miprimita.com

Despacito, cariño, muy despacito (3)

en Grandes Relatos

DESPACITO, CARIÑO, MUY DESPACITO 3

Capítulo tercero



Charly Wilmer.

Megan bajó al piso 51. Una planta de 860 metros de los que la mitad estaba ocupada por el departamento de Compras y separada de la siguiente por una mampara de ladrillos a cara vista barnizados con los colores de Chrysler. La puerta que comunicaba los dos departamentos, de pino de Oregón, tenía la llave colgada en la cerradura. La abrió, cerrando de nuevo por dentro. Recorrió todos los despachos escogiendo para ella el de los grandes ventanales, casi el mismo en el que se había entrevistado con John Laroca.

Sentada en el gran sillón de la mesa levantó el teléfono para llamar al piso 36. Oyó la voz de Charly preguntando:

¿Diga?
- Sube al piso 51 en el ascensor 4. Te espero.

- ¿Ahora mismo?

- Si, ahora mismo. Haz lo que te digo y rápido, por favor.

- Sí, señor, ahora voy.

Ella sonrió ante la astucia del muchacho. Sabía que el chico era uno de los hijos de Charles Wilmer Senior, accionista y delegado de la empresa en el Consejo de Administración. Sabía que aquel joven gigante no sería nunca para ella pero, de momento, se conformaba con tener al muchacho bajo su dominio y, algún día, su grandioso pene dentro de ella.

El tiempo diría lo que podía salir de aquella relación. Por enésima vez se preguntó si sus ansias de sentir dentro de ella la descomunal verga del joven sería la verdadera causa de su interés por él. No, ella sabía que entre ella y él había algo más que el puro deseo físico de follar La sacó de sus meditaciones las pisadas del Charly por el pasillo y se levantó para recibirlo.

Se encontraron en el pasillo y ella tuvo que contenerse para no correr a su encuentro y lanzarse en sus brazos. Suponía que el muchacho sentía lo mismo que ella, pero se contenía porque, pese a su corpachón de hombre no dejaba de ser todavía poco más que un niño tímido y aquello aún la hizo sentirse más feliz. Que él se mostrara tan temeroso y respetuoso con ella le producía la sensación de tener mariposas en el estómago.


-- ¿Qué ha pasado, Megan? – preguntó ansioso

-- No te lo vas a creer.

- De ti me creeré cualquier cosa que me digas, Megan, lo sabes muy bien.

- ¿Y eso por qué? – preguntó interesada en la respuesta.

- Eso también lo sabes, Megan.

- No, no lo sé, pero quiero saberlo.

Tuvo que contener las ganas de reírse al ver que se ruborizaba, metiéndose las manos en los bolsillos para disimular su turbación.

- Vamos, Charly, dímelo.

- Eres una mujer casada, Megan y no tengo derecho…

-- Déjate de chorradas, Charly, y dímelo.

- Bueno, yo… es que no sé cómo explicártelo.

- ¿Explicarme qué?

- ¡Oh, Megan, por favor…!

- Dímelo, Charly.

- Tú ya sabes que estoy enamorado de ti. ¿Verdad que lo sabes?
- ¿Desde cuándo?

- Desde el mismo día que te vi cuando vine con mi padre a visitar la empresa. Por eso le pedí que me diera un empleo en tu departamento.
- Pero si llevas aquí dos años, corazón, ¿Por qué nunca me has dicho nada?

- No me he atrevido y además estás casada, pero estoy enamorado de ti como un cadete.

- Pues lo has disimulado muy bien, cariño.

-¿Yo soy tu cariño? – preguntó con cara de asombro.

- Si, y además eres tonto de remate si no te has dado cuenta de que yo también estoy enamorada de ti – respondió sin saber a ciencia cierta si le mentía o no.

La tomó entre sus brazos con tanta fuerza que a poco más la espachurra entes de besarla con las ansias de un loco. Ella notó contra su vientre la gigantesca erección mientras él la besaba enroscando su lengua con la suya con el frenesí del enamorado que no puede saciarse de la mujer que ama y desea.

- Megan, amor mío, nunca sabrás cuantas veces soñé con que algún día llegara este momento, pero me parecía tan imposible como alcanzar la Luna con las manos.

- Pues el momento ya ha llegado, mi amor. Anda, déjame en el suelo y vamos al trabajo que hay mucho que hacer y muy urgente. Tendremos que efectuar un buen montón de horas para que esto funcione dentro de ocho días. Quiero que seas mi secretario particular ¿Te apetece el puesto?


- Ya lo creo, mi amor.

- Pues empecemos, siéntate en mi sillón y saca un Dietario que debe haber en alguno de los cajones. Empezaremos por anotar al personal que traeremos de la sección de Contabilidad, las computadoras que necesitaremos, la lista de Concesionarios y las directrices que les impartiremos a partir de ahora.

