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Memorias de un orate (14 - Fin)

en Confesiones

MEMORIAS DE UN ORATE 14

A VECES CREO QUE CRISTINA ES TONTA DE REMATE, digo yo que podría pensar que si no le abro es porque su hija y la tía Elena están durmiendo y no quiero despertarlas.

Ayer me llamó por teléfono preguntándome por ellas y se quedó muy sorprendida cuando le dije que estaban durmiendo. Ya se cansará de llamar, no pienso abrirle pues para eso tiene una llave pero con tanto timbrazo las despertará y tendré que enfadarme con ella.

Las pobres estaban muy necesitadas aunque al principio no querían y se mostraban muy remilgadas pero, al final, cuando se desmelenaron... ¡Madre mía, qué fieras! Hasta me arañaron la cara, dejándomela como un cristo crucificado y por eso les tuve que sacudir una buena somanta. Se calmaron enseguida mostrándose muy participativas.

Con las mujeres no hay nada como el jarabe de palo para domesticarlas. Ahora que me acuerdo, Cristina, aunque tenga llave, no puede entrar porque ellas me pidieron que pasara el cerrojo para que no nos molestara mientras follábamos, cuando regresara del pueblo.

La estuve observado por la mirilla y tal como pensaba acabó recogiendo la maleta, dio media vuelta y cogió el ascensor otra vez sin dejar de mirar la puerta del piso con el entrecejo fruncido como si no comprendiera que si no le abría era porque tía Elena y su hija están durmiendo. Ya digo, a veces parece tonta.

Cuando regrese, si se han despertado, la dejaré entrar, porque es indudable que también ella estará ansiosa después de tantos días sin que le coma el coño ni echar un polvo. De todas formas tampoco tengo muchas ganas de almorzar por eso me he puesto a escribir otra vez antes de acostarme de nuevo con ellas que siguen durmiendo plácidamente.

Les he puesto una manta encima para que no cojan un resfriado porque se durmieron tan rápidamente que ni siquiera se pusieron la ropa.

Está muy bien hecha la tía Elena y, aunque tiene cuarenta y cinco años, cualquiera pensaría al verla desnuda que tiene la mitad, porque se conserva muy bien. Ni siquiera tiene estrías en el vientre y eso que tuvo una hija, Elenita, a la que algún desalmado ha asesinado y casi se la ha comido ¡Menudo antropófago debe ser el tipo!

Claro que al lado de Pepita se le notan los años. Pepita es tersa como un cristal.

El alcohol escuece una barbaridad y no puedo soplarme las mejillas. Creo que nadie puede soplárselas. Quizá de rebote, soplando contra el espejo... pero tampoco. Bueno, como están bien desinfectadas ya se curarán. Voy a ver si se han despertado, no es normal que duerman tanto. Ahora vuelvo.

¡Que cosa más rara! A pesar de que les he hecho el amor ni siquiera se han movido y no acabo de entenderlo porque antes si que se movían. Tampoco entiendo que, pese a que les he puesto una manta, tengan el cuerpo frío. Quizá es que yo estoy sudando y por contraste me dan la impresión de frialdad. Debe ser eso, porque la calefacción está altísima.

De todas formas, para que estén más calientes he subido el termostato a treinta grados. Se oye la sirena de los bomberos muy cerca, seguramente habrá algún incendio.

Voy a ver que pasa.

Nada, algún enfermo en el edificio. Al asomarme a la ventana he visto una ambulancia y varios coches de la policía, pero no he visto humo en ninguna parte. No deja de ser una novedad eso de que para recoger a un enfermo además de la ambulancia tenga que venir también la policía y los bomberos. Hay gente muy exagerada. Claro que la policía, cuyo deber es perseguir a los delincuentes, mete las narices en estos asuntos de poca importancia para justificar el sueldo.

La presencia de los bomberos me hace temer que en el edificio haya una pareja de ancianitos que se han suicidado. No es la primera vez que dan una noticia parecida por la tele y los bomberos tienen que echar la puerta abajo para poder entrar porque los muertos, como se sabe, no pueden abrir la puerta.

Ahora están dando unos golpes tremendos en la mía y aunque es blindada estoy seguro que acabarán por derribarla. Probablemente quieren detenerme porque la imbécil de Cristina sabe Dios con qué cuento les habrá ido, pero si creen que me van a coger están muy equivocados. La sorpresa que se van a llevar no será pequeña.

Ellos no saben que yo puedo volar igual que los pájaros y como tengo la ventana abierta en cuanto derriben la puerta y entren en la habitación saldré volando y los dejaré con un palmo de narices. Tengo un amigo en Barcelona que se alegrará de verme. Ya han derribado la puerta… jeje ¡Que idiotas!

Cuando esté en La Ciudad Condal seguiré explicándoles mis memorias. Hasta prontoooooo...

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