miprimita.com

La batalla de Renade

en Otros Textos

LA BATALLA DE RANDE. Vigo.

LA GUERRA DE SUCESIÓN EN GALICIA (1702-1712). LA BATALLA DE RANDE

Revista de Historia Militar, 1.986, 30.

Ilustración: Navíos franceses, principios s. XVIII

"... en otras monarquías suceden males, pero en ésta no suceden, se heredan. (1)

 

1.-INTRODUCCION

EL día 1º de noviembre del año 1700 moría Carlos II, el último rey de España de la Casa de Habsburgo. En su testamento nombraba a Felipe, duque de Anjou, segundo hijo del Delfín de Francia, sucesor de todos los Reinos y dominios, sin excepción alguna. Esta decisión, que culminaba una época de intrigas y de enormes expectativas internacionales ante la ausencia de sucesión del rey, suponía el inicio de un largo conflicto en el que España y Francia se enfrentarían a las fuerzas combinadas del resto de Europa.

La llegada a España del nuevo rey, Felipe V, que entró en Madrid el 18 de febrero de 1701, decidió al emperador austríaco a la ruptura casi inmediata de las hostilidades, aunque lejos de España, en los territorios italianos de la Corona. La campaña de Italia en 1701-1702 y el posterior enfrentamiento en Cádiz de la escuadra anglo-holandesa del almirante Rooke con las tropas andaluzas del marqués de Villadarias, son las primeras acciones militares de una guerra que se prolongará por espacio de varios años y en diversos f rentes.

Inglaterra y Holanda, las dos potencias marítimas que en 1702 se unieron al imperio austríaco en su lucha contra españoles y franceses, centraban su interés en el comercio de Indias; el control del tráfico con América era prioritario para estos dos países ( 2)

) y de ello da idea la poderosa fuerza expedicionaria que en agosto de 1702 fondea amenazante ante Cádiz. Sólo la inteligencia y el valor del Capitán General de Andalucía, don Francisco del Castillo, marqués de Villadarias, impidieron un desastre de incalculables consecuencias, pero es precisamente el descalabro de la flota anglo-holandesa en Cádiz el que condiciona de alguna manera los acontecimientos posteriores que tendrán lugar en Galicia y que culminarán en la Batalla de Rande. El hecho de que los navíos españoles y franceses que toman parte en dicha batalla procedieran de América, y transportaran un cargamento compuesto de plata y valiosos géneros, convirtió el combate naval de Rande en uno de los episodios más nombrados de toda la Guerra de Sucesión, llegando hasta nuestros días las numerosas leyendas que se tejieron en torno a los fabulosos tesoros supuestamente hundidos con los galeones de la Carrera de Indias.

II.-LA FLOTA DE LA PLATA

En enero de 1701 entraron en el puerto de Cádiz, procedentes de Nueva España, ocho buques con cargamentos de distintos productos además de determinadas partidas de plata con destino a la Corona, al Consulado de Sevilla y a particulares. No está suficientemente aclarada la cifra que debía percibir el Rey pero, en cualquier caso, tal cifra nunca llegó al Tesoro pues se destinó a atender las necesidades de defensa de Andalucía (3)

Las esperanzas se habían centrado en la flota del año siguiente, 1702, confiando en que la parte correspondiente al Tesoro fuera esta vez importante. La planificación de esta flota de la plata fue minuciosa y nada se dejó al azar; para empezar, y aún en vida de Carlos II, se eligió para su mando a un marino experimentado, el general don Manuel de Velasco y Tejada, Almirante Real del Océano, que ya había cumplido con éxito misiones similares anteriores (4.- ).

Velasco partió de Cádiz con rumbo a América dejando en España una descripción detallada de la derrota que habría de seguir en su momento la flota a su mando, precaución está muy importante toda vez que el tiempo transcurrido entre la ida y el regreso era imprevisible y la evolución de la situación en España podía variar los planes inicialmente previstos (5).

En fecha tan temprana como septiembre de 1700 ya preocupaba en la Corte la posible captura de la flota de Nueva España, con lo que este hecho hubiera supuesto para las necesitadas arcas del Tesoro, y el rey escribe a Velasco ordenándole que tome toda clase de precauciones para evitar el ataque de los muchos corsarios que navegan por las proximidades de las costas españolas: ... y con este cuydado naveguéis con el vigilante desvelo que combiene para cautelaros quanto sea posible y asegurar vuestro arrivo al Puerto de Cádiz (6).

El sistema para hacer llegar estas cartas es el habitual, mediante dos avisos o navíos ligeros de escaso tonelaje que se dirigen a las Islas Terceras (Azores) donde esperarán a la flota que deberá hacer escala obligada en estos parajes.

Tras la muerte del rey Carlos II y el inmediato nombramiento de Felipe V, los franceses pasan a controlar la política española y no se les escapa el hecho del grave riesgo que corre la flota de la plata si atraviesa el océano sin escolta. En esta situación, el em- bajador francés en Madrid recibe órdenes de Luís XIV y pide autorización al rey para que una escuadra francesa escolte a la flota de Indias (7). La autorización es concedida y, en su virtud, el rey comunica la noticia al Virrey y Capitán General de Nueva España:

Habiendo de pasar luego a la América las dos esquadras que en despacho separado se os dize embia el Rey Cristianísimo mi Señor y mi Abuelo a cargo del Conde de Chaternaut y del Cavallero de Coetlogon para el resguardo de esos dominios y de la flota del Ge- neral Don Manuel de Velasco, he querido bolberos a repetir la notizia, y encargaros y mandaros (como lo hago) con el maior aprieto tengais prevenido y adelantado todo quanto mirare al havio, expedizion y salida de la referida Flota del Puerto de la Veracruz de suerte que ileguen el Conde de Chaternaut ó el Cavallero de Caetlogon con los Navíos de Su M. Cristianísima pueda hazerse a la vela esta Flota desde la Veracruz ala Havana para que benga resguardada de las referidas fuerzas... (8).

El almirante conde de Chateaurenaud y el vizconde de Coetlogon dirigen sus escuadras hacia América, pero el primero sabe antes de partir que la flota de Indias tiene instrucciones de dirigirse al Puerto de Pasajes (Guipúzcoa), lo que contrasta con lo conocido hasta ahora. Cabe en lo posible que se hubieran cursado a Velasco instrucciones secretas a fin de encaminar la flota a un puerto distinto de Cádiz.

Aunque antes de partir de Francia supe que la flota de Nueva España tenía órden de encaminarse a los Passages, no me atreví entonzes informarme con toda exactitud tocante a este Puerto, temiendo que esta curiosidad diese lugar de traslucir la resolución del Rey.

He tenido menos ocasión de hacer este informe en la Veracruz y en la Haiana por las noticias ciertas que se me dieron allá de que los más del Comercio no embarcarían la tercia parte de sus efec- tos en esta flota, si tuviesen la menor sospecha de que no fuese conducida a Cáliz (9).

Si en América la discreción de Chateaurenaud es decisiva para que nada perturbe la formación de la flota, y la protección de sus navíos de guerra fundamental para que la travesía concluya con éxito, en España también se ponían los medios para poseer toda la información posible de los movimientos del enemigo. La carta que el Consejo de Indias escribe al rey dando cuenta de estos movimientos es de una importancia excepcional, pues reproduce con un año de antelación las operaciones que luego efectuará el almirante Rooke en las costas españolas:

... se tenía resoluzión que la Flota de Ingleses y Olandeses, en número de más de zinquenta navíos de Guerra, saliese brevemente de Spiethaedt, con orden de poner miedo en Lixboa, y pasar el estrecho y entrar en Cádiz, si se le permitiese, para asegurar los efectos de Flota, y en caso de no permitirle la entrada, hazer quexa de ello, y procurar insultar la Flota, y apunta la dificultad de saber lo cierto y positivo por el gran secreto que en esto se tiene, dependiendo solo las órdenes del Rey Británico, y de su Señorío, dudándose que el Almirante Rook que ademandar esta Flota sepa nadar hasta estar en la Mar (10).

