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Impresiones de un hombre de buena fe (6)

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IMPRESIONES DE UN HOMBRE DE BUENA FE.- 6

Toni, el anacoreta.

Como lo dicho hasta ahora sólo sería por mi parte una escueta cortesía, os daré la tabarra un poco más para, como ya he dicho, acabar de explicaros qué motivó mi repentina decisión de apartarme del mundanal ruido para vivir como un anacoreta en esta mi verde tierra donde luce un sol impropio de la temporada, aunque para cumplir con su fama, de cuando en cuando, se nubla el sol y cae un chaparrón monzónico que amenaza, algunas veces, con derrumbar el tejado de pizarra de mi "casa solariega" para que pueda decir como el insigne cojo de los sonetos… es mi casa solariega más solariega que otras, que por no tener tejado le da el sol a todas horas.

Han sido suficientes setenta y dos horas de soledad, engrandecida con el rugir de las olas y el ulular del viento entre los pinos, para darme cuenta de que me he equivocado de horario, de fecha y de solución; hace un frío que pela, el viento del Noroeste gime entre los pinos como alma en pena y hasta las olas rugen cada vez más amenazadoras, seguramente encabronadas al haberse enterado que deserté cobardemente de mi destino.

Me pregunto si he hecho bien marchándome, si he tomado la decisión correcta, y, si las razones que arbitraron mi marcha fueron producto de elucubraciones insomnes que me llevaron a tomar una resolución quijotesca, donde los molinos de viento se me antojaron descomunales gigantes contra los que no me atreví a luchar, sin tener en cuenta que me queda aún mucho camino por recorrer, si así lo disponen las fuerzas cósmicas que rigen mi destino. ¡Voto al chápiro! ¡No es mal dilema el mío!

Quizá lamente para el resto de mis días tal desenlace, o quizá fue miedo y cobardía lo que me empujó a salir pitando. Una jovencita como Mábel, con su carita de querubín, su luminosa sonrisa y su angélica voz, es más peligrosa que una tempestad de fuerza 8, pero no sólo es ella la culpable…

Parte le corresponde al Mouriño … ¡A Mábel, ni tocarla! Y no menos también a, su mujer, Ethelvina…. ¡A Mábel déjala tranquila! Y, ahora mismo, mientras escribo, acabo de enterarme que ha muerto "Papuchi Iglesias" dejando de su paso por la tierra un hijo póstumo, a los noventa años.

Pero dejémonos de lamentaciones inútiles y vayamos al que debió ser el verdadero numero 5 de mis "Impresiones" ya que el anterior terminó con… "ahora tengo que emborracharme mirándola".

Así, pues, lo que sigue, a eso número corresponde:

Estando yo en la cabecera de la mesa, tenía a Mábel sentada a mi derecha, a su lado su herma Amparo, luego Sonsoles y Ramón Beltrán. A la izquierda, Juanjo Ripollés, Vicente Valera, Salvador Ferrandis y Walter Hoffman, que apareció a última hora; como sabéis es alemán, ingeniero ejecutivo de la cadena de producción de la Ford de Almusafes.

Cuando sirvieron la sopa bullabesa, Ferrandis, tras ponerse la servilleta de babero, emitió un par de señales de humo frotándose las manos. Juanjo, nos comentó en voz baja:

-- Veréis como tomará la sopa con pipa y todo.

Mábel se giró hacia la ventana, riéndose suavemente. Yo comenté.

-- Con la pipa no creo, pero se dejará la gorra por si acaso llueve.

-- Chicos, por favor, menos guasa – comentó risueña la muchacha.

-- No es guasa, preciosa, ¿no oyes la succión de la bomba aspirante? – pegunté, mirándola con una ceja arqueada a lo Clint Eastwood que siempre he creído me da muy buen resultado, o me lo dio en tiempo ya idos.

Miré al lobo de mar. Era verdad. Con la visera casi dentro del plato y pese al runrún de las conversaciones del comedor, oíamos claramente a Ferrandis sorbiendo la sopa con ruido de lavarse la cara con cubitos de hielo.

Mábel me miró sonriendo, y os juro por mi vida que no fui capaz de aguantar la mirada de sus divinos ojos verdes, y digo bien al decir divinos, porque me encontraba en la gloria. ¿No es allí donde aseguran los creyentes que se encuentran todas las buenas huríes? Pues, más buena que Mábel… imposible. Una de las chicas, creo recordar que fue Sonsoles, comentó que aquella mañana acababa de morirse el filósofo Julián Marías.

Beltrán indicó:

-- Una pena, se van los mejores y nos van quedando los de Paracuellos y sus discípulos.

-- Si, no deja de ser triste – comentó Amparo -- pero ya tenía el hombre 90 años y nadie pasa de viejo.

De inmediato saltó Ferrandis que, acabada la sopa antes que los demás empezáramos y se había embaulado media botella de vino. La pipa humeaba de nuevo bien sujeta entre los dientes, lo que no le impidió comentar:

-- A cualquier cosa llamáis vosotros "fisólofos" y, además, si se ha muerto a los 90 años más jóvenes morían los amantes de las novelas de "Sakaspearre"

-- ¿A que jóvenes te refieres? – preguntó Valera, rascándose una ceja.

