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La leyenda negra hispanoamericana (3)

en Textos educativos

LA LEYENDA NEGRA HISPANOAMERICANA. – 3 –

 

La Leyenda Negra en el siglo de la Ilustración

Si en los siglos anteriores hemos visto cómo nace y se consolida la Leyenda, es en el siglo XVIII cuando se puede decir que alcanza su mayoría de edad. Lo cual no significa que desde entonces permanezca inalterable, sin experimentar nuevos añadidos y nuevas presentaciones. Hasta ahora hemos visto que el peso de la crítica estriba en la rivalidad nacional antiespañola, en el enfrentamiento religioso, y en el carácter de los españoles, por ese orden de importancia. En la época de las Luces se observa un cambio importante en esa formulación: esa rivalidad nacional pasa a un segundo plano, aunque no desaparece; el eje de la cuestión va a estar en el aspecto religioso y en la naturaleza de los españoles. Y la novedad reside no en los temas, pues son los mismos que antes, sino en la forma como éstos se presentan, radicalmente distinta.

El planteamiento que se hace ahora respecto a la religión no es tanto el del enfrentamiento católico–protestante, que tampoco desaparece, sino el de la

religión en sí misma: se trata tanto del hecho de creer en algo como de las implicaciones sociales que esto conlleva. Europa asiste a la creciente secularización de la sociedad frente a la religión como tal, especialmente en las obligaciones morales que esto supone para la organización social, política o económica; y esto choca fundamentalmente con el catolicismo, por el carácter social, de deber o de compromiso colectivo de éste, frente al individualismo implícito en el protestantismo. No es extraño, pues, que el centro fundamental de la Leyenda en este periodo sea Francia (como en el anterior lo fueron Holanda e Inglaterra), eje de dicha Ilustración y líder en ese proceso de secularización, que en este país toma un carácter específicamente anticatólico (quizá por el mismo hecho de ser un país de cultura católica, y que sea esto lo que haga a las elites doctrinarias seguir esa especie de dinámica del converso, que reniega de su procedencia).

En ese sentido no es sólo la afirmación católica del dogma lo que se combate, sino el carácter de la Corona española como Monarquía Católica, como modelo social y político inspirado en la filosofía cristiana medieval y en el concepto de la Civitas dei de San Agustín; es decir, la representación de España como ejemplo, al menos en teoría, del Orden Social Cristiano, frente al Despotismo Ilustrado, racionalista y antropocéntrico, que abrirá camino más adelante al relativismo liberal. Así cobran pleno sentido los escritos de los enciclopedistas, principalmente franceses, como Mabillon, Voltaire o Montesquieu. Así es como Masson, autor del artículo "España" de la Enciclopedia, inquiere tajantemente: "¿Pero qué debemos a España? Y desde hace dos siglos, cuatro, diez, ¿qué ha hecho por Europa?". En esa línea de pensamiento escribe Voltaire, pionero del anticatolicismo más atroz, sus diatribas contra España y la Iglesia Católica en su Ensayo acerca de las costumbres y el espíritu de las naciones; o Montesquieu, uno de los padres de las teorías políticas modernas, en sus Cartas Persas, donde dedica a España la carta LXXVIII, o en su obra más conocida, Del espíritu de las leyes, donde presenta a la monarquía española como ejemplo de las peores actuaciones políticas posibles6. Y así también el inglés Smollet dice en su Estado de los diversos países de Europa: "En ninguna parte hay más pompa, farsa y aparato en punto a religión, y en ninguna parte hay menos cristianos. Su celo y su superstición sobrepasa a los de cualquier país católico, salvo, quizá, Portugal"7.

El otro pilar de la Leyenda en este periodo, como ya se ha dicho, es otra vez el talante natural de españoles y de hispanoamericanos, que pasa ahora de presentarse como una imagen escarnecedora o caricaturesca, con un afán meramente insultante, a plantearse desde un punto de vista "científico": en el siglo de las Luces, del racionalismo y del cientifismo, ese carácter negativo busca una explicación racial, biológica, que ya no afecta sólo a los españoles, sino que se extiende a los pueblos indígenas americanos y al mestizaje. Es el reflejo en la Leyenda de la idea de la preeminencia de la cultura europea racionalista, de base protestante, demostrado en el progreso alcanzado por la misma, como manifestación cultural de la superioridad de la raza europea blanca nórdica, frente a los europeos mediterráneos y, por supuesto, frente a las otras razas humanas, y en consecuencia frente a los mestizajes derivados de éstas.

El ejemplo más importante de esta idea se encuentra en la obra de uno de los naturalistas más importantes del siglo XVIII, el francés Buffon, autor de una vasta Historia natural en treinta y seis tomos, que es quien da forma a este pensamiento y quien más influye en todo tipo de autores, hasta culminar esta corriente de pensamiento en la figura de Gobineau, ya en la centuria siguiente.

De hecho, no sólo naturalistas, sino gran parte de los historiadores y de los teóricos políticos y religiosos de la época se apoyan en este argumento como uno más de sus fundamentos. El mismo Montesquieu es buena prueba de ello. Esta idea se generaliza ahora entre los libros de viajeros, mayoritariamente franceses e italianos, y trasciende incluso a la literatura, como se observa clarísimamente en el famoso drama Don Carlos, de Schiller.

