425 consigue Enríquez de Juan II carta de legitimación para su bastardo Alfonso de Castro, "avido en Aldonça Alfonso de Orense mujer casada", a quien nombra heredero del Condado de Trastámara, disposición que no surtirá demasiado efecto a su muerte.

Confirmamos pues la afición de Fadrique Enríquez a las "mujeres casadas", en el caso citado vecina de una ciudad sobre la que, por aquellos años, el Duque ejercía de facto como gran y poderoso señor. Asimismo hay evidencia de que las quejas de sus andanzas llegan hasta el rey Juan II. Cuyo partido, contrario del Duque, aprovechará el argumento para desprestigiarle cuando, por razones políticas, decide librarse del Duque mediante la prisión y la muerte.

Malaquías de la Vega, queriendo limpiar la memoria del Duque de Arjona, añade a la letra del romance inculpatorio: "Ya se sabe, que no hacia el Duque semejantes delitos, sino un caballero, de su Casa, que por librarsse de la prision de las justiçias, de noche encubierto, deçia que era el Duque de Arjona y por esto se daban las quejas deses delitos, imponiendolos al Duque". Ciertamente, Fadrique Enríquez no parecía necesitar de sustitutos en cuestión de perseguir mujeres. El cronista de la nobleza enfrenta así, al romance antiseñorial, una tradición oral contraria, exculpadora del caballero ajusticiado por el Rey, que él mismo trata de continuar, y relanzar, con el prestigio de su cultura escrita.

Quizá sin querer ratifica Malaquías la gravedad de los actos en cuestión, no son conquistas amorosas de las que se pueda pavonear un gran señor, son crímenes a perpetrar "de noche encubierto" (secretismo del derecho de pernada en su fase de decadencia) para "librarsse de la prision", que sólo pueden ser ejecutados por alter ego, ese hipotético caballero servidor que se disfrazaba de Duque de Arjona...

Traspasar a un subordinado las feas responsabilidades del señor era algo normal. Y ya dijimos que cuando el derecho de pernada en el siglo XV pierde el ropaje ceremonial y asume la imagen de la violación: son los agentes señoriales los mayores practicantes. Ambas cuestiones se recogen en la contra-tradición que quiere impulsar el Malaquías de la Vega. Pero tal vez haya más: un indicio esquizoide muy propio del otoño medieval. El desdoblamiento inconsciente entre el buen caballero y el caballero malhechor, el "otro" que de noche lleva a cabo aquellas maldades que nuestra buena conciencia de día niega.

A la caída en desgracia y ajusticiamiento, en 1453, de Alvaro de Luna, enterrador del Duque de Arjona, siguió no mucho después, invirtiéndose los papeles, la de su sobrino bastardo Rodrigo de Luna, arzobispo de Santiago, acusado en 1458 de practicar el derecho de pernada, expulsado de su señorío y muerto en extrañas circunstancias en 1460. Dos años después de recibir aviso de la Corte para ir a la guerra y para dar cuenta de su comportamiento. Escribe el cronista Diego de Valera: "fue llamado por el rey a causa de algunas ynformaciones que le fueron fechas de su desonesto vivir". Aunque en otro tipo de fuentes no consta este segundo motivo de la convocatoria.

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