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Cuando hierve la sangre (1)

en MicroRelatos

"CUANDO HIERVE LA SANGRE 1

Sintiéndose más mortificada por momentos, Davinia cruzó sus brazos sobre el pecho, pero los descruzó rápidamente cuando se dio cuenta que sólo había elevado más sus tetas.

-- Bien. Sólo recuerda el límite de las dos cervezas, por si hay algún problema más tarde.

Davinia sintió una áspera palma sobre su trasero, una indicación nada sutil de que deberían darse prisa. Los labios de Casandra estaban fuertemente apretados para contener su regocijo.

— Supongo que no hay más como él en la fiesta ¿no, señora? Ignorando el evidente intento de distracción de Andrés, Davinia replicó gruñonamente:

— Hay otros diecinueve bastardos en celo. No te preocupes por llegar tarde. Estoy segura de que ya han agotado a sus parejas actuales.-- Ese comentario le valió un pellizco en su ya dolorido trasero. Las piernas de Davinia se convirtieron en gelatina. Una mano se deslizó alrededor de su cintura para asegurarla. Extrañamente, la ávida mirada de Casandra sólo aumentó la creciente excitación de Davinia.

—¿Seguro que no quieren compañía?— preguntó Casandra, sus ojos fijos en los endurecidos guijarros de los pechos de Davinia.

—¿Quizás ésta sería una oportunidad de empezar nuestra búsqueda?— el áspero susurro de Andrés la estremeció de pies a cabeza.

— Te dejaré hacer la entrevista. Sólo miraré.

Al principio, ella no entendió lo que él quería decir, pero su cuerpo reconoció el desafío inmediatamente. La sangre de Davinia vibró a través de ella, inundando sus pezones y su clítoris, y liberando un chorro de cremosa respuesta que empezó a gotear por sus muslos. Su mente vaciló por el shock. Quiero que él me mire mientras lo hago con una mujer. Andrés asumió el mando. La excitación de Davinia era tan potente que su cabeza flotó. Hubiera apostado hasta su último euro que Davinia nunca había hecho el amor con una mujer, dada la fuerte respuesta de su cuerpo a la sugerencia.

El shock y el deseo luchaban en su expresión. Con un gesto de invitación hacia la opulenta rubia, Andrés guió a Davinia a lo largo del comedor con una mano en su trasero.

-- Mi nombre es Casandra, por cierto.— Dijo la rubia secamente.

-- Llámame Andrés.— Él volvió la mirada a Casandra.

— Ella nunca... Casandra sonrió abiertamente.

No por falta de ofertas, créeme.

Cuando alcanzaron el cuarto de Davinia, Casandra entró la primera y empezó a desnudarse inmediatamente. Al ver su ceja levantada, ella se encogió de hombros.

— No quiero daros la oportunidad de que os lo penséis.

Cuando el traje cayó a sus pies, los pechos como melones de Casandra hicieron que la boca de Andrés se secara y su pene se irguiera más. ¿Qué estaría tentada de hacer Davinia?

¿Cuáles eran las secretas fantasías que se había negado a sí misma durante tanto tiempo? Él empujó a Davinia dentro de la sala, y empujó una silla cerca de la cama. Se sentó a horcajadas sobre ella, apoyado en el respaldo y miró a las mujeres con expectación. Había conseguido que las dos estuvieran allí, el resto dependía de Davinia.

Se preguntaba si ella tendría el coraje de seguir el deseo que él leía en sus mejillas sonrojadas y su ávida mirada. El corazón de Davinia martilleó en su pecho. Aunque no era gazmoña, nunca antes había considerado tener una relación con una mujer. Extrañamente, los "atributos" de Casandra le hacían la boca agua al pensar en tomar sus pechos dentro de su boca. Juguetearía con sus pezones y los endurecería.

El pelo rubio que cubría el pubis de Casandra la incitaba a mirar debajo. ¿Cómo sabría la carne de mujer en su lengua? Qué Andrés se retorciera. Él había lanzado el desafío. Ella respondería con uno propio. Y había algo deliciosamente malvado en dejarse llevar mientras Andrés miraba. ¿Cómo de rápido sucumbirá a mi seducción?