En cuanto a la visión de la historia de América, todas estas concepciones tienen de una manera u otra su expresión, aunque ello les haga caer en graves contradicciones, y en más de una ocasión de forma permanente. Encontramos así, por ejemplo, la descalificación de España por haber roto un equilibrio perfecto de vida natural, compaginada con la interpretación del hundimiento indígena frente a los españoles dada la inferioridad biológica del indio frente el europeo; pero si era inferior física, cultural y socialmente, ¿cómo se podía dar ese estado paradisíaco, atribuido a una supuesta bondad natural, signo de perfección humana?

Son esenciales en esta permanencia de la Leyenda Negra en la historiografía americanista el libro del abate Raynal, ex–jesuita tremendamente resentido para con España y con la iglesia católica, seguidor de las teorías de Buffon en su Historia filosófica y política de los establecimientos en las dos Indias, aparecido en 1770, y la Historia de América del inglés Robertson, aparecida en 1777. Resumiendo, por lo que respecta a la historia de América vista desde Europa se continúa con la tendencia ya existente. Pero la novedad fundamental es que esa imagen se difunde también por los territorios de la América española, junto con el pensamiento ilustrado, entre las elites criollas, siendo por tanto un ingrediente más en la mentalidad de esa generación que crece y se forma en estos años, y que a principios del siguiente siglo liderará la independencia.

La Leyenda Negra durante la época contemporánea

En el tiempo que transcurre desde la lucha contra Napoleón en la Península y las guerras por la independencia en Hispanoamérica, a comienzos del siglo XIX, hasta hace unos pocos años, cuando resurge la polémica con motivo de las celebraciones del Quinto Centenario, el rasgo más característico de la Leyenda es sin duda alguna el hecho de que ya no se trata de un fenómeno o de una imagen ajena a la América española, "la opinión de otros", sino que se extiende dentro de la propia España y de las naciones hispanoamericanas, mientras que en Europa y Estados Unidos continúa su vigencia sin cambios más significativos que los que afectan al conjunto de la cultura occidental.

En efecto, podemos decir que en el Viejo Mundo y en los Estados Unidos la Leyenda se mantiene en este periodo por inercia, como una repetición y una mera actualización de esa imagen ya consolidada y esquematizada anteriormente. Hay que destacar el hecho de que, al irse creando en el mundo contemporáneo lo que se ha dado en llamar sociedad de masas o sociedad de la comunicación, donde la formación y el control de la opinión pública juegan un papel de una importancia como nunca había tenido hasta ahora, la Leyenda Negra es uno de los elementos que configuran esa opinión pública en lo que hacia España y a Iberoamérica se refiere, según los intereses de cada momento.

De este modo, por su repetición y su permanencia en los medios de comunicación, es como los tópicos de los que venimos hablando se convierten en lugar común, aceptados sin ningún tipo de reflexión crítica, ni histórica ni científica, sino asumidos simplemente por la fuerza de la costumbre.

Así se observa en la organización de las relaciones internacionales hacia las nuevas repúblicas americanas, y fundamentalmente en la consolidación del neocolonialismo surgido en el XIX y aún vigente. En este sentido, es muy significativo el origen y la difusión del término Latinoamérica, creado por los franceses Chevalier y Poucel, como denominación que recoge la mentalidad de la Ilustración y los ideales de la Revolución Francesa, frente al vocablo Hispanoamérica, que conlleva el ideal de monarquía tradicional católica propio de la Corona española; término generalizado para justificar la creciente influencia política y cultural francesa, ejemplo diáfano de los orígenes de ese neocolonialismo, y que culmina con la intervención de Francia en México en los años 60 del siglo XIX.

Y, por supuesto, la Leyenda pervive en el enfrentamiento entre el liberalismo y el tradicionalismo político, por cuanto forma parte de esa justificación histórica de las doctrinas políticas de la que se habló en la introducción. Ya en el siglo XX, esa misma pervivencia por causa política se encuentra en las expresiones de los distintos movimientos de izquierda socialistas, comunistas o anarquistas, pero la única diferencia es la del autor de la crítica, siendo las motivaciones y los mecanismos en que se manifiesta los mismos, en el fondo, que desde otras posturas políticas, como pueda ser el liberalismo antes citado.

Novedad importante en los últimos cincuenta años es la adopción de estos postulados por parte de los movimientos indigenistas e indianistas, de los que se hablará más adelante.

En cuanto a la historiografía contemporánea, la del siglo XIX es continuadora del racionalismo ilustrado a través fundamentalmente del positivismo histórico, según el cual la Historia es un largo camino del hombre hasta alcanzar el progreso material y el pensamiento "racional", y sigue las mismas directrices que se han visto anteriormente. Por nombrar algunos de los exponentes más significativos entre los historiadores de la época, citemos a Guizot y su Historia de la civilización en Europa, de 1828–30, o a Madame de Stäel, Weiss, Dozy, Prescott o Michelet: en todos ellos se encuentran referencias al despotismo y al atraso cultural de España, arreciando esta interpretación a finales del siglo, cuando se produzca la crisis del 98, a la que considerarán el lógico epílogo de la historia de España, en comparación con la pujante expansión industrial y colonial de Occidente.