Durante una hora trabajaron a un ritmo frenético y hubieran continuado si a ella no se le ocurre dejar de pasear por el despacho y sentarse en sus rodillas.

Cuando sintió el tremendo falo creciendo bajo sus nalgas y la mano de Charly acariciándole la cara interna de los muslos hasta los gordezuelos labios de su depilada vulva que estrujó suavemente entre sus poderosos dedos, creyó morirse de placer. Mientras ella le desabrochaba el cinturón y le bajaba la cremallera, el deslizó las braguitas por sus muslos y sus piernas hasta los tobillos.

Cuando logró sacar la gigantesca verga de su escondite se dio cuenta de que no podía abarcarla entera con la mano; poco más de la mitad podía rodear a pesar de tener unos dedos largos, elegantes y delicados. Se sentía, y con razón, muy orgullosa de sus aristocráticas manos. Tuvo que emplear las dos manos para poder abarcarla y, entonces, estiró del prepucio para dejar al descubierto el enorme y congestionado glande de un color rojo amoratado, de piel fina y suave como plumón de ave y con la forma y el tamaño de un peruco. Supo que aquella verga medía algo más de treinta y cinco centímetros de largo porque cuando alcanzó la base con los dedos la punta del glande pasaba más arriba de su codo y sabia que su antebrazo media quince pulgadas.

Lo mordió en los labios cuando su dedo medio se introdujo en su húmeda vagina hasta los nudillos mientras el pulgar le masajeaba el clítoris. Mientras ella recorría de arriba abajo la gigantesca erección mirándola enfebrecida murmuró sobre sus labios:

- Me vas a partir en dos con tu grandioso pene, corazón. Tendrás que metérmela despacito, cariño, muy despacito.

-- Haré como tú quieras, mi amor – murmuró mientras la punta de su berroqueño glande le dilataba la vagina al introducirla un par de centímetros.

Siguió penetrándola milímetro a milímetros hasta que todo el inflamado glande quedó aprisionado en su ansiosa góndola tan trincado como si lo apretaran con un torniquete.

Pero de pronto ella, cuando estaba a punto de correrse, se levantó separándose y él, con ojos sorprendidos y la verga rígida asomando sobre el tablero de la mesa le preguntó:

- ¿Qué pasa, Meggy?

- No quiero que sea así. Quiero que sea esta noche y en la cama, como si fuéramos marido y mujer. Con esa verga de caballo vas a desvirgarme de verdad y por eso quiero que sea como debe ser, como lo que somos: Dos enamorados. ¿Entiendes?

- Si corazón, lo entiendo, pero voy a tener todo el día un dolor de testículos tremendo.

- Yo te deseo tanto como tú a mí y me aguanto, así que tú tendrás que aguantarte también. Eso nos mantendrá más despiertos y activos. Créeme, ¿De acuerdo?

- Lo que tú digas, mi vida – respondió guardándose con dificultad la terrorífica erección, preguntando:

– ¿Esta noche irás a dormir a casa?

- Por supuesto que no.

- ¿Y qué dirá tu marido?

- Eso no es asunto tuyo, pero te aclararé por esta sola vez, que entenderá que el nuevo trabajo que debo desarrollar en tan poco tiempo, me absorberá todo el de que dispongo. ¿Lo entiendes o te lo explico mejor?

- Si, lo entiendo, Meggy, pero no te enfades conmigo; no lo soporto.

- No estoy enfadada, mi niño, sólo quiero que te comportes como yo deseo.
- Lo haré, Meg, te lo prometo.

- Entonces vete abajo e indícales a todos los que hemos escogido que tienen que subir inmediatamente con sus bártulos. No subas sin que te acompañen todos.

- ¿Y qué dirá mister Plummber?

- No te preocupes por eso, ya he hablado con el jefe del Departamento.

Mientras él salía a cumplir las órdenes de Megan, su puso las braguitas esperando que Charly no se hubiera dado cuenta de la humedad de la entrepierna. Luego llamó a su marido explicándole la situación sin olvidarse de comentarle que ya no necesitaría coger el elevado para dirigirse al trabajo. Ella dispondría de un Chrysler Cougar de la empresa como si fuera suyo y por lo tanto el escarabajo rojo pasaba a sus manos, por lo menos, de momento.

Esto pareció calmar un poco el malestar de David al saber que durante ocho días su mujer sólo estaría en casa unos minutos durante el día para cambiarse de ropa. El rápido ascenso de su mujer no le sorprendió, sabía que era mucho más inteligente que él y que tarde o temprano recibiría su recompensa. No pensó ni por un momento que aquel día ya le había salido medio cuerno y que el otro uno y medio le saldrían aquella misma noche.