Durante el resto del año 1701 y comienzos de 1702 se siguen dando instrucciones a don Manuel de Velasco para el resguardo de la flota. El vizconde de Coetlogon se ve obligado a regresar a Europa, quedando sus siete navíos con averías en el puerto de Veracruz, mientras Chateaurenaud se sitúa con sus fuerzas en la Martinica hacia el mes de julio de 1702. Por fin, el 11 de junio de 1702 la flota sale de Veracruz en dirección a La Habana, partiendo de este puerto el 24 de julio ya con la escolta francesa. La flota española estaba compuesta por 23 galeones, de los que tan sólo eran de guerra tres de ellos: la capitana, al mando de don Manuel de Velasco, la almirante, mandada por don José Chacón y la almirante de azogues, a cargo de don Fernando Chacón. La escuadra francesa la componían 23 navíos de distintos tonelajes, mandados por el Conde de Chateaurenaud.

Hasta las Islas Azores el viaje transcurrió con normalidad, pero una vez allí y presumiblemente por los avisos enviados por el rey, Velasco y Chanteaurenaud son informados de las novedades que han ocurrido en su ausencia, en primer lugar la rotura de hostilidades entre las monarquías borbónicas y el imperio, Inglaterra y Holanda y, por otra parte, la posibilidad de que una armada enemiga estuviera al acecho de la flota. En efecto, esta armada, a las órdenes del almirante Sir Cloudesley Shovel, tenía instrucciones de localizar y atacar a los galeones españoles, pero no consiguió establecer contacto hasta las postrimerías del combate de Rande.

Reunidos en consejo los mandos de la flota hispano-francesa, Chateaurenaud propuso dirigirse al puerto de Brest o a otro de los puertos militares de Francia en el Atlántico, con el fin de resguardar el tesoro y reemplazar a buen número de tripulantes fallecidos durante la travesía por causa de la fiebre amarilla. Velasco se opuso a tal posibilidad por las instrucciones que tenía de recalar en un puerto español y que, seguramente, no incluían la llegada a un puerto francés en caso de necesidad. Por todo ello se decidió que los navíos se dirigieran al puerto de Vigo, evitando, con acertado criterio, los cabos de San Vicente y Finisterre donde podían estar los enemigos (11).

Algunos barcos, separados de la flota antes de esta resolución, siguieron hacia destinos diferentes, llegando uno de ellos a Sanlúcar de Barrameda y cinco a Santander (los registros de Cartagena y Canarias más tres de guerra franceses). El resto continuó la navegación sin incidentes hasta avistar las Islas Cíes en la costa de Galicia.

El Capitán General del Reino, príncipe de Barbanzón, y el maestre de campo don Felipe Araujo, salieron de Vigo al encuentro de la flota informando a sus capitanes que una gran escuadra al mando del Almirante Rooke había atacado Cádiz el pasado mes (agosto de 1702), y se encontraba en algún punto del Atlántico a la espera de recibir información sobre el destino final de la flota de Indias. Barbanzón era partidario de que la flota se dirigiera a El Ferrol puerto mucho más adecuado para la defensa que el de Vigo (12), pero, al fin, prevaleció la opinión de Chateaurenaud, decidido a no arriesgar un enfrentamiento con Shovel y convencido de que al fondo de la Ría de Vigo podrían atracar los galeones con los navíos de guerra al frente, estableciendo una buena defensa ante un posible ataque enemigo.

El parecer del comandante de la escolta, el viento favorable y la escasez de víveres, agua y gente, fueron razones suficientes para que se acordara entrar en Vigo, lo que se hizo el día 22 de septiembre de 1702. Los galeones se internaron hasta la ensenada del Ulló, isla de San Simón e inmediaciones de Redondela. Los buques de guerra se situaron entre las puntas de Rande y Corbeiro, que forman un canal de unos tres cuartos de milla, defendido por dos fuertes en estado ruinoso (13).

En la corte también se seguían las incidencias de la flota con notable preocupación y, en la medida de lo posible, se trataba de prevenir una acción enemiga para apoderarse de la plata. ... el día 23 de agosto próximo pasado, se avistó desde Cádiz una Armada inglesa que inmediatamente empezó a desembarcar gente, con que se apoderó de Rota y del Puerto de Santa María, en cuyos parages se está manteniendo y siendo muy grande el número de vageles y embarcaciones de que está compuesta se ha considerado lo preciso que es dar providencias para resguardar de estos enemigos la flota... (14).

El primer objetivo de la flota de Indias estaba cumplido; el precario servicio de información de la época (los avisos maritimos) habían logrado concluir su misión con notable eficacia, previniendo a la flota de los peligros que la acechaban en la Península y consiguiendo que llegase a Vigo sin incidencias. Ahora faltaba la segunda parte, poner a salvo el extraordinario tesoro que transportaban los galeones.

III.-LA BATALLA DEL ESTRECHO DE RANDE

Fondeada la flota en la Ría de Vigo, el príncipe de Barbanzón dispone la convocatoria de nobleza y milicias del Reino, pero no de forma precipitada y ante el hecho consumado de la presencia de la flota, sino como reiteración de las órdenes que en este sentido venía dando a las siete provincias ya desde el año anterior de 1701, y ante la posibilidad de que la escuadra anglo-holandesa de Rooke atacara al puerto de Vigo. Barbanzón se hallaba informado de los movimientos del enemigo y por eso estaba preparado, la llegada de la flota de Indias a Vigo le cogió de sorpresa, pero de ninguna forma, con el Reino desprevenido.

Las estrictas instrucciones dadas a las provincias incluían, desde el control de la nobleza que concurría, hasta las previsiones que habrían de hacerse de víveres por si su distribución era necesaria (15).

Pero la realidad era muy distinta de las esperanzas del Capitán General. Muchos nobles acudían, primero a Santiago y luego, cuando se sabía con certeza que la batalla se libraría en Vigo, a esta capital, pero otros muchos no lo hacían; las ciudades no siempre cumplían lo que se les ordenaba o lo interpretaban de forma arbitraria; en fin, el Reino se preparaba para el combate pero no con la celeridad y los recursos que la ocasión requería (16).

Los capitanes de la flota, al margen de las operaciones de desembarco de la plata, se ocupaban de la preparación de la defensa ante un posible ataque. Los fuertes o torres de Rande y Corbeiro fueron restauradas y fortificadas con ocho cañones de bronce y doce de hierro cada una, procedentes de los buques; ambas fueron rodeadas de foso y entre ellas se tendió, sobre el mar, una cadena realizada a base de maderos, cables y vergas que cerraban por completo el acceso al fondo de la Ría. Detrás de esta línea defensiva se situaron los navíos de guerra (17).

Días antes del combate, las informaciones que llegaban a Vigo anunciaban que la escuadra de Rooke se había dividido en dos fuerzas, encaminándose una de ellas a las Indias y la otra a Inglaterra. Es posible que no todos los capitanes estuvieran conformes con estas noticias, pero lo cierto es que los trabajos de defensa se relajaron, cesó el desembarco de géneros, se deshizo la cadena y algunos barcos de guerra franceses partieron para su país; incluso se pensó en despedir a las milicias, a lo que se opuso el consejero de Indias don Juan de Larrea (18).