De alguna forma, el pensamiento de compartirle a él con Casandra de aquella forma no le ponía celosa. Quizás tenía algo que ver con su renuncia al control para cedérselo a ella. Él probablemente no entendía cuánto control le había dado.

Todavía insegura de cómo proceder, Davinia se arrodilló en la cama y extendió una mano para invitar a Casandra a unirse a ella. La rubia se arrodilló en frente de ella y retiró su pelo detrás de sus hombros, exponiendo sus pechos a la fascinada mirada de Davinia que a alargó una mano titubeante hacia un gran pecho. La textura aterciopelada del pezón del color de un melocotón invitaba a una exploración más detallada.

Davinia se inclinó hacia abajo y lamió el pezón. El capullo se irguió sin esfuerzo contra su lengua, y Davinia no se pudo resistir a darle un rápido toque. El jadeo de Casandra le animó a profundizar la caricia, así que hizo movimientos circulares con la lengua alrededor del pezón, a la vez que se lo introducía en la boca y lo chupaba. Las manos de Casandra hundidas en el pelo de Davinia acercaron más su cara.

— Más. Chúpalo más fuerte.— Susurró ella.

Alentada por su éxito, Davinia abrió su boca para poder meterse más pecho dentro de la cavidad de su boca y aumentó la succión hasta que los pezones de la mujer se alargaron. Ante la urgencia de Casandra, Davinia mordisqueó gentilmente los hinchados picos. La respiración de Casandra se dificultó y sus pechos se tensaron. Sintiéndose poderosa e infinitamente sensual, Davinia enterró su rostro en el exuberante pecho. Así que así es como se siente.¡ No es ¡ No es de extrañar que a los hombres les encante jugar con las tetas!

Casandra se echó hacia atrás en la cama, sus brazos abiertos, invitando a Davinia a unirse a ella. Davinia la siguió, montándose a horcajadas sobre sus caderas, continuando su asalto a sus pezones, mordisqueándolos alternativamente, y luego lamiéndolos para calmarlos. Las caderas de Casandra ondulaban hacia arriba, su vello púbico raspando el sexo abierto de Davinia.

Ambas mujeres gimieron. Flexionando sus caderas, Davinia fue a encontrar la siguiente embestida. La carne entre sus piernas temblaba con excitación.¿ Cómo se siente un hombre cuando cubre a una mujer? Trazando un camino ascendente con su lengua en el cuello de Casandra, puso sus cuerpos al mismo nivel, de forma que estaban enfrentadas la una con la otra. La sonrisa de Casandra fue seductora, su cara enrojecida por la excitación. Recordando que tenían audiencia, Davinia miró de reojo a Andrés para juzgar su excitación.

Sus mejillas estaban enrojecidas, su pecho subía y bajaba rápidamente. Una ceja arqueada, retándola a continuar. Davinia miró hacia Casandra.

— Él no ha sufrido todavía lo suficiente.

Casandra sonrió y agarró firmemente el trasero de Davinia, acercándolo más, hasta que yacieron con los pubis enfrentados. Davinia saboreó el momento. Suave sobre más suave. Piel caliente, almizcle especiado; intercambiaron suaves murmullos de aprecio. Davinia lamió la lengua de Casandra.

— No lo sabía.— Susurró ella. — Es tan poderoso.

Lo sé. Da poder. He estado esperando para mostrártelo.— dijo

Casandra, entonces dio lengüetadas sobre la boca de Davinia. Davinia olvidó la mirada vigilante de Andrés. En lugar de ello, no pudo evitar pensar en la intensa pasión que mantenía su conciencia pegada a cada pulgada de piel en la que sus cuerpos estaban unidos íntimamente. Vello púbico, vientre y, Dios bendito, pechos. Los montículos de Davinia se aplastaron contra los de Casandra, sus pezones apuñalando los pechos de la otra mujer. Ella masajeó circularmente con sus tetas los pechos de la otra, todo el tiempo mirando fijamente sus labios.

