INCESTO POR FATALIDAD 8 -- .
Aurora Martínez Laíto, una peruana de treinta y cinco años llegada a Barcelona en busca de una mejor vida de la triste, pobre y amargada que llevaba en su país, hubiera podido vivir de la prostitución como muchas otras extranjeras llegadas a España lo hacían, en la mayoría de los casos, engañadas por las mafias dedicadas a la trata de blancas, negras, y grises. Pero Aurora, estaba casada y tenía tres hijos y amaba a su marido y a sus hijos y no deseaba para ellos lo que para ella tampoco quería. Aurora no tenía temperamento de prostituta y tuvo suerte de encontrar trabajo como mujer de la limpieza antes de que el poco dinero con que llegó se le agotara.
Trabajó como una esclava de sol a sol afanándose por realizar su trabajo con el mayor esmero posible. Era servicial, amable y simpática y de una primera casa, pasó a tener dos por recomendación de la primera. Más tarde tres, cuatro y hasta cinco y así llegó a limpiadora de General Videos, recomendada por Laura Bofarull a la que también limpiaba su apartamento. Días había en los que tan sólo dormía tres horas. Ahorraba casi todo el dinero que ganaba para poder traerse de Perú a su familia cosa que consiguió al segundo año de permanecer en España trabajando como una mula y ahorrando más que una hormiga.
El mayor susto de su vida se lo llevó cuando ya llevaba una hora limpiando el apartamento de Laura y entró en el dormitorio y ver la enorme mancha de la moqueta que, saliendo del cuarto de baño, llegaba hasta los pies de la cama de matrimonio cuya sábana y colcha estaban revueltas en el suelo y manchadas de sangre. Entró en el baño y salió dando alaridos pidiendo socorro a gritos, pero en un barrio residencial como La Bonanova, cada uno cuida de lo suyo y procura no meterse en problemas.
Cansada de que ninguna puerta se abriera volvió a entrar en el apartamento y se dirigió al teléfono del comedor, llamando al 091 y explicando atropelladamente lo que había visto. El policía femenino que la atendió tuvo que pedirle que se calmara y le explicara más despacio lo que tan nerviosamente intentaba declarar.
Media hora más tarde, dos Policías Nacionales y un inspector de la BIC hacían acto de presencia en el apartamento de la señorita Laura Bofarull, le tomaron declaración a Aurora, se interesaron por su vida intentando calmarla; hasta la prepararon una taza de tila en la cocina en donde el inspector de la BIC Luís Andrade Mejuto, español de padres cubanos, tomaba tranquilamente nota para su informe de todas las respuestas que Aurora, ya más tranquila, daba a sus preguntas.
Poco tiempo después llegaban dos inspectores de la Policía Científica, el forense, dos sanitarios, un fotógrafo y el juez del Distrito. Mientras el fotógrafo sacaba fotografías hasta del rollo de papel higiénico, el forense hizo su informe que entregó al inspector Jefe de la BIC Roberto Saldaña. En dicho informe dictaminaba que la mujer llevaba muerta 10/12 horas; no había sido violada pero había hecho el amor aunque no quedaban rastros de semen porque, seguramente, lo destapó ella misma al levantarse y los restos de semen se habían ido por el desagüe. Según su criterio la muerte sobrevino por accidente al parecer a consecuencia de un resbalón en las baldosas que debían estar mojadas a causa de los chapoteos del la mujer con el agua. De todas formas podría ser más concreto después de la autopsia.
El cadáver fue fotografiado desde todos los ángulos y más profusamente que el de Marilyn Monroe. Acabado su trabajo los sanitarios lo metieron en una bolsa de plástico gris cerrándolo con cremallera.
Colocaron la bolsa en una camilla y sanitarios y cadáver desaparecieron mientras los dos inspectores de la Científica sacaban huellas hasta de la jaula del canario que, al principio, creyeron que era de plástico pues permanecía más mudo que Belinda y no movía ni una pluma. Sólo cuando Aurora entró en la habitación seguida del inspector Andrade se atrevió el animalito a decir pío, pío. Se ve que tenía hambre y sed. Para todos incluido el juez, menos para el inspector Andrade, la muerte de Laura había sido un accidente. El inspector Jefe Saldaña de la Policía Científica le preguntó:
-- ¿En que te basas para imaginar que no ha sido un accidente?