En contraste con esa descalificación continuada del conjunto de la nación española y de sus gobernantes, se produce la exaltación y mitificación romántica de determinados personajes históricos, unas veces fruto del individualismo que caracteriza el mundo actual, otras como idealización y anticipación de las ideas contemporáneas frente a la mentalidad anterior, atribuida caprichosamente a estas figuras; los casos más expresivos son los de Cristóbal Colón, podríamos decir que como la audacia frente a la superstición, o el padre Las Casas, como la solidaridad enfrentada con la autoridad.

Por el contrario, a lo largo del siglo XX, cuando la Historia se consolida como una disciplina por sí misma y consigue desprenderse poco a poco de la servidumbre de la política y del doctrinarismo (algo de lo que, en cualquier caso, nunca se podrá desligar completamente), y centrarse en el rigor metodológico de la investigación y no tanto en la interpretación, se abre paso una profunda revisión que va situando paulatinamente a la historia de España y de América cada vez más cerca de la realidad. Ya existían los encomiables precedentes de Humboldt y de Lord Kingsborough, pero será en este siglo cuando proliferen nombres como Adolf Bastian, Paul Rivet, Edward Seler, Henry Pirenne, e incluso ardientes panegiristas como W.T. Walsh; en las décadas posteriores a la segunda Guerra Mundial, no puede olvidar a Fernand Braudel, John Elliot, Pierre Chaunu, Marcel Bataillon o Stanley Payne, entre muchos otros afortunadamente.

Pero donde más llama la atención esa permanencia de los tópicos de la Leyenda es en el aspecto racial, algo por otra parte lógico, en cierto modo, si se tiene en cuenta que es en la segunda mitad del siglo pasado y a lo largo del XX cuando el racismo como tal ha tenido una formulación más elaborada y más "científica" que nunca, desde que el anteriormente citado conde de Gobineau publicara en 1853 su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas. Sólo así se comprenden plenamente las palabras de Adolf Hitler en su Mein Kampf: "La América del Norte, cuya población está formada en su mayor parte por elementos germánicos que apenas sí llegaron a confundirse con las razas inferiores de color, exhibe una cultura y una humanidad muy diferente de las que exhiben la América Central y del Sur, pues allí los colonizadores, principalmente de origen latino, mezclaron con mucha liberalidad su sangre con la de los aborígenes"8.

Y así se pueden enumerar multitud de ejemplos de desprecio y discriminación hacia lo hispano, extendidos incluso en nuestra propia sociedad como xenofobia hacia lo iberoamericano, como queda bien patente en el término sudaca. Esta actitud no es exclusiva hacia la población hispanoamericana, sino que también, se encuentra en la continuidad del tópico acerca del carácter de los españoles, aunque, efectivamente, con un tono mucho menos racista estrictamente hablando, sino más bien como algo exótico e irracional, pasional, frente a la rutina metódica y a la frialdad racional del mundo occidental; imagen de raíz romántica que nace de los viajeros y escritores del XIX, como fueron Lord Byron, Dumas, Washington Irving con sus Cuentos de la Alhambra, o Prosper Merimée con su Historia del reinado de Pedro I de Castilla y, fundamentalmente, con su archiconocida Carmen, y continuados con los relatos de la España taurina y belicosa, por ejemplo, de Ernest Hemingway. Ciertamente, esta deformación romántica no es explícitamente negativa hacia los españoles, pero no por ello deja de ser una imagen falsa.

Como se decía al principio de este apartado, la novedad más importante de la Leyenda Negra en el mundo contemporáneo es su difusión y su asunción en Hispanoamérica. Esto es debido a la complicada historia política de España y de las repúblicas iberoamericanas durante los últimos casi doscientos años, marcada en el caso de la primera por la ruptura progresiva con una tradición política9, y por el afianzamiento de la identidad de las nuevas naciones en las segundas.

Ya se indicó en el periodo anterior cómo con la difusión, en mayor o menor grado, de las ideas ilustradas entre los criollos, se extenderá también la interpretación histórica de la Leyenda, y que esa generación es la que conduce a la independencia. Muchos de los líderes más importantes, especialmente los más doctrinarios, como Francisco Miranda (fundador en Londres de la logia masónica conocida con su propio nombre), Antonio Nariño, o Simón Bolívar, se sitúan en ese pensamiento.

Por centrarnos tan sólo en el caso de Bolívar, considerado por muchos como el padre de la independencia, nos encontramos con una admiración absoluta por la imagen idealizada que se tenía del padre Las Casas y por la interpretación de la historia de América del padre Raynal, pero sustituyendo la relación conquistador–malo–explotador frente al indio–bueno–víctima por la de español (peninsular)–malo–explotador frente al criollo–bueno–víctima como uno de los pilares básicos de su propaganda; esto se aprecia claramente en sus manifestaciones políticas, como es el Discurso de Angostura, de 1819, uno de los más trascendentes.

Pero también lo vemos en documentos de índole personal, que por su carácter privado permiten suponer una mayor sinceridad; así, en la conocida Carta de Jamaica, remitida al inglés Henry Cullen en 1815, y que fue publicada por la prensa inglesa y estadounidense en 1818, dice textualmente: "«Tres siglos han transcurrido –dice usted– desde que empezaron las barbaridades que los españoles cometieron contra los naturales de la América»; barbaridades que la edad presente se ha rehusado a creer, considerándolas fabulosas, pues parecen traspasar los límites de la depravación humana (...) Pero el velo por fin se ha rasgado; aun cuando la España quiso mantenernos en la oscuridad ya hemos visto la luz. Hemos roto nuestras cadenas; ya somos libres (...) Bajo el orden español, que hoy en día se impone quizá con mayor rigor que nunca, los americanos ocupan en la comunidad el lugar de las bestias de laboreo"10.