La realidad era muy diferente, la escuadra de Rooke se dirigía hacia Vigo a toda vela, pues al parecer, un capitán portugués había informado al Duque de Ormond (Comandante de las tropas embarcadas) que la flota de Indias se encontraba refugiada en este puerto (19). Fernández Duro recoge la opinión inglesa de que fue el Comandante de una fragata de la escuadra, procedente de Lagos, el que informó a Rooke del hecho, que había conocido por conversaciones con el cónsul de Francia en aquella plaza (20).

Muy pronto llegaron noticias de Rooke a Galicia y las prevenciones se continuaron a toda prisa, pero el tiempo perdido fue fundamental, sin olvidar que muchos hombres de las tropas de milicias abandonaron el servicio y regresaron a sus tierras. Pese a todo, el fuerte de Rande se guarneció con 200 marineros franceses y 150 españoles, mandados por el almirante Chacón; el de Corbeiro se puso bajo el mando de don Manuel de Velasco con dos compañías de soldados de su capitana reforzados por 200 milicianos, a Vigo se destinaron 1.000 hombres de esta tropa, 500 de ellos a la ciudadela de El Castro y 300 al fuerte de San Sebastián; 1.000 más se situaron en la ensenada de Teis (entre Vigo y Rande) y 3.000 se mantuvieron en reserva (21).

La armada anglo-holandesa se componía de un número indeter- minado de navíos que, en todo caso, diversos testimonios cifran en torno a 150, de los cuales unos 50 eran buques de línea, 30 ingle- ses y 20 holandeses.

Fuerzas inglesas (22)

Navío «Royal Sovereing» al mando del Almirante en jefe Sir George Rooke.

Navío «Prince George" al mando del Vicealmirante Hopson.

Navío «Saint George» al mando del Contralmirante Fairbone.

Navío «Triumph» al mando del Contralmirante Graydon.

Los restantes buques respondían a los siguientes nombres:

Association

Grafton

Northumberland

Monmouth

Cumberland

Barfleur

Cambridge

Lenox

Sterling Castie

F,sex

Berwick

Burford

Oxford

Torbay

Expedition

Yarmouth

Pembroke

Chichester

Swiftsure

Kent

Boyne

Bedford

Ranclaugh

Plymouth

Tagle

Somerset

 

Las tropas de desembarco inglesas ascendían a 9.663 hombres, al mando del General Duque de Ormond, que tenía como segundo al Teniente General Sir Henry Bellasis.

Fuerzas holandesas (22)

Veinte navíos de línea de los que se conocen los nombres de quince de ellos:

Phoenix

Terrible

Holland

Vultur

Griffin

Vine

Dordrecht

Hawk

Gonda

Seven Provinces

Hunter

Alkmaer

Veluve

Muyda

Catwick

al mando del Almirante Van der Goes, asistido por el también Almirante Kallenberg y loa Vicealmirantes Barón de Wassanaer y Pieterfon.

Las tropas de desembarco holandesas se componían de 3.924 hombres, mandados por el Barón Sparr y el Brigadier Pallandt.

Flota franco-española

Se componía de unos cuarenta barcos aproximadamente, pues, aunque habían salido de América 46, hay que descontar los seis que llegaron a Sanlúcar y Santander.

Por la relación de navíos quemados y apresados que se hizo tras el combate (23), se puede deducir que el número de galeones ascendía a veinte; sin embargo, los nombres reseñados no coinciden en algunos casos con los consignados en las obras de Fernández Duro y Rodríguez Elías.

La documentación española recoge el nombre de los siguientes galeones:

Capitana "Jesús, María y José" al mando del General don Manuel de Velasco.

Almiranta, al mando de don José Chacón.

Capitana de azogues, al mando de don Fernando Chacón.

Santo Cristo del Buen Viaje

Santo Domingo Santa Cruz (mercante)

Santo Cristo de Maracaibo Santa Cruz (patache)

Santa Susana Navío de azogues

San Diego San Francisco Javier

Nuestra Señora de los Dolores Nuestra Señora de las Animas

Nuestra Señora del Rosario

Nuestra Señora de las Mercedes

Otro-Nuestra Señora del Rosario

Felipe V

Sacra Familia

San José

Los navíos de guerra franceses que arribaron a Vigo fueron también veinte, cifra en la que coinciden la mayoría de las obras consagradas al tema. La documentación española (23) recoge solamente el destino de diecisiete de ellos después del combate, sin mencionar a los denominados «Le Favori», «L'Emeraude» y un brulote, por lo que cabe en lo posible que estos tres barcos hubieran partido para Francia antes de la llegada de la flota enemiga y en el momento en que se creía que ésta se había dividido y cambiado el punto de destino.

En esta suposición, los barcos franceses que entraron en acción en Rande fueron los siguientes:

«Le Fort», mandado por el Conde de Chateaurenaud.

Le Prompt

Le Ferme

L'Esperance

Le Superbe

Le Bourbon

L'Assuré

L'Oriflamme

Le Prudent

La Sirenne

Le Solide

Le Moderé

Le Dauphine

Le Volontaire

Le Triton

L'Enterprenant

La Choquante

 

 

En relación con el armamento, los navíos franceses estaban provistos de un número de cañones sensiblemente inferior a los anglo-holandeses. Ningún buque sobrepasaba los 76 cañones y la media se cifraba entre 56 y 60. Los barcos españoles poseían un armamento escaso, exceptuando a los tres de guerra que en conjunto sumaban 178 cañones, correspondiendo 70 a la Capitana y 54 a cada uno de los dos restantes.

La armada enemiga poseía un poder artillero considerable, encabezado por 110 cañones del buque insignia «Royal Sovereing» al que seguían los 96 del «Saint George», otros con 90 y así sucesivamente hasta alcanzar la totalidad de la armada.

La escuadra de Rooke llega a la Ría de Vigo el día 20 de octubre y el 21 el almirante inglés ordena un reconocimiento, para cerciorarse de la presencia de la flota hispano-francesa y calibrar las defensas de buques y fuertes que jalonan la Ría. La descubierta tiene éxito y los barcos echan anclas ante la ciudad de Vigo el día 22, en las proximidades de Cangas, al abrigo de los numerosos disparos que les hicieron desde las fortalezas del Castro y San Sebastián.

Un navío de la escuadra de Shovel llega a Vigo e informa a Rooke que Sir Cloudesley se encuentra con el grueso de sus fuerzas a la altura del cabo Finisterre; el navío parte de nuevo con la orden de que la escuadra ponga rumbo a Vigo, como así lo hizo posteriormente.

Un Consejo de Guerra tiene lugar a bordo del «Royal Sovereing», en el que se decide dividir la flota de combate en dos grupos de veinticinco barcos cada uno; pero antes de entrar en acción debe desembarcar la infantería y entablar batalla con las tropas franco-españolas, que protegen los accesos a la ensenada donde están fondeados los buques que transportan la plata, al tiempo que se intenta romper la cadena tendida entre Rande y Corbeiro.

Así se ejecuta, y a las diez de la mañana del día 23 un cuerpo de infantería de 4.000 hombres, al mando del Duque de Ormond, desembarca en la ensenada de Teis y ataca el fuerte de Rande que opone una vigorosa resistencia, aunque finalmente cede ante la determinación, empuje y superioridad numérica de los granaderos ingleses (24).