-- En que no estaba sola.
-- ¿Lo dices por la pera espermicida? preguntó el inspector Lourido de la Científica.
-- Naturalmente. Estaba con un hombre.
-- Pudo haber follado antes de llegar a casa y limpiarse al llegar.
-- Puede, pero no me lo creo.
-- ¿Por qué no?
-- Por la posición de la alfombra; el dactilógrafo debería sacar huellas de la parte inferior que es de goma. La sábana y la colcha de la cama parecen indicar que lo disfrutaron a conciencia y los revolcones debieron ser de ola Tsunami para que acabaran en el suelo.
-- Eso son suposiciones, Andrade. No hay ninguna prueba que lo demuestre y, además, muchas mujeres acostumbran a revolcarse durante un buen rato cuando se masturban, luego, antes de dormirse van al baño. Es otra suposición tan buena como la tuya.
-- Sí, pero la tuya falla por un pequeño detalle.
-- ¿Te refieres a la solución espermicida de la cánula?
-- Si, a eso me refiero. Puede que después de masturbarse o sin masturbarse las mujeres antes de dormir se laven el sexo, pero el espermicida no encaja en el puzzle.
-- De todas formas, envíame tu informe mañana por la tarde con lo que logres averiguar en ¿Cómo se llama la empresa en donde trabajaba?
-- General Videos SA. Era directora de marketing y Recursos humanos aclaró Andrade.
-- ¿General Vídeos no es esa empresa que se dedica a realizar películas porno?
-- Sí, porno y eróticas.
-- ¡Joder! exclamó el inspector Jefe Entonces será mejor que me entregues un informe preliminar por la mañana y luego continúes la investigación con Rodrigo.
-- No, de eso nada. Si le quieres dar el caso al "Mastin de Pedralbes", dáselo, yo seguiré con lo que estaba haciendo.
-- ¿Qué pasa? ¿No te llevas bien con Rodrigo?
-- Si, es un compañero y un buen compañero, pero somos incompatibles en una investigación por homicidio. Ya deberías saberlo.
-- No te preocupes, tu dame las pistas que Rodrigo las seguirá, y me voy con el juez Urdiales porque aquí ya está todo visto. Asegúrate de que pongan el precinto antes de marcharte. Son las doce y media ¿Nos vamos, señor Urdiales?
-- Si, vámonos, pero manténganme informado.
-- Así lo haré. Hasta luego, Andrade.
-- Hasta luego, Jefe.
A las doce y media de la mañana el apartamento de Laura Bofarull quedaba vacío y precintado y, a la misma hora, se despertaba Irene Duarte encima del corpachón del hermano notando dentro de su estuche el miembro del muchacho en estado flácido, pero era lo suficientemente grande para que la muchacha, al notarlo, contrajera la vagina tres o cuatro veces. Como por ensalmo notó ella que empezaba a ponerse rígido. Sonrió, besándolo suavemente en los labios sin que él diera muestras de despertarse.
.Lo encontró natural. Su desgaste de energías aquella noche había sido tan considerable que era lógico que tuviera que recuperarlas durmiendo. Sin embargo, pese a todo, la erección seguía creciendo dentro de ella de forma desmesurada e involuntariamente, su vagina sea contrajo un par de veces sobre la dura barra de carne que la penetraba. Apoyó la rubia cabecita sobre el amplio tórax del hermano cuando la rigidez alcanzó su tope máximo y se dispuso a gozarlo dormido.
Los primeros síntomas de que se le acercaba el orgasmo no tardaron mucho en aparecer, pero se contuvo; deseaba sentirse repleta el mayor tiempo posible de la enorme verga del hermano al que tanto amaba y que tanto la hacia gozar. Deseaba recrearse en el infinito placer que experimentaba sintiendo latir el potente corazón masculino a través de su descomunal herramienta que pulsaba todas las terminaciones nerviosas de su vagina. Eran tan exquisita la caricia que la berroqueña verga la proporcionaba dentro de su sexo que se veía obligada a contenerse para no despertarlo con sus contracciones vaginales.