Esa tendencia se continúa desde entonces, con momentos de mayor o menor insistencia; en el siglo XIX va a ser esencial el esfuerzo por escribir una historia que dé sentido a las nuevas naciones, diferenciándolas de las demás repúblicas y creando ese sentimiento nacional, las más de las veces nacionalista.

Destacan en esta tarea figuras como el mexicano Servando Teresa de Mier o el chileno Francisco Bilbao, quien en 1864 publica en Buenos Aires El Evangelio Americano, donde, a la vez que identifica repetidamente la acción de España con la Iglesia Católica, afirma en su página 38 que "el progreso consiste en desespañolizarse"11, único remedio para salir del presunto atraso en que sitúa a América y para afianzar el Estado independiente, según el modelo liberal frente al tradicional hispánico.

Dentro de ese esfuerzo de adoctrinamiento juegan un papel importantísimo los textos escolares de historia y los llamados catecismos políticos y de la independencia, algunos de ellos incluso titulados con ese mismo nombre de "catecismo". En resumen, se parte de la descalificación de España para justificar la independencia y del rechazo de la herencia española para consolidar la nueva nacionalidad.

En el siglo XX esta postura se mantiene por inercia, intensificándose simplemente cuando es propagandísticamente útil a los intereses políticos del momento, tanto respecto a las relaciones con España (por poner sólo dos ejemplos, la actitud de los gobiernos mexicanos contra el régimen de Franco, o las acusaciones de neocolonialismo hacia España en algunos medios de la prensa chilena, con motivo del enrarecimiento de las relaciones entre España y Chile con motivo del asunto Pinochet, a lo largo de 1999) como en lo que se refiere al discurso político interno de los diferentes países: en una situación inestable como es la de Iberoamérica en el siglo XX, nada mejor que echar la culpa de los problemas del presente a las secuelas de la colonización en lugar de a la incompetencia de los gobernantes actuales, intentando así evitar responsabilidades y críticas ante la opinión pública del propio país.

También en España toma carta de naturaleza esta imagen negativa al amparo de las luchas que, a lo largo de todo el siglo XIX y una parte importante del XX, se producen entre las dos grandes corrientes políticas que pugnan en la política española, y que se puede simplificar en el enfrentamiento entre los ideales de la Revolución Francesa (desde el liberalismo hasta la izquierda) y los principios de la Monarquía tradicional española (desde los carlistas y los conservadores del siglo XIX hasta las corrientes autoritarias del XX).

Hay que recordar que este enfrentamiento es tan violento como para desencadenar varias guerras civiles, desde la que transcurre soterrada bajo la guerra contra Napoleón de 1808–14 hasta la Guerra Civil de 1936–39.12. Esa lenta y conflictiva implantación del sistema liberal en España se presenta con la idea de "rehacer a España", lo que implica una decadencia previa, que se supone que es la que sufre España desde finales del siglo XVI hasta el siglo XVIII, debida al lastre que supusieron los tópicos que aquí se han mostrado: intolerancia religiosa, organicismo político, etc.

Esta es la línea seguida por los historiadores románticos, positivistas, liberales y progresistas durante estos dos siglos, destacando las figuras de quien fuera presidente del gobierno con Isabel II, Francisco Martínez de la Rosa, tanto en El espíritu del siglo, de 1835, como, y fundamentalmente, en su Bosquejo histórico de la política de España desde los tiempos de los Reyes Católicos hasta nuestros días, de 1857, o el republicano Miguel de Morayta, Gran Maestre del Gran Oriente de la Masonería española, en los nueve volúmenes de su Historia de España, aparecida en 1889.

Revisionismo histórico que se resume en aquella expresión de que había que "cerrar con siete llaves el sepulcro del Cid", y que llevó al poeta Joaquín Bartrina a componer estos célebres versos:

"Oyendo hablar a un hombre,

fácil es acertar dónde vio la luz del sol:

si os alaba a Inglaterra, será inglés,

si os habla mal de Prusia, es un francés,

y si habla mal de España, es español."

Revisionismo, por otra parte, que no dejó de verse rebatido de forma constante, unas veces con vehemente apasionamiento, caso de Marcelino Menéndez y Pelayo, otras con mayor mesura de formas, que no de fundamentación, caso de Rafael Altamira y Crevea. Esta actitud es la que desembocará, en el cambio de siglo estigmatizado por el Desastre del 98, en la formulación de lo que se conoce como "el problema de España", y que ha marcado el pensamiento histórico español a lo largo de todo el siglo XX, desde el Regeneracionismo de Costa y Ganivet y la Generación del 98 hasta los debates de nuestros días en torno a los nacionalismos y a la organización del Estado.

Precisamente vinculado a ese "problema de España" crece en los últimos cien años una crítica atroz no sólo contra la historia, sino contra la propia esencia de España, que recoge muchos de los supuestos de la Leyenda Negra, y que es la historiografía de corte separatista, de graves repercusiones por su intrusión en la enseñanza escolar desde mediados de la década de los 80. Y es que todos los nacionalismos parten, entre otras fuentes, de un discurso histórico, de una lectura maniquea del pasado, y los separatismos de nuestro siglo actúan en esto como unas líneas más arriba vimos que lo hacían los próceres de la independencia americana: si la historia descalifica la actuación de España, y si la descalifica globalmente, entonces nos sobra España.