Simultáneamente, otro cuerpo de infantería desembarcaba en la playa de Domayo, en el lado opuesto de la Ría, sin encontrar resistencia alguna y se dirigía hacia el fuerte de Corbeiro. La lucha fue aquí más tenaz, debido a la fuerte oposición de los defensores que mantuvieron la posición por espacio de una hora, hasta que se vieron obligados a retirarse por las rocas cercanas al mar, ocasión que esperaba Rooke para ordenar el ataque de los buques.

El Almirante Hopson al mando del «Prince George» formó a la cabeza de la línea de combate y, con gran decisión, lanzó su navío contra la cadena defensiva y consiguió romperla (25), logrando la escuadra anglo-holandesa aproximarse a la hispano-francesa e iniciándose de inmediato un desigual combate de artillería a corta distancia, en el que nuestros barcos llevaron la peor parte.

Don José Chacón, testigo de excepción, describe así el combate:

el domingo 22 de octubre por la mañana arrivó sobre Vigo toda la Armada de Inglaterra, quese componía de mas de 150 navíos, los 70 de línea y los resttantes detodo género de embarcaciones, incluiendo algunas carcassas de echar bombas, el mismo día por la tarde llegaron a dar fondo en la ría que llaman de Teis, mui cerca de nuestros navíos y luego salí de mi Almirantta con ttoda la gentte desu dottacion al fuertte del Nortte a donde estava señalado don Manuel Velasco con todas las Compañías de Infantería de los Vageles franceses. Aquella noche (el enemigo) intentó venir por tres veces a la cadena de donde fue rechazado, por la mañana reconociéndose que su desembarco era por Teis, mandó el Sr. Conde de Chatternaut quettodas las demás compañías passaran al fuerte de Rande incluiendo las demi hermano Don Fernando Chacón y haviendo ganado el fuerte quedó este prisionero y herido en la caveça y viendo el Sr. Conde de Chatternaut que ganado el fuertte de Rande era dueño de los navíos (el enemigo) dio horden para que ttodos se quemaran, excepto algunos que les faltaron las minas nose prendieron en el incendio, casso bien fatal... (26).

En efecto, Chateaurenaud y Velasco, viendo la imposibilidad de ganar la batalla ante la abrumadora superioridad del enemigo, or- denaron incendiar la flota para que no fuera aprovechada por él, logrando estos propósitos con la mayor parte de los barcos.

Ambas escuadras lucharon los días 23 y 24 ... con tanto tesón de una y otra parte, que, mezclados los leños, casi era inútil el cañón. Peleábase con fuegos de inhumano artificio, ollas, camisas y bolas de betún ardiente. Deseaban los franceses venir al borde, porque estaban más bien guarnecidos de gente de guerra; pero los ingleses toda la lid acometieron al fuego, y siendo en número superiores, no podían diez naves defenderse de tanta multitud de leños enemigos, que suplían siempre los maltratados (27).

Concluido el combate en la Ría, las tropas enemigas avanzaron sobre Redondela y la saquearon, igual que hicieron con el convento de San Francisco de la isla de San Simón, quemando después casas e iglesias y profanando imágenes.

El príncipe de Barbanzón, aunque escaso de fuerzas e imposibilitado por tanto de entablar batalla, se mantuvo a la vista del enemigo con su tropa de caballos, lo que resultó suficiente para frenar su avance y tal vez decisivo para disuadirles de perseguir a los carros que transportaban la plata si ésta era, como parece, su intención (28). Tampoco se atrevió el enemigo a atacar Vigo, plaza bien defendida y que durante el combate naval mantuvo a raya a los buques anglo-holandeses que entraban en el radio de acción de sus cañones.

Capital, ya entonces, del mundo campesino y marinero de la Ría, Vigo se alzaba al pie del Castro rodeado de murallas y baluartes que se abrían al exterior por seis puertas que aún perduran: Gamboa, Sol, Riveira, Laxe, Falperra y Placer (29). Su protagonismo en la acción de Rande no fue importante, dado el interés del enemigo por evitar un enfrentamiento directo con la ciudad que, protegida por sus defensas, imponía el respeto que le otorgaba su poder artillero y su privilegiada situación.

El día 27 de octubre apareció en la Ría la escuadra de Sir Cloudesley Shovel con veinte navíos de guerra, y fue autorizado por Rooke a tornar parte en el despojo final de los barcos españoles y franceses, tratando, al mismo tiempo, de poner en condiciones de navegar a los que permanecían a flote a fin de incorporarlos a su escuadra.

Reembarcadas las fuerzas terrestres del duque de Ormond, Rooke ordena partir a su armada que abandona la Ría de Vigo el día 30 de octubre, dejando allí al Almirante Shovel y a los Contralmirantes Graydon y Fairbone con 27 buques de guerra, brulotes y buques hospitales, además de los barcos apresados (30).

Shovel cumplió bien su cometido y aun efectuó alguna incursión en tierra para proveerse de alimentos, pero fue hostilizado por las tropas de Barbanzón que le hicieron algunos prisioneros, por lo que decidió partir también llevándose los buques capturados.

Mucho se ha escrito sobre el número de navíos de la flota hispano-francesa que fueron apresados por los ingleses y holandeses; el Marqués de San Felipe y el padre Belando aseguraban que fueron trece, siete de guerra y seis de mercancías, sin especificar cuántos correspondieron a cada nación; Rodríguez Elías y Fernández Duro dan una cifra de once, sin concordar los asignados a cada país y sin especificar la clase de los buques.

La documentación española (31) está de acuerdo, al menos parcialmente, con las afirmaciones más antiguas, al señalar como apresados a siete buques de guerra, seis franceses totalmente identificados por su nombre y uno español, la Almiranta de azogues. Con respecto a los mercantes, todos ellos españoles, la cifra asciende a nueve barcos apresados, aunque de uno de ellos, el «Felipe V», parece dudosa su captura. Ya camino de Inglaterra, uno de los galeones españoles se hundió en las Islas Cíes y un buque francés en las costas de Bretaña; por su parte los holandeses se vieron obligados a deshacerse de tres de sus presas debido a su total inutilidad.

De cualquier forma, el desastre fue total y ni un solo barco de la flota hispano-francesa se salvó, ya que, los que no fueron apresados se hundieron o fueron hundidos en la ensenada de San Simón en unión del «Prince George», único barco enemigo que sucumbió en la acción de Rande.

Las pérdidas en vidas humanas se cifran en unos dos mil españoles y franceses y ochocientos hombres por parte del enemigo. Con todo, la mayor pérdida para España fue la desaparición de la flota y la necesidad de que el comercio con América se realizara, a partir de entonces, con navíos franceses, lo que significó un gravísimo contratiempo para los intereses españoles y los de la dinastía que comenzaba a reinar en nuestro país (32).

IV.-EL TRASLADO DE LA PLATA, LA GUERRA DE CIFRAS Y LOS SUPUESTOS TESOROS H.UNDIDOS

El 27 de septiembre de 1702, cinco días después de que fondeara en la Ría de Vigo la flota procedente de Nueva España, el Consejo de Indias expedía unas detalladas y precisas instrucciones sobre la forma en que se debería desembarcar la plata que en ella venía y las estrictas comprobaciones que deberían hacer el Príncipe de Barbanzón, el conde de Chateaurenaud y los Diputados del Comercio de Sevilla (33). Esta decisión del Consejo, que se producía ya con un cierto retraso, estaba inspirada en las recomendaciones que Barbanzón había formulado a la reina, temeroso de un ataque enemigo y sin querer aceptar la gran responsabilidad que suponía decidir por su cuenta la descarga de la plata.