-- ¡Che, mira éste! ¿Es que tú no has leído nunca a Sakaspearre?

Valera, con los labios apretados y conteniendo la respiración, negó con la cabeza.

-- ¡No te digo! Claro, tú sólo te dedicas a fabricar muebles y hacer dinero. Ocúpate un poco más en la lectura y sabrías que una de sus obras más importantes es la de "Romero y Murrieta".

No me cabe duda que esta dislexia que padece Ferrandis es porque habla de oídas, o, quizá derive de una lectura apresurada y mal comprendida. En cualquier caso, quien más quien menos, disimulaba la risa como podía.

-- Pero, ¿Murrieta no era un marqués de la Rioja? – preguntó irónico Juanjo Ripollés.

Ferrandis, que no puede ver a Juanjo, exclamo enojado:

-- ¡Otro que tal baila! Tú a los extintores, que es lo tuyo y deja la "fisolofía" para los que entendemos.

-- El amorgg – intervino Hoffman, con sus erres guturales - exacergggbado, o lo que es lo mismo, la pasión exaspegggrada, degggriva, cuando no puede consumagggrse, hacia el suicidio de los amantes, pegggro…

-- No, necesariamente – cortó Beltrán -- Otelo no mató a Desdémona, por amor, si no por celos, y no podemos olvidar lo que Abelardo sufrió por su amada Eloisa.

-- Y Popeye por Oliva, que también luchó lo suyo – añadió Ferrandis bebiéndose en dos tragos un vaso de vino.

-- Gracias a las espinacas – remachó Ripollés que aprovecha la mínima para pinchar a Ferrandis; éste resopló como si le hubieran metido un rejón en todo lo alto. Creí que iba a romper el vaso contra la mesa y aunque el vaso resistió el golpe, se giró hacia Juanjo y le espetó despreciativo:

-- Si no fueras tan memo sabrías que las espinacas son las hierbas que más "metal de hierro" contienen.

Le di un pisotón a Juanjo para que se callara, pero ni caso; replicó sonriendo:

-- Si, eso es cierto, el bote era de hojalata.

Afortunadamente, en aquel momento llegaron los camareros con dos fuentes de gazapos al horno esparciendo un olor que alimentaba. Ferrandis, antes de que la fuente llegara a la mesa ya tenía dos medios conejos en el plato y casi todas las patatas de la fuente. Naturalmente, cuando la fuente llegó a Valera no quedaba ni salsa.

Vicente llamó a Diego y le dijo que le faltaba su medio conejo y armó un cirio de mucho cuidado. Daniel miró el plato de Ferrandis, dio media vuelta y se fue a la cocina, regresando al cabo de uno minutos con otra fuente llena de olorosos gazapos. Mientras los demás seguían atentos al cirio que se armó entre Beltrán y Ferrandis, aproveché para hablar con Mábel y enterarme, no sin cierta sorpresa e incredulidad, que pese a tener muchos pretendientes, nunca había tenido novio, porque de nadie se había enamorado, que no le interesaban las relaciones prematrimoniales y que si alguna vez se casaba sería por la iglesia y estando muy segura de que el padre de sus hijos la amaría toda la vida.

Amarla toda la vida se me antojaba tan fácil como respirar, e, incluso, más fácil y satisfactorio ser el padre de sus hijos pero, un matrimonio eclesiástico ya no podía ofrecérselo aunque me marchara inmediatamente a La Rota para pedir la anulación de mi anterior matrimonio eclesiástico. Imposible, para cuando regresara con la anulación en el bolsillo estaría en la miseria, apoyado en un cayado a causa de la artritis y eso suponiendo que me quedara efectivo suficiente para embarcar en un avión hasta Valencia. Pero, como la esperanza es lo último que se pierde, tuve la precaución de pedirle el teléfono de su oficina.

-- Está en la guía - me respondió riendo – Farmasa.

Ya no tuvimos tiempo de seguir hablando. Sonsoles se encargó de distraerla preguntándole por un cliente cuyo nombre ya no recuerdo. Volví a prestar atención a la conversación general que ahora versaba sobre la violencia de género y sobre la que nuestro "fisolofo" particular llevaba la voz cantante:

--… y toda la culpa es de los hombres, faltaría más, somos nosotros los malos, los asesinos, como si las mujeres fueran unas santas y de eso nada; no hay más que recordar a "Leticia Broja" que cometió mas crímenes y más "adulteraciones" que la "Maselina" antigua, otra furcia de mucho cuidado, y la Bartola que aún fue peor, y tanto es así que de ahí viene el dicho "me voy a tirar a la Bartola".

-- ¿Quién era esa Bargggtola? – preguntó el muy despistado de Hoffman.

-- Una novia de Ferrandis – respondió Beltrán a carcajadas.

-- La madre que te parió — exclamó Ferrandis congestionado de ira.

En fin, no sigo, no me gustan las discusiones.

Ya continuaré otro día.

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