Asunto grave y candente éste cuyas repercusiones sobrepasan los objetivos de este trabajo.

La polémica del V Centenario

A pesar de todas las inercias y de todos los intereses implicados en el asunto que nos ocupa, ya se señaló cómo la investigación histórica, a lo largo de su desarrollo en los últimos tiempos, ha ido lenta pero inexorablemente situando las cosas en su lugar, fundamentalmente en los últimos cincuenta años (al menos en lo que se refiere al esfuerzo intelectual; otra cosa es la opinión popular, o mejor dicho, popularizada, como se verá en las conclusiones).

Sin embargo, con motivo del V Centenario del Descubrimiento de América se observó a una reactivación de la propaganda empleando los viejos tópicos, ceñida en este caso a la cuestión religiosa y a la empresa americana. Y es que la

fecha de 1992 supuso una ocasión para nuevos enfrentamientos, esta vez casi exclusivamente de tipo político, que, como es habitual, manipulan la historia como instrumento propagandístico.

En esta ocasión la contienda sociopolítica se puede simplificar en tres frentes, siendo recuperada la Leyenda en cada uno de ellos conforme a su utilidad para los intereses en juego. Por un lado se encuentran las reclamaciones de los movimientos indigenistas e indianistas, en su mayor parte influidos o directamente alineados por los grupos de izquierda y extrema izquierda, que recuperan el discurso del genocidio, el etnocidio y la explotación de los indios para legitimar sus reivindicaciones. Esta postura, formulada en su plenitud en el Congreso Internacional de Indigenismo convocado por las Naciones Unidas en Ginebra, en 1987, tuvo como uno de sus principales difusores al escritos uruguayo Eduardo Galeano, quien recoge todos estos planteamientos en su libro Las venas abiertas de América Latina, donde denuncia la situación actual de los grupos oprimidos americanos como resultado de la conjunción capitalismo–colonialismo–cristianismo.

En ese sentido se manifestó la Delegación Indígena Unitaria de Guatemala, entre los que se encontraba la premio Nobel de la Paz en 1990 Rigoberta Menchú, representante del Comité de Unidad Campesina, en 1990 ante el grupo de Trabajo de la ONU sobre poblaciones indígenas: "Hace quinientos años, los primeros europeos comenzaron a llegar a nuestras tierras que ellos llamaron América. Lo que pudiera haber conducido a un fructífero intercambio entre diferentes culturas, desembocó en lo contrario. Durante cinco siglos hemos sido las víctimas de una expansión colonialista que nos sometió a un genocidio brutal"; y terminaban clamando: "Por el fin de quinientos años de opresión y discriminación, y el inicio del verdadero encuentro de dos culturas en base a la igualdad, la justicia y la paz"13.

Por otra parte, la situación de empobrecimiento de los países iberoamericano, con el grave problema de la deuda externa, y el replanteamiento de las relaciones internacionales sobre el triángulo Iberoamérica–Estados Unidos–Comunidad Europea (en la que se integra España), hace que en torno a las celebraciones del V Centenario muchos gobiernos (más allá del debate entre encuentro y descubrimiento, que responden más bien al viejo intento por reafirmar su identidad nacional) iberoamericanos intentan, recobrando el discurso de la dependencia colonial, difundir la idea de una "deuda histórica" de España hacia las naciones americanas aún pendiente, en un intento de asegurarse una especie de intermediación del Estado español entre el mundo occidental desarrollado e Iberoamérica (papel por otra parte que España, bien o mal, ha cumplido y cumple de todos modos, como puente entre Europa y América, y que es una de las bazas que juega en el seno de la Comunidad Europea).

Igualmente, para muchos gobernantes, ante su incapacidad política, la corrupción de sus gobiernos o del Estado, y los resultados negativos de su gestión, resulta un fácil recurso achacar los problemas actuales de su país a las herencias del pasado, culpando a Colón y a los Reyes Católicos, por ejemplo, para distraer la atención sobre su propia incompetencia o su corrupción.

En tercer lugar, el enfrentamiento abierto que se da entre varias corrientes de la llamada Teología de la Liberación con la Santa Sede y con el resto de la Iglesia Católica, con las implicaciones sociales y políticas en que este conflicto está inmerso, conlleva una revisión de la historia de la evangelización de América y, por asociación, de toda la colonización. Y ello no sólo en cuanto a su desarrollo y extensión, sino fundamentalmente en lo que respecta a los métodos, a las relaciones con los pueblos y culturas indios, y a la relación con el Estado (en aquellos momentos, la Corona española, por lo que, cuando interese, se extiende la crítica a la historia de España).