Con la autorización real y conociendo que el Consejo de Indias había comisionado al consejero don Juan de Larrea para que supervisara la operación y dispusiera lo que creyera conveniente, el mismo 27 de septiembre, Barbanzón comunicó al Reino y especialmente a la provincia de Tuy (34), que de inmediato se iniciaría el desembarco de la plata y ordenó la comparecencia en Redondela, punto de descarga, de quinientos carros para transportar la plata, pues los anteriores ya estaban cargados, por lo que no tendrían detención alguna y además recibirían por adelantado la paga de un ducado por legua (35).

Estas actuaciones de Barbanzón, plenamente documentadas, concuerdan con la cronología recogida en el Memorial enviado al rey después de la batalla (36) y que, en definitiva, viene a confirmar que en el momento del ataque enemigo se había logrado desembarcar la mayor parte de la plata y algunos géneros, pero la mayoría de éstos se encontraban aún en los galeones y su pérdida fue inevitable. En realidad, y pese a que Barbanzón había informado a don Juan de Larrea el 14 de octubre que toda la plata estaba desembarcada (probablemente el príncipe estaba convencido de ello), la situación era muy distinta a causa del fraude que existía en el comercio de Indias.

La actuación de Larrea durante la batalla así lo confirma: ... ynmediatamente que vi este funesto suceso (el ataque enemigo) que dista desde la parte que sucedió aun no quarto de legua a Redondela donde me hallava travaxe con incesante desvelo aque saliese de ella la plata que de diferentes particulares se sacaron de las naos pocas oras antes de su fatal paradero, y en medio de la confusión, griterío y lamentos que se experimentavan por todas sus calles, conseguí se librase toda la mayor parte de ella y que se conduxese aun Monasterio de Religiosos Bernardos llamado Melón (37).

Un posterior informe del consejero de Indias incide en las mismas cuestiones: ... ordenó este General (Chateaurenaud) se quemasen todos los navíos, como se efectuó, excepto algunos, que por haverles faltado las minas de la polvora no se prendieron, con que lograron los contrarios hazer buena presa en grana, algún dinero y plata labrada... (38).

Parece evidente que, en contra del informe oficial, el día 23 de octubre quedaba en los galeones un importante cargamento de géneros y una cantidad de plata difícilmente calculable.

El primer problema que se presenta a la hora de estudiar las cantidades que se salvaron, se hundieron o fueron capturadas por ingleses y holandeses de la flota de don Manuel de Velasco, es el desconocimiento de la suma total de valores embarcados en Veracruz, y aunque esta cifra se hubiera conocido, habría que aceptarla con las naturales reservas que imponía el habitual fraude. El hecho de que la flota viniera esta vez escoltada por una escuadra francesa favorecía considerablemente esta situación, ya que se podía embarcar plata y oro en los navíos franceses sin pagar los derechos reales ni los de travesía (39).

Ingleses y holandeses, una vez que abandonaron Vigo, demostraron un enorme interés en que se conociera su victoria y la importancia del tesoro capturado, especialmente los ingleses, muy interesados en acallar las protestas que los excesivos gastos de la expedición habían hecho surgir en Inglaterra. Se gloriaron aquellos que el valor de lo apresado subía a la suma de cuatro millones de pesos; más de ocho es cierto que perdió el Comercio de Cádiz, donde quedaban ocultamente incluidos los mismos enemigos, y así, no era todo ajeno lo que tomaron y echaron a perder (40).

Ciertamente, la idea que apunta el marqués de San Felipe era una sospecha que ya antes del ataque a la flota tomaba cuerpo en la corte. Teniendo noticias fijas de que la flota de Nueba España que ha llegado a sigo, vienen grandes cantidades pertenecientes a ingleses y olandeses de géneros que embarcaron en ella, y siendo conbeniente que se haga represalia en estos efectos en la forma que dispone el huso de la Guerra, Mando al Consejo de Indias me informe de las penas que le pareze deben imponerse en el Vando que se huviere de publicar para su aberiguación â más delas ordinarias dispuestas por las Leyes... (41).

Era entonces habitual que las dos potencias marítimas, imposibilitadas de comerciar directamente con los territorios americanos de la Corona de España, lo hicieran a través de otras personas y esta situación, conocida o sospechada por las autoridades, se favorecería por la impunidad que ofrecían las ciudades de Cádiz y Sevilla, receptoras y controladoras de las flotas que llegaban de Indias. Si los ingleses y holandeses capturaron en Vigo siete u ocho millones de pesos como manifestaron (cifra superior a la estimada posteriormente por el rey) hay que considerar que las dos terceras partes de estas cifras pertenecían a mercaderes de las mismas nacionalidades, con lo que los aprehensores arruinaron a sus propios compatriotas (42).

El Consejo de Indias conocía la cifra que venía consignada a la Real Hacienda, como lo demuestra el hecho de que en el estado final de cuentas que se realizará en Segovia en 1703, se detalle esta cifra exactamente, además, era preciso conocer dicha cifra para poder afirmar, como lo hace don Juan de Larrea, que la plata perteneciente a la Corona se recuperó en su totalidad y se remitió a la corte (43).

Lo que desconocía el Consejo (al menos en noviembre de 1702) era la plata consignada a particulares y, probablemente, nunca llegó a conocer con exactitud tal cifra, pese a los intentos realizados para ello.

Don Manuel de Velasca apunta la cantidad de 3.650 cajones de plata que transportaron sus buques (44). En cuanto al valor de cada cajón, es el mismo Velasco el que advierte de la posibilidad de un cargamento adicional fraudulento: Sr. mio en carta de 21 del pasado que acaba de resevir me expresa V.S. que deseando la Reina Nuestra Señora saber el caudal poco más o menos que bino en la flota i lo que de él puede pertenesser a Ingleses i Olandeses... debo desir a V.S. que en quanto a lo primero se ofreze la dificultad deque abra cajones que traigan a tres mil pesos muchos a quatro i alguno que passe de seis... y en quanto al segundo punto puedo asegurar a V.S. la imposibilidad de aberiguarlo ique siempre se ahallado esta misma en otras ocasiones... (45).

Aunque haya que considerar las siguientes manifestaciones con ciertas reservas, que vendrían impuestas por la ausencia en la documentación consultada de otras referencias que permitirían contrastar su veracidad, el embajador de España en Portugal apunta una posible clave para desentrañar el problema del fraude: Por su leal vassallo de V. Mag. he entendido como en la flota presente hay un gran fraude a su parezer y en los Reales Haveres de V. Mag. asigurándome que los más caxones que vienen reputados a tres mil pessos, trahen tres mil doblones de a ocho, por ser igual su bulto y pesso y estar confiados los comerciantes de no ser registrados en virtud de los privilegios y merzedes que estan concedidas a la Casa de Contratazión y Comercio... (46).

3.650 cajones a 3.000 pesos de plata cada uno, arrojan una cifra de 10.950.000,-- pesos. Si la mayoría de esos cajones transportan 3.000 doblones de a ocho, equivalentes cada uno a algo más de cinco pesos de plata, la cifra total se puede elevar a una cantidad enormemente superior.

Finalmente, el total de caudales transportados por la flota se estimó en 13.639.230,-- pesos de plata, de los cuales 6.994.293,- fueron directamente a las arcas reales, convirtiendo a Felipe V en el primer monarca español que recibió una suma tan elevada de América (47), aunque fuera perjudicando a los comerciantes sevillanos y gaditanos o a los que en su nombre realizaban en realidad los negocios.