Ella nunca había besado a una mujer, pero se preguntaba cuán diferente se sentiría de la de un hombre cuando estuviera apretada contra la de ella. Los labios de Casandra se movieron. —¿ Lo hacemos?— Ella asomó su lengua de nuevo y dibujó una línea a lo largo de la comisura de la boca de Davinia. Cerrando los ojos, Davinia jadeó y cerró su boca sobre unos labios suaves, profundizando el beso, sus manos enmarcando la cara de la otra mujer. Su cara, sus labios. Tan suaves, tan calientes. La lengua de Casandra se sumergió dentro de su boca, moviéndose sobre su boca y dientes. El beso se profundizó y una líquida respuesta fluyó del sexo de Davinia.

Davinia deslizó una pierna entre las de Casandra, frotando su muslo contra el sexo húmedo de la mujer. Casandra la correspondió y Davinia se dejó llevar, montando su pierna. Unas manos separaron sus nalgas, y unos dedos recorrieron el camino entre ellas. Unos pequeños y delicados dedos dibujaron un pequeño círculo alrededor del ano de Davinia, presionando hasta que el dedo se deslizó dentro.

Desenredándose, Davinia echó su cabeza hacia atrás y se balanceó, pero no era suficiente. Ella se apartó, deslizándose más abajo, y las manos de Casandra empujaron sus hombros, animándola a explorar. Davinia se sentó y ahuecó sus propios pechos en sus manos, apretujándolos, tirando después de los pezones para endurecerlos más. Entonces, con una mano guiando un pecho, Davinia se dobló, el trasero alzado en el aire, para trazar los contornos del cuerpo de Casandra con sus hinchados pezones, sobre sus enormes pechos, los prominentes pezones, deslizándose más tarde hacia abajo a través de su suave vientre, sumergiéndose en el pozo cóncavo de su ombligo.

Cuando ella alcanzó el nido de oscuro vello rubio, Davinia se detuvo para separar las piernas de Casandra, y entonces se arrodilló entre ellas. Abrió los labios inferiores de Casandra y frotó su pezón sobre el duro corazón del clítoris de la mujer.

—¡ Cristo, aprendes rápido!— Las manos de Casandra se enredaron en el pelo de Davinia mientras se retorcía, sus caderas alzándose.

—¡ Oh dios mío!¡ Cómeme!— Imploró ella.

El sexo de Davinia ya empapado, se contrajo produciendo un sonido de succión. Ella sonrió cuando oyó el gruñido de Andrés, pero estaba demasiado concentrada para prestarle atención ahora. La excitación de Casandra era un martilleo en su pulso, un latido entre sus piernas. Hundió su cara entre el hueco de los muslos de Casandra, e hizo rodar su mejilla y su boca alrededor de su empapado sexo. Ella lo saboreó. Salado, almizcleño, como el mío en los labios de Andrés, pero diferente.

— Sí, sí. Oh Cristo, cómeme.— Casandra se levantó, moviendo sus caderas más fuerte, Davinia agarró su trasero para llevar su sexo a su boca. El propio sexo de Davinia lloró, latiendo mientras lamía los bordes del de Casandra. Entonces Davinia metió su lengua tan dentro como pudo llegar. Con sus dedos, apartó el caparazón que protegía el hinchado clítoris y frotó en círculos sus dedos vigorosamente sobre él.

Casandra se agitó en la cama, entonces lloró.

— Por favor, por favor, por favor. Necesito su miembro dentro de mi. Cuando ella alcanzó el nido de oscuro vello rubio, Davinia se detuvo para separar las piernas de Casandra, y entonces se arrodilló entre ellas. Abrió los labios inferiores de Casandra y frotó su pezón sobre el duro corazón del clítoris de la mujer.

—¡ Cristo, aprendes rápido!— Las manos de Casandra se enredaron en el pelo de Davinia mientras se retorcía, sus caderas alzándose.

—¡ Oh dios mío!¡ Cómeme!— Imploró ella. El sexo de Davinia ya empapado, se contrajo produciendo un sonido de succión. Ella sonrió cuando oyó el gruñido de Andrés, pero estaba demasiado concentrada para prestarle atención ahora. La excitación de Casandra era un martilleo en su pulso, un latido entre sus piernas. Hundió su cara entre el hueco de los muslos de Casandra, e hizo rodar su mejilla y su boca alrededor de su empapado sexo. Ella lo saboreó. Salado, almizcleño, como el mío en los labios de Andrés, pero diferente.