Esa línea es la que promovieron, por ejemplo, los distintos Congresos de Justicia y Paz, alineados en esa Teología de la Liberación; en el IV de ellos, celebrado en Madrid entre el 20 y el 22 de Abril de 1990, se recogen entre sus conclusiones: "1– Si repasamos y analizamos la historia de América Latina, desde que los conquistadores llegaron a este continente, historia caracterizada –salvo honrosas excepciones– por la masacre y destrucción de las culturas indígenas, constatamos que este acontecimiento, hoy tan glorificado, realmente no supone un gran avance en la historia liberadora de esos pueblos y de la Humanidad, y, por tanto, tampoco en la realización del Reino de Dios. (...) 8–

Por último, frente a toda la parafernalia oficial que está organizando el gobierno español ante el aniversario del V Centenario [sic], afirmamos: –Que nosotros no tenemos nada que "celebrar". 9 –Que todas estas celebraciones oficiales realmente encubren (y no descubren) la realidad doliente de América Latina. –Que no se puede hablar de encuentro de las culturas cuando día a día estamos cerrando las puertas a estos países (véase, por ejemplo, nuestra actual ley de extranjería). (...) Por ello insistimos a todos los sectores sociales a movilizarse contra las celebraciones oficiales que se organicen con motivo del V Centenario, planteando una alternativa solidaria y de denuncia de la actual realidad latinoamericana. Firmado: Colectivo Verapaz"14.

Estas tres líneas críticas no se desarrollaron de forma aislada, sino que se plantearon íntimamente relacionadas entre sí, marcada la mayor o menor ligazón entre ellas simplemente por la conjunción de distintos intereses, siendo la hipótesis más utilizada en esa propaganda, expuesta aquí de forma simplificada, la del genocidio provocado por una barbarie conquistadora que busca la explotación económica mediante la esclavitud y la opresión bajo la excusa de la religión, traicionando así la "verdadera evangelización", y siendo todo ello raíz de la actual situación de desvertebración social interna y de dependencia neocolonial del exterior.

A pesar de toda la polémica desatada en los años previos a 1992 y de la violencia que se pudo observar en muchas de las campañas al respecto, una vez

pasada la conmemoración, y por tanto perdido con ello su vigencia en los medios de comunicación, la situación ha vuelto a calmarse, entrando en el periodo en que nos encontramos cuando se escriben estas líneas, las celebraciones en torno a otros aniversarios, el de Carlos I y el de Felipe II, y el del desastre del 98, se han abordado con un casi total desapasionamiento y con la serenidad que era deseable, permitiendo una ocasión para olvidar los viejos tópicos y afrontar el futuro desde un acercamiento más profundo y sincero con la Historia.

Y es agradable destacar el papel que la historiografía no hispana, ya sea estadounidense, francesa o inglesa, juega en estos momentos, aportando un positivo bagaje tanto de conocimientos como de interpretaciones, superando esos supuestos con que, a lo largo de estas páginas, hemos intentado analizar y explicar qué es y en qué consiste la Leyenda Negra.

CONCLUSIONES

En resumen, la Leyenda Negra atacaba a España no tanto por envidias nacionalistas, sino porque la España unificada que surge del final de la Reconquista y del reinado de los Reyes Católicos, la que va a descubrir el Nuevo Mundo y a convertirse en árbitro mundial durante trescientos años, alcanza ese papel por su identificación con una mentalidad, con una cosmovisión que es la que le otorga la religión católica, como se mostraba al inicio. Y sobre esta base religiosa, el modelo político, social y cultural de la España Imperial responde, con sus aciertos y sus errores como toda obra humana, al Orden Social Cristiano que se ha desarrollado desde la idea del Imperio Romano, de la filosofía medieval, y de la moral cristiana.

Y eso es lo que la Leyenda Negra pretendía desacreditar. Por supuesto, la Leyenda no actúa como un sujeto personal con vida propia, sino que es simplemente un medio, un instrumento, para crear una opinión generalizada, utilizado en la pugna que, durante los últimos siglos, ha vivido el mundo entre dos cosmovisiones, dos paradigmas filosóficos, que han configurado la historia de Occidente desde la desaparición del mundo antiguo: la mentalidad Tradicional, y el pensamiento de la Modernidad.

Lo que inicialmente era abierta propaganda militante pasó con el tiempo a presentarse como una realidad demostrada por el estudio y la razón, con lo que podía extenderse a quienes no estaban implicados directamente en las disputas anteriores y por tanto se mantenían al margen de esa propaganda. Así, se extendió buscando crear una opinión pública mayoritaria que aceptase, como toda opinión publica, tales supuestos sin crítica, confiando en la honestidad de intelectuales y políticos.

Con el tiempo, el propio avance de las distintas disciplinas del saber se encargaría de desmontar esos tópicos, pero como ocurre siempre en el campo de las mentalidades, la erudición y el estudio no llevan la misma velocidad de cambio que la opinión pública, mucho más lenta y sujeta a la inercia, situación que más o menos describe el panorama actual.

Y es que, como dijo Walter Raleigh, "No es la verdad, sino la opinión, la que viaja por el mundo sin pasaporte".

Notas:

(1) El término "Leyenda Negra" se debe a Julián Juderías, quien publicó su obra así titulada en 1914.

(2) Marías, Julián. La España inteligible. Madrid, Alianza Editorial, 1986. Cap. XVII, "La Leyenda Negra y sus consecuencias"; pp. 200-201

(3) Es muy interesante al respecto el contraste entre las posturas sostenidas por Julián Marías, op.cit., y Ricardo García Cárcel en su introducción a La Leyenda Negra. Historia y opinión. Madrid, Alianza Editorial, 1992.

(4) García Cárcel, op. cit.; p.48.

(5) García Cárcel, op. cit; p. 87.