La cifra total estimada no aclara sino el destino de los caudales controlados por don Juan de Larrea y transportados desde Galicia, en sucesivas etapas, hasta el alcázar de Segovia, pero sin ninguna pista que indique el montante de lo capturado por el enemigo y lo que pudo hundirse en la Ría, sin olvidar lo que pudo escapar de Galicia y situarse a salvo del control del consejero de Indias, parte que no debe desdeñarse ya que existen pruebas de esta circulación fraudulenta.

En relación con los posibles caudales hundidos es preciso reseñar que después de la batalla, y tanto por parte de los enemigos como por parte española, se buceó en los pecios, extrayendo diferentes cantidades de plata y géneros que aún no había corrompido el agua (48).

A lo largo de los siglos XVIII, XIX e incluso en el XX, continuaron las exploraciones submarinas de los galeones de Rande; algunas, como la de Alejandro Goubert en 1728, la de Juan Antonio Rivero en 1732 y la de M. Isaac Dickson en 1825, con resultados un tanto decepcionantes; otras, como la de Hípólito Magen, con más éxito, pero sin que lo extraído justifique de ninguna forma las enormes inversiones efectuadas y el empeño de los más adelantados medios técnicos del momento (49).

Pese a todo, la leyenda continúa aún en nuestros días y será difícil para cualquier estudioso del tema apartar de su imaginación esos supuestos tesoros que yacen enterrados en el fango de la ensenada de San Simón.

V.-EPILOGO

La batalla de Rande y la consiguiente destrucción de la flota de Indias, produce en la política española de la época dos hechos totalmente opuestos: uno negativo, cual es la dependencia española de Francia para realizar el comercio con América; el otro positivo y de extraordinaria importancia, pues pone en manos del rey el efectivo necesario para afrontar la larga Guerra que se cernía sobre la Península, al tiempo que es posible pagar a Francia parte de la ayuda militar que prestaba a nuestro país.

En el aspecto militar, Rande no fue un combate naval típico, no podía serio dada la proximidad de las escuadras a tierra, lo que impedía maniobrar cómodamente e imposibilitaba toda estrategia que no fuera la ruptura de «la cadena», y toda vez que las operaciones, iniciadas en el mar, se continuaron en los fuertes y poblaciones circundantes del escenario de la batalla.

La superioridad de la armada enemiga, en barcos y armamento, será determinante a la hora de la victoria. Las tropas de desembarco también eran muy superiores y experimentadas en el anterior desembarco en Cádiz. Frente a ellas, y salvo las tropas que guarnecían los fuertes, tienen un ejército formado en su mayoría por campesinos que sirven en las Milicias, pobremente armados, sin experiencia y que a la primera ocasión están dispuestos a huir a sus casas; el ejército regular es tan escaso que no tiene oportunidad de intervenir.

Si hubiera que responsabilizar a alguien de lo sucedido en Rande, tal responsabilidad debería recaer a partes iguales en la Casa de Contratación de Cádiz y en el Consejo de Indias, la primera, por su oposición a que los galeones se descargaran en Galicia y, el segundo, por la desesperante lentitud de que hizo gala para determinar el destino final del cargamento que llegaba de América, conociendo la proximidad de la armada enemiga.

APENDICE

Derrota que debe seguir la flota de don Manuel de Velasco y que es copia de la que el General dejó en España antes de partir (A.G.I.., Indiferente, leg. 2.633)

«Haviendo salido del Morro governará al Leste hasta ponerse Norte Sur con el Plan de Matanzas y abrir la Canal y de allí la buelta del Norte hasta dar vista â la Caveza de los Mártires, o los Cayos que están en la Vanda de dentro de la Canal, y de allí governará al Nordeste hasta altura de veinte y ocho grados que estará fuera de Canal, y de allí al Lesnordeste hasta altura de treinta y zinco ,grados, y de allí al Leste quarta al Nordeste, hasta altura de treinta y siete grados, y de allí al Leste en demanda de la isla de Santa María, y haviendola visto governará al Leste por la misma altura y derrota en demanda del Cavo de San Vizente, y haviendolo visto governará al Leste quarta al Sudeste en demanda de San Sevastián de Cádiz Y haviendolo visto entrará en la Vahía.»

 

BIBLIOGRAFIA

Asensio, J., 0. de M., diálogo entre un padre franciscano y un francés tras el desas- tre de Rande Revisión de un episodio nacional (El desastre de Vigo en 1702, Ms. espafiol núm. 152 de la Biblioteca Nacional de París) -Estudios- XVIII número 56 (1962).

Bacallar y Sanna, Y., marqués de San Felipe, Comentarios de la Guerra de Espaíla e Historia de su Rey Felipe Y, el Animoso, B. A. E., IC, Madrid 1957.

Baudrillart, A., Philippe Y et la Court de France, París IMI900.

Belando, fray N. de J., Historia Civil de Espaíla, Sucessos de la Guerra y Tratados de Paz desde el año de 1700 hasta el de 1733, Madrid 174(@1744.

Couselo Bouzas, J., La Guerra de Sucesión en Galicia (Tesoro de Rande), Santiago 1935.

Coxe, W., Espaíla bajo el reinado de la Casa de Borbdn, desde 1700, en que subió al trono Felipe Y, hasta la muerte de Cargos 111, acaecida en 1788, Madrid 1846.

Fernández Duro, S., La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla Y Aragón, Madrid 1900.

Fernández-Villamil y Alegre, E., Juntas del Reino de Galicia, Madrid 1962.

Kamen, U., La Guerra de Sucesión en Espaíla 1700-1715, Barcelona 1974.

The destruction of the Spanish Silver Ficet at Vigo in 1702, Bulletin of the Ins- titute of Historical Researeh, noviembre 1966.

Noaliles, duque de, Memaires politiqu" et militaires pour servir a I'histeire de Louis XIV et de Louis XV composés sur les pieces originales recueillies par .... París 1777.

Otero Pedrayo R., Síntesis histórica do século XVIII en Galicia, Vigo 1969.

Parneli, A., The War ot the Sucession in Spain dtiring the reing of Queen Anne 1702-1711, London 1905.

Redonet, L., Derivaciones del combate naval de Rande con el consecuente hundi- miento de galeones en la Ría de Vigo, Boletími de la Real Academia de la Historia, CXLIX, 1961.

Risco, V., Historia de Galicia, Vigo 1976.

Rodríguez Elías, A., U escuadra de plata. Estudio crítico y documentado sobre los famosos tesoros de los galeones de Vigo, Vigo, 1935.

Santiago y Gómez, J., Historia de Vigo y su comarca, Madrid 1914.

Taboada y Leal, N., Descripción topográfico-histórica de la ciudad de Vigo, su Ría y alrededores,- con una noticia biogrwica de varios hombres ilustres hijos del país, Santiago ISW.

Trapero, Pardo, J., Notas históricas. Lugo y la Batalla de Rande, El Progreso, Lugo 21-3-1944.

Vicetto, B., Historia de Galicia, El Ferrol, 1873.

 

NOTAS

(1) Asensio, J. 0. M., diálogo entre un padre franciscano y un francés tras el desastre de Rande, Revisión de un episodio nacional (El desastre de Vigo en 1702, Ms. español núm. 152 de la Biblioteca Nacional de París) -ESTUDIOS- XVIII, núm. 56, página 71.

(2) Kamen, H., La Guerra de Sucesión en España (1700-1715), Barcelona 1974, página 20.

(3) Idem, págs. 199-200.

(4) Para las flotas del general don Manuel de Velasco de los años 1696/1699 véase Archivo General de Indias, Indiferente, leg. 2.631.

(5) Madrid, 18 de septiembre de 1702, copia de la derrota de la flota de don Manuel de Velasco, A.G.I., Indiferente, leg. 2.633.