Continuará…

Mas de Jotaene

La niña de mis ojos

Así somos los gallegos

El fondo del alma

Edad media y leyes medievales

¡Oh, las mujeres!

Hetairas. cortesanas y rameras (1)

La loba

Lo potencial y lo real

Una vida apasionante (3)

Una vida apasionante (5)

Una vida apasionante (4)

Arthur Shawcross

Bela kiss

Romasanta, el hombre lobro

Poemas de Jotaene

Anuncio por palabras

Una vida apasionante (2)

Una vida apasionante

La semana tráquea

Relatos breves y verídicos (1)

El parricida sonámbulo

Curvas Peligrosas

Un fallo lo tiene cualquiera

Mujer prevenida vale por dos

La prostituta y su enamorado

Tiberio Julio César, el crápula

Caracalla, el fratricida incestuoso

Despacito, cariño, muy despacito (8)

Cómodo, el incómodo

El matriarcado y el incesto (4)

El matriarcado y el incesto (1)

Incestos históricos (4)

El matriarcado y el incesto (3)

El matriarcado y el incesto (2A)

Viene de antiguo

Viene de antiguo 2

El gentleman

Margarito y la virgen de Rosario

La multivirgen

Un grave encoñamiento (7 - Final)

Un grave encoñamiento (6A)

Un grave encoñamiento (6)

Despacito, cariño, muy despacito (7)

Despacito, cariño, muy despacito (6)

Despacito, cariño, muy despacito (5)

Incesto por fatalidad (8)

Academia de bellas artes

Un grave encoñamiento (5A)

Orgasmos garantizados

Un grave encoñamiento (5)

Un grave encoñamiento (4)

El sexo a través de la historia (3)

El sexo a través de la historia (2)

Despacito, cariño, muy despacito (4)

Un grave encoñamiento (3A)

Un grave encoñamiento (3C)

Un grave encoñamiento (3B)

Un grave encoñamiento (2)

La leyenda negra hispanoamericana (3)

Un grave encoñamiento (1)

Incestos históricos (3)

Despacito, cariño, muy despacito (1)

La leyenda negra hispanoamericana (2)

Incestos históricos (2)

La leyenda negra hispanoamericana (1)

Incestos históricos (1)

Incesto por fatalidad (6)

Incesto por fatalidad (5)

El dandy

Incesto por fatalidad (2)

Incesto por fatalidad (1)

Incesto por fatalidad (3)

Incesto por fatalidad (4)

Hundimiento del acorazado españa

Un viaje inútil

Como acelerar el orgasmo femenino

La máquina de follar

Sola

Placer de dioses (1)

Follaje entre la nieve

Placer de dioses (2)

Navegar en Galeón, Galero o Nao

Impresiones de un hombre de buena fe (6)

El Naugragio de Braer

La Batalla del Bosque de Hürtgen

El naufragio del Torre Canyon (1)

El naufragio del Torre Canyon (2)

El naufragio del Torre Canyon (3)

La batalla de Renade

Impresiones de un hombre de buena fe (7)

Impresiones de un hombre de buena fe (4)

Impresiones de un hombre de buena fe (7-A)

Olfato de perro (4)

Olfato de perro (5)

No sirvió de nada, Mei

Cuando hierve la sangre (2)

Cuando hierve la sangre (1)

Hundimiento del Baleares

Olfato de perro (1)

Paloduro

Impresiones de un hombre de buena fe (1)

Impresiones de un hombre de buena fe (2)

Olfato de perro (2)

Impresiones de un hombre de buena fe (3)

Olfato de perro (3)

Una tragedia Marítima olvidada (3)

Una tragedia Marítima olvidada (5 Fin)

Una tragedia Marítima olvidada (4)

Una tragedia Marítima olvidada (2)

Una tragedia Marítima olvidada (1)

La hazaña del Comandante Prien

La Hazaña el Capitán Adolf Ahrens

Derecho de Pernada (3)

Derecho de Pernada (2)

Derecho de Pernada (4)

Derecho de Pernada (5)

Derecho de Pernada (1)

La maja medio desnuda

Oye ¿De dónde venimos?

Misterios sin resolver (2)

Mal genio

Misterios sin resolver (3)

Tanto monta, monta tanto

El asesino del tren

Crónica de la ciudad sin ley (9)

Crónica de la ciudad sin ley (10)

¿Son todos los penes iguales?

Crónica de la ciudad sin ley (8)

El timo (2 - 1)

Testosterona, Chandalismo y...

El canibalismo en familia

Ana

Código de amor del siglo XII

El canibal de Milwoke

El canibal japones.