(6) Son especialmente significativos los juicios que emite en el libro VIII, capítulo XVIII; en el libro XXI, capítulo XXII; y en el libro XXV, capítulo XIII.

(7) Citado por Juderías, J. La Leyenda Negra. Madrid, Swan, Avantos y Hakeldama, 1986; p.186.

(8) Hitler, A. Mi lucha. Barcelona, Editors S.A., 1987. Cap. "Nación y raza", p.139. (9) Una de las mejores interpretaciones, desde una visión tradicionalista, de esta ruptura es la que da Rafael Gambra en La primera Guerra civil de España (1821-1823). Madrid, Escelicer, 1972. Fundamentalmente en "Una continuidad truncada", pp.23-25, y en el capítulo IV, "La unidad de nuestra historia".

(10) Bolívar, Simón. La Carta de Jamaica. Edición de Francisco Cuevas Cancino, México D.F., El Colegio de México, 1975; pp.43,45 y 58.

(11) Citado por Carbia, Rómulo. Historia de la Leyenda Negra hispanoamericana. Madrid, Publicaciones del Consejo de la Hispanidad, 1944; p. 177.

(12) Vid. Gambra, op. cit.

(13) Colectivo Verapaz. IV Congreso Justicia y Paz. Salamanca, editorial San Esteban, 1990. (14) Colectivo Verapaz, op. cit.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

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- Enciclopedia Wilkipedia

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Romasanta, el hombre lobro

Poemas de Jotaene

Anuncio por palabras

Una vida apasionante (2)

Una vida apasionante

La semana tráquea

Relatos breves y verídicos (1)

El parricida sonámbulo

Curvas Peligrosas

Un fallo lo tiene cualquiera

Mujer prevenida vale por dos

La prostituta y su enamorado

Tiberio Julio César, el crápula

Caracalla, el fratricida incestuoso

Despacito, cariño, muy despacito (8)

Cómodo, el incómodo

El matriarcado y el incesto (4)

El matriarcado y el incesto (1)

Incestos históricos (4)

El matriarcado y el incesto (3)

El matriarcado y el incesto (2A)

Viene de antiguo

Viene de antiguo 2

El gentleman

Margarito y la virgen de Rosario

La multivirgen

Un grave encoñamiento (7 - Final)

Un grave encoñamiento (6A)

Un grave encoñamiento (6)

Despacito, cariño, muy despacito (7)

Despacito, cariño, muy despacito (6)

Despacito, cariño, muy despacito (5)

Incesto por fatalidad (8)

Academia de bellas artes

Un grave encoñamiento (5A)

Orgasmos garantizados

Un grave encoñamiento (5)

Un grave encoñamiento (4)

El sexo a través de la historia (2)

El sexo a través de la historia (3)

Despacito, cariño, muy despacito (4)

Despacito, cariño, muy despacito (3)

Un grave encoñamiento (3C)

Un grave encoñamiento (3B)

Un grave encoñamiento (3A)

Un grave encoñamiento (2)

Un grave encoñamiento (1)

Despacito, cariño, muy despacito (1)

La leyenda negra hispanoamericana (2)

Incestos históricos (3)

La leyenda negra hispanoamericana (1)

Incestos históricos (2)

Incestos históricos (1)

Incesto por fatalidad (5)

Incesto por fatalidad (6)

El dandy

Incesto por fatalidad (2)

Incesto por fatalidad (3)

Incesto por fatalidad (1)

Incesto por fatalidad (4)

Hundimiento del acorazado españa

Un viaje inútil

Como acelerar el orgasmo femenino

La máquina de follar

Follaje entre la nieve

Placer de dioses (1)

Sola

Placer de dioses (2)

Navegar en Galeón, Galero o Nao

Impresiones de un hombre de buena fe (6)

El Naugragio de Braer

La Batalla del Bosque de Hürtgen

El naufragio del Torre Canyon (1)

El naufragio del Torre Canyon (2)

El naufragio del Torre Canyon (3)

La batalla de Renade

Impresiones de un hombre de buena fe (7)

Impresiones de un hombre de buena fe (4)

Impresiones de un hombre de buena fe (7-A)

Olfato de perro (4)

Olfato de perro (5)

No sirvió de nada, Mei

Cuando hierve la sangre (2)

Cuando hierve la sangre (1)

Hundimiento del Baleares

Olfato de perro (1)

Paloduro

Impresiones de un hombre de buena fe (1)

Impresiones de un hombre de buena fe (2)

Olfato de perro (2)

Impresiones de un hombre de buena fe (3)

Olfato de perro (3)

Una tragedia Marítima olvidada (3)

Una tragedia Marítima olvidada (5 Fin)

Una tragedia Marítima olvidada (4)

Una tragedia Marítima olvidada (2)

Una tragedia Marítima olvidada (1)

La hazaña del Comandante Prien

La Hazaña el Capitán Adolf Ahrens

Derecho de Pernada (3)

Derecho de Pernada (2)

Derecho de Pernada (4)

Derecho de Pernada (5)

Derecho de Pernada (1)

La maja medio desnuda

Oye ¿De dónde venimos?

Misterios sin resolver (2)

Mal genio

Misterios sin resolver (3)

Tanto monta, monta tanto

El asesino del tren

Crónica de la ciudad sin ley (9)

Crónica de la ciudad sin ley (10)

¿Son todos los penes iguales?