(6) Madrid, 20 de septiembre de 1700, el rey y en su nombre Manuel de Aperre- gui a Velasco, AG.I., Indiferente, leg. 2.632.

(7) Madrid, 23 de diciembre de 1700, el Consejo de Indias al rey, A.G.I., Indiferente, leg. 2.632.

(8) Buen Retiro, 23 de marzo de 1701, el rey al virrey y Capitán General de Nue- va Espafia, A. G. I., Indiferente, leg. 2.632.

(9) Vigo, 19 de septiembre de 1702 memoria escrita por el almirante conde de Chateaurenaud, A, G. l., Indiferente, leg. 2.633.

(10) Madrid, 9 de septiembre de 1701, el Consejo de Indias al rey, A. G. l., In- diferente, leg. 2.632.

(11) Fernández Duro, C., L4 Armada Espaffota desde la tinión de los reinos de Castilla y Aragón, Madrid 1900, VI, págs. 23-24.

(12) A comienzos del siglo xviii ya se apreciaban las grandes cualidades de El Fermi como puerto militar. Barbanzón proponía' una acertada solución, pero impo. sible de realizar por la presencia de la escuedra de Shovel.

(13) Fernández Dura, C., op. cit., pág. 25.

(14) Madrid 16 de septiembre de 1702, la reina a don Manuel de Velasco, A. G. l., Indiferente, leg. 2.633.

(15) Fernández-Villamil, E., Las Juntas del Reino de Galicia, Madrid 1962, 111, páginas 20-21.

(16) Idem, págs. 23-26.

(17) Fernández Duro, C., op. cit., VI, pág. 25. (18) Memoria¡ enviado al rey con declaraciones de testigos sobre el desastre de Rande, A. G. l., Indiferente, leg. 2.633. (19) Belando, fray Nicolás, Historia Civil de Espaíla, Sucesos de la Guerra y Tratados de Paz, desde el aíío de 1700 hasta el de 1733, Madrid 1740,1744, 1, pág. 149.

(20) Fernández Duro, C., op. cit., VI, pág. 31.

(21) Idem, pág. 27.

(22) Impartial Aecount of al¡ the Material Transactions Grand Fleet and Land Forces. From their firft feting out from Spithead, june the 29 ti¡¡ bis Grace the Duke of Orrnond's arrival at Des], november the 7th 1702. In which included a particular relations of the Expeditioii at Cádiz, and the Glorious Victory at Vigo- hay. London 1703 (Relato de las operaciones de la flota británica de Rooke y de sus fuenas de desembarco), citado por Rodríguez Ellas, A., La Escuadra de Plata, estu- dio crítico y docur~tado sobre los lamosos tesoros de los galcones de Vigo, Vigo 1935, págs. 27-28.

(23) A.G.I., Indiferente, leg. 2.633.

(24) Impartial Acount.... Rodríguez Elías, A., op cit., pág. 19

(25) Idem, pág. 21.

(26) Pontevedra, 1 de noviembre de 1702, Joseph de Chacón a Manuel de Aperregui, A. G. I., Indiferente, leg. 2.632.

(27) Bacallar y Sanna, V., marqués de San Felipe, Comentarios a la Guerra de España e Historia de su rey Felipe V, el Animoso, B. A. E., T-XCIX, Madrid 1957, páginas 20-48.

(28) Fernández Duro, C., op. cit., pág. 29.

(29) Otero Pedrayo R., Sintésis histórica do século XVIII en Galicia, Vigo 1969, página 31.

(30) Iinpartial account Rodríguez Ellas, A., op. cit., págs. 24-26.

(31) A. G. I., Indiferente, leg. 2.633.

(32) Bacallar y Sanna. V.. op. cit.. pág. 50.

(33) A. G. I., Indiferente, leg. 2.633.

(34) Galicia se dividía entonces en siete provincias, cuyas capitales eran las ciudades de La Coruña, Betanzos, Santiago, Mondoñedo, Lugo, Tuy y Orense.

(35) Fernández-Villamil, E., op. cit., 111, págs. 22-23.

(36) Memorial enviado al rey, con declaraciones de testigos, después del desastre de Rande, A. G. I., Indiferente, leg, 2.633.

(37) Porriño, 23 de octubre de 1702, don Juin de Larrea a don Manuel de Aperregui, A. G. I., Indiferente, leg. 2.633.

(38) Madrid, 7 de noviembre de 1702, el Consejo de Indias a la reina, A.G. I., Indiferente, leg. 2.632.

(39) Fernández Duro, C, op. cit., VI, pág. 37.

(40) Bacallar y Sanna, Y., op. cit., pág. 50.

(41) Madrid, 16 de octubre de 1702, la reina el duque de Medinaceli, A. G. I., Indiferente, leg. 2.633.

(42) Fernández Duro, C., op. cit.. VI, pág. 38.

(43) Villafranca, 20 de noviembre de 1702, don Juan de Larrea a la reina. A. G. I., Indiferente. leg. 2.633.

(44) Pontevedra, 18 de noviembre de 1702, don Manuel de Velasco a don Domingo López de Calo, A. G. I., Indiferente, leg. 2.632.

(45) Pontevedra, 17 de noviembre de 1702, don Manuel de Velasco al duque de Medinaceli, A. G. I., Indiferente, leg. 2.632.

(46) Lisboa, 14 de noviembre de 1702, don Domingo Capicholato a la reina, A. G. I., Indiferente, leg. 2.632.

(47) Kamen H., op. cit., pág. 200.

(48) Bacallar y Sanna, V., op. cit.. pág. 50.

(49) Ferníndez Duro, C., op. c

Mas de Jotaene

La niña de mis ojos

Así somos los gallegos

El fondo del alma

Edad media y leyes medievales

¡Oh, las mujeres!

Hetairas. cortesanas y rameras (1)

La loba

Lo potencial y lo real

Una vida apasionante (3)

Una vida apasionante (5)

Una vida apasionante (4)

Arthur Shawcross

Bela kiss

Romasanta, el hombre lobro

Poemas de Jotaene

Anuncio por palabras

Una vida apasionante (2)

Una vida apasionante

La semana tráquea

Relatos breves y verídicos (1)

El parricida sonámbulo

Curvas Peligrosas

Un fallo lo tiene cualquiera

Mujer prevenida vale por dos

La prostituta y su enamorado

Tiberio Julio César, el crápula

Caracalla, el fratricida incestuoso

Despacito, cariño, muy despacito (8)

Cómodo, el incómodo

El matriarcado y el incesto (4)

El matriarcado y el incesto (1)

Incestos históricos (4)

El matriarcado y el incesto (3)

El matriarcado y el incesto (2A)

Viene de antiguo

Viene de antiguo 2

El gentleman

Margarito y la virgen de Rosario

La multivirgen

Un grave encoñamiento (7 - Final)

Un grave encoñamiento (6A)

Un grave encoñamiento (6)

Despacito, cariño, muy despacito (7)

Despacito, cariño, muy despacito (6)

Despacito, cariño, muy despacito (5)

Incesto por fatalidad (8)

Academia de bellas artes

Un grave encoñamiento (5A)

Orgasmos garantizados

Un grave encoñamiento (5)

Un grave encoñamiento (4)

El sexo a través de la historia (2)

El sexo a través de la historia (3)

Despacito, cariño, muy despacito (3)

Despacito, cariño, muy despacito (4)

Un grave encoñamiento (3B)

Un grave encoñamiento (3C)

Un grave encoñamiento (3A)

La leyenda negra hispanoamericana (3)

Un grave encoñamiento (1)

Un grave encoñamiento (2)