El canibal alemán

El anticristo Charles Manson

Crónica de la ciudad sin ley (7)

Crónica de la ciudad sin ley (6)

El 2º en el ranking mundial

El bandido generoso

El vuelo 515 (3)

El timo (2)

El petiso orejudo

Don Juan Tenorio con Internet

La sociedad de los horrores

El vuelo 515 (1)

El buey suelto

El vuelo 515 (2)

El Arriopero anaspérmico

El carnicero de Hannover

Andrei chikatilo

El carnicero de Plainfield

Barba azul

Los sicarios de satán

El timo (1)

The night stalker

Hasta que la muerte os separe.

¿Serás sólo mía?

¿Quién pierde aceite?

Gumersindo el Marinero

La confianza a la hora del sexo

Captalesia

El sexólogo (4)

Encuesta sobre el orgasmo femenino

Virtudes Teologales

El barco fantasma

El sexólogo (3)

El mundo del delito (8)

El mundo del delito (7)

The murderer

El sotano

El signo del zorro

La sexóloga (4)

La sexóloga (5)

Memorias de un orate (13)

Memorias de un orate (14 - Fin)

El orgasmómetro (9)

El orgasmómetro (10)

El sexólogo (1)

El sexólogo (2)

La sexóloga (2)

La sexóloga (3)

Memorias de un orate (12)

El mundo del delito (4)

El mundo del delito (5)

La sexóloga (1)

Memorias de un orate (9)

Memorias de un orate (11)

Memorias de un orate (10)

Memorias de un orate (9 - 1)

Qué... cariño ¿que tal he estado?

¿Que te chupe qué?

Memorias de un orate (7 - 1)

Memorias de un orate (7)

Memorias de un orate (6)

Memorias de un orate (8)

Memorias de un orate (5)

Memorias de un orate (4)

Enigmas históricos

Memorias de un orate (3)

Ensayo bibliográfico sobre el Gran Corso

El orgasmómetro (8)

El viejo bergantin

El mundo del delito (1)

El mundo del delito (3)

Tres Sainetes y el drama final (4 - fin)

El mundo del delito (2)

Amor eterno

Misterios sin resolver (1)

Falacias políticas

El vaquero

Memorias de un orate (2)

Marisa (11-2)

Tres Sainetes y el drama final (3)

Tres Sainetes y el drama final (2)

Marisa (12 - Epílogo)

Tres Sainetes y el drama final (1)

Marisa (11-1)

Leyendas, mitos y quimeras

El orgasmómetro (7)

Marisa (11)

El cipote de Archidona

Crónica de la ciudad sin ley (5-2)

Crónica de la ciudad sin ley (5-1)

La extraña familia (8 - Final)

Crónica de la ciudad sin ley (4)

La extraña familia (7)

Crónica de la ciudad sin ley (5)

Marisa (9)

Diálogo del coño y el carajo

Esposas y amantes de Napoleón I

Marisa (10-1)

Crónica de la ciudad sin ley (3)

El orgasmómetro (6)

El orgasmómetro (5)

Marisa (8)

Marisa (7)

Marisa (6)

Crónica de la ciudad sin ley

Marisa (5)

Marisa (4)

Marisa (3)

Marisa (1)

La extraña familia (6)

La extraña familia (5)

La novicia

El demonio, el mundo y la carne

La papisa folladora

Corridas místicas

Sharon

Una chica espabilada

¡Ya tenemos piso!

El pájaro de fuego (2)

El orgasmómetro (4)

El invento del siglo (2)

La inmaculada

Lina

El pájaro de fuego

El orgasmómetro (2)

El orgasmómetro (3)

El placerómetro

La madame de Paris (5)

La madame de Paris (4)

La madame de Paris (3)

La madame de Paris (2)

La bella aristócrata

La madame de Paris (1)

El naufrago

Sonetos del placer

La extraña familia (4)

La extraña familia (3)

La extraña familia (2)

La extraña familia (1)

Neurosis (2)

El invento del siglo

El anciano y la niña

Doña Elisa

Tres recuerdos

Memorias de un orate

Mal camino

Crímenes sin castigo

El atentado (LHG 1)

Los nuevos gudaris

El ingenuo amoral (4)

El ingenuo amoral (3)

El ingenuo amoral (2)

El ingenuo amoral

La virgen de la inocencia (2)

La virgen de la inocencia (1)

Un buen amigo

La cariátide (10)

Servando Callosa

Carla (3)

Carla (2)

Carla (1)

Meigas y brujas

La Pasajera

La Cariátide (0: Epílogo)

La cariátide (9)

La cariátide (8)

La cariátide (7)

La cariátide (6)

La cariátide (5)

La cariátide (4)

La cariátide (3)

La cariátide (2)

La cariátide (1)

La timidez

Adivinen la Verdad

El Superdotado (09)

El Superdotado (08)

El Superdotado (07)

El Superdotado (06)

El Superdotado (05)

El Superdotado (04)

Neurosis

Relato inmoral

El Superdotado (03 - II)

El Superdotado (03)

El Superdotado (02)

El Superdotado (01)