— Sí, sí. Oh Cristo, cómeme.— Casandra se levantó, moviendo sus caderas más fuerte, Davinia agarró su trasero para llevar su sexo a su boca. El propio sexo de Davinia lloró, latiendo mientras lamía los bordes del de Casandra. Entonces Davinia metió su lengua tan dentro como pudo llegar. Con sus dedos, apartó el caparazón que protegía el hinchado clítoris y frotó en círculos sus dedos vigorosamente sobre él. Casandra se agitó en la cama, entonces lloró.

— Por favor, por favor, por favor. Necesito su miembro dentro de mi.

Queriendo verlo también, Davinia elevó su vista para mirar a Andrés. Su cabeza estaba agachada, su mirada tan oscura y absorta como la de un toro enfurecido. Ella pegó lametones al sexo de Casandra mientras sostenía su mirada fija.¿ Perdería él el control antes de que ella se lo pidiera? Su mandíbula se apretó, las ventanas de la nariz agitándose. Sus manos aferraron el respaldo de la silla. Casandra corcoveó.

Necesito su polla.¡ Ahora!

Satisfecha de que Andrés le estuviera dejando al mando, Davinia se retiró hacia el final de la cama. Mirando hacia Andrés, señaló los muslos abiertos de la mujer.

Comprueba si encaja.— Ordenó ella.

Los ojos de Andrés no se apartaron de los suyos mientras se levantaba, su miembro imposiblemente enorme, una gota de semen brillando en la punta. Daviniaalargó un dedo para recoger la gota de su verga, y luego se la llevó a la boca.

Mía.— Dijo ella, limpiando sus dedos con la lengua, con un aviso en sus ojos. Las mejillas de Andrés se pusieron más rojas, su pecho y hombros agitándose mientras apretaba los puños.

-- Dime lo que quieres.— Reclamó él, con voz ronca. Davinia se burló de él con una ceja enarcada.

— Tómala como los perros.

¿ Había dicho ella eso? Cuando Andrés se levantó rígidamente de la silla para obedecer, su mirada se dirigió a su pene. Realmente es mío para mandarle. La excitación amenazaba con sobrepasar su necesidad de control. Andrés se arrodilló en el borde de la cama y agarró las piernas de Casandra, apoyándola sobre su estómago. Ella se levantó ansiosamente sobre sus rodillas y presentó su trasero.

Parándose a decidir cómo se sentía con el ansia de la pareja por obedecerla, Davinia decidió que su curiosidad estaba demasiado excitada para querer pararlos ahora. Andrés se impulsó hacia delante, su pene tocando el agujero del trasero de la mujer, entonces echó una mirada a Davinia. Su sumisión excitó a Davinia. Ella movió su cabeza, no.

Él se impulsó hacia delante de nuevo, esta vez tocando el sexo abierto de la mujer Davinia afirmó con la cabeza y contuvo la respiración. Él embistió hacia delante de golpe, enfundándose dentro del sexo de la mujer. Casandra chilló y elevó sus caderas más altas para ir al encuentro de sus embestidas. Davinia notó con satisfacción que alrededor de tres pulgadas de su pene quedaban sin introducir cada vez que él entraba.

Poniéndose detrás de ellos, miró como sus nalgas se flexionaban, dentro y fuera, y se imaginó a sí misma en el lugar de Casandra recibiendo sus poderosas embestidas. Ella apoyó una mano en su trasero, y siguió su movimiento, el músculo bajo su palma, se estremecía ligeramente al final de cada embestida. Ella no había notado eso antes. Casandra miró sobre su hombro.

— Davinia, únete a nosotros.— se quedó sin aliento cuando él se abalanzó hacia delante, atravesándola con su lanza de nuevo.

La curiosidad parecía guiar las acciones de Davinia. Al oír el apremio de Casandra, Davinia se desplazó a la cabecera de la cama y se sentó en ella, con su espalda apoyada contra la pared, sus rodillas elevadas y bien separadas. Ella contuvo la respiración. Casandra hundió su cabeza en el sexo de Davinia, y empezó a lamer y chupar, mientras Andrés la embestía desde atrás, su cabeza oscilando al ritmo de sus embestidas.

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