Despacito, cariño, muy despacito (1)

La leyenda negra hispanoamericana (2)

Incestos históricos (3)

Incestos históricos (2)

La leyenda negra hispanoamericana (1)

Incesto por fatalidad (6)

Incestos históricos (1)

Incesto por fatalidad (5)

El dandy

Incesto por fatalidad (4)

Incesto por fatalidad (2)

Incesto por fatalidad (3)

Incesto por fatalidad (1)

Hundimiento del acorazado españa

Un viaje inútil

Como acelerar el orgasmo femenino

La máquina de follar

Placer de dioses (1)

Follaje entre la nieve

Sola

Placer de dioses (2)

Navegar en Galeón, Galero o Nao

Impresiones de un hombre de buena fe (7)

El Naugragio de Braer

La Batalla del Bosque de Hürtgen

El naufragio del Torre Canyon (1)

El naufragio del Torre Canyon (2)

El naufragio del Torre Canyon (3)

Impresiones de un hombre de buena fe (6)

Impresiones de un hombre de buena fe (4)

Impresiones de un hombre de buena fe (7-A)

Olfato de perro (4)

Hundimiento del Baleares

Olfato de perro (5)

No sirvió de nada, Mei

Cuando hierve la sangre (2)

Cuando hierve la sangre (1)

Paloduro

Impresiones de un hombre de buena fe (2)

Impresiones de un hombre de buena fe (1)

Olfato de perro (2)

Impresiones de un hombre de buena fe (3)

Olfato de perro (3)

Olfato de perro (1)

La hazaña del Comandante Prien

Una tragedia Marítima olvidada (5 Fin)

Una tragedia Marítima olvidada (4)

Una tragedia Marítima olvidada (3)

Una tragedia Marítima olvidada (2)

Una tragedia Marítima olvidada (1)

La Hazaña el Capitán Adolf Ahrens

Derecho de Pernada (4)

Derecho de Pernada (2)

Derecho de Pernada (3)

Derecho de Pernada (5)

Derecho de Pernada (1)

La maja medio desnuda

Oye ¿De dónde venimos?

Mal genio

Misterios sin resolver (2)

Misterios sin resolver (3)

Crónica de la ciudad sin ley (10)

Crónica de la ciudad sin ley (9)

El asesino del tren

Tanto monta, monta tanto

Crónica de la ciudad sin ley (8)

El timo (2 - 1)

Testosterona, Chandalismo y...

El canibalismo en familia

¿Son todos los penes iguales?

Código de amor del siglo XII

Ana

El canibal japones.

El canibal alemán

El canibal de Milwoke

El anticristo Charles Manson

Crónica de la ciudad sin ley (6)

Crónica de la ciudad sin ley (7)

El 2º en el ranking mundial

El timo (2)

El vuelo 515 (3)

El bandido generoso

El carnicero de Hannover

El Arriopero anaspérmico

El vuelo 515 (2)

El vuelo 515 (1)

El carnicero de Plainfield

El petiso orejudo

La sociedad de los horrores

Don Juan Tenorio con Internet

Andrei chikatilo

El buey suelto

Gumersindo el Marinero

La confianza a la hora del sexo

El timo (1)

Los sicarios de satán

The night stalker

Barba azul

Hasta que la muerte os separe.

¿Quién pierde aceite?

¿Serás sólo mía?

El mundo del delito (8)

El sexólogo (4)

El barco fantasma

Encuesta sobre el orgasmo femenino

Captalesia

El sotano

Virtudes Teologales

El sexólogo (3)

El mundo del delito (7)

The murderer

El signo del zorro

La sexóloga (5)

Memorias de un orate (13)

Memorias de un orate (14 - Fin)

El orgasmómetro (9)

El orgasmómetro (10)

El sexólogo (1)

El sexólogo (2)

La sexóloga (4)

La sexóloga (3)

La sexóloga (2)

Memorias de un orate (12)

El mundo del delito (4)

El mundo del delito (5)

La sexóloga (1)

Memorias de un orate (9)

Memorias de un orate (11)

Memorias de un orate (10)

Memorias de un orate (9 - 1)

Qué... cariño ¿que tal he estado?

¿Que te chupe qué?

Memorias de un orate (7 - 1)

Memorias de un orate (7)

Memorias de un orate (6)

Memorias de un orate (8)

Memorias de un orate (5)

Memorias de un orate (4)

Enigmas históricos

Memorias de un orate (3)

Ensayo bibliográfico sobre el Gran Corso

El orgasmómetro (8)

El viejo bergantin

El mundo del delito (1)

El mundo del delito (3)

Tres Sainetes y el drama final (4 - fin)

El mundo del delito (2)

Amor eterno

Misterios sin resolver (1)

Falacias políticas

El vaquero

Memorias de un orate (2)

Marisa (11-2)

Tres Sainetes y el drama final (3)

Tres Sainetes y el drama final (2)

Marisa (12 - Epílogo)

Tres Sainetes y el drama final (1)

Marisa (11-1)

Leyendas, mitos y quimeras

El orgasmómetro (7)

Marisa (11)

El cipote de Archidona

Crónica de la ciudad sin ley (5-2)

Crónica de la ciudad sin ley (5-1)

La extraña familia (8 - Final)

Crónica de la ciudad sin ley (4)

La extraña familia (7)

Crónica de la ciudad sin ley (5)

Marisa (9)

Diálogo del coño y el carajo

Esposas y amantes de Napoleón I

Marisa (10-1)

Crónica de la ciudad sin ley (3)

El orgasmómetro (6)

El orgasmómetro (5)

Marisa (8)

Marisa (7)

Marisa (6)

Crónica de la ciudad sin ley

Marisa (5)

Marisa (4)

Marisa (3)

Marisa (1)

La extraña familia (6)

La extraña familia (5)

La novicia

El demonio, el mundo y la carne

La papisa folladora

Corridas místicas

Sharon

Una chica espabilada

¡Ya tenemos piso!

El pájaro de fuego (2)

El orgasmómetro (4)

El invento del siglo (2)

La inmaculada

Lina

El pájaro de fuego

El orgasmómetro (2)

El orgasmómetro (3)

El placerómetro

La madame de Paris (5)

La madame de Paris (4)

La madame de Paris (3)

La madame de Paris (2)

La bella aristócrata

La madame de Paris (1)

El naufrago

Sonetos del placer

La extraña familia (4)

La extraña familia (3)

La extraña familia (2)

La extraña familia (1)

Neurosis (2)

El invento del siglo

El anciano y la niña

Doña Elisa

Tres recuerdos

Memorias de un orate

Mal camino

Crímenes sin castigo

El atentado (LHG 1)

Los nuevos gudaris

El ingenuo amoral (4)

El ingenuo amoral (3)

El ingenuo amoral (2)

El ingenuo amoral

La virgen de la inocencia (2)

La virgen de la inocencia (1)

Un buen amigo

La cariátide (10)

Servando Callosa

Carla (3)

Carla (2)

Carla (1)

Meigas y brujas

La Pasajera

La Cariátide (0: Epílogo)

La cariátide (9)

La cariátide (8)

La cariátide (7)

La cariátide (6)

La cariátide (5)

La cariátide (4)

La cariátide (3)

La cariátide (2)

La cariátide (1)

La timidez

Adivinen la Verdad

El Superdotado (09)

El Superdotado (08)

El Superdotado (07)

El Superdotado (06)

El Superdotado (05)

El Superdotado (04)

Neurosis

Relato inmoral

El Superdotado (03 - II)

El Superdotado (03)

El Superdotado (02)

El Superdotado (01)