Crónica de la ciudad sin ley (8)

El timo (2 - 1)

Testosterona, Chandalismo y...

El canibalismo en familia

Ana

Código de amor del siglo XII

El canibal de Milwoke

El canibal japones.

El canibal alemán

El anticristo Charles Manson

Crónica de la ciudad sin ley (7)

Crónica de la ciudad sin ley (6)

El 2º en el ranking mundial

El bandido generoso

El vuelo 515 (3)

El timo (2)

El petiso orejudo

Don Juan Tenorio con Internet

La sociedad de los horrores

El vuelo 515 (1)

El buey suelto

El vuelo 515 (2)

El Arriopero anaspérmico

El carnicero de Hannover

Andrei chikatilo

El carnicero de Plainfield

Barba azul

Los sicarios de satán

El timo (1)

The night stalker

Hasta que la muerte os separe.

¿Serás sólo mía?

¿Quién pierde aceite?

Gumersindo el Marinero

La confianza a la hora del sexo

Captalesia

El sexólogo (4)

Encuesta sobre el orgasmo femenino

Virtudes Teologales

El barco fantasma

El sexólogo (3)

El mundo del delito (8)

El mundo del delito (7)

The murderer

El sotano

El signo del zorro

La sexóloga (4)

La sexóloga (5)

Memorias de un orate (13)

Memorias de un orate (14 - Fin)

El orgasmómetro (9)

El orgasmómetro (10)

El sexólogo (1)

El sexólogo (2)

La sexóloga (2)

La sexóloga (3)

Memorias de un orate (12)

El mundo del delito (4)

El mundo del delito (5)

La sexóloga (1)

Memorias de un orate (9)

Memorias de un orate (11)

Memorias de un orate (10)

Memorias de un orate (9 - 1)

Qué... cariño ¿que tal he estado?

¿Que te chupe qué?

Memorias de un orate (7 - 1)

Memorias de un orate (7)

Memorias de un orate (6)

Memorias de un orate (8)

Memorias de un orate (5)

Memorias de un orate (4)

Enigmas históricos

Memorias de un orate (3)

Ensayo bibliográfico sobre el Gran Corso

El orgasmómetro (8)

El viejo bergantin

El mundo del delito (1)

El mundo del delito (3)

Tres Sainetes y el drama final (4 - fin)

El mundo del delito (2)

Amor eterno

Misterios sin resolver (1)

Falacias políticas

El vaquero

Memorias de un orate (2)

Marisa (11-2)

Tres Sainetes y el drama final (3)

Tres Sainetes y el drama final (2)

Marisa (12 - Epílogo)

Tres Sainetes y el drama final (1)

Marisa (11-1)

Leyendas, mitos y quimeras

El orgasmómetro (7)

Marisa (11)

El cipote de Archidona

Crónica de la ciudad sin ley (5-2)

Crónica de la ciudad sin ley (5-1)

La extraña familia (8 - Final)

Crónica de la ciudad sin ley (4)

La extraña familia (7)

Crónica de la ciudad sin ley (5)

Marisa (9)

Diálogo del coño y el carajo

Esposas y amantes de Napoleón I

Marisa (10-1)

Crónica de la ciudad sin ley (3)

El orgasmómetro (6)

El orgasmómetro (5)

Marisa (8)

Marisa (7)

Marisa (6)

Crónica de la ciudad sin ley

Marisa (5)

Marisa (4)

Marisa (3)

Marisa (1)

La extraña familia (6)

La extraña familia (5)

La novicia

El demonio, el mundo y la carne

La papisa folladora

Corridas místicas

Sharon

Una chica espabilada

¡Ya tenemos piso!

El pájaro de fuego (2)

El orgasmómetro (4)

El invento del siglo (2)

La inmaculada

Lina

El pájaro de fuego

El orgasmómetro (2)

El orgasmómetro (3)

El placerómetro

La madame de Paris (5)

La madame de Paris (4)

La madame de Paris (3)

La madame de Paris (2)

La bella aristócrata

La madame de Paris (1)

El naufrago

Sonetos del placer

La extraña familia (4)

La extraña familia (3)

La extraña familia (2)

La extraña familia (1)

Neurosis (2)

El invento del siglo

El anciano y la niña

Doña Elisa

Tres recuerdos

Memorias de un orate

Mal camino

Crímenes sin castigo

El atentado (LHG 1)

Los nuevos gudaris

El ingenuo amoral (4)

El ingenuo amoral (3)

El ingenuo amoral (2)

El ingenuo amoral

La virgen de la inocencia (2)

La virgen de la inocencia (1)

Un buen amigo

La cariátide (10)

Servando Callosa

Carla (3)

Carla (2)

Carla (1)

Meigas y brujas

La Pasajera

La Cariátide (0: Epílogo)

La cariátide (9)

La cariátide (8)

La cariátide (7)

La cariátide (6)

La cariátide (5)

La cariátide (4)

La cariátide (3)

La cariátide (2)

La cariátide (1)

La timidez

Adivinen la Verdad

El Superdotado (09)

El Superdotado (08)

El Superdotado (07)

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El Superdotado (05)

El Superdotado (04)

Neurosis

Relato inmoral

El Superdotado (03 - II)

El Superdotado (03)

El Superdotado (02)

El Superdotado (01)